Por Llanisca Lugo
Al amanecer del 12 me llamó Joel Suárez. Había muerto Fernando Martínez Heredia. No lo podía creer. Pensé en Esther Pérez. Pensé en Cuba. En estos días he estado guardando imágenes valiosas en la memoria, no quiero perder un detalle de su andar, las palabras en medio de la tos, la sonrisa de quien llega a romper la calma porque falta mucho por contar, por hacer todavía.
El compromiso de homenajear su vida en el torrente de la creación colectiva me trajo aquí.
En el 2009 la Revolución cumplía 50 años. Un grupo de jóvenes coordinó un ciclo taller para debatir los acumulados y tensiones en la historia de la Revolución desde la Cátedra Antonio Gramsci de este Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello (ICIC), presidida por Fernando. Queríamos que el espacio sirviera para dialogar con las experiencias de los cubanos y cubanas y acumular en una práctica política y pedagógica de liberación al mismo tiempo que debatir sobre el socialismo y sus alternativas desde diversos ejes de análisis.
Trabajamos desde la educación popular con el acompañamiento de Esther. Diez sesiones, un libro, muchas ideas y experiencias quedaron como resultado de ese ciclo de debates abrigado por Fernando con los pies en la política de la Cuba de hace casi diez años. Fernando es un Maestro de varias generaciones de cubanos y latinoamericanos.
Aquel fue mi acercamiento más fuerte a la dimensión pedagógica que Fernando colocó en el centro de su práctica revolucionaria. Vivimos el privilegio de tenerlo al lado susurrando anécdotas de la Revolución, historias de Nicaragua, epopeyas personales que contaba, disfrutando la rebeldía, ese lugar donde hay que estar.
De ese tiempo de encuentros y lecturas previas aprehendí de Fernando experiencias de una vida militante, va conmigo que la Revolución es un acto de imaginación fuera de los bordes de lo posible; que en su centro están los imaginarios y representaciones, el cuerpo simbólico y cultural de la nación y no las condiciones materiales de existencia, su visión del poder al servicio del proyecto liberador en la transición socialista, su compromiso con un poder de los trabajadores y el pueblo organizado, su convocatoria al marxismo para que estuviera al servicio de los desafíos de un tiempo de maravilla y angustia en lugar de acomodar las realidades a doctrina alguna, su profundo anticolonialismo, su pasión por la libertad. En Fernando Patria y Socialismo eran parte del proyecto de una nueva sociedad por crear, y traigo sus palabras: crear con una combinación rara de rigor y audacia, de principios y herejía, de fidelidad y ejercicio del criterio propio. Una Revolución socialista de liberación nacional necesariamente antimperialista.
Hoy no nos atrevemos a una síntesis ordenada de su obra, venimos a pronunciar su nombre, a contarnos entre todos un poquito de su vida, a traerlo a este salón donde tantas veces en primera fila participó del debate de ideas que estimulara como soldado eterno de la guerra cultural entre el capitalismo y el socialismo.
Su energía fundamental se orientó a los jóvenes para que se acercaran a las revoluciones del siglo XX, a lo mejor de la tradición marxista revolucionaria, a narrar y vivir la Revolución desde el pueblo. Compartió con ellos la responsabilidad de actualizar el sentido liberador del proyecto. Hoy, los jóvenes del Marinello, responsables de este homenaje, son un grupo de referencia y participan en escenarios de debate y diversos procesos de construcción organizativa en el país.
Fernando nació, en Yaguajay, en una familia en la que nadie había hecho la educación primaria. Con el esfuerzo y el rigor de los padres, y su propia voluntad, llegó a la Universidad de la Habana en 1959 y estudió Derecho. Pasó poco tiempo, a los cuatro años de graduado se convirtió en profesor de Filosofía. Allí fundó el Departamento de Filosofía de la Universidad. Desde los primeros tiempos dio testimonio de una vocación sujeta a las tareas de la vida revolucionaria. Fue un insurgente, un conspirador, un profeta.
Como muchos de los que estamos aquí reunidos, nuestra biografía tiene la huella de las relaciones con Fernando. La experiencia personal de admiración y afecto se encuentra con una parte de esas ramificaciones, como dice Esther, su relación con el cristianismo revolucionarioy sus movimientos organizados, en particular el Centro Martin Luther King.
