El hombre más acompañado del mundo

Por: Fidel Castro

El 7 de noviembre de 2016, a pocos días de producirse su partida
 física, el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, autorizó se publicara
 –hasta este momento permanecía inédito- su histórico discurso
 pronunciado el 12 de marzo de 1988, en el primer Consejo Nacional de
 la Asociación Hermanos Saíz (AHS), celebrado en el Palacio de las
 Convenciones
. [Dialogar dialogar].

Para leer en contexto (aclaración de La Tiza):

La Tiza ha decidido publicar la versión ampliada del discurso pronunciado por Fidel en la clausura de la Reunión del Consejo Nacional de la AHS, realizada en La Habana el 12 de marzo de 1988.

La fecha nos da la medida de la complejidad del momento. La Perestroika caminaba y se emitían sellos postales para promoverla en la URSS. Bajo la presidencia de Reagan en los Estados Unidos, se había fundado la National Endowment for Democracy (NED), se había producido el escándalo Irán-Contra y suministrado armas químicas a Sadam Husein, así como financiado y apoyado la contra nicaragüense y el gobierno salvadoreño que enfrentaba las acciones del FMLN. En Cuba, se había iniciado dos años antes el llamado “proceso de rectificación” y en Angola, Cuito Cuanavale resistía y los sudafricanos preparaban su último asalto de mayor envergadura. A simple vista, había una diversidad de frentes abiertos.

Se trata de un texto excepcional, un discurso en el contexto de la rectificación, que solo se comprende en su lectura completa. A manera de tímida presentación pueden adelantarse temas como el reconocimiento del pueblo como eje de la transformación de la sociedad y legitimador de las prácticas políticas, la validación de los retos que impone la vida cotidiana como acto de heroísmo, la identificación de errores y problemas que siguen martillando a los cubanos, el balance entre la transformación cultural de la sociedad y la satisfacción de las necesidades materiales de la gente, entre otros. Sin embargo, su principal riqueza pudiera precisarse en dos sentidos: primero, sitúa históricamente su intervención de 1961 conocida como Palabras a los intelectuales, dimensiona nuevos problemas en un escenario nuevo; y en segundo lugar, reivindica el ejercicio de la crítica como fundamento de la Revolución cubana.

Es un material excelente para la hora actual de Cuba, y nos plantea la permanente pregunta de cuándo, por qué vías, a través de qué mediadores; podemos acceder y democratizar documentos de esta importancia.

Compañeros:
 
 Pienso que el tiempo y las circunstancias no son propicias para una
 intervención prolongada. Vamos a ser prácticos — algunos decían que
 tenían un discurso por ahí y se les había trabado, el otro dijo otra
 cosa de las ideas que no quería ponerse a hablar ahora — , lo que quiero
 es trasmitir algunas impresiones de la reunión y, además, algunas
 conclusiones personales que saco de este encuentro.
 
 La impresión, realmente, creo que está en el ánimo de todos, no solo
 para mí, sino para todos, ha sido una buena impresión. Creo que nos
 vamos a retirar satisfechos del encuentro. Fue bastante fecundo,
 bastante productivo; ha hablado un gran número de compañeros, aunque
 otros no hayan tenido la oportunidad, al final algunos cedieron la
 palabra. No todo fue armónico todo el tiempo, ni era posible que
 fuera armónico todo el tiempo; surgieron algunas asperezas familiares
 dentro de esta reunión, pero contribuyeron a darle este carácter tan
 abierto, tan franco, tan sincero, tan espontáneo a la reunión, una
 reunión donde se han dicho muchas cosas, y donde se han dicho muchas
 cosas profundas, serias, muy serias.
 
 Algunos compañeros han hecho referencia, como el compañero Armando, a
 la reunión aquella del año 1961; de eso ha pasado bastante tiempo.
 Armando refería los cambios, las diferencias entre aquella reunión y
 esta, es lógico, no en balde pasan casi 30 años de Revolución.
 
 Si nos volvemos muy exigentes, quizás podríamos decir con espíritu
 autocrítico, o podríamos preguntarnos si hemos aprovechado bien estos
 30 años de Revolución. Sin duda que todos estaríamos de acuerdo en
 que pudimos haberlos aprovechado mucho mejor; pero también sería justo
 decir que en estos 30 años se ha avanzado un trecho importante.
 
 Para nosotros es una experiencia singular encontrarnos con esta nueva
 generación de intelectuales, de artistas, de creadores. A mí el
 término de creadores me gusta, lo uso más ampliamente, no solo para
 los escritores y artistas, sino también para los trabajadores que
 crean, los científicos, debemos tener ese concepto; incluso el que
 produce bienes materiales para la sociedad es creador. Pero es muy
 justo utilizar ese término para hablar de nuestros artistas, de
 nuestros intelectuales y de nuestros escritores.
 
 Digo que es una experiencia singular, porque estamos viendo el fruto
 de la Revolución. Martí dijo una vez: “Nuestro vino es agrio, pero
 es nuestro vino.” El fruto de nuestra Revolución, con sus defectos,
 es el fruto de nuestra Revolución, y, realmente, no es un fruto agrio.
 Los que hemos estado aquí compartiendo este día junto a ustedes, hemos
 podido palpar todo lo contrario: un fruto dulce de la Revolución.
 
 
 Ha habido una serie de características, que no por habituados que
 estemos a cosas positivas, a cosas estimulantes, deja de llamarnos la
 atención: la seriedad con que se habló aquí, la confianza, la
 franqueza. Dije, anteriormente, la profundidad; diría, incluso, el
 nivel de las intervenciones, tanto por las ideas expresadas como por
 la forma en que fueron expresadas. A mi juicio, entrañan una
 verdadera promesa para nuestro país.
 
 Yo constato en esto algo que vengo observando en nuestro país, no
 importa cuán inconformes seamos, pero yo veo muchas cosas positivas en
 nuestro pueblo, muchas, muchas; veo muchas cosas positivas en nuestra
 juventud, y no participo de esa “soledad del poder” de que habla
 García Márquez que escribió un prólogo por ahí con la fantasía de Cien
 años de soledad (Risas). Dijo, incluso, que una vez me había comido
 18 bolas de helado. Y no estaba tratando de presentarme a mí como un
 glotón, sino todo lo contrario, muy medido, muy disciplinado, pero que
 un día me comí 18 bolas de helado. Eso es de la imaginación de García
 Márquez, que ve a la gente volando por el aire y todo eso (Risas).
 Creo que nunca me he comido más de cinco bolas de helado, como cosa
 excepcional o superexcepcional. Puso 18, pero no puso 28 de milagro.
 
 No conozco eso que se llama la soledad, porque cuando uno puede
 compartir con su pueblo — y yo trato de compartir lo más posible — se
 encuentra, precisamente, la antítesis de la soledad, y me siento, en
 ese sentido, el hombre más acompañado del mundo (Aplausos
 prolongados). Me mezclo mucho con el pueblo y nunca me sacio de
 mezclarme con el pueblo, y constantemente veo personas maravillosas en
 nuestro país, y no estoy pensando solo en los que están cumpliendo
 misiones internacionalistas, corriendo riesgo, en una conducta
 heroica; si precisamente en estos días los recordaba, cuando se
 mencionaba a los grupos de artistas que fueron a Angola.
 
 Hemos visto en estos meses miles y miles de compañeros partir hacia
 allá, cuando se les habló, cuando se les explicó, cuando vieron,
 incluso, el sentido de ayudar a sus propios compañeros, con un
 entusiasmo increíble; así, con un entusiasmo increíble, con una
 disciplina, con una decisión. Y, realmente, ha cambiado la
 correlación de fuerzas allí; ya ha cambiado. Los arrogantes y
 prepotentes sudafricanos, la raza superior; el país de la raza
 superior, la gran potencia lleva más de 100 días tratando de tomar un
 pedazo del territorio de Angola en Cuito Cuanavale y no ha podido
 tomarlo, se ha roto los dientes con eso.
 
 Nosotros no estábamos allí en ese lugar, eso estaba lejos de nuestras
 posiciones, hacia el este del flanco izquierdo nuestro, una buena
 distancia. Primero, mandando algunos grupitos de asesores, algunos
 compañeros de Tropas Especiales de Seguridad, ayudando a los
 angolanos, en la artillería, en algunos tanques, se fue levantando la
 resistencia. Después, la aviación nuestra, nuestros pilotos han
 escrito una proeza increíble, porque una de las cosas que hicimos fue
 mandar a los mejores pilotos del país para allá, ¡los mejores! , y
 allí es donde hacían falta, porque aquí para defendernos tenemos a
 todo el pueblo, pero allí era nuestro ejército.
 
 ¡Es increíble! Espero que algún día se puedan conocer las proezas que
 han hecho allí, pero han ganado la superioridad en el aire. Los
 prepotentes sudafricanos rehúyen el combate en el aire. Nuestros
 aviones están a pupilo todo el día allí en Cuito Cuanavale sobre el
 enemigo, sobre las tropas sudafricanas blancas, porque ellos tratan de
 hacer la guerra con el mínimo de bajas blancas; con tropas llamadas de
 defensa de Namibia y también con tropas de la UNITA, que es una
 organización mercenaria a su servicio, y les han hecho tremendas bajas
 . Pero lo más importante: comprometieron su honor, su prestigio en
 tomar aquello y no han podido tomarlo; porque en un momento dado
 mandamos unidades de tanques, de infantería blindada allí. Nos metimos
 en aquella ratonera, que se ha vuelto la ratonera del enemigo, y ahora
 tienen que tomarla.
 
 img011Foto: Archivos de Juventud Rebelde
 
 Les hablo de esto, me embullé y les hablé un poco de estas cosas en
 detalle porque uno quisiera que supieran, y cualquier día lo sabrá
 también todo el pueblo, cómo se ha portado nuestra gente. Y para
 dondequiera, cualquier movimiento, cualquier cosa, con qué entusiasmo,
 con qué confianza; uno tiene unas pruebas constantes. Pero no me
 refiero a ese heroísmo de la gente entre aquellas cosas que a uno le
 impresionan; todos los días me impresiono viendo gente sencilla del
 pueblo que no están en la guerra, que no están en una situación
 dramática y se comportan de una manera tan excelente, tan buena.
 
 Hace unos días hice un recorrido con dos secretarios del partido
 soviético: Dobrynin y Medvédev, que son dos secretarios que vinieron a
 una reunión que tuvimos aquí. Me fui una mañana con ellos y empecé a
 recorrer lugares que son modelo de espíritu de trabajo: pasé por el
 contingente, pasé por Ingeniería Genética, por Inmunoensayo. En un
 tramo pasamos por una serie de puntos, terminamos por allá por la
 EXPOCUBA, donde hay más de 1 400 trabajadores de la capital
 — microbrigadistas, fundamentalmente — preparando el Centro de
 Exposición Permanente de los Logros de la Ciencia y la Técnica, y
 cuando salieron de allí…
 
 Porque empezaron a preguntarle a la gente; a muchos que nos visitan
 les cuesta trabajo entender y preguntan, y voy a decir algo más: a
 veces a nosotros nos cuesta trabajo explicarlo: bueno, ese fenómeno,
 ¿por qué?
 
 Allí había muchas mujeres, les preguntan ellos: “¿Tú de dónde eres?”
 “De aquí, de allá.” “¿Dónde te gusta estar más?” “Bueno, nos gusta
 estar aquí.” Y allá estaban trabajando ocho horas, si acaso cumplían
 la jornada. Aquí trabajan 12, 13, 14; mujeres que viven a veces por
 Regla, por Guanabacoa. Imagínese la ruta que tienen que seguir para
 llegar, y estar después 12 y 14 horas.
 
 Mucha gente me preguntaba y yo les digo: pregúnteles a ellos. Y tienen
 cada respuesta. A algunos les dicen: “¿Dónde te gusta más?” “Aquí.”
 “Pero, ¿por qué aquí?” “Bueno, porque aquí vemos el fruto del
 trabajo, lo vemos; somos una familia, hay un espíritu”, y dan unas
 respuestas que son impresionantes.
 
 Cuando salíamos, uno de ellos dijo: “Bueno, es que aquí hay un clima
 político excepcional.” Y yo saqué la conclusión: sí, es verdad; hay
 un clima, derivado de esa actitud de nuestra gente, que es
 excepcional. Estoy seguro, sin exageración, de que no se ve hoy en
 ningún otro país del mundo; lo puedo decir sin chovinismo, sin
 exageración.
 
 Ayer mismo, viernes, con una delegación de norteamericanos que estaba
 aquí, incluso un senador, dije: “Voy a dar una vuelta tres horas”, y
 los llevé a dar una vuelta. Me detengo por allí — se me ocurrió de
 paso, iba a otros lugares — , entro en el hospital “Albarrán”, que lo
 están ampliando a una velocidad récord, y desde que llegan se topan
 cosas extrañas para ellos: una brigada de trabajadores del hospital,
 un grupo de médicos, tienen un programa, que se van rotando 15 días de
 trabajo, junto a los obreros, pero incluidos cirujanos, y no es que
 estén haciendo un disparate o algo que les pueda lesionar las manos,
 pero están de ayudantes, ponen ladrillos, les dan un ejemplo a los
 trabajadores, dignifican el trabajo de los trabajadores, porque ellos
 pueden convertirse en ayudantes de albañiles, carpinteros, de lo otro,
 pero fue notable; había mujeres médicos, hombres médicos, y
 explicándole allí al norteamericano qué hacían, cómo lo hacían;
 voluntarios de todas clases, estudiantes y a una señora le
 preguntamos: “¿Usted, señora, de dónde es?” Dice: “Bueno, yo estoy
 de vacaciones.” Digo: “¿Y cuantos días tiene de vacaciones?”
 “Quince, pero le voy a dedicar días a este trabajo.”
 
 img012Foto: Archivos de Juventud Rebelde
 
 Se ven tantos ejemplos no excepcionales, sino masivos, al extremo que
 tienen mucha más gente pidiendo un lugar allí para hacer algo, que
 puestos de trabajo para la gente que va a solicitar.
 
 Fuimos un poco más adelante y vimos un hospital que se está ampliando,
 que se inauguró hace 14 meses, que es el Cardiocentro, donde se hacen
 operaciones de niños muy complicadas, de mucha responsabilidad. Se
 está haciendo un motel para que los niños, o antes de ingresar o
 después, no ocupen camas; si a un niño de Granma, de Manzanillo, de
 Baracoa tienen que estar observándolo 15 días después de operado,
 hasta 20, pero ocupa camas en el hospital, eso amplía en 30 camas, y
 hay una gente que está construyendo allí.
 
 Y me encontré una cosa impresionante, pero lo bueno es que estaban los
 yankis viendo todo aquello; eso es un fenómeno rarísimo, una sociedad
 tan enajenada no puede entender eso. Nos encontramos con el fenómeno
 de una abuela que había sido maestra, la hija que era maestra también
 y un niño de 8 años, que se llama Alexis. Yo veo aquel niño de 8 años
 que está allí, llegaron a saludarnos. Les digo: “¿Qué está
 haciendo?” Dice: “El carga arena con la pala.” “¿Dónde estaba
 trabajando?” “Allí.” “Déjenlo que vaya, quiero verlo trabajar, cómo
 trabaja ese niño de 8 años y qué hace.” Y si ustedes ven al niño
 cuando llega con una seriedad tremenda, empieza a cargar la arena,
 después a cernirla.
 
 Entonces yo digo: “¿Y la abuela, qué edad tiene?” Dice: “Setenta y
 tres.” “¿Y usted qué hace?” “No, yo hago lo mismo.” Y les digo:
 “¿Por qué no van los dos allí y hacen lo que normalmente ustedes están
 haciendo aquí?” Y allí se fue la abuela de 73 años y el nieto de 8
 años, y si ven aquella pareja, la abuela y el nieto, haciendo un
 trabajo útil, no matando el tiempo, sino haciendo un trabajo útil.
 Aquella señora que había llegado, me había abrazado, yo la veía como
 debilita, como gastada, y cuando agarra la pala era impresionante, era
 como si se transformara, parecía una atleta, lo digo así de verdad,
 con su pala. Pero me di el gusto de que el senador y todos aquellos
 norteamericanos estuvieran viendo aquello (Risas). Nadie podía
 imaginarse eso, nadie sabía que íbamos a ningún lugar, y había
 estudiantes de medicina que estaban en su día libre trabajando allí.
 
