La provocación y los provocados

Editorial de La Tizza

«No os dejéis provocar…», reza el consejo a su tropa de aquel personaje que Juan Padrón sembró en el imaginario cubano. Pero Resóplez, siglo y medio más tarde, todavía es desobedecido. ¿Cuáles son, ahora, las razones de esta indisciplina histórica?

En seis párrafos publicados en el blog La Trinchera bajo el título «El marxismo en Cuba hoy», su autor se revela contrariado, reparte (des)calificaciones, nos advierte sobre el tipo de fuentes que utiliza — Google — para rastrear lo que llama «marxismo independiente» y se cita a sí mismo para ¿sostener? sus enunciados.

http://www.desdetutrinchera.com/politica-en-cuba/el-marxismo-en-cuba-hoy/

Como no hay en su exposición ideas con las cuales dialogar, este editorial no lo toma por interlocutor. Él ha cumplido con su parte; ha dado lo que podía: nos sirve como pretexto.

Sobre «lo que ignoramos», pero que en realidad constituyen núcleos no declarados de discrepancias ideológicas en cuanto a la asunción y uso de los legados, creemos útil aportar a nuestra comunidad de lectores las consideraciones que siguen:

Sobre «la defensa que hizo Lenin del uso consciente del mercado (verdadera noción de Lenin de planificación) así como su carácter objetivo»

La descontextualización del artículo, expresada en este enunciado, cumple objetivos políticos. He ahí la razón verdadera para que eluda profundizar en el tema. Las falencias intelectuales que el ego del autor se permite tienen la misión de confundir, de ganarle adeptos a la legitimación política de una burguesía «cubana», de pasar al gato por liebre, de lucrar con un desconocimiento entronizado de las experiencias revolucionarias. Esas falencias son su «impuesto en especie», el sacrificio con que paga los intereses de su grupo, la doble costura de su posición. Hacia ella quiere arrimar a Lenin para solapar necesidad y virtud. Permítasenos, con argumentos y no con oraciones yuxtapuestas, contestar sus usos interesados, sus falseamientos históricos y las mutilaciones con que se presenta a la caridad.

De su juicio y su laconismo pudiera sobrentenderse que la Nueva Política Económica (NEP) formaba parte de previsiones ya consensuadas entre los bolcheviques, anteriores a su evaluación de los efectos de la Primera Guerra Mundial, la guerra civil y las medidas de «comunismo de guerra»; y anteriores también a los desafíos que representó, para la continuidad de la revolución, el contexto inmediato posterior a estos hechos. Empero, ello tiene su mentís en una abundante documentación histórica, cuya divulgación y análisis crítico constituye parte del trabajo de La Tizza y de las instituciones que el autor desprecia.

La devastación y carácter extenuado de la economía, junto con el retardo y, en definitiva, la derrota de la revolución en otros países europeos,[1] forzaron a un repliegue táctico en la política económica de la dirección bolchevique. Es así y no en la forma de bondad estratégica, como Lenin concibió la adopción de la NEP. No puede omitirse tampoco que son inescindibles del análisis leniniano las dimensiones económicas y políticas. Al aspecto político de las medidas dedica su atención cuando llama a no perder de vista las relaciones que deben existir entre la clase obrera y el campesinado en un país que es agrícola, pero está conducido por la primera.[2] Ante la ausencia de la revolución mundial y para que no fuese la burguesía la que cumpliera con las tareas urgentes de modernización, Lenin se vio forzado a abrir un espacio controlado y transicional a las relaciones monetario-mercantiles en el campo, cuya superación debería producirse en cuanto variaran las circunstancias que lo provocaron:

«…cuesta un trabajo terrible replegarse después de un gran avance victorioso; entonces cambian por completo las relaciones; cuando se avanza, aunque no sea firme la disciplina, todos avanzan con ímpetu y se precipitan adelante por impulso propio; en cambio, en el repliegue, la disciplina debe ser más consciente y es cien veces más necesaria, porque cuando todo un ejército retrocede, no ve con claridad dónde debe detenerse, ve solamente el retroceso, y bastan en ocasiones varias voces de pánico para que todos pongan pies en polvorosa. En este caso, el peligro es enorme.»[3]

