Relaciones étnico/raciales en Cuba: razones para una (in)constancia educativa

Por: Maikel Pons Giralt

«Open» de un cubano negro y constitucional

Durante años pasó desapercibido para mi llamar a alguien con el eufemismo «de color» para no decirle «negro» por creerlo ofensivo. Que me reconocieran como un «mulatico de salir» para distinguir mi «adelantamiento racial» podía tomarlo como un elogio. Sonreír con desenfado ante el choteo de: «¿quién tiró la tiza?» o aquello de « ¡si no la hace a la entrada la hace a la salida!» parecía cosa normal. Las historias cotidianas relacionadas con el origen étnico, la raza y el racismo se repiten, con sus propias lógicas, en barrios cubanos del centro de una ciudad, o en aquellos mal llamados «marginales» ¿Por qué la persistencia de estos estereotipos y prejuicios étnico/raciales en las relaciones sociales cubanas? ¿Cuál es el papel que debe asumir la educación cubana en esta problemática social que impacta en las personas de forma sutil o directa?

No son pocas las evidencias –me reconozco como parte de ellas- de cuan inclusiva puede ser la sociedad cubana, donde el acceso por derecho a bienes como la educación, permite a no pocos negros y mestizos alcanzar una movilidad social significativa. Como en otros temas sociales el imaginario durante más de tres generaciones percibe que el derecho a ocupar un espacio social, en un ambiente fraterno y de armonía genera proporcionalmente una relación equitativa y simétrica entre los diversos sujetos que cohabitan el espacio. Que veamos a blancos/as, negros/as, mestizos/as compartiendo lugares, algunos lo interpretan como la «obra acabada» de la Revolución.

En esta perspectiva ha sido una constante en el proceso educativo cubano la preocupación por indicadores de rendimiento académico, disciplina, así como valores compartidos de responsabilidad, justicia social, antimperialismo, solidaridad. En ese empeño loable las prácticas educativas han avanzado, además, hacia una marcada tendencia homogeneizante que al propio tiempo que intenta incluir a todos/as, puede tornarse excluyente e inconstante con la atención a lo «diferente». Considero que el tratamiento a las relaciones étnico/raciales constituye una de esas inconstancias que persisten en nuestro sistema educativo.

La creencia de que el proceso revolucionario había eliminado de raíz el racismo, limita aun la acción social y educativa más integral y articulada para (des) educar los patrones, estereotipos y prejuicios racistas internalizados en el imaginario social cubano, como cepos psicológicos. Las historias y las prácticas del barrio, de la comunidad, de las familias, mediadas por patrones mundiales de diferenciación económico, ético y estético que desvalorizan lo africano/negro se traspolan al ámbito educativo con una facilidad cada vez mayor. Por eso la invitación de estas preliminares líneas, a buscar respuestas e incitar al debate desde perspectivas (otras)…desde saberes que enriquezcan y sugieran soluciones para juntos (des) educarnos.

Necesarias nociones de raza, racismo(s) y descolonización

Coincido con Fernando Martínez Heredia en que «(…) Las razas son construcciones sociales que identifican o marcan a grupos humanos respecto a otros grupos en dependencia de relaciones que sostienen entre sí (…)».[[1]] En ese sentido el racismo engloba las ideologías racistas, las actitudes fundadas en los prejuicios, los comportamientos discriminatorios, las disposiciones estructurales y las prácticas institucionalizadas que provocan la desigualdad racial, así; como la idea falaz de que las relaciones discriminatorias entre grupos son moral y científicamente justificables.

La dramática persistencia ideológica y armazón compleja de este fenómeno social, el filósofo africano Achille Mbembe la resalta en su ensayo Crítica de la razón negra:

A decir verdad, la raza no existe como acontecimiento natural, físico, antropológico o genético. Sin embargo, tampoco se trata únicamente de una ficción útil, una construcción fantasmática o una proyección ideológica cuya función es la de desviar la atención de conflictos considerados más verdaderos — la lucha de clases o la lucha entre los sexos, por ejemplo — . En muchos casos, es una figura autónoma de lo real cuya fuerza y densidad obedecen a su carácter extremadamente móvil, inconstante y caprichoso.

