La unidad no es hija única (I)

Por Frank Josué Solar Cabrales / «Entre la Carta y el Asalto: el complejo camino de la unidad»

«735 raíles de punta» / Los carpinteros / Est. 1991

El pasado 13 de marzo, el espacio «Mesa Redonda» de la televisión cubana transmitió un programa dedicado al Museo de la Revolución. A raíz de consideraciones que la periodista Arleen Rodríguez Derivet intercambió con el director de la institución y otros especialistas, sobre el asalto en 1957 al Palacio Presidencial, se desató una polémica necesaria (ver índice al final de la página).

Sin embargo, en cuanto a su alcance, esta no rebasó el espacio de los blogs o los perfiles en redes sociales de quienes terciaron. En cuanto a su contenido, el debate se limitó a precisar términos usados en el programa de marras, exigir esclarecimientos que no han tenido lugar, manifestar la preocupación –que compartimos– ante encorsetamientos, parcelaciones y escamoteos de la historia o hacer enunciados insuficientes para comprender un problema –el de la unidad de las fuerzas revolucionarias que participaron en el derrocamiento de la tiranía batistiana en Cuba– que no admite ni falseamientos ni verdades de coto.

Para llevar la polémica más lejos, hacerla rendir mejores frutos, sumar al conocimiento de su objeto a más personas y volverla vehículo de recuperación de la memoria histórica, La Tizza inaugura la serie: «La unidad no es hija única». Con este nuevo espacio, aspiramos a abordar las concepciones, prácticas unitarias y relaciones de todas las organizaciones de oposición al régimen de Fulgencio Batista en Cuba. No descartamos ampliar el ámbito de la serie a la conflictiva arquitectura de la unidad en el período de la revolución en el poder, pero ello dependerá de los trabajos de que dispongamos.

Iniciamos con el artículo: «Entre la Carta y el Asalto: el complejo camino de la unidad», del ensayista, profesor e investigador cubano Frank Josué Solar Cabrales, que tendrá continuidad en las próximas semanas.

Queda abierta La Tizza a nuevas contribuciones.

Consejo Editorial


Entre la Carta y el Asalto: el complejo camino de la unidad

El 29 de agosto de 1956 Fidel Castro, a nombre del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, y José Antonio Echeverría, en representación de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), firmaron uno de los documentos unitarios de mayor trascendencia en el proceso insurreccional de la Revolución Cubana: la Carta de México. El estudio de su contenido y sus implicaciones posteriores continúa siendo relevante hoy para una comprensión más cabal de cómo se ha construido la unidad entre las distintas fuerzas revolucionarias, y los desafíos que ha afrontado. Pero es preciso, antes de adentrarse en su análisis, entender los caminos que condujeron a ella y sus antecedentes más inmediatos.

En el primer semestre de 1956 se habían intensificado los llamados de la FEU a la unidad de la oposición contra la dictadura de Fulgencio Batista. El 24 de febrero había proclamado públicamente al Directorio Revolucionario, que hasta ese momento había existido como un núcleo insurreccional secreto, compuesto fundamentalmente por estudiantes radicales, y lo había presentado como su instrumento para lograr la unidad antibatistiana. La FEU creaba al Directorio no como su brazo armado u otro grupo insurreccional más, sino como un organismo unitario amplio, donde se pretendía estuvieran representadas todas las demás fuerzas insurreccionales y se coordinaran sus diversas tácticas, junto a los métodos de lucha de otros sectores (obreros, estudiantes, profesionales, instituciones cívicas), en una estrategia común revolucionaria.[1] En ese momento las principales agrupaciones partidarias de la lucha armada contra la dictadura, cuyos esfuerzos buscaba coordinar la FEU a través del Directorio Revolucionario, eran el Movimiento 26 de Julio y las filas insurreccionalistas del Partido Revolucionario Cubano (Auténticos), dirigidas por Carlos Prío.

En la proclama constitutiva del Directorio, leída por José Antonio en el acto celebrado en el Aula Magna de la Universidad de La Habana el 24 de febrero de 1956, son varios los fragmentos donde se explicita el carácter unitario que se pretendía imprimir al Directorio Revolucionario:

Si el Directorio Revolucionario fuera un grupo más, inspirado en la mezquina aspiración de mando de unos cuantos o el oportunismo iluso de un puñado de bien intencionados, no tendría razón de ser y sería de divisionismo en la masa revolucionaria. (…) La FEU, a través del Directorio Revolucionario, se propone coordinar todos los esfuerzos necesarios para la acción insurreccional necesaria al derrocamiento de la actual tiranía y para el establecimiento del Estado revolucionario (…)

