Fragmento del Capítulo 25 del libro «Cien horas con Fidel»
Esta versión se tomó del diario Juventud Rebelde en su formato digital. Fue publicada el 4 de enero de 2007 y recoge el intercambio entre Ignacio Ramonet (entrevistador) y Fidel Castro.
https://www.juventudrebelde.cu/internacionales/2007-01-04/las-cartas-a-saddam-hussein
La guerra de Iraq, ¿a usted le parecía inevitable?
En febrero de 2003, unas semanas antes de la guerra, estuve en Malasia en la Cumbre de los No Alineados y allí, en Kuala Lumpur, conversé largamente con los miembros de la delegación iraquí, y con el entonces vicepresidente Taha Yassin Ramadan. Les dije: «Si en realidad tienen armas químicas, destrúyanlas para facilitar el trabajo de los inspectores de la ONU». Era para ellos la única posibilidad de evitar el ataque. Y creo que lo hicieron, si es que realmente alguna vez las tuvieron. El ataque estaba ya decidido, aunque no poseyeran esas armas.
¿Qué opinión le merece Saddam Hussein?
En 1991, después de la invasión a Kuwait, se encerró en una lógica que conducía a una seria crisis. Nosotros votamos la resolución de la ONU que condenaba esa invasión. Le envié dos cartas con emisarios personales, recomendándole negociar y retirarse a tiempo de Kuwait.
En la primera misiva, fechada el 2 de agosto de 1990, le escribí:
Me dirijo a usted con gran dolor por las noticias recibidas hoy acerca del ingreso de tropas de su país en el Estado de Kuwait.
Independientemente de los motivos que condujeron a tan dramática decisión, no puedo menos que expresarle nuestra preocupación por las graves consecuencias que pueda acarrear para Iraq y para Kuwait, en primer lugar, y para todos los países del Tercer Mundo. Cuba, a pesar de los lazos amistosos que la unen a Iraq, no puede menos que oponerse a una solución militar del conflicto surgido entre Iraq y Kuwait.
La reacción inmediata de la opinión pública internacional, informada por las transnacionales de las noticias, crea una situación muy peligrosa y vulnerable para Iraq.
Considero muy probable que los Estados Unidos y otros aliados aprovechen la ocasión para intervenir militarmente en el conflicto y golpear fuertemente a Iraq. Washington, además, buscará afianzar su autodesignado papel de gendarme internacional y en el Golfo.
En esta situación, el factor tiempo es decisivo, y apelo a usted para que utilizando los buenos oficios de la Liga Árabe o del Movimiento de Países No Alineados, a quien nos dirigimos con ese propósito, exprese su disposición a retirar las tropas iraquíes de Kuwait y buscar de inmediato una solución política y negociada al diferendo. Tales pasos contribuirían a fortalecer la posición internacional de los países del Tercer Mundo frente al papel de gendarme de Estados Unidos y fortalecerán a la vez la posición de Iraq ante la opinión internacional.
Lo esencial en este instante es evitar la intervención imperialista con el pretexto de defender la paz y la soberanía de un pequeño país del área. Tal precedente sería funesto tanto para Iraq como para el resto del Tercer Mundo.
Una posición clara de Iraq y sus pasos decididos e inmediatos a favor de la solución política, nos ayudará a prevenir y frustrar los planes agresivos e intervencionistas de Estados Unidos.
Cuba está en la disposición de cooperar en cualquier gestión que coadyuve al logro de esa solución.
Estoy seguro de que estos puntos de vista que le transmito expresan el sentir en estos instantes de decenas de países en el mundo que siempre han mirado con respeto y estimación a su país.
Así concluía aquella exhortación nuestra para una justa y razonable solución.
Poco después, el 4 de septiembre del propio año 1990, en respuesta a un mensaje enviado desde Iraq, ratifiqué la posición de principios expresada anteriormente y llamé a un arreglo político de aquella difícil coyuntura que podía tornarse aún más compleja, sombría y de graves consecuencias para el mundo.
Insistimos nuevamente. Uno de los párrafos de la segunda carta decía:
Me decido a escribirle este mensaje, que ruego usted lea y medite, aunque por su contenido me veo en la obligación de compartir con usted mis reflexiones sobre realidades seguramente amargas, pero con la esperanza de que puedan ser de utilidad en este momento en que usted debe tomar dramáticas decisiones.
Más adelante señalaba:
En mi opinión, la guerra se desatará inexorablemente si Iraq no está dispuesta a lograr una solución política negociada sobre la base de retirarse de Kuwait. Esa guerra puede ser sumamente destructora para la región, y en especial, para Iraq, independientemente de la valentía con que el pueblo de Iraq esté dispuesto a luchar.
