Por Caridad Massón Sena
De la serie: «La unidad no es hija única»
Versión del artículo «Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular entre 1952 y 1958», publicado en 1959: Una rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios, Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello y Ruth Casa Editorial, La Habana-Panamá, 2009.
Reacción de los comunistas ante el golpe del 10 de marzo
El primero de junio de 1952 se debían realizar elecciones generales en Cuba. Entre las tres propuestas para presidente: Carlos Hevia, Fulgencio Batista y Roberto Agramonte, la que gozaba de mayores simpatías era la última, el representante de la ortodoxia.
Batista había regresado y no conforme con su status, aspiraba a hacerse de nuevo del poder — recuerda Edith García Buchaca. En esos intentos le pidió una entrevista a los dirigentes del Partido Socialista Popular (PSP),[1] a la que asistieron Blas Roca y Joaquín Ordoqui.[2] Quería saber si el Partido estaba dispuesto a apoyarlo en sus aspiraciones presidenciales.
La respuesta de Blas fue contundente: «Nosotros consideramos que usted no tiene ninguna oportunidad, lo más provechoso es que se quede como senador. Su tiempo en ese sentido pasó. Eso si piensa llegar por vías legales, si está pensando por otras vías, le advertimos que usted y el pueblo de Cuba van a salir tintos en sangre».[3]
Para evitar cualquier posibilidad de triunfo del desprestigiado autenticismo, el PSP dirigió una carta el 8 de diciembre de 1951 a todas las organizaciones políticas de la oposición con el objetivo de proponer la formación de un frente para asistir unidos a los comicios. En ese mismo sentido se proyectó en su VII Asamblea Nacional celebrada en febrero de 1952, pero ante la indiferencia de la dirección de dichos partidos se dirigió a las masas de la base y decidió no presentar candidatos independientes para apoyar las preferencias por la ortodoxia. Vino entonces el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 protagonizado por Batista, que sorprendió a la mayoría y frustró la posibilidad de la victoria popular en las urnas.
En unas horas cambió el panorama político de forma total. El presidente Carlos Prío decidió exiliarse sin oponer resistencia, dejando al partido auténtico en manos del doctor Ramón Grau San Martín, quien pasó a hacer oposición legal al dictador. El Partido Ortodoxo redactó un manifiesto que exhortaba a crear un gobierno neutral, restablecer las garantías y convocar a elecciones. También envió cartas a la OEA y a la ONU denunciando lo sucedido.
Mientras, los estudiantes mantenían una actitud combativa y rebelde, y el abogado Fidel Castro denunciaba a Batista por transgredir las prerrogativas de la Constitución del 40.
Por su parte, el PSP hacía declaraciones condenatorias y veía cómo eran ocupadas por el ejército sus oficinas centrales y muchas en provincias y municipios. En su mensaje al pueblo, presentó un programa de lucha por el restablecimiento de la legalidad, la convocatoria a elecciones generales y la formación de un Frente Democrático Nacional.
El PSP existía en un entorno político de aislamiento. Los partidos burgueses y nacionalistas evitaban cualquier tipo de coalición con los comunistas; la Confederación de Trabajadores de Cuba era controlada por Eusebio Mujal y sus seguidores; la represión, la cárcel y el asesinato hostigaban de manera constante a sus militantes; existían dudas sobre la potencialidad y viabilidad de un poder comunista a solo unas millas del imperialismo norteamericano; y se manifestaba cierto repudio e incomprensión en una parte de la ciudadanía con respecto a la alianza política que había establecido con Batista en los años de la II Guerra Mundial. En tales condiciones la posibilidad objetiva de que el PSP pudiera dirigir acciones masivas para enfrentar el golpe de estado eran bien limitadas.
Luego de dirigir algunas huelgas y sufrir, de nuevo, el asalto a su local de trabajo, el 12 de noviembre de 1952 su Mesa Ejecutiva propuso que se echara a andar un programa de lucha profundo y extenso que incluyera demandas como la reforma agraria, la nacionalización de las empresas de servicios públicos, la defensa de la industria cubana, la anulación de la invasión inversionista yanqui en sectores de la comunicación, el turismo y las finanzas, la rebaja de los precios a productos de primera necesidad, el aumento de los salarios, la satisfacción de las demandas de los sectores campesinos, la implantación de la democracia sindical, entre otras. Proyecto que requería de un gobierno de Frente Democrático Nacional.[4]
Blas Roca criticó a los grupos políticos que pretendían establecer componendas con el régimen en abril de 1953. Al mismo tiempo censuró las posiciones favorables a nuevos golpes de estado, enmascaradas con los apelativos de «revolución» o «insurrección», cuando en realidad lo que pretendían realizar eran maniobras putchistas que no darían solución a la crisis.[5] Esa fue la misma actitud que mantuvo ante el Pacto de Montreal firmado por varias facciones del autenticismo y la ortodoxia en el mes de junio .
Conducta ante los hechos del 26 de julio de 1953
Los sucesos ocurridos el 26 de julio de 1953 desconcertaron a la dirección del PSP. Aunque eran ajenos a las acciones realizadas en Bayamo y Santiago de Cuba, los comunistas estuvieron entre los primeros acusados por el gobierno de ser «autores intelectuales» de los hechos.
De inmediato fueron arrestados numerosos dirigentes opositores pertenecientes a tendencias disímiles: los ortodoxos Roberto Agramonte y Emilio Ochoa, los auténticos Antonio de Varona y Néstor Carbonell y los comunistas Lázaro Peña y Joaquín Ordoqui.
También fueron detenidos en Santa Clara, cuando regresaban de una reunión que había realizado el PSP en Santiago de Cuba, los dirigentes comunistas de base José A. Cabrera, Antonio Pérez Mujica y Bernardo Hernández, quienes fueron llevados al cuartel y remitidos a la capital oriental. En su tránsito por Camagüey, un soldado los ametralló de forma indiscriminada y luego fueron presentados en el juicio como heridos en la acción del Moncada.[6] A ese grupo se unieron otros militantes que fueron apresados en otras circunstancias y serían juzgados en el mismo proceso: Rolando Hevia, Armando Díaz y Juan M. Llosa Perera.
A partir de esa fecha, comenzó a funcionar un nuevo Buró Político y la dirección del Partido pasó de manera definitiva a la clandestinidad. El periódico Noticias de Hoy fue clausurado y tuvo que ser sustituido por Carta Semanal, un órgano de propaganda más modesto que se publicaba desde 1950 y que comenzó a circular de forma ilegal.
El PSP no tuvo noticias con anterioridad sobre los hechos que se producirían el 26 de julio. Tampoco estaba enterado de la composición del grupo de los asaltantes y creyó que tenía proyecciones similares al resto de los grupos oposicionistas.
