Por Norberto Colindres
Norberto Colindres es Licenciado en Sociología y catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula.
El proceso electoral hondureño al que concurrió la población de este país centroamericano el día 26 de noviembre para elegir a sus autoridades en los tres niveles: presidencial, departamental (diputaciones) y municipal (alcaldías), reavivó un descontento social que ha desequilibrado completamente el orden precario en que se mantuvo durante ocho años. En este período ha permanecido en el poder el Partido Nacional de Honduras con dos gobiernos consecutivos, que resultaron de procesos electorales muy cuestionados.
El proceso electoral del año 2009, donde fue electo como presidente el señor Porfirio Lobo Sosa, estuvo caracterizado por un gran abstencionismo, a tal grado que participó menos del 45% de la población empadronada para ejercer el sufragio electoral. Además, hubo una ausencia de representación partidaria por parte de la resistencia popular hondureña, que aún no reconocía el proceso electoral por considerarlo ilegal y como la continuación del gobierno de facto a cargo de Roberto Micheletti desde el golpe de Estado del 28 de junio del 2009 hasta el 27 de enero del año siguiente.
Durante el llamado Gobierno de Unidad Nacional, dirigido por el presidente Porfirio Lobo Sosa, el sector que apoyaba al expresidente Manuel Zelaya Rosales se aglutinó en el Frente Nacional de Resistencia Popular. De ahí surgió el Partido Libertad y Refundación LIBRE, como brazo político e instrumento para promover los cambios en la constitución, a partir de un proceso constituyente en el que participe todo el pueblo hondureño. No es hasta el proceso electoral del año 2013 cuando, con muchas trabas, es inscrito por fin el partido LIBRE.
Desde el Gobierno de Facto de casi siete meses y los cuatro años de gobierno de Porfirio Lobo Sosa, el pueblo se mantuvo inconforme con sus autoridades. Con la participación del partido LIBRE en el proceso del 2013, la población decidió salir a votar de forma masiva, con la esperanza de que su candidata Xiomara Castro de Zelaya y el pueblo hondureño por fin lograran la victoria.
En ese proceso, los partidos políticos que tuvieron un mayor respaldo en las urnas fueron el Partido Nacional, LIBRE, Partido Anticorrupción (PAC) y el Partido Liberal. Otro aspecto a tener en cuenta es que la inscripción del partido político PAC en el Tribunal Superior de Elecciones (TSE), se logró sin ninguna dificultad, contrario a lo que pasó para la inscripción del partido LIBRE, porque la estrategia del partido nacionalista era aprovechar la popularidad de Salvador Nasralla quien antes conducía el PAC, para restarle fuerza a su principal contendiente que era el Partido LIBRE.
La contienda electoral de noviembre del año 2013 fue cuestionada fuertemente, por el drenaje que hizo el Partido Nacional de los recursos económicos de instituciones públicas como el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS) entre otras, para el financiamiento de su campaña electoral. Por otra parte, todos los actos de corrupción de ese instituto político nacionalista que representa los intereses de la oligarquía hondureña han sido consentidos por el TSE.
Juan Orlando Hernández, actual presidente y a la vez candidato a la reelección del Congreso Nacional de Honduras, también fue quien presidió la silla principal del legislativo durante el gobierno de su antecesor Porfirio Lobo Sosa. Ya al final de su mandato como presidente del poder legislativo, y mientras el pueblo hondureño celebraba las fiestas de navidad de 2013, aprovechando el entretenimiento y las festividades, el Congreso aprobó un paquete de 120 leyes, que sentarían la base para modificar el artículo 239 de la Constitución que prohíbe la reelección y dar inicio a un prologando tiempo en el gobierno al hombre que siendo presidente del Congreso Nacional de Honduras, era al mismo tiempo candidato a presidente por el Partido Nacional.
La constitución hondureña prohíbe que quien es o ha sido presidente del poder legislativo pueda postularse a la presidencia. Sin embargo, desde el proceso electoral del año 2005 el partido nacional, violentando la constitución, inscribió a Porfirio Lobo Sosa como candidato a presidente, siendo aún el presidente del legislativo en el gobierno nacionalista presidido por Ricardo Maduro. Esta violación ha sido continuada por Juan Orlando Hernández en 2013. Este último se atrevió no solo a ser candidato a presidente, sino que además, luego de asumir como tal, se postula a la reelección presidencial. Esta es una figura que no existe en la Carta Magna hondureña.