 Después nos fuimos al hospital, a enseñarles el Cardiocentro, que es
 un centro de nivel mundial, y no dudo de que se va a convertir en uno
 de los mejores del mundo, por lo que estuvimos viendo allí, la
 consagración de la gente. Hay una parte en el tercer piso, donde está
 la terapia intensiva de los postoperatorios, y por unas ventanas de
 cristal, que es por donde pasa la familia, se podían ver, y ahí había
 cinco niños de días y de meses, niños de 13 días a los que les habían
 salvado la vida en complicadas operaciones. No pude menos que sentir
 una gran satisfacción de que los norteamericanos fueran testigos de
 esa proeza que estaba teniendo lugar allí.
 
 Un poquito más adelante había un niño como de seis o siete años, tenía
 24 horas, que no fue necesario operarlo, porque ya hay otros
 procedimientos: un catéter por una arteria, y le llega hasta el
 pulmón y le ensanchan un conducto reducido y le salvan la vida al niño
 sin operarlo ya. Esa es una técnica bastante sofisticada. Yo mismo,
 que voy allí a cada rato — creo que ya me he anotado la visita número
 27 a ese centro, a veces llevo visitantes, una vez a Daniel Ortega, a
 los mismos soviéticos los llevé allí — , me quedé impresionado de cómo
 aquellos médicos, en tan breve tiempo, han hecho adelantos tan
 grandes, con un porcentaje de supervivencia elevadísimo, y que estén
 haciendo lo que están haciendo a gente que morían allí, y los yankis
 viendo. Esto fue al día siguiente de la gran cosa de los derechos
 humanos, una cosa muy ejemplar.
 
 img015Foto: Archivos de Juventud Rebelde
 
 Salimos y pasamos por el Centro Nacional de Exposiciones, había allí
 también un montón de gente, y a conversar, y los yankis que les
 pregunten. Nos fuimos después a ver los umbráculos nuevos, que es una
 obra de arte en el Botánico, una cosa realmente preciosa han logrado
 allí.
 
 Después cuando nos íbamos, nos encontramos la Brigada 2 del “BIas
 Roca”. Era casi de noche ya, como a las 7:00, y unos camiones yendo y
 viniendo, y les digo: miren la hora que es, ¿ustedes saben cuándo
 empezaron? A las 7:00. Digo: vamos a detenernos aquí a conversar.
 Porque él estaba preguntando por qué, cómo era posible, que si eso es
 porque la Revolución era como un árbol que retoñaba, y yo le decía:
 “Hay un estado anímico en la gente muy bueno.” Y le digo: “Mire,
 pregúnteles a ellos, hable con ellos y pregúnteles por qué.” Y le
 dice a aquella gente: “¿Ustedes a qué hora empezaron?” “A las 7:00”,
 eran las 7:00 de la noche, y están hasta las 10:00, hasta las 11:00.
 A aquellos hombres hay que estarles prohibiendo que se extralimiten en
 lo que están haciendo.
 
 Después me quedé pensando que en un tramo tan pequeño, de unos pocos
 kilómetros, en una sola dirección — porque hubiéramos podido llevar los
 a Guanabacoa, a La Lisa, a cuarenta lugares, hubiéramos podido
 preparar 40 circuitos como ese — , en un brevísimo circuito todas estas
 cosas, que uno lo ve en la gente y uno lo que hace es sentir
 admiración por la gente; la verdad, es sentir admiración, así. Yo
 creo que también el amor se hace de cariño hacia la gente, de
 admiración hacia la gente, de una alta valoración de la gente, cuando
 usted ve que la gente se comporta así. Y son ancianas, abuelas,
 nietos de cualquier edad, escolares; no hay una obra de esas donde no
 haya un montón de escolares. Digo: “Estoy seguro de que esto no se
 ve en ninguna parte del mundo.” Es que nuestra Revolución fue muy
 autóctona, es la realidad, no nos la regaló nadie, no nos la hizo
 nadie; ha recibido gran colaboración y ayuda, de lo cual estaremos
 eternamente agradecidos, pero es una revolución muy autóctona.
 
 Creo que si aquí en la cultura se dijo que no hubo errores
 estratégicos, en la Revolución no hubo errores estratégicos; hubo
 algunos períodos en que nos invadió el mecanicismo, el tecnicismo, el
 tecnocraticismo, el teoricismo y el mercachiflismo (Risas). Por eso
 ustedes me ven, a veces, que yo reacciono… El mismo Patricio puede
 haber visto que yo reaccioné un poquito a la idea del
 autofinanciamiento; no, es que yo pienso que tenemos que hacer un
 enorme esfuerzo en todo lo relativo a controles, costos,
 productividad. Pero no se logra eso con esos mecanismos. Los
 trabajos que estamos haciendo ahora sí están generando una
 productividad increíble.
 
 Cuando ustedes hablaban de los problemas que tenían con la estabilidad
 del trabajo, dificultades de ese tipo por culpa de leyes desde el año
 1981, los de antes y los de después, ustedes no se imaginan en las
 fábricas, en los centros de trabajo, cuántas cosas hay que cambiar
 también, porque traban la eficiencia, traban la productividad, traban
 todo. Nuestra propia legislación laboral, paternalista, muchas veces
 promueve la indisciplina, premia al peor y no al mejor; pero, sobre
 todo, los perfiles estrechos, las plantillas infladas. Nosotros
 decíamos: ¿Por qué se inflan tanto las plantillas? Y es que
 sencillamente esos perfiles estrechos dan lugar a que en un lugar como
 este haya cinco gente haciendo cosas que las puede hacer uno: uno
 limpia estos asientos, el otro las paredes, el otro el piso, el otro
 hace cosas, y uno podría hacerlo, cinco no tienen contenido de trabajo
 para ocho horas y se están todo el tiempo sin hacer más nada.
 
 Les puedo citar el ejemplo de la termoeléctrica, que ya empieza a
 funcionar en estos días, de 330 000 kilowatts, en Matanzas, que de
 acuerdo con las normas tradicionales iba a llevar 650 trabajadores, y
 cuando se aplicaron todos estos conceptos, para buscar de verdad
 contenido de trabajo, perfil ancho, multioficio, va a funcionar con
 249 trabajadores. Yo dije: incluso a estos trabajadores les podemos
 poner mejor salario, porque dándoles una pequeña parte de los casi 100
 000 pesos que ahorramos mensuales, al ahorrar más de 400 trabajadores,
 es una cosa práctica para mejorar, incluso, los ingresos de las
 personas.
 
 Nosotros estamos descubriendo el secreto, el verdadero secreto; son
 trabas creadas históricamente o en la misma Revolución, tendencias que
 han dado lugar a esos fenómenos de las plantillas infladas. Claro,
 eso no lo vamos a aplicar; eso lo estamos aplicando en centros nuevos,
 en fábricas nuevas, en un hospital que se amplía. Ese mismo hospital,
 el “Albarrán”, se amplía, es de 300 camas y se amplía en 450 más, y me
 decía el director ayer: “nosotros teníamos 2,6 trabajadores por cama,
 y ahora, con la ampliación y racionalización, tendremos 1,7. En esta
 nueva obra, el nuevo empleo equivale a 0,8 trabajador por cama”. Es
 decir, él amplía allí; si hubiera seguido lo tradicional, ponía 2,6
 por las 450 camas, y ahora solo añade 0,8 trabajador por cama, mucho
 menos de 400 camas.
 
 Estamos viendo unas posibilidades tremendas de buscar eficiencia, de
 buscar productividad, estamos encontrando los caminos.
 
