Por Alejandro Bendaña*: “La pregunta de hoy es si el FSLN puede volver al escenario político en la forma de un partido de izquierda depurado de la nocividad del orteguismo y su carácter intolerante y estatista. Ortega se ha vuelto el enemigo de ese sandinismo, y entre más perdure en el poder, más difícil será el regreso a una opción de izquierda, ya que Ortega sigue proclamándose de izquierda y dice ser socialista”
En algunos análisis sobre la situación en Nicaragua se presentan dos momentos en la evolución de las protestas, uno asume como necesaria la reacción inicial ante la impopular medida sobre la seguridad social, y un segundo momento después de revertida la misma. ¿Es así o puede considerarse el resultado de un proceso de acumulación?
La masiva insurrección cívica en Nicaragua es el resultado de un agotamiento del modelo orteguista, su crisis terminal, que desemboca en una represión desesperada. El gobierno ya no es gobierno, dejó de gobernar por más que lo aparente. Lo de la seguridad social fue el detonante para hacer estallar el modelo y el semblante de gobernabilidad.
Ese modelo que siempre fue autoritario en lo político y neoliberal capitalista en lo económico, y medieval en lo ideológico, capaz de aliviar las contradicciones mediante las masivas inyecciones de recursos petroleros venezolanos que fueron privatizados. En buena medida, agudizó las contradicciones en tanto sectores sandinistas enriquecidos se dedicaron a enriquecerse aún más compartiendo utilidades con el gran capital (el otro gran beneficiado de la cooperación venezolana).
La respuesta fue siempre autoritaria y represiva, pero esta vez se responde con la orden de disparar a los manifestantes principalmente estudiantes en esa primera etapa que pierden el miedo y salen a protestar en solidaridad con los afectados. Ya estaban indignados por la inoperancia gubernamental para dar respuesta al incendio de la reserva natural Indio Maíz. El modelo hace crisis, en el momento que se agota se siente obligado de pasar de las medidas represivas policiales y paramilitares de costumbre (las turbas y las mal llamadas juventudes sandinistas) con la orden de abrir fuego y matar a estudiantes. (Ya el Ejército venía matando campesinos en el Norte). A partir de ese momento el modelo estalla y el pueblo también.
Hemos visto en estos días como emergen críticas y análisis desde distintas posiciones dentro de lo que pudiéramos denominar el sandinismo. ¿Qué elementos históricos pueden explicar esta cantidad de posiciones dentro del sandinismo, algunas muy antagónicas entre ellas?
Las desavenencias dentro del sandinismo han existido a lo largo de la historia de este movimiento. Las críticas y análisis “disidentes”, dentro del sandinismo, han estado ahí. Disidencia definida en términos personales no ideológicos (después de la división de los años setenta hubo un desprecio hacia la discusión teórica). Algunas expresiones de izquierda no sandinistas fueron reprimidas tras el triunfo en 1979.
Peor aún, desapareció el FSLN como partido político como resultado de la pretensión de Daniel Ortega de controlar al aparato, el poder, removiendo a sus rivales y figuras históricas, que en su mayoría no dejaron de considerarse sandinistas. Sandinismo y FSLN vienen ahora a ser dos fenómenos distintos y hasta contradictorios. Incluso el FSLN es despojado de las formalidades orgánicas de cualquier partido político, desde el debate, órganos de control y de selección de candidatos. A partir de 2007 pasa a ser el patrimonio de la pareja Ortega-Murillo reconcentrando el poder gubernamental y “partidario” en sus manos y las de un círculo inmediato.
Existe el sandinismo de Sandino, el sandinismo de Carlos Fonseca y los fundadores del FSLN, ya en esa etapa — los sesenta — fuertemente influenciados por la Revolución Cubana y las doctrinas de liberación nacional. Sandino también fue (junto a Mella) partidario de la liberación nacional y la constitución de frentes únicos patrióticos contra la ocupación y dictadura, pero no pudo contar con el apoyo de las estructuras de la Internacional Comunista. La izquierda nicaragüense se divide entre los leales al ideal nacionalista de Sandino y el internacionalismo de los Partidos de los Trabajadores y luego Partido Socialista reconocido por Moscú. El socialismo de Sandino hubiera sido calificado de “utópico” o libertario, a partir de su formación anarcosindicalista en México, en contraposición del socialismo “científico” y leninista. Fonseca logra borrar la distinción y se trabaja con los socialistas reconocidos por Moscú. En 1979 logran deponer diferencias, no sin antes estar a punto de desaparecer como corriente legal o guerrillera.
Las divergencias dentro del FSLN nunca han estado separadas de intereses de clase y del tema de las alianzas políticas. El orteguismo abandona en la práctica los postulados de izquierda revolucionaria para asegurar su regreso al poder mediante alianzas con la iglesia católica, el gran capital y (de manera tácita) los Estados Unidos. A pesar del apoyo a las posiciones del ALBA y Chávez, y la retórica internacionalista, el régimen mantiene una relación estrecha del ejército con el Pentágono (Comando Sur), íntima colaboración en materia de migración y drogas; defiende los tratados de libre comercio con Estados Unidos, se adhiere a las fórmulas del Banco Mundial y el Fondo Monetario, y presta todas las facilidades para la implantación de maquilas ofreciendo la combinación de sindicatos sumisos y los salarios más bajos de la región.
La pregunta de hoy es si el FSLN puede volver al escenario político en la forma de un partido de izquierda depurado de la nocividad del orteguismo y su carácter intolerante y estatista. Ortega se ha vuelto el enemigo de ese sandinismo, y entre más perdure en el poder, más difícil será el regreso a una opción de izquierda, ya que Ortega sigue proclamándose de izquierda y dice ser socialista.