(…) La FEU, a través del Directorio Revolucionario, fija ante la historia su postura independiente y su misión coordinadora, y llama al pueblo, a los equipos y jefes revolucionarios y a las vanguardias obreras y estudiantiles a juntarse por deber con los hambreados y los oprimidos, por compromiso para con los muertos sacrosantos de la Patria, en el trabajo incansable, el heroísmo fecundo y el sacrificio desinteresado (…).[2]

La proclamación del Directorio se explicaba en el documento como resultado lógico de las jornadas de lucha de diciembre de 1955. Por haber estado a la vanguardia en esos combates, la FEU se veía en el deber de propiciar la integración y coordinación de esfuerzos revolucionarios, pues tenía el convencimiento de que ninguno por sí solo podía conseguir el derrocamiento del régimen. Para ser realidad la Revolución necesitaba de los aportes de todos los sectores, núcleos y organizaciones, y la FEU se proponía concertarlos a través del Directorio: “un organismo que en respeto del criterio de cada cual, vertebre todo esfuerzo en acción única y coordinada capaz de triunfo seguro con el máximo de ahorro de potencial humano y en la mayor brevedad de tiempo; un organismo que comprenda las posibilidades y métodos de cada clase o sector de la población y los ponga en función de la lucha revolucionaria”.[3]

En un fundacional “Manifiesto al Pueblo de Cuba”, publicado en el Alma Mater en marzo de 1956, también abundaban las referencias al perfil coordinador de la organización entre diversas fuerzas revolucionarias:

(…) la acción revolucionaria no ha de caer en el caos que provocaría la dispersión de fuerzas espontáneas, sino que es necesaria la organización de las gentes y la coordinación única de tácticas. (…) Por estas razones de definición y vertebración de la lucha nace el DIRECTORIO REVOLUCIONARIO.

(…) se propone ser factor de unión entre todos los que digna y valientemente marchen hacia la Revolución.[4]

Pero esta propuesta unitaria promovida por el Directorio en sus inicios, de convertirse en un eje coordinador donde convergieran los distintos sectores insurreccionales, sobre todo auténticos y Movimiento 26 de Julio, se enfrentaba a distintos obstáculos. Por una parte los insurreccionalistas auténticos, dispersos y desconcertados ante el viraje pacifista de su jefe, seguían estimando que eran los destinados a encabezar cualquier salida armada, por los abundantes recursos materiales y bélicos que poseían. Por la otra el Movimiento 26 de Julio se hallaba en un proceso de consolidación de su organización, de sus cuadros, de sus aparatos clandestinos; en una labor de propaganda y de recaudación de fondos. Era muy importante para el Movimiento, tanto como los preparativos de guerra, el trabajo paciente y discreto de enraizar sus células en cada rincón del país, en los barrios y centros de trabajo. En ese empeño, y gracias a una efectiva propaganda, iba capitalizando el descontento entre las bases opositoras con sus dirigentes, en unos casos por prestarse a rejuegos políticos con la dictadura y en otros por las promesas incumplidas de lucha armada. En esa misma medida aumentaba su membresía y caudal político. Se veía a sí mismo, por la fuerza moral que le daba, entre otras cosas, haber sido el primero en desarrollar con sus propios esfuerzos una acción armada contra la dictadura, como el único vehículo capaz de llevar al pueblo a la verdadera Revolución.[5] Además, en continuidad con la línea de independencia chibasista,[6] rechazaba cualquier posibilidad de acuerdo con los auténticos,[7] para que el poder revolucionario naciera libre de compromisos, aunque buscaba captar adeptos entre sus filas.[8]

Frente a la sucesión de desastres para la causa insurreccional en el primer semestre de 1956 (el aborto de la conspiración militar de los Puros, el fracaso del asalto al cuartel Goicuría, la prisión de Fidel Castro y varios de sus combatientes en México, la frustración del intento auténtico de atentado a Batista), que reforzaba la idea de inviabilidad de los esfuerzos individuales y aislados, por muy heroicos que fuesen, el Directorio Revolucionario lanzó en junio un nuevo reclamo de unidad a las organizaciones partidarias de la lucha armada. La imposibilidad de vertebrarse en el instrumento de dirección colegiada del combate a la dictadura, como había pretendido inicialmente, llevó al Directorio Revolucionario a dirigirse nuevamente al resto de equipos insurreccionales, poniendo el énfasis ahora en la coordinación de esfuerzos “como la forma más eficaz y posible de la unidad”.[9] Ante una asamblea general de estudiantes en la Plaza Cadenas el 18 de junio José Antonio realizaba el llamado “a todos los sectores revolucionarios para que unan sus esfuerzos y vayan a una acción conjunta, ya que sólo una conjunción de fuerzas logrará triunfar”.[10]

