Carta al Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética

Por Antonio Gramsci

Ilustración: Laia Domenech

[14-X-1926; 2000 I, 820–826]


Esta carta, procedente del archivo del antiguo dirigente de la derecha del PCd’I, Angelo Tasca, y publicada por este después de su expulsión, ha sido reconocida como auténtica por Togliatti, y reproducida en la revista del PCI Rinascita (30 de mayo de 1964, 18/19). Togliatti, entonces representante del PCd’I ante la I. C., procedió cautamente con la carta porque «a mitad del mes de octubre y precisamente el 15 (o 16) de ese mes […] ocurrió que el grupo de los opositores [Kámenev y Zinóviev, a los que con general sorpresa se había unido Trotski] abandonó la lucha contra la mayoría, con una declaración en la cual se comprometía a desistir de todo trabajo fraccional. Esto modificaba profundamente la situación, sobre todo porque se creía que la declaración podía significar el comienzo de una nueva fase de la situación interna del partido. La carta de Gramsci me llegó en ese momento. Contenía una adhesión plena a la línea de la mayoría, pero algunas de sus afirmaciones acerca del problema de la unidad del grupo dirigente habrían podido ser mal entendidas y perjudicar, por tanto, sobre todo en aquel momento en que se tenía, al menos, una tregua en la lucha de la minoría contra la línea del partido. De todos modos, de conocimiento de la carta a Nicolás Bujarin, que era entonces el dirigente de la delegación del Partido Bolchevique en la Internacional, y, naturalmente, al secretario de esta» (Palmiro Togliatti, loc. cit., 17). Con esas reservas contestó Togliatti a Gramsci, el cual escribió aún apresuradamente unas líneas que se han encontrado hace poco según una comunicación personal que debo a un amable corresponsal italiano. No he podido ver la carta, que está todavía sin publicar; pero, según mi corresponsal, Gramsci se declara en ella no convencido por los argumentos de Togliatti. Esto confirma un testimonio impreciso de Togliatti, que dijo recordar vagamente una segunda nota insistente de Gramsci (cfr. Rinascita, 30 de mayo de 1964, 19/20). Los días 23–26 de octubre de 1926 se reunía el Comité Central del PCUS con su comisión de control. Zinóviev (que tuvo que abandonar la presidencia de la Internacional), Trotski y Kámenev (que salieron del C. E. del partido) quedaron derrotados. La línea (mayoritaria) de Stalin y Bujarin salió victoriosa. Bujarin sustituyó a Zinóviev en la presidencia de la I. C.


Queridos camaradas:

Los comunistas italianos y todos los trabajadores conscientes de nuestro país han seguido siempre con la mayor atención vuestras discusiones. En vísperas de cada Congreso y de cada Conferencia del PCR estábamos seguros de que, a pesar de la aspereza de las polémicas, la unidad del partido ruso no estaba en peligro; estábamos incluso seguros de que, tras haber conseguido una mayor homogeneidad ideológica y organizativa a través de esas discusiones, el partido habría quedado mejor preparado y armado para superar las múltiples dificultades vinculadas al ejercicio del poder de un Estado obrero. Hoy, en vísperas de vuestra XV Conferencia, no tenemos ya la seguridad del pasado; nos sentimos inevitablemente preocupados; nos parece que la actitud actual del bloque de oposición y la virulencia de las polémicas del PC de la URSS exigen la intervención de los partidos hermanos. Esta precisa convicción nos mueve a escribiros esta carta. Es posible que el aislamiento en el cual se ve obligado a vivir nuestro partido nos haya llevado a exagerar los peligros referentes a la situación interna del Partido Comunista de la URSS; en cualquier caso, no son, desde luego, exagerados nuestros juicios acerca de las repercusiones internacionales de esta situación y queremos, como internacionalistas, cumplir con nuestro deber.

La situación interna de nuestro partido hermano de la URSS nos parece distinta y mucho más grave que en las anteriores discusiones, porque hoy vemos que se verifica y se profundiza una escisión en el grupo central leninista que ha sido siempre el núcleo dirigente del partido y de la Internacional.

Una escisión de este tipo, con independencia de los resultados numéricos de las votaciones de Congreso, puede tener las repercusiones más graves, no solo si la minoría de oposición no acepta con la máxima lealtad los principios fundamentales de la disciplina revolucionaria del partido, sino también en el caso de que dicha minoría rebase, en el modo de llevar su lucha, ciertos límites que son más importantes que todas las democracias formales.

Una de las enseñanzas preciosas de Lenin ha sido la de que debemos estudiar atentamente los juicios de nuestros enemigos de clase.

