Por: Josué Veloz Serrade
[Ponencia presentada en el Coloquio a propósito de los cincuenta años de la revista Pensamiento Crítico].
Quiero comenzar mi ponencia enunciando dos situaciones actuales donde se pueden ver expresadas las categorías “ideología” y “cultura”, tan atrapables como difíciles de sostener a través de dos problemáticas.
En la primera situación un analista de temas políticos refiere que el éxito de Trump se debe a que –como promueven ciertos medios y análisis– este es un outsider, no pertenece al sistema, y no padece la ideología dominante. Según esta perspectiva la condición de carecer, aparentemente, de una ideología definida es una de las razones de su éxito.
La segunda: en un centro nocturno de la ciudad cientos de jóvenes cantan una canción a coro y la música parece conocida. Escuchamos con detenimiento y percibimos que son los acordes del himno de la alfabetización, ahora mezclados con un reggaetón de dos cantantes cubanos: Yomil y el Dany. Nos sorprende que ahí donde decía: ¡somos la vanguardia de la Revolución! Dice ahora: ¡somos la vanguardia del fucking reggaetón!
Por tal operación de mercado aquella canción de cientos de miles de jóvenes que salieron a enseñar cómo leer y escribir a millones de cubanos ha sido convertida en un fetiche musical de una sociedad que niega totalmente a la construida a sangre y fuego por más de 50 años.
Una situación pareciera del orden ideológico y la otra del orden de la cultura si uno se atiene a las peligrosas bisagras que componen el sentido común. Pero bien miradas, traducen la dificultad de definir fronteras entre una y otra: ¿dónde ideología?, ¿dónde cultura?
Antes del triunfo de la Revolución había ideología y cultura; después del triunfo de la Revolución –y con el objetivo trascendente de iniciar transiciones socialistas– ambas categorías dejan de ser funciones de la dominación burguesa para convertirse en factores claves de la liberación nacional y la creación de una sociedad de nuevo tipo: en una Revolución todo tiene que convertirse en ideológico-cultural.
Ambas, la ideología y la cultura, se convierten en campos de disputa decisivos para el futuro del proyecto y tienen sus propias determinaciones; el no tratamiento adecuado de estas determinaciones puede tener consecuencias definitivas para la transición socialista en un sentido o en otro.
Tomando en cuenta la enorme cantidad de artículos y líneas de análisis desarrolladas por tantos autores de diversas tendencias dentro del campo revolucionario presentes en la revista Pensamiento Crítico, he preferido abordar 8 problemas que a mi juicio fueron desplegados en la revista en torno a las categorías de ideología y cultura.
Pero no las he tomado por separado sino que he delimitado una zona borde –que pudiéramos nombrar de fenómenos ideológico-culturales–, donde queda claro más bien velado lo uno y lo otro. El otro criterio que seguí para seleccionarlos fue el hecho de que guardaran cierta vigencia para la Cuba de hoy y para los desafíos del proyecto socialista de la Revolución Cubana.
Como puede intuirse de las situaciones planteadas en el inicio, la ideología y la cultura de las que se trata son las que muestran distorsiones, la presencia de conflictos. La autoimagen que generan estas situaciones proyecta de manera velada la ideología que se posee. Una confusión que trae serias dificultades traducibles en prácticas políticas distorsionadas. Ello se produce cuando no se distinguen los contenidos de lo ideológico-cultural de sus modos de producción. Un sistema ideológico-cultural no se reduce a los mensajes, textos, o discursos trasmitidos; sino que se sostiene en las condiciones de producción de esos mensajes. Más que preguntarnos por los contenidos expresados en ambas situaciones, debiéramos indagar en las condiciones de producción de ambos: contenidos o textos.