El Movimiento 26 de Julio, por su parte, había estado concibiendo la unidad con otros sectores como la incorporación de ellos al Movimiento y la aceptación de su autoridad y disciplina. En vez de “coordinación de esfuerzos”, prefería lograr la unidad a través de la consolidación de su “hegemonía revolucionaria”:

(…) nuestro deber es trabajar cada día con mayor intensidad de modo que a la vuelta de dos meses sea indiscutible nuestra hegemonía revolucionaria. Ningún revolucionario sincero dejará de volver hacia nosotros sus ojos, milite donde milite; ya para entonces no habrá que hablar de coordinación de esfuerzos sino de aceptación llana y simple de que la dirección revolucionaria ha cambiado de manos y a su nueva estrategia, disciplina y programa tendrán que subordinarse todos los demás factores.[11]

Bajo ese esquema ya había integrado a la organización a los seguidores del Movimiento Nacional Revolucionario de Rafael García Bárcena, a Frank País y los miembros de Acción Nacional Revolucionaria, y había realizado tentativas similares con el Frente Cívico de Mujeres Martianas y el Movimiento de Liberación Radical. Pero esa noción unitaria, incluida la negativa a llegar a acuerdo con los auténticos, debió ser cambiada por Fidel en julio de 1956, obligado por circunstancias adversas. Su apresamiento en México junto a varios de sus combatientes, el consiguiente descenso en la recaudación de fondos de la organización, las dificultades financieras y materiales que ponían en peligro la preparación de la expedición armada y el cumplimiento de la promesa de libertad o martirio en 1956,[12] lo llevaron a aceptar las ofertas de ayuda de la zona insurreccional auténtica y a anunciar desde la prisión, en artículo escrito el 9 de julio y publicado en Bohemia el 15 de julio, un viraje táctico:

(…) es necesario unir, sin excepciones ni exclusivismos de ninguna índole, a todos los cubanos que quieran combatir. El Movimiento 26 de Julio, que conserva intactas todas sus fuerzas, su espíritu de lucha, proclama la necesidad de unir todos los hombres, todas las armas y todos los recursos, frente a la Tiranía que nos divide, nos persigue y nos asesina por separado. La dispersión de las fuerzas es la muerte de la Revolución; la unión de todos los revolucionarios es la muerte de la Dictadura.[13]

Aunque Fidel en varias ocasiones había dicho que a las puertas de los malversadores solo tocaría después de la victoria, y que con el dinero de los auténticos no se podía hacer la Revolución,[14] a medida que avanzaba 1956 dejaba abierta la posibilidad de contar con su ayuda, “pasos que habíamos dejado sólo para circunstancias de imperiosa necesidad”.[15] Por eso a mediados de abril había sostenido una entrevista en la capital mexicana con Carlos Maristany, segundo jefe de la Organización Auténtica, en la que se valoró un probable ofrecimiento de dinero de Carlos Prío;[16] y en junio y julio se encontró varias veces con otra prominente figura del insurreccionalismo auténtico, Cándido de la Torre,[17] quien le comunicó a Fidel el interés de Prío en la coordinación de esfuerzos y colaboración con el Movimiento 26 de Julio. La respuesta en esta ocasión fue positiva: “Consecuente con el planteamiento que hice en el artículo en Bohemia, ratifiqué la necesidad de unir todos los hombres, armas y recursos, y así le rogué que se lo comunicara. Esto lo creo con absoluta sinceridad, además pienso que podría obtenerse un triunfo seguro y fulminante. ¡Después ya veremos!”.[18]

En la reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio celebrada en La Habana el 28 de julio de 1956 se expresaron valoraciones encontradas en torno a la nueva política, sobre todo por lo que concernía a los auténticos. A las voces críticas les preocupaba que la alianza con otros núcleos insurreccionales pudiera comprometer la realización futura de los objetivos del Movimiento. Otros miembros de la Dirección Nacional restaban trascendencia al asunto, creían que la colaboración no implicaría ataduras para la Revolución, y que el papel de vanguardia del 26 de Julio dependería, en última instancia, de su capacidad para movilizar a las masas detrás de su programa.[19]

Como parte de los esfuerzos de unidad que realizaba la FEU a través del Directorio Revolucionario, cuyo objetivo central, a partir del documento lanzado en junio, era la coordinación de esfuerzos entre todos los sectores insurreccionales,[20] y precedido por el giro táctico en la política unitaria del Movimiento 26 de Julio, quien desde julio accedió a concertar pactos con otras fuerzas,[21] a finales de agosto de 1956 se produjo en México el encuentro entre Fidel Castro y José Antonio Echeverría. Fueron estas las condiciones de posibilidad que propiciaron ahora un acuerdo entre ambas organizaciones.


