Fidel, Chávez y las misiones sociales en Venezuela: Evocaciones

Por Germán Sánchez Otero

I.

Al cabo de fracasar en sus intentos de derrocar a Chávez por la fuerza con el golpe fascista (abril de 2002) y el golpe petrolero (diciembre 2002–febrero 2003), el gobierno estadounidense y sus aliados venezolanos comprenden que la única vía inmediata para intentar derrotarlo es a través de un referendo revocatorio. De acuerdo a la Constitución, es posible activarlo a partir del 19 de agosto de 2003, al cumplirse la mitad del mandato presidencial.

Vencidos en sus dos arremetidas antidemocráticas, los rivales de Chávez se ven forzados a aceptar la norma constitucional, seguros de que podrán ganar. Han logrado retrotraer la economía y los indicadores de bienestar social a los precarios niveles de 1998, incluso peores, y suponen que su rival no podrá resolver la crisis antes del referendo que permitiría revocarlo. Una nueva lidia aparece en el horizonte cercano y esta vez deberá dirimirse en las urnas.

Chávez tiene conciencia de que los desafíos son enormes y que el tiempo para cambiar la adversa situación es muy breve. ¿Cómo encarar la crucial amenaza electoral en un escenario económico y social tan aciago?

En julio de 2003, una encuestadora brasileña confiable — que le recomendara el presidente Lula — le informa sin afeites el resultado de la pesquisa: si el referendo se hiciera ese mes, perdería con un margen de diez puntos. Chávez me comenta enseguida tales datos, a fin de que le informe a Fidel, quien ha desplegado su lucidez y vasta experiencia en función de la ofensiva estratégica que el líder bolivariano iniciara desde febrero de 2003.

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El barinés aprecia con realismo la situación y nadie lo percibe desanimado. Sabe que no obstante los estragos provocados por los enemigos, la Revolución ha fortalecido la unidad cívico–militar, el pueblo bolivariano ha ganado más conciencia y Pdvsa es ahora un formidable medio para dirigir la economía y financiar nuevos programas de beneficio social.

En este escenario de tensiones y esperanzas, signado por urgencias humanas y políticas — sobre todo la posibilidad del referendo revocatorio — , comienzan a surgir las primeras misiones sociales en abril de 2003. Apenas un año más tarde, a mediados de 2004, ellas constituyen el suceso más trascendente y el sostén principal de la Revolución Bolivariana. ¿Cómo explicar la irrupción en tan corto tiempo de este giro salvador?

¿Irrupción? Sí, porque las misiones sociales no están prefiguradas. Resultan de una imperiosa necesidad social y de una especial voluntad política de Chávez para encararla. Comienzan a brotar desde abril de 2003 y quedan instauradas de modo formal entre el 1ro. de julio y el 14 de diciembre de ese año.

Audacia, originalidad, concentración de recursos, eficacia en la dirección, participación entusiasta de la gente, respaldo militar y solidaridad de un país hermano son los rasgos que las distinguen. Sus beneficios para la población no tienen precedentes en otro país en un lapso tan corto.

Algo primordial las mueve: la energía y los genios concertados de Chávez y Fidel. Como nunca antes en la historia de nuestra América, dos grandes líderes deciden fusionar su creatividad, experiencias y poderes para inventar e implementar un proyecto binacional de valor estratégico, en este caso para el futuro de ambas revoluciones y de la Patria Grande.

Es una partitura que escriben mientras la ejecutan a cuatro manos, junto a un inmenso coro formado por millones de venezolanos y venezolanas. Y de miles de cubanas y cubanos, que los acompañan en Venezuela o en diversos quehaceres desde la Isla.

Durante los años 2003 y 2004, las misiones sociales anudan nuevos lazos de hermandad entre los dos líderes y naciones. Fidel y el pueblo cubano entregan experiencias, el apoyo de numerosos especialistas y cuantiosos recursos. Chávez y sus compatriotas exhiben sabiduría, al injertar de modo original los aportes de Cuba al proceso bolivariano, recusan cualquier expresión de chovinismo, hacen pedazos las campañas difamatorias de los adversarios y desarrollan con tales programas sociales uno de los hallazgos más fecundos de la Revolución Bolivariana.

Con frecuencia, dentro y fuera de Venezuela el brioso Comandante-Presidente destaca el papel de Fidel y de Cuba en el origen y éxito de «las misiones». Igual lo expresan con palabras y gestos de amor millones de personas y otros dirigentes. Solo una revolución auténtica, un pueblo egregio y un líder excepcional, son capaces de aprovechar al máximo — como ningún otro país — el tesoro acumulado por Cuba en la salud, la educación, la cultura, el deporte y en otras áreas. Lo hacen sin copiar y sin complejos, con sentida gratitud hacia millones de hermanos y hermanas de la Isla, quienes a su vez actúan inspirados en el apotegma de Martí: «Deme Venezuela en qué servirla; ella tiene en mí un hijo».

La historia de solidaridad entre Venezuela y Cuba, hermosa y larga, vive con las misiones sociales su momento de mayor esplendor. El barinés, que conoce como nadie en Venezuela la magnitud de la ayuda, no cesa de agradecer el respaldo de Cuba en miles de galenos, estomatólogos, técnicos, equipos, medicamentos y lentes, que ha posibilitado en tiempo récord llevar la misión Barrio Adentro a todo el país. También es así en el área deportiva. Lo mismo dice respecto de las cuatro misiones educativas, a las que Cuba aporta originales métodos de estudios audiovisuales, asesores y una nutrida base material, que incluye todos los televisores, los VHS, videocasetes, folletos, cartillas, manuales, libros y 2,5 millones de bibliotecas familiares de 25 títulos cada una.

Un ejemplo, entre varias decenas, son estas palabras suyas al activar la Misión Ribas — para graduarse de bachiller — , el 16 de octubre de 2003:

Y una vez más quiero agradecer y nunca nos cansaremos de hacerlo, el tremendo esfuerzo, el tremendo apoyo y la tremenda solidaridad de Cuba, (…) le transmitimos desde aquí al presidente cubano Fidel Castro, a su gobierno, al pueblo cubano, a la juventud cubana, a los profesionales cubanos, (…) nuestro reconocimiento sincero, profundo y eterno (…).

De las cartas y declaraciones de Fidel sobre las misiones sociales, brilla la misiva a Chávez del 20 de junio de 2003, día en que este juramenta a la Comisión Presidencial de la Misión Robinson (Alfabetización).

Cito dos párrafos. El primero, un compromiso histórico: «A ti te digo, Hugo, con el corazón en la mano, que, por Venezuela, la Venezuela de Bolívar, Sucre y Simón Rodríguez, los cubanos estamos dispuestos a dar nuestras vidas».

Y el segundo, un vaticinio memorable: «Venezuela puede alcanzar en 10 o 15 años lo que Cuba ha tardado 44 años en lograr. Tu esfuerzo y sus resultados, impactarán al hemisferio y al mundo. Muchos otros países imitarán el ejemplo de Venezuela, será el mayor favor que tú y la Patria de Bolívar podrán aportar al mundo (…)».

II.

Cierto, una buena imagen dice más que mil palabras. Algo semejante ocurre con determinadas anécdotas, como estas que a continuación rememoro sobre algunos de los aportes de Fidel en los años 2003 y 2004 a las misiones sociales Barrio Adentro, Robinson, Sucre y Milagros.

Evoco además una vivencia relacionada con el referendo revocatorio, efectuado finalmente el 15 de agosto de 2004, donde Chávez obtuvo una decisiva victoria (60 por ciento) gracias, en primer lugar, a lo que Fidel llamara en esos días, en privado, la cosecha de las misiones sociales.

¿De qué modo y cuándo nace la Misión Barrio Adentro?

En marzo de 2003, luego de ser derrotado el golpe petrolero contra el gobierno bolivariano, el alcalde de Caracas, Fredy Bernal, me solicita una reunión. Explica que, en sintonía con el presidente Chávez, la alcaldía del municipio Libertador ha decidido comenzar un programa social a fin de encarar asuntos muy sensibles para el pueblo, entre ellos el de la salud; a este le llaman Barrio Adentro.

Dice enfático: «La gente ha defendido con el alma a Chávez y al gobierno bolivariano, pero la Revolución todavía no ha entrado a sus casas». Y adelanta que hablará con el mandatario, para solicitarle a Cuba 200 médicos que lleguen de modo paulatino a lo largo del año, a fin de fortalecer la atención primaria de salud en los cerros de Caracas, donde residen dos millones de personas humildes.

– ¿Solo nos piden 200 médicos? –me pregunta Fidel por teléfono desde la República Popular China, donde está de visita en esos días, al leer nuestro mensaje con la solicitud del alcalde avalada por Chávez. No ha querido perder un minuto y luego de oír mis precisiones, en tono lacónico, concluye:

–Escucha bien Germán, ahí existe mucha tela por donde cortar, debemos darle prioridad absoluta a esta solicitud.

