No quiero contar una historia de amor

Una nota aclaratoria y las opiniones del autor acerca de la polémica en torno a QHUP

Por: Josué Veloz Serrade

Foto: Yander Zamora/Granma.

Con este trabajo, La Tizza termina –por el momento y hasta nuevo aviso– su participación ¿en el debate? que se generó a propósito de la exclusión de la Muestra Joven ICAIC 2018 del material Quiero hacer una película. Nos asisten dos razones fundamentales: 1. Buena parte de la discusión ha degenerado –ya debíamos estar acostumbrados– a una batalla de egos e intereses –personalismos de por medio–, y no de argumentos y posiciones; 2. La Muestra Joven 2018 se está realizando, y en medio de la “tendencia en redes”, parece invisibilizada la existencia de una buena cantidad de productos y realizadores que concurren a la misma.

Todo lo escandaloso habla del escándalo y de los escandalizados. Hay que desentrañar de dónde provienen las reacciones y las formas en que estas se muestran. Un escándalo es algo que introduce un golpe o ruido que no estaba ahí. Por lo general, la fuerza de sus estruendos impide comprender lo que causa horror, miedo o indignación. El escándalo regresa, como siempre, y esta vez con Martí. Al parecer hay tres posiciones: una trata a Martí como un excremento, otra le mira como estatua inalcanzable o conveniente, y una tercera no quiere que muera el apóstol en su siempre Centenario.

En la frase “Martí es un mojón”, el héroe — lo heroico — no es humanizado o llevado a la condición de mortal; sino que se degrada como resto, como cosa sucia que debiera ser expulsada o botada. El excremento es una parte del cuerpo que expulso, pero que trato con rechazo y asco. Sobre todo, cuando no es el que sale de mi propio cuerpo: el cuerpo del otro, ese extraño a veces insoportable.

El excremento es lo sucio que sale de mí, pero también me constituye como no-puro. Es materia como cualquier otra; si produce asco es porque capta algo que rechazo de mí, pero me habita. Un extraño dentro de mí que vive de una manera inaceptable para la ideología que padezco.

Primera conclusión: Martí es algo inaceptable dentro del cuerpo social, algo dice que no debe ser escuchado y se le expulsa.

Los excrementos tienen algo en común con las estatuas. La estatua es adoración, una parte de mí que elevo a la condición de ideal encarnado en el cuerpo de la figura material que le simboliza. La estatua es simbólicamente el excremento hecho Dios y vuelto adecuado para la conciencia. Tampoco la estatua sirve al héroe porque lo vuelve aceptable, no-peligroso.

Permítanme deslizar que la decisión de Fidel de que no se le hicieran estatuas, es un acto de lucidez que le mantendrá como el significante de los pobres y los humildes: Fidel no es ni excremento, ni estatua; sino sujeto común y, por lo mismo, profundamente subversivo. Todos los terremotos sociales de los próximos tiempos llevarán su nombre.

Si el excremento es algo que expulso, la estatua es algo que no acepto perder. En ambos casos se muestra la imposibilidad de la separación a nivel subjetivo. Esta imposibilidad se representa con el asco y la adoración. Hay una parte de la mente donde el asco es adoración, y otra donde la adoración es asco. En ambos casos se pierde a Martí, para no enfrentarlo, con su obra y su práctica tremendas, a los desafíos de los tiempos que corren.

Frente a Martí, ni asco ni adoración. Cierto es que Martí no es un mojón, pero tampoco es una estatua. Quizás es ese niño, aferrado a su busto frente a la aparente destrucción del tiempo y de los sueños, anunciando nuevas revoluciones, o exigiéndolas.

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