Empresa estatal socialista: diez verdades esenciales

Por Agustín Lage Dávila / Centro de Inmunología Molecular

Pedro Pablo Oliva, «Saturno enseñando a pasear a sus hijos». De la serie «Saturno», 1991

Versión revisada de Bohemia, Redacción Digital, 13 de septiembre de 2016.


De la serie: «Transición socialista, planificación y mercados»


Martí escribió en 1884: «Hay un cúmulo de verdades esenciales que caben en el ala de un colibrí, y que son sin embargo la clave de la paz pública, la elevación espiritual y la grandeza patria». Y así nos educamos los cubanos, en la búsqueda siempre de esas verdades esenciales sobre las que hay que construir consenso y no dejarnos confundir por lo superfluo o lo coyuntural.

Uno de los temas más debatidos hoy es el de la eficiencia y las posibilidades de crecimiento de la empresa estatal socialista.

Los conceptos están en los documentos del VII Congreso del Partido. Entre los principios de nuestro socialismo está: «La propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción, forma principal de la economía nacional y del sistema socioeconómico, base del poder real de los trabajadores». Y al desarrollar el concepto de propiedad socialista de todo el pueblo se establece: «Asume la forma de propiedad estatal, a partir de que el Estado actúa como representante del dueño, que es el pueblo». No he escuchado a nadie que cuestione este principio. El pueblo sabe que si falla la empresa estatal socialista, falla el socialismo y se pone en riesgo todo lo conquistado en medio siglo. Los debates conciernen a las formas concretas en que podemos lograr que esa empresa crezca y sea cada vez más el motor principal de nuestra economía, el contexto organizacional en el que se expresan la propiedad social, la distribución del producto social de acuerdo con el trabajo y la planificación en función de objetivos sociales.

No es un tema que se pueda dejar solo en manos de expertos y académicos, y por eso es importante que haya debates amplios, porque lo que finalmente incluyamos en nuestras leyes debe ser una construcción social y será tan avanzado como lo permitan la cultura y el consenso que construyamos.

El debate tiene dos aristas: el de la empresa estatal socialista en cualquier sector y, el otro, el de las empresas de alta tecnología. Temas complejos, llenos de especificidades, cuya percepción modula la postura de cada cual, e introduce el riesgo de nublar la visión de las esencias. Por eso vale identificar las verdades esenciales sobre las cuales queremos construir las propuestas. He aquí diez:

1- La intervención del Estado en la economía es imprescindible para cualquier programa de desarrollo. El desarrollo socioeconómico es un área de «fallo de mercado».

Las experiencias conocidas de desarrollo económico han partido de una fuerte intervención estatal. Así ha sido en diferentes momentos en Francia, Singapur, Japón, Corea, China, incluso en Estados Unidos.

El Estado tiene mecanismos de intervención en la economía, al actuar como regulador, como fisco, como cliente de las empresas, como proveedor de educación y servicios sociales, pero también frecuentemente como dueño. Funciones que se combinan en proporciones diferentes según el país y la época, pero la verdad es que no hay desarrollo económico sin intervención estatal.

La diferencia entre un sistema social y otro radica en a favor de quién interviene el Estado: de las clases dominantes o de todo el pueblo. Pero para el crecimiento de la economía, el Estado moderno interviene siempre.

2- La socialización de la producción es un proceso histórico objetivo.

La economía mundial de la primera mitad del siglo XIX era un capitalismo de pequeñas unidades, pertenecientes a personas físicas identificables, en el que los Estados confiaban en la regulación del mercado y se limitaban a colectar impuestos; pero ya a finales de esa centuria lo que había era un capitalismo de grandes unidades, con monopolios y oligopolios, en el que los Estados intervenían de manera más directa.

La tecnología genera unidades productivas grandes y encadenamientos entre ellas. La contradicción fundamental que Marx identificó en el capitalismo es la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación. Es lo que terminará por hacer inviable el capitalismo. Una economía de pequeños productores privados sería un retroceso histórico, no un progreso.

3- Las figuras empresariales que separan propiedad y gestión son una consecuencia del desarrollo de las fuerzas productivas, y son anteriores al socialismo.