Pues bien, queridos camaradas, es un hecho, que los periódicos y los hombres de Estado más fuertes de la burguesía internacional ponen sus esperanzas en ese carácter orgánico del conflicto existente en el núcleo fundamental del Partido Comunista de la URSS, en la escisión de nuestro Partido hermano, y están convencidos de que esa escisión acarreará la disgregación y la lenta agonía de la dictadura proletaria, que determinará la catástrofe de la revolución como no lo consiguieron las invasiones y las insurrecciones de los guardias blancos.

La misma fría circunspección con la cual la prensa burguesa intenta ahora analizar los acontecimientos rusos, el hecho de que intente evitar, dentro de lo que le es posible, la demagogia violenta que era característica suya hasta ahora, son síntomas que deben dar que pensar a los camaradas rusos y hacerlos más conscientes de su responsabilidad. Hay otra razón más por la cual la burguesía internacional espera la posible escisión o un agravamiento de la crisis interna del Partido Comunista de la URSS. Ya hace nueve años que existe en Rusia el Estado obrero. Es un hecho que solo una pequeña minoría no solo de las clases trabajadoras, sino incluso de los mismos partidos comunistas de los demás países, es capaz de reconstruir en su conjunto todo el desarrollo de la revolución y de descubrir incluso en los detalles de los cuales se compone la vida cotidiana del Estado de los Sóviets la continuidad del hilo rojo que lleva a la perspectiva general de la construcción del socialismo. Y ello no solo en los países en que ya no existe la libertad de reunión y la libertad de prensa está completamente suprimida o sometida a limitaciones inauditas, como en Italia (donde los tribunales han secuestrado y prohibido la impresión de los libros de Trotski, Lenin, Stalin, Zinóviev y últimamente hasta del Manifiesto del Partido Comunista), sino también en los países en los que nuestros partidos tienen aún libertad para suministrar a sus miembros y a la masa en general una documentación suficiente. En esos países las grandes masas no pueden comprender las discusiones que ocurren en el Partido Comunista de la URSS, especialmente cuando son tan violentas como las actuales y se refieren no solo a un aspecto de detalle, sino a todo el conjunto de la línea política del partido.

No solo las masas trabajadoras en general, sino también las mismas masas de nuestros partidos, ven y quieren ver una única unidad de combate que trabaje en la perspectiva general del socialismo. Solo en cuanto las masas occidentales europeas ven a Rusia y al partido ruso desde este punto de vista aceptan gustosamente y como un hecho históricamente necesario que el Partido Comunista de la URSS sea el partido dirigente de la Internacional, y solo por eso la República de los sóviets y el Partido Comunista de la URSS son un elemento formidable de organización y de propulsión revolucionaria.

Por la misma razón, los partidos burgueses y socialdemócratas explotan las polémicas internas y los conflictos existentes en el Partido Comunista de la URSS; ellos quieren luchar contra esa influencia de la Revolución rusa, contra la unidad revolucionaria que se está constituyendo en todo el mundo en torno al Partido Comunista de la URSS.

Queridos camaradas, es extraordinariamente significativo que en un país como Italia, donde la organización estatal y de partido del fascismo consigue sofocar toda manifestación notable de vida autónoma de las grandes masas obreras y campesinas, los periódicos fascistas, especialmente los de provincia, estén llenos de artículos, técnicamente bien construidos para la propaganda, con un mínimo de demagogia y de actitudes injuriosas, en los que se intenta demostrar con un evidente esfuerzo de objetividad que ahora ya, por las mismas manifestaciones de los dirigentes más conocidos del bloque de oposición del Partido Comunista de la URSS, el Estado de los sóviets se va convirtiendo inexorablemente en un puro Estado capitalista y que, por tanto, en el duelo mundial entre el fascismo y el bolchevismo triunfará el fascismo.

Esta campaña, aunque por un lado prueba lo enormes que son las simpatías de que goza la República de los sóviets entre las grandes masas del pueblo italiano que, en algunas regiones, no recibe desde hace seis años más que una escasa literatura ilegal de partido, prueba, por otra parte, que el fascismo, que conoce muy bien la real situación interna italiana y ha aprendido a tratar con las masas, intenta utilizar la actitud política del bloque de oposición para romper definitivamente la firme aversión de los trabajadores al gobierno de Mussolini y para determinar al menos[85] un estado de ánimo en el cual el fascismo aparezca al menos como una necesidad histórica inevitable, a pesar de la crueldad y de los males que le acompañan.