Invitamos a nuestros lectores a consultar: (i) el «Discurso de apertura del X Congreso del PC(b) de Rusia», pronunciado por Lenin, el 8 de marzo de 1921; (ii) los informes «sobre la gestión política del CC del PC(b) de Rusia», y (iii) «sobre la sustitución del sistema de contingentación con el impuesto en especie», presentados al congreso el 8 y 15 de marzo, respectivamente; (iv) «Nuevos tiempos, viejos errores de nuevo tipo», publicado en el número 190 de Pravda, del 28 de agosto de 1921; (v) el «Informe presentado al II Congreso nacional de los comités de instrucción política» el 17 de octubre de 1921; (vi) el «Informe político del Comité Central del PC(b) de Rusia, presentado al XI Congreso del Partido» el 27 de marzo de 1922; (vii) «Sobre las cooperativas», publicado en los números 115 y 116 de Pravda, de los días 26 y 27 de mayo de 1923; (viii) «Cómo tenemos que reorganizar la inspección obrera y campesina», publicado en el número 16 de Pravda, del 25 de enero de 1923 y (ix) «Más vale poco y bueno», publicado en el número 49 de Pravda, del 4 de marzo de 1923.

En los nueve textos referidos encontrará el lector esencias de la concepción fundamental de Lenin sobre la Nueva Política Económica que, atenazado por circunstancias desfavorables, se vio obligado a adoptar, sin trocar jamás necesidad y virtud. De hecho, cuando el Che recomendó leer de Lenin «hasta el último papelito», se refería al Lenin de los últimos cinco años, al Lenin de la NEP y, con ese tono enfático, llamaba la atención sobre el escrutinio permanente a que el líder de la revolución bolchevique hubo de someter cada medida.

Las revoluciones no son gorjeos de jardín. El autor de «El marxismo en Cuba hoy» lo sabe, pero ese no es «su punto». Él se suma a quienes buscan convertir en características de modelo los retrocesos del proyecto cubano, bloqueado, perseguido por el imperialismo yanqui, por la ausencia crónica de revoluciones socialistas en el mundo, por sus insuficiencias y sus propios focos de no socialismo — léanse burocratismo, corrupción, ejercicio discrecional del poder, dogmatismo, demagogia, clientelismo político, subdesarrollo de la democracia popular, entre otros — . Su crítica no va dirigida contra el capitalismo, sino contra la conciencia, que hemos de mantener viva, de esos «pasos atrás» y contra la lucha por remontarlos.

Sobre «el peligro del sentido común para la reflexión teórica (Gramsci)»

Sin palabras propias, La Trinchera, en apenas seis párrafos, parece querer decirnos con las de Gramsci (en 1917) que «el defecto orgánico de las utopías estriba íntegramente en eso. En creer que la previsión puede serlo de hechos, cuando sólo puede serlo de principios o de máximas jurídicas.»[4]

Pero no es «la previsión de principios» de la utopía que La Tizza defiende lo que molesta a La Trinchera. En definitiva, el blog podría convivir en calma con nuestra utopía si esta no se diera medios para su realización. Son «los hechos» de dicha realización contra los cuales el autor reacciona. Es La Tizza misma, aunque no la nombre.

Conviene, entonces, detenernos en nuestra posición y exponerla con claridad para descubrir aquella del texto que comentamos, velada por sus diatribas.

La Tizza no es en Cuba una revista del Partido, de tal o cual organización política y de masas establecida ni pertenece a–considerada la pertenencia en su sentido estrecho y administrativo–las instituciones en las que trabajan sus miembros. No es voz oficial de ninguna de esas instancias. Encauza la voluntad de un grupo que en su constitución expresa las necesidades y resultados de una nueva asociatividad revolucionaria en Cuba.

Son el tiempo que le dedicamos, su vocación crítica, el trabajo intelectual con que intentamos honrar esta última y el horizonte comunista, las medidas de valor de La Tizza. Dependemos de nuestras medidas de valor, como depende La Trinchera de las suyas. Somos autores de nuestras dependencias, las creamos, las hacemos orientar nuestras búsquedas, nuestros diagnósticos de la realidad y las salidas prácticas que determinamos. Al desarrollar nuestras dependencias, nos desarrollamos nosotros y viceversa. Somos siameses con libertad de movimiento: La Tizza es un órgano de las revoluciones porque no las entiende nunca «consumadas», so pena de aceptarlas «consumidas».