Los estudios de modernidad/colonialidad profundizan respecto a las clasificaciones raciales y su influencia en la internalización de conductas colonizadas desde el poder, el ser y el saber. Uno de sus principales exponentes el profesor Aníbal Quijano argumenta que « (…) Lo que comenzó con América fue mundialmente impuesto. La población de todo el mundo fue clasificada, ante todo, en identidades «raciales», y dividida entre los dominantes/superiores «europeos» y los dominados/inferiores «no-europeos». (…) De ese modo, se adjudicó a los dominadores/superiores europeos el atributo de «raza blanca», y a todos los dominados/inferiores «no-europeos», el atributo de «razas de color» (…)».

En el ensayo Los condenados de la tierra Frantz Fanon es pionero en interpretar el decurso mental y social que trasciende la liberación política de los pueblos colonizados. Para él ese proceso histórico no puede ser comprendido, ni puede resultar inteligible sino es desentrañado el movimiento historizante [Colonia] que le da forma y contenido. Por eso en criterio de Fanon la descolonización debe ser creación de hombres nuevos, [[2]] la «cosa colonizada» se humaniza en la medida que se libera.

Resulta interesante y motivador como el rastro fanoniano se deja ver de manera sistemática e insistente en la pedagogía de Paulo Freire. El educador brasileño interpreta el espacio de la política e integra el fanonismo al proceso educativo. La búsqueda de ese rastro la asume a través de la educación y entiende que el proceso de descolonización es la única vía posible para la liberación crítica. Para generar ese ambiente crítico se precisa de un diálogo de saberes que « (…) sólo es posible a través de la descolonización del conocimiento y de la descolonización de las instituciones productoras o administradoras del conocimiento

El racismo y la discriminación racial como herencia del coloniaje y sus secuelas tridentes de la colonialidad del poder, el ser y el saber, impactan y causan sufrimiento en la vida de millones de personas. En este sentido la Conferencia Mundial contra el racismo en Durban, y sus revisiones posteriores, resaltan la importancia cardinal de la educación para incidir en la solución de este flagelo y otras formas conexas de intolerancia.

Notas sobre relaciones étnico/raciales en Cuba [[3]]

Cuba fue de los primeros países hacia donde comenzó el tráfico de masas de esclavos africanos y uno de los últimos en el hemisferio occidental en decretar la abolición de la esclavitud. Esta compleja relación económica, cultural y social, la entiende Fernando Ortiz como un proceso de variados fenómenos, que se constituyen en una historia de intrincadísimas transculturaciones. La metáfora del «ajiaco» [[4]] con sus diversos ingredientes, es recurrente en el sabio cubano para describir los factores humanos de la cubanidad.

A ese espacio geográfico del «ajiaco» donde ya estaban los aborígenes, pobladores nativos de Cuba, se sumaron (voluntaria o forzadamente) españoles y africanos, de los más diversos grupos étnicos y nacionalidades, luego fueron europeos llegados de otras regiones, americanos, culíes chinos, etc. Contrasta que al propio tiempo que los descendientes de españoles y europeos «blancos» van asumiendo la identidad y la cultura «criolla», «mestiza» como representación de un sentimiento de pertenencia; los negros/africanos que son traídos a la fuerza en condición de esclavizados y sus descendientes libertos o esclavos tienen que sufrir procesos importantes de deculturación al decir del historiador Manuel Moreno Fraginals, y de forzamiento a la marginalidad social, el desprecio y el prejuicio como resalta el profesor Ismael Sarmiento.

