Entrevista con Ramón Cobas Avivar
Tras la publicación en La Tizza del editorial «Tendremos que volver al futuro» (15 de julio) y el trabajo «El día después no podrá ser el mismo» (20 de julio), de Luis Emilio Aybar recibimos, a través de diferentes plataformas, un grupo de comentarios, sugerencias, colaboraciones y propuestas.
Hoy publicamos un intercambio que se generó a partir de estos envíos. Conversamos con Ramón Cobas Avivar, Licenciado en Educación y profesor por más de 15 años en la Educación Superior y Media Superior, y quien, desde su fundación hace ya 23 años, es directivo de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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La Tizza: En sus comentarios iniciales a nuestra revista, usted sostiene que Cuba «está en guerra». Esa frase es considerada una exageración por muchos, o un pretexto para justificar los errores que se cometen. ¿Por qué afirma que nuestro país se encuentra en guerra?
Ramón Cobas Avivar: Ese sofisma lo alimentan quienes cometen errores y tratan de enmascararlos para no sufrir las consecuencias de sus actos. Los errores no necesitan asideros, se pagan caros y la vida así lo demuestra. Con los que cometen los errores hay que ser intolerantes. Cualquier ser humano puede errar, esto en el plano personal es entendible; pero cuando esos errores afectan a muchos, no pueden quedar impunes.
Cuba está en guerra, no podemos darnos el lujo de ser ingenuos ante esta realidad. El que así no lo vea está poniendo en riesgo los más sagrados principios de nuestra revolución o, sencillamente, le hace el juego al enemigo. En estos tiempos, a las guerras de los misiles, los tanques, los aviones, las balas y los soldados siempre les anteceden otras guerras que, por el efecto que provocan, son iguales o peores que las convencionales. Así encontramos las «guerras frías», las llamadas revoluciones de colores, el secuestro de la opinión pública, el intento de transformar la historia, las intervenciones humanitarias, los bloqueos y la imposición de la democracia capitalista e imperial, con todo lo aberrante que eso implica. Estos son métodos de las guerras modernas. La historia ha sido en extremo elocuente.
Hace más de sesenta años se nos hace una guerra económica, financiera y comercial. Cada año que pasa se incrementa exponencialmente esta guerra que, por demás, está claro que el enemigo es el más poderoso que ha existido en la historia de la humanidad y que nunca cejará en el empeño de ponernos de rodillas.
Como si fuera poco, estamos siendo atacados directamente con tecnologías incomprensibles hasta hace apenas unos años para la persona común. Se nos impone una guerra de cuarta generación para la que no estábamos preparados y contamos con pocos recursos para enfrentarla.
Con extrema impudicia y desprecio a la opinión mundial, el gobierno de Estados Unidos publica las millonarias cifras que ha destinado y destina en el presente para llamar a la inestabilidad, el desorden y la rebelión en Cuba.
La no comprensión del momento histórico que estamos viviendo, nos ha llevado a bajar la guardia y tratar con paños tibios y morosidad los viejos y nuevos problemas que nos agobian. Se sabe hasta la saciedad que si queremos resultados diferentes tenemos que dejar de hacer lo mismo.
La Tizza: En este escenario de permanente agresión, tomando en cuenta su llamado a «hacer las cosas de manera diferente», ¿cómo enfrentar esta «guerra»? ¿Qué cosas pueden hacerse de manera diferente?
Ramón Cobas Avivar: Para mí, la máxima ha sido siempre que la única manera de enfrentar y ganar esta guerra es con la guerra de todo el pueblo.
Para ello, el trabajo del Partido y de los revolucionarios debe transformarse de manera radical y acelerada.
Hoy, el Partido, en la práctica, ha sustituido la labor que corresponde a los Gobiernos y ha descuidado su más tenaz y firme propósito: el trabajo político e ideológico.
