Los nombres que se nos pierden

Por La Tizza, a propósito del 8 de octubre

Alejandro, Inti, Urbano, Rolando,Ramón,Tuma,Arturo, Morogoro son algunos de los combatientes de la guerrilla en Bolivia.

A veces los nombres se nos desdibujan, como en una fotografía vieja cuando pasa el tiempo, uno adivina que allí hubo una sonrisa, una mirada, una particular forma de inquirir y de pedirle a la vida. Nos sucede con la familia lejana, o los amigos de la infancia de quienes luego no tenemos más noticia y solo nos queda aquella foto colectiva del primer grado, desgastada y muchas veces descolorida.

Algo similar nos sucede con algunos héroes, sus nombres identifican escuelas, fábricas, calles, los pronunciamos con cierta frecuencia, pero cada vez nos cuesta más trabajo imaginarlos de carne y hueso; y la mayor parte del tiempo no sentimos la necesidad de imaginarlos. Nos basta con repetir “mira, ahí queda la fábrica de lápices Jesús Suárez Gayol”, “la escuela primaria Manuel Fajardo queda doblando la esquina”, “el parque José Luis Suñol fue remozado”. Y así, van dejando de ser seres humanos, con sueños, valores, ideales, temores, deseos, para convertirse en palabras, meras palabras.

Pero cuando te tomas el tiempo, y lees lo que escribió aquella la primera vez que vio el mar; a lo que aspiraba el otro; cómo este de aquí, mientras estaba en la selva, perseguido por un ejército, escapando del cerco, se detuvo un día para liberar una mariposa de una telaraña; entonces los nombres se llenan de frases, de risas, de tristezas, de fragmentos de la vida, y ya no son meras palabras.

Jesús Suárez Gayol, el Rubio, fue el primer cubano que cayó combatiendo en la guerrilla. Alberto Fernández, Pachungo, fue capturado luchando junto al Che ese 8 de octubre, malherido, murió sin atención médica, en la misma aula de la escuelita en La Higuera donde mantuvieron prisionero al Che hasta que se decidió su muerte.

Este 8 de octubre, un día en el que muchos recuerdan el último combate del grupo guerrillero dirigido por el Che en la Quebrada del Yuro, La Tizza publica estos fragmentos de cartas casi desconocidas, que hablan de algunos de los anhelos más íntimos de dos hombres casi desconocidos: sus hijos.

Esperamos que esta carta de despedida que escribiera El Rubio a su partida de Cuba, y el fragmento de una nota que enviara, desde la guerrilla, a su casa Pachungo para el día del cumpleaños de su hijo sean un llamado a detenernos, a preguntar y buscar en cada nombre que nos encontremos:


Carta de Jesús Suárez Gayol a su hijo Jesús Suárez Valmaña:

Dic 2 de 1966.

Comp Jesús Félix Suárez

Habana Cuba

Querido hijo:

Muchos son los motivos que me impulsan a escribirte estas líneas que te hago en circunstancias muy singulares y que habrás de leer cuando el tiempo transcurra, cuando seas mayor y puedas entender cabalmente la decisión que he tomado.

Hoy estás a punto de cumplir cuatro años, eres para mí la prometedora esperanza de que seas el hombre que aspiro y la alegría extraordinaria que ha llenado mi vida en los pocos momentos en que he podido estar a tu lado. Eres mi único hijo y pienso que sería imperdonable marcharme a cumplir con el deber que mi condición de revolucionario me dicta y que puede costarme la vida y no dejarte escrito tan siquiera algo de las muchas cosas que te diría si pudiera verte crecer a mi lado.

He tenido la suerte extraordinaria de vivir en una etapa trascendental de nuestra Historia. Cuba, nuestra Patria, nuestro Pueblo, realiza una de las más grandes epopeyas que registra la Historia de la Humanidad. Está haciendo su Revolución frente a las circunstancias más adversas y ha emergido victoriosa ante cada amenaza y ante cada agresión. Nuestro Pueblo marcha hoy con paso firme hacia un futuro feliz; dueño de su destino, trabaja ardorosamente consciente de lo que realiza y por qué lo realiza. Pero esto, que no es otra cosa que el ejercicio de un legítimo derecho de los pueblos de escoger por sí mismos su destino y su futuro, ha concitado contra nuestra Patria el odio de la reacción internacional y principalmente del Imperialismo Norteamericano. Ello es así porque la Revolución Cubana no es tan solo la derrota concreta que el Imperialismo ha recibido en el pequeño pedazo de mundo que es el territorio de nuestro País, mucho más que eso, la Revolución Cubana es el ejemplo vivo que señala a otros pueblos el camino de su liberación. Pueblos a los que el Imperialismo exprime, explota y de los cuales se nutre, pueblos que no pueden, como el nuestro, construir su porvenir, donde millones de hombres y mujeres entregan su esfuerzo para el enriquecimiento de unos pocos, donde miles y miles de niños como tú y aun más pequeños que tú mueren sin asistencia médica, niños que no tienen escuela ni maestros y a los que espera la miseria y la ignorancia, fiel compañera que va siempre del brazo de la explotación. Es por eso que el deber de un revolucionario cubano, en esta etapa, se extiende más allá de los límites físicos de nuestro País y está allí donde quiera que exista la explotación, donde quiera que el Imperialismo clava sus garras para extraer la sangre de los pueblos.