La intelectualidad «criolla» que busca la cubanidad,[[5]] es una resultante de contradicciones sociales, económicas y políticas de la época, donde se estructuran y son estructurantes las visiones y prácticas racistas. No es objetivo esencial de este ensayo profundizar críticamente al respecto, pues por el espacio de este texto mis apreciaciones pueden parecer lecturas simplistas y festinadas. Solo apuntar que la ambigüedad en algunas posturas de ilustres reformistas y «padres» de la nacionalidad cubana, como Francisco de Arango y Parreño, José Antonio Saco y Gaspar Betancourt Cisneros va desde los discursos sobre la «necesidad» de una esclavitud forzosa e intensificada, al antiesclavismo con estrategias de blanqueamiento para enfrentar el «miedo al negro», y esos discursos se transversalizan en las dicotomías anexionismo vs. antianexionismo, reformismo vs. independentismo. Cualesquiera de estas tendencias ideológicas, culturales, políticas, educativas no conciben suficientemente al africano/negro como sujeto protagónico del sentimiento que circula, del pensamiento que sueña y diseña la futura nación ya sea anexada, reformada o independiente. La raza, la literatura y la nación moderna del «criollo» de Cuba en el siglo XVIII y XIX tienen limitaciones importantes para incluir a los «negros» de Cuba. Esto deriva en una internalización de imaginarios hegemónicos, donde la Cuba negra [[6]] es invisible e imposible y los silencios de la raza en la cubanidad se reproducen como lógicas cotidianas colonizadas y colonizantes.

Este paradigma se transforma radicalmente con el comienzo de las luchas independentistas en 1868 contra la Metrópoli española, donde los negros, chinos, pobres y otros sectores humildes y desplazados llevaron sobre sus espaldas el peso y los padecimientos de la contienda. Es en esta coyuntura donde se acrisola la nacionalidad cubana, no solo por la aspiración de descolonizarse, sino por metas que también apuntaban a la emancipación de los esclavos, ganando los negros/as un lugar nunca antes visto que les permite comenzar a considerarse, por primera vez, cubanos negros.

El liderazgo indiscutido de hombres negros como Antonio Maceo, Guillermón Moncada, Quintín Banderas, de mujeres negras como Mariana Grajales, pone en tensión la cultura racista y su imaginario inferiorizante. No obstante persistió una estructura social donde esos patrones sociales sobre el negro esclavo, eran asociados con la incivilización, la brutalidad, y la incapacidad genética para emanciparse. Lo cual determinó que existieran y trascendieran en el campo insurrecto posturas contradictorias en la comprensión de la importancia del tema étnico/racial. [[7]]

La intersección de raza, nación y revolución generó no pocas polémicas como demuestra la historiadora Ada Ferrer quien afirma que « (…) De todas las tensiones y contradicciones que caracterizaron y dieron forma al nacionalismo cubano, ninguna fue tan complicada e importante como la que se desarrolló en torno al tema de las razas (…)». No fue casual la prédica de José Martí invocando a la unidad de los cubanos de todas las razas, y que expone en textos como Mi raza. Sus críticas a lo que él llama las «razas de librería» alertan sobre como esas tensiones raciales eran capitalizadas por los adversarios del independentismo. Los estudios sobre la marginalidad social del negro dentro de las contiendas independentistas de 1868–1898 y sus posteriores efectos para la República, la nación y la nacionalidad cubana, todavía pueden considerarse insuficientes.

