A propósito del derrumbe

Por José Ernesto Nováez Guerrero


Conversación con José Luis Rodríguez, acerca de su libro El derrumbe del socialismo en Europa


Foto tomada de www.publico.es

Han transcurrido ya treinta años desde aquel nefasto 25 de diciembre de 1991, fecha que marca de modo oficial la desintegración del primer Estado socialista de la historia: la Unión Soviética. Como en casi todos los procesos históricos, el reconocimiento de derecho no es más que la certificación de lo que ya se había concretado de hecho. Décadas de errores acumulados y una dirección oportunista que en los últimos años precipitó las condiciones de desintegración fueron algunos de los factores que determinaron este cataclismo político.

Continuar estudiando y extrayendo las lecciones adecuadas del fracaso del socialismo en Europa del Este, lejos de ser un ejercicio ocioso de cerebros trasnochados, resulta cada vez más importante para la experiencia socialista de Cuba y para un mundo donde la modernidad capitalista plantea con urgencia creciente la necesidad de alternativas para la mayor parte de la humanidad.

En este sentido conviene leer el libro El derrumbe del socialismo en Europa, que ya cuenta con dos ediciones cubanas por la Editorial Ciencias Sociales (2014 y 2016), y constituye un valioso aporte a la comprensión de este proceso en el plano económico.

Su autor, José Luis Rodríguez (La Habana, 1946), obtuvo el grado de Doctor en Ciencias Económicas en la URSS en 1978. Ha ocupado importantes cargos en la dirección de la economía cubana; entre ellos, los de ministro de Finanzas y Precios de 1993 a 1995 y de Economía y Planificación de 1995 a 2009.

Invitado a la Jornada homenaje por el Sesenta Aniversario de la Revolución Cubana, convocada por el Departamento de Filosofía de la Universidad Central de Las Villas, de conjunto con la Uneac y la Sectorial Provincial de Cultura en Villa Clara, accedió a dialogar sobre su libro y las problemáticas que en él se plantean, como claves para comprender toda práctica socialista pasada y corregir toda práctica socialista futura.


José Ernesto Nováez Guerrero (JENG): Profesor, deseo comenzar hablando respecto a la NEP. El Che, en los Apuntes críticos a la Economía Política, considera la NEP como el gran error de Lenin, que determinó que en la evolución económica posterior de la sociedad soviética no se resolvieran nunca, de verdad, las relaciones de propiedad. ¿Considera usted que para las relaciones económicas atrasadas de la URSS en los años veinte, después de la devastación de la Guerra Civil, resultaba inevitable la reproducción de las formas capitalistas o se hubieran podido valorar nuevas formas de socialización, tomando experiencias de la propia comuna rural rusa o de algún otro antecedente histórico? ¿Por qué? ¿Y qué papel cree que haya jugado la NEP en este proceso?

José Luis Rodríguez (JLR): Creo que es muy difícil decir, a tantos años de distancia, que había otra alternativa. Hay que valorar cómo triunfa la revolución en Rusia y qué condiciones tiene. Es un proceso en el cual primero se rompe la cadena del capitalismo en Eurasia por el eslabón más débil. No estaban desarrolladas a plenitud las relaciones capitalistas de producción. Recordemos que el feudalismo fue superado en Rusia apenas en 1861. Ya en ese momento había ocurrido la Revolución francesa, varios países de Europa Occidental habían transitado, de una u otra manera, a través de las revoluciones de 1830, de 1848, hacia una forma de propiedad capitalista más o menos avanzada. Entonces podemos decir que Rusia, junto con Japón, son los dos países que cierran el ciclo de la transición de la sociedad feudal a la sociedad capitalista entre dos de los grandes imperios de Europa y Asia.

Cuando triunfa en Rusia la revolución en 1917, vienen de una guerra que ha destrozado al país. Si uno calcula las producciones que existían en 1917 y las compara con las del período de preguerra en 1913, la caída es brutal. De ahí que en marzo de 1918 las condiciones obliguen a implantar el comunismo de guerra, como medida para lidiar con la situación económica del país que se agravaba con la Guerra Civil, en medio de una coyuntura donde había que alimentar a la población y al ejército. Vemos entonces que la transición al socialismo no es para nada pacífica, ni siquiera ordenada en la primera experiencia histórica triunfante.

En medio del idealismo propio de las primeras etapas de los procesos revolucionarios, el Comunismo de Guerra trajo en 1919, como una de sus aristas, la idea de que era posible una transición saltándose el mercado y las relaciones monetario-mercantiles. Incluso hubo planteamientos como el del famoso libro El ABC del comunismo, de Bujarin y Preobrazensky, de que no se desarrollaran las relaciones monetario-mercantiles, dado lo que se había logrado hacer en esa época de distribución directa de la producción.

Esta situación se mantiene hasta 1920, cuando el gobierno bolchevique gana la Guerra Civil, después de unas cuantas concesiones — como el acuerdo de paz de Brest-Litovsk — y logra mantenerse en el poder, pero en medio de una gran disputa ideológica interna entre Bujarin, Trotski y Lenin. No obstante, Lenin logra imponerse, con una posición que pudiéramos considerar pragmática y que ponía en un primer plano la sobrevivencia.

