Por: Esteban Morales
Donald Trump continúa avanzando en la política contra Cuba. Su plan es descarrilar sistemáticamente la que Obama declaró el 17 de diciembre de 2014. Las decisiones tomadas recientemente son sus más importantes acciones en ese sentido. A nivel del discurso se observa muy claro que la voluntad del Presidente es continuar presionando y aprovechar cualquier incidente para agredir a Cuba.
En el mes de mayo fueron expulsados dos diplomáticos cubanos de la embajada de Cuba en Washington, alegando la obtusa necesidad de proveer a sus diplomáticos de mayor seguridad, por el llamado incidente “sónico” que supuestamente afectó la salud de 21 funcionarios norteamericanos.
Al no poder responsabilizar al gobierno cubano del incidente, lo acusan de insuficiente atención a la seguridad de los diplomáticos norteamericanos. Así convierten el asunto en un problema político, lo cual, sin dudas, es un castigo aplicado sin el menor respeto hacia el interlocutor. Porque ni Estados Unidos, después de un año de investigación, ha logrado demostrar que Cuba tuvo alguna responsabilidad en el hecho, ni tampoco que no haya sido sumamente respetuosa de las reglas diplomáticas. Hay que tener cuidado con este tipo de gente que dispara primero y después, si acaso, pregunta.
De tal modo que las relaciones han sufrido un importante retroceso. Tanto es así que el Sr. Secretario de Estado se da el lujo de sancionar, poniendo a la Isla en “capilla ardiente”, a la espera de que ésta logre demostrar que no ha tenido nada que ver en el incidente, ni que lo haya permitido.
Las medidas más recientes contra Cuba se adoptan prácticamente un día después de la reunión entre el Ministro de Relaciones Exteriores cubano y el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson. Las medidas van en dirección totalmente contraria a las sugerencias, advertencias y solicitudes hechas por el ministro Bruno Rodríguez en esa reunión.
En dicha cita se le advirtió al Secretario de Estado de varios asuntos importantes tales como:
-No tomar decisiones apresuradas que no se sustenten en evidencias ni resultados investigativos concluyentes.
-Lo instó a no politizar un asunto de esta naturaleza.
-Le reiteró la solicitud de cooperación efectiva de las autoridades estadounidenses para llevar a buen término la investigación en curso sobre los alegados incidentes con diplomáticos de Estados Unidos en La Habana.
-Enfatizó que el Gobierno de Cuba no tiene responsabilidad alguna en los alegados hechos y que cumple seria y rigurosamente sus obligaciones con la Convención de Viena.
-Le extendió su consideración de que la decisión anunciada por el Departamento de Estado es precipitada y afectará las relaciones bilaterales, en particular, la cooperación en temas de interés mutuo y los intercambios de diversa naturaleza entre ambos países.
-Le reiteró la voluntad de Cuba de continuar una cooperación activa entre las autoridades de los dos países, en pos del esclarecimiento pleno de los hechos, para lo cual consideró esencial un involucramiento más eficiente de Estados Unidos.
No obstante todas estas aclaraciones, el Sr. Secretario de Estado decidió reducir el 60% del personal en la embajada norteamericana y detener el proceso de otorgamiento de visados hasta fecha indefinida. Casi al mismo tiempo emitió una advertencia sobre los peligros de viajar a Cuba, basándose en que los supuestos incidentes también habían tenido lugar en hoteles cubanos, donde se hospedan norteamericanos, sin que ello haya podido ser demostrado. La intención tiene como objetivo principal afectar el turismo cubano, tratándose de una actuación, por la parte norteamericana, que no deja espacio a ninguna otra interpretación que no sea la de hacernos daño. Es posible esperar que hacia el futuro inmediato se inventen nuevas justificaciones.
Las medidas adoptadas no se basan en posibles ataques del gobierno cubano contra diplomáticos estadounidenses, que no han existido, sino en argumentos para continuar fortaleciendo la alianza con la extrema derecha cubanoamericana de Miami como principal punto de partida.