La ilegalidad constitucional que ha caracterizado al partido oficialista ha sido y es una de las razones por las que el descontento en la nación centroamericana se ha incrementado. Otras razones son la corrupción, la venta del territorio nacional a empresas transnacionales mineras, la venta de la infraestructura vial a empresas extranjeras y la aplicación de una política fiscal que profundiza el modelo neoliberal que incrementa las ganancias de los grupos poderosos, así como la pobreza.
La sociedad hondureña ha venido acumulando mucho malestar, y lo ha expresado en varios momentos con manifestaciones masivas pacíficas. Lo hizo contra el saqueo que el Partido Nacional hizo a los recursos del IHSS creando empresas fantasmas para drenar sus fondos; también contra las empresas mineras; contra la construcción de peajes; contra el asesinato de la líder indígena Berta Cáceres, etc., y acaba de demostrar en este último proceso electoral su rechazo al proyecto continuista del gobierno nacionalista.
El proyecto de la reelección presidencial en Honduras alcanzó un grado de repudio tal que incluso miembros del Partido Nacional decidieron unirse con su movimiento Corazón Azul a la Alianza de Oposición, para derrotar en este proceso electoral del 2017 al candidato continuista Juan Orlando Hernández. La Alianza de Oposición se formó entre los partidos LIBRE y Partido Innovación y Unidad (PINU), el Movimiento Corazón Azul y Salvador Nasralla, aunque este último ya como candidato independiente.
Este proceso electoral, que a casi una semana de las votaciones no declara ningún ganador, tiene las mismas características de los procesos que le anteceden, por la sencilla razón de que las instituciones y los poderes del Estado están controladas y subordinadas a los intereses del capital transnacional, del llamado Triángulo del Norte y de la oligarquía hondureña representada en el Partido Nacional:
En las elecciones de 2013, el candidato nacionalista Juan Orlando Hernández, con menos del 30% de las actas escrutadas se declaró ganador de la contienda. Al avanzar más el escrutinio, la candidata del Partido LIBRE Xiomara Castro logró aventajarle, y ocurrió exactamente lo que sucede ahora mismo: misteriosamente, el sistema del TSE entró en dificultades porque se fue la energía eléctrica, y al restablecerse, apareció el candidato nacionalista con ventaja. La manipulación de los datos contenidos en las actas de cada mesa ha sido uno de los grandes problemas cuestionados a las autoridades del TSE, quienes están comprometidas con el poder ejecutivo hondureño.
Ahora, en el año 2017, el candidato de la Alianza de Oposición, Salvador Nasralla, se declara ganador con una ventaja de más de 5% sobre Juan Orlando Hernández. Sin embargo, el sistema electoral vuelve a fallar, misteriosamente, y al restablecerse le da una ventaja que favorece al Partido Nacional. A casi una semana el TSE no declara ganador a ninguno de los dos candidatos de mayor votación. Tal situación ha crispado al pueblo que de forma pacífica y civilizada acudió a las urnas.
Esta vez, el pueblo no ha esperado a ser convocado para manifestarse en defensa del triunfo, y ha acudido de forma masiva a presionar al TSE a que declare al candidato ganador. La demora en la declaración ha sido excesiva y la manipulación de los resultados ha sido descarada. Por esta razón se ha extendido la movilización y la protesta social a todo el territorio nacional que ha desembocado en la toma de carreteras, puentes, destrucción de peajes, postas policiales, etc.
El descontento es inmenso y el mensaje es claro: las manifestaciones demuestran el rechazo al continuismo de Juan Orlando Hernández. Esta vez el pueblo está listo para defender la victoria a cualquier costo. Nuestro país nunca ha experimentado un proceso de lucha que nos lleve a la toma del poder. A los pueblos se les puede engañar por largos años, pero no toda la vida. Parece ser que ha llegado la Hora de Honduras.
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