Por Francisco Rodríguez Cruz (Paquito): “La pelea no será fácil. Hay posturas ideológicas y políticas opuestas a estos cambios, cuyos representantes harán todo lo posible porque estos sueños, hoy posibles y ya tan cercanos, naufraguen”
Con el presente trabajo, La Tizza comienza a divulgar análisis y dar cobertura a los posicionamientos disímiles sobre el matrimonio igualitario en Cuba, propuesta refrendada en el Proyecto de la Constitución de la República que aprobó la Asamblea Nacional del Poder Popular el pasado 22 de julio, 2018.
Los primeros resúmenes televisados de los debates en las comisiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre futura reforma constitucional en Cuba confirmaron este viernes que el anteproyecto de la nueva Carta Magna propone redefinir el matrimonio como la unión voluntaria concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, e incorpora el principio de no discriminación por orientación sexual e identidad de género.
Según expresó un diputado al pedir un esclarecimiento sobre ese tema, la nueva formulación sobre la institución matrimonial estaría contenida en el artículo 68 de la propuesta que debe discutir y aprobar el máximo órgano legislativo en la primera sesión ordinaria de la actual legislatura durante este fin de semana.
A casi nadie escapa que esta modificación a la vieja Constitución de 1976, la cual reducía el matrimonio al vínculo entre un hombre y una mujer, sería la puerta abierta para poder avanzar con posterioridad en la legalización de las parejas homosexuales.
El principio de no discriminar por orientación sexual e identidad de género — contenido en otro artículo junto con varios motivos más de discriminación — permitiría también incorporar de forma progresiva otras normas jurídicas y políticas públicas que protegieran y equipararan en sus derechos a las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales (LGBTI) en nuestro país.
Por supuesto que no es esta la única modificación importante, ni la única que nos debe interesar y movilizar a las personas LGBTI. Como ciudadanos y ciudadanas tenemos que preocuparnos por la justeza y perfección íntegra de nuestra próxima ley de leyes, porque no solo nos define nuestra orientación sexual o identidad de género, ni como seres humanos ni como patriotas.
No obstante, debemos ser conscientes de que la incorporación de un concepto más amplio de matrimonio a este anteproyecto es solo el primer paso en el camino hacia la aprobación de una nueva Constitución que asegure mayores garantías jurídicas para la población LGBTI en específico.
Luego de su aprobación en el Parlamento, este anteproyecto tendrá que ir a una amplia consulta popular con toda la ciudadanía, en un proceso profundamente democrático muy similar al que ya vivimos durante los debates que promovió el Partido Comunista de Cuba alrededor de la Conceptualización del modelo económico y social de desarrollo socialista, las bases del plan de desarrollo estratégico hasta el 2030 y los Lineamientos de la política económica y social de la Revolución.
A partir de lo que resulte de esa consulta y de los consensos que seamos capaces de lograr con toda la ciudadanía, la Asamblea Nacional deberá considerar y aprobar el proyecto definitivo del nuevo texto constitucional, el cual se someterá a votación mediante un referendo popular, para buscar su promulgación final.
Quedan por delante, entonces, meses de arduo trabajo. Activistas y especialistas, personalidades políticas y religiosas, mujeres y hombres de todas las orientaciones sexuales e identidades de género que comprenden la justicia y lo revolucionario de esta causa tan humana, tendremos que acudir en pleno a esa discusión en cada barrio y centro laboral.
La pelea no será fácil. Hay posturas ideológicas y políticas opuestas a estos cambios, cuyos representantes harán todo lo posible porque estos sueños, hoy posibles y ya tan cercanos, naufraguen. Algunos son poderes que creen tener a su favor la fuerza de muchos siglos de prejuicios, estigmas y tabúes, los cuales nos quieren imponer a toda la sociedad como tradiciones y costumbres, o falsas nociones naturales o divinas.
Nadie nos regalará nada. Nuestra misión será ofrecer argumentos, explicar vivencias, trasmitir emociones que persuadan y convenzan, ilustren y generen empatía, inspiren y conmuevan.
Cada quien deberá hacerlo desde su perspectiva, de acuerdo con sus posibilidades de expresión, con total honestidad y franqueza, sin miedo ni vergüenza. En cada contexto y circunstancia, empleemos el lenguaje y el tono que la ocasión amerite. Resultará muy útil el enfoque científico, pero también la anécdota intimista, la referencia familiar y amistosa, el episodio duro del pasado, la esperanza que ya contiene nuestro mejor presente.
No descartemos ningún recurso, siempre que lo dicho sea sincero y cierto, desde la razón o la pasión, e incluso desde ambas. Pero no podemos dejar de pronunciarnos. Todas y todos, no importa que nos pueda parecer una reiteración, o que creamos que ya alguien lo dijo antes o lo dijo mejor.
Tampoco pensemos que si nadie habla en contra, no es necesario pronunciarse a favor. Si no lo decimos en nuestra reunión, tal vez en otra en que no estuvimos o no estaremos sí aparezca la posición contraria, y no haya nadie para defender esta causa. El silencio no es opción. Cada opinión cuenta.
En especial, exhorto a las personas LGBTI a que intervengamos en todos los espacios de debate a nuestro alcance, para que nuestras familias, colectivos de trabajo, vecindarios, sepan quiénes somos y qué valemos, y por qué consideramos justo y revolucionario este paso, más allá incluso de nuestro bienestar o beneficio particular.
Este año conmemoramos el 150 aniversario de la Revolución del 68, aquella que inició nuestra lucha por la libertad, la colectiva y la individual. En otro año 68, un siglo después, al mundo occidental le agitaron grandes revueltas que tenían entre uno de sus muchos componentes, a la llamada revolución sexual de esas décadas.
Por pura casualidad, ese es el mismo número que correspondió al artículo que podría amparar el matrimonio entre dos personas, con independencia de su género, en la próxima Constitución de la República de Cuba. Así que podemos y tenemos que participar: es nuestra nueva revolución del 68.
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