Por Roberto Regalado Álvarez
Palabras de presentación del libro Nuestra América Insurgente, de Germán Sánchez Otero, durante la Feria Internacional del Libro de La Habana, Casa del ALBA, 21 de febrero de 2024.
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Con un estilo narrativo ameno, salpicado con gratificantes dosis de lenguaje coloquial, en el cual el análisis y la reflexión están «a flor de piel», Nuestra América Insurgente. 23 textos para debatir. Luchar, resistir y vencer, de Germán Sánchez Otero, cuya versión digital, fechada en 2023, nos ofrece Ruth Casa Editorial en 412 páginas, es una compilación de textos hecha por su propio autor. Los trabajos fueron publicados casi todos en sitios digitales cubanos y reproducidos en otros países, escritos en los últimos diez años, la mayoría de ellos entre 2018 y 2022.
En el tiempo disponible para esta presentación es imposible abordar, reseñar, o siquiera mencionar la vastedad, riqueza y profundidad de los textos contenidos en este libro, que son:
– «Fidel y nuestra América. Sus modos de actuar»;
– «Actualidad del Che respecto a la revolución social en nuestra América»:
– «El Che y su ejemplar batalla en Punta del Este. ¿Qué sucedió después?»;
– «Las insurgencias armadas en nuestra América. Una mirada actual sobre los años 1960»;
– «El proceso chileno durante la Unidad Popular. Importancia para experiencias revolucionarias posteriores»;
– Hay once textos sobre Venezuela, la relación personal entre Fidel y Chávez, los vínculos no gubernamentales con la izquierda venezolana y los nexos de la Revolución Cubana con la Revolución Bolivariana, en el gobierno a partir de 1999.
– Hay dos textos sobre la Operación Emmanuel, que versan sobre la liberación de un niño nacido en cautiverio en las selvas de Colombia, de su mamá y otra secuestrada, y la contribución de ese hecho a la solución negociada del conflicto armado entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia — Ejército del Pueblo y el Estado colombiano.
– Hay tres textos dedicados a destacadas figura de las ciencias sociales y las luchas populares en América Latina que, en el orden en que aparecen en el libro, son Nils Castro, Marta Harnecker y Fernando Martínez Heredia;
– «Barbarroja, sin enigmas»; y,
– «¿Cambio de época en nuestra América o devenir histórico en disputa?».
La columna vertebral de esta obra está en: «Fidel y nuestra América. Sus modos de actuar»:
[…] a menudo se olvida, o se desconoce — dice allí Germán — , que el quehacer político de Fidel tiene dos dimensiones. La primera es la expresión oral y escrita de sus ideas y el proceso epistemológico que las engendra. Y la otra, es el haz de sus acciones no públicas, y, por ende, menos difundidas. Porque desde muy joven él aprendió del Maestro que «en la política, lo real es lo que no se ve».
Además de abordar las dos dimensiones del quehacer político de Fidel, en Nuestra América Insurgente se demuestra el carácter inseparable de los tres planos en los que se materializa su internacionalismo, el plano personal, el plano no gubernamental y el plano gubernamental:
- En el plano personal, Fidel lleva en su ADN el espíritu solidario con otros pueblos y el don de establecer amistad con quienes lideran o participan de modo destacado en sus luchas emancipadoras. La solidaridad es un sentimiento, una convicción, un derecho y un deber que Fidel le inculcó al pueblo cubano, más allá de la que institucionalmente brinden el Estado, el Partido y las organizaciones de masas y sociales.
Ser solidario es un sentimiento, una convicción, un derecho y un deber que a cada cubano y cada cubana Fidel nos dio. Lo que Fidel «nos legó», nadie nos los podrá «quitar».
- En el plano no gubernamental, el espíritu solidario que Fidel infunde a todos los sistemas institucionales cubanos se materializa en las relaciones desarrolladas con, y en los apoyos brindados a, fuerzas populares sociales y políticas en lucha por reivindicaciones materiales o espirituales, por reformas políticas, económicas y sociales progresistas, por revoluciones políticas o por revoluciones sociales.
- En el plano gubernamental, el espíritu solidario que Fidel infunde a todos los órganos del Estado cubano es la base de la colaboración y la cooperación brindadas a otros Estados y, por su conducto, a otros pueblos en múltiples esferas. Con gobiernos hermanos, esa colaboración y cooperación ha incluido la esfera militar y de seguridad, donde y cuando ha sido necesario.