 Otra de las trabas: los famosos escalafones. En el Congreso de la
 Juventud nos dimos clara cuenta de aquello, nos ayudó mucho el
 Congreso a hacer otro descubrimiento de las cosas que traban: les
 daban el puesto no al mejor, no al más calificado, no al más apto,
 sino al más antiguo. Incluso si iban a formar una enfermera para
 terapia intensiva pediátrica, tenían que buscar a la más antigua, no a
 la que tuviera más condiciones, más vocación, más preparación, y todos
 esos aspectos relacionados con el escalafón, que también traban.
 
 Aquí tenemos una especie de escalafón también, que está trabando, que
 está impidiendo el acceso de mejores gentes. No es solo la cuestión
 de la estabilidad en el empleo, aquí se dijo, y Luis Alberto lo dijo,
 “la cuestión de la calidad se afecta mucho”, porque también el artista
 quiere no solo tener un empleo estable, quiere expresarse, quiere dar
 al pueblo, y allí puede haber alguien que no tiene esas condiciones, y
 él no puede hacerlo. Es decir, no es solo económico, no es solo
 social, en lo respectivo a la calidad, todo eso, tenemos muchas trabas
 de esas.
 
 Baste decir un ejemplo: en una empresa militar industrial, fueron a
 poner en práctica muchas de estas ideas del multioficio y a hacer una
 cosa bien racional, tenían que violar como 62 disposiciones legales de
 distinto tipo. Se autorizó a título experimental, pero eran 62
 disposiciones legales. No se imaginan ustedes la cantidad de trabas
 que estorban la eficiencia económica, la calidad, la productividad.
 Por eso digo: no es que nos hayamos olvidado de todo lo relacionado a
 la contabilidad, los costos.
 
 El contingente “Blas Roca” les puede decir cuánto cuesta cada metro
 que hace, todo, todo: el gasto en combustible, el gasto en equipos,
 el gasto en aceite, el gasto en materiales, el gasto en salario, lleva
 la cuenta ahí. Déjenme decirles que produce a la mitad del costo que
 lo que se producía habitualmente. Digo: ahora sí vamos a saber qué
 vale un kilómetro de carretera, porque antes no; confundían el
 presupuesto, el valor de los costos, y entonces ponían un presupuesto
 de 10 millones. Usted le pone 10 millones al contingente “Blas Roca”,
 lo tradicional, y se lo hace en 5 millones. Se ha logrado una
 eficiencia tremenda.
 
 Nosotros no vamos a descuidar, ni en lo más mínimo, todo lo que se
 refiere a la eficiencia económica, pero habíamos caído en un
 mercachiflismo terrible, ni se sabe las consecuencias que habíamos
 tenido con esas empresas que actuaban como empresas capitalistas; es
 decir, tuvimos un bache serio.
 
 Yo me imagino lo que ha pasado en algunos países por ahí, porque todos
 estos mecanismos estuvieron funcionando 25 ó 30 años; aquí estuvieron
 10 y por poco acaban con nosotros, esa es la verdad, en el cual se
 estaba aplicando una experiencia de otros países. Pudiéramos decir
 que el Che previó, porque el Che — y nunca se había vivido esa
 experiencia por un país del Tercer Mundo — tenía una desconfianza
 terrible de aquellos mecanismos y decía que no se podía construir el
 socialismo a base de aquellas categorías capitalistas.
 
 Cuando en el año 1975 se empezó a aplicar aquí el sistema similar a
 los demás países socialistas, tuvimos todas estas cosas. Después las
 empresas no querían terminar un edificio porque ganaban dinero
 moviendo tierra, poniendo columnas y no ganaban dinero terminando que
 es lo más difícil, lo que menos ganancia daba, y se empezaron a
 convertir en unos capitalistas de pacotilla. Yo digo: bueno, podemos
 decir que la Revolución pasó un período de eso, iba en estancamiento y
 descenso. Esa es la realidad.
 
 ¿Podríamos llamarlo error estratégico? Creo que se hubiera convertido
 en estratégico si nos empecinamos en eso, si no rectificamos, si no
 nos damos cuenta de que aquellas tendencias iban a debilitar
 terriblemente a la Revolución, y rectificar a tiempo aquello evitó que
 eso se convirtiera en un error estratégico; pero es que me tengo que
 preguntar también: bueno, ¿por qué tenemos esta actitud en nuestra
 gente y usted no la encuentra en ningún otro país? Me llama la
 atención cuando los soviéticos dicen: “Es que hay un clima político
 especial.” Ellos están buscando soluciones porque tienen que
 encontrarles soluciones a todos estos problemas, para salir del
 estancamiento de muchos de estos problemas. Y yo digo: este veneno
 del sistema este, este fenómeno de enajenación tiene que haberse
 producido y durante mucho tiempo tiene que ir dejando su secuela.
 
 La rectificación, en ese aspecto — hay que rectificar en montones de
 cosas — , nos liberó. Un país que tiene esas virtudes de que hablo, un
 país que tiene en este momento más de 45 000 hombres en Angola — no les
 doy la cifra exacta, pero les digo que es más de 45 000 — , hijos de
 este país, de este país donde no aparecían antes ni 10. Eso no se
 paga con ningún dinero, eso solo es posible a base de determinados
 valores que estén metidos de verdad en la mente y en el corazón de los
 hombres. No son solo los 100 000 maestros o los 7 000 de la
 Asociación “Hermanos Saíz”, que estoy seguro de que los llamamos y
 van. Yo no tengo ninguna duda de eso, te lo advierto, porque he visto
 muchas cosas para venir a tener duda acerca de lo que yo estoy seguro
 de que ustedes son capaces de hacer.
 
 Pero, bueno, que el hombre lleve eso. Váyase a otro lugar. Yo he
 puesto el ejemplo de los 100 000; pero nosotros estábamos destruyendo
 eso, estábamos empezando a destruirlo con el montón de tendencias
 negativas que iban entrañando también fenómenos de corrupción, de
 reblandecimiento, que era toda la filosofía de vivir bien y ganar
 mucho, en que se iban distanciando cada vez más del pueblo.
 
 Entonces, ¿qué país tiene esas cualidades? ¿Qué país tiene esos
 valores tan fuertes, tan sólidos, como los tiene el nuestro? Ahora
 todo eso está hacia arriba y cuando el yanki me preguntaba, yo le
 decía: “Mire, aquí hay un conjunto de factores.” Yo habría tenido
 que darle una larga explicación al yanki de todos estos fenómenos, de
 todos estos mecanismos, porque lo peor no fueron tantos los mecanismos
 como la creencia de que esos mecanismos, espontáneamente, llevaban a
 la optimización, que eran el instrumento para construir el socialismo,
 para el desarrollo. Ese fue uno de los grandes errores, no solo haber
 introducido algunos mecanismos enajenantes, sino que, realmente, se
 creyó que eran la panacea.
 
 Al senador yanki — estoy empleando el término yanki no en sentido
 despectivo, porque esta es una persona con la que se puede hablar, se
 puede razonar, capaz de ver — le decía: “Eso sería largo de explicar,
 pero si quiere yo se lo resumo: es que tenemos un pueblo dispuesto a
 hacer lo que se le pida que haga por la Revolución” (Del público le
 dicen: “Y un Fidel”).
 
 No, no, pero yo pienso pasar, y va a quedar el pueblo, y van a quedar
 las ideas. Ha sido para mí un privilegio y, en cierta forma, la
 experiencia acumulada de un número de años, no voy a decir que es
 inútil; lo que nos interesa a nosotros es que esto se asiente sobre
 valores, sobre ideas, sobre principios, porque eso es lo que hace,
 realmente, duradera la obra.
 
 Pero bien, yo le decía: “Tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que
 se le pida, el problema es que nosotros no sabemos qué pedirle;
 tenemos un pueblo dispuesto a hacer lo que sea necesario hacer por la
 Revolución, somos nosotros los que no sabemos qué decirle al pueblo
 que haga.”
 
 Los problemas de todo tipo que hemos tenido están en nosotros, no
 están en el pueblo, no están en la gente. Aquí la virtud se ha hecho
 masa, así: la virtud se ha hecho masa, el espíritu de sacrificio, el
 heroísmo, el entusiasmo. Nosotros estamos llegando a un nivel más
 alto que creo que ninguna otra sociedad haya llegado, estamos llegando
 a un nivel, en un proceso revolucionario, en que los valores están
 jugando — los valores éticos, los valores morales — un papel tan alto
 como a un nivel al que no ha llegado ninguna sociedad.
 