Notas:

[1] “El Directorio Revolucionario (…) se propone vertebrar el instrumento capaz de coordinar y coordinarse, a la vez, en la función revolucionaria”. “Respuesta a una infamia”, en Suplemento de Alma Mater, La Habana, s.f., p. 1. Archivo Nacional, Fondo Especial, Legajo 14, Expediente 104.)

[2] García Oliveras, Julio: José Antonio Echeverría, la lucha estudiantil contra Batista, Editora Política, La Habana, 1979, pp. 237–238.

[3] Ídem, p. 237.

[4] “Manifiesto al Pueblo de Cuba”, en Alma Mater, marzo de 1956, pp. 4–5.

[5] “mantenemos invariablemente nuestra posición irreductible del 26 de julio de 1953, como los legítimos y únicos abanderados en este instante de la Revolución libertadora de Cuba.” Mensaje de Fidel Castro a la FEU para el acto del 26 de julio de 1955, en Norman Acosta, Heberto: La palabra empeñada, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006, tomo 1, p. 179. “el 26 de Julio será poder revolucionario derrocando a Batista (…) sólo nuestro Movimiento ofrece y puede realizar una verdadera Revolución en Cuba.” Carta de Fidel Castro a Luis García Leal el 14 de diciembre de 1955, en Norman Acosta, Heberto: Ob. cit., tomo 1, p. 383.

[6] La línea de independencia política, esto es, mantenerse libre de pactos o alianzas con otros partidos y organizaciones, fue uno de los principios que le imprimió al Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) su líder fundador, Eduardo Chibás. Para el Movimiento 26 de Julio, con un origen fundamentalmente ortodoxo, la lealtad a esta línea de independencia fue una de sus principales señas de identidad en sus inicios.

[7] “el dinero robado a la República no sirve ni para hacer revoluciones, y no iremos a tocar a las puertas de ningún malversador (…) A la puerta de los malversadores tocaremos después de la revolución.” Fidel Castro: “Sirvo a Cuba. Los que no tienen el valor de sacrificarse”, en Bohemia, La Habana, no. 47, 20 de noviembre de 1955, p. 82.

[8] “Ustedes tendrán que usar toda la habilidad y la inteligencia en una rápida labor de captación, sin exclusiones de ninguna clase entre los elementos descontentos que posean fuerza y armas. A la larga se sumarán todos los verdaderamente revolucionarios porque verán respaldo de masas y de opinión. (…) por ley de gravitación caerán junto a nosotros.” Carta de Fidel Castro a la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, 2 de agosto de 1955. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

[9] “el DIRECTORIO REVOLUCIONARIO plantea como la forma más eficaz y posible de la unidad, la COORDINACIÓN DE ESFUERZOS REVOLUCIONARIOS. Entiéndase por coordinación la armonización consciente de la concurrencia de fuerzas en un trabajo imprescindible por el método más amplio y adecuado que asegure el éxito y rapidez del mismo”. “El Directorio llama a la unidad”. en Alma Máter, La Habana, 30 de septiembre de 1956, pp. 3 y 7.

[10] Nuiry, Juan: ¡Presente!, apuntes para la historia del movimiento estudiantil cubano, Editora Política, La Habana, 2000, p. 240.

[11] Carta de Fidel Castro a la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio, 7 de septiembre de 1955, en Norman Acosta, Heberto: La palabra empeñada, tomo 1, pp. 244–245.

[12] En carta enviada a Juan Manuel Márquez el 15 de julio, Fidel describía así la gravedad de la coyuntura: “Los días transcurridos en prisión, el vencimiento perentorio de ciertos plazos para el cumplimiento de obligaciones contraídas y una serie de detalles más de los cuales depende todo nos obligan a recurrir a la fuente que tú te propusiste tantear el último viaje. (…) No hay duda de que sólo la posesión de los recursos económicos indispensables lo puede salvar todo, o de lo contrario todo se pierde”. Carta de Fidel Castro a Juan Manuel Márquez, 15 de julio de 1956, en Norman Acosta, Heberto: Ob. cit., tomo 2, pp. 179, 180–181.