En marzo de 1921, en el XI Congreso del Partido Comunista Ruso, Lenin señala que en el Ejército Rojo, el 80 % de los soldados son campesinos que van a retornar a sus tierras, devastadas por completo en la guerra, y para los cuales no van a funcionar, en lo más mínimo, los recursos que harían falta para desarrollar una producción cooperativa y, sobre todo, para desarrollar el interés de esos campesinos, que venían de una etapa muy cercana todavía al feudalismo, en la producción social. Y Lenin se percata de que hay que dar un paso atrás, un paso táctico, que tal vez si hubiera tenido otras condiciones no hubiera asumido. Pero la prioridad era la supervivencia. Lenin hizo las concesiones que entendió. Nosotros también, en el Período Especial a la altura del año 1994 o 1995, hicimos concesiones que Fidel reconoció como concesiones capitalistas, pero había que garantizar ante todo la supervivencia del país.

Para el momento de la NEP ya el Partido Bolchevique presenta varias fracciones y con personalidades tan fuertes dentro de su liderazgo como es el caso de Trotski — quien había estado presente en 1905 en el estallido revolucionario de Petrogrado — , y Lenin tiene que lidiar con ellas. Estas personas no tienen la visión teórica, conceptual, incluso ideológica que él tiene, pero son personas de las que no puede prescindir. Recordemos el famoso episodio con Zinóviev y Kámenev, a los cuales Lenin llama «los esquiroles de la revolución», pero no los expulsa del partido, porque Lenin también comprende la importancia de la unidad de los revolucionarios — más allá de errores cometidos — para rebasar una coyuntura muy adversa.

Así y no obstante las diferencias, Lenin logra en vida una unidad de ese conglomerado de personalidades diversas alrededor de su persona.

No obstante, no podemos minimizar el nivel de las contradicciones a que se enfrenta la posición de Lenin. Por un lado, él está proponiendo determinadas concesiones, y la gente y muchos de sus camaradas que le atribuyen el triunfo en la Guerra Civil, al menos en parte, al Comunismo de Guerra, enfrentados con él.

Pero el líder bolchevique comprendió que no había manera de estimular la producción material en Rusia si no se reconocía el interés material más primario en esa masa enorme de campesinos. Él habla entonces de un capitalismo de Estado y lo plantea como un retroceso táctico que, como es lógico, él no podía prever hasta dónde iba a llegar. Pensaba que los efectos perniciosos de este retroceso se podían controlar desarrollando una forma de propiedad cooperativa, una forma de colectivización primaria, de manera gradual, para convencer a los campesinos que es más productivo trabajar asociados.

JENG: En los años veinte se da un profundo debate económico en la Rusia soviética, que incluso hay quien lo ha leído intentando descubrir detrás de cada uno de los actores involucrados la expresión de determinados intereses clasistas. ¿Cuáles fueron, desde su perspectiva, los principales ejes temáticos en torno a los cuales giró este debate?

JLR: Allí se produce un vacío proveniente del hecho de que, antes de la muerte de Lenin, en el año 1922, se dan una serie de discusiones relativas al problema de las nacionalidades, y se da un fuerte enfrentamiento de Lenin con Stalin. Por otro lado, Lenin mantiene una relación con Trostki, con el que comparte una serie de opiniones y discrepa de otras.

Esta es una etapa en la cual Lenin, sabiendo que estaba muy enfermo, busca la manera de eliminar las contradicciones que él estaba observando en la cúpula de la dirección partidista. A finales de 1922 la situación se agrava a tal punto que el líder bolchevique comienza a dictar lo que es considerado como su testamento político. En este documento él hace una evaluación de las principales figuras del partido en ese momento y deja bien claro que hay que evitar la división del mismo entre Trostki y Stalin. Es evidente que comprendió con claridad la contradicción entre ambos y las diferencias de sus personalidades. Trotski era un hombre culto, un buen orador y un hombre de gran arraigo en las masas mientras que Stalin era un hombre de un carácter brusco, del aparato interno del partido, que no tenía ese carisma, pero que además provenía de una nacionalidad no rusa, Georgia, lo cual en el contexto adquiría relevancia. La situación llegó a un punto en que Lenin en su testamento llega incluso a pedir la separación de Stalin del cargo de secretario general del partido, por problemas de carácter y por el inmenso poder que había acumulado, así como el uso que hacía del mismo.

Por infortunio, Lenin no pudo culminar su política para dejar una dirección unida. A ello se une que la muerte del líder bolchevique va a ser un cataclismo tan grande que explica por qué, en medio de ese gran pesar, nadie le reclama a Stalin que cumpla con lo que se plantea en el «testamento político» de Lenin. Lo conocen, sí, los delegados del XIII Congreso PCR (b), pero la cercanía de la muerte de Lenin creo que es todavía un trauma que pesa sobre ellos.

Por otro lado, Trotski se mantiene, de manera errónea, al margen no solo del aparato del Estado, sino incluso de todo el proceso político en torno a la muerte de Lenin. No participa en los funerales, no se ocupa de ventilar sus puntos de vista tampoco. Le cede el terreno a Stalin en la práctica, lo subestima y eso fue fatal para él porque Stalin no olvidó eso. Poco después de la muerte de Lenin sacan a Trotski del Buró Político y empieza todo el proceso de cuestionamiento hacia él en el partido, de exilio, en Alma Atá y luego fuera del país. Viajaría sin destino fijo por Europa hasta radicarse a principios de los años treinta en México, donde viviría hasta su asesinato en 1940.

De modo paralelo, pasa el momento donde el partido acuerda no dar a conocer el «testamento político» de Lenin. Esto fue un triunfo formidable para Stalin, que favorece la posición del líder georgiano al frente del partido, maniobraría de manera muy hábil para deshacerse de sus enemigos hasta consolidar su poder, ya sin oposición visible, a partir de 1930.