Satisfacer, en primer lugar, los intereses del séquito del Sr. Marco Rubio, miembro de la comisión senatorial creada para investigar las relaciones con Rusia durante la campaña presidencial de Donald Trump. Rubio ya se apresuró a declarar que las medidas adoptadas contra Cuba aun no son suficientes.
Se nota que el senador de origen cubano tiene a Trump “agarrado por la barba” y le está cobrando el favor por adelantado. Como si fuera poco, recientemente vimos la sustitución del Secretario del FBI y se sospecha que fue motivada por el interés de Trump de eliminar el peligro de una investigación sobre las relaciones entre Rusia y su campaña presidencial. A lo que le siguió la reunión entre el hijo de Trump y una abogada rusa, presuntamente vinculada al gobierno de ese país. Esto es suficiente para percatarnos de que el Presidente no tiene una situación política cómoda, aun cuando las cosas no le tocan todavía de manera directa.
Por otra parte, tenemos los extraños y continuos cambios en su aparato de gobierno; las contradicciones de intereses entre el manejo de sus impuestos y propiedades; sus escabrosas relaciones con los aliados europeos; los incidentes con México alrededor del muro; su posición antiinmigrante; su negativa a firmar el Tratado de París sobre el cambio climático; sus pronunciamientos negativos sobre el acuerdo nuclear con Irán; su extraña posición ante la lucha contra el terrorismo, especialmente en Siria, pero también en Irak y Afganistán; su enfrentamiento con Corea del Norte y, por último, su reciente discurso ante Naciones Unidas, en el que arremetió contra Venezuela, Cuba, Siria, Irán y Corea del Norte en términos de declarar su interés por desaparecer a esta última. Todo lo anterior evidencia que Trump cuenta con asesores que le sugieren las peores decisiones en política.
Hay que decir, marcando una diferencia sustancial, que cuando Obama comenzó a cambiar la política hacia Cuba tomó en consideración el hecho de que las condiciones habían variado, tanto internamente como a nivel internacional. El liderazgo político de la revolución y la sociedad cubana habían mejorado su imagen considerablemente dentro de Estados Unidos, razón por la cual la vieja política se había hecho obsoleta. Llegar a esta conclusión fue difícil pero una vez que Obama se percató de ello no vaciló en comenzar a negociar secretamente con Cuba y declarar el cambio de política. Solo esperó el mejor momento para hacerlo.
Trump ahora quiere volver a la vieja política sin que las condiciones internas le estén indicando que pueda hacerlo, ni la situación internacional de Cuba tampoco. Su mayor error es considerar que esa vuelta atrás es factible. El Presidente actual quiere demostrar que tales consideraciones no hacen falta y que él puede hacer lo que quiere, cuando le dé la gana. No acepta que esa vuelta atrás no se asienta sobre una plataforma político-social a la que costó más de 50 años llegar. Es que Estados Unidos, finalmente, no logró aislar a Cuba, no solo del mundo, sino tampoco de la sociedad estadounidense.
Cuba y Estados Unidos comenzaron a vincularse en varias áreas de interés mutuo y esto contribuyó a que la sociedad cubana fuera capaz de influir en Estados Unidos. Incluso más de lo que la sociedad norteamericana logró influir en Cuba. Esto ha traído como resultado un incremento importante de la población norteamericana y cubanoamericana que no comparte la política de bloqueo y es partidaria de una mejor relación con Cuba.
El único modo en que Trump podría retornar a la vieja política con Cuba es haciéndolo de igual modo en que quiere imponer sus políticas a nivel internacional; por la fuerza. Porque la comunidad cubanoamericana no es la misma, el mundo ha cambiado, la sociedad norteamericana y Cuba también.
El mayor peligro de la política de Trump entonces radica en que quiere imponer una política exterior que el mundo no está en condiciones de aceptar. Y de ello proviene parte de la impopularidad del Presidente, no solo a nivel internacional, sino incluso internamente en los Estados Unidos, donde ha resultado el presidente más impopular que recuerde esa nación, habiendo logrado semejante récord en los primeros nueve meses de su primer año de mandato.