Nuestro marxismo no es independiente del propósito de profundizar la revolución en Cuba y de alentarla en América Latina, el Caribe y el mundo como contribución al fortalecimiento de la situación nacional del socialismo. Damos a ese propósito vehículos nuevos, pero disputamos — con las lógicas de funcionamiento que los burocratizan, rutinizan o drenan sus contenidos emancipatorios — la orientación de los vehículos que existen. No somos, como La Trinchera, pregoneros de la ilusión — fetichizante, por cierto — de que el Estado nos es un ámbito externo: en tanto actores políticos conscientes — y no meramente politizados — somos parte de él y pulsamos por su subordinación a un bloque histórico socialista.

Sobre «el abandono de las teleologías en la teoría (Marx)»

Estamos informados del carácter antideterminista de Marx. Su análisis de las crisis que genera la plasmación de la lógica interna del capitalismo no lo inducen al error de hacer derivar de ellas, de modo automático, el cambio revolucionario de la sociedad. El capital también usufructúa sus contradicciones, les saca provecho y renueva, a partir de ellas, su dominación. El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, La lucha de clases en Francia, y la Crítica al Programa de Gotha, muestran que lo decisivo en Marx es el papel del sujeto revolucionario, de la lucha de clases, y no el movimiento «autopropulsado» de la rueda de la historia:

«La historia no es sino la sucesión de las diferentes generaciones, cada una de las cuales explota los materiales, capitales y fuerzas productivas transmitidas por cuantas la han precedido; es decir que, por una parte, prosigue en condiciones completamente distintas la actividad precedente, mientras que por otra parte, modifica las circunstancias anteriores mediante una actividad totalmente diversa, lo que podría tergiversarse especulativamente, diciendo que la historia posterior es la finalidad de la que la precede, como si dijésemos, por ejemplo, que el descubrimiento de América tuvo como finalidad ayudar a que se expandiera la Revolución Francesa, interpretación mediante la cual la historia adquiere sus fines propios e independientes y se convierte en una ‹persona junto a otras personas› (junto a la ‹autoconciencia›, la ‹Crítica›, el ‹Único›, etc.), mientras que lo que designamos con las palabras ‹determinación›, ‹fin›, ‹germen›, ‹idea›, de la historia anterior no es otra cosa que una abstracción de la historia posterior, de la influencia activa que la anterior ejerce sobre esta.»[5]

«…la historia no hace nada, no posee riquezas colosales, no libra ninguna batalla. Es más bien el hombre — el hombre real, vivo — el que actúa, posee y lucha. No es de ninguna manera la historia la que utiliza al hombre como medio para llevar a cabo sus fines, como si se tratara de otra persona; por el contrario, la historia no es más que la actividad del hombre en persecución de sus propios fines.»[6]

Que aún hoy el marxismo sea asociado con la teleología, se debe más, en rigor, a formas de pensamiento que devinieron hegemónicas y fueron impuestas como «ideología de Estado» a partidos comunistas, a la conciencia social y a una academia colonizada «de izquierda». Entre las consecuencias que acarreó esa distorsión del pensamiento marxiano, muchos militantes revolucionarios padecieron la incomprensión del carácter socialista de la liberación nacional de sus pueblos.

Solo las tradiciones e ideas que fueron herejes respecto al canon que prescribía el completamiento del capitalismo como condición de la transición socialista, ampliaron el objeto del marxismo de Marx y reivindicaron sus auténticas implicaciones subversivas. En el caso de Cuba, por ejemplo, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Pablo de la Torriente Brau, Antonio Guiteras, Raúl Roa, Ernesto Che Guevara, Fidel Castro, Celia Sánchez, Haydeé Santamaría, Fernando Martínez Heredia y tantos otros, nos enseñaron que la emancipación no le va a deber la vida al agotamiento del capitalismo: no es su hija, es su sepulturera; para ser, debe aniquilarlo.

