La Derecha Cristiana alternativa de Colombia*

Por Andrés González**: “En Colombia, la tan cacareada histeria sobre la “ideología de género” canaliza el apoyo público hacia la Derecha vinculando el fundamentalismo cristiano con retórica anticomunista”.

*Texto publicado en inglés en Jacobin Magazine.

** Andrés González es un antropólogo colombiano que ha investigado el conflicto colombiano por más de siete años. Se encuentra estudiando su doctorado en la Universidad de Rutgers.

Traducción: Ernesto Teuma/La Tizza


La derrota del referendo colombiano en octubre del 2016 fue un acontecimiento sorprendente. Observadores liberales y de izquierda no pudieron predecir el arrastre que tendría en los votantes la campaña de miedo anti-paz de la derecha.

En Colombia, los vestigios ideológicos de la Guerra Fría han sido reconvertidos en instrumentos para propagar el miedo y la furia hacia una inventada “ideología de género” que supuestamente presenta una amenaza espiritual a los valores cristianos. Poco antes del referendo de paz, grupos derechistas fueron capaces de movilizar la amenaza imaginaria de una conspiración, queer y comunista, generando pánico y convirtiéndolo en capital político.

Es el momento de confrontar las desagradables consecuencias de una coyuntura política en la que personajes de los medios digitales, movimientos religiosos conservadores y una política de miedo generalizado se intersectan en apoyo a la derecha, incluso en un país que se alista para superar un conflicto persistente que lo ha devastado por más de cincuenta años.

La guerra contra la “ideología de género”

Luego de cuatro años de negociación entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, el final del largo conflicto interno de Colombia parecía cercano. Pero en octubre del 2016, cuando solo el 37 % de los casi 35 millones de votantes en el padrón fueron a votar, el acuerdo de paz fue rechazado por un margen estrecho de 50.21%.

Unos días más tarde del referendo fallido, Juan Carlos Vélez, el manager de la campaña contra el acuerdo de paz, fue entrevistado por La República, un conocido periódico de Colombia. De acuerdo con Vélez, el éxito de su campaña se debía a dos factores: 1) la importancia de las redes sociales digitales sobre otros medios de información y 2) un acercamiento diferenciado a la hora de enviar mensajes dirigidos a distintos tipos de audiencia.

La derecha anti-paz orientó sus mensajes a colombianos de altos y medianos ingresos, diciéndoles que tendrían que responsabilizarse de la carga económica del acuerdo –“el costo de la paz”. Mientras, entre los votantes de menor ingreso, la derecha azuzaba miedos sobre posibles recortes del bienestar social debido a la prioridad de los programas de reintegración de excombatientes en el presupuesto nacional. Pero mezclado con todo había una furiosa histeria sobre la diversidad sexual –el espectro acechante de una desviación cultural que la derecha colombiana asoció exitosamente con el acuerdo propuesto de paz.

En las palabras de Vélez, “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca”. En esto, Vélez y sus colaboradores fueron claramente exitosos. Pero para entender por qué esta táctica fue tan efectiva, es necesario mirar algunos meses antes del referéndum.

En agosto del 2016, las calles de grandes ciudades como Bogotá, Bucaramanga, Cali y Medellín se llenaron de miles de personas vestidas con camisetas blancas agitando banderas colombianas.

Llevaban pancartas y repetían: “El único manual (…) que se necesita en los colegios es la Biblia”. Estas movilizaciones fueron concertadas a través de las redes sociales y apoyadas por líderes católicos y protestantes. Los manifestantes criticaban la intención del gobierno de abrir un debate sobre diversidad sexual en las escuelas públicas y arreciaban contra la institucionalización de lo que llamaban “ideología de género”.

Osvaldo Ortiz, celebridad de YouTube y así llamado “pastor digital”, ejemplifica cómo los grupos conservadores emplearon exitosamente las redes sociales para vincular este miedo a la diversidad sexual con la oposición al acuerdo de paz. Ortiz es un abogado de treinta-y-tantos años y auto-proclamado “activista heterosexual” en una cruzada contra lo que él llama el “lobby gay”. En sus vídeos de YouTube, Ortiz mezcla una agenda religiosa conservadora con una actitud moderna y despreocupada. Sus videos lo muestran ejercitándose, usualmente bajo etiquetas como #corriendoconjesus.

Como los comentaristas «conspiranoicos» de Estados Unidos y de cualquier parte el mundo, Ortiz está obsesionado con revelar la perniciosa influencia de la “ideología de género” en el conjunto de la sociedad colombiana.

En un video, Ortiz presenta grabaciones de Humberto de la Calle, el jefe negociador del gobierno durante el proceso de paz. El video muestra a de la Calle en una conferencia de prensa repitiendo: “Tú no naces hombre, te conviertes en hombre; tú no naces mujer, te conviertes en mujer”.

En otro video, Ortiz comparte escena con el reaccionario argentino Augustin Laje, cuyo último libro (El libro Negro de La nueva Izquierda: ideología de género o subversión cultural) discute que la diversidad sexual, el feminismo y el ambientalismo reemplazaron al «proletarianismo» en la política izquierdista luego de la caída de la Unión Soviética. La portada del libro tiene una imagen del Che Guevara con los labios pintados de rojo intenso sobre una bandera arcoíris.