 Vean ahora el despertar, la actitud de la gente, el espíritu de la
 gente, no son cosas que a uno le estén contando o que quiera estar con
 un falso optimismo o triunfalismo, son cosas que uno está viendo todos
 los días. Yo admiro mucho a esa gente anónima, a esa que no sale
 nunca en un periódico; a esa gente que no tiene más estímulo y más
 motor que sus ideas, sus deseos de hacer, sus deseos de avanzar, su
 comprensión, su cultura política, su integridad moral. Yo admiro
 mucho a esa gente, porque me encuentro a cada rato: una muchacha
 joven, que si trabaja en el aeropuerto, que tiene dos hijos y cada día
 libre está allí. Hay mucha gente que cada día libre está allí
 haciendo un esfuerzo serio, grande. Veo tantos casos y tantos
 ejemplos que, realmente, digo que tenemos unas cualidades
 excepcionales y creo que nuestra Revolución puede ser excepcional.
 
 Yo sí creo en el socialismo y creo cada vez más en el socialismo,
 porque hemos visto; lo que se puede hacer en el socialismo, no se
 puede hacer jamás en el capitalismo, ni se puede hacer a base de cosas
 materiales. ¿Qué, nos vamos a poner a competir con la sociedad de
 consumo yanki? ¿Vamos a entrar en competencia para que la gente se
 quede aquí a base de darles más zapatos, más lujo, más cosas?
 ¿Cuántos se quedarían aquí?, si el cemento que une al ciudadano a su
 patria no es otra cosa que el bienestar material. ¿Vamos a competir
 con los salarios de los imperialistas, su productividad, su
 tecnología? Eso para mí siempre fue una cosa muy clara desde el
 principio, que nosotros no podíamos competir con la sociedad de
 consumo en cosas materiales. Sí, debemos dar lo material y todo lo
 que podamos; sería absurdo, injustificado, si usted puede dar un 0,1%
 más y no lo da, y debemos esmerarnos por mejorar las condiciones de
 vida del pueblo, y creo que las vamos a ir mejorando, en las
 viviendas, en las escuelas, en los círculos, en la cultura. Recuerdo
 lo que dije que significaba la cultura cuando había los criterios de
 que “esto cuesta tanto”,”esto es improductivo”, como si lo único
 productivo fuera aquello que produjera cemento, acero, cosas
 materiales.
 
 Hay una metodología socialista que jamás me he podido resignar a ella:
 una metodología en virtud de lo cual un calzoncillo vale más que un
 trasplante del corazón; porque, incluso, el calzoncillo se pesa o se
 mide o se cuenta y dice: vale 80 centavos o dos pesos o tres pesos.
 El trasplante del corazón no se mide, no se cuenta, no incrementa las
 riquezas del país. La cultura tampoco aparece creando bienes
 materiales, a no ser que imprima un disco o un libro; pero ni la
 salud, ni la educación, ni la cultura, nada de eso lo cuenta la teoría
 y ahora es que nosotros vamos a empezar a contar. El trabajo de 600
 000 o más de 600 000 ciudadanos dedicados a la salud y a la educación
 no cuenta, no aporta nada al producto bruto; los capitalistas sí
 cuentan, todo eso lo están contando.
 
 Se creó dentro del socialismo la tendencia a ver nada más que aquellas
 cuestiones que producían bienes materiales, que incrementaban. Bien
 puede el país, de un año para otro, no incrementar los bienes
 materiales en nada, ni en un gramo, y si duplica, si triplica la
 calidad de los servicios culturales, eso incrementa la satisfacción,
 la felicidad, el nivel de vida.
 
 Le di una vuelta al yanki por el parque “Lenin” y le digo: aquí no
 había un lugar para descansar, y aquí más de 100 000 personas vienen
 los fines de semana, descansan. Le digo: “Esto es nivel de vida.”
 El hombre dice: “Me alegro que usted vea eso así, como cosas del
 nivel de vida.” Pero eso no aparece en toneladas de nada, con el arte
 pasa lo mismo; no aparece incrementando esos valores.
 
 Nosotros decimos que no debemos en lo más mínimo desaprovechar
 cualquier oportunidad de mejorar las condiciones de vida material o
 espiritual, que lo espiritual aquí es un nivel de vida también; pero
 no podemos basar la motivación del hombre, simplemente, en bienes
 materiales.
 
 Si se cree en el hombre, y es un punto de vista del que yo parto, ¿es
 un animalito que obedece solo al palo o a la zanahoria? Yo no creo
 que el hombre sea esa porquería, realmente. Yo creo que el hombre es
 mil veces superior a eso. Me parece que es un concepto que
 empequeñece al hombre.
 
 La experiencia, el privilegio de haber vivido todo este proceso
 revolucionario me da una convicción tan profunda de que se puede creer
 en el hombre. Y así fue, si no nosotros habríamos estado locos cuando
 un grupito pequeño intentó cambiar la vida del país, derrotar a un
 ejército enorme, o cuando desembarcamos 82 hombres. Si no hubiéramos
 tenido confianza en las ideas, si no hubiéramos tenido confianza en el
 pueblo, si no hubiéramos tenido confianza en las virtudes de nuestro
 pueblo, que se empezó a gestar allá desde los años sesenta y ocho, en
 las guerras de independencia, en el heroísmo de aquellos tiempos, en
 las ideas de Martí, en los esfuerzos de nuestros independizadores, los
 que lucharon por nuestra independencia, y a pesar de las décadas que
 nos cayeron de veneno yanki y de corrupción yanki, si nosotros no
 hubiéramos creído en el pueblo, ¿a dónde habríamos ido a parar?
 
 Entonces, ese es un ejemplo tan claro, tan elocuente, que es lógico
 que se tenga esa confianza, nosotros creíamos en los valores del
 pueblo y creíamos en las ideas, incluso, cuando nos quedamos como con
 siete fusiles. Hace unos días hicieron un acto allá en conmemoración
 creo que del 30 aniversario del día en que Raúl y yo nos reunimos, y
 reunimos siete fusiles y nosotros seguimos. ¿Cómo se podía hacer eso
 si no se cree en la gente, si no se cree en el pueblo, si no se cree
 en esos valores morales? Y cuánta gente no estuvo dispuesta a dar la
 vida, y cuánta no la dio, ¿por algún dinero habría hecho eso? Y hoy
 también nos preguntamos nosotros: ¿Es por algún dinero, es a base de
 mecanismos de tipo económico que vamos a impulsar? No, eso no es
 posible.
 
 Creo que nosotros tenemos un premio en esa confianza en el pueblo,
 cuando vemos todas esas cosas que yo les cuento, que las veo todos los
 días y las veo en todas partes. No me lo viene a decir nadie, no lo
 leo en un informe, lo veo, hablo con la gente, me gusta hablar con la
 gente.
 
 En los 27 círculos que tuvimos que inaugurar, hablé con las 27
 directoras; hablé con las de música y les pregunté: “Dígame cómo
 hacen el trabajo, toda la cosa…” ¡Ah!, por cierto, compañeros, me
 estaban diciendo que las educadoras de música de los círculos estudian
 cuatro años, son cuatro años de preparación que tienen, no es un curso
 de seis meses. Lo que es posible que algunos círculos no tengan ese
 personal, es posible que en muchos lugares no tengan ese personal y se
 hayan visto algunos de esos problemas; pero lo que yo vi en las nuevas
 instituciones y en los que están preparando, realmente, me hizo muy
 buena impresión y pude confirmar el detalle de que tienen cuatro años
 de preparación. Vale la pena profundizar un poquito en esto para
 sacar ideas con relación a las respuestas que tenemos que dar a cosas
 que se plantearon aquí.
 
 Bueno, les he hecho esta larga historia, ¿por qué? Porque creo en el
 pueblo, creo en la Revolución, creo que podemos sentirnos orgullosos
 de la Revolución y de la obra de la Revolución, a pesar de nosotros.
 Alguien recordó lo que dije una vez con mucha convicción: “Hemos
 hecho una revolución más grande que nosotros mismos.” De esa
 Revolución más grande que nosotros mismos, debemos estar orgullosos,
 pero debemos seguir cultivándola, debemos seguir desarrollándola.
 
 Entonces, esta Revolución no puede ser buena solo en un número de
 cosas, esta Revolución tiene que ser buena en todo, tiene que ser
 excepcional en todo (Aplausos prolongados). Lo digo para añadir que
 esta Revolución tiene que ser excepcional en la cultura y tiene que
 ser óptima en la cultura; es decir, tenemos la obligación de
 enfrentarnos a estos problemas y resolverlos con nuestro estilo, con
 nuestras ideas, con nuestros análisis, con nuestra experiencia, y,
 entonces, tratar de darles el tratamiento correcto a estos problemas,
 el tratamiento óptimo.
 
 Ya no hablo tanto de la reunión con los intelectuales porque aquello
 fue un inicio. Creo que hubo una cosa muy buena, clarividente, que
 nosotros nos dimos cuenta de para qué enfrascarnos en todos esos
 rollos relacionados con el realismo, que mencionó Armando, y con las
 formas, y me pareció todo aquello una locura, y fue cuando dije
 “aquella revolución”, porque en aquel momento no se estaba discutiendo
 de contenido, se estaba discutiendo sobre las formas y fue cuando se
 dijo: “Bueno, señores, dentro de la Revolución todo, contra la
 Revolución nada. Vamos a emplear con absoluta libertad cualquier
 forma de expresión.” Eso ya nos diferenció a nosotros de todos los
 demás países socialistas, que se pasaron como 25 años hablando del
 realismo, ¡como veinticinco años!, entonces nosotros nos habríamos
 liberado.
 
 Hoy tenemos que ir a más, hoy tenemos que ir no solo a forma, sino a
 contenido. Si realmente hemos tratado de definir la rectificación,
 que la rectificación no es solo lucha contra tendencias negativas,
 desviaciones, errores; la rectificación es también la búsqueda de
 fórmulas nuevas para viejos problemas. Digo: pueden ser viejos
 problemas en la Revolución, o pueden ser viejos problemas desde antes
 de la Revolución, digamos; la discriminación de la mujer es secular,
 tiene siglos, y entonces nos encontramos con que nos liberamos,
 precisamente, por no tener un servil espíritu de copiar, un servil
 espíritu de imitación, y dijimos: “Bueno, libre la forma”, y ahora ya
 no es solo de forma.
 
 Creo que aquellas palabras tienen un valor histórico, algunos valores
 permanentes, pero estamos en una época nueva y tenemos que aplicar en
 la cultura el principio de soluciones nuevas a problemas viejos, y
 soluciones nuevas — puedo añadir — a problemas nuevos (Aplausos).
 
 No son los mismos problemas de 1961, hay problemas nuevos y hay
 problemas viejos, y tenemos que aplicar ese principio de
 rectificación, de buscar soluciones nuevas a los viejos y a los
 nuevos. Tenemos que ser valientes, tenemos que ser abanderados de la
 libertad, porque esas fueron siempre nuestras banderas; abanderados de
 la verdad, porque ese fue siempre nuestro principio, nuestra lucha.
 Creo que tenemos que ser valientes y marchar, incluso, por caminos
 nuevos. Alguien dijo que podemos equivocarnos, podemos decir: sí,
 podemos equivocarnos en algunas cosas, pero aquí puede haber de todo.
 
 Yo me acuerdo que cuando planteé esta cuestión de buscar el máximo de
 espíritu crítico decíamos: es preferible los inconvenientes de los
 errores que se produzcan, a los inconvenientes de una situación de
 ausencia de crítica. Y podría decir: es preferible los errores de
 tener mucha libertad, a los inconvenientes de no tener ninguna
 libertad (Aplausos prolongados). Si la Revolución no tuvo temor a
 nada de eso, al principio, cuando no había ni ideas socialistas en
 este país.
 
 Creo que aquello fue después de Girón. Es verdad que si aquella
 reunión fue después de Girón, por junio, ya había ocurrido Girón y la
 Revolución, resueltamente, como respuesta a la agresión imperialista,
 proclamó el carácter socialista de la Revolución. Ya en Girón se
 luchó por el socialismo, pero muy temprano nosotros desafiamos todo.
 Es verdad que estábamos en una lucha muy violenta, era la época en que
 había 300 organizaciones contrarrevolucionarias: se reunían cuatro
 tipos, inspirados y estimulados por Estados Unidos y hacían una
 organización.
 
 Nuestra lucha persiste, hay que decirlo, adquiere otra forma; ahora,
 adquiere formas más sutiles, ya no es la burda contrarrevolución, está
 la acción del enemigo, sobre todo en el campo ideológico, por todos
 los medios, por su radio gusana, por cuantos medios sean posibles.
 Ahora están aprovechando la zafra de la autocrítica del socialismo,
 porque casi pretenden afirmar que ya el socialismo desapareció.
 
 ¿A nosotros por qué nos están llevando tan recio?, porque casi nos
 miran como el único adversario ideológico. ¿Por qué hacen esas
 feroces e infames campañas? A algo le temen, o no perderían energía y
 tiempo en eso. Ya no dedican su arsenal fundamentalmente contra
 China, contra la URSS, contra los demás países socialistas, sino
 contra Cuba, aquí, el vecino que está a 90 millas. Es contra nosotros
 que están empleando todo su arsenal, pero tiene que ser por algo, pero
 por algo les salió el tiro por la culata también (Risas). Y creo que
 lo que les ocurrió en Ginebra justifica lo que hacen contra nosotros,
 porque esa fue la batalla de Cuba, con la ayuda de países
 latinoamericanos, países del Tercer Mundo, países socialistas, pero
 fue la batalla de Cuba.
 
 ¿Cómo le pudimos, a ese coloso tan poderoso, desbaratar la maniobra
 cuando casi tenía ya aplastada a la gente a base de sus presiones?
 ¡Ah!, por la moral de Cuba, por la autoridad de Cuba, por el prestigio
 de Cuba. Están furiosos, tienen que estar furiosos. Han hecho sus
 paces ya con los grandes del socialismo, muy amistosos, hasta
 cariñosos (Risas), y con nosotros la lucha, la cosa. No les falta
 razón, y debe indicarnos que somos una potencia moral, una potencia
 política, una potencia revolucionaria, una potencia ideológica.
 
 El enemigo va a emplear armas más sutiles, empleemos nosotros armas
 nuevas también, vamos a consolidar por todas estas vías de que ustedes
 hablaban la ideología, la fuerza de la Revolución.
 
 ¿No le hemos dicho a la Comisión de Ginebra que venga? Pues sí, como
 no tenemos nada que ocultar que venga. Pero vamos a invitar a cuanta
 gente quiera venir, para que no sea uno solo el que venga, porque no
 tenemos nada que ocultar, y porque tenemos el valor de decir: vengan.
 Y, claro, podemos tener el valor porque somos veraces, porque somos
 consecuentes, porque es cierto que jamás se ha cometido una tortura y
 jamás se ha asesinado a un hombre, jamás se ha desaparecido a nadie,
 porque es cierto. Todos los que conozcan un poco de historia saben
 qué ha pasado en todos los procesos revolucionarios habidos y por
 haber, y el más puro de todos no es comparable a la Revolución Cubana,
 ¡no es comparable a la Revolución Cubana! (Aplausos prolongados.)
 
 Es una tradición que viene de la guerra, porque fue respetando la vida
 de nuestros enemigos como los quebramos moralmente; ellos asesinaban a
 cualquier prisionero, nosotros respetábamos a los prisioneros, no les
 poníamos un dedo arriba. Muchas veces a los oficiales los dejábamos
 con sus armas y después eso salvó muchas vidas. Al principio luchaban
 muchísimo porque creían que los mataban a todos, al final hubo
 soldados que se rindieron tres veces: se rindieron en un combate por
 aquí, otro por otro lugar y otro por Villa Clara. Ya el Che y Camilo
 capturaron prisioneros allí que se habían rendido dos veces antes, que
 habían entregado dos veces las armas. Si fue no solo un principio,
 sino, además, la política más sabia, más inteligente. Tuvimos la
 sangre fría, a pesar de que todos los días mataban compañeros
 nuestros, y no hubo una sola venganza; se le pidió al pueblo: no
 tomen justicia por su propia mano, la Revolución hará justicia. Se
 cumplió con el pueblo. Leyes previas decretadas en la Sierra Maestra,
 tribunales revolucionarios. ¿Se pudo cometer alguna injusticia? Es
 posible, en teoría no puede negarse, pero era, realmente, muy difícil.
 
 Como les contaba a algunos compañeros, al final la gente nuestra era
 jefe de las organizaciones contrarrevolucionarias. Esta era una
 policía muy eficiente porque no podía sacarle declaración a nadie a
 base de golpes y de maltrato. El policía que tortura no se
 desarrolla, se acostumbra a los métodos brutales y cada vez más
 brutales.
 
 Nosotros, cada vez que arrestábamos a un hombre, sabíamos como diez
 veces más que él, porque no se acordaba lo que hizo tal día, a tal
 hora y nosotros lo teníamos todo anotado: tal día, a tal hora hiciste
 esto, hablaste con este, te reuniste con el otro, fuiste allí.
 Nosotros lo que hicimos fue penetrar, y cada vez que alguien iba a los
 tribunales, iban con todas las pruebas. Los tipos se desmoralizaban
 de tal manera y se asombraban de tal manera que no recuerdo un solo
 caso en que no hubieran admitido rápidamente; porque se establecía una
 lucha entre el contrarrevolucionario y el hombre de la Seguridad, que
 cuando el hombre de la Seguridad le ganaba aquella batalla con todas
 sus pruebas, el tipo se desmoronaba y entonces admitía.
 
 Ustedes no lo vieron, porque cuando Girón algunos aquí tal vez
 tendrían siete u ocho años; pero algunos de los mayores o de los que
 están de invitados aquí, lo vieron en Girón: la moral de los
 contrarrevolucionarios no existe. Cuando se reunieron allá en la
 Ciudad Deportiva, dialogamos con ellos, los interrogamos y todos no
 hacían más que decir que se habían equivocado, que fue un gran error,
 que eran cocineros, que eran esto, que eran lo otro; ninguno se
 atrevió a negar, no hubo ni siquiera uno que hiciera lo que hicimos
 nosotros cuando el juicio del Moncada: “Sí, vinimos a hacer esto y es
 correcto, es lo justo.” Hablar con la moral de un revolucionario.
 Todos ellos venían diciendo que estaban equivocados. Así de esa
 calaña son toda esa gente, no son fanáticos, más peligrosos son los
 fanáticos que los mercenarios; entonces, estos tipos tienen mucho odio
 a la Revolución, mientras más se consolida la Revolución; a pesar de
 todo el poder de Estados Unidos no han logrado aplastarla, entonces,
 ellos se irritan más, tienen más odio.
 
 Pero, bien, ese es el tipo de calaña de nuestros enemigos; es decir,
 una falta total de consistencia moral por parte de la
 contrarrevolución, por parte del imperialismo. Y así, esta batalla se
 libró y se ganó.
 
 Yo decía que íbamos a invitar no solo a esa gente, a la Cruz Roja la
 vamos a invitar, porque, como decía, es una tradición que viene de muy
 atrás, limpia, inmaculada. Es una página inmaculada la de la
 Revolución en lo que se refiere al respeto, a la integridad física de
 la persona, y de eso es que nos acusan y machacan y vuelven a
 machacar.
 
 El único país del mundo donde hay plantados es este. En Inglaterra,
 en las cárceles donde están los irlandeses, o en España donde está la
 ETA, o en Italia donde están las Brigadas Rojas, en Estados Unidos, en
 esos países tan superdemocráticos y superrespetuosos no existe esa
 categoría de plantados, porque les dan una mano de palos a la gente y
 los visten y los calzan completos, y no les permiten que se quiten ni
 un botón. Y, precisamente, por haber seguido consecuentemente esta
 política de no poner un dedo sobre un prisionero, orgullosos nosotros
 de nuestra historia y de nuestras tradiciones, es por eso que pueden
 haber plantados. “No me visto, no me pongo el uniforme”, bueno,
 quédese ahí, no se ponga el uniforme.
 
 La mera existencia de los plantados es el mentís total y absoluto,
 porque en ninguna cárcel del mundo hay ese problema, nada más que en
 esta.
 
 Creo que ahora tenemos que abrir y que venga todo el que quiera venir;
 va a ver las mejores cárceles, porque las cárceles que hay por ahí son
 un desastre. Y que vengan, ahora lo vamos a hacer, pero nosotros, no
 nos lo impuso nadie, no nos lo hizo nadie. Creo que tenemos que
 abrir, ser valientes, ¿qué tenemos que ocultar? Y si tenemos cosas
 que no nos gustan, son cosas que tenemos que superar, son cosas que
 tenemos que rectificar, y si hay errores, hay errores, y,
 discutiremos, analizaremos, seguiremos el diálogo; creo que esto tiene
 una importancia enorme.
 
 Vamos a demostrarles a los imperialistas y a los farsantes estos que
 somos diez veces más valientes que ellos, diez veces más honestos,
 diez veces más defensores de la verdad y de la libertad. Entonces, la
 libertad ha de ser una de nuestras grandes banderas.
 
 La Revolución Francesa habló de libertad, de igualdad, de fraternidad,
 no consiguió ninguna de las tres cosas; nosotros, en el socialismo,
 podemos conseguir las tres: la libertad, la igualdad y la
 fraternidad.
 
 Digo que no ha cesado la lucha contra el enemigo, debemos estar muy
 alertas de eso; es fuerte. Yo creo que lo de Ginebra es una buena
 prueba de hasta qué punto el enemigo todavía quiere destruirnos,
 porque nos quiere destruir con armas ideológicas; debemos perfeccionar
 nuestra ideología, debemos perfeccionar nuestro mecanismo, debemos
 elevar nuestros valores. Yo creo que será la mejor forma de librar
 esa batalla contra la influencia ideológica, el tipo de guerra que
 libra hoy contra nosotros.
 
 De modo que ese es el criterio, y aquí hoy no íbamos a encontrar una
 respuesta a cada problema, están planteados numerosos problemas; pero
 creo que nosotros les encontramos respuesta a los problemas, no hay
 duda. Entonces debemos proponernos trabajar.
 
 Nadie tiene respuesta aquí, sencillamente, porque aquí no vinimos a
 decir nuestras verdades, hemos venido aquí a escuchar las verdades de
 ustedes. No hemos venido aquí con la pretensión de enseñar, hemos
 venido aquí también con la modesta pretensión de aprender.
 
 Podemos tener prejuicios, reservas; queremos descubrir si tenemos
 prejuicios y tenemos reservas. Sobre todo debemos preguntarnos si
 tenemos temor, porque valdría la pena que nos autoexamináramos para
 ver si tenemos temor, valdría la pena que nos autoexamináramos para
 saber si somos reacios o alérgicos a lo nuevo. La vida cambia, el
 mundo cambia, la Revolución cambia y tiene que cambiar, y nosotros
 estamos en el deber, entre todos, entre ustedes y nosotros — nosotros
 en un sentido más global, nosotros viendo la estrategia general; pero
 veo que el esfuerzo que hagamos en este campo forma parte inseparable
 de la estrategia general (Aplausos prolongados) — , vamos entre todos a
 encontrar las respuestas nuevas o soluciones nuevas a problemas viejos
 y nuevos.
 
 Quienes hayan participado durante estas horas en la conversación con
 ustedes y sean capaces de apreciar el alto nivel ético, intelectual,
 la honestidad de ustedes… Yo digo también que en ningún lugar del
 mundo se encuentra una joven generación de artistas, de creadores
 igual que esta generación con que nuestra patria tiene el privilegio
 de contar. Si recorremos el mundo capitalista o socialista o del
 Tercer Mundo, bueno, en el capitalismo no vamos a encontrar nada más
 que enajenación; en países progresistas y socialistas, vamos a
 encontrar una mejor gente y problemas, pero difícilmente ningún
 proceso revolucionario socialista tenga el privilegio de contar con
 una gente como ustedes, con una juventud como la de ustedes.
 