Cuando esta distinción no se hace, con frecuencia las medidas administrativas actúan sobre el contenido de los mensajes y no sobre sus condiciones de producción. Es decir, se prohíbe escuchar determinada música, se decide que deben ser otros los análisis. Por ello los problemas aquí identificados se van a referir a los modos de producción de ambas instancias, y no a sus contenidos. Ello no significa que estos no sean importantes, pero los contenidos son las cortinas que se extienden sobre los procesos ideológico-culturales dominantes y deben ser corridas para observar ¨al dinosaurio que puede estar aún ahí¨.
Esa es una de las subversiones de Pensamiento Crítico: abordar las condiciones de producción de la ideología y la cultura dominantes de carácter burgués pero que no aparecen con la claridad que le gustaría al censor: el mismo censor es una de sus múltiples expresiones.
– Hechas estas aclaraciones comenzaré enunciando los problemas:
1- La problemática del Estado en la Revolución: Las cuestiones del poder y las masas, la necesidad de un poder fuerte y de contenido popular y que al mismo tiempo se plantee su disolución –no como desaparición– sino en cuanto transformación hacia uno cada vez más popular. Al mismo tiempo el ejercicio masivo de la opinión y la construcción de redes de actores sociales cada vez más diversos. El estado cubano es además el resultado de una lucha profunda, la institucionalización de derechos conquistados a sangre y fuego. Contra él se vuelven inservibles las críticas usadas con los regímenes llamados totalitarios. Muchas veces al criticarse la concentración del poder se obvia no solo el contexto en que esa concentración de poder se produjo, sino la importancia de que el estado tenga una amplia extensión social. Por otro lado, cuando se asumen críticas basadas en teorías que promueven una sociedad civil autónoma o independiente, no se percibe el peligro de consolidar una visión de supuesta externalidad del estado. Esta última visión pudiera conducir a la práctica de un estado pequeño que no se mezcla en los problemas cotidianos ni toma partido frente a las relaciones de mercado que entran cada vez más, y que pudieran volverse hegemónicas.
2- Un segundo problema es el de los liderazgos: Estos son el resultado de la lucha y de los sacrificios; no se establecen de manera natural. Se producen en los aciertos y desaciertos, en los compromisos que se asumen hasta sus últimas consecuencias. Los liderazgos –sobre todo en el presente– tienen que conducirse a través de procesos cada vez más colectivos. Cada uno por separado no puede ser Fidel, pero todos sí podemos. Es decir, todos juntos lo podemos sustituir a él y a esa generación tremenda.
3- El problema de la liberación nacional: En el socialismo no se puede conducir de manera mínimamente acertada la transición sin tomar en cuenta esta dimensión del proyecto. La liberación nacional es un objetivo trascendente que implica no solo las luchas contras las sujeciones formales sino contra todas las formas de dependencia: el colonialismo no cede si no es con la cuchilla al cuello, al decir de Fanon. Como no solo se trata de la liberación en términos formales, se hace necesaria la identificación de sus retrocesos en cada aspecto del orden social: desde cómo se da en las relaciones con los capitales foráneos y su cuota de poder sobre decisiones que inciden en las políticas del país, hasta la promoción institucional de una cultura extranjerizante ajena a la cultura nacional del proyecto socialista cubano.
4- El problema de la transición socialista: La ideología socialista no es el resultado de la asunción de un vocabulario socialista sino de prácticas que traducen un modo de producción socialista de ideología. Las relaciones de tipo capitalista, donde existe la apropiación privada del trabajo ajeno, conducen a procesos de acumulación capitalista que no tienen que ver solo con la acumulación de riqueza material sino de acumulaciones culturales que después se traducen en valores que comienzan a hacerse hegemónicos. No se puede decir en abstracto que se promueve la honestidad, la solidaridad, el respeto al otro, cuando prácticas que se pueden hacer cada vez más patentes en la sociedad actual establecen de manera inevitable otros valores. No existe además algo como las relaciones armónicas entre las formas de propiedad privada, o sea: capitalistas, y las formas de propiedad socialista. Existen antagonismos irreductibles, que sería conveniente que conociéramos de antemano. Cuando tenemos eso claro podemos enfrentar mejor las ineludibles relaciones con el mercado y sus posibles consecuencias. A su vez, se hace necesario cuestionar una visión que entiende que lo estatal es sinónimo de socialista cuando lo que es socialista es el tipo de relación que se promueve. Si hay procesos de dominación excluyentes en el estado entonces una parte del proyecto socialista no está realizada.