Según la investigadora Consuelo Naranjo Orovio, «(…) En el caso de Cuba, (…) la búsqueda en las raíces de una nueva identidad en la cultura, en las tradiciones, en la lengua y en la «raza» se combinó, al igual que en otros países, con ideologías construidas a partir de modelos políticos e históricos contemporáneos, en un intento de presentarse como un Estado y una nación moderna (…)». No es de asombrar que instituciones científicas como la Sociedad Antropológica de Cuba, donde eran miembros eminentes independentistas como Fermín Valdés Domínguez y Enrique José Varona, tenga el afán por establecer categorías y jerarquías en la escala evolutiva y por probar científicamente que unos pueblos eran inferiores a otros, y donde la higiene social y la eugenesia son la alternativa para encontrar una «raza perfecta». Un estudio antropométrico, que hoy puede parecer absurdo, fue organizado por esta Sociedad en 1899 con el ánimo de conocer el porqué de las capacidades de Antonio Maceo siendo «negro». Estudio que concluyó ceremoniosamente:

Que dada la raza a que pertenecía [negra], y el medio en el cual ejercitó y desarrolló sus actividades, Antonio Maceo, puede con perfecto derecho ser considerado como un Hombre Realmente Superior.

Más curioso y absurdo me resultó encontrar que en el 2006 un periodista cubano utiliza este estudio para «argumentar» en su artículo, la lucidez, cualidades y utilidad del Titán de Bronce.

El propio sabio Fernando Ortiz se ve mediado por esas complejidades de lo étnico/racial en Cuba. Una muestra de eso son los criterios contrastantes presentes en su propia obra. En un texto como El hampa afrocubana. Los negros brujos (1906) toma como referencia en su estudio de criminalidad al grupo étnico/racial de los negros/africanos en Cuba, a tono con las posturas eugenésicas y de la intelectualidad racista del siglo XIX y principios del XX. Luego va elaborando su propio contrapunteo hasta llegar a una obra mayúscula como El engaño de las razas (1946) que enfrenta cardinalmente el racismo científico de la época.

Estas tensiones en las relaciones étnico/raciales estructuradas durante el periodo colonial, continúan durante toda la primera mitad del siglo XX determinando visiones y prácticas que se renuevan en el interés de soslayar y estigmatizar al negro/a, ya no solo como «criollo» y cubano/a, sino también como ciudadano/a. Episodios lamentables como la Masacre de los Independientes de Color van a evidenciar la tensa relación entre raza y fraternidad republicana en Cuba, lo que Julio César Guanche define como el dilema entre la «trampa» de la armonía racial y el antirracismo. Tradiciones, simbolismos, lenguaje y valores materiales representativos de la cultura racista continuaron enquistándose en nuestro sistema social, a través de una cuestionable «cultura nacional». La promesa de una nación para todos [[8]] no prosperó para los «negros/as» que pasaron a ser nombrados con el eufemismo «de color», lo que semántica y discursivamente fue un artificio más para invisibilizarlos. Sometidas por partida doble resultaban las «mujeres de color», por su condición racial y de género, a lo que se agregaba la pobreza económica. La cuestión racial permanece en la cultura cubana [[9]] como también el enfrentamiento a la discriminación racial y la acumulación de un pensamiento, y una práctica antirracista. Una obra como El negro en Cuba 1902–1958, del profesor Tomás Fernández Robaina, muestra de forma ejemplar esta permanente pelea cubana contra los demonios racistas, en esta etapa.

Revolución Cubana, relaciones étnico/raciales y educación

«¿Qué sentido tiene hablar de racismo y relaciones étnico/raciales en la Cuba de hoy?» me plantea una profesora y colega con un poco de sorpresa, preocupación y desacuerdo. El argumento más sólido en esa postura esquiva al tema racial lo brinda la obra revolucionaria de casi sesenta años, donde el racismo se desarticuló en buena medida y propició un proceso de inclusión social paradigmático para las naciones del sur. Aun cuando en las últimas tres décadas los niveles de desigualdad social emergentes marcan un diferencial negativo para negros y mestizos, [[10]] es posible identificar también en las estadísticas niveles notables y estructurales de inclusión social.