 ¿A qué le vamos a temer?, ¿a qué le podemos temer? Dediquémonos a
 trabajar y veremos cómo le vamos a encontrar las soluciones, que nadie
 las tiene aquí, nosotros no las tenemos; pero sí tenemos la seguridad
 de que con ustedes las vamos a encontrar, si somos valientes, si nos
 apegamos a los valores más sagrados de la Revolución, del socialismo y
 del humanismo; de manera que con la misma valentía y con la misma
 convicción que podemos decir que no ha habido ni un solo torturado en
 el país ni desaparecido, ni muerto, podamos decir también en la
 cultura: nadie tiene una mejor política, nadie tiene una política en
 la cultura más revolucionaria que nosotros. Debemos tratar de
 alcanzar elevados niveles, como los hemos alcanzado en otras áreas, y
 nos podemos sentir orgullosos de lo que alcanzamos en la educación y
 sabemos que tenemos un mundo por delante que alcanzar. Ahora nos damos
 cuenta que podemos proponernos resolver las grandes lagunas que tiene
 nuestra educación. Podíamos tal vez haber empezado antes, pero
 estamos a tiempo de buscar una educación mucho más integral;
 tracémonos un programa con los recursos existentes, de las diversas
 fuentes y utilizando profesores, y utilizando incluso ese medio que es
 la televisión, podemos hacer excelentes programas.
 
 Yo creo que a lo mejor el día que tengamos todos los maestros, quizás
 nos sigamos ayudando con la televisión, porque por la televisión se
 puede hacer una clase de geografía que no la puede hacer ningún
 profesor. Yo he visto incluso algunos documentales sobre la historia
 de la economía política y tiene una cosa gráfica, es de tal valor que
 uno tiene la impresión de que en cuatro horas ha aprendido cosas que
 no ha aprendido en toda la vida, porque le habla de Inglaterra, le
 saca allá los lugares, dónde nació Marx, de dónde salió el otro, y
 Adam Smith y David Ricardo, y cada una de las ideas acompañándola con
 la gráfica, con los ejemplos y todo. Con un conferencista hablando,
 de una manera amena, entretenida, y he tenido a veces la sensación de
 aprender en unas horas, con algunos documentales buenos, lo que no he
 aprendido leyendo muchísimo. Es por eso un tremendo medio. Creo que
 cuando tengamos profesores a lo mejor lo seguimos utilizando, para
 optimizar nuestro trabajo, para ayudar a los profesores, para captar
 más la atención de los alumnos.
 
 Hoy nos encontramos con el hecho de que una gran mayoría de nuestros
 maestros que se han formado en estos años — primero entrando con 6to
 grado, después con 9no — , no tienen esa preparación, pero tenemos que
 ganar esa batalla, la podemos ganar. Debemos aspirar a decir:
 tenemos el mejor programa de educación estética que tenga cualquier
 país, y podamos decir: tenemos el programa de desarrollo de la
 cultura más revolucionario que pueda tener cualquier país, y sentirnos
 orgullosos de eso, si ganamos la batalla de la educación y logramos
 hasta que todo el mundo sea un fenómeno, que tenga una educación
 estética. Algunos dijeron con razón, “si no la tenemos, si no tenemos
 una buena política no vamos a alcanzar esa educación estética”.
 
 Creo que podemos tener las dos cosas: el mejor programa de educación
 estética y la mejor política cultural, y decía que si en todo lo demás
 tenemos éxito y no tenemos éxito en esto, tendríamos que sentirnos
 avergonzados, tendríamos que sentirnos incapaces de resolver un
 problema de este terreno. Evidentemente ha sido el terreno en que han
 encontrado más dificultades los procesos revolucionarios y los países
 socialistas.
 
 Trabajemos y luchemos para que podamos decir con gran orgullo:
 tenemos la política correcta, la mejor política, la más revolucionaria
 en el ámbito de la cultura. Y yo los invito a eso, a que nos
 propongamos metas altas.
 
 Una vez dije que seamos una potencia cultural, pensaba que podríamos
 serlo; pero si no encontramos soluciones nuevas a viejos y nuevos
 problemas, no podremos llegar a ser una potencia cultural, y yo creo
 en eso como creo en todas las demás cosas, y creo que entre todos
 encontraremos soluciones a esos problemas. Por eso reafirmo lo que le
 decía al compañero — creo que fue al cineasta, está por allí — , que sí,
 que yo gustosamente me brindo para seguir estudiando junto a ustedes
 estos problemas, intercambiando con ustedes. Me interesa muchísimo,
 ¡muchísimo!, y veo como un reto el que nosotros seamos capaces de dar
 respuesta.
 
 Ahora hay que trabajar, tienen que trabajar los compañeros del
 Partido, y entonces debemos comprometernos desde ahora — como estamos
 haciendo en otras cosas — en este campo tan importante, aquí donde
 tenemos el desafío este grande, y volvernos a reunir dentro de un año;
 igual que les prometí a los de la FEEM, para ver qué habíamos hecho.
 Prepararnos, si tenemos que usar en vez de un día, dos, venimos aquí,
 no es muy caro el alquiler de este local (Risas), atienden bien a la
 gente, dan café, dan comida, y entonces no tratar de hacerlo en un
 día, para no andar realmente maltratando los temas. Y yo propongo que
 empecemos a trabajar ahora mismo, después de esta reunión (Aplausos
 prolongados).
 
 Voy a terminar ya con esta proposición: que dentro de un año nos
 reunamos dos días para discutir estos y otros problemas, y hacer un
 recuento de cómo hemos trabajado, cómo marcha nuestro esfuerzo y
 cuánto hemos avanzado en un año de trabajo. Tengo confianza, lo he
 visto en otras cosas.
 
 Recuerdo que hace un poquito más de dos años tuvimos una reunión con
 todos los hospitales de la capital, es otro problema, pero que
 demuestra un buen método. En aquellos días había un 80% de quejas y
 un 20% de satisfacción; hoy está a la inversa: un 80% de satisfacción,
 un 20% de quejas. Allí se tomó, como aquí, por televisión aquella
 primera reunión, fue como en diciembre de 1985; después nos volvimos a
 reunir en diciembre de 1986, y hace poco ya — esta vez fue en enero, no
 pudimos tenerla en una fecha exacta — la tercera reunión. Si ustedes
 ven la diferencia. Nadie que hubiera visto la primera habría creído
 que antes de dos años se pudiera dar una reunión como la que se dio
 allí, el cambio tan radical, parecía que habían pasado 30 años.
 
 Tal vez en nuestra primera próxima reunión no hayamos encontrado
 todavía soluciones para todo, pero estoy seguro de que habremos
 avanzado, y si necesitamos dos años, si necesitamos tres… Estoy
 seguro de que vamos a poder decir también una idea muy clara sobre
 todo esto, y hablando con una absoluta franqueza: el que se equivoque
 que diga que se equivocó; el que tenga una opinión: esto salió mal
 por esto y por lo otro, esto tiene tal cosa. Hablando así, como hemos
 hablado hoy; pero no así, como hemos hablado hoy: con más libertad con
 la que hemos hablado hoy, ¡con más libertad que la que hemos hablado
 hoy! (Aplausos.)
 
 Esta primera reunión no ha sido mala, esta no se me parece a la
 primera con los hospitales; aquello era el desastre total y aquí no
 hay ningún desastre total, al contrario, ha sido una buena reunión y
 se ven muchas cosas positivas, pero también se ven todas nuestras
 inquietudes, se reflejan también todas nuestras preocupaciones y
 problemas. Estoy seguro de que dentro de dos años como máximo
 podremos tener un cambio abismal en cuanto a inquietudes, no en cuanto
 a calidad de esta reunión.
 
 Creo que de todas formas, y por buena que puedan ser las futuras
 reuniones, estoy seguro de que esta reunión será histórica.
 
 ¡Patria o Muerte!
 
 ¡Venceremos!


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