La socialización de la producción comenzó a requerir complejos medios de trabajo desde el siglo XIX y demandó una transformación de las instituciones. A partir de determinado tamaño, surgieron sociedades anónimas «por acciones» en las que la propiedad se comparte entre muchos «accionistas» que ponen en ella dinero, pero no participan de la administración cotidiana de la empresa, la cual se confía a un «administrador profesional», un director ejecutivo. Este director ejecutivo recibe un salario usualmente alto, pero es en esencia un asalariado. Este tipo de estructura empresarial se desarrolló en Estados Unidos y otros países a partir de la masiva construcción de ferrocarriles en la década de 1840, inversión que por su tamaño no podía ser asumida por ningún capital privado de forma aislada. El esquema se repitió en la construcción de sistemas de distribución de electricidad y en otras industrias caracterizadas por alta demanda inicial de capital y altos costos fijos.

A partir del año 1900 la mayoría de las grandes empresas adoptaron la forma de sociedades anónimas, lo que le confirió a la propiedad capitalista cierto carácter colectivo y consolidó la separación entre propiedad y gestión. La propiedad es de los accionistas (representados por una «junta de accionistas»), mientras que la administración cotidiana de la empresa es ejercida por un director ejecutivo contratado.

Es frecuente que la intervención del Estado como dueño comience con la adquisición de una fracción de las acciones. La empresa completamente estatal es la consecuencia natural de ambos procesos: la socialización de la producción y la separación entre propiedad y gestión. La propiedad socialista de todo el pueblo es una continuación de estos procesos, ya sin las trabas derivadas de la propiedad privada. Es lo que Marx previó al intuir que las formas básicas de un sistema socioeconómico maduran dentro del sistema que le precede.

En Cuba nuestras empresas estatales pudieran considerarse como empresas con 11 millones de accionistas, y esos «accionistas», que son el pueblo todo, son representados por el Estado. Nuestro socialismo está en la propiedad, que es de todo el pueblo, y en las formas socialistas de distribución, lo cual es consecuencia de un proceso político que nos distingue del capitalismo.

En la empresa estatal todos recibimos ingresos según nuestro trabajo, pero las rentas derivadas de la propiedad de la empresa pertenecen a los 11 millones de cubanos, a través del Estado. Las formas concretas de gestión administrativa son otra cosa y constituyen un proceso en esencia técnico. No podemos confundir propiedad social con gestión centralizada, ni mucho menos intentar dinamizar la gestión mediante la privatización de la propiedad. Ya en otros países se cometió ese error y sabemos las consecuencias.

4- Hay empresas estatales en muchos países y funcionan bien.

El discurso ideológico neoliberal «vende» la idea de una empresa privada juvenil, dinámica, eficiente, generadora de ideas, en contraste con una empresa estatal envejecida, burocrática, ineficiente y estancada. Ese es el spot publicitario, pero no es la verdad.

Entre las empresas catalogadas como las mayores del mundo en 2011, son estatales el 47 por ciento para los países Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), el 20 por ciento para Noruega, el 13 por ciento para Bélgica y Suiza. Estas empresas estatales son especialmente importantes en las industrias «de redes» como la energía, las telecomunicaciones, el transporte, así como en las industrias que necesitan planificación a largo plazo. China creó en 2003 la Comisión de Supervisión y Administración de Activos del Estado que agrupa más de 100 grandes empresas estatales. Las de los sectores no-bancarios se estima aportan más del 33 por ciento del PIB de China. En Vietnam hay 1 300 empresas estatales. En Singapur el sector de la energía fue estatal hasta 1995. En los años 50, durante la recuperación de la postguerra, los gobiernos de Francia y Alemania eran propietarios del 30 por ciento del capital, aunque después, en la ola de privatizaciones de los años 80 esa fracción se redujo y se retrocedió en el «estado de bienestar». En Francia en 1948 estaba nacionalizada la mitad de la industria y las empresas de la banca y los seguros. En Argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales fue la primera petrolera estatal en 1922. Y la lista de ejemplos pudiera ser mucho más larga.

El mensaje es que las empresas de propiedad estatal han existido y existen en muchos países, y que su necesidad es percibida, en especial, en los períodos de dificultades económicas o de despegue del desarrollo. Sin ellas, ni se sale de las crisis, ni se desarrolla el país. Así ha sido en los países hoy industrializados y así es mucho más para los países subdesarrollados.

La privatización de las empresas estatales que de manera insistente se recomienda a los países del sur, es otra de las trampas ideológicas del neoliberalismo, encaminada a perpetuar la dependencia.

5- La propiedad privada sobre los medios de producción construye y amplifica desigualdades sociales. La política de impuestos no basta para financiar el desarrollo social ni para garantizar la equidad.

La propiedad privada y las leyes del mercado son constructoras de desigualdades sociales. En los países capitalistas industrializados los períodos de mayor intervención del Estado en la economía (como las etapas del New Deal de los años 40 en Estados Unidos y de la socialdemocracia europea, los «30 años gloriosos» de 1950 a 1980) coinciden con los períodos de reducción de desigualdades sociales, mientras que las etapas de privatizaciones y desregulación de la economía (como el neoliberalismo a partir de los años 80) coindicen con la expansión de desigualdades. En los Estados Unidos la parte de la riqueza nacional que recibe el 10 por ciento «de arriba» de la población subió de 30 por ciento en los años 70, a casi 50 por ciento en 2000, y si la tendencia continúa llegará al 60 por ciento en 2030.

Lo que por lo general hace la empresa privada es una privatización de las ganancias y una socialización de las pérdidas. Dado que la obtención de ganancias es el objetivo central del negocio privado, es inevitable que estos se hagan expertos en externalizar costos. En las empresas privadas las ganancias, después de pagar impuestos, pertenecen en su totalidad a los dueños privados. En las empresas públicas el Estado recolecta, para redistribuir en la sociedad, no solo los impuestos, sino también parte de las ganancias. De ahí sale la capacidad del Estado para financiar el desarrollo social y económico.

No es un concepto solamente económico, sino principalmente ético: refleja la parte del producto del trabajo que una sociedad está dispuesta a destinar a objetivos comunes. Cuán lejos avanzamos con esta idea es una función de la cultura, y la cultura cubana tiene sólidas bases para ir muy lejos y defender la justicia social como uno de los objetivos esenciales de la gestión económica.

6- En las últimas décadas ha estado ocurriendo un proceso de internalización de la investigación científica en las empresas (es decir, no se limitan a usar los resultados de la ciencia que se realiza en universidades, por ejemplo, sino que las empresas se dedican también a la investigación científica). Ello es asumido como parte de sus actividades de investigación dentro de sus propias operaciones y las financian en sus costos. Son las llamadas empresas de alta tecnología.

A los procesos objetivos de socialización de la producción, y de separación entre propiedad y gestión, que han sido consustanciales al desarrollo industrial desde hace 150 años, se adiciona en el último medio siglo este fenómeno de la internalización de la investigación científica en las propias empresas.

Comenzó en la primera mitad del siglo XX con los laboratorios de las grandes corporaciones de la química y la electrónica, y se expandió después con la informática y la biotecnología. Surgen así empresas que invierten una parte importante de sus recursos en investigar nuevos procesos y productos, que sustituyen por otros mejores, que protegen sus conocimientos con patentes, se involucran en frecuentes transacciones sobre activos intangibles y emplean una fuerza de trabajo de alta calificación.

Son las llamadas Empresas de Alta Tecnología, parte de una etapa nueva del desarrollo que se conoce como «Economía del Conocimiento». Genera sectores industriales en los que el conocimiento (más que el gasto material) es el principal componente del costo, en que el ciclo de vida de los productos es más corto, en que se compite por diferenciación de productos más que por escala y costos, y en que las empresas internalizan investigación científica. Los sectores de la microelectrónica, telecomunicaciones, software, biotecnología, energías renovables, nuevos materiales, industria aeroespacial y otros son así. En Cuba, en los años 80 y 90, comenzaron a surgir empresas de este tipo en la rama de la biotecnología.

7- La Empresa de Alta Tecnología fructifica en un contexto de inversión estatal en ciencia y de desarrollo científico en el sector presupuestado.

El sector empresarial ha ido asumiendo una fracción cada vez mayor de los gastos en investigación-desarrollo en varios países. En los Estados Unidos el financiamiento de la ciencia es 67 por ciento empresarial, en Europa es 54 por ciento y en Japón 73.

La internalización en las empresas de un componente mayor de investigación ha creado la falacia de que son ahora las empresas las que «hacen ciencia». Esto no es verdad. Las empresas transforman la ciencia en productos y servicios comercializables, proceso complejo que requiere nuevas investigaciones. Pero las grandes innovaciones provienen casi siempre de la inversión estatal en el sector presupuestado, en universidades y en laboratorios estatales. Los mapas genéticos, los microchips, Internet, las bases científico-técnicas de las energías renovables y otros, fueron todos en sus inicios proyectos estatales. El esfuerzo que hagamos por expandir sectores de alta tecnología tiene que ir en paralelo con el reforzamiento de la actividad científica en el sector presupuestado.

8- La Empresa de Alta Tecnología requiere regulaciones especiales.

