Por La Tizza
“Los partos más felices son aquellos que se hacen menos acomodaticios”
Máximo Gómez
Igual a su ansia de liberar Cuba y redimir a los oprimidos, es esta narración de Máximo Gómez que La Tiza trae a sus lectores.
Diáfana y terminante, contiene las remembranzas de quien no se ha rendido, sin imaginar que se acerca la Campaña definitiva: para ser libres y, de nuevo, comenzar a no serlo.
Es su actuación consecuente lo que da más calibre al pensamiento, tan desproporcionado respecto a la condición física, material y –a veces también– anímica.
En Eduá, el esclavo liberto que expone a la pequeña del Generalísimo a las balas enemigas, porque la lleva en brazos cuando no puede sustraerse de gritar: “¡Viva Cuba libre!” y disparar con el vetusto revolver hacia la posición del contrario, descubrimos la sutura entre la causa nacional y social, que la guerra anticipó.
Identificamos también la encarnación humildísima de un objetivo que se abrió paso con la tea, pero además, con la idea.
Ahora El viejo Eduá nos asiste a los que tanteamos para allegarnos y encontrar la manera de rehacer el proyecto socialista en Cuba, para aprender que no necesariamente se dan la mano los revolucionarios y quienes hablan en su nombre, para ponerle un cupey enfrente a la bifurcación que quiere darse –con alarde de alternativas– entre el país de los liberales y el de los dogmáticos. A no optar por ninguno de estos nos llama Eduá, el viejo renqueante. Pero hace más: nos señala el nuestro detrás de esas filas que se enfrentan.
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