Lo fundamental es que cantidades de sandinistas de varias generaciones están en las calles y en las estructuras de liderazgo de la insurrección cívica. Lo cual representa una enorme preocupación para el imperialismo que hoy pretende imponer un Orteguismo sin Ortega. Con el orteguismo no tienen problemas, pero con el sandinismo de Sandino sí.
¿Cuál es la situación organizativa de las bases del sandinismo en Nicaragua? ¿Cómo es la relación entre sus militantes y el gobierno?
Cuál sandinismo, habría que preguntar. Si se trata del FSLN que dejó de ser sandinista hace rato lo que existe es una pantomima de organización, profundamente permeada por instancias de poder gubernamental. Las estructuras partidarias compiten desesperadamente por los cargos municipales y parlamentarios, siempre mejor remunerados. El oficialismo partidario tiene como tarea asegurar la voluntad de la pareja presidencial.
A partir de abril sin embargo ese FSLN se resquebraja: ya no es posible esconder el masivo repudio hacia los gobernantes y tristemente hacia los símbolos revolucionarios con que se hizo representar. Hay un pleito de perros dentro de lo que queda en el FSLN; muchos culpan la figura de Rosario Murillo por el poder acumulado y por los errores gubernamentales, muchos dentro del partido la consideran advenediza y ambiciosa.
El Movimiento Renovador Sandinista es otra expresión que data de los noventa, pero su ámbito es electoral. Existe otra expresión sandinista vinculada a los movimientos sociales y al antimperialismo, pero que guarda una distancia crítica de los gobiernos, como asunto de principio, pero también por el pobre desempeño de los llamados progresistas en América del Sur. Están dentro del ámbito del Foro Social Mundial, de los movimientos sociales feministas y ecologistas, desde perspectivas de izquierda y no electorales. Esa sin embargo ha estado dispersa. Y hoy en Nicaragua están a la par de los movimientos auto-convocados y de apoyo a la lucha campesina contra el proyecto canalero.
¿La política de alianzas con sectores contrarios al sandinismo es fruto del consenso de esas bases u obedece a decisiones disociadas de ellas?
El FSLN/Orteguismo ya no busca consenso ni discusión previa para determinar políticas de cualquier tipo. Las posiciones las definen unilateralmente Ortega y Murillo. Fueron ellos, acompañados de círculos inmediatos, que se dieron a la tarea de conciliar al gran capital y permitir que, a cambio de respetar la monopolización orteguista del poder político, gozaran de utilidades y regímenes fiscales y comerciales (libre comercio) favorables a la reproducción de capitales nacionales y extranjeros. Si bien significó tasas altas de crecimiento, también nunca ha sido tan aguda la disparidad en la distribución de la riqueza.
¿Hay una propuesta de salida a la crisis desde una izquierda revolucionaria? ¿Cuál?
En Nicaragua avanzar hacia la simple separación de poderes y libertad de expresión y organización, hacia un republicanismo con participación directa, de movimientos más que de partidos políticos, de autogestión o partidos que emergen de la suscripción popular — eso sería lo revolucionario. Qué significa ser izquierda, izquierda revolucionaria, izquierda revolucionaria en la Nicaragua de hoy, es un debate pendiente, pero por ahora es difícil visualizar un régimen peor que el que existe. Lo revolucionario significa insistir en la separación del orteguismo del poder para que se abran las condiciones para una verdadera democracia participativa, en la que la izquierda nuevamente pueda presentar sus planteamientos de transformación social y económica y no solo política al pueblo nicaragüense.
¿Cuál es el espectro de la ¨izquierda nicaragüense¨ y qué posiciones están asumiendo los movimientos sociales?
Se busca una aproximación con los movimientos sociales en tanto estos, hay que confiar, gravitan o gravitarán hacia posiciones anticapitalistas. Debemos reconocer que los términos socialismo e izquierda son rechazados toda vez que son banderas falsamente asumidas por el orteguismo, que a toda oposición llama derecha. Lamentablemente, el alineamiento mecánico de las viejas izquierdas ortodoxas con Ortega por un lado, y del imperialismo y fuerzas internacionales de derecha contra Ortega complica el cuadro.
La lucha por la regeneración de la “izquierda” pasa ahora por la defensa del genuino pluralismo político e ideológico, tomando en cuenta que en Nicaragua las expresiones propiamente partidarias de la izquierda no sandinista han sido fugaces. El vanguardismo ha muerto y la democratización de un posible FSLN no orteguista pasa ahora por la democratización de Nicaragua. Si algo hemos aprendido en el transcurso de la insurrección cívica de abril es que entre más horizontal sea la lucha social y más diversas las expresiones organizativas del pueblo, más efectivo será la presión de cara al régimen para forzar la renuncia de la pareja presidencial. El régimen no ha sabido responder a una estrategia cívica no violenta desprovista de vanguardias y armas. Tal vez es la expresión de una nueva izquierda que prefiere no rotularse como tal. Lo importante no son las casillas que limitan sino la libertad que abre horizontes — es al menos lo que pensaba Sandino. Y afortunadamente Sandino sigue siendo un símbolo nacional, que acompaña al pueblo en la calle, con su imagen, con su ejemplo, pero también con su ideario.
*Alejandro Bendaña es autor, entre varias obras, del voluminoso “Sandino, patria y libertad”, título clave para entender la herencia simbólica e intelectual de Augusto César Sandino. Ex militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), fue secretario general del Ministerio de Relaciones Exteriores y embajador de Nicaragua ante la ONU durante la Revolución Popular Sandinista en los años ochenta.
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