Por otro lado, en 1924–1925 se da una relativa recuperación económica y comienzan los debates en torno a la política de industrialización, pero implícitamente en ese debate está el tema de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo. Ahí es donde entra el gran debate entre Nicolai Bujarin y Evgueni Preobrazensky.

En mi opinión Bujarin que era un hombre culto y pudiera decirse que era el de mayor nivel de conocimiento del marxismo en la dirección de partido de entonces, quería jugar una carta para avanzar en una transición muy gradual hacia el socialismo, reconociendo — en la práctica — la necesidad de aceptar un tránsito con la extensión de la política de la NEP. La famosa frase que lo marcó de por vida: «¡Enriqueceos!», lo identifica con los intereses de la pequeña burguesía campesina sobre todo. Mientras que Preobrazensky era un hombre de ultraizquierda y yo pienso que era mejor economista que Bujarin. En su libro La nueva economía, Preobrazensky desarrolla la teoría de la acumulación originaria en el socialismo y, de soslayo, toca el tema de las relaciones monetario-mercantiles. Él no le encuentra una solución posible en el momento para justificar la existencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo y plantea que son relaciones que existen de manera objetiva, que van a jugar un papel subordinado en la acción parcialmente efectiva de la ley del valor. Al considerarlas como relaciones subordinadas tenía razón, pero no les daba el peso que en realidad tenían.

Ya en 1935, cuando se teoriza en torno al cálculo económico, que no es más que la racionalización sobre la presencia del mercado en el socialismo, las tesis que prevalecen son las de Preobrazensky, quien en la práctica no pudo disfrutar de ese hecho porque lo fusilan poco después, en 1937.

JENG: Usted afirma en su libro que a partir de 1928–1929 se comienzan a tomar una serie de medidas que representan en la práctica el desmontaje de la NEP como política. La etapa que sigue es la de consolidación del régimen económico y político de Stalin. Atendiendo a los resultados económicos y el costo social de estas medidas ¿cómo valoraría la práctica económica del estalinismo?

JLR: Bueno, primero Stalin es muy cauteloso, no toma partido en el debate que hay entre Bujarin y Preobrazensky. En la práctica, aunque nunca lo reconocieron así ni Stalin ni nadie después, él se afilia más a las opiniones de Preobrazensky. Por lo tanto, el choca con Bujarin de inicio, aunque Bujarin lo sigue apoyando hasta 1929 cuando lo expulsan del partido.

Stalin se deja querer, sin comprometerse demasiado. Así, a él le va a resultar más fácil explicar la existencia de relaciones monetario-mercantiles, que es la tesis que defiende Preobrazensky, como producto de la existencia de las distintas formas de propiedad y afirmar que mientras exista esa diversidad de formas existirá el mercado. Pero deja fuera del análisis la propiedad estatal, no se responde ni por él ni antes por Preobrazensky, el por qué dentro de la propiedad estatal se mantienen las relaciones monetario-mercantiles. Eso nunca se resuelve, ni en el texto de Stalin, de 1952, Los problemas económicos del socialismo en la URSS, ni lo va a resolver la teoría en ese sentido hasta los años sesenta, que es cuando viene la famosa tesis del aislamiento económico relativo y se profundiza en la idea de que puede desaparecer la propiedad privada, pero no desaparecen las condiciones que dan lugar a un intercambio a través de ese aislamiento, que obliga a confrontar a través del mercado el trabajo de los hombres en la sociedad.

La falta de una respuesta adecuada en términos conceptuales de las razones de permanencia del mercado en el socialismo trajo para la causa revolucionaria un costo enorme, porque en teóricamente muchos autores concibieron al mercado como si fuese inocuo, ignorando todas sus contradicciones, tratando de remendar cada vez que estallaban esas contradicciones pero no profundizaron en realidad en el tema. Y ocurre un fenómeno. Cuando empieza el desmontaje de la NEP, ya hay intereses creados y está la famosa huelga de abastecimiento de trigo — creo que es en el invierno de 1927–1928 — donde los productores se niegan, si no les pagan precios mayores, a abastecer las ciudades. Ese es el pretexto de la colectivización forzosa de la producción agropecuaria en la URSS, de ahí arranca.

En apariencia, lo que dice Stalin es muy razonable: «Esas personas se han declarado enemigos del Estado soviético», «Esto no puede seguir así», lo cual viene muy bien con los criterios de ultraizquierda de Preobrazensky en lo económico. Y ya ahí, en la práctica, arranca una contrarreforma. Lenin sabía que esas contradicciones estallarían a partir de la NEP, pero Stalin no le da la solución gradual, política, que Lenin se imaginó a partir de la creación de cooperativas. En lugar de eso envía los comisarios al campo, los kulaks — los campesinos ricos — son desterrados a Siberia y los campesinos integrados por la fuerza a las cooperativas. Eso representó un costo enorme: están las cifras del año 1932–1933, que reflejan la hambruna que se desató, porque dejaron de abastecerse los mercados y muchas personas murieron de hambre.