5- El problema del desarrollo: El subdesarrollo es una condición estructural del desarrollo, debe quedar claro que nadie es subdesarrollado por naturaleza, como quieren hacer ver los parámetros por los que se mide el desarrollo en el capitalismo central. Es muy frecuente en no pocos gobiernos de izquierda la alegría porque las agencias calificadoras de riesgo les han dado buenas evaluaciones. O cuando el producto interno bruto de la región aumenta de un año a otro. Es necesario introducir estas discusiones nuevamente; mientras los gobiernos de izquierda en la región pudieron llevar a cabo políticas asistencialistas de amplio acceso, ello resolvió problemas importantes, pero se ha evidenciado el agotamiento de un modelo que dedicó menos tiempo al trabajo con sus bases sociales que a los procesos de modernización capitalista.
6- La relación entre la violencia y los cambios propios de una Revolución: Las formas de violencia se convierten en la vía última por la cual optar para iniciar procesos de transformaciones sociales. Las revoluciones verdaderas tienen que lidiar con este hecho en algún momento del camino. Es a su vez una vía fundamental para la pedagogía revolucionaria pues los sujetos en la lucha se transforman y se establece una nueva escala de valores. Las revolucionarias y revolucionarios deben agotar todas las vías para obtener las verdaderas transformaciones, pero deben agotarlas. La violencia sigue siendo hoy el camino inevitable para la gran mayoría de los pueblos explotados, ningún derecho será conquistado sin pelear.
No es cierto que la revolución es posible cuando hay ciertas condiciones, o que el socialismo es posible con ciertas condiciones económicas. La revolución y el socialismo solo son posibles contra las condiciones y contra la economía, si se entiende a esta última como una instancia puramente económica.
7- El problema de la dominación cultural: Se avanzó en la necesidad de distinguir entre la cultura que parece dominar y la cultura realmente dominante. Los procesos culturales en la transición socialista deben alejarse de los dogmas y luchar contra ellos, pero deben combatir por igual la utilización de esencialismos propios o funcionales a una modernización capitalista que amenaza con volverse dominante también en Cuba. Algunos de esos esencialismos son: el cubano es bueno, solidario y hospitalario por esencia. Es bailador y cantante por naturaleza; mientras en otros circuitos predomina la idea de que la Cuba de los 50 era una fiesta permanente. En algunos ejemplos pareciera intentar decirse que el 31 de diciembre de 1958 todos en Cuba festejaban y los rebeldes rompieron con la fiesta de aquella noche. Es decir, 1959 no fue el año donde comenzaron a realizarse todos los sueños, y el Palmacristi y la tortura solo fueron pequeños accidentes. Pero esos no son contenidos puros sino que obedecen a sistemas de relaciones que se están dando ya en la Cuba del presente. Desde establecimientos privados que establecen formas de exclusión viejas combinadas con otras nuevas hasta instituciones y medios que promueven cierta música a través de su difusión y presentación en espacios públicos. En la cultura que parece imperar todos cabemos; en la que comienza a extenderse en determinados sectores algunos empiezan a no caber.
8- La problemática del sujeto: En los aportes de la revista a una teoría del sujeto, impresionan sus breves inserciones en el psicoanálisis y acercamientos a la teoría de la ideología. Esta línea de análisis quedó abierta pero avanzó bastante para su época. La síntesis entre economía política y psicoanálisis que fue un camino de trabajo defendido por la escuela de Frankfurt está pendiente en nuestro país y puede permitirnos leer fenómenos ideológico-culturales que no se muestran como totalizantes.