No se recuerda a ningún otro presidente norteamericano que haya sido capaz de afectar el prestigio y la imagen de Estados Unidos como Donald Trump lo ha hecho y ese es el peligro mayor que acecha a su presidencia. Está afectando seriamente lo que ha hecho siempre de Estados Unidos una potencia imperial extremadamente poderosa: su capacidad de llevarse bien con los aliados para coordinar y liderar las fuerzas económicas y políticas que le permitan mantener la supremacía hegemónica dentro del sistema capitalista. Situación que ahora empieza a cambiar aceleradamente.
Para el caso de Cuba, lo que más distingue esta situación estratégica es que ya no se trata de un simple enfrentamiento bilateral con Estados Unidos, como lo fue siempre. Ni siquiera, una situación en la que Cuba tiene que enfrentar el bloqueo como un sistema de presiones transnacionales lideradas por Estados Unidos. Esa transnacionalidad que un día Estados Unidos pudo aplicar con toda severidad y prepotencia se ha visto afectada, en igual medida, porque sus mismos aliados, crecientemente, comienzan a ver la política hacia Cuba como algo obsoleto que afecta también sus intereses. De manera que buscan los canales efectivos para construir y hacer su propia política con la Isla.
Ocurre también algo singular con los intentos domésticos de algunos estados norteamericanos por establecer relaciones directas con Cuba. Es decir, las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han pasado a ser también una preocupación de muchos actores internacionales y de otros dentro de la sociedad norteamericana. La conexión existente demuestra que ni sus aliados lo apoyan en la política hacia Cuba. Esto es visible desde hace ya algunos años en la votación anual de la resolución cubana contra el bloqueo en la Asamblea General de Naciones Unidas.
Es cierto que el bloqueo continúa afectando a Cuba como un mecanismo de presiones trasnacionales, pero se debilita continuamente por el hecho de que Estados Unidos ha perdido una gran parte del apoyo que sostenía su política agresiva contra Cuba. Por tanto, de manera inmediata, aunque las tendencias mencionadas como positivas para Cuba continúan avanzando, hay que estar preparados para el tiempo que dure la coyuntura actual, cuya tendencia es a empeorar la situación de las relaciones entre ambos países y no a mejorarlas.
Trump continuará tomando medidas que afecten, sobre todo, a la economía cubana, el intercambio cultural y académico en particular, el turismo y las relaciones migratorias.
¿Qué medidas podemos esperar?
– No solo Trump mantendrá las restricciones para que los norteamericanos no viajen a Cuba como turistas, sino que además, se tomaran medidas más restrictivas para afectar el flujo de viajes a la Isla, de estadounidenses y cubanos residentes en ese país.
-Tratarán de poner en cuarentena a la Isla como un posible destino peligroso para afectar el flujo de turistas.
-Podrían restringir el nivel oficial de las remesas, por su importancia para la entrada de dinero, de otros recursos y de modestos capitales a Cuba. Podrían volver a registrar a los viajeros para impedir la entrada de dinero ilegal.
-Aumentarán las restricciones al comercio con Cuba.
-Podrían adoptar restricciones particulares al envío de paquetes y a las mercancías que pudieran traer los viajeros procedentes de Estados Unidos en sus viajes a Cuba.
-Aumentarán aún más las restricciones para que Cuba no pueda utilizar el dólar a través de las astronómicas multas a la Banca Transnacional.
-Obstaculizarán las potenciales inversiones de capital norteamericano en Cuba. Y en la medida de sus posibilidades, las de inversores procedentes de terceros países, aplicando los criterios de la Ley Helms-Burton, que aún está vigente.
-Continuarán financiando a la llamada disidencia interna para dotarla de capacidad para intervenir en la vida política y social del país.
– Guiarán los esfuerzos de la derecha neoliberal latinoamericana y caribeña, encabezada por la Organización de Estados Americanos (OEA), para obstaculizar las relaciones solidarias entre los gobiernos progresistas y Cuba.
Acorde a lo ocurrido en estos meses en las relaciones entre ambos países, es posible esperar que éstas continúen empeorando paulatinamente. No debe excluirse la posibilidad de que algunos grupúsculos trasnochados de extrema derecha, estimulados por el ambiente de derechización que retorna y el interés de continuar el lucrativo negocio de la contrarrevolución, se atrevan a realizar algunas acciones agresivas contra Cuba.
¿Cómo debiera reaccionar Cuba ante esta situación?
Pensando en que Cuba vive un momento muy complejo puedo sugerir lo siguiente:
-Debe terminar la formulación de un nuevo modelo económico que nos permita establecer, por vez primera, una economía acoplada a las necesidades del país, lo cual representa abandonar definitivamente el “copismo”. Es preciso ser eficientes en el logro de una economía sostenible y próspera.
-Estamos abocados a un proceso casi inmediato de renovación del liderazgo político sin Fidel Castro. Y con Raúl, su sustituto indiscutible, pero al punto de tener que abandonar su posición en el gobierno y tal vez quedando solo al frente del Partido Comunista de Cuba, lo cual también, por razones naturales, sería por poco tiempo.
-Todo ello tiene lugar, además, en un contexto de relaciones con nuestro principal enemigo histórico, Estados Unidos, que después de un período de relativo mejoramiento con la administración de Barack Obama, ahora retorna a una coyuntura difícil, caracterizada por la intención del nuevo presidente, Donald Trump, de atrasar las relaciones entre ambos países a los peores momentos de los últimos más de 55 años.
Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por el pesimismo. Es cierto que atravesamos una coyuntura difícil, tanto en el orden económico interno, como político internacional, pero Cuba cuenta con experiencias para sobrevivir y avanzar. En mi opinión personal, sus retos son más políticos que económicos. La revolución fue capaz de crear capacidades, solo que no debemos continuar desperdiciándolas como hasta ahora. Son retos políticos porque Cuba tiene la necesidad de fortalecer su sistema político y democrático.
En el ámbito interno se encuentran los principales retos de Cuba, no solo con su economía, sino también en la necesidad del fortalecimiento de su sistema político, que requiere de múltiples ajustes para hacerlo coincidir con los principios que mejoren nuestro sistema de gobierno, su proceso electoral y ampliar al máximo el nivel de participación social. Es necesario, cada día más, que la solución de los problemas políticos internos esté en manos del pueblo.
Hay que denunciar el papel negativo de la burocracia, la corrupción y fortalecer el poder del liderazgo estatal y político a todos los niveles. Urge distribuir el poder, de modo tal que cada cual, a su nivel, tenga la posibilidad de ejercerlo con la capacidad necesaria para solucionar los problemas y ganar cada día más prestigio frente a las necesidades de la población. Es esencial una participación destacada de los jóvenes.
En el orden político internacional, Cuba ha adquirido un gran prestigio y lo que Trump está tratando de hacer no tiene base de sustentación, ni histórica ni política. Pudiera parecernos que la situación internacional es lo más difícil, pero no lo es. El reto más difícil es el que mencionamos más arriba porque si no logramos fortalecer nuestra democracia, el poder popular, la participación social, la capacidad de los líderes a todos los niveles para responder con eficiencia a las necesidades del pueblo, entonces el poder que hemos construido resbalará como agua por un cristal inclinado.
Estados Unidos ya no puede liderar un sistema transnacional de agresión contra Cuba como lo hizo hasta hace unos años. Y en ello, nuestra diplomacia debe desempeñar un papel fuerte e inteligente para arrebatar de manos de la derecha, donde quiera que ésta se encuentre, la posibilidad de quitarnos nuestra capacidad de avanzar hacia un futuro de paz y desarrollo propio.
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