Es esta interpretación de mi deber como revolucionario lo que me impulsa a marchar fuera de mi Patria a luchar, con las armas en la mano, contra el Imperialismo. Conozco los riesgos que ello entraña, sé que dejo atrás mis afectos mayores, mis seres más queridos, pero al mismo tiempo me invade la alegría y el orgullo incomparable de saber que paso a ocupar un puesto de vanguardia en esta lucha a muerte de los pueblos frente a sus explotadores.

Entre esos seres queridos, en primerísimo lugar, te encuentras tú, mi hijo. Mucho hubiera querido estar a tu lado en todo el proceso de tu formación y verte cristalizar como hombre y como revolucionario. Como eso me será muy difícil dada la decisión que he tomado, confío que mi ejemplo y la herencia moral que constituye una vida dedicada por completo a la causa revolucionaria, unido a la educación que recibirás por crecer en un Pueblo en Revolución, suplan con creces mi ausencia. Aspiro a que tú comprendas esta decisión mía y jamás me la reproches. Aspiro, creo que es una legítima aspiración de padre, a que vivas orgulloso de mí y contribuir así a tu felicidad ya que no puedo, con mi compañía, proporcionarte las pequeñas alegrías que la generalidad de los padres ofrecen comúnmente a sus hijos.

Quiero que estudies con ahínco y te prepares lo mejor que puedas para impulsar con tu esfuerzo la obra revolucionaria. No creo, por lo menos así lo espero, que tengas que empuñar las armas para luchar por el bienestar de la humanidad; tu campo de acción será la ciencia, la técnica, el trabajo creador cualquiera que éste fuese; desde esos frentes también se lucha por las buenas causas, en ellos también hay heroísmo y gloria cuando el revolucionario se entrega con pasión, con dedicación, con ardor.

Quiero que rechaces siempre lo fácil, lo cómodo. Todo lo que enaltece y honra implica sacrificios. Cuando un revolucionario se acomoda comienza a descomponerse y a dejar de serlo.

Quiero que siempre veas el bienestar común como único medio de obtener el bienestar propio. Cuando un revolucionario comienza a recibir beneficios que aún su pueblo no puede recibir, comienza, si no es que ha dejado ya de serlo.

Mantente siempre vigilante y defiende tu Revolución con celo y con fiereza. Ha costado mucha sangre y representa mucho para los pueblos del mundo.

Quiero que seas siempre sincero, cabal, abierto. Prefiere siempre la verdad por dura que esta sea. Debes ser reflexivo ante las críticas y al mismo tiempo defender tu criterio sin vacilaciones cuando sea honesto. Rechaza la lisonja y la adulonería y no la practiques nunca. Se siempre el más severo crítico de ti mismo.

Cuando esta carta tú leas ya conocerás sin duda muchas de las hermosas páginas que escribiera José Martí, hay unos versos del Apóstol que se titulan “Yugo y Estrella”, pues bien, léelos y medítalos y recuerda que quiero que, ante las alternativas que la vida te ofrezca, tú siempre escojas “la estrella que ilumina y mata”.

Quiero que tú seas un digno hijo de tu gran Patria.

Que seas un revolucionario,

un comunista.

Te abraza tu padre

Jesús Suárez Gayol


Carta de Alberto Fernández a su hijo Ernesto Fernández:

Para Ernestico en su cumpleaños

Ya soy feliz,

ya tengo un hijo,

ya no estoy solo por completo en este mundo.

Ya existe un ser que me acompaña,

ya tengo un sitio asegurado en el futuro.

Cuando mi vida estaba sola,

todo era en ella indefinido y vagabundo.

El Universo era arena;

los días eran como el viento y como el humo.

Desde que estoy acompañado,

todo se vuelve más preciso y más seguro.

Y entre las cosas recobradas

tengo descanso, tengo sombra y tengo rumbo.

Vivo en la tierra como el árbol;

tengo cimientos en la tierra como el muro.

Y estoy fundado en esta vida

con todo el peso de la frente y de los puños.

Mi corazón estaba seco,

mi corazón en este yermo estaba muerto

Pero por fin ha retoñado,

y en él este yermo ha dado flor y ha dado fruto.

Al florecer y dar su fruto de bendición,

mi corazón mira y se asombra.

No sé si el mundo es el de siempre,

pero lo cierto es que lo veo distinto.

con todo el ser en los sentidos,

yo estoy pendiente de sus ojos y su boca.

Desde que soy padre de un hijo/niño,

vivo en la tierra con el alma y con el cuerpo.


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