Por André Gunder Frank*
Segunda temporada de la serie: «Transición socialista, planificación y mercados»
Tomado de Pensamiento Crítico, La Habana, número 7, agosto de 1967. pp. 159–172.
No podemos esperar formular teorías y programas adecuados sobre el desarrollo para la mayoría de la población mundial que sufre de subdesarrollo, sin antes conocer como su pasado económico y su historia social dieron lugar a su actual subdesarrollo. No obstante, casi todos los historiadores sólo se ocupan de los países metropolitanos desarrollados y prestan escasa atención a las regiones coloniales y subdesarrolladas. Por esta razón la mayor parte de nuestras categorías teóricas y nuestras guías para la política de desarrollo provienen exclusivamente de la experiencia histórica de las naciones avanzadas capitalistas de Europa y de Norteamérica.
Y puesto que la experiencia histórica de los países coloniales y subdesarrollados ha probado ser muy diferente, las teorías en nuestro poder fallan en reflejar completamente el pasado de la parte del mundo subdesarrollada. Y lo que es aún más importante; nuestra ignorancia de la historia de los países subdesarrollados nos lleva a aceptar que su pasado y hasta su presente se asemejan a las etapas primitivas de la historia de los países hoy desarrollados. Esta ignorancia y esta aceptación nos ha Ilevado a serias falsas concepciones sobre el subdesarrollo y el desarrollo contemporáneo. Además, la mayoría de los estudios del desarrollo y del subdesarrollo adolecen de no tomar en cuenta las relaciones económicas y otras entre las metrópolis y sus colonias económicas a lo largo de la historia de la expansión mundial y del desarrollo del sistema mercantilista y capitalista. Por consiguiente, la mayoría de nuestras teorías fracasan en explicar la estructura y desarrollo del sistema capitalista como un todo y en tener en cuenta su generación simultánea de subdesarrollo en algunos lugares y desarrollo económico en otros.
Generalmente se sostiene que el desarrollo económico ocurre en una sucesión de etapas capitalistas y que los actuales países subdesarrollados están todavía en una etapa, a veces descrita como una etapa histórica original, por la cual las actuales naciones desarrolladas pasaron hace mucho tiempo. Sin embargo, el más modesto conocimiento de la historia muestra que el subdesarrollo no es ni original ni tradicional que ni el pasado ni el presente de los países subdesarrollados se parece, bajo ningún concepto importante, al pasado de los países actualmente desarrollados.
Los hoy países desarrollados nunca tuvieron subdesarrollo aunque pueden haber estado poco desarrollados. Es también ampliamente sabido que el subdesarrollo contemporáneo de un país puede ser concebido como producto o reflejo de sus propias características o estructuras económicas, políticas, sociales y culturales. Pero la investigación histórica demuestra que el subdesarrollo contemporáneo es, en gran parte, el producto histórico de la economía pasada y actual y de otras relaciones entre los satélites subdesarrollados y los actuales países metropolitanos desarrollados. Lo que es más, estas relaciones son parte esencial de la estructura y el desarrollo del sistema capitalista a escala mundial en conjunto. Un punto de vista relacionado con esto y también ampliamente erróneo es que el desarrollo de esos países subdesarrollados y, dentro de ellos, de sus áreas domésticas más subdesarrolladas, debe ser y será generado o estimulado por la difusión de capital, instituciones, valores, etcétera, en los mismos desde las metrópolis capitalistas nacionales e internacionales.
Las perspectivas históricas basadas en la experiencia pasada de los países subdesarrollados sugieren que, por el contrario, el desarrollo económico de los países subdesarrollados puede ocurrir actualmente sólo independientemente de la mayoría de esas relaciones de difusión.