Actividad que debe enfrentar con nuevos y renovados métodos, desterrando para siempre los «teques» y discursos viejos que, por su recurrencia, no aportan casi nada a los nuevos tiempos. No podemos, bajo ningún concepto, subestimar la inteligencia de uno de los pueblos más instruidos y preparados de este mundo. No se pide abandonar u olvidar la historia; quien así lo vea es un oportunista. Por el contrario, debemos revisar hasta la médula cómo esta se enseña e ilustra.
Si queremos continuar con un solo Partido, este debe ser el partido de las masas y no sólo de los que en el militan. No hablo de extender su membresía a cualquiera, hablo de que el pueblo debe verlo y sentirlo a su lado codo con codo, peleando y sufriendo juntos; no como tropa de choque, sino como abanderado de la lucha frente a cada uno de los agobios del pueblo. El Partido no solo es «la avanzada», la «fuerza superior…», estas consignas llevan implícitas un mensaje excluyente y, de manera subliminar, dividen y no representan a los cubanos todos que son la verdadera fuerza superior del Estado y la Patria.
Los viejos métodos de esperar orientaciones «de arriba» nos anquilosan y aniquilan. El papel de vanguardia de algunos militantes cada vez es más pobre y menos comprometido. El eludir los problemas o enfrentarlos sin tino y, en la mayoría de los casos, con apatía, desinterés; el formalismo y la falta de sensibilidad con que trabajan, los hace perder esa condición de vanguardia a los ojos de quienes los rodean, lo que provoca un efecto dominó devastador. ¿Cómo pudiéramos entender, por ejemplo, que los militantes del Partido hayan permitido el retraso injustificado de la puesta en vigor de los acuerdos de sus propios Congresos?
La Tizza: Usted se ha referido «al pueblo», y ello nos recuerda aquella definición de Fidel en La Historia me Absolverá: «pueblo, si de lucha se trata»; en ese sentido, ¿qué retos, qué luchas enfrentamos los cubanos como pueblo hoy?
Ramón Cobas Avivar: La lucha continúa siendo una lucha de clases. Debemos entender que solo empoderando a los trabajadores y al pueblo estaremos dando un arma, la más poderosa de ellas, y una esperanza de luz que pretenden apagarnos.
En mi opinión, nuestra sociedad se divide cada vez más en clases sociales. La brecha que las separa, como nunca antes desde el triunfo de la Revolución, se hace sentir en las masas más desfavorecidas de los cubanos. Bajo ningún concepto podemos darle tregua a la cada vez más presente práctica del «sálvese quien pueda».
Los burgueses de hoy no son lo que fueron, aunque no dejan de abrazar las mismas razones políticas e ideológicas de entonces. Los burócratas de hoy se empoderan cada vez más, cada vez más se sienten por encima del pueblo y cada vez más se separan de este y por eso retardan, minan y cuestionan cualquier solución renovadora y audaz por la que puedan sentirse amenazados.
La Tizza: Usted se ha referido a «burguesía» y «burocracia». ¿Acaso los imaginarios, las prácticas que llama «burguesas» se identifican solo en la burocracia?
Ramón Cobas Avivar: Para nada, la burocracia es afín con la burguesía, necesita de ella para mantenerse en el poder y a su vez la alimenta y crea los marcos legales para que florezca, son una unidad dialéctica. Cuando los burócratas cesan en sus funciones, ya han abierto el camino y preparado las condiciones para pertenecer a esa clase que auparon y, en muchos casos, ayudaron a formar. La burguesía, ostente o no el poder político, lucha por el poder económico y desde ahí corrompe, condiciona procesos, manda, quita y pone burócratas que respondan a sus intereses de clase. No olvidar la historia de los países de Europa del Este y de la extinta Unión Soviética.
En Cuba se ha ido formando una clase pequeñoburguesa con capitales foráneos, de familiares, amigos o inversores que no dan la cara y se valen de cubanos para tener cierto viso legal. De esa manera han proliferado negocios de todo tipo, desde cooperativas que no lo son, hasta verdaderos magnates inmobiliarios y propietarios de todo tipo tras bambalinas.