A simple vista, puede parecer obvia la coincidencia con este punto del «abandono de las teleologías en la teoría de Marx». Pero no es «a simple vista» que debemos mirar. Si seguimos el hilo subyacente de los tres cuestionamientos que nos hace La Trinchera, sin desconectarlos, nos percatamos de que, como colofón de la defensa de las relaciones mercantiles, Lenin mediante, en la selección de esta tercera «ignorancia» nuestra — nótese que podría haber sido cualquier otra — ; el autor revela la inevitabilidad que atribuye al capitalismo como resultado del socialismo de Estado.

Es decir, su «acuérdense que Marx abandonó las teleologías» es, en realidad, la forma amable de pedirnos que nos resignemos a esta suya: «el socialismo de estado desemboca de modo irremediable en capitalismo; es inútil ralentizar el proceso, como inútiles son las prácticas y utopías que lo nieguen».

«(…) tratad de dormir»

Al tomarnos en cuenta, aunque no nos mencione, La Trinchera se ha dejado provocar. ¿Cómo es que aparecemos en su mapa? Si no afectamos su tarea de persuasión sobre la factibilidad de ser capitalistas con los retratos de Lenin, Gramsci y Marx en la pared, ¿por qué nos visibiliza? Sospechamos que su carrera está urgida de «vencidos», pero hay, al menos, otro motivo.

Los ideólogos y voceros más capaces de la protoburguesía «cubana» del siglo XXI han ribeteado sus viejas banderas y convocan a portadores «independientes». Aún es temprano para blandirlas del todo por ellos mismos. No quieren comprometer su acumulación simbólica ni el grado de institucionalización que han alcanzado. Brindan asesoría «técnica», son escuchados en comisiones y eventos, militan en el Partido, desfilan cada Primero de Mayo, asienten también. Su tren express es el de la «adaptación» a las circunstancias actuales.

Mientras la lucha de tendencias y clases que se disputan el signo de las reformas en Cuba mantenga su relativa sordina imperante y el criterio de unidad nacional se homologue al de conciliación de intereses diferentes y opuestos, las contradicciones se manifestarán en la forma de un conflicto entre los paladines de la «adaptación» y quienes creemos que solo doblegando los condicionamientos adversos, con la iniciativa popular y la refundación de sus vanguardias políticas organizadas, podremos salir adelante sin rendirnos a la normalidad.

La provocación por la que saltan los que no declaran su horizonte, nace de haberles ahorrado descubrirnos. Crecemos y avanzamos en un sentido muy bien definido. Para averiguar a qué ritmo, no se impacienten demasiado.


Trabajos que acompañan este Editorial:

http://www.desdetutrinchera.com/politica-en-cuba/el-marxismo-en-cuba-hoy/http://www.desdetutrinchera.com/politica-en-cuba/el-marxismo-en-cuba-hoy/

Notas:

[1] Las derrotas de los revolucionarios espartaquistas en Alemania en 1919, con el asesinato de sus principales líderes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, de la República Soviética de Baviera y del gobierno comunista de Bela Kun en Hungría por tropas contrarrevolucionarias rumanas y checoslovacas, ejemplifican esta situación.

[2] Lenin, Vladimir I. (1921): «Informe sobre la gestión política del CC del PC(b) de Rusia», en Lenin, Vladimir I. (1973): Obras (1921–1923), T.XII, Editorial Progreso, Moscú, p.8; «Enfocamos esta serie de fenómenos desde el punto de vista de la lucha de clases…»; Ibídem, p.13.

[3] «Informe político del Comité Central del PC(b) de Rusia, presentado al XI Congreso del Partido, 27 de marzo de 1922», en: Lenin, Vladimir I. (1973): Obras (1921–1923), T XII, Editorial Progreso, Moscú, p. 123.

[4] Gramsci, Antonio (11-II-1917): «Tres principios, tres órdenes», disponible en http://www.gramscimania.info.ve/2013/04/tres-principios-tres-ordenes.html?m=1

[5] Marx, Carlos y Federico Engels (1974): La ideología alemana, Ed. Pueblos Unidos, Montevideo y Ed. Grijalbo S.A., Barcelona, pp. 49–50.

[6] Marx, Carlos y Federico Engels (1844): La sagrada familia, disponible en https://www.marxists.org/español/m-e/1840s/sagfamilia/06.htm


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