Traducción del inglés: Ernesto Teuma y Dayron Roque
El 13 de abril marca el centenario de la masacre de Jallianwala Bagh, una espantosa carnicería de inocentes en Amritsar (Punjab, India) muy expresiva de la empresa colonial británica por toda la India. Algunos de los hombres, mujeres y niños asesinados en el jardín (bagh) ese domingo habían ido a Jallianwala a celebrar el Vaisakhi, un festival que marca el primer día de la cosecha primaveral. Aunque la mayoría de las víctimas habían llegado para continuar las discusiones sobre el futuro de su libertad política; por tratarse de un domingo, algunas de ellas estaban ahí apenas para pasear por los jardines.
Después de la aprobación de la «Rowlatt Act» el 18 de marzo de 1919 — una legislación que permitía al Gobernador británico encarcelar a cualquier sospechoso de terrorismo o sedición hasta dos años sin necesidad de juicio — se produjo una gran agitación en el pueblo indio al ver en peligro sus libertades. El 6 de abril, los británicos enfrentaron una respuesta nacional organizada a la «Rowlatt Act»: un hartal, o huelga, en la que los indios paralizaron todos los negocios. La respuesta británica al hartal fue arrestar a sus organizadores. El 9 de abril fueron puestos bajo arresto dos luchadores por la libertad en Amritsar: el Dr. Satya Pal y el Dr. Saifuddin Kitchlew. El 10 de abril — mientras arrestaban a Gandhi en Palwal, de camino a Amritsar — comenzaron las manifestaciones en varias ciudades (Lahore, Mumbai, Ahmedabad, Kolkata, y, por supuesto, Amritsar, para entonces una localidad de alrededor de 150,000 habitantes) demandando la derogación de la «Rowlatt Act». Los británicos comenzaron a disparar el 10 de abril para poner fin a las protestas. Los oficiales británicos consideraron «justificados» los disparos en sus desordenados reportes a las comisiones de investigación.
El 13 de abril, sin previo aviso, el ejército británico disparó 1650 veces en apenas diez minutos. Los británicos reportaron, como resultado de las acciones, 379 muertos; el conteo de los indios ascendió a 1500. Si tomamos esta última cifra como verdadera, sería el equivalente a asesinar 10 equipos de rugby cada minuto, durante diez minutos.
En aquel entonces, el jardín solo tenía una salida. Estaba cerrado por los tres lados restantes con muros de ladrillo rojo. A la orden del Coronel Reginald Dyer, el ejército británico lo convirtió en una cámara de la muerte. La única manera de escapar era saltar a una muerte segura al foso que rodeaba el jardín. Presas del pánico, 120 personas eligieron el foso a las balas.
Cien años sin una disculpa
Un siglo más tarde, Theresa May ha expresado un «profundo arrepentimiento» por la masacre. No es que sea fácil disculparse por un crimen contra la humanidad; requiere admitir la culpa, expresar remordimiento y reconocer lo mal hecho. Para Udham Singh, un niño que quedó huérfano como resultado de la masacre, veintiún años sin una disculpa por este crimen fueron demasiados. Vengó la muerte de sus padres el 13 de marzo de 1940, al dispararle a Michael O´Dwyer — el teniente gobernador de Punjab durante la masacre — en el céntrico edificio Caxton Hall, en Londres. La reciente descripción de May sobre la masacre como una «vergonzosa cicatriz» en la historia anglo-india no hizo, sin embargo, nada para curar heridas de más de un siglo, como las de Singh.
Más aún, una disculpa formal a las víctimas y sus familiares por este crimen todavía pendiente. En su momento, Winston Churchill se refirió a este como «un evento monstruoso» — aunque antes también describió al indio como «un pueblo de bestias» — . En 1997, la reina de Inglaterra rindió un tributo de treinta segundos de silencio por las víctimas de 1919. La posición internacional oficial sobre la masacre fue resumida por la reina en una rima: «We must learn from the sadness, and build on the gladness («Debemos aprender de la tristeza y construir sobre la felicidad».)
En 2013, el entonces Primer Ministro británico, David Cameron, se hizo eco de la declaración de la reina en 1997, al decir que no era «correcto» «retornar en la historia para buscar cosas por las que disculparse». El hecho de haber nacido cuarenta años después del evento también fue aducido como una razón para desestimar la necesidad de una disculpa. Sin embargo; y hablo como alguien que caminó por Jallianwala Bagh por primera vez setenta y seis años después de la masacre de 1919; puedo asegurar un hecho: las imágenes de los incontables cuerpos sin vida todavía pesan en la hierba bajo las flores rosadas que siguen creciendo en el jardín.
Como la reina, Cameron adaptó su respuesta en relación con la masacre de Jallianwala colocándose en la cómoda posición de aquel que mira hacia adelante. Sin embargo, caminar hacia adelante sin practicar una reparación a tan horrendo crimen es, con toda probabilidad, algo más fácil de hacer para quien causó el sufrimiento que para quienes lo sufrieron. Y para el Imperio Británico — donde «no se ponía el sol» — capaz, como fue, de construir una industria global gracias a ese sufrimiento, es probable que el peso de la culpa — si la hubiera — no sea tan grave en su conciencia colectiva.
Reparaciones
Una disculpa es el primer paso, ya que quienes no se disculpan ni siquiera se preocuparán en dar otros pasos para remediar la injusticia. Las reparaciones, afortunadamente, han sido reconocidas en el mundo entero como una forma de justicia restaurativa; pero es una herramienta inutilizable si el liderazgo británico no asume su responsabilidad histórica. En algún momento, el Reino Unido tendrá que confrontar su pasado: cuando ese día llegue, habrá que dar otros pasos inmediatos. El trabajo de investigación ya está hecho.
De acuerdo a cálculos realizados en 2018 por el experto economista Utsa Patnaik, el Reino Unido drenó un total de £ 45 billones de la India en el período comprendido entre 1765 y 1938.
Este robo acumulado no era el producto de una relación puramente fiscal. Succionar tan vasta cantidad de dinero de un país que era un líder en exportaciones antes de la llegada de los británicos requirió una cantidad extrema de represión.
Lo acontecido en 1919 en Amritsar es solo un ejemplo de esta represión. Hay muchos más que resultaron en el asesinato de incontables indios en su propio país. El más cercano a mi familia fue Amritsar, pero también está la masacre de Kanpur de 1857, la masacre de Namdharis en 1872 a solicitud de L. Cowan en Malekotla y la hambruna de Bengala de 1943.
Hechos como estos mantenían a la gente en el terror, y es fácil tomar las cosas de la gente que teme por su vida. Más aún, forzar a la gente a vivir en un estado de miedo es forzar en ellos una cantidad de trabajo incuantificable: un trabajo emocional. Incluso echando a un lado una visión de las reparaciones una forma de compensación aplazada por un trabajo no retribuido, puede verse también como una sanción a quienes infligieron sufrimiento, haya sido por placer o por beneficio.
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