Por Michel E. Torres Corona
Las primarias demócratas en las elecciones estadounidenses han tenido un antes y un después: el «Supermartes» — SuperTuesday en inglés — . Se pasó del ritmo pausado de una votación por estado — Iowa, New Hampshire, Nevada, Carolina del Sur — a un frenético día en el que catorce estados celebraron estos comicios preliminares. Y dejó de ser una carrera plural — y caótica — para definirse, con claridad, como un enfrentamiento entre dos formas de asumir la realidad estadounidense dentro de un mismo partido.
Pero, ¿cómo funcionan estas primarias? ¿Qué son?
Las primarias electorales no son un procedimiento constitucional, si hablamos en rigor: fueron una creación partidista posterior. A inicios del siglo XX, ya se celebraban algunas votaciones y caucus,[1] pero tenían un carácter consultivo, no vinculante. En 1968 ocurre un punto de inflexión cuando la Convención Demócrata eligió como candidato a Hubert Humphrey, quien fuera vicepresidente de Lyndon B. Johnson y defensor de la guerra en Vietnam. Esta decisión provocó disturbios y protestas, en particular en la ciudad de Chicago, y el establishment tuvo que abogar por otros procedimientos para la elección de candidatos.
De ahí la creación de primarias electorales, que en el caso que analizamos apuntan a la Convención Nacional Demócrata, prevista para que se celebre entre los días 13 y 16 de julio en Wisconsin. Es válido aclarar que los republicanos también están realizando primarias, aunque nadie en ese partido piensa con seriedad en disputarle la reelección a Donald Trump.
Hay distintas variantes, según los estados, para realizar estas primarias. Pero lo importante es conocer que cada votación realizada le aporta a cada candidato un número proporcional de delegados, que luego participarán en la Convención.
Estos delegados se reúnen y eligen al candidato demócrata para las elecciones de noviembre. Para ganar la nominación, sin disputa alguna, se precisan de 1991 delegados. Si ninguno de los candidatos llegara a esta cifra, se realizaría una segunda votación en la que participarían, además, los delegados de otros candidatos ya retirados de la campaña — que pudieran cambiar entonces de candidato — y los llamados «superdelegados».
¿Qué son estos «superdelegados»?
Son personalidades políticas, en activo o retiradas, que participan en la convención y cuyo voto no está condicionado por las preferencias de los militantes, por lo que pueden inclinar la balanza hacia el aspirante preferido por el aparato del partido.
Tras las protestas de Bernie Sanders en las primarias de 2016, cuando los «superdelegados» anunciaron su apoyo a Hillary Clinton incluso antes de las votaciones, el Partido Demócrata decidió que estas «prominentes personalidades» solo intervendrían en caso de una abrumadora mayoría — que no parece que vaya a ser el caso — o que ninguno de los candidatos alcance los 1991 delegados necesarios — lo cual puede suceder.
¿Quiénes son los aspirantes a la candidatura demócrata para las elecciones presidenciales de 2020?
En un inicio eran más de diez, pero muy pronto, en la misma arrancada de las primarias, se supo que había un grupo reducido de candidatos con posibilidades reales.
En el pelotón de la zaga, descollaba un Pete Buttigieg, que llegó a alcanzar en votaciones la cifra de 26 delegados, disputando incluso la victoria de Bernie Sanders en Iowa. También podemos ubicar en ese grupo a Amy Klobuchar, quien solo alcanzó 7 delegados.
Una personalidad que parecía aspirar a más y quedó muy por debajo de lo que con probabilidad su equipo imaginaba fue Michael Bloomberg. De los diez hombres más ricos del planeta, Bloomberg actuó como un Trump de corbata azul, llegando a gastar la astronómica cifra de 500 millones de dólares — hay estimados incluso más altos — en su campaña. Claro que para un hombre cuyo patrimonio asciende a 62 000 millones es casi que una mera propina haber gastado esa fortuna en apenas tres meses.
Los tres candidatos antes mencionados ya se retiraron de la carrera, y brindaron su apoyo al candidato del establishment: Joe Biden.
Elizabeth Warren, quien, de manera reciente, también anunciara su retirada, fue, por igual, una de los candidatas más mediáticas y populares y llegó a ser la tercera persona con más delegados (64); la duda que persiste es a quien decidirá apoyar en el futuro inmediato.
Son dos, entonces — y como el lector quizás conozca — , los candidatos que aún se mantienen con posibilidades para alcanzar la nominación: Joe Biden y Bernie Sanders. Y todo esto cristalizó gracias al SuperTuesday.
¿Cuál es el impacto del Supermartes en las elecciones primarias?
Las elecciones realizadas de forma simultánea resultaron en un resucitar de la campaña del antiguo vicepresidente de Obama. De 14 estados, Biden se coronó ganador en 10. Sin embargo, Bernie Sanders ganó en California y solo perdió por estrecho margen en Texas, los dos estados más poblados y con mayor número de delegados en disputa.