[13] Fidel Castro: “¡Basta ya de mentiras!”, en Norman Acosta, Heberto: Ob. cit., tomo 2, p. 167.

[14] “si la Revolución acepta ayuda de los malversadores que saquearon la República, la Revolución estará traicionando sus principios; si la Revolución solicita ayuda de los intereses creados, la Revolución estará comprometida antes de llegar al poder.” Manifiesto no. 2 del 26 de Julio al pueblo de Cuba”, 10 de diciembre de 1955, en Conte Agüero, Luis: Fidel Castro. Vida y obra, Editorial Lex, La Habana, 1959, p. 339.

[15] Carta de Fidel Castro a Juan Manuel Márquez, 15 de julio de 1956. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

[16] Norman Acosta, Heberto: Ob. cit., tomo 1, p. 483.

[17] Norman Acosta, Heberto: Ob. cit. tomo 2, p. 46.

[18] Carta de Fidel Castro a Juan Manuel Márquez, 15 de julio de 1956. Fondo Fidel Castro Ruz. Archivo de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.

[19] Franqui, Carlos: Diario de la Revolución Cubana, Ediciones R. Torres, Barcelona, 1976, pp. 141–144.

[20] En declaraciones formuladas a la prensa el 18 de agosto de 1956 Fructuoso Rodríguez, presidente de la FEU por sustitución reglamentaria, había convocado a las masas ortodoxas “a que se incorporaran a la tarea de unidad revolucionaria que propugna nuestro Directorio”. Norman Acosta, Heberto: Ob. cit., tomo 2, p. 254. Y José Antonio, desde Costa Rica, en la entrevista publicada el 28 de agosto por el diario La República, del país centroamericano, había dicho: “En estos momentos estamos empeñados por medio del Directorio Revolucionario (órgano de la FEU) en la unificación de todos los grupos insurreccionales”. Fernández León, Julio: José Antonio Echeverría: Vigencia y Presencia, Ediciones Universal, Miami, 2007, p. 381.

[21] En la entrevista concedida a la agencia United Press (UP) el 6 de agosto, Fidel Castro había admitido que la propuesta de unidad entre todas las fuerzas combatientes en Cuba era un cambio táctico en la línea del Movimiento 26 de Julio, y que pronto esa meta sería una realidad: “Nuestra respuesta es la acción a la acción desatada por el régimen, es la consigna de unir en un solo frente a todas las fuerzas revolucionarias”. Norman Acosta, Heberto: Ob. cit., tomo 2, pp. 224–225.


Vea aquí el índice completo de la polémica

1- Post del lingüista y escritor Rodolfo Alpízar Castillo en su muro de Facebook:

https://www.facebook.com/permalink.php?__cft__[0]=AZWqQHrEV9Gp_YcJAuoGoEdTFWl1a1PkzBBb8BriNBB2EzX-mj4O-Cq1zM5LfFdHhz9WgBjBoZZA9pAiIkCdzhr9qMJSBhvyxUWzQ-gYSr-YIKU2k0LLV9maxt8Bs1ia2S4&__tn__=%2CO%2CP-R&id=100020091512157&story_fbid=495558057790574

2- Post de la dramaturga e investigadora Esther Suárez Durán en su muro de Facebook (aparece como «contenido no disponible»):

https://www.facebook.com/esther.suarezduran/posts/10157434876519690?__cft__[0]=AZUBLzOuWbiYRS2bF7lfc8H9qFka_gZkhXMEtXCpVmtkx-Til-uz3TD_oT2N5c1TPIEKW2q0mZeXpTXoj2vV43AEriuNaBcTfGqy0_F5ntBr0G5QYKH61pei7z7GA1OF5fI&__tn__=%2CO%2CP-R

3- Comentarios del investigador y ensayista Julio César Guanche en su blog “La cosa”:

Sobre un intercambio alrededor de la Carta de México y el Directorio Revolucionario. Un dossier mínimo

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4- Post del profesor, ensayista e investigador Frank Josué Solar Cabrales en su muro de Facebook:

https://www.facebook.com/frankjosue.solarcabrales/posts/3125031857515301

5- Post de la periodista Arleen Rodríguez Derivet su muro de Facebook:

https://www.facebook.com/arleen.rodriguezderivet/posts/10220691928904388

6- Posts de la investigadora Rosario Alfonso Parodi en su muro de Facebook:

Sobre un intercambio alrededor de la Carta de México y el Directorio Revolucionario. Un dossier mínimo

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Puede ver todos los textos de la serie aquí:

Sobre un intercambio alrededor de la Carta de México y el Directorio Revolucionario. Un dossier mínimo

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