Sobre las primeras expresiones del espíritu solidario personal de Fidel registradas en la historia, dice Germán: «Dos escenarios marcan el nexo de Fidel con América Latina y el Caribe, entre sus 20 y sus 21 años: Cayo Confites, al norte de la actual provincia de Holguín, entre julio y septiembre de 1947 y «El Bogotazo», en abril de 1948».
A raíz de su experiencia en la fracasada expedición preparada en Cayo Confites para liberar a República Dominicana de la dictadura de Trujillo, Fidel «comprende que una fuerza insurgente con fines revolucionarios, debe ser seleccionada de manera muy cuidadosa, para lograr que sus integrantes posean la calidad ética y política indispensable».
Durante su presencia en Bogotá en 1948 para realizar un congreso de estudiantes de combate a las dictaduras, contra el colonialismo y de enfrentamiento al imperialismo en el contexto de la IX Conferencia Panamericana, en la que se fundaría la OEA, a Fidel lo sorprende «El Bogotazo». En este acontecimiento «comprueba la potencia volcánica de un pueblo enardecido» y «aprende que toda fuerza popular para alcanzar sus objetivos necesita dirección, organización y estrategia».
El espíritu solidario de Fidel en el plano personal se socializa, se convierte en espíritu colectivo y se extiende a lo que aquí llamamos el plano no gubernamental desde que un grupo de jóvenes organizados por él asaltan el Cuartel Moncada, luego atraviesan por la prisión fecunda y por el exilio conspirativo, y culminan en el desarrollo de la guerra de guerrillas que los conduce a la conquista del poder, cadena de eventos históricos a lo largo de la cual reciben y dan solidaridad internacional.
En «Nuestra América en Fidel, durante los primeros días de la Revolución. La “Operación Verdad”», constatamos que: «Desde las jornadas iniciales de la Revolución en el poder, su líder actúa guiado por la doctrina martiana, consciente de que el destino de Cuba está asociado al de los demás pueblos de América Latina y el Caribe, y del papel que le corresponde a nuestra patria como avanzada de la emancipación continental».
En «Las insurgencias armadas en nuestra América. Una mirada actual sobre los años 1960», recibimos una certera y poco frecuente definición y valoración de las repercusiones continentales inmediatamente posteriores al triunfo de la Revolución Cubana. Esta es que, después de las primeras guerrillas surgidas entre 1959 y 1961 sin experiencia ni preparación y, por tanto, costosas en vidas humanas y en saldos políticos, a partir de 1962 Cuba apoya esa forma de lucha con entrenamiento, logística y combatientes propios.
De las lecciones de aquella década Germán resalta que, a diferencia de la insurrección cubana, portadora de un proyecto democrático, nacional y popular, a partir de la proclamación del carácter socialista de la Revolución Cubana en 1961: «el carácter político de las guerrillas cambió radicalmente. Porque el antimperialismo, el anticapitalismo y el socialismo formaban parte ineludible de su genética, lo hicieran explícito o no». A ello añade que:
De 1962 en adelante revolución significa derrocamiento del poder burgués, enfrentamiento al imperialismo y al capitalismo, y opción socialista. A partir de ese momento, aunque se oculten los objetivos, el imperio y las oligarquías ya no se equivocan, y actúan en consecuencia. Este factor pesó mucho en contra de los procesos armados después de 1959.
La precisa narración histórica continúa: un balance del período arroja que a mediados de los años sesenta el saldo de la lucha armada era desfavorable. El proyecto revolucionario continental que el Che inicia en Bolivia con apoyo de Cuba, responde a la necesidad y la urgencia de demostrar la viabilidad de otras revoluciones. Era preciso asegurar la coordinación y la convergencia de las fuerzas revolucionarias. Ese fue el propósito de la Conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), celebrada en agosto de 1967:
Su objetivo principal no se proclamó: ensanchar en toda la región las bases de apoyo al proyecto del Che, para esa fecha ya en Bolivia.
El origen y la razón de ser de la OLAS radicaba en el proyecto de lucha continental guevariano. Por eso se extingue con él en octubre de 1967.
Repárese en que los planos personal y no gubernamental eran los únicos en los que Cuba podía mantener relaciones con el resto de América Latina desde que, entre 1961 y 1964, los gobiernos del continente, excepto el de México (que se negó a cumplir los acuerdos de la VIII Reunión de Consulta de la OEA) y el de Canadá (que entonces no era miembro de esa organización) rompieron sus vínculos diplomáticos, consulares y comerciales con ella. En ambos planos, en el personal y en el no gubernamental, en esa etapa Cuba fue receptora y fue emisora de solidaridad.
