Una mujer única con un nombre «común»

Cinco poemas de Teresa Melo

Foto: Tomada de Claustrofobias / Promociones Literarias

Teresa es nombre de santa. Quizás por eso es popular y transnacional. Hay que ser muy grande para, sin ser santa y siendo cubana, llevar una marca única asociada a ese nombre.

Sus amigos y amigas, muchas poetas, con la voz en hilo que se fuga cuando tragas y no aceptas, dejan escapar el deseo: «¡vuela alto!». Faltaría: ¡que es la manera total en como haces las cosas! Volando, cuando otros caminan; y con los ojos al sol, en este mundo lleno de gentes mirándose el ombligo.

A quien duerme con las lomas como almohada, no hay otra manera de besarla que con su poesía. Contigo, Teresa, le perdimos el miedo «a los carteles de aviso».


Las altas horas

El día de mi padre me decía al oído:
Be careful, it´s my heart
Louis Armstrong dictaba en el oído
lo que nunca cantó.
Otro hombre perfecto fue su dueño.
Cantores, militares, ya no viven aquí.
Vive Daniela/
El eterno retorno de la canción que pide
cuida mi corazón de alturas y cemento.
Y por la suerte cuido.
Levísima es la suerte a la que doy memoria.

Hija mía. Sé libre
ama con esperanza/ con ingenuidad.

Una taza de té empecé a tomar hace años
y hace más tiempo removía la carne temblorosa
que tomaría el té…… Desde ese temblor
escribí, escribí:
ahora cuento las palabras
que quedan sin contaminar.
Dentro de mí ….. el piso veintitrés ….. la escuela
el corazón que cae,
Tú eres ese cuerpo sin fragmentar ….. intacto.

Hija mía ….. soy libre
te amo con esperanza/ con ingenuidad.
Quédate cerca de la puesta del sol:
quien la fragmenta y disecciona
no puede hacer que el sol se ponga para ti.
Quien diseca la palabra
no puede hacerte vibrar con palabra alguna.
Eso te doy ….. las puestas de sol que fueron
las sobre mí
las que te inquietarán y aquietarán
y esta palabra sin contaminar
para que la bebas con fruición
como la leche de las altas horas
la acunes, aprendas y mastiques
y te haga luz ….. en la hora violeta
cuando el sol se ponga sobre mí.


Compacts

No creo haber sido la única en la Plaza de Armas que hacía sus palabras. Turistas levemente atentos, con las piernas cruzadas hacia lo alto y los pies desnudos, dejan ir las notas de la flauta. La plaza está pensada. Mujeres de Botero en camisas azules barren hacia el recogedor las hojas de laurel que caen despaciosas.

El obrero que pinta unos adoquines de madera recién puestos había recogido un pájaro raro: desconocido para mí. Aquel pájaro trataba de agarrarse con las patas delgadas al borde del vagón de arena. Allí quedó: por momentos no podía saberse si estaba vivo. Hasta que el pájaro movía un poco el cuello y giraba los ojos. Era un detalle terriblemente humano. Y también estaba pensado para turistas. Ellos gesticulaban como si hubieran encontrado la belleza y aprisionaban la belleza en el ojo de sus cámaras de video y una vez logrado el testimonio se iban sin mirar de nuevo al pájaro patético, a buscar algún otro detalle especialmente bello o especialmente humano.

Un obrero retocando la fachada de piedra no desentonaba. Fue pensado también para turistas. Mujeres arrastrando sus vestidos de intención colonial, cestas, cestas con flores de plástico o papel y sonrisas marcadas de una comisura a otra, apretaban en el hueco de la mano, bajo la cesta de flores, billetes arrugados. Una niña con un bolso de nylon sacaba unos jabones, los olía sobre el papel y los pasaba por su cuerpo.

Yo también fui pensada para turistas esta mañana. Intento regresar de mano de los trenes. Soy la escucha mientras tanto. Coches infantiles. Los destinos de un niño. Algún rostro fijo que no refleja las ideas. Y también lo contrario.

Mirada mientras miro. Turista desechable. Esto es común. Pero lo escribo.


Casa en la tierra

Sobre la tierra firme construimos refugios
promisorios
creemos en ellos como la salvación:
nadie nos salvará de nuestra vanidad
nuestro peso de hormiga en la casa mudable
nada nos apartará de las paredes provisionales
pegadas a las rocas.

En el antiguo mundo en las montañas de Petra
los hombres cincelaron el sueño rosa de los otros.
En filas sudorosas / aspirando en el polvo
tallaron las catedrales de los dioses de piedra.

Nuestros dioses de arcilla en ciudades insomnes
enredan su confusión en columnas y techos circulares.
Pues toda casa tiembla.
Sobre la tierra firme la única firmeza
proviene de los sueños que echamos hacia el agua
y el agua los devuelve
como lengua que lame los contornos
del cuerpo y los suaviza
y les crea la breve eternidad de las paredes
de los sueños de agua
las palabras.


Dios es amor / Danger / Hay perro

Con la misma eficacia que el cartel de aviso 
hacerte decir que lo comprendes. No dejo que me afecte. 
El desmembrado cuerpo entra al iris espejeante, al violeta. 
La sin cabeza entra con cabeza prestada. 
Es fuera de programa. No dejo que me afecte. 
Los clarinetes bajo el agua no cantan su reclamo 
ave de cacería sálvate. Tiene gestos humanos, por lo tanto cobardes 
por lo demás comunes, por exceso gratuitos. 
También ofrezco gestos. Donde la flor búlgara 
se exhibe démodé. Y por amor cometo 
los interesantes crímenes. Danger / Hay perro. 
Es decir trampa de agua para el ave 
pared acolchada 
caja de resonancia con salidas ciegas.

Yo te quiero dormir en la trampa de agua. 
En el centro del corazón del pájaro 
donde la profecía del insomne

donde la flor búlgara se exhibe démodé
Y es fuera de moda estremecerse en la plana belleza 
donde el misterio sea perdurable.

No dejo que me afecten los carteles de aviso. 
Cuídate. Hay perro listo para morder 
hay bestia entrenada para soplar la llamada patética 
hay cuerno de caza sin sonido bajo el agua. 
Cuídate / dios será amor / 
pero yo / ave de cacería /
sé salvarme.


Geografía del oscuro

Sin bajar el párpado
la geografía / el sentido que implica / se reinventa.
La oscuridad no suaviza los ásperos contornos
de lo que me hace fabrica otras líneas
ni duras ni feroces: otras líneas de las cosas a mí.

En esta realidad, desinventada por las oscuras formas
la geografía cotidiana una vez más escamotea
hurta cosas de la mano
desde el límite finito de la mano y las cosas:
en el doble terreno se afianza lo que no puedo poseer.

Recuerdo algo
¿existe un árbol allí donde no existe nadie para verlo?
Alguna respuesta habría que dar.

Una vez, recorriendo la caverna iluminada
toqué la oscuridad: ¿Existía yo
si no había nadie para verme?
Alguna respuesta habrá en la superficie.
¿Quién me posee si no existe la respuesta?


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