Evidentes desigualdades de renta y diferencias culturales han llevado a muchos observadores a ver sociedades y economías «duales» en los países subdesarrollados. Cada una de las partes está supuesta de tener una historia propia, una estructura y una dinámica contemporáneas, ampliamente independiente de la otra. Se supone que sólo una parte de la economía y la sociedad ha sido afectada, en forma importante, por relaciones íntimas económicas con el mundo capitalista «exterior»; y esta parte, se ha vuelto moderna, capitalista y relativamente desarrollada precisamente a causa de este contacto. La otra parte es considerada como diversamente aislada, basada en la subsistencia feudal o precapitalista y por lo tanto más subdesarrollada. Creo por el contrario, que toda la tesis de la «Sociedad dual» es falsa y que las recomendaciones de política a las que lleva, si se siguen, sirven solamente para intensificar y perpetuar las propias condiciones de subdesarrollo que supuestamente deben remediar.
Gran cantidad de evidencias, que aumentan por día, sugieren y estoy seguro que serán confirmadas por las futuras investigaciones históricas, que la expansión del sistema capitalista en los siglos pasados penetró efectiva y totalmente aun los aparentemente más aislados sectores del mundo subdesarrollado. Por consiguiente, las instituciones y relaciones económicas, políticas, sociales y culturales que observamos actualmente ahí, son productos del desarrollo histórico del sistema capitalista tanto como lo son los aspectos más modernos o rasgos capitalistas, de las metrópolis nacionales de estos países subdesarrollados. Análogamente a las relaciones entre desarrollo y subdesarrollo a nivel internacional, las instituciones subdesarrolladas contemporáneas de las llamadas áreas atrasadas o doméstico-feudales de una región subdesarrollada son, no menos, producto de un simple proceso histórico de desarrollo capitalista como también lo son las llamadas instituciones capitalistas de las supuestas áreas progresivas. En este trabajo me gustaría esbozar los tipos de evidencias que respaldan esta tesis y al mismo tiempo indicar ciertos lineamientos futuros a los que podrán seguir estudios e investigaciones fructíferos.
II.
El secretario general del Centro Latinoamericano para la Investigación en Ciencias Sociales escribe en el diario del Centro: «La posición privilegiada de la ciudad tiene su origen en el periodo colonial. Fue fundada por el Conquistador para servir los mismos fines que sigue sirviendo hoy en día: incorporar la población indígena a la economía producida y desarrollada por el Conquistador y sus descendientes. La ciudad regional era un instrumento de conquista y es aún hoy un instrumento de dominio.»[1] El Instituto Nacional Indigenista de México confirma esta observación cuando señala que «la población mestiza, de hecho, siempre vive en la ciudad, centro de una región intercultural, que actúa como metrópoli de una zona de población indígena y que mantiene una íntima relación con las comunidades subdesarrolladas que une el centro con las comunidades satélites».[2] El Instituto va hasta señalar que «entre los mestizos que viven en la ciudad núcleo de la región y, los indios que viven en las zonas campesinas del interior hay, verdaderamente, una más cercana interdependencia económica y social de lo que se puede apreciar a primera vista» y que las metrópolis provinciales «al ser centros de intercambios son también centro de explotación.»[3]
Y así, esas relaciones metrópoli-satélites no están limitadas por el nivel imperial o internacional sino penetran y estructuran la propia vida económica, política y social de los países y las colonias latinoamericanos. Así como la capital nacional y colonial con su sector de exportación se convierte en satélite de la metrópoli ibérica, y más tarde de otras, del sistema económico mundial, este satélite inmediatamente se convierte en una metrópoli colonial y después nacional en relación con los sectores de producción y la población del interior.
Aún más, las capitales provinciales que a su vez son ellas mismas satélites de la metrópoli nacional — y a través de ésta, de la metrópoli extranjera — son al mismo tiempo centros provinciales alrededor de los cuales giran en órbita sus propios satélites. En esta forma, toda una cadena de constelaciones de metrópolis y satélites relaciona todas las partes del sistema total de su centro en Europa o los Estados Unidos a los puntos más lejanos de los países latinoamericanos.
Cuando examinamos la estructura metrópoli-satélite, nos encontramos con que cada uno de los satélites, inclusive las hoy subdesarrolladas España y Portugal, sirven como instrumento para extraer capitales o sobrantes económicos de sus propios satélites y encaminar parte de estos sobrantes hacia la metrópoli extranjera de la cual todas son satélites. Sin embargo, cada metrópoli nacional o local sirve para imponer y mantener la estructura monopolística y las relaciones de explotación de este sistema, como el Instituto Nacional Indigenista de México lo llama, mientras sirva los intereses de las metrópolis que se aprovechan de esta estructura global, nacional y local para promover su propio desarrollo y el enriquecimiento de su clase gobernante.