Hay una cosa interesante, yo la encontré en el libro Historia de las ideas socialistas, de Cole: en el tomo dedicado a los años treinta, él se pregunta por qué transcurren las purgas y la eliminación de los enemigos de Stalin sin que se produzca una reacción. Él parte de un criterio que es interesante, dice más o menos: «Bueno, imaginemos cómo era el campesino antes de ese proceso, cuando se introduce la cooperativización forzosa y cuando comienza la industrialización». Porque al mismo tiempo del proceso de desmontaje de la NEP, empiezan los procesos de industrialización acelerada, en los años 1929–1930, y una gran masa de campesinos va, de manera forzosa, a trabajar como obreros en las ciudades. Y eso, que podría parecer algo forzoso, que genera desarraigo, va a tener también un ángulo positivo al modificar las condiciones de vida de esos campesinos. Hombres y mujeres que vivían en tiendas de paja, sin condiciones mínimas de higiene, con una alimentación precaria, sin condiciones para enfrentar el invierno, de pronto se ven viviendo en un edificio colectivo, con tres o cuatro familias más en el mismo piso, pero con un baño, protegidos del frío, mejor alimentados.

JENG: Al principio la resistencia al proceso de colectivización forzosa fue violenta. Mataban a las reses, escondían las cosechas…

JLR: Sí, claro, pero ahí los kulaks desempeñaban un papel importante, pues la riqueza estaba en lo fundamental en manos de estos.

Ahora bien, toda esa masa de gente que se transfiere a las ciudades cambia sus condiciones de vida. Y el que se anota ese logro es Stalin. Esto puede explicar, según Cole, por qué esa gran colectividad siguió oyendo lo que le decía Stalin sin preocuparse demasiado por estos procesos políticos, que eran procesos que seguía en lo esencial la élite, la intelectualidad, pero no eran procesos en los que la gran masa del pueblo estuviera pendiente de ellos ni nada por el estilo.

También todavía hoy hay una gran discusión sobre si en realidad había una oposición a Stalin en los años treinta o no. Yo pienso que sí había una oposición, en particular entre los militares. Nunca ha quedado claro el juicio secreto de mariscal Tujachevski — solo había cinco mariscales en el Ejército Rojo por esos años — porque además fue un proceso expedito. Todo parece indicar, hay una teoría en ese sentido, de que lograron infiltrarse los nazis en las filas de los militares de mayor rango y logran una real conspiración allí adentro, o al menos hacen creer que la hay, o como mínimo la apariencia de que esta conspiración existía. Los valiosos oficiales que se perdieron por este proceso le causaron una debilidad estratégica al pensamiento militar soviético que por poco les cuesta la derrota en la Segunda Guerra Mundial.

El caso fue que este proceso de los años treinta creó un cisma dentro de la sociedad soviética, sobre todo en el estrato militar y en la alta dirección del partido y el Estado. El Comité Central del PCUS del XVIII Congreso del año 1939 ni se parece al del año 1934.

JENG: En las páginas 40–41 del libro usted apunta, hablando del estalinismo como modelo político: «(…) fue el abandono de los factores de movilización política, incluyendo la ausencia de democracia y las prácticas represivas un elemento determinante en estos años, causando un daño que resultaría irreparable para las ideas del socialismo en la Unión Soviética y posteriormente en la Europa oriental, al punto de constituir un elemento cardinal para explicar las bases políticas del derrumbe del socialismo europeo años después.» ¿Se puede entonces, sobre esta base, decir que en los años de Stalin las medidas económicas y el ascenso y consolidación de la casta burocrática sientan las bases para el desmontaje del socialismo en Europa en una etapa posterior?

JLR: En mi apreciación es una de las bases.

JENG: O sea, usted discrepa de los autores de El Socialismo Traicionado, en este sentido. Ellos establecen en Jruschov el parteaguas de este proceso de desmontaje.

El socialismo traicionado. Detrás del colapso de la Unión Soviética 1917-1991

JLR: Yo pienso que si se hace un análisis de la perspectiva histórica y sobre todo de sus relaciones con Cuba, puede decirse que Jruschov fue un hombre extraordinariamente positivo, punto y aparte de la Crisis de Octubre. Jruschov no es lo que pintan los autores de este libro, no es el personaje siniestro que está gestando una transición al capitalismo. Lo que vino después de él fue peor.

JENG: ¿Entonces no es cierto que en el mandato de Jruschov, empieza un proceso de asimilación de las ideas del socialismo de mercado, de querer competir, desde el punto de vista del consumo, con las sociedades occidentales?

JLR: No lo veo así, aunque Jruschov se da cuenta del deterioro de la economía soviética en los años cincuenta, cuando la productividad cae y la situación se pone tensa. Él realiza maniobras — yo diría un poco desesperadas — y trata de darle un impulso a la economía. Así está el Congreso del PCUS de 1961, donde se acuerda el famoso programa de construcción del comunismo, algo bastante idealista en las condiciones concretas que se vivían entonces. Es decir, el intenta enviar una serie de mensajes tratando de rescatar al ser soviético de la depresión y la confusión en la que lo sume la muerte de Stalin. De pronto se hace público — por primera vez — que hay un testamento político de Lenin y que, en esencia, Stalin violó el legado leninista. Hay que leerse el discurso de Jruschov en el XX Congreso. Yo creo que al final era necesario este discurso y en esto discrepo de los autores de El Socialismo… quienes consideran el discurso injusto.

JENG: Una de las lecturas que ellos hacen es que tanto Jruschov como Gorbachov convierten a Stalin en el saco donde echar todas las culpas de lo que iba mal en el socialismo.

JLR: Yo creo que, en efecto, no era el saco de todo lo que iba mal, pero tampoco era un inocente cordero. En la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, cometió errores garrafales, que estuvieron a punto de costar la derrota soviética en la guerra.

Sin dudas, era muy duro tener que admitir los errores cometidos por Stalin y otros dirigentes soviéticos de primer nivel como Malenkov, Molotov, Kaganovich y Beria, e incluso el propio Jruschov, pero existían múltiples evidencias de esos errores que ponían de manera seria en riesgo el socialismo soviético.

Considero, volviendo al tema de Jruschov, que ellos estaban buscando una salida para relanzar la economía soviética. Y tienen mucho éxito las ideas del manejo del mercado con la planificación, y cargan la mano en el hacer frente a la planificación burocrática que era vista como un freno. Se cuestiona así la enorme burocracia estatal que se había creado. Todo eso tenían razón en criticarlo, pero la solución que buscaban no era profundizando en el socialismo, sino buscando en el mercado alternativas de solución.

Hay también un hecho importante: el nivel de vida queda tan destrozado después de la guerra, en 1945, que a la gente había que darle algo. Fíjate que tanto Malenkov como Jruschov se orientan, de manera directa, a elevar la producción de bienes de consumo después del año 1953.

JENG: Usted en su libro hace un análisis de la evolución económica de las sociedades socialistas de Europa del Este por décadas que resulta valioso en grado sumo para entender muchas medidas políticas de esos años: explica cómo esas economías socialistas van a tener, en un inicio, un período de crecimiento — imagino que por todo el proceso mismo de reconstrucción luego de la guerra — pero ya a finales de los cincuenta, principios de los sesenta, se da un proceso de estancamiento y se empieza a dar una apertura al denominado socialismo de mercado, en lo fundamental en las sociedades que están más cerca de Europa Occidental — la RDA, Checoslovaquia, Hungría — que son, además, las que tenían una cultura capitalista más desarrollada antes de la guerra.

JLR: Allí, como es lógico, se lanzaron primero a las reformas de lo que podía denominarse como una variante de socialismo de mercado, en Hungría y Checoslovaquia, que eran las que mejores potencialidades económicas tenían. Polonia no estaba a ese nivel y los búlgaros se fueron al extremo: las reformas más rápidas y más profundas se dieron en Bulgaria; en un solo año, 1958, lo quisieron cambiar todo.

Por su parte, Yugoslavia había emprendido un propio proceso de reforma con la autogestión — con un fuerte contenido de mercado para los parámetros de esa época- a partir de 1947–48 — lo que llevó a que fuera condenada y aislada del resto de los países socialistas, situación que duraría hasta finales de los años cincuenta.

JENG: ¿Cómo afectó este proceso de reformas en Europa del este las dinámicas económicas internas de estos países, sus relaciones internacionales y su posicionamiento frente a cuestiones políticas y teóricas clave, como la lucha de clases, por ejemplo?

JLR: Ahí lo que sucedió es que, en términos de la paridad militar con Estados Unidos, la Unión Soviética a finales de los cincuenta estaba muy atrás y ellos desarrollan, en mi opinión, el concepto de coexistencia pacífica buscando ganar tiempo en ese sentido. Lo convierten en la piedra angular de toda su política exterior. Como es lógico, eso se impone también en las llamadas «democracias populares» de Europa Oriental. Pero además hay procesos nacionales que impulsan, digamos, el consumismo socialista.

Es muy interesante el caso de Hungría. Janos Kadar, dirigente del POSH, cuando llega al poder en el año 1956 — luego del alzamiento contrarrevolucionario que se produce en octubre de ese año y que es aplastado por tropas soviéticas — se da cuenta de que esa sociedad abrigaba un profundo sentimiento de hostilidad hacia los soviéticos y él buscará, en lo adelante, crear una base de desarrollo socialista, de consumo nacional, lo cual implica acercarse en cierta medida a Occidente y desarrolla una política donde sustituye el factor ideológico con la búsqueda de un mayor nivel de vida.

En el caso de Checoslovaquia, este fue siempre un país muy occidental, con mucho desarrollo, sobre todo con una gran influencia de la industria alemana. No le costó mucho trabajo por tanto acercarse a esa política y llega al poder una nueva dirección del partido en los años sesenta y son muy manipulados por el tema de los derechos humanos. Los soviéticos, que ya venían con la experiencia de los estallidos sociales aprovechados por la contrarrevolución, en la República Democrática Alemana en 1953, Hungría en 1956, y Polonia en 1961, se enfrentan, de manera simultánea, a la agudización de las contradicciones con Occidente en los sesenta, a raíz de la crisis de Octubre. Ven el fenómeno checoslovaco enfrascado en la búsqueda de un llamado socialismo democrático y de mercado y deciden intervenir en 1968. Sustituyen a Alexander Dubček y ponen en su lugar a Gustáv Husák, quien había salido de los campos de concentración estalinistas apenas en 1963. La etapa que sigue en Checoslovaquia hasta la caída del socialismo en 1989 es bastante gris, con un alto nivel de dependencia de la URSS en ese período.

Fidel, en el discurso de agosto de 1968 — discurso que se da en medio de las contradicciones con los soviéticos y las luchas en América Latina — afirma que por un lado es cierto que había que salvar el campo socialista, pero por otro las tropas del Pacto de Varsovia violaban la soberanía nacional checa. En una parte incluso llega a cuestionar si estarían dispuestos a hacer lo mismo si se produjera en Cuba una agresión del imperialismo.

El socialismo traicionado. Detrás del colapso de la Unión Soviética 1917-1991

Esos años finales de la década del sesenta son años de tirantez para las relaciones cubano-soviéticas. Luego del fracaso de la zafra del setenta, se impone una reflexión y Cuba tiene que replantearse estas relaciones porque quedamos con una deuda de más de dos mil millones de dólares con los soviéticos y así comienza un reacomodo de estas relaciones en el año 1971. Cuba ingresa al CAME en 1972.

JENG: En su libro usted dialoga mucho con Roger Keeran y Thomas Kenny, los autores de El Socialismo Traicionado, y con la tesis que ellos sostienen de una continuidad entre Bujarin, Jruschov y Gorbachov. Mientras estos cambios se están dando en las sociedades de Europa oriental, qué ocurre en la Unión Soviética y qué hay de cierto en la afirmación de estos autores.

JLR: En realidad, no comparto esa tesis y creo que no está demostrada en el libro, tampoco. Primero, Bujarin era un revolucionario que militaba en el campo de la teoría, nunca, fue dirigente político efectivo. Él lo que dirigió fue el periódico Pravda y después de eso su labor fue netamente académica. Se interesó por los análisis teóricos como los de Preobrazensky en los años veinte. Se ve inmerso en un proceso en el que lo expulsan del partido en 1929 y vuelve a ingresar otra vez, hasta que ya lo fusilan en 1938.

Para aquel que desee profundizar en la vida de este revolucionario soviético, le recomiendo lea el libro de Stephen F. Cohen, Bukharin and the Bolshevik Revolucion. A Political Biography, 1888–1938, publicado por Oxford University Press, en 1980.

No creo que él haya elaborado una gran teoría. Fue un hombre que, en un momento de confrontación, eligió un bando y no creo que se pueda extraer de su obra un cuerpo teórico que permita afirmar: «Jruschov estudió a Bujarin y estas fueron las lecciones que extrajo». Y Gorbachov menos.

Mijail Gorbachov era un campesino. Fue secretario de una región agraria que, para su beneficio, en ella radicaba el lugar a donde iban a descansar los grandes dirigentes del país en el Mar Negro. En el caso de Gorbachov hay que reconocer también que no era el típico dirigente soviético, sobrio y parco, sino que era un hombre con facilidad de palabra, puede decirse que era un populista.

Yo no creo que haya existido esa triple conexión que Keeran y Kenny sostienen. Creo que está «traída por los pelos» porque, además, no hay más nadie que sostenga esa tesis. Esto por un lado.

Por otro lado, lo que estaba sucediendo en Europa oriental partía del hecho de que era un socialismo fallido desde los inicios, por las razones que fueren. Cuando se toma, por ejemplo, el proceso de 1965 en Rumanía en que sale de la dirección Gheorghe Gheorghiu-Dej y asume Nicolae Ceauşescu, vemos como Ceauşescu es el primero en afiliarse al FMI en los años setenta y además, dentro del CAME, su país actuaba como una fuerza negativa, oponiéndose a todo, con posiciones hostiles con claridad al socialismo.

JENG: Aunque Jruschov sí había asimilado ciertos mecanismos de mercado, la Unión Soviética se abstuvo de reformas radicales de carácter mercantil, reformas que sí se verificaron en muchos países del antiguo campo socialista.

JLR: La discusión de estas reformas fue la más larga. Desde 1958 en que arrancaron los debates hasta el año 1965. Este debate tan largo fue resultado de que existía una resistencia por parte de aquellos que creían que se podían resolver los problemas con la planificación. Así hay un gran desarrollo de la modelación económica matemática en esos años — cuestión olvidada de modo lamentable por muchos economistas — con ejemplos concretos de fábricas dirigidas mediante programación lineal. Y están los trabajos de Alexéi Kosyguin quien planteó la reforma empresarial sobre la base del mercado: es lo que desata un gran debate entre 1962 y 1965. Kosyguin es el hombre bajo cuya dirección pudieron salvarse las industrias soviéticas en la Segunda Guerra Mundial trasladándolas hasta los Urales. Él trata de componer todo este debate y tiene que enfrentar una situación complicada con la salida de Jruschov del poder en 1964. Frente a los errores en la dirección de Jruschov — en quien se concentraba todo el poder — se divide la dirección del país. Emergen tres cargos fundamentales: el presidente, Anastas Mikoyán, el primer secretario del PCUS, Leonid Brezhnev y el primer ministro Alexei Kosyguin. Esto reduce de modo drástico el escenario de acción de Kosyguin.

Es interesante ver las ideas de Kosyguin en ese sentido, porque él trata de compatibilizar todo aquello y de armar un modelo coherente y, en mi opinión, es uno de los factores que demora que las reformas no se aprueben hasta el año 1965. Por un lado, los dogmáticos dentro del partido resistiéndose a las reformas, por otro lado los matemáticos introduciendo modernas técnicas, pero con pocas posibilidades de utilizarse en la planificación y por otro el famoso trabajo de Evsei Liberman sobre la introducción del mercado en la gestión empresarial.

Al final llegan a una especie de solución de compromiso en ese momento. Incluso la reforma de 1965 no se llega a aplicar por completo en el caso de la Unión Soviética, empiezan a rectificarla por el camino y se queda a medias. Esto permite darse cuenta de las contradicciones que deben haber existido a lo interno en la dirección del país y que determinaron que eso se produjera de esa manera. Ya bajo la dirección de Brezhnev aquello entró en una etapa de paralización e inmovilismo.