Los procesos de identificación con el colonizador, y los modos en que los sujetos incorporan en sus propias prácticas la dominación a nivel inconsciente, pueden ser elementos de análisis de una tremenda vigencia.
Haber continuado esta línea nos hubiera permitido verificar la debilidad del paralelo establecido por algunos analistas entre el surgimiento del fascismo y el fenómeno de Trump. En la psicología del fascismo, el super-yo del sujeto de la masa, instancia que representa al ideal del yo y a la moral inconsciente, busca identificarse con un padre de personalidad autoritaria. Pero esta identificación muestra la fragilidad del sujeto, y la figura con la que se identifica es también alguien en el fondo frágil pero que logra sostenerse. En el caso de Trump se observa un fenómeno nuevo, ahora la identificación con el padre terrible-Hitler se sustituye con la identificación a un padre quebrado, disperso, y de una ideología aparentemente frágil. En síntesis ello muestra una mutación hacia un fetiche movible e inconstante que permite una identificación a amplios sectores sociales. Esto es al mismo tiempo la expresión de la financiarización de la vida cotidiana, el empuje al consumo desenfrenado: los fetiches como modo de vida y no solo de representación.
Este es un recurso político que está siendo usado con mucha efectividad por viejas y nuevas formas de derechas, pongamos por ejemplo a Rajoy, Macri o Bolsonaro en Brasil.
A modo de conclusión quisiera expresar que la Revolución le dio a cada teoría un fusil y les exigió en el fragor de las balas que llegaran hasta donde les fuera posible. Algunas no llegaron nunca a salir, otras avanzaron hasta donde pudieron y tuvimos que abandonarlas. Lo que predominó, como en toda verdadera revolución fue la necesidad de inventar una teoría, un pensamiento que diera cuenta de una práctica revolucionaria mucho más grande y compleja que los dispositivos al uso para expresarla o para extenderla más allá. En ciertos momentos las revoluciones tienen que levantarse hasta contra las teorías, porque estas pueden filtrar el sentido común y definir los marcos de lo posible. Lo posible, a su vez, es casi siempre el argumento más esgrimido para recortar el alcance de los proyectos.
Este preámbulo me permite defender un lugar-trinchera en esta discusión. Pensamiento Crítico no es una revista de pensamiento, sino la búsqueda de un pensamiento social marxista autóctono que dotara de instrumentos teóricos a la revolución cubana y también a la mundial. Fue además un instrumento para arrojar luz sobre problemas nuevos no planteados antes; no porque no fueran comprendidos, sino porque eran los propios de la transición socialista.
Las revoluciones plantean problemas que ya no pueden ser ajustados por los ropajes al uso, y su despliegue plantea otros.
Por ello en Pensamiento Crítico encontramos la necesidad de responder al problema de crear la ideología y la cultura que son necesarias para una Revolución, y discutir profundamente sobre todo ello. Llegó muy lejos en muchas cuestiones con una vigencia hasta hoy sorprendente y no pocas veces angustiosa. En otros campos dejaron planteadas líneas de análisis que requieren desarrollos actuales pero que vistas en su época parecería que no tenían fronteras la imaginación y la política que desplegaban.
Termino recordando al Che con un fragmento de sus Notas para el estudio de la revolución cubana, texto publicado en el número 8 de Pensamiento Crítico.
La Revolución Cubana toma a Marx donde éste dejara la ciencia para empuñar su fusil revolucionario y lo toma allí, no por espíritu de revisión de luchar contra lo que sigue a Marx, de revivir a Marx «puro» sino simplemente, porque hasta allí Marx, el científico colocado fuera de la historia, estudiaba y vaticinaba. Después, Marx revolucionario, dentro de la Historia lucharía.
Las palabras del Che sintetizan el marxismo de Marx, que fue el marxismo de Pensamiento Crítico.
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