Estas son las características principales y que aún perduran y que fueron establecidas en Latinoamérica por la Conquista. Además del examen del establecimiento de esta estructura colonial en su contexto histórico, el enfoque propuesto requiere el estudio del desarrollo — y subdesarrollo — de estas metrópolis y satélites de Latinoamérica a través del consiguiente y aún en vigor proceso histórico. En esta forma podemos comprender por qué ha habido y todavía hay tendencias, en las estructuras latinoamericanas y capitalistas del mundo, que parecen llevar al desarrollo de la metrópoli y al subdesarrollo de los satélites y por qué, particularmente, las metrópolis satélites nacionales, regionales y locales de Latinoamérica confrontan el hecho de que su desarrollo económico es, cuando más, un desarrollo subdesarrollado.
III.
El actual subdesarrollo de América Latina es el resultado de su participación secular en el proceso del desarrollo capitalista mundial; en lo que a mí se refiere, creo haberlo mostrado en estudios sobre la historia económica y social de Chile y Brasil.[4] Mi estudio sobre la historia chilena sugiere que la Conquista no sólo incorporó totalmente este país a la expansión y al desarrollo del mundo mercantil y más tarde al sistema capitalista industrial, sino que también introdujo las estructuras monopolísticas metrópoli-satélite y el desarrollo del capitalismo en la economía doméstica y la propia sociedad de Chile. Y esta estructura penetró y permeabilizó todo Chile rápidamente. Desde entonces y en el transcurso de la historia mundial y de Chile, durante los periodos del colonialismo, del libre comercio y del imperialismo, así como actualmente, Chile ha sido enormemente marcado por las estructuras sociales y políticas del subdesarrollo satélite. Este desarrollo del subdesarrollo continúa hoy tanto en la creciente satelización de Chile por la metrópoli extranjera, como a través de la cada día más aguda polarización de su economía doméstica.
La historia del Brasil es, quizás, el caso más claro de ambos aspectos de subdesarrollo, nacional y regional. La expansión de la economía mundial desde el comienzo del siglo XVI convirtió paulatinamente el noreste, el interior de Minas Gerais, el norte y el centro sur (Río de Janeiro, Sao Paolo, Paraná) en economía de exportación y las incorporó a las estructuras y al desarrollo del sistema capitalista mundial. Cada una de estas regiones sufrió lo que pudo parecer un desarrollo económico durante el periodo de su respectiva edad de oro. Pero fue un desarrollo satélite que no era ni autogenerado ni autoperpetuado. Según fue declinando el mercado o la productividad de las primeras tres regiones, el interés de la economía doméstica y extranjera se fue desvaneciendo; y fueron abandonadas para que desarrollaran el subdesarrollo en que viven actualmente. En la cuarta región, la economía del café sufrió un destino similar aunque no tan serio (pero el desarrollo de un sustituto sintético del café promete asentarle un golpe mortal en un futuro no muy lejano). Toda esta evidencia histórica contradice la tesis generalmente aceptada de que los latinoamericanos sufren de una «sociedad dual» o de una supervivencia de las instituciones feudales y que éstos son obstáculos importantes a su desarrollo económico.
IV.
