Introducción y selección de Luis Alvarenga / UCA El Salvador
Roque Dalton es el poeta salvadoreño más influyente del siglo XX. Nacido en 1935, este poeta juntó, desde muy joven, la poesía y la militancia revolucionaria. Encarcelado muchas veces, exiliado otras tantas, este poeta, que retrató como quizás nadie la condición salvadoreña, encontró en Cuba y su revolución un espacio en el que su obra logró la resonancia continental que merecía. Su biografía es tan alucinante y arraigada en la realidad como su obra. Antidogmático y peleonero con la rigidez, incluso dentro de las filas revolucionarias, fue asesinado, por sus propios compañeros, el 10 de mayo de 1975 cuando formó parte de uno de los primeros esfuerzos guerrilleros de su país.
Asalto general
Asaltaron a las estatuas por no querer desembocar
y a las lavanderías asfixiantes a los peces muertos y sus raíces
asaltaron a los toreros podridos a los códigos civiles en la edad del engorde
a los profesores virtuosos de la piel como un molusco
asaltaron a las íntimas degollaciones de los pastores suicidas
que sudaban de rubor melodioso entre la brisa que venía de la Laguna Verde
asesinaron al médico que ubicó en una hernia
el retrato de un Magistrado de la Corte Suprema de Justicia
asaltaron a los flanes de vainilla que defienden temblando la cultura cristiana
asaltaron a la luz en cuanto salió del huevo de la gallina ciega
asaltaron a las escobas de azucena las de limpiar telas de araña-bruja
asaltaron al amor a la gran habilidad de la lengua
a las muletas del campeón mundial
a las primeras planas de los diarios nocturnos
que mastican las muchedumbres para solaz de las ambulancias
asaltaron a la incultura sexual de las cofradías de Panchimalco
asaltaron a la rumba que llenó de miel los cementerios
al llanto de las máscaras de cuero de Rusia y anilina
asaltaron a los huertos sembrados de plata
donde los ancianos modelan callosamente sus espectros
asaltaron a mil novecientos setenta y tres
asaltaron al verbo columpiarse
asaltaron a las cucarachas heroicas
asaltaron al próximo terremoto y a su epicentro de clavel y gemidos
asaltaron a la fama de Cristo
a la desnudez de los elefantes y las pampas
asaltaron al vino de la circuncisión
a las tetas de la aurora y a la melancolía de los sargentos vírgenes
asaltaron a los lodos de hacer pasteles
a la pedrada amorosa al sapo de regalo
asaltaron al derecho de gozar el paludismo en la era glacial
a la perspectiva de baba que domina en los Ateneos
a los bigotes de las gordas solteras
que no hablan inglés y recitan poemas de Alfredo Espino
asaltaron a los huecos de la nariz asaltaron a las denuncias
a las programaciones de las cámaras de tortura
a las agonías del coleccionista de girasoles
que teme a Castro y envía a la Dry-cleaning sus palillos de dientes
asaltaron a los estrategas del Pentágono a los cosméticos a la sed
asaltaron a los bichos en el sobaco de los ángeles
asaltaron a la clandestinidad de los oboes
asaltaron a don Alfredo Palacios y al Presidente de Colombia
asaltaron a la fábula de la grama loca a las piscinas temperadas
al álgebra al consommé de pollo a los eclipses
a la teoría de los juegos a la sordomudez del dólar
a las muchachas que no creen en la ginebra anticonceptiva
asaltaron a los poemas sobre el progreso
a los buses selváticos sarampionados por la luna
al bello infierno poblado de barómetros
que usa Ximena para jugar conmigo al ajedrez
asaltaron a los patos caídos en el error
y a los sollozos de los cine-clubs al laurel tiroteado al etcétera
asaltaron a la lucha de clases
asaltaron a la paz asaltaron a la metafísica
asaltaron a la rueda de caballitos a la UNESCO a los jeeps Land-Rover
asaltaron al expresionismo alemán a la verdad
a los sectarios de San Estanislao de Kotska
a las cabezas reducidas a la ropa de jersey a la numismática
al libro Obras Completas y otros cuentos de Tito Monterroso
asaltaron a mi mamá asaltaron al himno nacional
a las noticias del proyecto de irrigación en Argelia
asaltaron al Partido Demócrata Cristiano
al gerundio a la Ley de Ohm
asaltaron al espíritu de sacrificio a los escalafones
a los pasaportes diplomáticos al secreto de confesión al delito
asaltaron al amor que no osa decir su nombre
al pus enamorado por cuatro industrias de transformación
asaltaron a la ayuda de Dios a la noche al día a todas las fechas
asaltaron a los asaltantes a los asaltados y al asalto
asaltaron a las exclamaciones
me asaltaron
Soñar la mesa
(poema con una o dos profecías)
El hecho de que hoy sea jueves no le dice nada a mi hambre
tampoco el que hayan pasado tantas mujeres por mi vida
(no es una manera de decir pues una vez aceptada mi fealdad
los días perdidos en el amor cuélganme como una llave trágica).