¿Quién podía saber en ese instante el tamaño del lienzo y la rapidez que emplearían los dos excepcionales sastres? Raudos, ambos comienzan a adoptar decisiones audaces y originales. Y sobre la marcha configuran uno de los saltos sociales más ingentes y acelerados realizado por cualquier país en el mundo.

El 16 de abril de 2003, arriban a los cerros de Caracas 53 galenos de la isla que inauguran el novedoso programa de salud, cuya premisa es la convivencia de ellos con las familias que atienden.

Por primera vez, los médicos cubanos que brindan atención solidaria de manera estable en otros países, siempre en zonas rurales aisladas, lo harán en una ciudad. De manera que Barrio Adentro es una experiencia inédita. Pero lo será aún más porque Fidel ha decidido, con el aval de su amigo, que los pacientes reciban de manos de los galenos, sin costo alguno, los medicamentos — procedentes de Cuba — que necesiten para curar sus enfermedades más comunes. Y por otros hechos, que vendrán después.

Chávez no demora en reunirse con ese primer grupo en el salón Ayacucho de Miraflores. Ese contacto le permite escuchar anécdotas y experiencias que lo entusiasman aún más: la viejita que enferma en su rancho a las tres de la madrugada y no quiere creer que está siendo atendida a esa hora por un médico, y gracias a este salva la vida; los niños que nunca antes han visto un clínico; la embarazada que ahora disfruta sin angustias su gestación; los «malandros» del barrio, que cuidan a quienes los curan; la camilla que improvisan los comités de salud populares con una colchoneta sobre una tabla… Y muchas otras que, entre jaranas y comentarios, develan al líder bolivariano el cuerno de la abundancia que ha empezado a desparramar salud y vida en los barrios caraqueños.

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Y cuando él ofrece entregarles colchones idóneos para dormir, pues sabe que casi todos están deteriorados o no existen, su asombro es mayor. Un joven médico, que frisa cuarenta años, pide hablar: «Presidente no se preocupe, yo vengo de África, donde dormíamos a veces en el suelo, la pobreza allá es veinte veces más grave que la de ustedes aquí». Y la admiración del anfitrión crece, cuando escucha decir a otro: «Ubíquese usted en un barrio de estos, llega el médico y al día siguiente le traen una cama con un colchón nuevo y la gente sigue durmiendo en colchones viejos. No es justo, tenemos que dormir igual que ellos».

El barinés vibra por el comentario, y se repone. Ahora comprende mejor que esos seres humanos tan próximos a su piel son de una estirpe igual a la de Fidel y la suya. Y entre orgulloso y apenado, reacciona: «Me perdona, tiene usted razón, profesor de la verdad…».

Después de esa emotiva plática, mirándole los ojos al alcalde, que está sentado a mi lado, dice: «Fredy, yo te felicito y a todo tu equipo, pero Barrio Adentro ya no va a ser un programa solo de la Alcaldía, esto es una necesidad nacional y hay que extenderlo». Y pregunta: «¿Cuántos médicos tienes previsto que vengan a Caracas?». Fredy responde que solo dispone de recursos para traer 200, poco a poco, hasta diciembre. Y Chávez, sin pestañar, dice: «No te preocupes por los recursos». E ipso facto, me pide que llame por teléfono a Fidel.

Al terminar de hablar con su amigo, mira al alcalde y le suelta con cara de felicidad: «Prepárate para recibir mil médicos». Fredy abre los ojos: «¡Mil médicos! ¿Para cuándo?». Y Chávez: «¡Para ya!», y agrega sonriente: «Fidel me dijo que están listos».

Y al cabo le espeta: «Así que monta en tu auto y vete para la Alcaldía, vamos a empezar por Caracas, si aquí se puede, que es una de las ciudades más complejas y de mayor beligerancia política, se podrá a nivel nacional, y Fidel me ha dicho que tendremos los médicos que hagan falta…».

¿Cómo surge la Misión Robinson?

A inicios de mayo de 2003, el Comandante en Jefe me indica por teléfono desde La Habana que entregue a Chávez en sus manos una carta suya y un paquete. Este contiene cuatro videocasetes en formato VHS, con las primeras 20 clases del flamante programa audiovisual de alfabetización cubano Yo sí puedo, que él anunciara en su discurso del 1ro. de mayo y sobre el cual Chávez ha expresado notable interés.

También me dice que antes de la entrevista, vea al menos dos o tres clases para que comprenda la novedosa idea pedagógica, muy diferente al método empleado en Cuba en 1961 cuando yo fui alfabetizador. Y me orienta por último que lea la copia del mensaje, en el que expone numerosas ideas y propuestas a su amigo a lo largo de ¡37 páginas!