En esa coyuntura, realizó un análisis incorrecto de lo ocurrido, al considerar que era una acción equivocada, que había servido solo para que el régimen justificara la eliminación de las pocas libertades democráticas que existían. Al valorar con más profundidad las características y resultados de la acción, reconoció que eran jóvenes que actuaban al margen de la politiquería al uso, que por una vía independiente trataban de llegar a objetivos justos y que desarrollaron un gran heroísmo en sus propósitos.[7]
Hoy, — dice un artículo de Carta Semanal del 3 de septiembre — el Gobierno, para justificar en el exterior las medidas antidemocráticas adoptadas y en el interior la persecución particular a los comunistas, acusa a nuestro Partido de haber tomado parte en la aventura de Oriente. Pero todo el mundo, incluso el Gobierno, está convencido de la falsedad de esa acusación. Todo el mundo sabe que el Partido Socialista Popular ha sido el más resuelto oponente de las aventuras, el que más empeño ha tomado en mostrar a las masas que ese es un camino falso. Todo el mundo sabe que el Partido Socialista Popular es el único que ha señalado el camino justo para resolver la crisis cubana: el camino de rechazar resueltamente las aventuras, el terrorismo y las «expediciones», el camino de rechazar las «componendas» y el aislacionismo, el camino de la unión popular, del frente único de masas, de la movilización de la mayoría de la nación por el programa de libertad, constitución, elecciones generales inmediatas y libres, Gobierno de Frente Democrático Nacional, reforma agraria que dé la tierra gratuitamente al campesinado, nacionalización de los servicios públicos en manos extranjeras, unidad obrera y democracia sindical, defensa de los derechos del proletariado, subsidio a los desocupados, comercio con la URSS, China y las Democracias Populares, rebajas de precios, protección a la industria y a la producción nacional y una política exterior de paz.[8]
Unos días después, el 19 de septiembre, el PSP proponía las bases para un «arreglo limpio» de la situación nacional: 1.- Modificar la convocatoria a elecciones anunciadas para junio de 1954 a fin de que tuvieran carácter general e inmediato; 2.- Corregir el código electoral para que todos los partidos y sectores tuvieran las mismas facilidades de organización establecidas en la Constitución de 1940; 3.- Asegurar la imparcialidad, pues los alcaldes nombrados por el gobierno debían ser sustituidos por los jueces municipales al comienzo del período electoral; 4.- Dar facilidades para la integración de un Frente Democrático Nacional o una coalición de Partidos que acordara programas y candidaturas comunes y al mismo tiempo mantuviera su independencia orgánica, ideológica y política; 5.- Restituir las garantías, dar la libertad a los presos políticos, cesar las detenciones arbitrarias, no censurar ni clausurar órganos de prensa opositores, respetar los derechos de los trabajadores y sindicatos a fin de crear un clima adecuado para los comicios.[9]
El 12 de septiembre, el Buró Municipal del Comité de Frente Único de La Habana por orientación de los comunistas tomó el acuerdo de organizar un nuevo partido electoral, el Partido de Frente Unido y se dirigió al Tribunal Superior Electoral para tratar de inscribirlo.
El juicio por los sucesos del Moncada comenzó el 21 de septiembre. La defensa de los comunistas involucrados estuvo a cargo de José Miguel Pérez Lamy, Rafael Cisneros Ponteau y Luis Pérez Rey. Ellos debían esforzarse por demostrar que el Partido estaba ajeno totalmente a los hechos ocurridos. Con esa encomienda se trasladaron a la capital oriental y al frente de ellos se designó a Carlos Rafael Rodríguez para tomar las decisiones que cada momento requiriera.
El 6 de octubre fueron liberados, de manera provisional, algunos de los acusados como autores intelectuales. Entre ellos estaban Joaquín Ordoqui y Lázaro Peña. Entonces la dirección del PSP le dio la orientación a Edith García Buchaca que se juntara con ellos con el objetivo de prevenir cualquier provocación por parte de las autoridades.
La primera noche de mi llegada — recuerda Edith — apenas dormimos escuchando los relatos que Joaquín me hizo sobre el desarrollo del juicio y la actitud de valentía y grandeza de los jóvenes del 26, cuestión que los había impresionado y conmovido profundamente.
Recuerdo con cuanta emoción me habló de ellos, de su firmeza y su actitud de reto ante el tribunal, de lo profundo de sus convicciones y la decisión de defenderlas con absoluto desprecio para sus vidas. Me dijo entonces: «El Partido está equivocado, estas gentes no son como los estudiantes del año 30, saben lo que quieren y han demostrado una gran calidad. Es necesario que te entrevistes con Carlos Rafael, para que le digas que Lázaro y yo no estamos de acuerdo con la actuación de nuestros abogados. A ellos solo les interesa sacarnos absueltos y que con ello se confirme que no tuvimos participación en los hechos».[10]
Diez días después comenzaba el juicio contra Fidel Castro, quien exoneró de toda responsabilidad a los acusados de otros partidos, los cuales fueron liberados.
En los meses siguientes, se expresaron divergencias en el seno de la dirección partidista acerca de la actitud asumida respecto a los acusados comunistas que fueron juzgados en el Moncada.
Propuestas para la convocatoria a elecciones generales en 1954
El 6 de abril de 1954 se efectuó la primera reunión del Comité Nacional del PSP posterior al paso a la ilegalidad. Los dos asuntos más debatidos fueron la postura a asumir para las elecciones y los criterios acerca de las decisiones tomadas ante los sucesos y el juicio del Moncada.
En cuando a la primera, el análisis trató sobre los infructuosos esfuerzos realizados para inscribir al Partido de Frente Unido Nacional que venían conformando, la lucha por la amnistía de los presos políticos, los derechos democráticos, las demandas de los trabajadores, etc. Se orientaba la consigna del voto negativo, o sea, votar a favor de Grau, único contendiente de Batista, para así demostrar su rechazo a tirano.
Sobre el segundo tema, el informe central señalaba:
El camino escogido por Fidel Castro y sus compañeros es falso. Nosotros, que apreciamos su limpieza moral y que estamos convencidos de su honradez, tenemos que decir que el putch, que la acción armada desesperada y con categoría de aventura, no conducen a otra cosa que al fracaso, al desperdicio de fuerzas, a la muerte de su objetivo. Tenemos que decir eso, y convencer a esos jóvenes, y a todos los jóvenes que piensan como ellos, que el camino es el de la lucha de masas y la acción de masas.[11]
Sin embargo, hubo criterios divergentes, sobre todo en lo concerniente a las instrucciones que se dieron durante el juicio, destacándose en la controversia el dirigente manzanillero César Vilar.
https://www.ruthcasaeditorial.org/publicaciones/una-hija-reivindica-a-su-padre/
Además de dejar bien esclarecida la total desvinculación de los comunistas con los sucesos de Oriente, al compañero de la dirección que estaba guiando el proceder de los abogados se le había dado la instrucción de aprovechar la oportunidad para denunciar la agresión de sus camaradas en Camagüey. Dicha acusación fue hecha por escrito al tribunal y a través del periódico Carta Semanal, pero no en el juicio oral, cuestión por la cual fue criticado fuertemente.
No conforme con esta aclaración, Vilar planteó que, de hecho, el juicio había constituido una derrota para el partido y que el verdadero responsable de ese error era toda la dirección del mismo.
Luego de varias reuniones se le pidió al dirigente que hiciera una rectificación autocrítica de su actitud, a lo cual se negó y realizó declaraciones a la prensa. Por esa actitud, el 25 de julio se tomó el acuerdo de separar de sus cargos a César Vilar y expulsarlo definitivamente del partido, argumentándose además otros problemas de su actuación personal. Este asunto tomó ribetes inusitados porque durante algún tiempo se dieron constantes acusaciones de un lado y del otro que solo beneficiaron a la reacción y el asunto fue utilizado por intereses anticomunistas.[12]
Junto a la campaña a favor del voto negativo, el PSP rechazó la Ley-decreto que autorizaba la construcción del canal Vía Cuba, proyecto que lesionaba la soberanía y enajenaba una parte del territorio nacional. Tal fue el repudio generado por esta medida que finalmente no pudo ser puesta en práctica.