Surgen también personas que, por diferentes razones legales y contratos en el exterior, han acumulado pequeñas y grandes fortunas que luego invierten en beneficios personales, alejados de proyectos solidarios y sociales, aprovechando el vacío jurídico –generado por la propia burocracia– que enmarque y regule el uso y tenencia de esos dineros bien habidos.
La Tizza: ¿Cree usted que ante la emergencia de facto de esa «burguesía» con poder económico, se expresen sus intenciones de fortalecerse desde el poder político?
Ramón Cobas Avivar: Es una realidad que esa frase elitista, condescendiente, de «confundidos» es inexacta. Tras muchos está la mano del enemigo y la conciencia propia enmascarada en tal concepto; debemos saber desenmascararlos y sin miedo presentarlos al pueblo como lo que son, apóstatas de la Patria.
Lo hemos vivido en los posicionamientos de algunos que pretendieron, ante el más leve intento de la toma del poder –porque de eso se trata, las protestas apuntaron y apuntarán siempre a la toma del poder, a la destrucción del socialismo–, sacar partido y flotar en cualquier agua. Se parapetaron tras vacíos argumentos que, supuestamente, garantizarían mantener y aumentar sus no pocas fortunas y sus desahogadas imágenes públicas.
La lucha que nos pretenden imponer se esconde dentro de la petición de diálogos y cambios –cosa legítima que desde hace mucho viene pidiendo el pueblo revolucionario y que ha sido desoído–, pero no se puede pecar de incautos: el fin que persiguen es desmontar el socialismo y sus conquistas. El repunte de la derecha a nivel mundial nunca abandonará ese viejo sueño.
Todo el que no vea el mensaje del video y la canción de Patria y Vida, o es un ignorante o es un convencido. Basta con apreciar cómo inicia: se quema y difumina la imagen de nuestro Apóstol y se va suplantando por la del Washington capitalista y esclavista. Nunca en Cuba se fue verdaderamente más libre que después de 1959, sin embargo, los gritos de Libertad y Patria y Vida fueron la máxima de los sucesos del 11 de julio. ¡Al Imperialismo ni tantico así!
La Tizza: Pero hay quien sostiene que, en la situación actual, resultan válidas todas las alianzas en función del cambio. ¿Qué considera en relación con esto?
Ramón Cobas Avivar: La palabra cambio, que últimamente es tan traída y llevada, debe ser contextualizada: ¿cuál es el cambio que se desea, destruir al socialismo o transformarlo desde verdaderas prácticas marxistas? Como si fuéramos tontos nos dicen que el socialismo no es democrático, que demoniza al hombre y sus virtudes, que lo excluye, que lo oprime; es, como te decía, la lucha por cambiar nuestra historia. Por supuesto, tenemos la obligación de cambiar, de perfeccionar el socialismo, de llevarlo a ser más inclusivo, a conquistar todos los derechos y lograr la aspiración del buen vivir, del estado de bienestar de todos. Si ese es el cambio, estoy de acuerdo.
Una cosa son las alianzas para el desarrollo y otra, muy distinta, es comulgar con el enemigo probado y consciente. Estos últimos, no por ingenuidad, se atrincheran detrás de la praxis martiana de «con todos y para el bien de todos». Cuba debe ser para el bien de todos, incluidos los que piensan diferente, pero sin dudas no con todos. Las preguntas serían, ¿le hubiéramos permitido a los Posada Carriles invertir en Cuba, hacer política en Cuba? ¿Lo haríamos con los cubanos odiadores e incansables patrocinadores del crimen, el terrorismo y el llamado abierto a matar comunistas y dirigentes? ¿Se lo permitiremos a los que aspiran y piden invadir Cuba, a los que quieren instaurar el capitalismo cruel y salvaje? Precisamente, lo que buscan es separar la economía de la política, de la ideología. No olvidar que «los hombres andan en dos bandos…»
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Me gustaría sugerirles a esos que se llaman «oposición» y que dicen ser la mayoría: si creen de verdad en la democracia, ¿por qué no renuncian a sus métodos violentos, de enfrentamiento?, ¿por qué no se postulan en sus barrios o donde lo deseen a delegados del Poder Popular? Si realmente son la mayoría y tienen arraigo popular formarían gobiernos a cualquier instancia, crearían un nuevo Parlamento y entonces sería legítimo que implanten los cambios que desean. Claro, esa opción no es mediática, no monetiza, por eso ni la piensan.