A finales de los 70, por tareas del trabajo de Fernando en el proceso revolucionario en América Latina, conoció la producción de los autores de lo que se conoce como Teología de la liberación con vocación ecuménica. El Departamento de Filosofía también tenía una relación con el movimiento ecuménico en esos años y la Teología nacida al calor de la Revolución Cubana.
En el año 1991, dos jóvenes vinculados después al Centro Martín Luther King (CMLK), entonces militantes de la COEVAC, que ya seguía las ideas de Fernando para la profundización del socialismo cubano, lo llevaron a un campamento sobre la realidad social del cristiano en Palma Soriano, donde militantes bautistas querían discutir su participación consciente y activa en la renovación de la sociedad cubana.
Fernando preguntó si Esther podía ir con él, ella era educadora popular. Gracias a esto, estos jóvenes descubrieron antecedentes de la educación popular en Cuba más allá de los que se conocían en los ambientes ecuménicos. Así llegó Esther al CMLK donde contribuyó a una apropiación orgánica de la propuesta política pedagógica de la educación popular que practicamos. Gracias Esther.
A partir de ese encuentro comenzó una relación fecunda con Fernando. Años después escribía: Por la gesta que narra el nuevo testamento, me puse de parte de Jesús para toda la vida sin albergar fe religiosa alguna. En ese tiempo planteó tres grandes desafíos: cómo resistir los embates de la crisis, cómo remontar la resistencia en una estrategia de desarrollo viable y una pregunta que estaba en el centro de la actuación del centro: ¿qué país y qué iglesia resultarían de las transformaciones? Estas preguntas orientaron la actuación del Centro en esos años.
Siendo herederos de una cultura protestante anglosajona con pocos vínculos con la cultura cubana, agradecemos a Fernando y a Esther las relaciones y nexos con muchos de los que hoy están aquí que representaban campos de la producción intelectual de la cultura nacional.
Fernando, Esther y Frei Betto pusieron al servicio de la práctica internacionalista y solidaria del Centro un entramado de relaciones con fuerzas políticas y sociales de América Latina, entre ellos, el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, el Centro de Educación Popular Instituto Sedes Sapientis (CEPIS), Pañuelos en Rebeldía de Argentina, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, con quienes hemos caminado todos estos años de mutuas entregas y compromisos. De todos ellos hemos recibido notas de dolor y solidaridad en estos días.
La Comisión política del FMLN nos envió un mensaje que dice:
Solidario con las luchas del pueblo salvadoreño desde la década de 1960, este amigo y compañero de Roque Dalton, cumplió su viejo deseo de visitar El Salvador en 2015 y 2016. Contribuyó, de manera directa y efectiva, a la formación de nuevos pensadores, de mujeres y hombres jóvenes comprometidos con los procesos de transformación social, que bebieron de la enorme sabiduría de Fernando, expresada siempre con su habitual sencillez y espíritu crítico, cualidades con las que fomentaba el análisis y la reflexión, especialmente, en las nuevas generaciones de revolucionarios y revolucionarias. Cuando Fernando recibió el Premio Ensayo de Casa de América, en 1989, lo donó a la lucha del pueblo salvadoreño.
Con este y muchos otros testimonios nos ilumina su convicción de que sin internacionalismo no podrá haber socialismo.
Gracias al empuje de Fernando el CMLK sumó su energía al proyecto que se nucleó en torno a la revista América Libre.
Nuestra Revista Caminos en su primer número, salió con un trabajo de Fernando sobre ateísmo y marxismo.
Por estas razones y muchas otras, en el año 1995 cuando el CMLK inicia su proceso de legalización como asociación, Fernando es uno de los miembros fundadores.
En noviembre de 2015 en el Encuentro Nacional de los equipos de coordinación de las redes que animamos, asumimos como desafío fundamental de nuestra actuación contribuir a enfrentar la conservatización y despolitización de la sociedad cubana, tomando una vez más de Fernando las reflexiones que iluminarían nuestra práctica. Ya en 2007 Fernando había compartido esta reflexión en los debates sobre el quinquenio gris.