Ante las presiones y la falta de garantías para las elecciones del primero de noviembre, Grau decidió retirar su candidatura y entonces se invalidó la posibilidad del voto negativo. En tales circunstancias, el PSP orientó a sus militantes aceptar la consigna del abstencionismo asumida por la mayor parte de los opositores. Bajo el imperio de la violencia, el robo de boletas en blanco y sin ningún contrincante, Batista salió «electo» presidente.
Al hacer un estudio de los resultados de las elecciones en la primera quincena de diciembre, el pleno del Comité Nacional planteó que la consigna del voto negativo hubiera podido neutralizar esos propósitos de dar legalidad al régimen y constituir una victoria del proletariado, al canalizar sus demandas crecientes y desenmascarar a la dirección «apolítica» del mujalismo. La huida de Grau, abandonando el terreno al enemigo, facilitó la farsa electoral.
En conclusión, el informe presentado por Aníbal Escalante consideró que la lucha por la solución democrática de la crisis exigía la formación de una férrea unidad popular entre los núcleos políticos democráticos, proletarios, populares y de las instituciones sociales más representativas con un programa de reivindicaciones inmediatas generales y sectoriales, para demandar la anulación de los comicios, el establecimiento de libertades democráticas y la convocatoria a nuevas elecciones con la participación de todos los partidos.[13]
Como hemos visto, en 1954 el partido trató de ponerse en el centro de las luchas por las transformaciones que necesitaba el país. Sin embargo, se produjeron errores tácticos importantes como la subestimación del trabajo de otras organizaciones opositoras, la crítica indiscriminada a los que consideraban «métodos terroristas», el mantenimiento de la vía electoral pacífica que no se avenía con sus propósitos de cambios radicales y una apreciación esquemática de la correlación entre los factores objetivos y subjetivos en la lucha.[14]
Por un Frente Democrático Nacional
Después de la salida de prisión de los moncadistas, Fidel Castro comenzó a reorganizar a sus seguidores, al tiempo que aumentaba la persecución por parte del gobierno. El PSP denunció las constantes provocaciones de funcionarios gubernamentales que pretendían llevar de nuevo a la cárcel o asesinar al líder revolucionario. Mientras tanto, la Sociedad de Amigos de la República[15] trataba de buscar un entendimiento con el gobierno.
Dirigidos por el Comité de Defensa de las Demandas Obreras, unos 400 mil trabajadores azucareros se lanzaron a la huelga en el mes de diciembre de 1955. Su objetivo fundamental era protestar por la negativa de las empresas a pagarles el diferencial que correspondía de acuerdo con los precios del azúcar en esos momentos. Ese movimiento contó con la solidaridad de numerosos sectores y ello decidió al gobierno a decretar, el 4 de enero de 1956, el pago del diferencial en 4,02 %. Aunque no se logró el 7,5 % a que se aspiraba, la huelga resultó un gran triunfo de los trabajadores.
En mayo de 1954, un pequeño grupo de intelectuales compulsado por la embajada norteamericana, hicieron declaraciones públicas donde plantearon una alerta al país ante lo que ellos consideraban un dilema del momento: la posibilidad de una guerra pavorosa con la intervención de las más modernas armas nucleares o la sumisión al dominio soviético. Carta Semanal condenó esa postura y calificó de anexionista el llamamiento.[16]
Unos meses después, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Salvador García Agüero escribieron un folleto en respuesta a aquel pronunciamiento. Para los comunistas, el dilema de Cuba estaba muy bien definido en dos términos: independencia o sumisión.[17]
Sobre ese mismo problema volvería a proyectarse Carlos Rafael Rodríguez a mediados de 1956. El conjunto de la sociedad cubana comienza a cambiar — afirmaba — y con él, los hombres de la cultura. En ellos se observa un retorno al acento nacional, se consideran solidarios, se comprometen. Repudian la pretensión de reproducir en las universidades cubanas los métodos depurativos que se pusieron en práctica en los Estados Unidos. La cultura es patrimonio de obligatoria defensa — concluye — , por ello es necesaria la unidad de las mejores fuerzas culturales para contribuir a ese objetivo.[18]
Del 14 al 24 de febrero de 1956 se efectuó el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética. Blas Roca y César Escalante, quienes asistieron como delegados fraternales, estuvieron ajenos al análisis de los problemas sobre Stalin que fueron tratados en secreto. Conocieron de los mismos cuando la prensa capitalista publicó su versión del asunto.
Las primeras discusiones en el Buró Ejecutivo del PSP sobre ese tema se realizaron el 30 y 31 de marzo bajo la dirección de Aníbal Escalante, pues Blas no había regresado aún. En el mismo se elaboró un comunicado para saludar los avances y victorias de la Unión Soviética y manifestar su acuerdo con las críticas realizadas a Stalin. Se aprobó la publicación de un artículo que rebatiera los ataques anticomunistas surgidos a raíz del cónclave.
El XX Congreso reafirmó la política de coexistencia pacífica que pretendía desarrollar la Unión Soviética, lo cual tenía implicaciones para otros partidos comunistas del mundo que se desempeñaban en contextos diferentes.
Se afirmaba que el paso del poder de la burguesía al pueblo, podía revestir una forma perfectamente pacífica, siempre que las masas populares se hubiesen agrupado en torno a la clase obrera, obligando a la burguesía a someterse a la voluntad de los trabajadores. Que el poder popular podía instaurarse por la vía parlamentaria, toda vez que se creara un amplio frente democrático, determinante para el desarrollo ulterior de la revolución.[19]
Blas Roca y Edith García Buchaca se encontraban asistiendo a un curso de conferencias impartidas por el PC de China para dirigentes latinoamericanos.
Por aquella época — recuerda Edith — imperaba el criterio de que las revoluciones armadas victoriosas solo podían darse en países que reunieran determinadas características, entre ellas un amplio territorio y posibilidades de autoabastecimiento en momentos críticos, atribuyéndose gran importancia a las zonas montañosas para la guerra de guerrillas. De acuerdo con ello, se excluía a Cuba de toda posibilidad de una victoria por vía insurreccional.
Por otro lado, el Partido de Brasil, representado por su organizador (Diógenes) Aruda Cámara, consideraba que ese país sudamericano sería el llamado a jugar el papel de líder y pionero del socialismo en América Latina. (…)
Cuando comenzaron las conferencias sobre las guerras de guerrillas y la lucha armada, donde se explicaba de forma minuciosa la táctica seguida en diferentes territorios y sus experiencias durante actividades militares prolongadas, yo le pregunté a Blas si debía tomar en detalle aquellas ideas. Su respuesta fue que las tomara, pues «a pesar de todas las teorías, nadie sabía lo que podría suceder y si nos serían útiles en cualquier momento».
Aruda y otros compañeros se me acercaron para preguntarme por qué tomaba tantas notas, si después de todo, en Cuba no había posibilidades de utilizar aquellas experiencias.[20]
La línea de agosto
El 24 de mayo de 1956 se realizó un nuevo pleno del PSP en el cual se anunció la posibilidad de un reajuste táctico en Cuba, al valorar que la consigna de elecciones generales inmediatas había perdido actualidad, pues estaban agotadas sus posibilidades revolucionarias al ponerse en concordancia con los planes de la camarilla gubernamental.