Ay profesores de historia críticos cegatos y meticulosos
luego diréis que apelamos a la mentira cuando decimos que tenemos hambre
pero vosotros los que nunca supisteis lo que es almorzar con té
cenar con sopas de agua desayunar con una galleta o un cigarrillo
os engañáis tanto como todas las novias clarividentes.
No quiero proponer nada al mundo
ya suficiente tiene con sus tristes historias
que corren como infinitas gotas de mercurio.
Lo único que hago es decirme que tengo hambre
hambre de gran ciudad civilizada y fina
tanta hambre que me excito al ver pasar los gatos
que me excito sexualmente digo al ver pasar los gatos
cultor como soy de todas las delicias entrelazadas.
Algún día conoceré a un amigo que se llame Heberto Padilla o algo así
que sea fino como una casa de campo en el otoño de México
hablará francés y sabrá todo lo que por hoy se puede saber sobre vinos
y ganará dinero dulcemente tibio
y me invitará a comer y me invitará a comer.
Más mientras tanto estoy con hambre
el hambre es una especie de cáscara de hierro
que te mete los grandes colmillos en los hombros
y lucha por hacerte rodar por el suelo esa fauce.
Señor Mauricio de la Selva:
¿cómo se atreve Ud. a irse sin dejarme dinero?
Ud. trabaja en la Universidad (llega siempre a la hora)
Ud. está muy bien relacionado en el distrito
Ud. incluso puede permitirse tener muy mal carácter
¿por qué no dejó entonces esos diez pesos mexicanos
que hasta mis cien orgullos suplicaron anoche?
Acepto que aún ayer yo tenía cien pesos
pero no negará que los billetes
son muy malos escudos para evitar que el mundo nos invada
y si Rosa María quiso ir a ver conmigo El Lazarillo de Tormes
no es de ponerse a gritar por el barrio:
“Ay qué daños me causa la belleza”.
Rosa María es la chica que más me ha gustado en México
ella no me amará jamás porque soy feo y pobre
y hasta seguro estoy de que algún día en Praga
-menciono esta ciudad para mostrar mis tendencias-
alguna buena gente me dirá que se ha casado
y que hace hijos sorprendentes con su joven marido
con quien almorzará y desayunará (cenarán siempre fuera)
hasta que sus dos muertes los separen.
Ay Sardanápalos irremediables:
quiero hundirme en el más negro infierno a causa de la gula
quiero morir del corazón gordo y rosado
aterrorizar a los doctores con mis intemperancias frente al menú.
Tengo hambre caracoles tengo hambre
hambre sana y robusta como un joven odioso
hambre que crece bien nada torcida
hambre hasta con carnet de identidad y estilo propio
familia antigua dos apellidos y caprichos.
Señor:
¿cuándo estaré contigo
en ese paraíso de cuatro patas que sueño?
Lejos está mi Patria
Lejos del mundo, lejos
del orden natural de las palabras;
lejos,
de doce mil kilómetros
de donde el hierro es casa para el hombre y crece
como una rara flor enamorada de las nubes;
lejos de crisantemos, del ala suave del albatros,
de los oscuros mares que blasfeman de frío;
lejos, muy lejos de donde la medianoche es habitada
y nos dicta la máquina su voz sobresaliente;
lejos incluso de donde ya quedó atrás la esperanza,
de donde el llanto nace muerto o se suicida
antes de que lo ahogue la basura;
lejos de donde los pájaros odian,
de donde te hablan de amor hediondos lobos y te invitan
a un lecho de marfil;
lejos de donde los jardines atentan contra su belleza con los cuchillos que les dona el humo;
lejos,
lejos,
lejos de donde el aire es una gran botella gris;
de donde todos ofrecen terribles pompas de jabón
y ángeles depravados beben con niños cínicos
el veneno de la apostasía contra todas las auroras que pueden;
lejos de la murmuración de las máscaras;
lejos de donde las desnudas no ciegan con la luz de su piel;
lejos de la consolación de los vómitos;
lejos de la sensualidad del pantomimo,
de la resaca de sus imprecaciones sin fondo;
lejos, terriblemente lejos
de donde corretean por las calles los monstruos de seda,
de donde los bosques tiemblan derrotados y huyen
de donde cada llave tiene una puerta que la espera sin sueño;
de donde germina ciega la música del oro
y ladran desatadas las jaurías del cobalto;
lejos, definitivamente lejos
de donde muere el mártir lapidado por la mofa
y el santo es un payaso que se queda callado.
Mala noticia en un pedazo de periódico
Hoy cuando se me mueren los amigos
sólo mueren sus nombres.
¿Cómo aspirar desde el violento pozo
abarcar más que las tipografías,
resplandor de negruras delicadas,
flechas hasta las íntimas memorias?
Sólo quien vive fuera de las cárceles
puede honrar los cadáveres, lavarse
del dolor de sus muertos con abrazos
rascar con uña y lágrima las lápidas,
Los presos qué: solamente silbamos
para que el eco acalle la noticia.
En el patio lejano la luz de sol
será como una gata blanca. ¿Estoy acaso listo
para dejarme ver la cara en la próxima hora de agua?
Sí. Pediré un cigarrillo.
Hora de la ceniza
Finaliza Septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.
Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.
Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que eligió la esperanza.
Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.
Siento unas ganas locas de reír
o de matarme.
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