Con el triunfo revolucionario cubano de 1959 el principio de la igualdad comenzó a materializarse en todas las esferas de la vida del país. En marzo de 1959 Fidel Castro declaró que:

La mentalidad del pueblo está todavía condicionada por muchos prejuicios, muchas creencias y muchas costumbres del pasado, y el pueblo (…) no debiera ser necesario dictar una ley contra un prejuicio absurdo, lo que hay que dictar es el anatema y la condenación pública contra aquellos hombres llenos de pasados resabios, de pasados prejuicios, que tienen el poco escrúpulo de venir a discriminar a unos cubanos, de venir a maltratar a unos cubanos, por cuestiones de piel más clara o más oscura.

La explicación a la problemática de la discriminación racial y la vía de solución fundamental la ve el líder cubano en la labor educativa escolar « (…) Pero en la escuelita pública no viven separados el blanco y el negro; en la escuelita pública aprenden a vivir juntos, como hermanos, el blanco y el negro. Y si en la escuela pública se juntan, se juntan después también en los centros de recreo, y se juntan en todas partes (…) ¿Qué hacer? Dignificar a nuestra escuela pública (…)».

La Campaña de Alfabetización de 1961 erradicó el analfabetismo en todo el país, un mal social que afectaba a los sectores desposeídos. Decenas de miles de personas negras y mestizas, junto a decenas de miles de blancos pobres en los campos y ciudades, aprendieron a leer y escribir. Las leyes y las políticas de promoción de la igualdad de posibilidades de acceso, garantizaron la eliminación del racismo institucionalizado y de los mecanismos jurídicos que impedían el disfrute de la igualdad de derechos con independencia del color de la piel. Paradigmático símbolo del compromiso de inclusión de negros y mestizos en el proyecto educativo revolucionario, resulta la decisión de nombrar Conrado Benítez a las Brigadas de Alfabetizadores, en honor al joven alfabetizador negro asesinado por bandas contrarrevolucionarias; así como la imagen propagandística del joven y sonriente brigadista negro con su cuaderno y lámpara, que acompañó la Campaña hasta el final. Se crearon condiciones sociales para la reducción de los prejuicios raciales y las conductas sociales discriminatorias.

No obstante persistieron influencias del occidentalismo y las visiones eurocéntricas del saber que convierten a valores culturales como el folclore africano en algo exótico, pintoresco y de menor importancia. En la primera mitad de la década de los setenta por diversas coyunturas comienza un retroceso en la creación intelectual y artística popular — Ambrosio Fornet lo llama «Quinquenio Gris»-, que por supuesto impacta en la educación. Reconoce Fernando Rojas, que el Congreso de Educación y Cultura de 1971 « (…) pone en blanco y negro que las religiones afrocubanas eran “peligrosas” socialmente. El pensamiento dogmático golpeó a la misma vez la creación artística-literaria de vanguardia y la creación popular». El Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, en 1975, otra vez trata de recuperar los dos caminos: la gran libertad de creación en el campo de la producción intelectual y el valor de la cultura popular.

La intersección del racismo, y al propio tiempo sus lógicas particulares en el contexto cubano, las señala Alejandro de la Fuente [[11]] cuando se refiere a que la cuestión no puede ser reducida a un problema de clases porque es también un sistema ideológico de opresión, un sistema coherente de ideas que tiene su propia vida. Y agrega que « (…) el racismo como fenómeno sociocultural puede subsistir, reproducirse, y aun crecer en condiciones en que los contenidos sociales que el mismo suele reflejar han sido transformados sustancialmente». La ensayista e investigadora Zuleica Romay [[12]] con razón afirma que « (…) Nuestro decurso histórico ejemplifica cómo el lastre mental del coloniaje (…) pueden lograr que estereotipos y prejuicios raciales, sobrevivan (…) aún no terminamos de barrer todos los escombros, y la raza (…)».