No fue hasta el 20 de junio que se dio a conocer oficialmente la denominada «línea de agosto» cuyos objetivos eran derrocar el régimen por vía violenta mediante un movimiento de masas poderoso y escalonado, similar al que derribó a Machado, y que podía desembocar en una insurrección (en este sentido se acercaba a la táctica del M-26–7).
Se hizo un análisis de las enseñanzas que podían sacarse de la caída de Machado en 1933: el putch, los atentados y el terrorismo no podían tumbar a una dictadura; solo la acción de masas era considerada efectiva.[21]
El 15 de agosto se ratificó esa nueva posición.[22] La lucha directa de las masas debía realizarse a través de huelgas y manifestaciones que convergerían en un paro general, que de no derrocar al gobierno se conduciría a una insurrección: las armas serían un instrumento adicional.
No somos adoradores de la violencia por sí misma — planteaba un manifiesto del 26 de septiembre de 1956 — , ni consideramos que la violencia sea el único camino para solventar los problemas de nuestro país. Por eso formulamos y enarbolamos a su tiempo — nosotros antes que nadie — la consigna de las elecciones generales democráticas e inmediatas, con garantías para todos los partidos y zonas de opinión, que franqueaba la posibilidad de dar salida por vía electoral, sin graves convulsiones, a ciertas de las graves cuestiones que afectan el momento nacional. Pero cuando el gobierno despótico que padecemos — con el apoyo de sus amos imperialistas yanquis — bloquea la vía electoral y pretende mantenerse en el poder por la fuerza, no hay más remedio que apelar a la acción extraparlamentaria, es decir, a la lucha directa de las masas, elevándola a la altura que fuera menester — incluso la insurrección popular — para liberar a nuestra Patria de la opresión y abrir paso a las soluciones que necesita el pueblo (…)[23]
Se planteaba que en caso de éxito en acciones armadas, se convocara inmediatamente a las masas a lanzarse a la calle, para hacer cumplir el programa de la revolución agraria y antimperialista. O sea, estos puntos de vistas se acercaban a las posiciones de Fidel.
Con la aprobación de la línea de agosto, se abrieron nuevas posibilidades para gestiones unitarias entre el PSP y el M-26–7. Antes Frank País y Léster Rodríguez se habían reunido con Francisco Rosales y Luis Mariano Ávalos, dirigentes comunistas de Oriente, para convocarlos a acciones conjuntas. Ellos habían respondido que no podían participar porque no tenían autorización para hacerlo. En noviembre, el PSP orientó que se iniciaran coordinaciones con Fidel Castro a través de Ñico López. Para ello Flavio Bravo viajó a México. Luego de expresar la disposición de trabajar unidos por la revolución, le pidió al líder veintiseísta un poco más de calma en los preparativos de la insurrección, que demoraran por un tiempo la expedición a fin de coordinar mejores condiciones para su llegada y hacerla coincidir con una huelga azucarera.
El PSP manifestó su desacuerdo con tácticas de inicio de insurrección a plazo fijo, como había propuesto Fidel al declarar el 30 de octubre que en 1956 serían «libres o mártires». Ante la posibilidad de que se frustraran sus empeños, se lanzó a la mar con 82 hombres que desembarcaron en la isla el 2 de diciembre de 1956.
Santiago Rey, Ministro de Gobernación, acusó a los comunistas de participar en el levantamiento producido en Santiago de Cuba el 30 de noviembre en apoyo a la llegada de los expedicionarios. El PSP declaró que aunque también pretendía derribar al gobierno, estaba opuesto a ese tipo de acciones armadas aisladas de las masas. No obstante, ayudó modestamente a los rebeldes y denunció los crímenes que contra ellos cometió la tiranía.
Sin embargo, los resultados de las acciones armadas de esos días parecen haber tenido un efecto regresivo en las posiciones del partido. El 16 de diciembre se reunió la dirección del partido para reajustar su línea estratégico-táctica y allí se manifestaron algunos desacuerdos sobre la línea de agosto.
Uno de los discrepantes estimó correcta la consigna para el momento en que había surgido, pero se cuestionaba si se había exagerado la posibilidad de un nuevo agosto. Piensa que, en la práctica, se habían deslizado un poco de la línea, tal y como se había planteado originalmente: ir a la lucha insurreccional si no había posibilidades de elecciones generales ni vías pacíficas. Que al existir criterios diferentes y algunas concepciones izquierdistas sobre el Frente Democrático Nacional, se debían corregir los errores, pues salvo en algunas zonas azucareras no existía en el país una región o una ciudad donde la situación fuera «peor» que en el período entre 1946 y 1952. Tampoco había comparación posible con los años 1932 y 1933, cuando estalló la revolución contra Machado.[24]
Otra militante del Partido señalaba sus dudas sobre la justeza de la línea, pues los últimos acontecimientos parecían probar que el fermento revolucionario y la disposición de las masas era menor de lo que se suponía. En todo caso, no tan elevado como para pasar al camino del 12 de agosto. Por ello recomienda situar la lucha por las elecciones en primer lugar.[25]
A partir de esas discusiones, se decidió publicar una carta redactada unos días antes del 30 de noviembre en que el partido criticaba a Fidel Castro por falta de objetividad al analizar la situación y mantener la postura de la lucha armada inmediata. La misma proponía hacer un plebiscito popular para que el pueblo dijera si quería o no al gobierno y según sus resultados poner en ejecución la línea de agosto, suspendiendo todo tipo de acción armada extemporánea.
Táctica de las alternativas
El 13 de marzo, luego del fracaso del asalto al Palacio Presidencial y Radio Reloj, el PSP reafirmó su cambio de táctica y lo tomó como argumento para plantear lo equivocado de los métodos utilizados, aunque reconocía la limpieza y honradez de aquellos jóvenes.
Los meses siguientes fueron de importantes discusiones y, ante los reveses del movimiento revolucionario y la reanimación económica que se venía produciendo, se declaró definitivamente que la línea de agosto era incorrecta y unilateral.[26]
El 22 de mayo, el órgano oficial del partido publicó una carta firmada por más de cuarenta madres de personas asesinadas en la cual denunciaba los crímenes de la tiranía. Dos días después daba a conocer la llegada de un grupo de luchadores auténticos a bordo del Corinthya, que al ser detectados por las fuerzas represivas fueron perseguidos y masacrados.