Yo sí puedo es pan recién sacado del horno. Apenas ha habido tiempo para editar las primeras clases y las restantes (45) están en proceso. En todas ellas, los actores interpretan a personas humildes latinoamericanas que aprenden a leer y escribir guiados por una maestra–actriz.

Chávez me cita para vernos en Miraflores a las 10 pm, esa misma noche. Al entrar al Palacio, un edecán me dice que el presidente no se siente bien de salud y que va a recibirme en su habitación del área privada — donde vive sin la familia, desde hace casi un año — .

Algo turbado por la noticia, accedo a la alcoba sin detenerme en los detalles del recinto íntimo, que no conocía. Me enfoco en su rostro. Yace en la cama, y me impresiona su semblante apagado. Nos saludamos con el afecto de siempre, mas de inmediato comprendo que está enfermo.

Nunca lo había visto con su ánimo decaído. No demora en explicarme que ha comido varias ciruelas silvestres, que adquiriera en la carretera cuando venía en el auto junto a la caravana presidencial y, al parecer, tenían una bacteria que le ha provocado numerosas diarreas. Alude también a una situación familiar, que le hiere el alma.

No es difícil percatarse: el momento es inoportuno para hablarle en extenso sobre el tema de mi visita. Decido entregarle la misiva de Fidel, referir el contenido del paquete y agradecerle que me haya acogido, sintiéndose enfermo.

De paso, indago por la atención médica que ha recibido. Y mientras lo escucho, discurro sin hacer comentarios: «No es todo lo rigurosa que él amerita». Al despedirme, le sugiero que se cuide y él ilumina algo sus pequeños ojos pardos, aunque su rostro sigue marchito.

– Dile a Fidel que cuando me sienta mejor veré las clases para alfabetizar que me envió –esboza una media sonrisa y añade algo que despierta mi curiosidad–: Quiero responderle su larga carta en una maquinita portátil, igual a la que usaba antes de ser presidente.

Miro el reloj. Es medianoche y decido ir para la Embajada a trasladar urgente la información a Fidel. Después voy a dormir. Avanzada la madrugada, oigo el timbre del teléfono. Es el Comandante. Le hablo somnoliento y él pide disculpas por la hora, diciéndome con palabras sobreentendidas que al mediodía llegará a Caracas un avión con el director del Centro de Investigaciones Médicas y Quirúrgicas (Cimeq) de Cuba, y dos personas más, para ver de inmediato a Chávez, a quien debo adelantarle esta primicia enseguida que pueda.

Muy temprano, informo vía telefónica a los edecanes de Chávez. Al mediodía, él me llama al celular, me dice que recibirá a nuestros compañeros a la 1 pm y me pide que los acompañe. Nos espera en su área privada. Enseguida le presento a los tres compañeros: el director del Cimeq, un clínico y un enfermero.

Antes de ser examinado por los médicos, ahora bastante animado, expresa su asombro por la rapidez con que ellos han llegado a Caracas: «Solo Fidel es capaz de hacer esto», dice, y veo su cara iluminada, deseoso de compartir.

– Entonces tú eres «el vampiro» –bromea con el enfermero, cuando este le extrae una muestra de sangre, y su ocurrencia nos hace reír igual que si estuviéramos en una fiesta de amigos.

A las nueve de la noche, luego de conocer nuestros especialistas los resultados del laboratorio del Cimeq –la sangre fue trasladada a La Habana en el mismo avión donde ellos viajaron–, atienden otra vez a Chávez en el área privada del Palacio. Los exámenes son normales y solo aprecian algo elevado el colesterol.

– ¡Fidel me ha curado, compadre! –asegura con su voz de barítono, y de su faz brota un manantial de ternura y alegría–. He comenzado a escribirle la carta –añade–. Y nos muestra la pequeña máquina portátil Olivetti de color gris, que parece una pieza de museo.

Casi una hora después, al despedirnos, con aire de orgullo y una sonrisa espléndida adelanta la buena nueva.

– Ya comencé a redactar mis opiniones a Fidel y pronto se las enviaré: ¡Venezuela será el primer país que utilizará el método Yo sí puedo y el segundo de América Latina en erradicar el analfabetismo! –sentencia feliz.

¿Por qué esa carta de Fidel provoca tanto interés y alegría en Chávez? Se trata de un texto medular y, como otros semejantes de su amigo, lo relee, subraya y hace anotaciones. Contiene una disección analítica del candente proceso que viviera la Revolución Bolivariana entre abril de 2002 y febrero de 2003, exalta el brillante papel de su líder en las victorias alcanzadas y destaca el promisorio escenario creado, que permite iniciar diversos programas sociales de excepcional beneficio para el pueblo.

