Erick Valenzuela Bello, comunicador popular chileno
Especial para La Tizza
Ya va más de una semana desde el comienzo de las manifestaciones masivas en todo el país. Chile entero se ha movilizado en contra de más de cuarenta años de neoliberalismo. En definitiva se ha quitado la careta de la «transición a la democracia», esa que fue pactada entre la Concertación de Partidos Políticos y la dictadura-cívico militar.
Las máscaras de gobiernos civiles caen y demuestran que existe una directa continuidad histórica entre la dictadura y lo que llaman «democracia». La dictadura nunca terminó y su expresión pública más elocuente fue en estos días cuando el presidente Sebastián Piñera señaló: «estamos en guerra», con lo cual parafraseaba al tirano Augusto Pinochet, ya que la idea de la guerra interna fue la tesis fundamental que sostuvo la dictadura para justificar el asesinato, las violaciones y la tortura de miles de seres humanos.
La política del terror de Estado, la misma que históricamente se ha aplicado hasta ahora contra el pueblo Mapuche, tiene plena vigencia. Estamos viviendo en toque de queda; los militares recorren las calles, intimidan con plena impunidad y hemos sido testigos directos en estos días, no solo de la violencia que ejerce la policía en las calles, normalizada de forma lamentable, con más de 2 900 personas detenidas, más de 600 personas heridas por armas de fuego, 12 querellas por violencia sexual, 18 muertos según las cifras oficiales; datos, por cierto, cuestionables en toda la línea.
Los medios masivos de comunicación, controlados por completo por parte del empresariado transnacional, se han dedicado a «demonizar» las movilizaciones, a tratar de dividir e infundir miedo a la población, mientras respaldan de forma abierta al gobierno; y buscan generar un clima de aversión y hostilidad hacia las manifestaciones, incluso al mostrar una dimensión «humana» de los militares. Aún así la población no les cree y continúa saliendo a las calles.
Esta articulación entre medios, gobierno, militares y empresariado no hacen otra cosa más que esconder el espanto. Hoy en el Chile de 2019, ese «oasis» del cual el presidente se jactaba hace una semana atrás, son la policía junto con los militares quienes se han encargado de realizar los más burdos montajes, mientras queman estaciones de metro, supermercados, empresas de retail. Han sido ellos quienes han saqueado puntos de distribución y quemado el país valiéndose del toque de queda para ejercer el terror. Este gobierno transformó el Estado de Emergencia en Estado de Sitio de facto, es decir todo lo que están haciendo hoy está muy por fuera de cualquier legalidad constitucional.
Lo que es aún peor: en este momento ellos torturan gente, de manera abierta y pública; la estación de metro Baquedano en estos días se volvió un centro de tortura. Ante el bloqueo mediático han sido las redes sociales quienes han cumplido el rol de difundir casos de violaciones, terribles relatos de cuerpos colgados, imágenes de cadáveres lanzados para amedrentar a la población, incontables relatos de violencia sexual a niños, niñas, jóvenes en los barrios periféricos. Chile es hoy, un lugar siniestro para vivir, porque los militares en coordinación con el gobierno y el empresariado, no están dispuestos a ceder ninguno de sus privilegios, quieren infundir el miedo en la población, hacer que el trauma sea costumbre y que nadie se atreva a rebelarse en contra del fundamentalismo neoliberal.
Pese a la tortura, la persecución y el abuso, la dignidad del pueblo sigue en alza, las alamedas se volvieron a reabrir, la resistencia en barricada en los espacios de coordinación territorial, como asambleas de base, ollas comunes, brigadas de propaganda, cabildos abiertos, las protestas y concentraciones continúan todo el día por todo el territorio.
Las salidas en relación hacia dónde se orienta la movilización aún están abiertas, ya que el aparato gubernamental se encuentra desconectado en su totalidad y en contra de la sociedad mientras propone y ejecuta políticas que solo le entregan más recursos al empresariado y no modifican la estructura neoliberal; y, por otra parte, un movimiento social que hasta el momento no tiene una conducción clara, pero sí una decidida voluntad de seguir luchando.
Las propuestas abundan, existe la necesidad de derogar la actual Constitución creada durante la dictadura en 1980 sin ningún tipo de apoyo ni participación popular y que se centra en consagrar la propiedad privada y el lucro por sobre los derechos sociales. Es decir, una asamblea constituyente popular y plurinacional como puerta de diálogo ha sido el llamado reiterado desde los movimientos sociales. Así también, ante este escenario, hay un descrédito total de la figura del presidente Piñera y su primo, el Ministro del Interior, Andrés Chadwick, ambos pinochetistas acérrimos, destacados por su defensa y respaldo irrestricto al dictador. Hoy la renuncia de ambos es un clamor masivo.
El resto de las propuestas van en directa relación con recuperar un modelo de sociedad que ponga en el centro el respeto y las garantías a los derechos humanos, algo que no parece muy radical pero que con cuarenta y cinco años de modelo neoliberal fue extraviado de nuestro imaginario.
Aún así a partir del viernes 18 de octubre del 2019, el límite de toma de conciencia se corrió, las barreras del neoliberalismo se rompieron por completo. Cada una de las personas que se movilizan en este momento, está pensando el país, está pensando la sociedad en que quiere vivir y el cómo quiere que sea esa sociedad. Esa oportunidad que la dictadura neoliberal nos arrebató, se está tomando por nuestras propias manos, en la línea del frente y ya no hay vuelta atrás.
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