En mayo se efectuó el Pleno del Comité Nacional del PSP en el cual se analizó cómo Batista llevaba una política de incentivar la división entre los oposicionistas y cómo después del asalto a Palacio había iniciado una combinación de demagogia con mano dura.[27]
El informe de Escalante analiza que la lucha guerrillera era importante, pero constituía un fenómeno aislado en el país, y se le daba mucho realce a las tácticas de sabotaje y acción individual. En cuanto al Directorio Revolucionario, reconoce en él las tácticas del DEU de la década del 30 y lo valora como un retroceso con respecto al accionar de la FEU en 1955. [28]
Puntualiza que el objetivo estratégico del partido era la eliminación de la agresión imperialista y los rezagos feudales de la economía, el cumplimiento de un programa patriótico y revolucionario que dé soluciones de fondo a la crisis, para lo cual necesitan de la unidad de todos los sectores que contribuyan a la tarea de expulsar al gobierno del poder y sustituirlo por otro que restaure la Constitución del 40, asegure la democracia, la independencia, el progreso y la paz, un gobierno de Frente Democrático de Liberación Nacional. Se analizaron como posibilidades tácticas: la unión y movilización para la consulta pública con elecciones verdaderamente democráticas y garantías impuestas por el pueblo o, si el gobierno se empecina y bloquea la línea electoral, ir a un levantamiento en base a una huelga general política como en agosto de 1933 o incluso una insurrección. De ellas el PSP estaría a favor, con preferencia, de la primera opción. Esta se conoce como la táctica de las alternativas.
En caso que se lograra derrotar a la dictadura y no se alcanzara la constitución del gobierno de Frente Democrático, los comunistas estarían de acuerdo con apoyar un gobierno de amplia coalición de las fuerzas opositoras.
El 5 de junio, Carta Semanal destaca el grado de división existente y las diferencias de orden táctico entre los grupos opositores: haciendo el juego al plan continuista del gobierno estaban Grau, Pardo Llada, Ochoa y sus seguidores; los ortodoxos históricos, auténticos abstencionistas y demócratas de Andreu esperaban que las soluciones les cayeran del cielo; los del 26, los putchistas de Prío, los jóvenes del Directorio concentran sus acciones en las armas tomadas aisladamente, en la violencia anárquica, el estéril petardismo; y los comunistas desde posiciones de base obrera y popular en la lucha por las demandas inmediatas, el derrocamiento de Batista y la constitución de un gobierno de Frente Democrático de Liberación Nacional. Afirma que esa oposición disgregada era la culpable de que la tiranía hubiera subsistido.[29]
El PSP aceptó como positiva la creación del Frente Cívico Revolucionario y del Frente Unido de la Oposición y exhortó a sus miembros a no excluir a ninguna fuerza política opositora de ellos.
El 16 de julio de 1957 los presos del Castillo del Príncipe se declararon en huelga de hambre en protesta por la situación humillante y represiva que padecían sus compañeros en la cárcel de Isla de Pinos. Uno de los huelguistas, el dirigente obrero Arístides Viera, le escribió una carta a Juan Marinello para que apoyara la acción con un paro general. De forma algo tardía se recibió el mensaje, no obstante, se intensificaron las acciones de solidaridad con los ayunantes a través de paros en los talleres y fábricas, protestas por la prensa y la radio, etc.
La noticia del asesinato de Frank País y Raúl Pujol provocó, de modo espontáneo, una huelga general en Santiago de Cuba y otras ciudades. El PSP participó en la misma y envió una misiva a Fidel Castro dándole el pésame por la pérdida de ambos luchadores. A escasas cinco semanas, Carta Semanal revelaba los desmanes de la dictadura a raíz del levantamiento de soldados y marinos el 5 de septiembre en la ciudad de Cienfuegos.[30]
El PSP se solidarizó con las críticas de Fidel al Pacto de Miami firmado el 15 de octubre, y agregó a las mismas la ausencia de programas de lucha claros y adecuados para las circunstancias por parte de las organizaciones signatarias del mismo.[31]
El 10 de noviembre, el Movimiento 26 de julio hizo un llamamiento a crear un frente unitario, cuyo objetivo era organizar la huelga general revolucionaria. El PSP expresó su satisfacción ante este hecho y colaboró para que en diciembre se creara el Frente Obrero Nacional.
El reajuste táctico comenzado en el pleno del Comité Nacional de mayo de 1957 se fortaleció en la reunión nacional de diciembre, en la cual se volvió a valorar la vía pacífica como la preponderante, sin desestimar en su totalidad los procedimientos armados. De hecho, la táctica de las alternativas significaba un retroceso con respecto a las posiciones de 1956.
El PSP trataba de crear condiciones para celebrar un congreso, pero la situación compleja del país se lo impidió. Es por eso que convocó a un pleno del Comité Nacional para mediados de diciembre (el último en la etapa republicana). Resulta interesante analizar cómo en fecha anterior — según testimonios de algunos protagonistas — , ya se estaba manejando la inminencia de un respaldo activo a la lucha armada, sin embargo, en dicha reunión no aparece reflejada esa probabilidad. Todavía prevalecieron las apreciaciones que exaltaban la vía pacífica vinculada a la variante electoral como método de lucha principal.
El evento aprobó un nuevo Programa para el partido que ratificaba la línea estratégica dirigida a obtener la liberación nacional en primera instancia, para luego avanzar hacia el socialismo. Con un programa de transformaciones que reclamaba, en esencia, las mismas transformaciones evocadas por Fidel en su alegato de defensa «La Historia me absolverá», se ratificó la línea de las alternativas. La posibilidad de la vía armada estaba algo latente, sin embargo no se tomaron medidas concretas para preparar a sus cuadros en ese sentido. Sus potencialidades se autolimitaban ante la convicción de que un movimiento público en ese sentido provocaría la intervención de EEUU en Cuba, haría fracasar el frente unido, apartaría a la burguesía nacional y otras capas anticomunistas de la lucha.
Sobre todo, discrepaban de los métodos de actuación de las guerrillas urbanas: el sabotaje, el ajusticiamiento de esbirros, las acciones de diversionismo, calificadas todas como terroristas. Tampoco se dieron cuenta de las diferencias existentes en las concepciones de los líderes del Llano y la Sierra.
Ernesto Guevara en su trabajo «Un año de lucha armada» referido al acontecer revolucionario en 1957 explicó que el PSP se unió al M-26–7 en algunas acciones concretas, pero que existían recelos mutuos que obstaculizaron la labor común.
El partido no había visto con suficiente claridad el papel de la guerrilla, ni de Fidel en la lucha revolucionaria. Los comunistas habían sido capaces de crear cuadros firmes que se dejaban despedazar en la oscuridad de un calabozo sin decir una palabra; pero no formaron a militantes entrenados para el asalto a un nido de ametralladoras. Aunque tenían definida una estrategia revolucionaria que abarcaba la decisión de luchar contra el imperialismo y los desmanes de las clases explotadoras, les faltaba la visión de la posibilidad real de tomar el poder.[32]
La línea de las alternativas representaba una mezcla de criterios tácticos contradictorios y divergentes, una visión errónea del panorama nacional y de la necesidad de pasar a una fase superior.
El 14 de diciembre, Fidel Castro llamó a la oposición a discutir una plataforma de unidad en los campos de batalla. A finales de 1957, el PSP asignaba a Carlos Rafael Rodríguez y Jorge Risquet para hacer un periplo por América Latina para informar a los partidos comunistas del continente la decisión de incorporarse a la lucha armada, determinación que no se hizo pública hasta el 12 de marzo de 1958.
Cambios a favor de la lucha armada
A partir de febrero de 1958, el PSP había comenzado a variar sus posiciones con respecto a la lucha guerrillera y encomendó a Ramón Nicolau que se encargara de crear una comisión para contactar con la Sierra Maestra y reclutar hombres que se incorporaran a los distintos frentes. Los primeros acercamientos se realizaron a través de Osvaldo Sánchez y Ursinio Rojas.