La Tizza: ¿Qué otras líneas considera sería necesario abordar en beneficio de una profundización del socialismo en Cuba?
Ramón Cobas Avivar: No se trata solo de cambiar lo obsoleto, lo que ya no funciona –aunque haya funcionado por mucho tiempo–; se trata incluso de cambiar lo nuevo que se implante y, en la práctica, tampoco funciona o es impopular. ¿Acaso no es el pueblo el soberano y razón de todo?
Llegó el momento histórico de la prisa sin la pausa. De renunciar o abandonar la dialéctica, pagaríamos un precio demasiado elevado. Si la lucha solo será ganada con la participación de todo el pueblo, es a este al que, en primerísimo lugar, hay que empoderar.
Por estos días se realizan diálogos con pequeños grupos de estudiantes, intelectuales, juristas, empresarios, religiosos, periodistas y otros sectores de la sociedad civil. Eso está bien que se haga en todo el país, no solo en La Habana; pero no se puede seguir postergando el diálogo abierto, masivo y permanente con los trabajadores, con los campesinos. La historia nos ha dicho que son los trabajadores y las trabajadoras quienes han conquistado derechos, quienes han transformado al mundo, quienes han luchado y luchan por el bienestar social, por la igualdad de todo tipo, quienes derrotan el racismo, quienes conquistan libertades. Gracias a las luchas históricas del movimiento obrero, hoy, hasta obreros que votan por las derechas disfrutan de la jornada de ocho horas, de vacaciones pagadas, de una jubilación cuando ya es imposible seguir con una vida laboral activa, por sólo citar algunos ejemplos. Son los pueblos quienes conquistarán un futuro digno, próspero y sostenible, es la lucha por el buen vivir de todos la que no debe cesar y a la que nunca podemos renunciar los cubanos.
La aparición de las Pymes y las Cooperativas no sólo debe apuntar a mejorar la vida del pueblo, sino que, en primerísimo lugar, deben ser formadas e integradas por el pueblo.
Hay que prestar extrema atención al marco legal regulador de las Pymes, sus funciones, razón y objetivo social dado al carácter de propiedad privada con que están naciendo. ¿De quiénes serán las ganancias de estos negocios particulares, quiénes acumularán capitales en estas formas de producción? Es necesario estar atentos, pues podrían formarse nuevos ricos y ya sabemos cuáles serán sus objetivos. No basta con velar por los derechos de los trabajadores contratados, hay que empoderarlos. Los emprendedores con proyectos solidarios y renovadores deben ser incentivados y multiplicados. No podemos incentivar las individualidades, nunca renunciar al proyecto socialista.
La Tizza: ¿En qué sectores de la economía cree usted debe actuarse con mayor prontitud?
Ramón Cobas Avivar: Diría que uno muy importante es la producción de alimentos. Si queremos alimentos para el pueblo, debemos apalancar de manera fuerte y decidida a nuestros campesinos, no sólo con créditos. Debemos y podemos, por ejemplo, otorgarles determinados «años de gracia», libres de todo tipo de impuestos, hasta los créditos deben ser «revolventes» y libres de impuestos. No olvidar que las agriculturas más eficientes del mundo llevan un por ciento no despreciable de subvenciones estatales, incluso en los propios Estados Unidos.