Sobre ellos, Fidel adelanta a Chávez las primeras ideas que ha imaginado y las acompaña de sugerencias detalladas de cómo emprenderlas, y el apoyo que Cuba podría aportar en especialistas y medios. El texto, en su primera parte, es una especie de ensayo de historia coyuntural semejante a El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Carlos Marx; en la segunda, aporta varias ideas concretas frutos de su vasta experiencia como artífice principal de una auténtica revolución social.

Reproduzco aquí los dos párrafos iniciales, otros cuatro fragmentos y la última página: apenas un abrebocas de esta suculenta misiva, que motivó incluso a Chávez a desempolvar su vetusta maquinita portátil, para escribir su respuesta con esmero de orfebre — que pude disfrutar al siguiente día, después de entregármela en un sobre abierto, diciéndome que la leyera durante el viaje a Cuba para hablar con Fidel — .

Para Hugo Chávez

Querido hermano:

Le pedí a Germán que viniera. Me paso la mayor parte del tiempo pensando en Venezuela, en la enorme importancia del proceso bolivariano y, como es lógico, en el colosal esfuerzo y la responsabilidad que tienes sobre tus hombros.

Ha ocurrido que pensando en lo que podría hacerse para culminar la grandiosa victoria de diciembre y enero, habituado durante mucho tiempo a pensar y pensar soluciones a los infinitos problemas de nuestras sociedades, en este caso especialmente estimulado por el deseo de hacer algo por ti y por los venezolanos, siempre meditando en lo que ustedes significan para el resto de América Latina, el Caribe y el mundo, se me han ocurrido unas cuantas ideas y variantes de orden práctico, según las circunstancias.

(Cuatro fragmentos seleccionados)

Así, a grandes rasgos, defino la realidad. No podrán decir que Chávez quiere implantar en Venezuela el modelo cubano. Al recuperar Pdvsa, has nacionalizado y socializado el 90 por ciento de los ingresos en divisas del país. Te puedes dar el lujo de que tus oligarcas, si se portan bien, sean empresarios y administren sus fábricas, produzcan, exporten e importen. Al fin y al cabo, ustedes, como nos ocurrió a nosotros, van a tardar bastante tiempo en disponer de buenos administradores, si algún día se les ocurre nacionalizarlas.

Yo siento verdadera repugnancia por el sistema capitalista. Para mí es una desgracia que la teoría y la práctica del socialismo estén todavía por escribir, aunque para nosotros sin él no habríamos podido jamás resistir y sobrevivir, e incluso hacer cosas que pueden parecer verdaderos milagros. (…)

Como audaz hombre de acción que eres, y de singular inteligencia, que gusta de estudiar, meditar y observar todo para seguir de cerca las tareas y los acontecimientos, desde aquí se observa hasta qué punto estás consciente de las realidades a las que, con la mayor confianza y espontaneidad del mundo, hice referencia.

Mi propósito, sin embargo, no era escribir un tratado de la razón pura o de la razón práctica. La carta responde a una serie de preocupaciones que te hice llegar (…).

Alí y María me hablaron de la posibilidad de un referéndum en noviembre. Antes de eso y con el ánimo de cooperar contigo, yo había elaborado una serie de ideas que, a mi juicio, ayudarían a complementar la serie de brillantes iniciativas que mencioné antes, no sé cuántas páginas atrás en este tipo de libreta con que suelo escribir discursos en actos donde no deseo improvisar.

Las cosas que consignaré nacieron de ideas que han ido evolucionando a medida que medito y voy poniéndolas en práctica a partir de los mensajes que he ido enviando, sobre los cuales me informaban tu aprobación.

Seguiré un orden más bien cronológico. (…)

Realmente, te confieso que de mi mente no se apartaba la idea del referéndum y la necesidad de que tu victoria fuese aplastante. Te conozco y sé que tú sabes que en cualquier campo de batalla el enemigo se va a emplear a fondo y no debe correrse el menor riesgo. En tal situación, se pueden añadir algunas acciones de extraordinario valor para los venezolanos más pobres, que pueden realizarse con mínimos recursos e impactante efecto.

Mi oficio, Hugo, es el de político, y por mi mente pasaron rápidamente posibilidades cuyo efecto conozco de antemano después de 44 años tratando de hacer cosas por nuestro pueblo, que hoy — y te lo digo con datos muy precisos — apoya a la Revolución en más de un 95 por ciento, muchos de los cuales están dispuestos a morir por ella. (…)

Los cassettes vírgenes y de buena calidad cuestan muy poco; los equipos de video, una buena parte está ya en nuestras manos, son de sonido estereofónico, y nosotros somos expertos en adquirir estos equipos a precios ínfimos y calidad óptima.