Los Estados Unidos han logrado formar una gran alianza militar, que incluye además de la OTAN fuerzas árabes y musulmanas, y en el terreno político han configurado ante la gran mayoría de la opinión internacional una imagen sumamente negativa para Iraq por la sucesión de los hechos mencionados, cada uno de los cuales produjo profunda reacción y hostilidad en las Naciones Unidas y en gran parte del mundo. Es decir, se han producido las condiciones ideales para los planes hegemonistas y agresivos de Estados Unidos. No podría en cambio Iraq librar una lucha en peores condiciones militares y políticas. En esas circunstancias, la guerra dividiría a los árabes por muchos años; Estados Unidos y Occidente mantendrían una presencia militar indefinida en la región y las consecuencias serían desastrosas no solo para la nación árabe, sino para todo el Tercer Mundo.
Iraq se expone a una lucha desigual, sin una justificación política sólida y sin el apoyo de la opinión mundial, con excepción, desde luego, de las simpatías mostradas en muchos países árabes.
Así se resumía nuestra percepción del asunto y no dejamos de conminar a Saddam para que cambiara su posición:
No debe permitirse que todo lo que el pueblo de Iraq ha construido en muchos años, así como sus grandes posibilidades futuras sean destruidos por las armas sofisticadas del imperialismo. Si existieran razones justificadas e irrebatibles para ello, yo sería el último en pedirle que evitara ese sacrificio.
Acceder a la demanda de la inmensa mayoría de los países miembros de las Naciones Unidas que solicitan la retirada de Kuwait, no debe considerarse jamás una deshonra, ni una humillación para Iraq.
Independientemente de las razones históricas que Iraq considera le asisten con relación a Kuwait, lo cierto es que la comunidad internacional de forma casi unánime se opone al procedimiento utilizado. Y en ese amplio consenso internacional se ampara el designio imperialista de destruir a Iraq y apoderarse de los recursos energéticos de toda la región.
Pero ninguno de esos esfuerzos dio resultado.
¿Conoció usted personalmente a Saddam Hussein?
Sí, en septiembre de 1973. Yo estaba en Argel, en una Cumbre de los No Alineados, e iba hacia Hanoi invitado por el gobierno vietnamita. Aún Vietnam no estaba totalmente liberado. Saddam Hussein vino a recibirme al aeropuerto de Bagdad. En aquella época él era vicepresidente, aún no era presidente de Iraq; era jefe del partido Baas. Me pareció un hombre correcto, estuvo amable, recorrimos la ciudad, muy bella, con amplias avenidas, los puentes sobre el Tigris y el Éufrates. Me quedé allí solamente un día. En Bagdad me entero del golpe militar en Chile contra Allende…
Desde un punto de vista militar, ¿cómo juzga usted el sistema de defensa utilizado por las fuerzas iraquíes en esa guerra?
Hemos seguido con mucha atención esa guerra de marzo a mayo de 2003. ¿Por qué Iraq no resistió? Misterio. ¿Por qué no hizo volar los puentes para retrasar el avance de las fuerzas norteamericanas? ¿Por qué no hicieron volar los depósitos de municiones, los aeropuertos, antes de que cayeran en manos de los invasores? Todo eso es un gran misterio. Sin duda hubo jefes que traicionaron al propio Saddam.
Todos los países cerraron sus embajadas en Iraq en vísperas de la guerra menos ustedes. ¿Hasta cuándo se quedaron en Bagdad?
Nuestra Embajada fue la última que se quedó en Bagdad. Bueno, con la del Vaticano. Hasta los rusos se fueron. Solo después de la entrada de las fuerzas norteamericanas en la capital de Iraq dimos orden de salir de Bagdad. No les podíamos pedir a las cinco personas que estaban en nuestra Embajada que defendieran los locales contra dos ejércitos. Nuestros diplomáticos obtuvieron salvoconductos y pudieron salir de Iraq sin problema. Los documentos fueron entregados por una organización internacional, no por los norteamericanos.
¿Cómo ve usted la evolución de la situación en Iraq?
A mi juicio, la resistencia popular va a seguir intensificándose mientras no cese la ocupación de Iraq. Aquello va a ser un infierno, y va a seguir siéndolo. Por eso, el primer objetivo debe ser el traspaso inmediato del control real a Naciones Unidas, y el comienzo del proceso de recuperación de la soberanía de Iraq y el establecimiento de un gobierno legítimo, fruto de la decisión del pueblo iraquí. Pero de una decisión auténtica, legítima, y no de elecciones realizadas en plena ocupación militar neocolonial. Debe también cesar de inmediato el reparto escandaloso de las riquezas de Iraq.
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