Los tabaqueros, su idiosincrasia y su historia de luchas

De la serie Relatos de tabaquería

Por Jesús Serrano González


Jesús Serrano González nos ha hecho llegar sus memorias sobre la historia e idiosincrasia del sector obrero al que perteneció a lo largo de su vida. Se trata de un grupo de textos que reflejan la tradición oral de los tabaqueros, fuente de los conocimientos, experiencias y anécdotas aquí relatadas. Nuestra contribución ha consistido en seleccionar las partes mejor logradas, integrarlas donde fuera posible y ajustar su presentación formal. El lector podrá acercarse a los valores, la identidad y las luchas de un sector que ha expresado con fuerza la historia de un país.

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El tabaquero era bailador, noble, sencillo, compañero, solidario y luchador contra la injusticia. Las lecturas de tabaquería hicieron del obrero una persona con un vocabulario y unos conocimientos comparables a los de los intelectuales. Para dirigir las asambleas en las fábricas había que estar bien preparado. Era costumbre golpear con su chaveta, instrumento de trabajo utilizado para confeccionar los tabacos, cuando estaban de acuerdo con algún planteamiento o informe emitido por un compañero desde la tribuna. Lo hacían con fuerza y entusiasmo repetidas veces sobre la tabla de rolar, y en intervalos más prolongados cuando estaban en desacuerdo.

Paseaban todos elegantemente vestidos por las fábricas — siempre les gustó vestir bien — , y albergaban la aspiración de llegar a confeccionar los mejores tabacos. Si pasaban frente a compañeros conocidos aminoraban el paso, para ver si alcanzaban a escuchar algún elogio: «ese es tremendo tabaquero».

Algunas personas los catalogaban de trovadores, y es cierto que les gustaba la música, ¿a quién no? Pero lo que sucedía es que las artes, tanto de la música como del tabaco, tenían sus altas y sus bajas, así que muchos debían ejercer ambas profesiones: músicos y tabaqueros. Ejemplos los hay destacadísimos: Manuel Corona, Eulogio Ortiz, Planas, Francisco Repilado (Compay Segundo), Pablo Quevedo…

Pero no solo eran músicos algunos tabaqueros, había también sastres, barberos… En las épocas donde nadie tenía dinero — como durante el gobierno de Machado — cogían sus instrumentos de barbería, caminaban por los campos y pedían alimentos para sus familias a cambio de sus servicios.

En sus relaciones mutuas no había orgullos o prejuicios, ni racismos, ni xenofobias. Incluso cuando Cuba era colonia española trabajaban juntos cubanos y españoles, y también después de la independencia. Era una hermandad laboral nacida de la admiración del arte de la confección del tabaco.

Los tabaqueros admiraban a sus antecesores, aquellos que trabajaron en Tampa y Cayo Hueso, que habían tenido el privilegio de conocer a José Martí y ver en él a un cubano realmente comprometido con las luchas por la independencia y por toda la justicia. Estos tabaqueros son inolvidables para la historia de Cuba. Muchos de ellos donaron parte de su salario a la revolución y algunos incluso se alistaron como expedicionarios de La Fernandina. Después de que Cuba dejara de ser colonia española, el espíritu de lucha siguió vivo en el sector tabaquero.

Muchos piensan que la ideología que primaba entre ellos en estos primeros años de República era la comunista, pero en realidad había una mayor inclinación hacia el anarco-sindicalismo. Llegaron a dirigir tres grandes huelgas: la de los Aprendices, la de la Moneda y la de No Rebaja.

La Huelga de los Aprendices exigía la incorporación a la industria de jóvenes cubanos sin importar su raza. En esa época los oficios que mejor salario pagaban a sus aprendices — escogedores, fileteadores, rezagadores, anilladoras y dependientes — eran solo para los españoles y familiares o allegados de los dueños, y tenían que ser blancos. Los hombres cubanos solo tenían el derecho a ser torcedores, aunque se podía dar alguna excepción. Esta huelga ocurrió en 1902. Para que terminara tuvieron que intervenir Máximo Gómez y Juan Gualberto Gómez. Se lograron algunos de los objetivos. Los obreros cubanos de raza negra no tuvieron todos los derechos hasta después del triunfo de la Revolución en 1959.

Cinco años después de este episodio tuvo lugar La Huelga de la Moneda. Debido a la intervención norteamericana, en Cuba circulaban la moneda estadounidense y la española. Los propietarios de las fábricas pagaban los salarios en moneda española y cobraban las ventas del tabaco en moneda norteamericana, que era de mayor valor. Hasta oídos del gobernador norteamericano — en aquel entonces, Wood, en su segundo período de intervención — llegaron las protestas de los empresarios, para que tomara medida con los huelguistas. Este les contestó que no podía hacer nada porque ellos no estaban alterando el orden.

Muchos de los obreros protagonistas de la huelga eran repatriados que se habían establecido en Cuba. Los tabacaleros que trabajaban en Tampa y Cayo Hueso se solidarizaron con la causa y enviaron parte de su jornal para subsidiar a los familiares de los reclamantes y que estos no pasaran necesidades y pudieran continuar con la huelga. A los dueños no les quedó más remedio que aceptar las demandas.

Por último, la Huelga de la No Rebaja. La causa que la originó fue el recorte o rebaja de personal que se hacía en las fábricas cuando mermaban las ventas. Los huelguistas reclamaban que, ante esa situación, se repartiera la demanda de tabacos entre los obreros de la fábrica, aunque disminuyera la cantidad de días a trabajar por cada uno, y así nadie quedaba sin trabajo. Después que lograron este objetivo se hizo habitual que cada lunes, frente a la fábrica, cuando el delegado sindical terminaba de conversar con el dueño, los obreros le preguntaran: ¿Esta semana cuántas patas tiene el gato?

A los tabaqueros les gustaba compartir una cerveza o un trago cuando terminaban de trabajar, en dependencia de la estación del año. Cierto día llegó a trabajar un obrero de la fábrica Larrañaga y cuando pidió sus materiales para la confección de tabaco, le dieron unos que correspondían a tabacos de inferior tarifa salarial. El joven, de poca experiencia en el oficio, creyó que podía tratarse de un error, pero le aclararon que esa era la orientación del Capataz. Fue a ver el jefe de galera[1] para saber qué sucedía, y este le dijo que el día anterior lo había visto dándose unos tragos en el bar de la esquina después de la jornada laboral, y que esa era la causa de la sanción. Le explicó que ingerir bebidas alcohólicas podía trasmitir una sustancia no visible que afectaba al aroma del tabaco, a través de las glándulas sudoríficas de las manos.

El joven se acordó de todas las veces que había tomado sin tener problemas por la calidad de los tabacos que confeccionaba. Entendió que los dueños de las fábricas usaban esos argumentos para cuidar su prestigio y comprendió por qué ningún tabaquero frecuentaba los bares cercanos a sus fábricas.

Notas

[1] La galera es el departamento donde se confeccionan los tabacos, es decir, donde laboran los torcedores.


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