Por Luis Alvarenga*: “A nivel simbólico es interesante reflexionar las implicaciones de la campaña electoral”.
*Poeta y profesor de la Universidad Centroamericana (UCA)
El triunfo en las elecciones presidenciales del 4 de febrero, en El Salvador, del empresario de origen palestino Nayib Bukele, candidato de la derechista Gran Alianza por la Unidad Nacional, GANA, forma parte de un escenario político complejo, en el que se asiste a la recomposición de las fuerzas de derechas, junto a una crisis en la izquierda, cuyo síntoma más evidente es la situación interna del FMLN, partido actualmente en el gobierno.
La campaña electoral de Bukele se caracterizó por no observar los elementos usuales de las campañas políticas. Al contrario que su rival de izquierda, el FMLN, no convocó a sus seguidores a grandes concentraciones, sino a conectarse con él en Facebook Live. No asistió ni a coloquios, mesas redondas o debates con Hugo Martínez, Josué Alvarado y Carlos Callejas, candidatos del FMLN, Vamos y ARENA, respectivamente. No presentó una plataforma electoral, más que eslóganes o hashtags como #DevuelvanLoRobado o “El dinero alcanza cuando nadie roba”, etc. Podríamos decir que estamos acá ante un ciberpopulismo, cuyo público objetivo eran los descontentos con el FMLN y ARENA, principalmente jóvenes entre 18 y 30 años.
Este ciberpopulismo ha echado mano de un discurso antipartidos, aunque el presidente electo saltó de las filas del FMLN –con cuya bandera ganó las alcaldías de Nuevo Cuscatlán y San Salvador– hacia el partido Cambio Democrático, primero y hacia el partido GANA después. Su exitosa campaña electoral, que, como queda dicho, hizo una gran apuesta a las redes sociales, tuvo entre sus asesores a miembros de agencias publicitarias venezolanas, las cuales han trabajado para la oposición contraria a la revolución bolivariana, por ejemplo, el partido Voluntad Popular y su dirigente Leopoldo López.
“Lo nuevo” como significante vacío
A nivel simbólico es interesante reflexionar las implicaciones de la campaña electoral. Sin una plataforma definida, sin un discurso ideológico establecido, el triunfo de Bukele se podría ver como el triunfo de los descontentos con el sistema de partidos políticos. Sin embargo, este análisis se queda corto. Es una expresión del pensamiento individualista neoliberal, como lo comentó una economista, porque no hay una apuesta a un proyecto construido colectivamente. Sin satanizar las redes sociales –más bien, es fundamental hoy en día aprender de esta experiencia y concebirlas como un campo de lucha, no como una mera herramienta divulgativa–, la interacción, o apariencia de interacción, personalizada e individualizada, “customized”, es decir, hecha a la medida del usuario, refuerza la percepción de una relación política a medida del individuo que participa en la red social.
Dentro de ese contexto, se podría decir que fue una campaña basada en la “negatividad”: no a la política tradicional, no a las ideologías, no a los partidos, etc. Sabemos que la negatividad es incompleta, es un espacio vacío que debe llenarse con un elemento que, al menos transitoriamente, ocupe el lugar que abrió la fractura o crisis originaria. En este sentido, lo que hay aquí es el caso de un significante vacío, cuyo significado lo proveen los votantes. En este punto, seguimos el análisis de Laclau sobre el populismo. El filósofo argentino parte de la “probable imposibilidad” de definir acotadamente qué significa “populismo”, o “pueblo”, dada la alegada “vaguedad” e “imprecisión” de los términos.
En este caso, el significante vacío no fue “pueblo”, sino “nuevo”. Un sinónimo es el de “cambio”. El partido derechista ARENA intentó usar este significante vacío, pero la jugada no le surtió efecto ni en esta contienda presidencial, ni en la de 2014 –su segunda derrota ante la izquierda–. La estrategia del FMLN a nivel mediático se centró en buena medida en instar al electorado a la defensa de las políticas sociales logradas en sus dos gobiernos. En un tramo avanzado de la campaña, el discurso efemelenista también incluía la advertencia de “no dar un salto al vacío”. Con ello, le aconsejaban al electorado no votar por Bukele, quien, como se señaló, no centró su campaña en una definición ideológica ni en una plataforma electoral concreta, sino en su figura personal. El resultado fue que, en el contexto simbólico, el FMLN tomaba un discurso que a nivel formal aparecía como “conservador” de lo obtenido durante sus dos gobiernos, mientras que su rival copaba el significante vacío de “lo nuevo”, manteniendo la vaguedad e imprecisión del término.
Es posible que sea precisamente esa vaguedad e imprecisión del significante “nuevo” lo que explica que los votantes de Bukele provengan tanto de izquierda como de derecha –otra cosa es el carácter de derecha real que hay en el proyecto del presidente electo–. Al ser “lo nuevo” –de hecho, el movimiento del presidente electo se llama Nuevas Ideas– el significante vacío, el votante le atribuye el significado político que necesita. De ahí que para algunos, este significado es lo que se necesita para suplir el vacío provocado por el desencanto político. El asunto es que esto no deja de ser ideológico, para perplejidad de los que dicen querer un proyecto político más allá de las ideologías.
Los retos para la izquierda
No nos centraremos en el actual proceso interno del FMLN, en el cual se convocará a su militancia a un proceso de elección de una nueva dirigencia, sino que plantearemos algunos retos que a nuestro juicio trae la nueva etapa política. No nos detendremos en señalar la importancia que tiene el fortalecimiento de una perspectiva anticapitalista y la necesidad de fortalecer el trabajo de base. Un primer reto es estudiar a fondo la recién terminada campaña electoral. Si es válida la tesis de que ha ganado un proyecto ciberpopulista de derecha, es importante estudiar las causas del auge de dicho proyecto. Es importante hacer una investigación de los elementos simbólicos y discursivos que, junto con otros factores, jugaron un papel importante en la derrota del proyecto de izquierda.
Un segundo reto es el de asumir el campo de las redes sociales –y de las TIC– como un campo de lucha cuyas reglas, variables y oscilantes, es importante conocer. La izquierda tiene un atraso político-cibernético que le costó el triunfo electoral. El desafío será jugar en esa cancha pero con contenidos críticos y emancipatorios. Ello no puede dejar de estar ligado a la necesidad de rearticulación de las diferentes izquierdas, político-partidarias, intelectuales y sociales. Es ahí de donde proceden dichos contenidos.
Finalmente, es importante la producción teórica y analítica. En las crudas condiciones de la guerra, en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, la izquierda académica salvadoreña produjo una cantidad importante de reflexiones sobre la realidad del país. El avance de la guerra y las dinámicas propias de los procesos políticos de la posguerra absorbieron las energías de la izquierda al punto que la producción teórica quedó reducida a su mínima expresión. Esta producción teórica no puede desligarse de los movimientos sociales. Una tarea importante sería la de sistematizar a nivel teórico los conocimientos que las diversas movilizaciones sociales han acumulado en los últimos años.
Piénsese en las movilizaciones contra la privatización de la salud y el agua, los movimientos feministas, de diversidad de género y en defensa de los derechos culturales, así como el movimiento contra la minería.
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