En lucha contra las dictaduras militares implantadas en el cono sur, en los años setenta surgen organizaciones armadas en Uruguay, Brasil, Argentina y Chile, que «aunque no logran conquistar el poder, mantienen en jaque a esos regímenes y aportan legados muy importantes para el posterior curso político de esas naciones».
En el siguiente decenio:
El ciclo de los setenta incluye la novedad del experimento pacífico y democrático en Chile, que confirmó de manera dramática la decisión del imperio y las oligarquías de destrozar sin escrúpulos los cimientos de sus propios mitos democráticos, frente al peligro de perder su poder. La década también aporta dos procesos nacionalistas liderados por sendos líderes militares en Perú y Panamá (Juan Francisco Velasco Alvarado y Omar Torrijos), que marcan hitos favorables al avance antimperialista y de los movimientos populares.
Ese decenio concluye con la victoria de la Revolución sandinista, en julio de 1979, que veinte años después de Cuba reafirmó la viabilidad del camino insurgente armado.
En el Caribe, en Granada, cuatro meses antes, el 13 de marzo, mediante una acción armada fulminante el Movimiento de la Nueva Joya instauró un gobierno revolucionario.
Durante los años setenta, las relaciones solidarias de Cuba con América Latina y el Caribe se extienden al plano gubernamental, en virtud del restablecimiento de los vínculos diplomáticos con los gobiernos militares de Velasco en Perú y Torrijos en Panamá, con los gobiernos civiles de Allende en Chile y Héctor Cámpora en Argentina, y con los gobiernos de cuatro naciones recién independizadas de Inglaterra: Barbados, Guyana, Jamaica, y Trinidad y Tobago. Con esos ocho gobiernos, pasan a ser diez los que en el continente reconocen a su par cubano, por lo que, en 1975, con 15 votos a favor, la OEA deroga la sanción que las prohibía, lo que facilita el camino para nuevos restablecimientos de relaciones.
Los procesos de establecimiento o restablecimiento de relaciones diplomáticas con los gobiernos de América Latina y el Caribe requirieron de años de trabajo en los planos personal y no gubernamental. En correspondencia con lo que Germán llama los «modos de actuar» de Fidel, bajo su dirección personal, oficiales del órgano del Ministerio del Interior encabezado por el comandante Manuel Piñeiro Losada — que debido a los cambios que se iban produciendo en sus contenidos, medios y métodos de trabajo, en 1974 pasan a ser funcionarios del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba —, con la anuencia de los gobiernos correspondientes, se asientan de modo oficioso en todos los países donde ello fue necesario y posible para hacer el «trabajo de hormiga» en pos del restablecimiento de las relaciones diplomáticas.
Ese «trabajo de hormiga» comenzó a finales de la década de 1960 y sus resultados finales se cosecharon en la década de 2000.
A diferencia del «todos contra uno» de las amenazas y las agresiones contra Cuba realizadas por los gobiernos estadounidense y latinoamericanos, y del «uno contra todos» del apoyo de Cuba a las luchas de los pueblos de la región característicos de la década de 1960, en las décadas de 1970 y 1980 no solo se quiebra el aislamiento continental de Cuba, sino que la solidaridad política y el apoyo material de la Revolución Cubana a otros pueblos dejan de ser «a contracorriente» de un entorno hostil y se convierten en una acción multilateral consensuada, concertada y coordinada con otros pueblos y gobiernos. Son los casos del apoyo al Frente Sandinista de Liberación Nacional en su lucha armada contra la dinastía de la familia Somoza.
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En la séptima y la octava décadas del siglo XX, la atención y la solidaridad regional y mundial se enfocan en: la batalla contra las dictaduras militares «de seguridad nacional» y contra las añejas dictaduras centroamericanas devenidas Estados contrainsurgentes; la condena a la invasión de los Estados Unidos a Granada; las iniciativas internacionales a favor de una solución negociada del conflicto centroamericano, en cuyo epicentro estaban Nicaragua y El Salvador; la guerra de las Malvinas; y la draconiana reacción de los Estados Unidos a la crisis de la deuda externa, que le «echa el bulto» encima al resto del mundo, con graves consecuencias para América Latina y el Caribe.