Una limitada apreciación de la realidad deriva en que la problemática racial ocupe hoy espacios sociales vitales como la familia, la conciencia individual de muchas personas y la economía privada. Para el profesor Esteban Morales el racismo « (…) Al sobrevivir en nosotros y sus factores estar presentes aun, sobrevive el peligro de su reinstalación (…)». [[13]]

En los momentos actuales resalta la preocupación de las autoridades cubanas por el tema racial, esto trasciende de forma sistemática en la presentación de los informes del Estado, ante el Comité Internacional sobre Discriminación Racial de la ONU. [[14]] De igual forma fue motivo de atención por la Primera Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba en sus objetivos de trabajo. Con antelación ya el Presidente cubano Fidel Castro en la sesión de clausura del Congreso Pedagogía 2003 alertaba en cuanto a la persistencia de las secuelas del racismo en la sociedad cubana.

La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la población negra del país, aun cuando en numerosas áreas de gran trascendencia, entre ellas la educación y la salud, desempeñan un importante papel.

Aunque existe un material investigativo invaluable en los últimos treinta años desde las ciencias sociales cubanas sobre las relaciones y componentes étnico/raciales en Cuba. En mi entendimiento todavía resultan insuficientes las investigaciones pedagógicas que abordan la perspectiva de relaciones étnico/raciales en la educación cubana.

Se necesitan sustentos epistémicos, educativos y didácticos que aborden de forma coherente y científica el flagelo del racismo y su persistencia en la realidad cubana. Para ello estimo que una educación antirracista y de relaciones étnico/raciales constituye una herramienta teórico-metodológica de importancia para los docentes de la educación cubana.

Aparejado a la práctica docente e investigativa, es preciso reconocer desde las políticas educativas el impacto social, ideológico y político que tienen las relaciones étnico/raciales, y los diferenciales presentes por color de la piel en la diversidad educativa cubana. Nuestra educación no puede ser calificada de racista, ni de excluyente o antidemocrática, por cuanto todas las personas por mandato de la Constitución, con independencia de su color de la piel, clase social o estatus político tienen acceso a ella en igualdad de condiciones y trato. Pero para el enfrentamiento social contra el racismo se deben establecer coordenadas y articular de forma coherente las políticas públicas, y como parte de ellas las educacionales.

En los momentos actuales se hace evidente la afirmación de Fernando Martínez Heredia con respecto a « (…) lo perjudicial del abandono de la concientización antirracista y la elaboración de una estrategia de educación de los niños, jóvenes y adultos para una integración socialista entre las razas en Cuba (…)». Para él la propia dinámica e impulso de las tareas y los logros de la Revolución le pueden brindar un suelo óptimo. Es definitorio cuando expresa: « (…) repetimos hasta el cansancio que nuestro inmenso sistema educacional no es un lugar de formación antirracista (…)».

Para lograr la comprensión de la sociedad cubana actual y el abordaje de su perfeccionamiento antirracista y las relaciones étnico/raciales, se precisa tener en cuenta una postura práctico-crítica revolucionaria donde el educador necesita ser educado y educar desde los más disímiles espacios sociales. Los valores que comparten la educación y la sociedad cubana son fuente de legalidad y legitimidad para su fomento. Para ello Heriberto Feraudy plantea que « (…) Deben establecerse a todos los niveles los estudios sociales que eduquen a los niños y jóvenes en una integración democrática y socialista, que garanticen una educación antirracista y antidiscriminatoria».[[15]]

El adecuado tratamiento educativo a las relaciones étnico/raciales en el contexto cubano, constituye un reto necesario y superable. Tener en cuenta en la transición al socialismo cubano la variable «étnico/racial» es una cuestión de táctica y estrategia política. Un proyecto social como el nuestro, alternativo a la «globocolonización» capitalista, se revitaliza con la justa y oportuna representación de los sujetos histórico/culturales que la integran y sus respectivas historias pasadas y presentes. Sirvan estas razones como aporte a reafirmar una constancia educativa en el debate y la práctica sobre relaciones étnico/raciales en Cuba, que nos permita construir una sociedad cada vez más equitativa y definidamente antirracista.