Creemos que en el marco de la Internacional nuestro partido es el que más sufre por las repercusiones de la grave situación existente en el Partido Comunista de la URSS. Y no solo por las razones recién expuestas que, por así decirlo, son externas, se refieren a las condiciones generales del desarrollo revolucionario en nuestro país. Vosotros sabéis ya que todos los partidos de la Internacional han heredado de la vieja socialdemocracia y de las diversas tradiciones nacionales existentes en los diversos países (anarquismo, sindicalismo, etc.) una masa de prejuicios y de motivos ideológicos que representan el foco de todas las desviaciones de derecha y de izquierda. En estos últimos años, pero especialmente después del V Congreso mundial, nuestros partidos iban alcanzando, a través de una dolorosa experiencia, a través de crisis dolorosas y extenuantes, una segura estabilización leninista, estaban convirtiéndose en verdaderos partidos bolcheviques. Se iban formando nuevos cuadros proletarios desde abajo, desde los talleres; los elementos intelectuales eran sometidos a una selección rigurosa y a una comprobación rígida y despiadada sobre la base de su trabajo práctico en el terreno de la acción. Esta reelaboración ocurría bajo la guía del Partido Comunista de la URSS en su complejo unitario, y de todos los grandes jefes del partido de la URSS. Pues bien, la agudeza de la crisis actual y la amenaza de escisión abierta o latente que contiene frenan este proceso de desarrollo y de reelaboración de nuestros partidos, cristalizan las desviaciones de derecha y de izquierda, alejan una vez más el éxito de la unidad orgánica del partido mundial de los trabajadores. Consideramos que es nuestro deber de internacionalistas llamar especialmente la atención de los camaradas más responsables del Partido Comunista de la URSS acerca de este elemento del problema. Camaradas, vosotros habéis sido en estos nueve años de historia mundial el elemento organizador y propulsor de las fuerzas revolucionarias de todos los países; la función que habéis desarrollado no tiene precedentes en toda la historia del género humano que puedan igualarla ni en amplitud ni en profundidad.

Pero hoy estáis destruyendo vuestra obra, degradando y corriendo el riesgo de anular la función dirigente que el Partido Comunista de la URSS había conquistado por el impulso de Lenin; nos parece que la violenta pasión de las cuestiones rusas os hace perder de vista los aspectos internacionales de las mismas cuestiones rusas, os hace olvidar que vuestros deberes de militantes rusos no pueden ni deben satisfacerse más que en el marco de los intereses del proletariado internacional.

La Oficina Política del PCI ha estudiado con la mayor diligencia y atención posibles en sus condiciones todos los problemas que hoy están en discusión en el Partido Comunista de la URSS. Las cuestiones que hoy se os presentan pueden presentarse mañana a nuestro partido. También en nuestro país son las masas rurales la mayoría de la población trabajadora. Además, todos los problemas inherentes a la hegemonía del proletariado se presentan en Italia en una forma sin duda más compleja y aguda que en la misma Rusia, porque la densidad de la población rural italiana es enormemente mayor, porque nuestros campesinos tienen una riquísima tradición organizativa y han conseguido siempre hacer notar muy sensiblemente su peso específico de masa en la vida política nacional, porque aquí el aparato organizativo eclesiástico tiene dos mil años de tradición y se ha especializado en la propaganda y la organización de los campesinos de un modo que no tiene paralelo en los demás países.

Si es verdad que la industria está más desarrollada en nuestro país y que el proletariado tiene una base material notable, no lo es menos que esa industria carece de materias primas en el país y está, por tanto, más expuesta a las crisis; por eso el proletariado no podrá cumplir su función dirigente más que si abunda en espíritu de sacrificio y se ha liberado completamente de todo residuo de corporativismo reformista o sindicalista. La Oficina Política del PCI ha estudiado vuestras discusiones desde este punto de vista realista que consideramos leninista.

Hasta el momento no hemos expresado opinión de partido más que sobre la cuestión estrictamente disciplinaria de las fracciones, por atenernos a la invitación que nos hacíais tras vuestro XIV Congreso a que no trasladáramos la discusión rusa a las secciones de la Internacional. Pero ahora declaramos que consideramos fundamentalmente justa la línea política de la mayoría del Comité Central del Partido Comunista de la URSS, y que en ese mismo sentido se pronunciará sin duda la mayoría del partido italiano si llega a ser necesario plantear enteramente la cuestión. No queremos, y consideramos inútil, hacer agitación o propaganda con vosotros o con los camaradas del bloque de oposición. Por eso nos abstendremos de formular una lista de todas las cuestiones particulares con nuestro juicio sobre cada una.

Repetimos que nos impresiona el hecho de que la actitud de la oposición afecta a toda la línea política del Comité Central y hiere, por tanto, el corazón mismo de la doctrina leninista y de la acción política de nuestro Partido de la Unión.