Esto permitió que, aunque no se han escrutado el total de votos, la diferencia entre ambos candidatos no sea tan amplia.[2]
Aun cuando en un momento se pensó en Sanders como favorito, el Supermartes dejó claro que será una férrea batalla para alcanzar la nominación, en especial con el apoyo brindado a Biden por los candidatos que se retiraron. La única excepción, Warren, podría tener un peso considerable como explicábamos antes, pero no se debe especular al respecto.
¿Qué hace a Sanders un candidato sui generis?
Bernie Sanders se reconoce a sí mismo como un «socialista demócrata». Sin entrar en disquisiciones filosóficas, está claro que Bernie no es un marxista: apenas reivindica algunas de las políticas que, en su mayoría, se implementaron durante el New Deal de F. D. Roosevelt, en lo que podemos llamar un enfoque keynesiano[3] de la economía estadounidense.
Sanders aboga también por el reconocimiento de la salud como derecho humano, buscando implementar un programa denominado Medicare for All.[4] Otras de sus polémicas promesas electorales son la cancelación de la deuda universitaria — que beneficiaría a millones — y el aumento de los impuestos a los más ricos, además de presentarse como un candidato preocupado por el cambio climático.
Sin embargo, Bernie Sanders no deja de ser un representante político de la mayor potencia imperialista del mundo. Si bien se declaró en contra del golpe de Estado en Bolivia, también lo hizo en contra de Maduro al que calificó como un «tirano perverso». Habló de los logros en educación y salud de Cuba, pero no dejó de clasificar a Fidel como autoritario y al régimen político de nuestro país como una «dictadura».
En materia general, en política exterior, Bernie retoma la «estrategia Obama», aunque hacia lo interno resulte, sin dudas, un candidato mucho más progresista.
Biden, por otra parte, es el típico demócrata conservador. En términos políticos, es un émulo de lo que representan otras figuras y «superdelegados» del establishment, como Hillary Clinton. Y existe la fundada preocupación de que resulte un rival fácil para Trump. Ahí está el discurso plagiado que lo obligó a retirarse en su primera campaña y la historia falsa sobre su arresto en Sudáfrica, supuestamente intentando ver a un Mandela preso.[5]
El ala conservadora del Partido Demócrata, en franca crisis de liderazgo, parece poner todas sus cartas en la figura de Biden, quien solo parece poder capitalizar sus ocho años como segundo de Obama: alegan que Sanders carece de «elegibilidad».
Sin embargo, en un sondeo reciente, el 51 % de los jóvenes estadounidenses decían tener mejor opinión del socialismo que del capitalismo. Y Sanders, que en 2016 ya ganó las primarias en 23 estados, sale victorioso en un hipotético enfrentamiento contra Trump en 67 de las últimas 72 encuestas nacionales.
Faltan muchos estados aún — algunos decisivos, como New York — y todavía no hay un claro favorito, pero Biden lleva la ventaja y resultará muy difícil que Sanders logre remontar y ganar, teniendo en cuenta que tiene a casi todos en contra. Y, sea quien fuere el candidato final, Trump todavía se erige como un rival formidable al que será casi imposible vencer, fortalecido como ha quedado luego del fallido impeachment y una economía que, en términos generales, no ha entrado en recesión (aún).
Para Cuba, cualquier candidato demócrata es preferible a otros cuatro años de Trump. Pero el análisis frío y objetivo indica que debemos prepararnos para lo peor. El tiempo dirá.
Notas:
[1] Un caucus es una suerte de asamblea popular en la que aquellas personas registradas como votantes de un partido determinado se reúnen para elegir al candidato. Las reuniones se pueden extender a lo largo de varias horas antes de que se procede a la votación, que puede efectuarse por mecanismos tan sencillos como alzar la mano. El sistema se encuentra en entredicho y, de hecho, el Partido Demócrata ha reducido su uso: en 2016 se utilizó en dieciocho estados; mientras que en 2020 solo quedaron en Iowa, Dakota del Norte, Nevada y Wyoming.
[2] Joe Biden tiene 626 delegados, ganando en los siguientes estados: Alabama (100 % escrutado); Arkansas (100 %); Carolina del Norte (100 %); Maine (98 %); Massachusetts (99 %); Minnesota (100 %); Oklahoma (100 %); Tennessee (100 %); Texas (100 %); Virginia (100 %).
Mientras, Bernie Sanders tiene 550 delegados (-76, por el momento), ganando en los siguientes estados: California (93 % escrutado); Colorado (79 %); Utah (74 %); Vermont (100 %).
[3] Hay autores que niegan la relación directa entre las políticas de FDR y la teoría de John Maynard Keynes, pero los puntos de contacto son casi irrefutables.
[4] De las principales críticas a las que ha sido sometido Bernie Sanders se encuentra la supuesta inviabilidad financiera de este programa.
[5] Periodistas y analistas políticos han llegado incluso a cuestionar su estado mental.
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