En esa etapa se gestó la creación de una columna en el norte de Las Villas, en la región de Yaguajay. Según recuerda Félix Torres González, sus compañeros de militancia Miguel Galán, Alberto Torres, Tomás Cortés, José González Castro y otros estaban siendo hostigados de manera brutal por el ejército. Ante las represalias que se prevenía, la dirección provincial citó a Alberto Torres a Santa Clara y le propuso que organizara una guerrilla con los perseguidos. Ya existía entonces otro destacamento armado del M-26–7 en la zona dirigido por Víctor Paneque. Los comunistas alzados se reunieron con los dirigentes de ese grupo para discutir si debían fusionarse. Dadas las divergencias de criterios llegaron a la conclusión que lo mejor era continuar independientes.
A mediados de año, el partido le ordenó a Félix Torres (del Buró provincial) que se alzara definitivamente y tomara el mando de aquel grupo guerrillero, cuyo nombre sería columna «Máximo Gómez».
Escasos de experiencia militar, con pocas armas y municiones, se organizaron en tres pelotones. Sus principales operaciones al inicio fueron acciones diversionistas, el sabotaje a la planta eléctrica de Iguará, la recolección de armas, la organización de los campesinos en apoyo a los alzados, la creación de un pequeño hospital y la fundación del periódico Unidad. [33]
El 12 de marzo, el partido decidió explicar al pueblo las razones de su apoyo a la Sierra Maestra. En un artículo publicado en Carta Semanal analiza que, aunque era partidario de una solución pacífica, sus tácticas también comprendían la lucha armada, la insurrección y la guerrilla, si el enemigo se resistía a las salidas de otro tipo. Además, las tropas de Fidel se habían engrosado por campesinos deseosos de pan y libertad y, de ese modo, se enlazaban con la lucha de masas, como se había aconsejado.[34] Ya la columna de Raúl Castro se había trasladado al norte para crear el II Frente y allí buscó el respaldo de los comunistas, dirigentes proletarios y campesinos de la zona.
Ese propio día 12, en un Manifiesto al pueblo de Cuba firmado por Fidel Castro y Faustino Pérez se planteó la proximidad de una huelga general y un movimiento definitorio con respecto a la tiranía a partir de los primeros días de abril. Luego de leer el documento, el PSP hizo declaraciones en las cuales criticaba algunos de sus enfoques porque limitaban una mayor participación de todos los sectores sociales en la lucha.[35]
No obstante, se acordó el envío de un Memorándum urgente a Fidel en el cual señalaba que, a pesar de existir entre ambas organizaciones diferencias en cuanto a programa e ideología, coincidían en la necesidad de tumbar a la tiranía, por lo cual asumía como decisiva la coordinación entre ambas organizaciones. Era importante evitar la derrota de la huelga, porque podría ocurrir como en 1935 y que se alejara el momento de la victoria. No se debía confiar nada al azar ni a la espontaneidad.[36]
Antes de la huelga del 9 de abril — según los testimonios de Guillermo Rodríguez y Enrique Oltuski — la dirección del M-26–7 en Las Villas se reunió con varios representantes del Comité Provincial del PSP como Wilfredo Velázquez (José) y Armando Acosta y con algunos miembros de la Juventud Socialista como Ovidio Díaz e Ibrahim Eng, para tratar los problemas de la unidad.[37] Por su parte, el Movimiento en la capital no hizo las coordinaciones necesarias con el PSP para la huelga general del 9 de abril. Existían prejuicios con respecto a las posibilidades movilizativas del PSP en el sector obrero.
Con poco tiempo de antelación, Faustino Pérez se reunió con dirigentes del PSP y del DR en la capital. Entre ellos existían diferencias de criterios que no fueron solucionadas, lo cual influyó en el fracaso de la huelga.
El 23 de abril, el PSP hizo un análisis de las causas de la frustración del paro. La clase obrera y el pueblo no tuvieron la culpa de los errores — decía en Carta Semanal. La forma anárquica, extemporánea y unilateral de la convocatoria, la utilización de métodos de comando y el desprecio a los elementos organizativos provocaron ese resultado. No obstante el revés sufrido, exhortó a las masas a no desesperarse, ni abatirse; a continuar los esfuerzos por obtener sus demandas económicas y políticas inmediatas, y aprovechar para ello la fecha del 1ro de mayo.[38]
Después de la reunión de Altos de Mompié, el M-26–7 acordó establecer un mando unificado con Fidel Castro a la cabeza y una dirección más cohesionada con su centro en la Sierra.
En julio de 1958, el PSP envió a Carlos Rafael Rodríguez a la Comandancia de la Plata en medio de la arremetida del ejército de la tiranía. Una vez terminada esta, el dirigente comunista bajó a reunirse con el Buró Ejecutivo y se tomaron decisiones acordes con las circunstancias. En tres semanas, Rodríguez estuvo de regreso en las montañas en calidad de representante de su partido, acudiendo al llamado hecho por Fidel a todos los sectores oposicionistas a congregarse en la Sierra para iniciar la ofensiva final.
Carta Semanal publicó el 16 de julio documentos fotostáticos que probaban la ayuda del gobierno norteamericano al régimen y la orden 30 de Raúl Castro conocida como Operación Antiaérea que planteaba la detención de los ciudadanos norteamericanos que vivían en la provincia oriental para que pudieran percatarse del crimen que estaba cometiendo su gobierno al apoyar a Batista. Estos documentos y el mensaje a las juventudes del mundo redactado por Raúl fueron trasladados a La Habana por José Ramírez Cruz, campesino comunista unido al II Frente Oriental; y Víctor Pina los llevó a México donde fueron publicados.[39]
El Buró Ejecutivo orientó a todos sus Comité Provinciales a intensificar las acciones y denuncias contra el terror, el estado de emergencia, la represión, las campañas de exterminio a los rebeldes, la farsa electoral, la injerencia externa, sin subestimar las demandas inmediatas y evitando las tácticas terroristas.[40]
Una vez firmado el Pacto de Caracas en el mes de julio, a pesar de no haber sido invitado a participar del mismo y considerarlo insuficiente, el partido elaboró una declaración de apoyo al mismo.
En esos momentos, se acordó mandar a la zona guerrillera bajo el mando del M-26–7 a varios dirigentes comunistas. A la Sierra Maestra fue encomendado Armando Acosta Cordero, quien se mantuvo en la columna 8 dirigida por el Che y participó en la invasión; así como al militante de la Juventud Socialista Luis Mas Martín, el cual permaneció en la Comandancia General. Por su parte, Antonio Pérez y Jorge Risquet de la Juventud Socialista fueron encomendados al II Frente Oriental.
Durante todo el período de la guerra, Carta Semanal se convirtió en órgano de denuncia de los atropellos del gobierno y propagandista de las acciones guerrilleras en la región oriental y algunos hechos significativos de las luchas urbanas.
El partido dio la orientación al Buró de Camagüey, que esperaran dos columnas invasoras que pasarían por ese territorio y una tercera que se quedaría allí para operar. Sin saber exactamente cómo se producirían esos desplazamientos, se organizó una unidad guerrillera en la zona de Cubitas.[41] De forma paralela se trabajó por entorpecer el desenvolvimiento de la farsa electoral convocada para el mes de noviembre.
El comité organizador del Congreso Campesino en Armas, efectuado el 21 de septiembre, contó con la experiencia de los militantes comunistas y líderes agrarios Romárico Cordero y José Ramírez Cruz.
