Conversación con Rubén Padrón Garriga / Periodista y Especialista en Comunicación del ICIC Juan Marinello
Por La Tizza
La Tizza (LT): Estuviste en la marcha convocada el pasado 11 de mayo. ¿Por qué? ¿Es la primera vez que asistes?
Rubén Padrón (RP): Nunca había ido a las marchas organizadas por el CENESEX, el “espíritu de la conga” no tiene mucho que ver conmigo que evito el ruido y no me gustan las concentraciones de personas. Por otro lado, nunca vi la necesidad de ir, pues la marcha oficial tenía mucha convocatoria y mi presencia no era necesaria, la masividad estaba garantizada. Aun así consideré sumarme este año, por la importancia que podría tener, luego de los debates constitucionales, la emergencia del extremismo religioso y el polémico referéndum del código de familia. No estaba seguro, pero lo vi como una posibilidad.
Sin embargo, cuando me enteré de la suspensión arbitraria e injustificada, me decidí a ir. Mi presencia ahí, esta vez, sí era necesaria; pues sabía que iba a asistir menos gente. Además, me interesaba difundir lo que estaba pasando de la forma más objetiva posible. En estos temas muchas veces las coberturas se parcializan, algunos maximizan la represión policial y otros acusan sin fundamentos a actores de la sociedad civil que solo quieren expresarse y meten a todos en el mismo saco.
En este caso, no solo que la marcha estaba organizándose desde la sociedad civil, sino que instituciones como el CENESEX estaban pidiendo “disciplina y confianza”, como si los derechos se pelearan de esta forma. Sabía que, en una cifra mucho más pequeña, uno más o uno menos sí se echaba a ver.
LT: ¿Es decir, que en tu caso “bajarle el perfil oficial” a la Jornada o a la Marcha te convocó? ¿A qué atribuyes esta decisión “oficial”? ¿Puedes describir tú marcha? ¿Cómo se dio? ¿Qué ocurrió? ¿Junto a quién(es) marchaste?
RP: Cuando se dieron las primeras marchas, que fueron revolucionarias en el sentido más amplio de la palabra, yo era un preadolescente; de adulto ya el acontecimiento no era nada nuevo ni rompedor. Me seguía pareciendo útil y válido, pero era una batalla aparentemente ganada y yo no consideraba necesario “gastar balas”, teniendo en cuenta que no soy muy de “ambientes festivos y coloridos”.
No le “bajaron el perfil oficial” a la marcha, simplemente, se suspendió. Bajarle el perfil hubiera sido hacerla sin cobertura mediática oficial, como fue la exhibición del filme Regreso a Ítaca u otros acontecimientos “tolerados a medias”. La marcha, no solo fue suspendida, sino que el CENESEX recomendó no ir a la convocada en redes sociales.
Para mí fue un punto de retroceso y me pareció necesario apoyar a mi comunidad en algo que sabía que iba a ser tenso y con muchos mecanismos por parte de la institucionalidad puestos a funcionar para disuadir a la gente de exigir sus derechos.
Creí que iban a ser cuatro gatos, teniendo en cuenta que la sociedad civil cubana, salvo casos muy puntuales, no ve a la calle como un medio para la protesta social. Sabía que no era una marcha de opositores, pues me llegaron convocatorias de personas ligadas a instituciones, miembros de la sociedad civil cubana que nunca se habían marcado por su activismo político pero que, al igual que yo, veían que este es un momento muy peligroso para el movimiento LGBTIQ+ en Cuba y no nos podíamos quedar de brazos cruzados.
Por otro lado, también tenía curiosidad en saber cómo se desempeñaba una “marcha independiente” en Cuba pues solo había visto las clásicas del primero de mayo, marcha de las antorchas o aquellas frente a la otrora Oficina de Intereses de EE.UU.
Además me molestó mucho la fiesta convocada a última hora, con strippers, para “competir” con la acción. Lo sentí como aplicar la vieja estrategia del “pan y circo”. Tal vez si hubieran incitado a un debate público con algún jefe policial sobre el acoso a miembros de la comunidad por manifestaciones de cariño que son permitidas a los heterosexuales, u otra manera “más ordenada” de denunciar las violaciones a nuestros derechos sexuales que aún se siguen cometiendo en el país, hubiera tenido la duda de si “luchar con orden” o sumarme a esta iniciativa que podía acabar mal.
Pero, saber que alguien hubiera podido pensar que unos “fibrados en calzoncillos” nos harían desistir, a golpe de cintura, de tomar la calle como se había hecho otros años me convenció por completo. Había que ir y contarlo todo.
En cuanto a la decisión oficial, nunca se explicó por qué. La “coyuntura internacional” no impidió que se suspendiera la marcha del Primero de Mayo, o la Marcha de las Antorchas que se convocó acabada de pasar el tornado y con alguna gente viviendo sin techo. Dicen algunos que el miedo a las iglesias fundamentalistas, sin embargo, el Estado cubano, desde su constitución como estado laico, siempre ha declarado que sus decisiones se toman en el terreno de la racionalidad y el humanismo.