La circunstancial secuencia de los procesos de normalización de las relaciones con los gobiernos de América Latina y el Caribe, en la que los planos personal y no gubernamental fueron «escalones» para llegar al plano gubernamental, de ningún modo puede interpretarse como que los planos personal y no gubernamental sean «inferiores», «transitorios» y/o «prescindibles» una vez alcanzado el plano gubernamental. Esos tres planos son complementarios e imprescindibles. Por razones ideológicas, políticas, éticas, morales e incluso de seguridad nacional, un país socialista como Cuba necesita conducir los tres planos de sus relaciones al unísono.
Subestimar, preterir, relegar y/o abandonar las relaciones personales y no gubernamentales cuando se establecen o se restablecen las relaciones gubernamentales, además de una imperdonable ingratitud con compañeros y compañeras de mil batallas, y con fuerzas políticas y sociales que lo dieron todo por Cuba y pagaron costos por ello, constituye un error estratégico con graves implicaciones; máxime en un mundo donde predomina la alternancia en el gobierno, y en específico, en una región donde:
– después de un Néstor y una Cristina, en Argentina gobernó un Macri;
– después de un Lula y una Dilma, en Brasil gobernó un Bolsonaro;
– después de un Correa, en Ecuador, gobernaron un Moreno y un Lasso;
– después de un Evo en Bolivia, gobernó una Añez;
– después de un Alberto Fernández, en Argentina, se repite la historia y hoy en ella gobierna un Javier Milei; y
– esta sucesión de un gobierno amigo por un gobierno no tan amigo, o incluso por un gobierno hostil, se puede seguir repitiendo, porque la derecha en la América Latina actual «es un monstruo grande y pisa fuerte».
Tanto por el hecho de que las relaciones entre Venezuela y Cuba llegaron a ser no solo estratégicas, sino vitales para ambos procesos revolucionarios, como por las excepcionales vivencias y experiencias que de esas relaciones atesora el autor cuya obra hoy presentamos, los 11 textos sobre Venezuela contenidos en Nuestra América Insurgente, y también los dos textos sobre la Operación Emmanuel, dado que la participación de Germán en ella fue una tarea derivada de sus 15 años como embajador en Caracas, son una clase magistral sobre el inseparable vínculo que siempre ha de existir entre el plano personal, el plano no gubernamental y el plano gubernamental de las relaciones exteriores de Cuba.
En un momento de aguda crisis política, económica y social en Venezuela, y también en las relaciones entre Venezuela y Cuba, la elección de Hugo Chávez a la presidencia de esa nación, en diciembre de 1998, le dio un giro de 180 grados a los vínculos entre ambos gobiernos. Con lujo de detalles, el libro fundamenta la fecunda combinación de la relación establecida entre Fidel y Chávez en el plano personal con la estrecha relación establecida entre el Partido Comunista de Cuba y el Movimiento V República y el Partido Socialista Unido de Venezuela en el plano no gubernamental, y con la fraternal relación establecida entre Cuba y Venezuela en el plano gubernamental.
Punto de partida de esa triada es la invitación que Fidel decide que se le curse a Chávez para que visite a Cuba, con fecha de llegada el 13 de diciembre de 1994. Las razones de esa invitación fueron: enviar al mundo y al continente un mensaje bolivariano y martiano antagónico con la primera Cumbre de las Américas, celebrada en Miami del 9 al 11 de ese mes; darle escarmiento al presidente Rafael Caldera por sus posturas anticubanas; y un tercer factor, aún más trascendente: «Fidel ha descubierto un dirigente cívico-militar de inmenso potencial para acelerar los cambios históricos en Venezuela y en toda la región».
A partir del 2 de febrero de 1999, día de la toma de posesión de Chávez como presidente de Venezuela, a la existente en el plano personal entre Fidel y muchos otros compañeros cubanos con Chávez, y la relación existente en el plano no gubernamental entre el Partido Comunista de Cuba y el Movimiento Quinta República, se suma una relación entre Cuba y Venezuela en el plano gubernamental que llegaría a su más altos niveles a partir de 2003–2004, cuando la Revolución Cubana hace todo lo que está a su alcance para solidificar las bases del poder revolucionario en Venezuela, un poder que el fallido golpe de Estado, el paro petrolero y el referendo revocatorio pretendieron destruir. A su vez, el poder revolucionario de Venezuela hace todo lo que está a su alcance para ayudar a Cuba a salir del periodo especial en el que estaba sumida desde el derrumbe del llamado bloque socialista europeo.