Lo que se pone en discusión es así el principio y la práctica de la hegemonía del proletariado, las relaciones fundamentales de la alianza entre los obreros y los campesinos las que se perturban y se ponen en peligro, es decir, las pilastras del Estado obrero y de la Revolución. Camaradas, jamás en la historia se ha visto que una clase dominante estuviera en su conjunto en condiciones de vida inferiores a las de determinados elementos y estratos de la clase dominada y sujeta. Esta contradicción inaudita es la que ha reservado la historia para el proletariado; en esta contradicción se encuentran los peligros mayores para la dictadura del proletariado, especialmente en los países en los cuales el capitalismo no había alcanzado un gran desarrollo ni había conseguido unificar las fuerzas productivas. Esta contradicción se presenta también, por lo demás, en algunos aspectos, en los países capitalistas en los que el proletariado ha conseguido objetivamente una función social elevada, y de ella nacen el reformismo y el sindicalismo, el espíritu corporativo y las estratificaciones de la aristocracia obrera[86].

Pero el proletariado no puede llegar a ser clase dominante si no supera esa contradicción con el sacrificio de sus intereses corporativos, no puede mantener la hegemonía y su dictadura si no sacrifica, incluso cuando ya es dominante, esos intereses inmediatos a los intereses generales y permanentes de la clase.

Sin duda es fácil hacer demagogia en este terreno, es fácil insistir en los lados negativos de la contradicción: «¿Eres tú el dominante, obrero mal vestido y mal alimentado, o lo es el nepman con su abrigo de piel y con todos los bienes de la tierra a su disposición?». Del mismo modo los reformistas, después de alguna huelga general que aumenta la cohesión y la disciplina de la masa, pero que con su larga duración empobrece aún más a los obreros, dicen: «¿Para qué ha servido la lucha? Os habéis agotado y empobrecido». Es fácil hacer demagogia en este terreno, y es difícil no hacerla cuando, la cuestión se plantea desde el punto de vista del espíritu corporativo y no desde el del leninismo, desde el punto de vista de la doctrina de la hegemonía del proletariado que históricamente se encuentra en una determinada posición y no en otra.

Ese es para nosotros el elemento esencial de vuestras discusiones. En este elemento se encuentra la raíz del error del bloque de oposición y el origen de los peligros latentes contenidos en su actividad. En la ideología y en la práctica del bloque de oposición renace plenamente toda la tradición de la socialdemocracia y del sindicalismo, la que ha impedido hasta ahora al proletariado occidental organizarse como clase dirigente.

Solo una firme unidad y una firme disciplina en el partido que gobierna el Estado obrero puede asegurar la hegemonía proletaria en régimen de NEP, o sea, en el pleno despliegue de la contradicción que hemos indicado. Pero la unidad y la disciplina no pueden ser en este caso mecánicas y obligadas; tienen que ser leales y de convicción, no las de una tropa enemiga prisionera o cercada que piensa en la evasión o en la salida por sorpresa.

Eso es lo que queríamos deciros, muy queridos camaradas, con espíritu fraternal y amistoso, aunque seamos hermanos menores. Los camaradas Zinóviev, Trotski y Kámenev han contribuido poderosamente a educarnos para la revolución, nos han corregido algunas veces muy enérgica y severamente y han sido nuestros maestros. A ellos especialmente nos dirigimos, como a los mayores responsables de esta situación, porque creemos estar seguros de que la mayoría del Comité Central de la URSS no desea supervencer en esa lucha, sino que está dispuesta a evitar las medidas excesivas[87]. La unidad de nuestro partido hermano de Rusia es necesaria para el desarrollo y el triunfo de las fuerzas revolucionarias mundiales; todo comunista e internacionalista tiene que estar dispuesto a los mayores sacrificios por esa necesidad. Los daños de un error cometido por el partido unido pueden superarse fácilmente; los daños de una escisión o de una prolongada situación de escisión latente pueden ser irreparables y mortales.

Con saludos comunistas,

La O. P. del PCI


Notas:

[85] La llamativa repetición de «al menos» se respeta en la traducción porque resulta un instructivo indicio de la prisa, la agitación y las dificultades con que trabaja Gramsci en este periodo inmediatamente anterior a su detención y en la cresta de una gran oleada represiva.

[86] Que sepamos, ningún político ni teórico marxista antes de Gramsci ha reducido a una misma causa, como lo hace este párrafo, las raíces estructurales de la NEP de Lenin y de la industrialización estaliniana, por un lado, y, por otro, la situación que permite en los países capitalistas avanzados la formación de un sindicalismo reformista basado en la aristocracia obrera.


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