En un texto llamado Fe por Cuba, Fernando dice
“Algunos de los valores forjados en el proceso liberador están naufragando, otros están en crisis y ha crecido la conservatización social y el apoliticismo. En el seno de la sociedad cubana se libra un gigantesco conflicto cultural entre el socialismo y el capitalismo. Esta situación le plantea un enorme desafío al CMLK, como a todas las instituciones, a los cubanos y cubanas: ¿qué sociedad saldrá de este trance tan complejo y difícil? ¿Sucumbirá la Cuba de Frank País a la guerra cultural que nos hace el capitalismo para convencernos de que la única manera de vivir, pensar y sentir es la que nos propone?? ¿Nos levantaremos una vez más por encima del cálculo de lo que es posible, eso que siempre ha militado en contra nuestra, y abriremos el camino a la conquista de toda la justicia, el bienestar y las oportunidades para todos??
Escuché a Fernando en muchos escenarios, lo escuché en Paradigmas Emancipatorios, en coloquios sobre la Historia y el marxismo, lo leí en entrevistas. Pude compartir con él en un evento realizado en Brasil convocado por el CEPIS, sobre Revolución y reforma.
Recuerdo la admiración y el cariño de todas las organizaciones presentes, la sencillez de quien comparte un tiempo de debate donde las ideas están en el centro, la fuerza de su palabra de síntesis, su autoridad moral.
En ese momento afirmó que las rebeldías y resistencias de América Latina no habían logrado generar políticas capaces de romper las bases de la lógica de dominación, que había que descolonizar la historia y liberarla de las clases dominantes, que los instrumentos de pensamiento son imprescindibles para la actuación revolucionaria y que en cada proyecto revolucionario había que hacerse una pregunta fundamental ¿la política de desarrollo en nuestro país sirve al avance del capitalismo mundial?
Nos deja una práctica intelectual y política que defiende la necesidad de la autonomía del pensamiento social para cumplir su tarea dentro de la Revolución; servir a la justicia social y a la libertad humana pensando con cabeza propia y casada con toda la verdad que se alcance a ver.
Nos deja una práctica revolucionaria que discierne entre el tiempo de acumular y el tiempo de actuar con más decisión, que distingue entre el que cree representar al pueblo que no conoce y el revolucionario que parte de las representaciones y conflictos del pueblo, una práctica que generaliza el ejercicio de pensar y evaluar la función de nuestra crítica. Nos deja los desafíos de la transición socialista. En este tiempo en que necesitamos renovar la promesa de la izquierda y debatir profundamente sobre la lucha de clases.
En tiempo de incertidumbre, como dijera Fernando, “Hay que jugársela”, aunque después la historia ayude a leer los eventos. Nos deja el testimonio de la felicidad de la lucha, de la paciencia revolucionaria, de una vida de una eticidad apegada a los principios socialistas, nos deja el amor al pueblo y a las revoluciones.
Vendrán estudios y síntesis de su pensamiento que nos servirán también para apropiarnos de nuevos instrumentos de lucha contra el capitalismo, profundizar las visiones descolonizadoras y antimperialistas, seguir poniendo en diálogo el pensamiento crítico de este tiempo y ojala vengan también nuevas prácticas revolucionarias en movimiento. Los cubanos debemos estudiar su pensamiento que nunca fue asiento de decepciones o fracasos. Salgamos a estudiar a Fernando en los núcleos del Partido, donde no lo estudiamos, en asambleas sindicales, en agrupaciones de jóvenes, en espacios ecuménicos, en los barrios y territorios de Cuba. Fernando es del pueblo.
Escribamos la historia de Cuba después del 1959, disfrutemos en colectivo el análisis del marxismo vivo que nos deja, construyamos caminos de Revolución para que Fernando nos haga ese guiño de hereje permanente, pensando el próximo texto y el paso que sigue.
Que Fernando nos acompañe en este desafío gigante de anchar el corredor anticapitalista en Cuba. Como dice uno de los mensajes recibidos en estos días, homenajearlo es un deber y una inspiración para la resistencia, un compromiso con la Revolución.
Deja un comentario