En «Fidel, Chávez y el destino de nuestra América» constatamos que:
Ningún texto u otra forma de expresión humana, podría abarcar los nexos entre Fidel y Chávez desde que se abrazan por primera vez el 13 de diciembre de 1994. La relación entre ellos sobrepasa la amistad excepcional, y es de las más fecundas existentes entre dos grandes del orbe. […]
La amistad de Chávez y Fidel, como todo nexo de este tipo entre dos seres humanos, es un haz de afectos que nacen, evolucionan y se consolidan en el tiempo, condicionado por diversas circunstancias y numerosos eventos emotivos, éticos y de otra índole — por ejemplo, políticos — y en algunos casos, como el de ellos, elevan su calidad mientras más se añejan, como el buen vino. […]
Chávez acrecentó en Venezuela la solidaridad y la amistad hacia Cuba y Fidel, llevándolas a las cotas más altas que hayan existido en cualquier país en el presente siglo. […]
Movidos por la identidad, el afecto y las iniciativas de ellos, convergen los dos pueblos, y bajo el ejemplo de la cooperación recíproca entre ambas naciones avanza con más vigor la unión de nuestra América toda. Porque cuanto piensan y hacen los dos líderes a favor de sus países, busca contribuir también al avance de la emancipación latinoamericana y caribeña, basándose en acciones solidarias concretas hacia otros procesos de lucha y gobiernos progresistas, a veces ostensibles y otras en silencio creador. […]
Gracias también a esa alianza multifacética entre los dos comandantes, y a la dinámica que genera un polo progresista inédito en la región a partir de 2003 — que ellos impulsan — , la hegemonía imperial pierde espacio, se amplían y fortalecen los procesos de integración continental y la idea del socialismo alcanza una nueva dimensión simbólica y real, al afirmarse como una alternativa necesaria y posible al capitalismo.
Sobre el estrechamiento y el salto cualitativo en las relaciones entre Cuba y Venezuela, ocurridos entre 2003 y 2004, el autor explica:
Derrotado el golpe petrolero, los Estados Unidos y la oligarquía deciden aprovechar los estragos que han provocado para revocarlo por la vía de un referendo. ¿Cómo encarar la amenaza electoral y las acciones violentas por venir, en un escenario económico y social tan aciago? Chávez tiene conciencia de que los desafíos son enormes y el tiempo para cambiar la situación es muy breve.
En julio de 2003, una encuestadora confiable de nacionalidad brasileña le informa la peligrosa realidad: si el referendo se hiciera ese mes, ¡él perdería por un margen superior a 10 puntos! […]
En este escenario de tensiones y esperanzas, dudas y afirmaciones, signado por urgencias humanas y políticas — sobre todo la posibilidad del referendo revocatorio — , surgen las misiones sociales, frutos de los ingenios concertados y del ímpetu de Chávez y de Fidel. Un año más tarde, a mediados de 2004, ellas constituyen el suceso más trascendente y el sostén principal de la Revolución Bolivariana. […]
Como nunca antes en la historia de nuestra América, dos grandes líderes deciden fusionar su credibilidad, experiencias y poderes para inventar e implementar programas binacionales de valor estratégico para la Revolución Bolivariana, Cuba, y los futuros procesos liberadores en la región.
Son partituras escritas por Fidel y Chávez a cuatro manos, mientras las ejecutan junto a un inmenso coro formado por millones de venezolanos y venezolanas. Y de miles de cubanas y cubanos, que los acompañan piel a piel en Venezuela o en diversos quehaceres desde la isla. […]
Durante los años 2003 y 2004, gracias a las misiones sociales, se enriquecen muchísimo los nexos políticos y humanos entre los dos líderes y a nivel de ambos pueblos […]
Diez años después de la primera visita de Chávez a Cuba nace el ALBA. […] y comienza así una nueva etapa en el complejo proceso de unión con una perspectiva bolivariana y martiana.
Visto desde la perspectiva mundial y regional, a contracorriente de los augurios derrotistas derivados del colapso del «socialismo real», a menos de siete años de la disolución formal de la URSS, ocurrida el 25 de diciembre de 1991, Hugo Chávez fue electo presidente de Venezuela, el 6 de diciembre de 1998; y a solo 10 años, 10 meses y 2 días, Luiz Inácio Lula da Silva fue electo presidente de Brasil, el 2 de octubre de 2002. Aquella entonces sorpresiva victoria de Chávez y la largamente esperada victoria de Lula iniciaron una tendencia sin precedente en América Latina, no porque fueran gobiernos de izquierda electos dentro del sistema democrático burgués, algo que ya había ocurrido en ocasiones anteriores, sino por la capacidad de esos gobiernos de defenderse, de hacer transformaciones sociales significativas y de lograr su reelección, entre una y cinco veces hasta este momento, según el caso.
A las primeras victorias de Chávez y Lula siguieron otras que tomaría mucho del breve tiempo mencionar aquí. En el primer semestre de 2009, la acumulación continental de fuerza social y fuerza política de la izquierda y el progresismo latinoamericano y caribeño estaba en su cenit. El eje de aquella acumulación era la interacción solidaria entre el ALBA-TCP y el Mercosur hegemonizado por la izquierda y el progresismo, que junto al Grupo de Río y el Caricom, acorralaron a la OEA a tal punto que, en la XXXIX Asamblea General de esa organización, efectuada en San Pedro Sula, Honduras, los días 2 y 3 de junio de ese año, se vio obligada a dejar sin efecto la expulsión del Gobierno Revolucionario de Cuba del Sistema Interamericano adoptada por su VIII Reunión de Consulta, el 30 de enero de 1962.
Aunque Cuba jamás regresará a la OEA, esa decisión constituye una reivindicación histórica. Pero 2009 fue el año en que se inició la primera fase de desacumulación de fuerza social y política que la izquierda y el progresismo latinoamericanos siguen sufriendo hasta el día de hoy.
Nótese la brusquedad del cambio, que se produjo en apenas 25 días de un mismo mes, en un mismo país y con una misma figura política como centro: el levantamiento de la sanción de la OEA contra Cuba ocurrió el 3 de junio de 2009 en Honduras, con el presidente Manuel Zelaya como anfitrión de la Asamblea General de la OEA; y el primer derrocamiento de un gobierno latinoamericano de izquierda o progresista ocurrió el 28 del propio mes de junio, en la propia Honduras, con el propio presidente Zelaya y el pueblo hondureño como víctimas. ¿Acaso fue eso un hecho fortuito?
Cuando tras cinco siglos y casi dos décadas de lucha contra la dominación colonialista, neocolonialista e imperialista América Latina parecía haber encontrado un camino seguro y estable para transitar hacia su emancipación, mediante golpes de Estado «de nuevo tipo», derrotas electorales y una traición, entre 2009 y 2019 caen los gobiernos de izquierda o progresistas de Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil, Ecuador, El Salvador, Bolivia y Uruguay, al tiempo que se intensifica el asedio contra Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Aún no se habían producido los reveses electorales de la izquierda en El Salvador y Uruguay, ni el golpe de Estado en Bolivia, todo ello en 2019, cuando en 2018, con la elección de Andrés Manuel López Obrador se abre en México una fase de conquista o recuperación de gobiernos que, a la altura de los días 3 y 4 de febrero de 2022, cuando sesiona en Caracas el Foro Internacional Revolución y Cambio de Época en el siglo XXI, incluía a Argentina, Bolivia, Honduras y Chile. Hoy sabemos que a esa tendencia se sumaron Colombia y Brasil, en mayo y octubre de 2022 respectivamente, y Guatemala en junio de 2023. También sabemos que esa tendencia se revirtió en Argentina, en octubre de 2023, nada menos que con la elección a la presidencia de Javier Milei. Este negativo acontecimiento no es más que una expresión, la más devastadora hasta el momento, de que
la fase de conquista o recuperación de espacios institucionales por la izquierda y el progresismo latinoamericanos no se sustenta en una recuperación equivalente de fuerza social y fuerza política que garantice la defensa y la preservación de esos espacios.