Aunque todas las empresas aumentasen su capacidad de absorber conocimiento y tecnologías, el tránsito a una economía basada en el conocimiento va a demandar además el surgimiento de un tipo de organización económica diferente: La Empresa de Alta Tecnología.

Este nuevo tipo de empresa que internaliza la investigación científica y compite sobre productos novedosos, debe asumir un componente de incertidumbre y riesgos superior al de la economía tradicional. Es por eso que requiere ser regulada de manera diferente. Todos los países que se han adentrado en la economía de alta tecnología han construido un contexto regulador facilitador de este proceso. Cada cual lo ha hecho de manera diferente, pero lo que es común para todos es la comprensión de que el contexto regulatorio tradicional de la economía tolera poco la incertidumbre, desincentiva la exploración y el riesgo, y retiene la actividad científica en el sector presupuestado.

El surgimiento de nuevas empresas de alta tecnología a partir de grupos científicos es un proceso que requiere ser dirigido en su especificidad. Eso fue, en efecto, lo que hizo Fidel en Cuba cuando creó el Polo Científico de la Biotecnología. Es un proceso en el cual el socialismo tiene ventajas sobre la economía de mercado. Mientras mayor contenido de ciencia y tecnología tenga nuestra economía, más socialista será.

9- En los países pequeños hay un vínculo entre desarrollo tecnológico y exportaciones.

El desarrollo tecnológico requiere que las empresas tengan altos costos fijos, en investigación científica y en sofisticados sistemas de calidad, y ello solo es rentable a partir de un volumen de operaciones, que para el caso de los países pequeños no se logra en la demanda doméstica, sino en las exportaciones.

En la actualidad las tecnologías permiten escalas de producción para llegar al mundo, y a su vez estas operaciones globales son las que permiten financiar el desarrollo tecnológico. Para los países pequeños, hay una conexión entre desarrollo tecnológico y exportaciones. Nuestras empresas tendrán que emprender ambas tareas de forma simultánea. Insertarnos en la economía mundial, necesidad objetiva en un mundo globalizado, no puede ocurrir con exportación de recursos naturales, que no tenemos, ni con productos primarios de bajo valor añadido. Tiene que ocurrir con productos y servicios de alta tecnología, derivados de la ciencia y la técnica.

10- Hay que estudiar las experiencias de otros, pero no podemos copiar. Cuba tiene un contexto geopolítico especial, que condiciona nuestros márgenes de experimentación.

El estudio de las realidades económicas del siglo XXI en otros países nos lleva a descubrir verdades esenciales y a aprender de aciertos y errores de otros países, pero al mismo tiempo nos tiene que llevar a comprender nuestras especificidades y singular balance de oportunidades y riesgos.

Estamos emprendiendo la construcción de un modelo económico y social buscando el balance adecuado entre gestión estatal y no estatal, pero a partir de un predominio ya consolidado del sector estatal, sin una burguesía interna que obstaculice el proceso y reclame poder político, con un consenso social mayoritario construido por la generación histórica de la Revolución y con una riqueza de capital humano fruto de medio siglo de construcción socialista.

Podemos hacer cosas que otros no pueden y ello amplía el espacio de nuestras posibilidades. Pero también enfrentamos las secuelas del periodo especial, junto con los desafíos derivados de la hostilidad de la potencia imperialista mayor del mundo, muy cercana en lo geográfico, hostilidad que, una vez fracasados sus intentos de subvertir la Revolución por la fuerza, se traslada ahora al plano de las ideas y de la influencia económica. Ello introduce peligros y restricciones en nuestro margen de maniobra.

La defensa de la empresa privada (equiparándola con la creatividad) realizada por el presidente de Estados Unidos hace unos meses en Cuba, es un motivo más para reflexionar: lo que nuestros adversarios ideológicos defienden con vehemencia no es seguramente el camino de nuestra soberanía ni de nuestro desarrollo social y económico.

Los conceptos que nos guían están expresados en los documentos del VII Congreso del Partido.

Sabemos bien cuáles direcciones llevan al futuro y cuáles al pasado.

Los próximos meses son muy importantes, pues la experiencia histórica indica que la dirección de los caminos se define en poco tiempo. La tarea ahora es convertir esos conceptos en un ordenamiento jurídico que opere como herramienta de trabajo para la construcción de nuestro modelo económico.

Las leyes (y la futura Ley de Empresas será una muy importante) son la expresión jurídica de los consensos y los valores de una sociedad. Por eso es importante que construyamos consenso sobre las verdades esenciales. Construiremos nuestra economía, base material de la justicia social, y será la empresa estatal socialista el cimiento principal de esa construcción.


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