La columna Ciro Redondo dirigida por Ernesto Guevara encontró una situación difícil en Ciego de Ávila y contactó con Saturnino Aneiro, secretario general del PSP en la región, quien le ayudó a conseguir prácticos para que los guiara, así como alimentos, ropas, calzados y medicinas.[42]
Entre los paquetes de medicinas entregados al Che, le hicieron llegar un plano de la zona elaborado por Felipe Torres y Osvaldo Sánchez, una brújula y dos pequeños mapas que los auxiliaron a orientarse en el terreno.
También la columna Antonio Maceo que llegó al norte de Las Villas, de inmediato se puso en contacto con los guerrilleros del PSP en su campamento de Jobo Rosado. En ese lugar se reunieron Camilo y Wilfredo Velázquez, de la dirección provincial partidista, quien le informó de la situación existente en la provincia. Además, el secretario general del partido, Arnaldo Milián, le ofreció ayuda en cuanto a las comunicaciones, en la construcción de algunos lanzallamas y el traslado de su tropa hasta Pinar del Río.
Osvaldo Sánchez se entrevistó con el Che el 16 de octubre, comunicándole que la ropa y las botas que les habían conseguido habían sido confiscadas por elementos de la tropa de Eloy Gutiérrez Menoyo. Sánchez estuvo varios días con la columna dejando muy buena impresión en el guerrillero argentino.
En octubre, Camilo se reunió con las dos guerrillas del norte de Las Villas (la del PSP y la del M-26–7) para explicarles la necesidad de la unidad y decidió organizar una columna mixta con guerrilleros de la zona que pertenecieran a ambas organizaciones.
En un informe a Fidel del 19 de noviembre Camilo le comentaba que los hombres «de la unidad Máximo Gómez habían tenido una verdadera conducta revolucionaria, apartándose de todo regionalismo, facilitando una verdadera unidad, y siguiendo en todo momento nuestras órdenes».[43]
Por esos días había ingresado a la columna el dirigente comunista Gerardo Nogueras, quien fue nombrado por Camilo responsable de una comisión cuyo objetivo era organizar a los obreros azucareros y agrícolas de las cercanías. El 19 de noviembre se efectuó la primera asamblea obrera en el propio campamento rebelde. Con posterioridad hubo numerosas reuniones como aquella, que también incluyeron a los campesinos de la zona.
Mientras tanto en las provincias occidentales, el PSP orientó a sus organizaciones la creación y adiestramiento de grupos armados para darle todo el respaldo necesario a la tropa de Camilo una vez que llegara a La Habana y Pinar del Río.
El 17 de noviembre fueron sorprendidos, torturados y asesinados el dirigente del PSP y organizador del FONU Carlos Rodríguez Careaga y el secretario General del PSP en Ciego de Ávila Saturnino Aneiro, quienes se encontraban coordinando acciones para la huelga general que debía producirse.
Según testimonio de Ramón Nicolau, con el propósito de mantener informados a los revolucionarios de los movimientos de las fuerzas represivas, el PSP instaló una planta de radioescuchas en una azotea en Nuevo Vedado, a través de la cual lograron interceptar y descifrar mensajes del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Además, a través de los obreros de los talleres del ferrocarril de Ciénaga y el Cerro, conocieron del envío del tren blindado hacia Santa Clara y lo informaron al Che.
Otra de las tareas más importantes encomendadas a la comisión militar que él dirigía, fue la de construir una estación radio-transmisora que debía llevarse al Escambray para entregársela al Che. Los encargados de la labor técnica fueron el estudiante Hirán Prat, el ingeniero José Altshuler y el técnico de radio Julio Mederos. La planta se confeccionó por secciones, que fueron embaladas en cajas de televisores y se enviaron por ferrocarril al centro de la isla. Allí las recibió Luis Fajardo Escalona y el militante comunista Pedro Luis Quiñones — que pertenecía a la columna del Che — las subió a lomo de mulas hasta el campamento rebelde, donde Ramón Bello y Prat terminaron el montaje.[44]
Después de organizado el FONU, se decidió la realización de una Conferencia Nacional de Trabajadores Azucareros en el Escambray. Para que no interfiriera con las acciones armadas que desarrollaba allí el Che, se trasladó el cónclave al norte y Camilo puso a su disposición la comisión obrera antes mencionada que logró organizar el encuentro los días 20 y 21 de diciembre. La inauguración se realizó en el poblado General Carrillo con una gran concentración popular en la cual habló el jefe guerrillero.
Habían comenzado los combates finales contra la tiranía y la guerrilla del PSP participó en el asalto a los poblados de Iguará y Zulueta, en el cerco a Yaguajay, tomando el batey del ingenio Narcisa donde se situó la jefatura que dirigió la toma de la ciudad.
Después de conocer la huida de Batista de Cuba, Fidel Castro llamó a la huelga general y ordenó a las fuerzas invasoras que continuaran su avance hacia La Habana. El PSP apoyó la decisión e hizo un llamamiento en el cual explicaba que, aunque había caído la tiranía, eso no era suficiente. El poder debía ir a manos de los rebeldes y de las fuerzas revolucionarias, por eso las masas debían lanzarse a la calle para asegurar la victoria. De esa forma se lograba evitar que la revolución se fuera a bolina como en los años 30.
Consideraciones finales
Pero el PSP no pudo encabezar la revolución como consecuencia del aislamiento político en que lo habían sumido el imperialismo y las clases dominantes de Cuba, y como resultado de los errores tácticos que cometió en la etapa inicial de la revolución. El PSP consideraba que las condiciones para la lucha armada no habían madurado cuando esta fue desencadenada por el Movimiento 26 de Julio. En el trabajo práctico, los comunistas tenían ciertas debilidades que dificultaban la conquista de las capas no proletarias para sus posiciones: elementos de sectarismo y prejuicios con respecto a los revolucionarios de origen «pequeñoburgués».[45]
Sin embargo, ayudó a cohesionar a las masas en los esfuerzos revolucionarios, sobre todo a partir de 1958 en que pasaron a apoyar la lucha guerrillera y unidos al M-26–7 y al DR influyeron en la posibilidad de liquidar el régimen capitalista y fortalecer las tendencias socialistas. Sus diferencias habían sido de orden táctico fundamentalmente.
El programa de lucha del Movimiento 26 de julio coincidía en muchos aspectos con el del PSP: derrocamiento de la tiranía, instauración de un gobierno provisional, restitución de la Constitución del 40, rescate de la soberanía, reforma agraria, saneamiento de la administración pública. Nunca se sacrificaron los principios en aras de los intereses tácticos. El M-26–7 tenía una composición heterogénea, con una base popular (obreros, pequeños propietarios, profesionales, intelectuales, estudiantes, campesinos). Sus líderes principales tenían formación marxista, muchos con formación religiosa y diferentes ideologías. Mientras, el PSP tiene un origen obrero en lo fundamental, una mayor homogeneidad ideológica y más disciplina.
Según el estudioso brasileño Darcy Ribeiro, en América Latina los comunistas han desempeñado un papel importante sobre todo por su influencia ideológica, más que por su fuerza política. Han ayudado a diagnosticar los problemas y formular soluciones que superaron las elaboraciones conservadoras. Pero «al abandonar la perspectiva leninista de lucha por un poder propio» dejaron de preparar a cuadros verdaderamente revolucionarios, olvidaron el proselitismo socialista y se aliaron a muchos políticos reformistas para fines electorales.[46]
En resumen, esta situación provocó en Cuba un conflicto constante entre las fuerzas marxistas y los sectores nacionalistas, y a su interior entre los diversos enfoques comunistas que se dieron dentro y fuera del Partido, pues como hemos analizado existió — en la línea programática del mismo — incoherencia entre el propósito de alcanzar la liberación nacional, las tácticas de unidad con elementos equivocados, los métodos reformistas desplegados con el objetivo de obtener mejoras económicas políticas y sociales y la postergación de la lucha por alcanzar el poder.
Notas:
[1] El Partido Comunista de Cuba, surgido en 1925, por distintas razones de orden estratégico y táctico había cambiado de nombre en dos ocasiones. Primero, en 1939, se nombró Partido Unión Revolucionaria Comunista; y finalmente, en 1944, Partido Socialista Popular.
[2] Secretario general y organizador del Comité Nacional del PSP respectivamente.
[3] Caridad Massón Sena. En los límites de la memoria. Conversando con Edith García Buchaca. La Habana, (Inédito), 2004.
[4] «Llamamiento de la Mesa Ejecutiva», Fundamentos, No 129, noviembre de 1952, p. 104.
[5] Blas Roca, «La situación cubana y la solución verdadera», Fundamentos, Año XIII, No 133, abril de 1953.
[6] «¿Cómo detuvieron a los compañeros Cabrera, Antonio Pérez y otros?», Carta Semanal, No 2, 15 de agosto de 1953, p.2.
[7] «El juicio de Santiago», Carta Semanal, No 7, 26 de septiembre de 1953.
[8] «El camino», Carta Semanal, No 4, 3 de septiembre de 1953.
[9] «Bases para un arreglo limpio de la situación cubana», Carta Semanal, No 6, 19 de septiembre de 1953.
[10] Caridad Massón Sena, obra citada.
[11] Carta Semanal, No 16, 20 de octubre de 1953, citado por Oleg Darushenkov, Cuba, el camino de la Revolución, Moscú, Editorial Progreso, 1978, p. 85.
[12] «Fragmento de la resolución de expulsión de César Vilar», Carta Semanal, Época II, No 52, 11 de agosto de 1954, p.2.
[13] A. Díaz, Informe sobre «La brava del 1º de noviembre, la situación actual y la lucha por la solución democrática de la crisis», 1954.
[14] Raúl Castellanos Ordaz, El Pleno de diciembre de 1957 del Partido Socialista Popular. Su significación y alcance, Santa Clara, ponencia inédita, 16 y 17 de abril de 1992.
[15] La SAR se fundó el 28 de abril de 1948 por iniciativa de Jorge Mañach, contaba entre sus miembros a militantes ortodoxos y auténticos. En noviembre de 1952 se reestructuró su directiva y eligieron como presidente a Cosme de la Torriente.
[16] «Frente a un Llamado a la Traición Nacional», Carta Semanal, Época II, No 39, pp. 1–2.
[17] Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y Salvador García Agüero, Independencia Nacional o Sumisión al Imperialismo, La Habana, 1955.
[18] Carlos Rafael Rodríguez, «Los comunistas ante el proceso y las perspectivas de la cultura cubana», Mensajes, No 1, julio de 1956
[19] A. Sobolev, «Algunas formas de transición del Capitalismo al Socialismo», Estudios y Documentos Teóricos, No 12, abril de 1957, pp. 4–5.
[20] Caridad Massón Sena, obra citada.
[21] «12 de Agosto (Un Ejemplo a Seguir)», Carta Semanal, Época II, No 156, 8 de agosto de 1956, p. 1.
[22] «La acción de masas contra el gobierno», Carta Semanal, Época II, No 157, 15 de agosto de 1956.
[23] «El camino del pueblo: agosto de 1933. Manifiesto del PSP», 26 de septiembre de 1956, Carta Semanal, Época II, No 165,10 de octubre de 1956, p. 1.
[24] «Sobre la táctica del camino de Agosto», 16 de diciembre de 1956. Archivo del Instituto de Historia de Cuba (AIHC), Fondo Primeros Partidos, sección PSP.
[25] «Algunas consideraciones en torno a la línea del 12 de agosto», Archivo del Instituto de Historia de Cuba, Fondo Primeros Partidos, sección PSP.
[26] A. Díaz, Informe del Pleno del Comité Nacional del PSP, mayo de 1957.
[27] «El Pleno del Comité Nacional», Carta Semanal, Época II, No 197, 22 de mayo de 1957.
[28] A. Díaz, Sobre la situación actual y la táctica del partido, 1957, pp. 8–9.
[29] «Lo que no hace, pero debiera hacer la oposición», Carta Semanal, Época II, No 199, 5 de junio de 1957.
[30] «Declaraciones del PSP. Sobre los sucesos de Cienfuegos y la salvaje represión desatada por el gobierno», Carta Semanal, Época II, No 214, 18 de septiembre de 1957, pp.1–3.
[31] «La denuncia de Fidel Castro contra el Pacto de Miami y el pacto necesario», Carta Semanal, Época II, No 231, p.3.
[32] Tomado de William Gálvez, Camilo, Señor de la Vanguardia, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1979, p. 173.
[33] «Carta de Félix Torres González a Aldo Isidrón del Valle», Noticias de Hoy, Año XXVII, No 169, 20 de julio de 1965, p.2; y testimonios de Arnaldo Milián y Alberto Torres para el libro de William Gálvez, Camilo, Señor de la Vanguardia, edición citada, p. 340
[34] «¿Por qué nuestro Partido apoya a la Sierra Maestra?», Carta Semanal, Época II, No 239, 12 de marzo de 1958, p.1.
[35] «Sobre el último manifiesto de Fidel Castro», AIHC, Fondo Primeros Partidos, sección PSP.
[36] «Memorándum urgente al Comandante Dr. Fidel Castro, jefe de las fuerzas rebeldes y toda la dirección del M-26–7», AIHC, Fondo Primeros Partidos, sección PSP.
[37] William Gálvez, obra citada, p. 304.
[38] «Los acontecimientos de la semana pasada y lo que debemos hacer ahora», Carta Semanal, Época II, No 245, 23 de abril de 1958.
[39] Arquímedes Poveda Godínez, Un hombre de leyenda, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 1991.
[40] «A todos los CCPP», 2 de julio de 1958, AIHC, Fondo Primeros Partidos, sección PSP.
[41] Testimonio de Felipe Torres, dirigente del PSP en Camagüey para el libro de William Gálvez, obra citada, p. 239–240.
[42] Joel Iglesias Leyva, De la Sierra Maestra al Escambray, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1979, p. 333.
[43] William Gálvez, obra citada, p. 380.
[44] Arquímedes Poveda Godínez, obra citada.
[45] Maya Okunieva, La clase obrera en la Revolución Cubana, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales y Progreso, 1988, p. 84.
[46] Darcy Riveiro, El dilema de América Latina. Estructura de poder y fuerzas insurgentes, México, Siglo Veintiuno Editores SA, 1984.
La autora es investigadora del Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC) “Juan Marinello”
Puede ver todos los textos de la serie aquí:
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