Notas:

[1] Fernando Martínez Heredia. La afrodescendencia en América Latina y el Caribe. Revista La Gaceta de Cuba mayo/junio, Ediciones Unión, La Habana, 2012. pp. 4–13.

[2] Llama la atención el sentido de hombre nuevo que retoma Ernesto Che Guevara en el contexto de la Revolución Cubana, solo cuatro años después de publicada la obra de Fanon, en su artículo el Socialismo y el hombre en Cuba. https://www.marxists.org/espanol/guevara/65-socyh.htm

[3] El autor entiende las relaciones étnico/raciales, como formas específicas de interacción histórico-social entre individuos marcados por herencias raciales y étnicas diferentes que median sus relaciones individuales, familiares y sociales. Esas relaciones en situaciones de asimetrías e inequidad (social, económica, simbólica, epistemológica, estética, educativa, ética, política) son aprehendidas y pueden determinar actitudes de negación del otro, inferiorización, estereotipos, prejuicios y discriminaciones directas que reproducen e interseccionan el racismo como un sistema ideológico.

[4] El historiador cubano Ismael Sarmiento en un texto que titula Del “funche” al “ajiaco”: la dieta que los amos imponen a los esclavos africanos en Cuba y la asimilación que éstos hacen de la cocina criolla realiza un interesante estudio teniendo como referencia el “funche”, la principal variante alimenticia del esclavo de plantación, y el “ajiaco”, el plato por excelencia del pueblo cubano, donde establece un paralelo entre la dieta que los amos imponen a los esclavos africanos y la asimilación que éstos hacen de la cocina criolla. En este texto analiza los apartados que los códigos negros y los reglamentos dedicaron al cuidado de los esclavos; los principales renglones alimenticios, los costes, el abasto y la calidad; el valor energético-alimentario de un esclavo y los aportes considerados ancestrales y originarios de África, hasta el aprovechamiento que tanto ellos como sus descendientes hacen de determinados hábitos hoy en día en la población cubana.

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3045473

[5] Para profundizar en el proceso de conformación de la cubanidad desde una perspectiva contemporánea e integradora resulta imprescindible la obra del historiador Eduardo Torres-Cuevas, para este ensayo en especial referencio el texto En busca de la cubanidad (Religión, raza y pensamiento), Tomo III, Editorial de Ciencias Sociales, 2006.

[6] Alberto Abreu Arcia. Por una Cuba negra. Literatura, raza y modernidad en el siglo XIX. Hypermedia Ediciones, 2017.

[7] Raúl Cepero Bonilla. Azúcar y abolición. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971.

[8] Alejandro de la Fuente. Una nación para todos. Raza, desigualdad y política en Cuba 1900–2000. Ediciones Contemporánea, La Habana, 2014.

[9] Ana Cairo Ballester. La cuestión racial en la cultura cubana, 1912–1958. En: Denia García Ronda, (Coord.). Presencia negra en la cultura cubana. Editorial Sensemayá, La Habana, 2015.

[10] Niurka González Núñez, et al. Relaciones raciales en Cuba. Estudios contemporáneos. Fundación Fernando Ortiz, La Habana, 2010.

[11] Alejandro de la Fuente. Raza, desigualdad y prejuicio en Cuba: introducción. Revista América Negra, (15), Bogotá, 1998.

[12] Zuleica Romay Guerra. Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad. Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2012. p. 267.

[13] Esteban Morales Domínguez. La problemática racial en Cuba: algunos de sus desafíos. Editorial José Martí, La Habana, 2010.

[14] Naciones Unidas. Informes periódicos 14° a 18° de los Estados partes (Cuba). Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, Ginebra, 2009.

_______________ . Informes periódicos 19° a 21° de los Estados partes (Cuba). Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, Ginebra, 2016.

[15] Heriberto Feraudy Espino. Intervención del Presidente de la Comisión Aponte ante la Asamblea Nacional del Poder Popular. Boletín Comisión Aponte №00, La Habana, 2012


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *