Las «palabras de Fidel a los intelectuales»: algunas reflexiones 60 años después

Por Luis Suárez Salazar

Este artículo es una ampliación del previamente publicado, con el mismo título, en

http://www.uneac.org.cu/secciones/las-palabras-de-fidel-a-los-intelectuales-algunas-reflexiones-60-anos-despues/

Aunque su contenido es responsabilidad de su autor, este agradece las opiniones y sugerencias recibidas de Fabián Escalante, Ivette García González, Jesús Arboleya, Juan Valdés Paz, Julio César Guanche y Tania García Lorenzo, integrantes de la Sección de Literatura Histórico-Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC.


Martí decía también que los sueños de hoy son realidades de mañana, y nosotros, en nuestro país, hemos visto convertidos en realidades muchos sueños de ayer, una gran parte de nuestras utopías las hemos visto convertidas en realidad. Y si hemos visto utopías que se han hecho realidades, tenemos derecho a seguir pensando en sueños que algún día serán realidades, tanto a nivel nacional como a nivel mundial. Si no pensáramos así, tendríamos que dejar de luchar, la única conclusión consecuente sería abandonar la lucha, y creo que un revolucionario no abandona jamás la lucha, como no deja jamás de soñar. Fidel Castro[1]


Introducción

Este escrito tiene como único propósito someter al debate algunas de las meditaciones que he venido realizando sobre las vigencias que le atribuyo a las palabras pronunciadas el 30 de junio de 1961 por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, para enfrentar las debilidades internas y amenazas externas que en la actualidad y en el futuro previsible tendrán que enfrentar las instituciones políticas, estatales, gubernamentales y no gubernamentales — incluida la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) — implicadas en la adecuada implementación de los componentes educativos e ideológico-culturales de las políticas dirigidas a convertir en realidad «el sueño» de edificar, de manera independiente y soberana, un «socialismo próspero, democrático y sostenible», según fuera ratificado recientemente por los delegados al Octavo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).[2]

Los radicales cambios que se han producido en la sociedad cubana desde 1961 hasta la actualidad

Pero antes de hacerlo, creo imprescindible resaltar que, como se ha documentado, en el momento en que Fidel pronunció la alocución antes referida y como revancha frente a la fulminante derrota de la invasión mercenaria de Playa Girón (16 al 19 de abril de 1961), la administración de John F. Kennedy (1961–1963) ya estaba implicada en la preparación de sus planes dirigidos a aislar a la Revolución cubana en Nuestra América, así como a emprender una agresión militar directa (la denominada Operación Mangosta) y, luego de desecharla a fines de 1962, a desencadenar una guerra civil sustentada en las diversas fuerzas sociales, políticas e ideológicas contrarrevolucionarias que entonces estaban organizadas y actuaban en nuestro país, incluidas las criminales bandas armadas que, hasta fines de 1965, operaron en diferentes puntos del territorio nacional.

Sin dudas, la derrota de esos y otros planes emprendidos en los años posteriores por diversos gobiernos (demócratas y republicanos) estadounidenses — con la vacilante excepción del presidido por James Carter — y sus «amigos», «socios» y «aliados» internos y externos fueron condiciones imprescindibles para el cumplimiento de «uno de los propósitos fundamentales de la Revolución» — desarrollar el arte y la cultura para que estas llegaran a ser «un real patrimonio del pueblo» — ,[3] así como de otros de sus objetivos económicos, sociales y políticos, nacionales e internacionales.

En consecuencia, han ido cambiando de manera radical la composición socio-clasista, residencial, demográfica, educacional, científico-técnica, civilizatoria, ideológico-cultural (incluida la cultura política y los métodos y medios para reproducirla), al igual que los patrones migratorios hacia el exterior que tenía la población cubana en el momento en que Fidel se reunió en la Biblioteca Nacional de Cuba con las figuras más representativas de la intelectualidad, el arte y la literatura nacional que, a mediados de agosto del mismo año, participaron activamente en el Congreso fundacional de la UNEAC.

En los años más recientes esas transformaciones — reflejadas en la pluralidad de opiniones y comportamientos políticos de nuestra población — se han profundizado como consecuencia de la ralentización de las reformas, los errores cometidos y los diversos efectos deseados y no deseados de la que he denominado «actualización del socialismo cubano» — como el incremento de las desigualdades y de la «pobreza de ingresos» de los «sectores vulnerables» — ,[4] incluido el incumplimiento de varios de los objetivos programáticos aprobados en el Sexto Congreso del PCC (efectuado en el 2011), en su primera y hasta ahora única Conferencia Nacional (realizada en el 2012), así como de los Lineamientos para el quinquenio 2016–2021 aprobados por su Séptimo Congreso (que tuvo lugar a mediados de abril de 2016).[5]

Como se reconoció en el reciente Congreso del PCC, a lo antes dicho se agregó el impacto negativo que ha tenido en nuestra economía y en nuestra sociedad el exponencial incremento de la agresividad desplegada por las diversas estructuras de la maquinaria burocrático imperial de los Estados Unidos durante los cuatro años de la recién concluida administración de Donald Trump y durante los primeros meses de la presidida por Joe Biden. A pesar de sus promesas electorales, esta última no ha retomado ninguna de las acciones emprendidas durante la segunda administración de Barack Obama con vistas a anormalizar las relaciones oficiales de Estados Unidos con el Gobierno de nuestro país, así como a producir cambios favorables a sus intereses en el que, peyorativamente, siguen llamando «régimen cubano».[6]

Cualesquiera que sean los criterios que merezcan esas afirmaciones, los antes mencionados cambios objetivos y subjetivo-objetivados en los diversos comportamientos sistemáticos y cotidianos de diferentes sectores de nuestra cada vez más heterogénea y envejecida población económica y políticamente activa — incluidos las y los intelectuales, escritores y artistas de diferentes géneros y generaciones — exigen una profunda reflexión acerca de cómo vamos a entender en las presentes y futuras circunstancias del mundo y de nuestro país el sintagma que usualmente se utiliza para recordar, muchas veces de manera sesgada y descontextualizada, las «palabras de Fidel a los intelectuales»: «Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada».

La necesidad de resignificar esos y otros conceptos expresados por Fidel en 1961

Tomando en cuenta los errores que, alejándose del espíritu y la letra de esas palabras, se cometieron en los lustros posteriores en la implementación de varias políticas educativas, ideológicas y culturales, en los empeños que se emprendan en la actualidad dirigidos a resignificar esos conceptos, así como a redefinir los términos «dentro y fuera de la Revolución», nunca debemos olvidar que, junto con sintetizar ese «principio general» y «fundamental» que abarcaba a todas y todos los ciudadanos del país, al igual que de vindicar el «derecho de la Revolución a existir, a desarrollarse y a vencer» a sus enemigos internos y externos, Fidel realizó una cuidadosa diferenciación entre los que denominó «artistas y escritores revolucionarios» — «los que estuvieran dispuestos a sacrificar hasta su propia vocación artística por la Revolución» — y los que definió como artistas, escritores o intelectuales honestos y honrados que no tuvieran «una actitud revolucionaria ante la vida», pero que fueran capaces «de comprender toda la razón de ser y la justicia de la Revolución». Asimismo, desigualó a estos últimos de los que denominó «artistas e intelectuales mercenarios o deshonestos» y/o «contrarrevolucionarios acérrimos». Luego afirmó:

«La Revolución tiene que comprender esa realidad y, por lo tanto, debe actuar de manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren dentro de la Revolución un campo donde trabajar y crear y que su espíritu creador, aunque no sean escritores y artistas revolucionarios, tengan la oportunidad y la libertad de expresarse, dentro de la Revolución».[7]

Desde mi punto de vista, esas y otras definiciones que se verán más adelante, expresadas, como ya se indicó, en momentos mucho más difíciles que los actuales para la preservación de la soberanía, la independencia de nuestra Patria, así como de las principales conquistas de la Revolución, adquieren una acrecentada vigencia. Por consiguiente, estas deben y deberán ser tomadas muy en cuenta por todas nuestras actuales autoridades políticas, estatales y gubernamentales; en especial las directamente vinculadas a labores educativas, ideológico-culturales y a la comunicación social. Pero también por todas las organizaciones sociales, de masas, profesionales y no gubernamentales de raigambre popular que actúan en nuestra sociedad política y civil; incluidas las que se han dado en llamar sus «vanguardias artísticas»: la UNEAC y la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Entre otras razones, porque, como se demostró en el referendo para aprobar la nueva Constitución Socialista de la República de Cuba, efectuado el 24 de febrero de 2019, al menos 706 mil 400 ciudadanos de 16 años o más votaron en contra del actual ordenamiento jurídico-político existente en nuestro país, mientras otros 127 mil 100 depositaron sus votos en blanco; lo cual, de conjunto, representa el 9,6 por ciento de los 8 millones 705 mil 723 ciudadanos incluidos por la Comisión Electoral Nacional en el «potencial electoral» existente en esa fecha; y el 10,8 por ciento de los 7 millones 721 mil 243 votos válidos.[8]

Sin negar la legitimidad democrática del sistema político cubano y el inobjetable respaldo que le sigue ofreciendo la mayoría absoluta de los ciudadanos a la Revolución y al socialismo, y sin que se puedan saber las diversas razones que influyeron o determinaron sus correspondientes sufragios, ¿vamos a considerar a esos 833 mil 500 compatriotas residentes en nuestro país como «contrarrevolucionarios acérrimos» o sabremos establecer las diferencias entre estos y las personas honestas y honradas que no tienen «una actitud revolucionaria ante la vida» y no están dispuestos «a poner a la Revolución por encima de todo lo demás» y, en el caso de los intelectuales, escritores y artistas, a sacrificar sus correspondientes vocaciones por la Revolución?

Es probable que de estas filas hayan surgido buena parte de los intelectuales, artistas y escritores que han emigrado del país y, dentro de los que no lo han hecho, los diversos grupos intergeneracionales que no se sienten representados por el PCC y su organización juvenil, por la UNEAC, la AHS, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y la Cultura, ni por las «jerarquías culturales» por estos establecidas para la presentación de sus correspondientes demandas (más o menos pertinentes, según el caso) ante las autoridades político-estatales y, en específico, ante el Ministerio de Cultura.

También es factible que de ese sector social provengan buena parte de los que, a través de las diversas publicaciones que circulan en las redes sociales digitales, expresan sus disgustos y discrepancias con diversas dimensiones del funcionamiento de algunas instituciones políticas, estatales y gubernamentales, incluidas las educativas e ideológico-culturales. En particular, de aquellas que, por diversas razones que trascienden el objetivo de este escrito, no tienen habilitados los espacios necesarios para conocer, analizar y ofrecer equilibradas y oportunas respuestas a los plurales criterios políticos y reclamos de los diferentes sectores de nuestra población.

Aunque las y los intelectuales y artistas revolucionarios que residimos en Cuba o en el exterior — incluyendo a los que tenemos nuestras propias críticas a los desatinos históricos o actuales cometidos por las autoridades político-estatales de nuestro país — no compartamos total o parcialmente sus puntos de vistas y/o el lenguaje estridente con que algunos de ellos los expresan, ¿debemos colocarlos entre los que indistintamente se han venido calificando como «disidentes», «centristas», «nuevos contrarrevolucionarios» o entre los que Fidel denominó «artistas e intelectuales mercenarios o deshonestos»? Desde mi punto de vista, las instituciones políticas y estatales, incluidos sus medios masivos de comunicación no deben cometer ninguno de esos errores; ya que como él también dejó dicho:

«La Revolución debe tratar de ganar para sus ideas la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que, aunque no sean revolucionarios, es decir, que, aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios».[9]

En mi criterio y cumpliendo de manera escrupulosa lo estipulado en la actual Constitución de nuestro país, esos conceptos y las diversas prácticas a ellos asociadas — incluidas las que emplean los órganos encargados de mantener el orden interno e impartir justicia — tienen y tendrán que seguir siendo la mejor respuesta a las acciones que en la actualidad y en el futuro previsible emprenda la maquinaria burocrático-imperial de los Estados Unidos y sus poderos aparatos desinformativos, propagandísticos e ideológicos-culturales — incluidos los que, de manera creciente, se difunden por las redes sociales digitales y por otros medios ciberespaciales — para tratar de sumar a sus propósitos contrarrevolucionarios y neoanexionistas a los que Fidel definió como personas y/o «intelectuales y artistas honestos y honrados», incluidos los que ahora habitan en otros países del mundo.

Algunas sugerencias dirigidas a la actual dirección de la UNEAC

Para contribuir a neutralizar esos y otros planes, apoyados por un pequeño grupo de intelectuales y artistas mercenarios y deshonestos residentes o no en nuestro país, sugiero que, en cuanto las circunstancias epidemiológicas lo permitan, las diferentes Asociaciones, Secciones y Filiales Provinciales de la UNEAC convoquen a su membresía, así como a otros artistas, escritores e intelectuales que no la integran, a dialogar de manera respetuosa sobre sus diversos criterios con relación a la actualidad y el futuro de nuestro país. Y, en ese contexto, intercambiar sus discernimientos, acuerdos, desacuerdos o dudas con los diferentes componentes del compendio Ideas, conceptos y directrices del 8vo. Congreso de Partido que, a partir de fines de mayo del presente año, comenzó a distribuirse entre los directivos de las organizaciones políticas, sociales y de masas y a divulgarse en diversos sitios web oficiales de nuestro país.

Esos intercambios también pudieran utilizarse para emprender un análisis ponderado del estado del cumplimiento de los acuerdos del Noveno Congreso de la UNEAC; incluido el deseado — pero aún no logrado — funcionamiento más o menos armónico, según el caso, de sus diferentes asociaciones, secciones y Filiales Provinciales, al igual que sus correspondientes labores editoriales y de extensión cultural hacia diferentes sectores de nuestra sociedad y, en especial, hacia sus nuevas y no tan nuevas generaciones, así como hacía aquellas comunidades urbanas o rurales menos favorecidas por la multifacética, pero aún inconclusa obra económica, social, cívica y educativo-cultural de la Revolución.

Igualmente, para contribuir a actualizar las políticas estatales dirigidas a mejorar las condiciones de trabajo de los artistas y escritores — en particular, los afectados por los contradictorios efectos de «la tarea ordenamiento» — , con vistas a lograr que sus obras se coloquen a la altura del heroísmo cotidiano de la mayoría de nuestro pueblo; ya que, como indicó el entonces presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, en su poco recordado discurso inaugural del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba:

«¡Al pueblo hay que ir, y no digo descender, porque al pueblo se asciende y no se desciende! Al pueblo hay que ir, ¡pero honrándolo!, y se le honra desde [nuestro] saber profesional cuando a él se acude con las armas de la mejor excelencia literaria y artística. Al pueblo hay que ir, para encontrar el contenido temático de las producciones futuras, la inspiración cotidiana o la inspiración suprema. Y al pueblo debe regresarse, después, con la producción literaria o artística para devolverle el tesoro que a artistas y escritores el pueblo sabe regalarles todos los días». [10]

En especial, si entendemos «la cultura» como «el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a la sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias».[11] Y, por tanto, varios de los diversos componentes de la que, en medio de las agudas «batallas de ideas» que se estaban librando a fines del pasado siglo y que aún se están librando en el mundo y en Nuestra América (incluida Cuba), Fidel definió como «cultura general e integral».

En lo personal, pienso que tales acciones serían el mejor homenaje que los intelectuales, artistas y escritores cubanos de diferentes generaciones, podemos y debemos ofrecerles a los que, deponiendo sus contradicciones individuales o grupales, políticas, ideológicas, filosóficas o estéticas, se congregaron hace 60 años para fundar, echar a andar y ensanchar sistemáticamente las filas de la UNEAC, con todos los identificados con el criterio expresado por Fidel acerca de que «será noble, será bello y será útil, todo lo que sea noble, sea útil y sea bello» para «las grandes mayorías» de nuestro pueblo.[12]

Asimismo, serían el mejor camino para, en las presentes y futuras circunstancias del mundo y de nuestro país, seguir salvando, primero que todo, «la cultura» y, para lograrlo, «ser interlocutores constantes de nuestros intelectuales y artistas»; aunque, como bien indicó el primer secretario del Comité Central del PCC y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel en su discurso de clausura del 8vo. Congreso del PCC, ese diálogo permanente, respetuoso y guiado por la «voluntad de trabajar juntos», «no sea cómodo para las partes involucradas».[13]


NOTAS

[1] Fidel Castro. Un grano de maíz (Conversación con Tomás Borge). Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1992. p. 302.

[2] Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista y Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución para el periodo 2021–2026, aprobados por el 8vo. Congreso del PCC. Disponible en www.cubadebate.cu, consultado 17/06/2021.

[3] Fidel Castro. «Palabra a los intelectuales». En José Bell, Delia Luisa López y Tania Caram. Documentos de la Revolución Cubana 1961, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008. p. 173.

[4] Luis Suárez Salazar. «La actualización del socialismo: una crítica utópica». En Gabriela Pulido Llano, Mario Ayala y Alberto Consuegra Sanfiel (editores.) Mirando a Cuba hoy: reformas y configuraciones en una etapa, Buenos Aires: Imago Mundi, 2016. pp. 29–52.

[5] Raúl Castro. «Informe Central al 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba». En Granma, Suplemento Especial, 17 de abril de 2021.

[6] Luis Suárez Salazar. «La política hacia América Latina y el Caribe de la segunda presidencia de Barack Obama: una mirada después del inicio del proceso de anormalización de sus relaciones oficiales con Cuba». En Luis Suárez Salazar, Estados Unidos vs. Nuestra América: El Gobierno de Barack Obama (2009–2017), Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2017. pp. 216–219.

[7] Fidel Castro. Ob. cit., p. 172.

[8] Luis Suárez Salazar y Tania García Lorenzo. «Los resultados del referendo del 24 de febrero de 2019: apuntes para un análisis diferente al de la CNE», inédito.

[9] Fidel Castro. Ob. cit., p. 172.

[10] Osvaldo Dorticós. «Los artistas intelectuales y artistas juntos y dentro del pueblo». En José Bell, Delia Luisa López y Tania Caram, Ob. cit. p. 199.

[11] UNESCO. «Declaración sobre Diversidad Cultural. Una visión, una plataforma conceptual, un semillero de ideas, un paradigma nuevo», p. 4. Disponible en www.educatolerancia.com, consultado 25/05/2021.

[12] Fidel Castro. Ob. cit. p. 170.

[13] Miguel Díaz-Canel Bermúdez. «Discurso de clausura del 8vo. Congreso del PCC». En Granma, 20 de abril de 2021, p. 5.

Fidel Castro[1]

[1] Fidel Castro. Un grano de maíz (Conversación con Tomás Borge). Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1992. p. 302.


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