Durante la Primera Guerra Mundial y más aún durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, Sao Paolo comenzó a edificar un aparato industrial que es, actualmente, el mayor de América Latina. La cuestión que se plantea es si el desarrollo industrial sacó o sacará al Brasil del ciclo de desarrollo y subdesarrollo satélite que ha caracterizado hasta ahora sus otras regiones y su historia nacional dentro del sistema capitalista. Yo creo que la respuesta es negativa. Domésticamente y hasta ahora, la respuesta es bien clara. El desarrollo de la industria en Sao Paolo no ha producido grandes riquezas para las otras regiones de Brasil. Al contrario, las ha convertido en satélites coloniales internos, las ha descapitalizado aún más y consolidado y hasta profundizado más su subdesarrollo. Existen pocas evidencias que nos permitan sugerir que este proceso es susceptible de reversión en un futuro más o menos lejano excepto en que los pobres provincianos migran y se convierten en los pobres de las ciudades metropolitanas. La evidencia es, considerada desde el exterior, que aunque el desarrollo inicial de la industria de Sao Paolo era relativamente autónomo está siendo poco a poco satelizado por la metrópoli capitalina extranjera y sus futuras posibilidades de desarrollo están siendo progresivamente restringidas.[5] Este desarrollo — mis estudios me llevan a creerlo — parece destinado a ser un desarrollo subdesarrollado o limitado, mientras se realice dentro del actual marco económico, político y social.
Debemos incluir, en resumen, que el subdesarrollo no es debido a la supervivencia de instituciones arcaicas o a la existencia da falta de capital en las regiones que se han mantenido aisladas del torrente de la historia del mundo. Por el contrario,
el subdesarrollo ha sido y es aún generado por el mismo proceso histórico que genera también el desarrollo económico: el desarrollo del propio capitalismo.
Este punto de vista, me complace confesarlo, está ganando adeptos entre los estudiantes de América Latina, está probando su valor al aportar nueva luz al problema del área y ofreciendo una mejor perspectiva para la formulación de las teorías y los lineamientos.[6]
V.
El mismo enfoque histórico y estructural puede también conducir a mejores teorías y lineamientos de desarrollo generando una serie de hipótesis sobre desarrollo y subdesarrollo como las que estoy probando en mis actuales investigaciones. Las hipótesis se derivan de las observaciones empíricas y de las presunciones teóricas que dentro de esta estructura metrópoli-satélite que abarca al mundo entero, las metrópolis tienden a desarrollarse y los satélites a subdesarrollarse. La primera hipótesis ya fue mencionada más arriba: es decir, que en contraste con el desarrollo de la metrópoli extranjera que no es satélite de nadie, el desarrollo de las metrópolis subordinadas y nacionales está limitada por su estatuto de satélite. Esta hipótesis es quizás más difícil de probar que las siguientes, porque parte de su confirmación depende de la prueba de las demás hipótesis.
No obstante, esta hipótesis parece estar generalmente confirmada por la no-autonomía y el no-satisfactorio desarrollo económico y especialmente industrial de las metrópolis nacionales de América Latina, como documentos de los estudios ya citados.
Los ejemplos más importantes y al mismo tiempo más confirmantes son las regiones metropolitanas de Buenos Aires y Sao Paolo, cuyo crecimiento sólo comenzó en el siglo XIX, que no fue obstaculizado por herencias coloniales, pero que es y sigue siendo un desarrollo satélite ampliamente dependiente de la metrópoli exterior, primero de Gran Bretaña y después de los Estados Unidos.
Una segunda hipótesis es que los satélites sufren su mayor desarrollo industrial capitalista clásico cuando y allí donde sus lazos con la metrópoli son débiles. Esta hipótesis es casi diametralmente opuesta a la tesis generalmente aceptada que el desarrollo de los países subdesarrollados es consecuencia del mayor grado de contacto con y la mayor difusión desde los países desarrollados metropolitanos. Esta hipótesis parece estar confirmada por dos clases de aislamiento relativo que América Latina ha experimentado en el curso de su historia. Uno es el aislamiento temporal causado por las crisis de guerra o depresiones en las metrópolis extranjeras. Aparte de algunas de menor importancia, sobresalen cinco periodos de grandes crisis que parecen confirmar la hipótesis. Estos son: la depresión europea (especialmente la española) del siglo XVII, las guerras napoleónicas, la Primera Guerra Mundial, la depresión de los años 30 y la Segunda Guerra Mundial. Está claramente establecido y generalmente reconocido que el desarrollo industrial reciente más importante — especialmente de Argentina, Brasil y México, pero también de otros países tales como Chile — han tenido lugar precisamente durante los periodos de las dos grandes guerras y la depresión intermedia. Gracias al consiguiente debilitamiento de los lazos comerciales y de la inversión durante esos periodos, los satélites iniciaron un crecimiento marcado de industrialización autónoma. La investigación histórica demuestra que lo mismo sucedió en América Latina durante la depresión europea del siglo XVII. Creció la manufactura en los países latinoamericanos y muchos de ellos, como Chile, se convirtieron en exportadores de productos manufacturados. Las guerras napoleónicas hicieron brotar movimientos de independencia en América Latina y esto debe quizás interpretarse como una confirmación, en parte, de la hipótesis de desarrollo.
