La paz es un territorio en disputa

Entrevista a María Alejandra Rojas

Por: Fernando Luis Rojas López

Con el interés de acercarse al devenir del proceso de paz en Colombia, La Tizza conversó con María Alejandra Rojas, Fisioterapeuta de la Universidad Nacional y estudiante de la Maestría en Salud Pública en la misma institución. María Alejandra es la secretaria general de la Federación de Estudiantes Universitarios de Colombia (FEU-Colombia) e integrante del movimiento político y social Marcha Patriótica.

Fernando Luis Rojas: La primera idea sería recoger algunos comentarios
 sobre la marcha del proceso de paz. Los acuerdos y leyes son
 fundamentales, pero se confirman en los pasos concretos ¿Cuáles son
 las fuerzas contrarias a la paz? ¿Qué conexión tienen con el tejido
 social? ¿Cómo se reflejó en los resultados del referendo? ¿Y cómo lo
 hace ahora?

María Alejandra Rojas: Los procesos que integramos la Marcha confluimos en ella porque nos articulaba la idea de un país en paz, lograda por medio de la solución política al conflicto social y armado que vive nuestro país desde hace más de cinco décadas. Este anhelo ha hecho que desde la instalación de la fase pública de los diálogos con las FARC-EP, viéramos en dicho proceso y en el que hasta ahora se inicia con el ELN una gran posibilidad para avanzar hacia las transformaciones necesarias para las mayorías. Esta gran posibilidad podría describirse en dos niveles: el primero de ellos, en dar solución a las causas estructurales del conflicto, que es en una importante medida lo que se encuentra plasmado en el Acuerdo Final frente a la Reforma Rural Integral, la sustitución de cultivos de uso ilícito, la apertura democrática y la Justicia especial para la Paz. El segundo nivel, es el proceso que de la disputa social debe desatarse por otras transformaciones no necesariamente incluidas en el acuerdo, pero sí definitivamente vinculadas con la construcción de paz con justicia social desde los territorios.

Partimos de reconocer que este proceso no será sencillo, empezando por sectores de la clase dominante colombiana que tienen mucho poder y que se han manifestado en completa oposición a los acuerdos, como es el caso del Centro Democrático en la figura de Álvaro Uribe Vélez y facciones de otros partidos políticos tradicionales que han usado todas sus influencias mediáticas, políticas, económicas y (para)militares para entorpecer el proceso. No obstante, ello no nos debe llamar a engaños frente a la facción en la que se ubica Juan Manuel Santos, quien entró al proceso de paz por intereses políticos y económicos muy específicos que en nada se parecen a las necesidades de transformación estructural que los movimientos sociales y populares defendemos. De allí que, aún con el sector “más convencido de la paz”, se presenten dificultades para la implementación de ciertos puntos del acuerdo que vayan más allá del desarme de la insurgencia.

Finalmente, una última dificultad manifestada en el plebiscito y en la cotidianidad de la vida colombiana, es el arraigo de una cultura política fundada con la violencia y que se mezcla con el descreimiento en el conjunto de la institucionalidad estatal por las prácticas de corrupción, de legislación para intereses ajenos a los de las mayorías, que ha desembocado en una profunda sensación de “un país que no tiene cambio” en un conjunto importante de los sectores populares y la clase media. En últimas, el proceso de paz ha llevado a una reconfiguración política, reacomodo de fuerzas, rupturas entre sectores y alianzas, que plasman un panorama complejo y difícil pero con un sinnúmero de oportunidades para su transformación.

Fernando Luis Rojas: Las experiencias de otros procesos en Latinoamérica, estuvieron marcadas por las acciones criminales individuales contra antiguos
 líderes guerrilleros y dirigentes de fuerzas políticas de izquierda.
 ¿Es una amenaza para el actual proceso colombiano? ¿Cómo afectaría o
 ya lo ha hecho a Marcha Patriótica?

María Alejandra Rojas: La realidad colombiana en términos históricos es un reflejo de todas esas experiencias latinoamericanas. La violencia política como parte consustancial de nuestros regímenes políticos ha sido una realidad compartida. En Colombia ha sido la constante histórica y por ende una de las causas estructurales del conflicto social y armado que hasta el momento no cesa. Por el contrario, siguen asesinándose líderes sociales en los territorios semana tras semana por la violencia estatal y paramilitar, elemento que dificulta la continuidad del proceso. Solo la Marcha Patriótica lleva, en poco más de cuatro años de fundación, más de 125 dirigentes asesinados y hasta el momento la respuesta continúa siendo el desconocimiento de la existencia del paramilitarismo o de la identificación de un patrón sistemático. De allí que sea para nosotros prioritaria la implementación de un Acuerdo de Paz que plasma claramente la necesidad de atacar este fenómeno desde sus raíces (con lo que ello implica de reconocimiento de la responsabilidad de altos mandos militares y mandatarios involucrados en esos procesos).

El establishment y los sectores políticos y económicos más poderosos saben que ante el descontento social generalizado y las necesidades objetivas de las mayorías, los principales protagonistas para la implementación del acuerdo y con ello alcanzar otras transformaciones, son las organizaciones sociales en los territorios y por ello quieren atacarlos.

La Tiza: Creo que lo más importante es la paz, pero no puedo eludir la
 interrogante de si hay una lucha en las estructuras políticas por
 capitalizar “la paz” como plataforma electoral… al final, el Premio
 Nobel fue para Juan Manuel Santos.

María Alejandra Rojas: Claro que sí. Para nosotros la paz es un territorio en disputa, porque claramente para los distintos sectores políticos esta tiene una representación, un alcance y una profundidad diferente. Incluso quienes se oponen al proceso de paz hablan a nombre de la paz y ello hace que, si bien sea muy importante que la paz sea el elemento transversal de todo el debate político nacional, sea utilizada y abanderada por sectores que de manera evidente no les interesa y que lo hagan en clave de sus cálculos electorales para las elecciones de 2018.

Fernando Luis Rojas: ¿Cómo se presenta el panorama para la izquierda colombiana(o sería mejor hablar de “las izquierdas”) en el nuevo escenario?

María Alejandra Rojas: Como decía, el proceso de paz ha llevado a un escenario de reconfiguración política, no solo para la derecha sino también para los sectores que nos ubicamos en la izquierda. Ello ha significado por un lado, la posibilidad de estrechar vínculos y relaciones con algunos sectores que nos identificamos en la perspectiva de paz, pero a su vez, distanciarnos de otros que plantean posturas diferentes. Si a ello se le agrega la historia de una izquierda profundamente fragmentada que ha sido incapaz de construir la unidad, nos enfrentamos a un panorama difícil que ya empieza a manifestar incluso con las proyecciones electorales para el 2018.

No obstante, la crisis que atraviesa el país en distintos ámbitos lleva a encontrarnos en escenarios de disputa concretos que permiten la construcción de confianzas y de diálogo, lo que se constituye como una oportunidad para continuar en un proceso de unidad que es sin duda necesario, pero también lento. La izquierda, a mi modo de ver, deberá analizar este nuevo momento en clave de oportunidad para desatar todas las luchas que históricamente ha construido, pero para ello requiere renovarse, desligarse de las prácticas políticas tradicionales, ligarse mucho más a las necesidades reales de las mayorías colombianas y darle un papel protagónico a las y los jóvenes y estudiantes en este proceso.


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *