¿República plebeya o dictadura de masas?: dos borrachos en un bar.

Por Leyner Javier Ortiz Betancourt y Yassel Padrón Kunakbaeva / parte III

El lugar es un pequeño grupo de Whatsapp. La atmósfera es la de un bar y en una de las paredes imaginarias puede leerse, en neón rojo, «El Renegado Kautsky». En el nombre del chat se lee «Club de Tristes Marxistas». Están los de siempre, conversando sobre los temas de toda la vida: el alcohol, el feminismo y la lucha de clases — escriben gestos de brindis — . Hay discusiones que se despachan en minutos, otras que se arrastran por horas, días. Alguien menciona tolerancia, oposición, democracia. Otro habla de República, doble moral, y represión: «Pero la lucha de clases es cruenta».


Continuación de las partes I y II


Third round: sobre el pluralismo RELOADED

[Se ha hablado sobre el opositor y su participación o no en el sistema. Yassel habla en la barra, con todos…]

28/2/2020 12:59 — Yassel: Eso trae muchas preguntas también: ¿cuáles clases?, ¿con qué intereses?

Yo creo que el sistema puede incorporar a opositores no violentos en Cuba sin que eso ponga en peligro su estabilidad o su existencia.

28/2/2020 13:02 — Yassel: Además creo que llevar la lucha de clases hasta el punto de que te autorice a acabar con los que apenas plantean ideas diferentes es dañino y contrario a la dignidad humana; porque el funcionamiento deseable de una sociedad debe ser con cierto grado de tolerancia a la pluralidad.

Y no puede haber pluralidad ideológica si no se permite la oposición, eso es una quimera.

28/2/2020 13:05 — Yassel: Lo que no se puede permitir es la violencia de los que quieren cambiar el orden por la fuerza, antidemocráticamente. Pero mientras recurran a la expresión de sus ideas y a la fuerza de los votos, para mí es legítimo lo que hacen.

28/2/2020 13:13 — Yassel: Por supuesto que no creo que todo el mundo en el Partido sea anormal. Hay muchos mediocres, y gente inteligente. Pero incluso entre estos últimos hay gente que considero equivocada.

En principio; es una equivocación pensar en términos de «dictadura del proletariado», es lo que yo creo. No es sostenible y te desnaturaliza, dejas paulatinamente de ser el bien para convertirte en parte del mal.

También digo esto en buena onda. Me alegra que podamos hablar sobre estos temas.

28/2/2020 13:28 — Yassel: Tal vez la naturaleza de otros tiempos forzó las cosas de determinado modo.

Pero yo creo que se puede intentar vivir en una república donde se piense primero en los de abajo, pero que sea inclusiva y permita también su espacio a la pequeña burguesía que quiere ganar dinero. Una hegemonía popular construida desde la inclusión y la inteligencia. Porque construcciones hechas solo desde el proletariado es muy difícil en el mundo actual.

28/2/2020 13:29 — Yassel: Lo peor es que se le está abriendo espacio a la pequeña burguesía, pero no a las formas de gobierno republicanas, lo cual arroja grandes sombras y dudas sobre el nivel de corrupción moral que pueda haber en la fuerza dirigente.

28/2/2020 13:30 — Yassel: Y conste que yo no creo que todo esté perdido.

[Frente a su pantalla, fuera de la barra, se lee, irónica, una voz:]

28/2/2020 20:00 — Leyner: ¿¿¿Y cómo es a tu juicio el gobierno republicano???

28/2/2020 21:01 — Yassel: El sistema político republicano es aquel en el que existe una sociedad civil de ciudadanos con plenos derechos, incluyendo la participación en la toma de decisiones sobre los asuntos públicos. Cada ciudadano es igual ante las leyes y tiene igual derecho a plantear su opinión sobre los asuntos públicos y a que su voto sea tomado en cuenta. El pluralismo es una característica natural en este sistema.

Por supuesto, la libertad nunca es absoluta. La comunidad tiene derecho a condenar al ostracismo o privar de sus derechos a los que atenten contra los fundamentos de la república. Pero los que son ciudadanos tienen todos sus derechos.

28/2/2020 20:00 — Leyner: Lo que sí creo que es importante intentar desligarse de la forma democracia, que es una forma estatista hasta la médula, y muy cargada del contenido liberal que la rescata del olvido griego. Al contrario, la forma dictadura, tomada de Roma, supone una raíz democrática invertida en lo cualitativo a la que vale acercarse como propuesta teórica, frente al campo de perdición hegemónica que es la forma democracia.

28/2/2020 21:05 — Yassel: La dictadura siempre se pensó en Roma como una suspensión temporal de la normalidad republicana. Significaba confiar en las cualidades de un líder para permitirle a este un gobierno despótico en beneficio de la comunidad y, al final, para salvar la república.

28/2/2020 21:09 — Yassel: Pero, ¿por qué se planteaba que la dictadura debía ser temporal? Pues porque se intuía que en los asuntos humanos no puede haber separación entre lo formal y lo de contenido. Un gobierno con estructura despótica termina degenerando en tiranía.

28/2/2020 21:12 — Yassel: ¿¡Dejar la forma democracia?! Bróder, ¡qué mal¡ La democracia lo que busca es ampliar la sociedad civil para incluir a más sectores de la sociedad. Primero los pobres, después las mujeres, los negros, etc.

[Murmullos:

«por favor, ¿hasta cuándo el cuento de la república y de la democracia?

»Eso en abstracto está muy bonito… Pero en la realidad tenemos una sociedad cada vez más global e interdependiente, con una clara estructura de clases donde los dueños de los medios de producción explotan y enajenan cada vez más a los no dueños, desde los centros mundiales de poder.

»El neoliberalismo tiene extensas redes de dominación ideológicas.

»Y férreos mecanismos para mantener el status quo.

»Y de todo tipo.

»Pregúntale a Bolivia.

»Entonces me dices que el pequeño país que pretende la herejía tiene que ser una República Democrática de libro de texto.»

Sube el volumen y las manos, pide otro trago:]

28/2/2020 21:33 — Leyner: El problema de la democracia es que no ofrece salidas, no ofrece superación o ruptura, porque la democracia republicana liberal es la forma básica de gobierno que requiere el capital como normalidad.

28/2/2020 21:33 — Leyner: Consciente, y bastante, soy del origen del término «dictadura», es casi conocimiento general creo, pero, quisiera preguntarte, la democracia misma no exige como germen a la dictadura para la resolución de crisis, lo cual demuestra la incapacidad de la forma democracia para resolver las crisis?

28/2/2020 21:33 — Leyner: Y ¿qué es, en definitiva, la tiranía? ¿Qué la diferencia de dictadura?

28/2/2020 21:33 — Leyner: Y, por último, ¿acaso la democracia liberal no es una dictadura burguesa?

28/2/2020 21:33 — Leyner: ¿No dejar la forma democracia? Bróder, ¡qué mal que ni te plantees la sana duda!

[Murmullos:

«Mientras la crítica no vaya a lo más profundo del sentido común, todo esto es dar vueltas en círculos.

»Es que hay una nostalgia republicana que le zumba el merequetén.

»Yo me imagino que en el PCC este debate simplemente no tiene lugar.»]

28/2/2020 21:46 — Yassel: No entiendo por qué lo que yo planteo tiene necesariamente que llevar a una política de «mansa paloma». Yo estoy hablando del ideal que creo debe regir. Otra cosa es las políticas concretas, la táctica, la evaluación del terreno.

Creo que el sistema puede incorporar a los opositores pacíficos, que las leyes pueden reducir su capacidad de hacer daño.

El respeto a la dignidad, incluida la de tus enemigos, te da superioridad moral. Si eres hábil, esa superioridad moral la puedes usar para fortalecer tu hegemonía.

Si la tienes y no le sacas provecho o no sabes sacárselo, eres una nulidad política.

28/2/2020 21:51 — Yassel: Correcto: la hegemonía capitalista tiene infinitas formas de penetrar un sistema contrahegemónico y destruirlo.

La mala noticia es que un socialismo basado en un despotismo ilustrado, cerrado a cualquier posibilidad de ser contestado desde abajo, no puede mantenerse en el camino correcto. Tampoco llegas al socialismo.

28/2/2020 21:59 — Yassel: En cualquier momento se pierde el camino. Este se ha mantenido por múltiples razones históricas, subjetivas incluso, pero que no son sostenibles. Sin participación popular es cuestión de años que se llegue a un punto irrecuperable.

28/2/2020 22:02 — Yassel: Y no es posible la participación popular sin pluralismo. No es conciliable el poder de los de abajo con una pedagogía de arriba hacia abajo. La libertad es libertad para el que piensa diferente.

28/2/2020 22:10 — Yassel: Es que no sé si se entiende la sutileza aquí. Si se le da a alguien la facultad de decidir que MB es una enemiga porque ideológicamente se opone al sistema y lo manifiesta, esa misma persona tiene el poder de decidir que yo soy orgánico al capitalismo por mis ideas, aunque no lo sepa, y que debo ser considerado un enemigo. Más tarde, puede considerar que cualquiera otro es el enemigo porque tiene una tendencia a tratar suavemente a los enemigos. Por ese camino se llega a Stalin acabando con todo.

Las leyes se inventaron para algo, que ellas decidan quiénes son los enemigos, no la interpretación de alguien.

28/2/2020 22:31 — Yassel: En serio, yo creo que la nostalgia republicana en Cuba es totalmente comprensible. Y que conste que, al menos yo, no tengo ninguna nostalgia por el pasado prerrevolucionario.

Esto tiene que ver con algo que yo llamo el sacrificio de la vida de los cubanos. Mientras nosotros nos enfrentamos al imperialismo en una lucha cruel por un mundo mejor, vivimos en una vida sin algunas libertades que los del otro lado disfrutan.

Los cubanos ven el mundo exterior. Ven cómo la gente hace elecciones por los presidentes. Ve cómo es legal fundar un periódico o un partido político. Yo veo a Yadira Escobar dirigiendo un programa de radio y presentándose a elecciones.

La realidad fáctica nunca es como se pinta en las leyes, pero al menos las leyes se parecen al deber ser.

Yo se la complejidad que hay en eso. Pero la nostalgia republicana es muy comprensible.


[En el baño del bar hay un grafiti: «La democracia y el perreo hasta abajo» #GozaLaDictadura #DelProletariado]


[La música cambia a un clásico de Duke Ellington, Leyner demora, parece sorber con mucha calma su añejo:]

5/3/2020 12:12 — Leyner: El recurso a la pluralidad — «no hay una modernidad con una esencia fija, hay muchas modernidades, cada una de las cuales es irreducible a las demás…» — es falso, y no porque no reconozca una única «esencia» fija de la modernidad, sino porque la multiplicación funciona como la renegación del antagonismo que es inherente a la noción de modernización como tal: la falsedad de la multiplicación reside en el hecho de que libera la noción universal de modernidad de su antagonismo, de la forma en que está inscrita en el sistema capitalista, y relega esta dimensión a la de una de sus subespecies históricas. Y, en la medida en que este antagonismo intrínseco puede ser designado como una dimensión «castradora» y, además, en la medida en que, de acuerdo con Freud, la renegación de la castración se representa como una multiplicación de las representaciones del falo — una multitud de falos es señal de castración, de la falta del uno — , es fácil concebir tal multiplicación de las modernidades como una forma de renegación fetichista. Esta vale también para otras nociones ideológicas, en especial, hoy, para la democracia: ¿no cometen el mismo error categorial aquellos que pretenden que existe otra democracia (radical) distinta de su forma actual e ignoran en consecuencia sus vínculos con el capitalismo? (Como afirma Slavoj Zizek en Órganos sin cuerpo: Deleuze y consecuencias).

[Yassel sale un momento (largo) solo para regresar con un gran paquete bajo el brazo:]

6/3/2020 12:16 — Yassel: Leyner, sorry por el clase de macuto que te voy a meter.

Pido disculpas de antemano por las imprecisiones en mi texto. Son reflexiones donde resumo mal y rápido muchas ideas. Si lo escribo con calma me sale un libro

[dice, abre el libro presillado y comienza a leer:]

6/3/2020 12:17 — Yassel:

«La historia humana está atravesada por la tensión entre la expresión de la diversidad humana y la invisibilización de esa diversidad por discursos y configuraciones simbólicas entronizadas. Los seres humanos somos diferentes por muchas razones: edad, sexo, identidad, posición en el proceso económico, características físicas, experiencias de vida incluso. Existe, por tanto, una inevitable diversidad epistemológica. La emancipación, como eliminación de la enajenación y construcción de una vida verdaderamente humana, debe incluir la construcción colectiva del conocimiento sin la existencia de violencia simbólica; es decir, el ideal debe ser que todas las identidades y epistemologías contribuyan desde una posición igual a la construcción del saber colectivo.