En los otros países socialistas de Europa los primeros que arrancaron con reformas fueron, como ya dije, los búlgaros, que en el propio año 1958 ya las habían hecho, desarrollando los famosos combinados agroindustriales. Hungría se demoró hasta el año 1967, que fue cuando introdujeron la planificación indicativa y por primera vez se eliminó la planificación centralizada dentro del campo socialista, aunque ya Yugoslavia, que era un actor aparte, la había eliminado desde antes. De Checoslovaquia ya hemos hablado. Sus reformas fueron detenidas en el año 1968. Era casi una reforma liberal, muy cercana a lo que sería después la Perestroika. Y en la RDA, por las propias peculiaridades de la existencia de ese país, todo debía ser muy ordenado. En todos los procesos alemanes, los soviéticos jugaban un papel político decisivo y esto determinaba todo lo demás. Por su parte Rumanía se inclinaba cada vez más a Occidente y Polonia no logra avanzar en las reformas a partir de la no solución de las contradicciones internas que afectaron ese país después de la guerra mundial.

JENG: En su libro aborda todo el complejo proceso económico de los setenta y principios de los ochenta y hay consenso en que Andropov marcó algunas directrices que, de haberse continuado, hubieran sido muy valiosas.

JLR: Yuri Andropov no tenía todo el poder. En el año 1983 se cumple el centenario de la muerte de Carlos Marx y él escribe un trabajo sobre eso y no se lo publican. Tuvo que publicarlo en la revista El Comunista.

Más allá de lo anecdótico, fue un dirigente enfermo que trató de poner orden en la sociedad soviética y de impulsar la economía que se encontraba estancada. Pero murió sin haber cumplido un año en el cargo.

JENG: Es un líder también que, después de los tres o cuatro primeros meses de asumir el cargo, pasa la mayor parte de su tiempo en el hospital. Su sucesor, Chernenko también tenía un estado de salud precario y eso era del conocimiento del Comité Central. Todo esto redundó en una parálisis política y económica para el país. La pregunta en concreto es ¿cuál era la situación en 1985 y hasta qué punto se justificaron las reformas de Gorbachov? Y, relacionado con esto, usted en otro momento del libro dialoga también con la tesis de Keeran y Kenny de darle mucho peso a la figura individual de Gorbachov, de Yákovlev, como artífices del derrumbe. Entonces también quisiera que me hablara, en el proceso del derrumbe del socialismo en la URSS, ¿qué papel jugaron los individuos y qué papel jugaron las problemáticas económicas y sociales acumuladas a causa de las relaciones de propiedad no resueltas en la Unión Soviética?

JLR: Bueno, la situación económica en 1985 revela que había terminado un quinquenio muy por debajo de las tasas de crecimiento mínimas que se habían planificado. La reclamada incorporación de la ciencia y la técnica en la producción no se logra. Y es un momento además en que muere Brezhnev en 1982, muere Andropov en1984 y muere Chernenko en1985. Es decir, hay una ruptura constante en el equipo de dirección, que no le da tiempo a analizar más a fondo quién era Mijail Gorbachov.

Era una situación en la cual se requería una reforma económica y, en apariencia, digo en apariencia porque eso ya es indemostrable, Gorbachov en un primer momento tenía intenciones honradas de salvar el socialismo. Si uno toma el libro Perestroika, de 1986 y ve los conceptos que tiene sobre la ciencia, la tecnología, las necesidades de mayor transparencia, se coincide con lo que planteaba Fidel de que no se puede estar en desacuerdo con nada de eso. Ahora, el problema es cómo lo fueron haciendo. Qué personas se fueron acercando cada vez más al centro del poder. Estaban Alexandr Yákovlev, Edvard Shevardnadze, Boris Yeltsin junto a Mijail Gorbachov. Y este último era, de todos ellos, el menos brillante. Yo pienso que lo manipularon con amplitud.

JENG: Yákovlev, sobre todo, era quizás el más claro en términos ideológicos…

JLR: Yákovlev tenía una gran experiencia como embajador en Occidente. Él fue director del Instituto de Relaciones Internacionales, uno de los tanques pensantes más importantes de la Unión Soviética. Quizás, Yákolev era el dirigente de mayor cultura — se comunicaba en varios idiomas — y había estudiado a fondo Estados Unidos y Occidente en general.

De tal manera, esos cuatro dirigentes jugaron un papel nefasto en los últimos años del socialismo en la Unión Soviética. Gorbachov pensaba que él los dominaba y en realidad, lo estaban dominando a él, porque actuaron a su espalda muchas veces. Por ejemplo, todo el fenómeno del secesionismo en el Báltico quien lo alienta es Yákovlev y después le suelta el problema a Gorbachov. En toda la situación de disidencia dentro de la dirección, quien rompe el cordón ahí es Yeltsin, el cual ya era alcalde de Moscú. Luego es sustituido. Pero, sin dudas, Gorbachov lo subestimó.

Estas cuatro figuras que hemos mencionado funcionaron, en la práctica, como catalizadores de una tendencia de destrucción que ya traía el sistema.

JENG: ¿Cree usted que el problema principal está en estas mismas relaciones de propiedad no resueltas, que representan en la práctica la supervivencia dentro del proceso de formas de conciencia que son potencialmente nocivas al socialismo?

JLR: Ellos empiezan a tomar medidas económicas. Entre ellas la reforma de la ley de empresas, la reforma agropecuaria, que representan cambios solo de orden burocrático y no logran resolver las dificultades reales. Aquí no puede pasarse por alto que uno de los problemas históricos en la agricultura soviética, además de la colectivización forzosa, fue que no lograron resolver nunca el problema de la suficiente producción alimentaria. Con regularidad, debían acudir a la importación para resolver el problema alimentario, incluso en rubros tradicionales como el trigo. Se puede decir que el estado siempre mantuvo una relación no favorable con el sector agropecuario soviético, producto de una serie de errores y medidas contradictorias que se tomaron con el campo.