La otra dase de aislamiento que tiende a confirmar la segunda hipótesis es el aislamiento geográfico y económico de regiones que en un tiempo estuvieron relativa y débilmente integradas y unidas al sistema mercantilista y capitalista. Mi investigación preliminar sugiere que en América Latina fueron esas regiones las que iniciaron y experimentaron el más prometedor desarrollo económico autogenerado del más clásico tipo industrial capitalista. Los casos regionales más importantes son probablemente Tucumán y Asunción, tanto como otras ciudades como Mendoza y Rosario, en el interior de Argentina y Paraguay, durante el final del siglo XVIII y comienzos del XIX. Los siglos XVIII y XIX en Sao Paulo, antes de que se comenzara el cultivo del café allí son otro ejemplo. Quizás Antioquia en Colombia y Puebla y Querétaro en México, son otros ejemplos. A su manera, Chile fue también un ejemplo puesto que, antes que la ruta marítima alrededor de Hornos fuese abierta, este país estaba relativamente aislado al final de un largo viaje de Europa vía Panamá. Todas estas regiones se convirtieron en centros de manufactura y hasta de exportación, generalmente, de textiles, durante el periodo que precedió a su incorporación efectiva como satélites del sistema capitalista mundial, colonial y nacional.
Claro está que, internacionalmente, el caso clásico de industrialización a través de la no-participación como satélite del sistema capitalista mundial es obviamente, el del Japón después de la Restauración Meiji. Por qué, podemos preguntamos, el pobre en recursos y no satelizado Japón fue capaz de industrializarse a fines del siglo, mientras los países latinoamericanos ricos en recursos y Rusia, no fueron capaces de hacerlo y la última fue fácilmente vencida por Japón en la Guerra de 1904, después de los mismos 40 años de esfuerzos por el desarrollo. La segunda hipótesis sugiere que la razón fundamental es que Japón no fue satelizado ni en el periodo Tokugawa ni en el Meiji y por lo tanto no tuvo su desarrollo estructuralmente limitado como los países que fueron satelizados.
VI.
Un corolario de la segunda hipótesis es que, cuando la metrópoli se recuperaba de sus crisis y restablecía los lazos de comercio e inversión que reincorporaban totalmente a los satélites al sistema, o cuando la expansión metropolitana trataba de incorporar las regiones previamente aisladas al sistema mundial, la industrialización y el desarrollo previo de estas regiones eran estrangulados o canalizados en direcciones que no son autoperpetuadas ni prometedoras. Esto sucedió después de cada una de las cinco crisis más arriba citadas. La renovada expansión del comercio y la difusión del liberalismo económico en los siglos XVIII y XIX estrangularon e hicieron retroceder el desarrollo de la manufactura que había tenido América Latina durante el siglo XVII y en algunos lugares al comienzo del siglo XIX. Después de la Primera Guerra Mundial, la nueva industria nacional del Brasil sufrió serias consecuencias por la invasión económica norteamericana. El aumento en la tasa de crecimiento del producto bruto nacional y particularmente de la industrialización en toda la América Latina fue también retrasada y la industria se volvió muy satelizada después de la Segunda Guerra Mundial y especialmente después de la recuperación de la postguerra coreana y la expansión de la metrópoli. Lejos de haberse desarrollado mucho más desde entonces, los sectores industriales del Brasil y más conspicuamente de Argentina se han vuelto estructuralmente más y más subdesarrollados y menos y menos capaces de generar la industrialización continuada y/o el desarrollo sostenido de la economía. Este proceso, que la India sufre también, está reflejado en una escala general de la balanza de pagos, inflación y otras dificultades económicas y políticas, y promete no doblegarse ante ninguna solución que no aporte cambios estructurales.