Han pasado años sin que la agricultura despegue. Ese hecho demuestra que ha sido terreno de sostenidas políticas fallidas e ineficientes, pues tenemos la tierra y a los campesinos –los mismos que se ganaron el derecho a disfrutarla con su decisivo apoyo a la lucha en la Sierra, los mismos del Congreso Campesino en Armas, los mismos de la lucha contra los alzados en el Escambray, los mismos internacionalistas en Angola y otros lugares del mundo–. No son ellos los que han incumplido con los planes o le fallan al pueblo, como tantas veces han sido analizados y expuestos.
Debemos responder, siempre, a: ¿qué nos ha faltado?, ¿qué no hicimos bien?, ¿por qué no funciona lo que sí lo hizo en su momento?, ¿qué están haciendo los que obtienen resultados, por qué, cómo, cuándo, dónde?, ¿cómo funciona en el mundo?, ¿cómo lo hacen en el mundo los que tampoco tienen recursos? y, sobre todo, ¿qué dicen los campesinos?, ¿cómo incentivamos más al que más produce?, ¿cómo se mueven los mercados agrícolas en Cuba y en el mundo?, ¿por qué teniendo el segundo mejor café del mundo Cuba es nadie en este mercado?, ¿por qué despegó el cultivo y el mercado del tabaco?… Las distintas formas de organización y tenencia de la tierra de los campesinos, necesitan distintas soluciones.
Desde el Programa del Moncada se ha dicho que la tierra es de quien la trabaja. El campesino debe saberse y sentirse dueño de sus tierras, donde nacen y se mantienen las tradiciones de sus ancestros, donde nacen sus hijos y familiares, donde construyen sus casas y bateyes, donde viven por los siglos de los siglos y producen riquezas que le permitan el buen vivir y el reconocimiento de su pueblo por lo que hacen por todos. Nunca una clase social ha tenido tanto apego a sus raíces que el amor que siente el campesino por sus tierras y animales, por cómo los protege y pondera, por cómo cuida y desarrolla el bosque, por cómo la hace sustentable. Hoy se han inventado todo tipo de fórmulas que no responden a ese sentimiento raigal.
La inversión en la agricultura es cuestión de seguridad nacional, el no verlo sería cuando menos una estrechez política. Dicha inversión debe ser para el que ha demostrado que produce, sea estatal, cooperativista o particular.
Hay que acabar con la práctica de atender y resolver lo urgente en detrimento de lo importante.
Debemos parar las inversiones que se ejecutan a largo plazo en el turismo o en cualquier otro renglón de la economía o los servicios no necesariamente vitales, y destinar esos fondos a la agricultura. La ciencia y la innovación para el sector no pueden ser retardadas o consignas.
Por otro lado, tenemos que hacer un análisis profundo sobre los gravámenes que hoy lastran los salarios de nuestros internacionalistas, médicos en primer lugar, y profesionales u obreros de cualquier tipo que hoy prestan esos servicios. No deben exceder los por cientos que gravan los salarios de cualquier cubano. La vida nos ha respondido amargamente algunas interrogantes, ¿quién es más importante: un futbolista, un pelotero o un médico?
A ellos –incluidos los médicos, que han dado de sobra muestras de sacrificios, desinterés, altruismo y patriotismo–, junto a todo el que lo desee y «merezca», debemos capacitar y enseñar cómo se hace una Cooperativa o una Pyme. No se trata de incentivar el éxodo de médicos o profesionales, seguro casi ningún médico abandonaría la profesión a la que han dedicado su vida, en ocasiones exponiéndose al peligro de muerte; se han ganado el derecho a que sus hijos o familiares participen en esas formas productivas, pueden unir y aportar capitales frescos con otros médicos o profesionales y pueden financiar y desarrollar esas formas productivas.
No se puede renunciar a los principios del Cooperativismo o de formación de Pymes hoy en Cuba. Detrás de algunas de estas formas se encubren verdaderos capitalistas que explotan la mano de obra asalariada, se apropian de la plusvalía y acumulan capitales. Tampoco es un trabajador por cuenta propia quien contrata y dirige asalariados, es cuando menos trabajador por cuenta ajena.