Creo que la causa fundamental es que aún persisten personas homofóbicas en las más altas esferas de poder que aprovecharon esto. No fueron pocos los “murmullos” que nos acusaron a los miembros de esta comunidad de causar las discrepancias en la reforma constitucional, como si no hubiera otras inconformidades populares ligadas al salario o la falta de autonomía o participación política y económica en la sociedad.
Muchos de los que organizaron la UMAP, que parametraron homosexuales para expulsarlos de las universidades siguen ahí, y yo no creo que estén tan “arrepentidos”. Simplemente el mundo cambió y la izquierda latinoamericana se alejó de la visión estalinista soviética del socialismo, por tanto, estos criterios se acercaban más a la agenda política de la derecha conservadora que a los presupuestos progresistas que proponía la misma izquierda y tuvieron que “disimular” su homofobia para no ser vistos como retrógrados.
Eso es algo que el capitalismo ha aprendido a lo largo de los siglos. En la propia historia de los Estados Unidos también se protagonizaron dolorosos actos de repudio contra los homosexuales, pero los políticos que ordenaron estas barbaridades pronto salieron del panorama mediático, perdieron su capacidad de decisión, y algunos, como el senador Joseph McCarthy murieron solos, alcohólicos y rechazados por todos. Hoy tienen un presidente xenófobo, homófobo, misógino y protofascista, pero, en caso de que logre la reelección, dentro de cuatro años irá a atender a sus empresas, y el nuevo mandatario criticará duramente sus políticas públicas y errores, para evitar así heredar los rencores y heridas no sanadas de gays, mujeres, nativos y migrantes que han sido menospreciados por su discurso y acciones. Esto permite que las atrocidades se olviden, pues, rápidamente, pierden su rostro.
En Cuba no pasa esto, cuando los dirigentes y altos funcionarios se perpetúan en el poder, también se perpetúan sus errores, y, con esto, los rencores y dolores que han generado durante ese tiempo. El CENESEX parecía tener la fuerza para eliminar ese espíritu homofóbico en la institucionalidad cubana, pero el Lord Voldemort estaba escondido detrás de la cabeza del Profesor Quirell y solo esperó el momento más propicio para salir, y ellos, al menos de forma visible, no hicieron mucho para impedirlo.
Van a poner nuestros derechos a plebiscito, cuando esto no pasará con el “código de trabajo” y la “ley electoral” que afecta todos los cubanos. La comunidad LGBTIQ+ cubana se vio en la encrucijada de presionar por sus derechos en la calle o negociarlos con las estructuras de poder mediante el CENESEX, creo que ambas opciones pueden ser válidas, pero es el sujeto el que debe decidir qué camino tomar, y, si es posible, crear un atajo entre los dos.
Sobre mi marcha puedo contarte que fui solo. Llegué al parque central pensando que seríamos cuatro gatos, que la policía no nos dejaría pasar, que las damas de blanco estarían ahí para robarse el show y los manifestantes por los derechos LGBTIQ+ serían minoría. Sin embargo, me dio mucha satisfacción encontrar gente de todo tipo, activistas, compañeros de universidad, amigos, examantes…
Marché solo, y a la vez con todos. Quise ver el fenómeno desde distintos ángulos y aristas, conversé con varios manifestantes y ninguno me pareció pagado por la CIA, una madre que acompañaba a su hijo, una modelo que quería apoyar a sus amigos y, de paso, tirarse fotos para Instagram, algunos activistas que fueron a luchar por la causa…
Me sorprendió encontrar gente heterosexual luchando por los derechos de sus semejantes. En mi perfil de Facebook también tuve reacciones de compañeros de secundaria, que en su momento se burlaron de mí por no saber ni querer jugar pelota y hoy me felicitaron por participar en la acción. Creo que realmente marcó un hito para la sociedad civil cubana y eso hizo que mucha gente, de verdad, se sensibilizara con la causa.
Al final hubo represión policial, eso no se puede negar, no fue contra la masa, sino contra seis personas, líderes disidentes o periodistas independientes, pero en Cuba no debería haber espacio para eso. Creo que los usaron como “chivos expiatorios” para asustar a la gente para que no pasara a Malecón y así, además, sacarlos del medio. Golpear a una persona hasta hacerla sangrar delante de cerca de 300 cubanos y la prensa extranjera, más allá de lo éticamente reprochable que tiene, es otra de las tantas torpezas políticas.
Mientras los fundamentalistas estaban encerrados en sus iglesias rezando “dios sabe por qué”, la policía cubana volvió a quedar ante el mundo como la represora de la comunidad LGBTIQ+. Qué diferente hubiera sido todo si el CENESEX, en vez de oponerse, hubiese decidido sumarse al ver el poder de convocatoria de la marcha alternativa, pues la “probadera de fuerza” no puede ser con los tuyos. Los disidentes conocidos y periodistas que buscaban específicamente el show — pues no todas las coberturas fueron iguales — , al poco tiempo hubieran terminado aburriéndose, y la noticia hubiera sido “El CENESEX se une a la marcha convocada por los activistas LGBTIQ+”.
Muchos de los que hoy dicen decepcionarse de esa institución hubieran estado en la fiesta sin sentir que, mientras algunos se divertían y “vacilaban” al famoso actor porno Antonio Biaggi, otros, de su misma comunidad, estaban en la calle peleando por algo que es urgente y necesario. La sociedad civil no se conquista a base de cintura.
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