Nuestras hipótesis sugieren que, fundamentalmente, el mismo proceso ocurrió, aún más dramáticamente, con la incorporación al sistema de regiones previamente no satelizadas. La expansión de Buenos Aires como satélite de Gran Bretaña y la introducción del libre comercio en interés de los grupos gobernantes de ambas metrópolis destruyeron la manufactura y parte de lo que quedaba de la base económica del interior, previamente casi próspero. La manufactura fue destruida por la competencia extranjera, se cogieron las tierras y se convirtieron en latifundios por la economía rapaz y creciente de la exportación, la distribución intrarregional de la renta se hizo más desigual y las regiones que se estaban desarrollando previamente se convirtieron en simples satélites de Buenos Aires, y a través de éste, de Londres.
Los centros provinciales no claudicaron sin lucha ante la satelización. Este conflicto metrópoli-satélite fue, en mucho, la causa de la larga lucha armada y política entre los Unitaristas de Buenos Aires y los Federalistas de las provincias y se puede decir que fue la única causa importante de la Guerra de la Triple Alianza en la cual Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro, alentadas y ayudadas por Londres, destruyeron no sólo la economía autónoma en vías de desarrollo de Paraguay, sino casi mataron toda su población que no aceptaba someterse. Aunque sin dudas éste es el ejemplo más espectacular que tiende a confirmar la hipótesis, yo creo que la investigación histórica sobre la satelización de los trabajos agrícolas previos, relativamente independientes, y de las incipientes regiones manufactureras, tales como las islas del Caribe, lo confirmarán en el futuro.[7]
Estas regiones no tuvieron ninguna oportunidad contra las fuerzas de desarrollo y expansión del capitalismo y su propio desarrollo tuvo que ser sacrificado al de los demás. La economía y la industria del Brasil, Argentina y otros países que han sentido los efectos de la recuperación metropolitana desde la Segunda Guerra Mundial sufren hoy mucho el mismo destino, aunque, por suerte, en grado menor.
VII.
Una tercera hipótesis principal derivada de la estructura metrópoli-satélite es que las regiones que están aquí actualmente más subdesarrolladas y con mayor aspecto feudal son aquellas que tenían lazos más estrechos en el pasado con la metrópoli. Son las regiones que eran los mayores exportadores de materias primas y las fuentes principales de capital para la metrópoli extranjera y que fueron abandonadas por ésta cuando por una razón u otra, los negocios decayeron.
Esta hipótesis contradice la tesis generalmente sostenida de que la fuente del subdesarrollo regional es su aislamiento y sus instituciones precapitalistas. Esta hipótesis parece estar ampliamente confirmada por el anterior desarrollo supersatélite y el presente ultrasubdesarrollo de las, en un tiempo exportadoras de azúcar, Antillas, noreste del Brasil, distritos exmineros de Minas Gerais, en Brasil, tierras altas del Perú, Bolivia y los estados centrales mexicanos de Guanajuato, Zacatecas y otros, cuyos nombres se hicieron famosos hace siglos por su plata. Con seguridad no hay mayores regiones en América Latina que sufran en la actualidad más intensamente la maldición del subdesarrollo y la pobreza; sin embargo, todas esas regiones, como Bengala en la India, una vez fueron proveedoras del flujo sanguíneo mercantil y del desarrollo capitalista industrial — de la metrópoli. La participación de estas regiones en el desarrollo del sistema capitalista mundial les proporcionó, ya en su edad de oro, las estructuras típicas del subdesarrollo de una economía de exportación capitalista. Cuando el mercado de su azúcar o de la riqueza de sus minas desapareció y las metrópolis las abandonaron a su propio destino, sus ya existentes estructuras económicas, políticas y sociales prohibían la generación autónoma del desarrollo económico y no les dejaba otra alternativa que volver a sí mismas y degenerar en el ultrasubdesarrollo que actualmente encontramos en ellas.
VIII.