En la entrevista, Laje define el género como el aspecto cultural de la sexualidad humana. Y se convierte en ideología, dice, cuando el aspecto cultural desplaza las determinaciones “naturales”.

En la misma cuerda, el popular pastor evangélico Alejandro Ortiz recientemente escribió –en un artículo dirigido a “ateos, gays, lesbianas, ambientalistas extremos, feministas y evolucionistas”– “llegará el día en el que Dios pondrá a su diestra a los salvados y a la izquierda –sí, a la izquierda– a los malditos. La derecha evangélica llegó a Colombia y llegó para quedarse.”

Si bien es cierto que el Congreso colombiano comenzó a implementar un casi idéntico acuerdo de paz solo un mes después del referendo fallido, la población colombiana se mantiene políticamente polarizada, lo que implica desafíos importantes a cualquier futura reconciliación.

La política del Miedo

En Colombia, la tan cacareada histeria sobre la “ideología de género” canaliza el apoyo público hacia la Derecha vinculando el fundamentalismo cristiano con retórica anticomunista. “Ideología de género” evoca el espectro de una conspiración que amenaza valores tradicionales como la cristiandad, heterosexualidad y el liberalismo de mercado –y permite a la derecha movilizar el miedo al servicio de su agenda política.

Esta táctica no es nada nuevo A través de la historia, el miedo ha probado ser una peligrosa y efectiva arma política. Durante la guerra fría, la amenaza de un ataque nuclear mantuvo a la población de Estados Unidos en guardia, viabilizando la militarización de la vida cotidiana. Más recientemente, la narrativa del “choque de civilizaciones” está en los cimientos de la “guerra contra el terrorismo” que exitosamente ha movilizado el miedo al servicio de la cruzada de la OTAN contra los fundamentalistas islámicos. Hoy, el ascendiente racismo y xenofobia en los Estados Unidos, materializado en el “Muslim Ban”[1] recuerda la fantasía derechista de una cristiandad armada capaz de enfrentar la amenaza de los hostiles paganos.

Colombia no es la excepción. En los ochenta, el Movimiento de Restauración Nacional (MORENA) se formó como un frente paramilitar bajo los auspicios de ganaderos millonarios, señores de la droga y políticos profesionales. El movimiento, liderado por el paramilitar Ernesto Báez, clamó que su propósito era defender los valores cristianos tradicionales en Colombia.

En su libro El Para-Estado: una etnografía de los escuadrones de la muerte en Colombia, el antropólogo Aldo Civico describe como el paramilitarismo colombiano se ganó apoyos en la población.

Apoyo que ha venido también de la gente común, que normalmente agradecen el tipo de orden que los paramilitares proveen, o como mínimo, han visto en él un mal, menor y necesario, para exterminar a los salvajes –las guerrillas, pero también los «desechables», la escoria de la tierra (drogadictos, rateros y homosexuales). Los paramilitares han funcionado para ellos como departamentos de sanidad, lidiando con «el desperdicio».

Cuando Osvaldo Ortiz fue criticado por promover el discurso de odio, reclamó que estaba sufriendo la persecución de “Cristianófobos” en el “Lobby Gay”. Cuando sus cuentas de Facebook y YouTube fueron cerradas debido a quejas, Ortiz declaró que él y sus seguidores estaban siendo sometidos a un “Genocidio Digital”. Como los reaccionarios de la alt-right estadounidense y global, Ortiz intenta revertir el argumento contra él posando como una víctima del discurso de odio cuando su “derecho” a promover su propio discurso de odio es negado.

Pero, desde la implementación del nuevo acuerdo de paz al menos doce líderes sociales han sido asesinados en el 2017.[2] Activistas pro-acuerdo arriesgan sus vidas mientras el gobierno niega la existencia de actividad paramilitar en Departamentos como Caquetá, Choco, Antioquia, Córdoba, Cesar y Valle del Cauca. Situado en su contexto histórico, el artículo del pastor evangélico Alejandro Ortiz –titulado Los cristianos sí estamos en guerra con la comunidad LGBTI — se lee como un llamado a las armas. Y es cierto que hay víctimas de violencia y persecución en Colombia –pero no son miembros de la derecha cristiana.

Mientras el proceso de paz en Colombia continua desenvolviéndose en imprevisibles circunstancias, debemos permanecer atentos a las tácticas de miedo de la odiosa derecha de Colombia –tácticas que ya han probado ser preocupantemente exitosas y que podrían serlo de nuevo.


[1] El “Muslim Ban” se refiere a la Orden Ejecutiva 13769, titulada “Protegiendo a la Nación de la Entrada de Terroristas Extranjeros a los Estados Unidos”. Fue firmada por Donald Trump en enero del 2017 y, entre otras medidas, restringía el visado y entrada para todos aquellos ciudadanos de Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán Siria y Yemen.

[2] Desde el 2016 y hasta abril del 2019 se calcula una cifra aproximada de 588 líderes sociales asesinados en todo el período (Nota del editor).


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