Las Oficinas del Conservador y del Historiador existentes en Cuba, acumulan vastas experiencias en el trabajo comunitario, incluso atesoran no pocas propuestas de nacionales y de Corporaciones Internacionales –que incluyen la manera de producir alimento a gran escala para peces, aves, animales de corral y mascotas con presupuestos bajos y recuperables en muy corto tiempo, la arrancada del cultivo y los mercados internacionales para el café, el desarrollo de fuentes de empleo, la introducción de tecnologías de punta y la mejora de la habitabilidad de los campesinos en determinadas zonas cafetaleras, hoy deprimidas–, de cubanos y extranjeros, deseosos de emprender y crear.
Estas instituciones –las Oficinas– están preparadas para aportar sus saberes en la capacitación y llevar hacia adelante la formación de nuevos negocios cooperativos o de otra índole en cualquier parte del universo económico cubano. No olvidar que uno de sus principales objetivos es salvaguardar el Patrimonio Espiritual de la Nación, son, por demás, líderes en el novedoso emprendimiento mundial de las Industrias Creativas. Sus quehaceres son fuentes inagotables del trabajo con las comunidades que deben aprovecharse al máximo.
La Tizza: Y, para incidir mejor en estos sectores, ¿qué falta?
Ramón Cobas Avivar: En mi opinión falta mucho compromiso, sensibilidad, exigencia y creatividad. Implantar las prácticas de los Presupuestos Participativos: que sea el ser social, la comunidad y la familia, el ser humano y sus circunstancias el centro, el objetivo primordial, quienes decidan.
Basta de paños tibios con los que se equivocan o no rinden, con los que estorban. No se piden «cacerías de brujas», sencillamente deben ser reubicados en donde demuestren que sus capacidades técnicas están acordes con su desempeño. Debemos medirnos constantemente, ser evaluados y remunerados por los resultados a corto, mediano y largo plazo, no por las horas o el esfuerzo que dediquemos a nuestros trabajos.
No podemos mantener empresas parásitas o ineficientes. Es nefasto que existan empresas que vivan del trabajo de otras, y no hablo del encadenamiento útil y necesario entre empresas, hablo de esas que viven de un por ciento que quitan a los artistas o a otras empresas como, por ejemplo, el Fondo de Bienes Culturales y otras. Es necesario, también, revisar críticamente a aquellas empresas intermediarias entre el productor y la exportación o la importación, que lo único que hacen es encarecer, retardar y anular la necesaria y permanente comunicación entre productores y clientes, a tenor de la posible ventana que se abre a la corrupción y los oportunistas.
El paternalismo ha devenido uno de los lastres más funestos a los proyectos socialistas. Saquémoslo de raíz y estemos alertas porque, como el marabú, siempre tiende a enraizarse.
Nadie, ni el Partido, ni el Estado, ni los Gobiernos, ni los funcionarios públicos pueden escapar a la revisión, la crítica y el escrutinio del pueblo. Para ello, el papel de la prensa socialista debe ser puntal y espina constante. Sabemos que no existen periodistas que, respondiendo a un medio con propiedad privada o estatal, sean independientes o apolíticos. Ese es el reto.
El amarillismo, los sofismas, la mentira, la desinformación, la corrupción, el populismo, la banalidad, el secretismo y sobre todo el triunfalismo son también cuestiones de seguridad nacional. Combatirlos y desenmascararlos públicamente es, sin dudas, el camino a la verdad que siempre nos hará libres.
Ese es el llamado al papel que debe jugar la prensa, sin miedos, con valentía, como se hace el periodismo de investigación. ¿Cómo entender que, en no pocas ocasiones, obstaculizamos el trabajo de los periodistas? ¿Cómo entender que, a veces, llegamos a la censura –solapada o no– y abrimos así las puertas a los anónimos oportunistas que lo que buscan es sembrar la división, la deshonestidad la cobardía y el miedo, por mucho que algunos sean ciertos? Eso lo único que demuestra es la debilidad e ineficiencia de nuestros mecanismos de control. Esa práctica anti-ética y contrarrevolucionaria debe desterrarse por siempre.