Estas consideraciones sugieren otras dos hipótesis relacionadas: una es, que el latifundio, sin tener en cuenta si hoy se nos presenta como una finca o hacienda, nació típicamente como empresa comercial que creó sus propias instituciones que le permitieron responder al aumento de la demanda en el mercado nacional y mundial ampliando sus tierras, su capital y su trabajo e incrementando el abastecimiento de sus productos. La quinta hipótesis es que los latifundios que parecían aislados, basados en la subsistencia y semifeudales, actualmente vieron declinar la demanda de sus productos y de su capacidad productiva. Estos se encuentran principalmente en las antes mencionadas regiones de exportación minera y agrícola, cuyas actividades económicas decayeron en general. Estas dos hipótesis corren parejas a la noción de mucha gente y a la opinión de algunos historiadores y otros estudiosos sobre el asunto, de acuerdo con las cuales las raíces históricas y las causas socioeconómicas de los latifundios y de las instituciones de América Latina deben buscarse en la transferencia de las instituciones feudales de Europa y/o en las depresiones económicas.
La evidencia para probar estas hipótesis no se abre fácilmente a la inspección general y requiere un análisis detallado de muchos casos. No obstante, se puede obtener cierta evidencia importante confirmatoria.
El aumento de los latifundios en la Argentina y Cuba, durante el siglo XIX es un caso claro en apoyo de la cuarta hipótesis, y de ninguna manera puede ser atribuido a la transferencia de instituciones feudales durante los tiempos coloniales. Es evidentemente lo mismo que sucede en el resurgimiento de los latifundios particulares postrevolucionarios y contemporáneos en el norte de México, que producen para el mercado norteamericano y de otros semejantes en la costa del Perú y las nuevas regiones de café en Brasil. La conversión de las islas del Caribe, tales como Barbados, de haciendas agrícolas en economías exportadoras de azúcar en distintas épocas, entre los siglos XVII y XX, y el aumento resaltante de los latifundios en estas islas, también parecen confirmar la cuarta hipótesis; el aumento del latifundio y la creación de las instituciones de servidumbre, que más tarde fueron llamadas feudales, ocurrieron en el siglo XVIII y han sido concluyentes en demostrar que fueron los resultados y las respuestas a la apertura de un mercado de trigo chileno en Lima.[8] Aun el aumento y la consolidación del latifundio en el México del siglo XVIII — que la mayoría de los estudiosos expertos han atribuido a una depresión de la economía causada por la baja de la minería y una escasez de mano de obra india y a la consiguiente introversión y ruralización de la economía — ocurrió en un momento en que la población urbana y la demanda crecían, se hizo aguda la carestía de productos alimenticios, los precios alcanzaron niveles altísimos y el aprovechamiento de otras actividades económicas tales como minería y comercio exterior declinaron.[9] Estos y otros factores hicieron más provechosa la agricultura en las haciendas. Y así, hasta este caso parece confirmar la hipótesis de que el crecimiento del latifundio y sus condiciones de servidumbre, al parecer feudales, en América Latina ha sido siempre y es aún la respuesta comercial a la creciente demanda y que no representa la transferencia o supervivencia de instituciones ajenas que se han mantenido más allá del alcance del desarrollo capitalista. El surgimiento de los latifundios, que actualmente están verdaderamente, más o menos (aunque no totalmente) aislados, puede ser atribuido a las causas explicadas en la quinta hipótesis; es decir, la declinación de las empresas agrícolas provechosas establecidas con anterioridad, cuyo capital era y cuyo sobrante económico corrientemente producido aún es transferido a otro lugar por propietarios y negociantes, quienes frecuentemente son las mismas personas o familias. Probar esta hipótesis requiere un análisis aún más detallado, parte del cual he comenzado en un estudio sobre la agricultura del Brasil.[10]
IX.
