Por Josué Benavides Esteva
Palabras leídas por su autor en la tángana del Parque Trillo, el pasado 29 de noviembre de 2020
Decía el viejo de la barba blanca en el 59 que quizás el problema más difícil que tendría que resolver la sociedad cubana en su interior era el problema racial, y posteriormente agregaba: «tenemos que luchar muy fuertemente contra nosotros mismos».
Se sabía que entre los condicionantes históricos se encontraba el terrible peso colonial. Mas se sabía también que la nueva sociedad guardaba en su interior un desprecio al negro. El negro condenado al barrio indigente, el negro condenado al trabajo precario, el negro desnutrido, enfermo, harapiento y sublimemente feo. Desde entonces el reto de hilvanar el tejido de una patria blanquinegra se ha asumido. Los cubanos hemos abierto trillos con nuestras propias manos, «los negros sus manos negras, los blancos sus blancas manos».
Solo un pueblo lleno de epicidad es capaz de discernir en estos tiempos determinadas estructuras racistas en la sociedad, condenarlas y seguir abriendo el trillo a través de la lucha sistemática y coherente.
Pero los esfuerzos por tratar la problemática negra, los esfuerzos por elevar a su máxima expresión la negritud, no pueden quedarse en un determinado grupo concienzudo ni en proyectos institucionales que no atraviesen el espectro más amplio de la población.
Hago un llamado a los barrios, las escuelas, las comunidades, a lo más genuino del pueblo, a las instituciones y a todas las fuerzas de izquierda — y hemos de reconocer que la mayoría del pueblo cubano es de izquierda y que la izquierda cubana en su amplitud es profundamente compleja y diversa — , a subvertir de manera organizada el entramado racista que subyace en nuestra práctica diaria.
Pero los problemas complejos requieren soluciones complejas. La problemática racista, para que se aborde de manera genuina, coherente, efectiva y — no cabe otra cosa que — revolucionaria, debe atravesar la problemática de la mujer, debe atravesar la problemática del movimiento LGBTIQ, debe atravesar la problemática clasista. Solo así abrazaremos la idea de la sociedad sin razas, la sociedad de iguales. La utopía no es lo inalcanzable, la utopía es lo que nos permite alcanzar lo que en algún momento fue inalcanzable.
Somos herederos de las revoluciones del mundo, entre ellas, de la nuestra propia. Somos herederos de la Revolución de Haití, de la primera rebelión esclava exitosa en la historia, los negros que construyeron una república y se hicieron a sí mismos libres.
Somos herederos de Jesús Menendez y Quintín, somos herederos de Thomas Sankara y Agostino Neto. Somos herederos del cimarronaje de Malcolm X y las Panteras Negras.
Durante la visita de Nelson Mandela a Cuba en los años 90, exclamó: «Qué lejos hemos llegado los esclavos». Si se murió en una lucha tremenda contra regímenes que consideraban nuestras vidas negras como inferiores, aquí debemos estar dispuestos a transformar instituciones, prejuicios y relaciones que persistan en ese tipo de racismo. Somos las sombras que no tienen cara, somos las sombras que no tienen nombre, somos todo lo que la luz no te cuenta, somos todos lo que la luz esconde…
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