Por Josué Veloz Serrade
Un homenaje a Fernando Martínez Heredia, quien nos pidió estudiáramos la categoría de «determinación personal».
Fidel no fue un iluminado. No estaba predestinado a ser lo que fue. Ser revolucionario fue una decisión personal. Una decisión personal sobredeterminada. Una decisión profunda, costosa y para toda la vida.
Su padre, Don Ángel Castro era gallego había venido a Cuba como soldado español durante la guerra de independencia. Es muy probable que se haya incorporado al ejército español después de recibir una pequeña suma de dinero. La práctica de la época era que si el hijo de alguien rico era llamado a las filas del ejército español se le pagaba a algún pobre para que asumiera su lugar.
Era muy pobre Ángel y no sabía leer y escribir. Tuvo que aprender las dos cosas casi sin ayuda. Estuvo apostado en la trocha de Jucaro a Morón. Por donde pasarían de manera épica las tropas de Gómez y Maceo. Después de la guerra vuelve a España y un año después regresa. Se hace empleado de la United Fruit Company y llegó a tener bajo su mando 300 trabajadores. Eso le dio alguna «plusvalía» contaría el propio Fidel. De a poco fue construyendo su latifundio que llegó a ser de 11000 hectáreas. Menos el correo y la escuelita todo lo demás era propiedad de la familia Castro en aquel pequeño poblado de Birán.
Fidel desde chico buscaba la manera de mantenerse lejos de la casa. El autoritarismo de su padre señoreaba en el hogar. Su primer rechazo a la autoridad provino de ahí. A los 10 años conoció de la guerra civil española. En ese pueblo se dividían en dos grupos frente a la guerra. Los que defendían a los «rebeldes» de Franco y los que apoyaban a los republicanos. El cocinero de la casa, gallego y republicano era analfabeto. Menos del 20 por ciento de la gente del pueblo sabía leer y escribir. Fidel, aprovechaba los periodos de receso escolar para leerle al gallego García noticias sobre la guerra. Su fuente principal de noticias era el Diario de la Marina. Fidel simpatizaba con los republicanos y «rojos». Se empeñaba en hacer énfasis en las victorias y calmar la tristeza que producía en aquel hombre las victorias de Franco. El padre de Fidel estaba contra la república y apoyaba a los nacionalistas de Franco.
Cuando lo envía la familia a Santiago junto a su maestra lo hacen pensando que podrá encaminar mejor su vida mediante los estudios. Lo cierto es que en la modesta casa de aquella maestra conoce la crueldad de la pobreza y la injusticia. Aprovechaban el dinero que sus padres pagaban para mantener la casa. Y a él y a su hermana los tenían viviendo en pésimas condiciones. Tuvo que coser los zapatos con sus propias manos y llegó a confundir el hambre con el apetito.
Fue a una prisión acompañando a aquella señora con el esposo preso. Por «comunista», esa fue la razón por la que le condenaron. En esa temporal familia conoce la rigidez de los modales franceses. Qué se podía y qué no se podía hacer. Se rebela frente a ese estado de cosas y obtiene la condición de interno en el colegio La Salle. Allí se rebelará nuevamente cuando un inspector le golpea. Fidel había tenido una riña con su alumno predilecto y esto generó aquella situación.
Aprendió que la ley castiga cuando preserva privilegios y favores.
Esa rebelión le costó el castigo familiar con la amenaza de que tendría que dejar los estudios. Sobrevino su otra rebelión. Si no le dejaban estudiar incendiaría la casa. Al parecer la familia interpretó que lo decía en serio. Y le permitió estudiar. En la nueva familia con la que tiene que convivir le veían como la posibilidad de obtener reconocimiento social a través de sus resultados escolares. Era una pareja de un comerciante y una mulata que construían su casa en el aristocrático Vista Alegre de Santiago de Cuba.
Comprendió por segunda vez cómo los deseos de ascenso social anidan en el corazón de los pobres. Que estos no son por naturaleza buenos y que a veces buscan los aplausos y la aceptación de los dominantes.
Su cuarta rebelión fue nuevamente para ser internado. Quizás de esas experiencias obtuvo la materia prima de sus ideas acerca de las escuelas internas donde desde muy niños se iniciaba la formación escolar lejos de los ambientes y determinaciones familiares.
Para convertirse en revolucionario Fidel tuvo que enfrentarse y vencer al autoritarismo y la ideología de su padre, a la rígida ley familiar, a la ley de las instituciones escolares y al placer de sus propios privilegios de clase.
Tuvo que luchar contra sí mismo para ser otra cosa. Tuvo que ganar la lucha de clases que todos llevamos dentro. Rebelarse fue el método. Y aprendió que quien se rebela a veces obtiene cosas. El no haber aceptado el circuito de determinaciones de la ley social y familiar y haber obtenido mediante ello pequeñas victorias a través de continuas rebeliones es probablemente el mayor aprendizaje que le ha legado a todo el que desee — como él — convertirse en un revolucionario
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