»En las sociedades primitivas se manifestaba ya esa tensión. La tradición deliberativa que provenía de los tiempos más arcaicos contrastaba con el fortalecimiento de las estructuras simbólicas religiosas, que se hicieron cada vez más patriarcales y señoriales. En eso influyó el desarrollo de la división social del trabajo, que incluyó la separación del trabajo intelectual como una función especial. Hay una línea que va de la tribu a la monarquía, la cual se puede ver su correlato en la transformación de los panteones religiosos. De la selva de los espíritus al panteón con un gran patriarca en el centro.

»Pero las configuraciones religiosas señoriales, que servían de fundamento a esas sociedades, eran superestructuras extremadamente fetichizadas, tan fetichizadas que ponían el fundamento completamente fuera de la voz humana que contaba el mito. El paradigma de lo no hecho por manos humanas. La coherencia categorial del discurso no jugaba ningún papel ahí; la fortaleza de este estaba en conexiones simbólico-emotivo-narrativas, relacionadas con la vida cotidiana de la comunidad. Estas estructuras y su entronización también tienen una explicación material: la inmensa determinación de la vida de los individuos por las condiciones naturales de vida, tanto por los lazos gentilicios de consanguineidad como por la situación geográfica y los recursos a su alcance. Lo cual es una consecuencia del bajo desarrollo de las fuerzas productivas.

»El desarrollo del mercado jugó un papel muy importante en la historia humana. Porque el intercambio mercantil es una de las principales formas de sociabilidad que unía a grupos humanos que no tenían vínculos gentilicios entre sí. El mercado, y los valores de cambio de las mercancías, son una relación social donde la mediación humana se hace más evidente. Se trata de una relación social fetichizada, por supuesto, pero donde hay un adelanto del pensamiento abstracto, pues el dinero es una abstracción lógico-matemática materializada. El auge de las relaciones mercantiles, suministró el modelo para intentos de construir un discurso racional-abstracto de los principios fundamentales de la existencia social, que sustituyeran a las construcciones simbólicas de las religiones señoriales.

»El lugar donde este desarrollo podía ocurrir era Grecia, especialmente Jonia. En otros lugares hubo sociedades con amplio desarrollo mercantil, por ejemplo en las ciudades fenicias de Tiro y Sidón. Pero allá primero había ocurrido el surgimiento de modelos de monarquía con fuertes clases sacerdotales, que tenían el monopolio de la producción simbólica y protegían el papel de las construcciones simbólicas de las religiones señoriales como único discurso de los fundamentos. Allá el mundo de las mercancías se mantuvo como un compartimento estanco.

»En Grecia, por razones geográficas y por ser pueblos más atrasados sociológicamente, no se habían fortalecido todavía las monarquías ni las castas sacerdotales, cuando recibieron una avalancha de desarrollos tecnológicos de los fenicios. Entre ellos el alfabeto. Y sobre todo en Jonia, donde lo que había era colonias de reciente fundación, en las cuales no había grandes familias aristocráticas asentadas desde hacía siglos, y donde hubo un floreciente mercado de esclavos, pudo ascender una clase social cuya principal participación en el proceso económico eran las relaciones mercantiles. Por eso fue allí donde Tales de Mileto y los primeros filósofos intentaron construir discursos racional-abstractos sobre los fundamentos de la existencia, que tendencialmente buscaban sustituir a las religiones tradicionales.

»Como explicaba más arriba, el mercado significó un paso en el camino del ser humano hacia sociedades en las que él mismo produce las condiciones de la producción. Dentro de la unidad económica que es la tribu, e incluso dentro de una monarquía asiática como Egipto, que puede ser considerada una unidad productiva, las relaciones naturales gentilicias (o su prolongación en el gran estado sacerdotal-faraónico) y los elementos naturales (recursos, población), son las que determinan la vida de toda la comunidad. La relación mercantil, primero entre unidades económicas gentilicias, es una relación sin un fundamento natural inmediato, las cuales generan también una estructura simbólica fetichista, pero la cual, sin embargo, no tiene que ser construida desde un único centro. El valor de cambio se construye entre unidades económicas relativamente aisladas entre sí, las cuales tienen entre sí un rango de libertad mayor que aquel que existe entre los miembros de una misma tribu. Tienen un carácter abstracto-matemático, por lo que en realidad no son importantes las condiciones naturales de las diferentes unidades económicas. Se abre el camino para que un individuo pueda ser considerado una unidad económica.

»Recalco el carácter policéntrico y abierto del mercado, como espacio de sociabilidad en el que se generan relaciones sociales. Es por eso que el mercado permitió el surgimiento de sociedades en las que el papel del individuo ganó una gran importancia y libertad para participar en la construcción colectiva, mayores que las que tenía en las sociedades de las monarquías asiáticas, donde la producción simbólica se hacía desde un único centro. Eso ocurrió cuando el auge de las relaciones mercantiles minó las bases de la sociedad gentilicia, y permitió una sociedad en la que los individuos mismos podían considerarse unidades económicas relativamente aisladas.

»En un primer momento el mercado era entre tribus relativamente aisladas. Con el ascenso de la dominación patriarcal y el auge mercantil, se pudo identificar a los padres de familia con la unidad económica como tal. Pero con la llegada del trabajo esclavo a los principales renglones económicos, ese proceso se completó y se pudo concentrar en un individuo toda la capacidad operativa y la importancia de una unidad económica. El desarrollo de las relaciones mercantiles dentro de las sociedades gentilicias terminó minándolas y convirtiéndolas en sociedades de individuos dueños de esclavos o comerciantes, pero sociedad de individuos esencialmente. Y así como el mercado tenía una estructura policéntrica, donde el aislamiento de las unidades productivas redundaba en una relativa autonomía, que podía interpretarse como igualdad de condiciones, las leyes de la polis tendieron a construirse sobre preceptos racionales y a la vez se fortalecieron las viejas estructuras deliberativas derivadas de la sociedad más primitiva. La sociedad tendió hacia la democracia, un espacio en el que la voz de los individuos debía tenerse en cuenta a la hora de gobernar.

»Quiero resaltar este cambio. Se pasó de sociedades que iban en la dirección de invisibilizar la diversidad epistemológica bajo el manto de construcciones simbólicas que partían de una casta sacerdotal que ejercía la violencia simbólica sobre la comunidad, a sociedades que permitieron el desarrollo de un nuevo modelo de individuo, sobre el cual se ejercía menos violencia simbólica directa, porque su participación desde la diversidad redundaba en un sistema, el mercado, que recodificaba esa diversidad en una fetichización abstracta, la cual garantizaba con igual eficiencia la reproducción de la dominación. La esclavitud permitió disminuir la violencia simbólica sobre los individuos libres, pues había un mayor peso del elemento coercitivo hacia los esclavos. Y quiero dejar algo claro, estas sociedades lo que hicieron fue propiciar que adquiriera manifestación y centralidad la diversidad epistemológica pre-existente, y las tradiciones deliberativas de las instituciones, también pre-existentes.

»Ahora regreso a la construcción de la verdad sobre bases racionales. Fue en las sociedades mercantiles (Jonia) donde se intentó hacerlo. Ello significó casi el descubrimiento o la autoconciencia de las categorías racional-discursivas y en general una dignificación del lenguaje. Y ello significaba también una democratización del acceso a la verdad, algo muy coherente con el tipo de sociedad que estaba surgiendo, porque en principio cualquier hombre dotado de razón podía acceder a la verdad y enseñar la verdad. Muy diferente a la verdad de las religiones señoriales.

»Pero la filosofía volvió a reproducir hacia el interior la tensión entre la idea de un discurso único y totalizador de la verdad, y la idea de la imposibilidad de ese discurso único y totalizador. No voy a hacer aquí toda la historia de la filosofía, pero basta decir que Parménides y los sofistas representan las dos antípodas en este dilema. Parménides representa la continuidad del proyecto de construir un discurso unitario para el fundamento de la realidad. Él tiene una gran importancia, pues saca a la luz la fetichización al remarcar la trampa de la abstracción más allá de la diversidad. Por eso lanza toda la diversidad al rango de doxa. Pero los sofistas también tienen algo que decir, pues son los que más cerca están de las renacidas instituciones deliberativas, y son los defensores de la diversidad epistemológica frente al pasado monárquico del monopolio simbólico.

»Parménides y los sofistas tienen ambos una parte de la verdad y son las dos posiciones extremas que han predominado en la historia con respecto a este asunto. Parménides rescata el papel de la abstracción como acceso a la verdad y eso es un paso en la dignificación del hombre, pues lo salva de recaer en buscar el fundamento en las engañosas construcciones religiosas. Pero eleva al lenguaje despojándolo de su necesario componente dialógico, mostrando una verdadera enajenación desde la diversidad, pero desgraciadamente tomando una estructura de la realidad por el esquema de la realidad misma. Como la diversidad epistemológica redunda en abstracción, toma partido directamente por la abstracción. Lleva directo a una sociedad con una sola verdad, que ejerce violencia simbólica sobre la diversidad epistemológica de los individuos.

»La posición de los sofistas también es extrema. Ellos defienden la diversidad epistemológica, frente a los intentos de erigir cualquier verdad central que aplaste la participación igualitaria de los individuos en la construcción de la verdad aceptada socialmente. Pero de paso niegan la posibilidad de alcanzar la verdad a partir del lenguaje, y sin querer recaen en quitarle al lenguaje la dignidad que había ganado. En ese extremo de relativismo, abren el paso a que regresen las religiones y restablezcan sociedades basadas en la violencia simbólica. (En el futuro, este peligro se materializa en los irracionalistas y los fascistas).

»Una posición correcta se vislumbra por primera vez en el diálogo Parménides de Platón, donde el filósofo rescata la tradición del arte de la dialéctica, que era algo diferente a la mera erística de algunos sofistas. Platón muestra en el diálogo como el lenguaje, cuando es utilizado para conquistar la verdad y abrazarla en un discurso totalizador, se encuentra con contradicciones y se ve obligado a caer en negaciones inmanentes. Lo que sale a relucir es la naturaleza dialógica del lenguaje, imbricada en la estructura misma del lenguaje. La explicación, vistas las cosas desde la distancia, está en que el lenguaje ha sido a lo largo de milenios expresión de la diversidad y riqueza epistemológica de los seres humanos. Como Adorno reconoció, el lenguaje no está hecho para abrazar toda la verdad y decirla, sino para existir en un diálogo eterno que es la única forma de acercarse a la verdad. Y ese diálogo es necesariamente desde la inmanencia de la negatividad. Ni Parménides ni los sofistas.

»Una de las cosas más interesantes de las democracias griegas es como la evolución hacia una sociedad en la que se propiciaba la entronización de un modelo de individuo que era sujeto del mercado y sujeto de la política en los mismos estándares de libre concurrencia, se vieron sacudidas al mismo tiempo por la irrupción de las clases inferiores no propietarias. Se sentaron a la Asamblea y hablaron aunque no tuvieran propiedades ni esclavos. Y es de hecho esto último a lo que se le llama en sí democracia, porque lo otro es mero republicanismo oligárquico.

»Han existido sistemas despóticos con un contenido de clase popular muy marcado. Han salido de rebeliones, y han llevado a la centralidad construcciones simbólicas antes invisibilizadas por las ideologías de las clases dominantes. Pero una vez establecidos, han chocado con el mismo problema de cómo construir una sociedad verdaderamente emancipada. Al no abrir un espacio para la centralidad de la diversidad epistemológica, han bloqueado el acceso de los individuos en cuanto individuos a la función de construir la verdad aceptada, y el resultado ha sido recaer en la dominación, pues la nueva ideología se fetichiza y se convierte en la ideología para que los que ejercen funciones de dirección de la economía erijan un poder monárquico.

»El capitalismo, por ser un modo de producción montado sobre la instrumentalización de los mercados, ha permitido en la modernidad sociedades sin una violencia simbólica directa típica de los sistemas monárquicos. Porque el mercado por más que se oligarquice en forma de trusts, sigue siendo un sistema policéntrico y abierto. El capitalismo ejerce la dominación desde la reabsorción de la diversidad epistemológica en una abstracción fetichizante. Pero permite una expresión aunque sea vaciada de contenido de la diversidad epistemológica.

»Mi punto es el siguiente: han sido las sociedades mercantiles, con sistemas de gobierno republicanos, las que han permitido uno de los aspectos (aunque sé que no el único) imprescindibles de la emancipación, que es la centralidad de la diversidad epistemológica, la formación de un individuo que se manifiesta desde la posibilidad de la libertad. Sin embargo, esa diversidad es anterior y más profunda que esa estructura que ha propiciado su despegue. Por lo tanto, creo que se puede superar el capitalismo sin que por ello esa diversidad deba considerarse como algo que debe desaparecer junto con el capitalismo. Y sí, creo que la negación, o dicho de otro modo la oposición es parte inseparable de esa diversidad epistemológica. Porque la libertad humana se ha manifestado en la forma de sucesivas negaciones es que el lenguaje ha adquirido una estructura dialéctica.»

[Junto a Leyner, un sujeto de barba y espejuelos le susurra algo. Leyner asiente:]

7/3 15:43 — Leyner: Con respecto al artículo de Yassel les comparto algunos criterios de Ernesto respecto al macuto en cuestión:

«Creo que una respuesta sería replantear en una clave no helénica, no eurocéntrica, el problema y observar otras estructuras democráticas que nacen en sociedades con intercambio mercantil rudimentario.

»Esta homologación del mercado como democratizador es cierta en ciertos sentidos aunque problemática. Merece ser diseccionada.

»Otro detalle es el fetiche deliberativo, se enamora de la discusión pero no observa nunca lo queno se discute.

»También me genera dudas esa forma de desestimar la violencia simbólica en las sociedades ‹democráticas›;

»o la imposición colonial de determinadas formas de democracia;

»o la desestimación de un impulso subalterno contestatario más que el efecto nivelador del mercado como el determinante de la democratización;

»o qué significa una democracia con esclavos y cómo juega con la consideración sobre quién es ciudadano, que ha sido y es todavía una instancia de exclusión más quede inclusión.

»Bárbaro, esclavo, mujer son las figuras que acechan como fantasmas a la democracia griega. Yassel no ha pensado en su relato en los Otros de la democracia, la necesidad de esa delimitación, de esa exclusión.»

7/3 15:43 — Leyner: A tono con esto, solo agrego dos puntos:

1. La posibilidad de un pensamiento filosófico en Jonia se debe al específico orden agroesclavista: escasa gran propiedad de la tierra (oligarquía pobre), multitud de propietarios de esclavos y tierras que viven en las polis disociados de la producción. La fractura trabajo/pensamiento permite al ciudadano propietario dedicarse a la política y denigrar el trabajo. La mujer en la oikonomía y el esclavo en las fincas sustentan la disociación fértilmente solipsista del hombre-ciudadano ateniense. El mercado es en este orden un mero complemento sin importancia determinativa.

2. Cierto, el mercado democratiza por homogeneización, pero la contraparte de esta equiparación es la más férrea dictadura que sostiene sus reglas de funcionamiento en tanto el mercado siempre se instaura sobre la mano invisible del soberano. Y su democratización es excluyente, los sin nada carecen hasta de voz. Además, ¿es justo que el decir de Parménides sea igual al decir de cualquier ciudadano?, esa homogeneización del mercado del discurso político que llamamos democracia es una homogeneidad solo formal, fetichista, que oculta muy concretas jerarquías, y la relación fundamental, que según Marx, hay siempre que buscar en el ámbito productivo, y no en el de la circulación, al que compete el mercado.

[Yassel sonríe. Termina su cerveza y vuelve a la carga:]

13/3/2020 23:50 — Yassel: Lo primero que te quiero responder, Leyner, es lo que dices sobre que el mercado fue en el orden social jonio un mero complemento no determinante.

No concuerdo con tu afirmación. Cuando se producen mercancías, ese es un fenómeno que no afecta solo a la circulación, sino también a la producción, pues toda la producción está dirigida a producir mercancías. Marx explica también cómo producción, distribución, cambio y consumo son solo aspectos de un mismo proceso.

El impacto de la aparición y generalización de la forma mercancía sobre las formas de pensamiento generados por las superestructuras ha sido una temática tratada con amplitud en la literatura marxista. Lukacs habla de ello en Historia y conciencia de clase, donde relaciona directamente la forma mercancía con los modelos de racionalidad de la filosofía, y conecta el carácter de la filosofía antigua con el carácter solo parcialmente mercantil de la sociedad antigua. Tran Duc Tao también explica eso con mucha sutileza. Creo recordar que en los acercamientos desde la historiografía marxista se recurre mucho a esa argumentación. También se puede encontrar referencias a la importancia de las relaciones mercantiles en la bibliografía no marxista seria, estoy pensando en Paideia, donde se explica con profundidad el paso del concepto de justicia como Tetis a Diké, y el impacto que eso tuvo en el surgimiento de la filosofía.

Un simple detalle a tener en cuenta: el modo de producción esclavista en su forma más desarrollada es casi impensable sin un amplio desarrollo de las relaciones mercantiles, pues necesita de la existencia de un gran mercado de esclavos.

La relación directa entre las relaciones mercantiles y el surgimiento de la filosofía era algo que Acanda reiteraba mucho en sus clases.

13/3/2020 23:51 — Yassel: Mi primera respuesta no negaba la existencia de formas de democracia en sociedades no occidentales e incluso poco mercantiles. De hecho lo que intentaba decir es que la diversidad epistemológica y la deliberación existen en muchas sociedades anteriores, y que no tienen por qué ser enlazadas con el capitalismo y eliminadas con él.

13/3/2020 23:51 — Yassel: Al final, todas estas cuestiones nos llevan de nuevo a un problema fundamental: la división social del trabajo: sobre todo, la separación del trabajo intelectual con respecto al resto.

Hay que tener algo claro, la tendencia de las sociedades que se iban complejizando llevaban en una dirección monárquica, con monopolio de la producción simbólica. La irrupción del mercado y las sociedades mercantiles, permitió ponerle un pequeño freno a eso.

Es cierto que la libertad e igualdad que proporciona el mercado es muy precaria y falsa, ya que en su dialéctica interna el mercado anula las particularidades e implanta su «mano invisible», pero en esa dialéctica, el primer momento es la participación libre del sujeto, solo en un segundo momento es neutralizada esa independencia. Como sea, al ser un sistema que se regulaba a sí mismo hasta cierto punto, requería mucho menos intervención directa de los dueños de la producción simbólica. El mercado como relación social permite mucha más participación del individuo en la producción simbólica que la monarquía.

Por supuesto, esto llevó a la aparición de una esfera idealmente aislada de la producción, el espacio de la política de la deliberación. La estructura de la producción seguía demandando la existencia de los muchos sin nada trabajando en las haciendas. Pero esto es necesario, porque el problema más importante no se había resuelto: la división social del trabajo y el carácter autoritario de los esquemas de trabajo.

No se había alcanzado la utopía, por supuesto.

En la historia de las civilizaciones, sobre todo en las de matriz occidental, se observan dos procesos que han impulsado la emancipación humana. Uno de ellos es el desarrollo mercantil y el desarrollo de las clases burguesas o protoburguesas. El otro es la irrupción de las clases populares explotadas, en la forma de lucha de clases. Sin embargo, ninguna de los dos ha llevado a una sociedad completamente emancipada, por el contrario, la historia de los impulsos liberadores es la historia de la transdominación, o sea, la reconfiguración de las relaciones de dominación a partir de los resultados de procesos anteriores.

El desarrollo de las clases vinculadas a la producción mercantil, ha llevado a las estructuras políticas republicanas, que son la que más justicia han hecho a la diversidad epistemológica de los seres humanos, y que han limitado la monopolización de la producción simbólica. La lucha de las clases populares ha permitido defender el derecho a la vida de los desposeídos, ha destruido formas de explotación brutal, aunque más tarde se hayan configurado nuevas y diferentes relaciones de dominación.

Lo interesante del fenómeno griego es que muestra la posibilidad de que ambos procesos se den al mismo tiempo: cuando el demos se apropia de las instituciones republicanas e instaura una hegemonía popular, sin renunciar al contenido republicano de las instituciones. Eso es muy importante, porque la tendencia más común es que los movimientos populares, dada su necesidad de crear un poder fuerte y unido contra los opresores, y al bajo nivel de apropiación de los de abajo con respecto a las instituciones surgidas en la civilización anterior, terminen creando poderes monárquicos. Así vemos que la mayoría de los movimientos populares en el medioevo se nucleaban alrededor de fuertes líderes y tenían muchas veces un carácter religioso, con un fuerte contenido fundamentalista. En Atenas, el demos se apropió de la república y a eso se le llamó democracia.

Algo parecido ocurrió en el siglo XIX con respecto a los sistemas parlamentarios. El socialismo, aunque no llegó a crear ninguna hegemonía popular, mostró que la lucha de clases también podía influir sobre las instituciones republicanas para conseguir importantes logros, y a eso fue a lo que se le llamó democracia en la modernidad, en un principio.

La hegemonía popular que se logró en Atenas es cierto que estaba lastrada por lo que ustedes plantean: mujeres, esclavos y extranjeros. Y en la modernidad el liberalismo expresa la determinación de la burguesía de impedir que se democraticen de manera irreversible las instituciones republicanas.

Ahora bien, lo que quiero decir es que ambos impulsos son importantes para la emancipación humana: la lucha de las clases populares y la republicanización de las instituciones. En la sociedad capitalista contemporánea, es en extremo difícil que las instituciones liberales permitan la construcción de una hegemonía popular, por eso es necesaria la revolución impulsada por la lucha de clases. Pero es un error construir una sociedad monárquica de nuevo, con contenidos populares. Habrá que encontrar la manera de construir una nueva república, sobre bases nuevas.

¿Y por qué buscar la emancipación en el área de la deliberación política, me preguntarán? ¿Por qué mejor no abolir como tal el espacio político como espacio separado? Es que eso ha sido una trampa en la que han caído los socialismos reales. Porque, a ver, lo ideal es que la diversidad epistemológica no se exprese en el área de la circulación, sino directamente en la producción. Pero, ahí es donde se choca con la barrera infranqueable, que es la división social del trabajo.

Los esquemas de trabajo, que están relacionados con el nivel tecnológico y los modelos de racionalidad implícitos en ellos, que constituyen la base de nuestra sociedad, implican el autoritarismo y la división entre el pensar y el hacer. La estructura de la dirección económica nos impulsa hacia la monarquía, y lo más que podemos hacer para contrarrestar esa tendencia inmanente es la republicanización de la política como espacio separado.

El socialismo real, en su pretensión de abolir el espacio político, en realidad ha mantenido los monopolios de la producción simbólica, la separación del trabajo intelectual, y la ha reforzado con respecto a las sociedades capitalistas. Es decir, ha sido monárquico. Porque no ha podido renunciar a las maneras de organizar la producción en las sociedades capitalistas, porque comparte la misma matriz tecnológica.

Por eso creo que en nuestras condiciones a lo más que podemos aspirar es a la hegemonía popular, y a una república democrática, en lo que se crean las condiciones tecnológicas para avanzar en la transformación del modo de producción.

14/3/2020 1:12 — Yassel: Por cierto, en Roma también tuvo un papel. Los principales marxistas que han estudiado el derecho romano, han destacado la importancia del desarrollo del derecho mercantil para entender el conjunto de la sociedad romana.

14/3/2020 1:13 — Yassel: Aunque Roma nunca fue una democracia. Se quedó en república oligárquica, aun cuando la plebe se ganó un espacio de representación.

[Se miran fijo.]

17/3/2020 0:15: — Leyner: Voy en orden inverso al de tu exposición, aunque el punto más importante es el cuarto y último. Primero algunas precisiones

[Se ajusta unas gafas inexistentes]

1. Socialismo y política

El socialismo lejos de abolir el espacio político lo expande en dimensiones exageradas, hasta el punto en que todo es político. Al contrario del capitalismo, donde lo cuantitativo es lo más importante, en el orden híperpolitizado del socialismo es lo cualitativo lo fundamental. Y es el discurso, aquella característica política definitoria del ser humano para Aristóteles, el dispositivo por medio del que se realiza la política diaria en el socialismo. Lejos de un monopolio reducido y distanciado (monárquico) de producción simbólica, lo que hay en el socialismo es una socialización brutal de la producción simbólica pero en un formato hegemónico consolidado a través del tiempo, quizás esto explica en parte la pluralidad revolucionaria de los sesenta frente al orden monolítico de los setenta: se necesitó más de una década para conformar el discurso hegemónico unitario del Estado revolucionario.

2. Lucha de clases

Has dividido de una forma rara los medios de avance de la humanidad en lucha de clases y republicanización de las instituciones o relaciones mercantiles impulsadas por las clases burguesas. Pero lo segundo en sus dos variantes no es algo que suceda de forma aislada, al margen de la lucha de clases, sino en virtud de ella. Es decir, en todo punto la lucha de clases desempeña el rol fundamental como potencia del desarrollo. A tono con la primacía perenne de la lucha de clases, no es «difícil», sino imposible, que la hegemonía liberal permita la construcción de una hegemonía popular, porque eso no se logra en estado de meseta sino en estado de revuelo, en situación revolucionaria, constituyéndose la masa, esa categoría superior a la de multitud, en cuanto sujeto revolucionario, bruja enloquecida. Ni esquemas de trabajo, ni nivel tecnológico, ni división social del trabajo son justificaciones fundamentales para el ejercicio del dominio, tenga el signo que tenga: esto se explica en primer término también por medio de la lucha de clases. El problema del impulso liberador y de la conscripción disciplinante es un asunto mayúsculo que podemos abordar en un próximo debate.

3. Liberalismo y monopolio de producción simbólica

Sobre el orden liberal algo hemos dicho, pero insisto. Hay temor en la monopolización de la producción simbólica, pero ¿dónde queda el vacío de producción multicultural, plural y de multitud del mercado?, ¿acaso no es el discurso de la diversidad el componente fundamental de la hegemonía neoliberal?, ¿acaso la diferencia misma no es lo que se vende con mayor lucro, en especial en estos tiempos de capitalismo tardío y posmodernidad? El axioma capitalista es «prohibido prohibir», con lo cual se incurre en un precepto autoritario: es el soberano quien sostiene la mayor pluralidad, solo en el marco de la más férrea dictadura se puede erigir la ilusión de la pluralidad democrática. ¿Acaso la pluralidad-multitud que gestiona el mercado como dispositivo normalizador fundamental de la hegemonía liberal no constituye, por el cierre de alternativas que supone, una burda forma de monopolización de la producción simbólica, de dictadura «fascista» de clase? No olvides que el discurso político liberal es más dogmático mil veces que el nuestro: entre democracia y derechos humanos le explotan la cabeza a medio mundo.

4. «Democracia»

[Y acá pone un lado el trago y abre el libro de John Brown , La dominación liberal y señala algunas cosas pertinentes]

Hay una narración liberal que para justificar su valencia interpreta la democracia griega como efecto del desarrollo mercantil. Esto es en todo punto falso. El mercado no es lo que sostiene: a) ni la economía griega, que era en lo fundamental agraria, con la anomalía de ciudades de terratenientes medianos en su mayor parte, al inicio, desde donde se extrae plusvalor del campo; b) ni a la «democracia» griega, que se basa materialmente en la disociación de trabajo manual e intelectual en los cuerpos de los propietarios frente a los cuerpos de los esclavos, metecos y mujeres: así el ciudadano que no trabaja es el modelo de hombre griego: y esta fue la tumba misma de Atenas en tanto toda capacidad de innovación fue desechada por esta condición económico-intelectual. Y en este punto me permitiré citar a Marx cuando al inicio de El Capital afirma:

«Pero que bajo la forma de los valores mercantiles todos los trabajos se expresan como trabajo humano igual, y por tanto como equivalentes, era un resultado que no podía alcanzar Aristóteles partiendo de la forma misma del valor, porque la sociedad griega se fundaba en el trabajo esclavo y por consiguiente su base natural era la desigualdad de los hombres y de sus fuerzas de trabajo. El secreto de la expresión de valor, la igualdad y la validez igual de todos los trabajos por ser trabajo humano en general, y en la medida en que lo son, sólo podía ser descifrado cuando el concepto de la igualdad humana poseyera ya la firmeza de un prejuicio popular. Pero esto solo es posible en una sociedad donde la forma de mercancía es la forma general que adopta el producto del trabajo, y donde, por consiguiente, la relación entre unos y otros hombres como poseedores de mercancías se ha convertido, asimismo, en la relación social dominante. El genio de Aristóteles brilla precisamente por descubrir en la expresión del valor de las mercancías una relación de igualdad.»

El republicanismo no es nada deleznable, es la forma-democracia la que me causa pavor. Me explico. Lo que conocemos como democracia ateniense debe denominarse, en rigor, isonomía. El demos, en realidad, es la parte más pobre de la ciudad jonia, la parte de ninguna parte, en términos de Rancière. Isonomía se refiere a la igualdad ante la ley de los ciudadanos, una igualdad, como dice Brown, geométrica, fundada en derechos objetivos, en el nomos o Norma, diferente de la igualdad aritmética, fundada en los derechos subjetivos del orden liberal. Isonomía implica proporción de derechos a estamentos y grupos que componen el pueblo (laos), a una pluralidad de gentes, no igualdad abstracta entre individuos abstractamente iguales, tal como la ha señalado Marx. «Lo que permanece igual es la ley, no los derechos», dice Brown respecto a Atenas. No hay poder legislativo normalizador, la ley la hacen los ciudadanos, la ley es coyuntura. No hay soberano en Jonia: donde no hay igualdad aritmética (abstracta) entre ciudadanos no cabe delegación de poderes. Así, como dice Rancière:

«El escándalo de la democracia y del sorteo que constituye su esencia es que revela que este derecho no es sino la ausencia de derecho, que el gobierno de las sociedades solo puede reposar en último término sobre su propia contingencia»

Y esta isonomía tiene sentido solo en el marco del curioso ensamblaje de estamentos y grupos sociales con capacidad ciudadana en Atenas que permitía que el ciudadano más pobre no distara tanto del más rico. Factores como: baratez de la mercancía esclavo, mayoría de propiedad agraria pequeña y mediana, protecciones al pequeño propietario de tierras, privilegios compensatorios por medio de la colonización extrajónica a los estamentos más bajos de hoplitas y thetes además de exacción de impuestos, existencia efectiva de un imperio ateniense y de colonias… elementos que dotaron de una notable cohesión a la ciudadanía griega, y que la erigió como dominante no solo de metecos, mujeres y esclavos, sino de la Liga de Delfos y de las colonias.

Claro que la relación mercantil es fundamental, pero la primacía de la producción es básica, solo cuando el capital penetra en el ámbito productivo es que puede recrear la sociedad a su modo, re-producirla, mientras se mantiene en el ámbito circulatorio es mero complemento. El orden esclavista griego no llega a su lugar por la importancia del mercado de esclavos sino por el modo de producción esclavista y la formación social específica. Está el contraejemplo de los fenicios, con un desarrollo notable y previo del mercado que no llegaron a desarrollar el orden político tipo griego. De hecho, muchas poblaciones mediterráneas o levantinas desarrollaron notablemente el comercio, y eso no implicó el nivel político jonio.

En la agonía etílica del debate

21/3 11:59 — Leyner: Yassel, esta última reflexión, al menos por el momento, me parecía necesaria:

21/3 11:59 — Leyner: ¿La república plebeya contra la dictadura de masa?

Primero advertir un intento por despojar al término de su significado habitual: si la república suele ser de clase, judicial y dominante, acá se propone que sea de la plebe. Si la dictadura lleva estos principios al extremo y se manifiesta como la república en crisis, la salvación de la república, el apelativo a una sujeción a la masa la dota de un carácter más «democrático».

Esto lleva a dos pensamientos: el problema del sujeto, el problema de la representación. Si la dictadura de masas en el sentido de dictatum, de ordenamiento verbal, encarna algo es la negación de la representación, una supuesta relación directa entre la voz de la masa y la ejecución de la orden, que solo puede pensarse en términos concretos como una dictadura en efecto de masa: esto es, nunca un gobierno representativo de la masa, sino el gobierno de la masa misma sobre su propio cuerpo. El estatuto de masa, en tanto fuerza colectiva autoagenciada, fuerza que dimana siempre de la forma plebe, constitución política de la plebe en tanto sujeto unitario que no sofoca a sus sujetos constituyentes pero los desborda, no en su unidad, sino en su particularidad universal autoagenciada. La plebe al contrario como multitud, como galaxia de sujetos, como diversidad subalterna, subyugada, dominada. ¿No es la masa, acaso, la separación de los subalternos de su condición política de dominados, el intento por dominarse a sí mismos, por autodeterminarse?

Creo en ese sentido no en la primacía de la masa sobre la plebe sino en su constitución siempre coyuntural, su encuadre para el momento de crisis, para el momento de cambio. Quizás el orden de lo común demanda per se no el totalitarismo de la multitud, como se puede inferir de Negri y Hardt, sino la constitución perpetuamente constituyente de la masa, en tanto solo la plebe encuadrada en la forma masa genera el contenido autodeterminante: lo común sea administrado por lo común.

¿No reclama la forma plebe siempre la forma dictadura o república? ¿Y es desligable la república de la democracia? Entonces, ¿necesita la masa la forma dictadura si ella misma se gobierna? Hay aquí un sentido del gobierno lingüístico: el fatuum de la dictadura, la voz de mando incuestionable y de estricta y universal aplicabilidad, la voz de mando que dimana del cuerpo masa. No puede haber la voz en la plebe, en la plebe encontraremos voces: voces que conocen su mejor orden en la república, en la democracia. La pulsión comunista precisa de modo forzoso una voz particularmente universal — ese particular hegeliano que encarna el universal — . La dictadura no como tiranía sino como terror, como exceso del poder, mientras perviva la lucha de clases. Porque solo el terror funciona ante el terror enemigo. Y una vez dispensadas las armas y delegadas al olvido inmuseable del cosmos, ya no el terror sino la voz de paz, dado que allí mismo terminaría la política. Entonces la voz que no pregunte ya el sentido de la vida sino el de la muerte. Entonces ya no la república, sino la dictadura, ya no la plebe sino la masa, ya no la guerra sino la paz. Dictadura de masa pues como necesidad, como deseo, como utopía.

26/3 19:00 — Yassel: ¿Dictadura de masas o república plebeya? Esa es una pregunta que abre paso a muchas preguntas.

Podríamos empezar por preguntarnos en qué momentos hemos vivido como sociedad como un sujeto colectivo, y qué experiencias se pueden sacar de allí. Sin duda existió un sujeto colectivo en los principios de la revolución cubana. ¿Pero no será el caso que sobrevaloramos nuestra capacidad como seres humanos de construir la unidad desde la participación, sin pisotearnos unos a otros? ¿Nuestra capacidad para conocernos a nosotros mismos y superar las barreras que la finitud levanta entre nosotros?

¿No sacamos conclusiones demasiado rápido de nuestra capacidad para unirnos contra el enemigo en Girón, en el Escambray? ¿Por qué no fuimos capaces de seguir siendo sujeto colectivo cuando se trató de organizar toda la economía nacional?

No es casualidad que hayamos sido más capaces de actuar como unidad real cuando se trató de actuar como martillo, pero no así cuando hubo que actuar como computadora, como microscopio, como herramienta de precisión.

¿No cabe la posibilidad de que, sobreestimando esa capacidad, nos hayamos precipitado a crear instituciones centralizadas, óptimas para una campaña militar?

La universalidad concreta de la que habla Hegel surge del movimiento de la historia. Pero la universidad de la Idea Absoluta hegeliana es también la apoteosis del fetichismo idealista. Representa a la historia abstracta por encima de los seres humanos de carne y hueso. Surge la pregunta, ¿hasta qué punto hemos vivido una continuidad del sujeto colectivo, la unidad con participación, y no nos hemos quedado adorando a un becerro de oro, que lleva pintado en el lomo la palabra «participación»?

Hace tiempo que las posibilidades de un sujeto colectivo en Cuba están atadas por los límites de un sistema político establecido, con rasgos de dictadura de la vanguardia. Entonces, las falsas universalidades han resultado ser un peligro inmenso para el desarrollo de la verdadera participación.

¿No es preferible en estas circunstancias la república, como un orden político que de espacio para poner en su justo lugar al individuo? ¿No es necesario redimensionar el individuo, para favorecer un largo proceso de aprendizaje popular y colectivo, para crear las condiciones de una verdadera participación?

La república plebeya, como yo la concibo, es otra forma de ejercer la soberanía popular, dando un mayor peso a la individualidad y la representación. Puede parecer más arriesgada. Pero en un sentido profundo creo que es más realista vistas las condiciones del mundo en que vivimos que el paradigma de la dictadura de masas.

[Esta vez brindan y suben la música otra vez hasta el cierre del bar, hasta la próxima.]


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