Todas estas hipótesis y estudios sugieren que la extensión global y la unidad del sistema capitalista, su estructura monopolista y su desarrollo desigual en el transcurso de la historia y la consiguiente persistencia del capitalismo más bien comercial que industrial en el mundo subdesarrollado (incluyendo sus países más industrialmente adelantados) merecen mucha más atención en el estudio del desarrollo económico y cambio cultural de la que hasta hoy han recibido. Porque, aunque la ciencia y la verdad no reconocen fronteras, serán probablemente las nuevas generaciones de científicos de los propios países subdesarrollados las que más necesitan y más podrán dedicar la atención necesaria a estos problemas y aclarar el proceso del subdesarrollo y del desarrollo. Es a ellos a quienes en el último término corresponderá la tarea de cambiar éste ya no aceptable proceso y eliminar esta miserable realidad.
No serán capaces de alcanzar estos objetos si importan estereotipos estériles desde las metrópolis, que no corresponden a su realidad económica de satélites y no responden a sus necesidades de liberación política.
Para cambiar su realidad deben primero comprenderla. Por eso, yo espero que una mayor confirmación de estas hipótesis y un mayor empeño en el enfoque propuesto, política y estructuralmente, pueda ayudar a los pueblos de los países subdesarrollados a comprender las causas y eliminar la realidad de su desarrollo de subdesarrollo y del subdesarrollo de su desarrollo.
Monthly Review, septiembre de 1966.
*André Gunder Frank (1929–2005): Pensador social, economista y sociólogo alemán. Uno de los creadores de la Teoría de la Dependencia en la década de los ´60 del siglo XX.
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Notas:
[1] América Latina, Año 6, número 4, Octubre-Diciembre 1963. p. 8.
[2] Los centros coordinadores indigenistas, Instituto Nacional Indigenista, México, 1962. p. 34.
[3] Ibídem. pp. 33–34, 88.
[4] «Desarrollo y Subdesarrollo capitalista en Chile» y «Desarrollo y Subdesarrollo capitalista en Brasil», en Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina que será publicado próximamente por Monthly Review Press.
[5] Ver también «El crecimiento y descenso de los sustitutos de importación», Boletín Económico para América Latina, New York, IX, número 1 Marzo 1964; y de Celso Furtado, Dialéctica del Desarrollo, Río de Janeiro, Fondo de Cultura, 1964.
[6] Otros utilizan tesis similares, aunque sus ideologías no les permiten llegar a conclusiones lógicas, entre ellos Aníbal Pinto de Chile: Un caso de desarrollo frustrado, Santiago, Editorial Universitaria, 1957; Celso Furtado: La formación económica de Brasil, Río de Janeiro, Fondo de Cultura, 1959 (traducido recientemente al inglés y publicado bajo el título The Economic Growth of Brasil por la University of Carolina Press); y Caio Prado Júnior: Historia Económica de Brasil, Sao Paolo, Editora Brasiliense, 7ma. edición, 1962.
[7] Ver por ejemplo, Ramón Guerra y Sánchez, Azúcar y Población en las Antillas, Habana, 1942, 2da. edición, publicada como Sugar and Sodety in the Caribbean, New Haven, Yale University
Press, 1964.
[8] Mario Góngora, Origen de los «inquilinos» de Chile central, Santiago, Editora Universitaria, 1960; Jean Borde y Mario Góngora, Evolución de la propiedad rural en el Valle del Puango, Santiago, Instituto de Sociología de la Universidad de Chile; Sergio Sepúlveda, El trigo chileno en el mercado mundial, Santiago, Editorial Universitaria, 1959.
[9] Woodrow Borah hace de la depresión su tema central en Nuevo siglo de depresión de España, Ibero Americana, Berkeley, número 35–1951; Francois Chevalier, La formación de los latifundios grandes en México, México, Problemas industriales y Agrícolas de México, VIII número 1, 1956 (traducido del francés y publicado recientemente por la University of Carolina Press). Los datos que basan mi interpretación en contra han sido sacados de estas obras. Este problema se plantea en mi «¿Con qué modo de producción convierte la gallina el maíz en huevos de oro?» El Gallo Ilustrado, Suplemento de El Día, México números 175 y 179, octubre 31 y noviembre 28, 1965; y se analiza más profundamente en un estudio sobre la agricultura mexicana en preparación.
[10] «Capitalismo y el mito del feudalismo en la agricultura del Brasil», en Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina, citado en el (4).
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