Sinceramente, Hugo, esto está a nuestro alcance, y hacerlo de esta forma garantiza rapidez, no requiere trámites, papeles ni tiempo. Lo que realmente vale un mundo es lo que llevan los cassettes dentro; eso no tiene precio. Medio millón, un millón, o tal vez un millón y medio de personas que no saben leer y escribir — no sé realmente cuántos analfabetos adultos hay en Venezuela — saldrán del terrible abismo de sufrimiento que supone la falta de autoestima. Eso es lo que deseamos para nuestros hermanos de la gran patria común que Bolívar quiso crear, y la que casi dos siglos después los bolivarianos y martianos de hoy, como tú, yo y muchos millones más, nos empeñamos en hacer realidad.

Después de este minuto de sueño real y de exaltación revolucionaria, necesito proseguir. (…)

(Última página)

Esta carta, que inicialmente la comencé a redactar para enviarla con Germán a su regreso el miércoles después de hablar con él, decidí enviarla mañana lunes en el avión que llevará algún material para la embajada y un módulo de medicamentos para el trabajo de los que están en Libertador, y que lo recogerá a él para viajar a Cuba.

Es mejor que, aunque extensa, la leas rápido y me envíes verbalmente las opiniones con Germán, si puedes verlo, aunque sea 20 minutos antes de que él parta hacia acá. Yo, por mi parte, llevo más de nueve horas escribiendo. Son ya las 4:27 a.m. de mañana, es decir, de hoy domingo. Esperaré el «Aló».

Fidel Castro

Mayo 4 del 2003. 4:32 a.m.

Cumpleaños feliz: Misión Sucre

En la noche del 27 de julio de 2003, Chávez se encuentra distendido y radiante, vestido de jean, franela y tenis deportivos en su terruño barinés — en una pequeña finca del hermano menor, Adelis — , vísperas de cumplir 49 años, en familia y con un grupo de amigos y amigas.

Minutos después de las 12 am, Fidel lo llama para felicitarlo y entablan un animado diálogo de media hora.

El dichoso llanero le dice a su amigo que al siguiente día va a inaugurar en Caracas la sede principal de la Universidad Bolivariana, en un edificio de la antigua Pdvsa. Fidel le formula varias preguntas y después comenta la experiencia que se está desarrollando en Cuba, que él llama municipalización de la educación superior. Única vía posible, explica a Chávez, para facilitar los estudios universitarios a miles de adultos en todo el país, con el auxilio de medios audiovisuales. Le adelanta también al cumpleañero que, según sus cálculos, en Venezuela debe haber alrededor de 500 mil bachilleres adultos, que no han podido iniciar estudios superiores.

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Chávez queda prendado de la idea. Al terminar de hablar con Fidel, mientras disfruta su único trago de la noche — un vaso de whisky con hielo y mucha agua — y sigue jugando bolas criollas, no cesa de comentar a quienes estamos cerca lo que aquel acaba de hablarle.

De súbito, luego de hacer un arrime exitoso muy cerca del mingo, indica a un edecán que localice al ministro de Educación Superior: «Llámame a Héctor Navarro», dice. Y desde la propia cancha de bolas criollas, donde está ganándole la partida al equipo que dirige su hermano Adán — del que formo parte — , cuenta al ministro la conversación con Fidel y al final lo sorprende:

– Fíjate, he pensado lanzar una nueva misión consagrada a la educación superior, que llamaremos Sucre, y quiero anunciarla mañana al inaugurar la Universidad Bolivariana en Caracas.

¿Quién, al margen del antecedente narrado, puede imaginar en ese acto que tal iniciativa ha surgido apenas 36 horas antes, en un diálogo entre Chávez y Fidel?

Semanas después, durante una jornada dominical, se realiza el censo en todas las plazas Bolívar del país y en otros cientos de puntos, para conocer la cantidad aproximada de bachilleres sin cupo. El resultado: casi medio millón. ¡La cifra que Fidel adelantara a Chávez por teléfono en la fecunda madrugada!

¿SÍ o NO?

¿Cuál podría ser la mejor o peor variante para Chávez en la tarjeta que se usará en el Referendo Revocatorio, el 15 de agosto de 2004? ¿SÍ o NO? Esa es la pregunta que se escucha en ambos bandos, luego de que el Consejo Nacional Electoral validara el 3 de junio las firmas que respaldan la solicitud de la consulta.