JENG: ¿Y el análisis de Keeran y Kenny en torno al papel jugado por la segunda economía como factor clave para el derrumbe del socialismo en Europa?

JLR: Yo pienso que, en efecto, existía la segunda economía, pero no con las dimensiones que ellos le atribuyen. Yo estuve ahí muchas veces en esos años y nunca lo percibí de esa forma. Creo que no se puede explicar de manera adecuada el derrumbe del socialismo poniendo el análisis de la segunda economía por encima de todos los errores y desviaciones que se cometieron desde la época de Stalin en adelante. Por cierto, ambos autores convierten a esta figura casi en un factor neutro y arremeten contra Jruschov y Gorbachov porque eran unos desviacionistas.

JENG: ¿Y en torno a la burocracia y su papel en todo el proceso?

JLR: Sí, pero el peso de la burocracia en el Estado venía desde la época de los zares: no es un problema del socialismo, aunque este no lo logró superar nunca. Y, por otra parte está la corrupción: los famosos sucesos de la Calle Gorki, donde estuvo involucrado el yerno de Brezhnev en negocios de diamantes, fenómeno reprimido por Andropov. Pero claro, este grado de corrupción es incomparable con el que vino después de la desaparición de la Unión Soviética en 1991. Ese país cayó en picada como un avión al estrellarse. Había que ver aquello. La gente pasando hambre, más de doscientos mil científicos emigraron, incluyendo varios premios Nobel, la pobreza cubría el 50 % de la población en 1998. El sistema más corrupto ahora mismo en Rusia es la educación. Allí se compran y venden los títulos con absoluta facilidad.

Después del derrumbe de la Unión Soviética en los nuevos países que emergieron de la desintegración, incluyendo Rusia, se dieron fenómenos muy negativos, incluyendo cosas increíbles e inimaginables para los que conocimos la Unión Soviética.

JENG: En su opinión, ¿qué razones explican la inacción del aparato partidista y de la sociedad soviética ante lo ocurrido en los últimos años de la Unión Soviética?

JLR: Yo creo que los privaron del poder real y sufrieron un proceso de desideologización a lo largo de años de teorías erróneas y políticas equivocadas.

Desde el Pleno del Comité Central, de 1987, cuando se proclamó que el partido no era la fuerza dirigente de la sociedad soviética, se privó de poder y legitimidad a todos los secretarios del partido en todas partes del país: ya nadie les hacía caso. Esto llevó a una desmovilización al interior del aparato partidista. Sus miembros se fueron desligando, conscientes de que se les había acabado el poder real.

Mucha de esa gente se recompone después y van a parar al partido Rusia Unida, que es el partido que crea Putin en 2001.

JENG: En 1991 el 70 % del pueblo soviético votó a favor de la continuidad de la unión y sin embargo el país se desmembró sin ningún tipo de resistencia social.

JLR: Eso es resultado de la desmovilización que ya venía practicándose desde mucho antes. Serguei Kara-Murza en uno de sus libros — La manipulación de la conciencia, editado en Cuba — demuestra cómo se dio este proceso. Cómo se fue colocando en las cabezas de las personas, por ejemplo, que la educación gratuita no era un logro del socialismo, sino sencillamente un derecho, que la salud pública era gratuita, pero que no era de calidad, o que no podían viajar al extranjero. En ese contexto era de esperar que hubiera muchas personas con ansias de emigrar a Occidente.

También había un divorcio entre los dirigentes y el ciudadano común. El único dirigente que yo recuerdo que era respetado por los soviéticos de a pie era Kosyguin. Pero ni Brezhnev, ni Andropov. Andropov quizás un poco más, aunque era muy temido por su pasado en la KGB.

JENG: Una última pregunta, ¿qué similitudes y diferencias se pueden percibir entre el proceso de reformas que se dio en la Unión Soviética y los países del campo socialista en los ochenta y el proceso que estamos viendo en Cuba hoy de reforma de la economía?

JLR: Nosotros hemos heredado algo de los antiguos soviéticos que hasta ahora no nos ha resuelto el problema y es pensar que cambiando la documentación, con decretos, resoluciones, leyes, y otros documentos, se van a resolver los problemas. Eso es típicamente soviético y no funciona aquí. Nuestros procedimientos burocráticos de control son igualitos a los soviéticos. Nosotros hemos montado mecanismos de control que crean más problemas de lo que resuelven.

Heredamos mucho de esa visión burocrática de las cosas que no funciona. Entonces eso nos genera muchas trabas. Muchos burócratas han malinterpretado lo que dice Raúl de «Sin prisa, pero sin pausa» y se han quedado con la primera parte nada más. El Plan mismo, su concepto determinista, nos acaba. Eso, con los niveles de incertidumbre con que opera la economía cubana, es muy difícil que tenga éxito. Fidel nos dijo a nosotros en el año 1997, cuando estábamos elaborando los documentos para el V Congreso del partido, que no nos amarráramos a los números y nos sugirió trabajar con rangos.

En fin, yo pienso que no los procesos, pero sí las prácticas, muchas prácticas, es necesario acabar de superarlas. En los sistemas de control, en los sistemas de planificación, en los sistemas de participación, que no pueden ser de participación formal.

Para finalizar, debo subrayar que nuestros errores no han sido nunca errores de principio y en eso — como en otras cosas más — nos diferenciamos de las experiencias fallidas del llamado socialismo real, por lo que creo que existen condiciones para avanzar en nuestro modelo de sociedad socialista.


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