La Tizza: Se ha referido al papel de la prensa y, también, mencionó en sus respuestas varias instituciones culturales. ¿Qué papel otorga a la cultura en medio del actual escenario cubano, internacional, y los retos que impone a los revolucionarios?
Ramón Cobas Avivar: Si la Cultura es el Escudo de la Nación, así debe comportarse, en el entendido que cultura es todo lo que nos afecta para bien o para mal. El organismo que atiende y dirige este sector debe ser el más revolucionario de todos, debe ser el abanderado teórico y práctico del concepto Revolución del comandante.
Hoy, más que nunca, en cuanto la «nueva normalidad» lo permita, debemos sacar las manifestaciones artísticas de los teatros, las galerías y salones y llevarlos a la gente, a los barrios, a las prisiones, a los más desfavorecidos –Silvio ha sido paradigma y guía en ese quehacer–. Esto, sin abandonar esos sitios, decenas y decenas de teatros y salones especializados en las provincias y en toda Cuba hoy padecen de un sueño eterno y desmoralizador –muchísimo antes de las condiciones pandémicas del momento–.
Es casi una excepción que los artistas de primera línea sean vistos en los más apartados lugares de nuestra geografía, casi nunca es culpa de los Gobiernos locales, habría que estudiar las elevadísimas cifras y condiciones que muchos exigen por sus presentaciones, inalcanzables para cualquiera de los distritos o municipios más alejados de la capital.
Algunos de estos «artistas» se han alejado tanto de la realidad del pueblo trabajador y de las condiciones objetivas por las que transita el país que, desde sus lujosos estilos de vida, han manifestado que el pueblo revolucionario que tomó las calles para defender a la Revolución no es el pueblo que los llevó a la fama. Con su actuar, de manera consciente o inconsciente, se han puesto al lado del enemigo. Olvidan a conveniencia que público y pueblo no son la misma cosa, el público se pierde o se cambia, el pueblo permanece inalterable ante estas variaciones.
La educación deber ser, en primer lugar, una fuente inagotable de recibir cultura en sus más amplia magnitud y no mera instrucción, por muy científica que sea. Si no combinamos ambos procesos, estaremos formando legiones de incultos instruidos.
La Tizza: Ramón, agradecemos mucho su gentileza. Primero, al enviarnos algunos comentarios a los textos que publicamos en los últimos meses y, en segundo lugar, por acceder a esta entrevista. ¿Quiere agregar algo?
Ramón Cobas Avivar: Una Cuba mejor no sólo es posible, sino imprescindible para los cubanos y por el ejemplo que de ella emana para el mundo. Depende solo de nosotros.
Debemos trabajar de manera incansable, aun cuando nunca nos quiten el bloqueo, que algún día sin lugar a dudas se vendrá abajo. Las consignas deben cambiar, la lucha no es por más sacrificios, por más esfuerzos, por desarrollar al país; la lucha es por el buen vivir de todos, por ser más solidarios con el que sufre, o tiene menos en cualquier parte del mundo, por eliminar todas las formas de discriminación por motivos de razas, orientación sexual, o pensar diferente, por ser más inclusivos, por un socialismo próspero, democrático (valga la redundancia) y sostenible.
Del ideario de Fidel, quisiera resaltar estas palabras: «Si hay cansancio, jubílese; pero no se convierta en freno, no se convierta en obstáculo, no se convierta en estorbo. Hay mucho que hacer y esta tarea es de revolucionarios. No basta con haber sido revolucionario ayer, hay que saber ser revolucionario hoy, hay que saber ser revolucionario mañana. Y hasta, incluso, se puede ser revolucionario no estorbando, no estorbando».
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