La opositora Coordinadora Democrática supone que a ella le asignarán el NO, y trata de que así sea, en razón de que sus adherentes deben votar para negar a Chávez y deponerlo. De la otra parte, casi todos los dirigentes bolivarianos coinciden en que el SÍ debe asignarse a Chávez. Él, que está al tanto del dilema, tiene derecho a escoger. Pero no se apresura. Le asaltan dudas, consulta opiniones, pondera… Sabe que no puede cometer el más mínimo desliz, pues del desenlace del Referendo depende el futuro de la Revolución.

En esos días lo visito en el Palacio de Miraflores. Debo viajar a Cuba y necesito conocer criterios suyos sobre algunos asuntos de las misiones sociales para informarle a Fidel. Al final, surge el tema del referendo y él me comenta el debate sobre la disyuntiva del SÍ o el NO en la tarjeta de votación. «Pregúntale a Fidel qué piensa él», me dice. Lo percibo seguro del triunfo, pero desea lograr una victoria inobjetable que le conceda más legitimidad para acelerar y fortalecer la revolución.

Casi al terminar de hablar con Fidel en su oficina del Consejo de Estado, le comunico la solicitud de su amigo. Él escucha atento y va al grano: «Dile a Chávez que mejor es el NO», dice de una vez y enseguida comenta algo que me sorprende: «Entre otras cosas, porque a la gente le gusta oponerse; incluso — abunda — , el pueblo bolivariano inventó esa consigna que lo expresa claro, ¡Uh, ah, Chávez no se va!». Y concluye, mientras sonríe de esa manera suya que transmite certeza y yo sigo disfrutándolo: «¡Hasta una canción alegre y contagiosa ha creado el Grupo Madera con el mismo lema…!».

Hace una breve pausa y sin dejar de mirarme a los ojos, imbuido de su inefable capacidad de persuadir, concluye: «Dile a Chávez que no tengo dudas, la mejor variante es NO».

De vuelta a Caracas abordo el tema con el presidente, que me escucha en pose de meditación. Cuando termino, comenta divertido: «Lo que más me atrae del criterio de Fidel, es eso de que a la gente le gusta oponerse… Es verdad, nuestro pueblo tiene muchas razones para rechazar a quienes lo han llevado a la miseria y han destruido la Patria; voy a intercambiar otra vez con mis compañeros y pronto tomaré la decisión».

La pregunta que aprueba el CNE para consultar a los electores hace nítida la disyuntiva: «¿Está usted de acuerdo con dejar sin efecto el mandato popular otorgado mediante elecciones democráticas legítimas al ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías, como presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el actual período presidencial?».

A los pocos días, Venezuela comienza a inundarse con letreros de NO por todas partes. El mensaje es inequívoco: quienes voten por Chávez deben hacerlo de ese modo, para negar que él sea revocado y seguir adelante con la Revolución. La rítmica canción del Grupo Madera, que Fidel exalta, se oye por doquier y resulta más contagiosa que nunca: ¡Uh, ah, Chávez no se va…!

Desde La Habana, él sigue cada detalle del nuevo reto que debe vencer el líder bolivariano el 15 de agosto, y continúa haciendo todo a su alcance, y más, para que este obtenga otra victoria política decisiva en ese evento comicial en el que sus enemigos pretenden defenestrarlo.

El milagro de la Misión Milagro

En julio de 2004, semanas antes del referendo, por iniciativa de Fidel y con el resuelto apoyo de Chávez, surge uno de los programas de salud más humanos que registra la historia universal, con un nombre que el líder cubano imagina al gusto de su amigo: Misión Milagro.

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Coordinada por los médicos cubanos de Barrio Adentro, en estrecho nexo con la parte venezolana, la nueva misión se propone garantizar a todas las personas humildes enfermas de catarata y otras enfermedades visuales, la atención quirúrgica gratuita en Cuba — luego también en Venezuela — , la estancia del paciente en la isla con un acompañante y el traslado de ambos.

Conocí esta idea de Fidel el domingo 4 de julio de 2004, al leer una carta suya manuscrita de siete páginas que me enviara ese día con el sacerdote venezolano Vidal Atencio.

Oriundo del estado Zulia, donde ejerce el sacerdocio en la iglesia Las Mercedes de Maracaibo, el padre Vidal regresaba de La Habana esa soleada tarde dominical, a donde viajó con el fin de recibir atención médica. Nuestro Comandante en Jefe, como solía hacer con disímiles dirigentes y otros luchadores bolivarianos durante la estancia de ellos en Cuba, se mantuvo al tanto de la presencia del sacerdote y de la evolución de su salud. Y sostiene un encuentro con él de siete horas y otros durante cinco horas más.

En la carta narra y comenta algunos temas de tales diálogos y sus impresiones sobre el visitante. Se interesa por las opiniones del párroco respecto de la situación del estado Zulia — el más importante del país — y en sumarlo al novísimo programa social oftalmológico, que comenzaría muy pronto con un primer grupo de pacientes humildes del Zulia, en un vuelo directo Maracaibo–Habana, el primero de la Misión Milagro.

Ese texto, escrito por Fidel con evidente premura, revela también su estilo directo de conducción y su inagotable pasión y optimismo. Esboza la génesis del novísimo proyecto y comenta algunos asuntos relacionados con la coyuntura previa al referendo revocatorio. Entre otros, relata la apreciación que le ofrecen varios médicos cubanos sobre la situación social y política en Zulia, donde ellos trabajan y son los que asumirán en breve el nuevo programa de salud; expone las impresiones suyas sobre Vidal Atencio y cómo involucra a este en el arranque de esa misión, y alude al desempeño de 6.800 jóvenes del Zulia, que cursan en La Habana la escuela de trabajadores sociales.

Como él me orientara al mediodía en diálogo telefónico, esa misma tarde del 4 de julio fui al hotel donde se instaló Vidal en Caracas. Leí de inmediato la misiva en su presencia y comprendí en un instante por qué ese noble sacerdote había establecido tan alta empatía con la propuesta de Fidel, de que apoyara un programa social de obvio simbolismo cristiano.

Reproduzco a continuación fragmentos de ese texto (inédito), cuyo valor histórico se explica por sí mismo.

Germán:

Preocupado por algunos datos sobre los estados anímicos de Zulia (más que datos, rumores) aproveché la llegada para una reunión de varios médicos de Maracaibo (médicos cubanos), que además de especialistas de medicina general integral son oftalmólogos y van a trabajar con las ópticas; conversé con cada uno de ellos para conocer sus impresiones. Son personas serias y ecuánimes. De acuerdo al criterio de cada uno de ellos, se ha producido un enorme cambio en el estado anímico de la población pobre que ellos atienden en Maracaibo. Calculan que la mayoría estaba contra el proceso. Pregunté por qué, y me respondieron mucha ignorancia, analfabetismo, confusión sembrada por las mentiras de los medios masivos, demagogia del Gobernador, etc. Ninguno vaciló en decirme que hoy el 80 % apoyaba a Chávez y me explicaron cantidad de anécdotas, argumentos, también reacciones a problemas y conversaciones familiares con ellos que los llevaba a ese criterio. (….)

Tan pronto supe que el padre Vidal había llegado conversé largo con él sobre la situación en ese estado venezolano. (….) Es sin duda revolucionario, inteligente y decidido chavista. Me agradó su serenidad y sentido de responsabilidad. El chequeo médico fue favorable y despejó dudas con relación al malestar que venía afectándolo. Es soluble y tiene ya tratamiento. (….).

En Zulia nos proponemos tener este mismo mes varios cientos de personas ciegas por cataratas que pueden recuperar la vista, algo que estaba en el programa, pero más adelante. Tenemos ya las condiciones para hacerlo y hay que hacerlo con relación a Zulia. En esto pienso que es muy conveniente la ayuda del padre Vidal, para elevar su autoridad y prestigio como sacerdote bolivariano entre los muchos de la base que apoyan a Chávez. Con él conversé mucho sobre el importante papel que pueden jugar en Venezuela los sacerdotes, y la iglesia, dado el carácter ético y humano de un proceso como el que tiene lugar allí en un pueblo tan profundamente religioso. Le sugerí conquistar el apoyo de otros sacerdotes revolucionarios para el programa con los ciegos. (…)

Te envío el informe de Lisset sobre la información que le pedí hiciera con destacados estudiantes de Zulia que están en la Escuela de la Cujae que Chávez visitó conmigo. (…) Con relación a todos, la información es muy buena; los de Zulia fueron muy bien seleccionados y son excelentes. Estarán de regreso allí antes del 25 de julio, estudian muchísimo y son muy entusiastas.

También va copia del discurso del padre Vidal en su visita a esa escuela. (…)

Escribo todo esto precipitadamente, para acompañar el material de la visita del padre a la escuela y el resultado de la exploración con los estudiantes de Zulia. Esto que escribo no lo puedo pasar ya en limpio y ordenarlo mejor. El avión sale dentro de 2 horas.

Envíale a Chávez el material escrito a máquina y cuéntale en detalle el contenido de esta carta.

Un fuerte abrazo,

Fidel Castro

Julio 4 del 2004. 11 y 50 p.m.


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