En medio de esta contradictoria y aún inconclusa vorágine de acontecimientos, unos positivos, otros parcialmente positivos y otros negativos, Germán presentó en el mencionado foro su ponencia titulada «¿Cambio de época en Nuestra América o devenir histórico en disputa?», de la que cito unos fragmentos:
¿Acaso fue prematuro definir un «cambio de época» en este siglo XXI en la América Latina y el Caribe, al interpretarse los procesos asociados a los gobiernos llamados «progresistas» y el formidable impacto continental de la Revolución Bolivariana, conducida por un líder excepcional? ¿Se tomaron en cuenta las diferencias subyacentes en tal generalización? En la mayoría de los países, no ocurren mudas estructurales ni se altera el sistema de poder. Tal vez el entusiasmo y cierta ingenuidad, no permitieran apreciar las fronteras y laxitudes de tales procesos. Hubo triunfalismo. Se creyó a menudo que eran irreversibles y que se había logrado alcanzar el poder, y no apenas el control relativo y temporal del gobierno. […]
La contraofensiva de Washington a partir del golpe de Estado en Honduras en 2009 y los desenlaces ulteriores de varios gobiernos progresistas, dan cuenta del poderío imperial. Y también muestran los desatinos y flaquezas de aquellos, de sus partidos afines y de los movimientos sociales cooptados o excluidos del poder, ora debido a insuficiencias de la izquierda y otras veces por la manipulación del sistema dominante.
Hubo premura en hablar de una etapa post neoliberal. El neoliberalismo no ha sido derrotado en la mayoría de nuestros países y menos en las relaciones económicas externas. Atenuó o enmascaró sus modos de existir, y muchas veces ni eso. Es la forma preponderante del capitalismo globalizado y en su versión regional subordinada al capital transnacional, solo será vencido cuando los pueblos alcancen el poder íntegro del Estado e instauren regímenes anticapitalistas.
Es necesario evaluar esto de manera sincera y profunda, pues las posibilidades de revertir retrocesos y deslices son enormes. […]
Es menester estudiar cómo funciona integralmente el sistema capitalista mundial y, en particular, conocer sus modos de reproducirse en nuestra América y en cada país. No hacerlo significa enfrentar a ciegas o de manera distorsionada un descomunal enemigo, del que se desconocen o se perciben mal sus fuerzas, recursos, aliados, estrategias, argucias, métodos, y también sus flaquezas estructurales y las debilidades de sus políticas.
Las estrategias políticas no fundadas en el análisis de los escenarios y de los movimientos reales — nacional, regional y mundial — , son inoperantes y peligrosas. Pueden conducir a la derrota y retardar el curso de las revoluciones deseadas.
No me sorprende la exactitud ni la profundidad de este planteamiento del problema teórico más importante y urgente que tienen ante ellos los movimientos sociales populares, las fuerzas políticas de izquierda y progresistas, y los gobiernos que se corresponden con esas identidades, incluyendo por supuesto a Cuba, hecho por Germán hace poco más de un año. No me sorprende debido a su trayectoria como profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana entre finales de los años sesenta y principios de los setenta, como funcionario y jefe de dos secciones, sucesivamente, del Departamento América entre los años setenta y los noventa, como embajador en Venezuela durante 15 años, y en la actualidad como politólogo, escritor y biógrafo del comandante Chávez.
El problema teórico práctico que Germán plantea en su ponencia es el que cotidianamente nos enseñaba y nos exigía formular Piñeiro, lo que con frecuencia hacíamos en caóticos, pero constructivos y efectivos debates colectivos de lo que él llamaba «grupo de crisis», a los que eran convocados todos los compañeros y compañeras que tuvieran elementos directos o indirectos sobre el tema en discusión, y también quienes tuvieran la buena o mala fortuna de abrir la puerta de su oficina para decirle algo, quienes «corrían el riesgo» de ser invitados o invitadas a sumarse a aquel «maratón» fulgurante.
«Barbarroja, sin enigmas» es una sentida evocación a la memoria del comandante Piñeiro, fundador en 1961, jefe hasta 1991, y autoridad moral suprema entre 1991 y su deceso en 1998 del órgano de solidaridad concebido y dirigido por Fidel para desarrollar las relaciones políticas con el continente americano en los tres planos reiteradamente mencionados en esta presentación: el personal, el no gubernamental y el gubernamental.
De Barbarroja dice Germán:
Todo ser humano es por definición irrepetible, más hay hombres como el comandante Manuel Piñeiro Losada que lo son de modo especial. Quienes tuvimos la suerte de encontrarnos con él en alguna parte de nuestras vidas, tenemos la satisfacción de poder ofrecer testimonios, informaciones y pareceres, con el ánimo de develar facetas y secretos de su legendaria existencia, que tan silenciosamente debió y supo mantener tras el don de su sonrisa.
Se han exaltado atributos suyos como la entrega a los deberes revolucionarios desde la guerra de liberación en Cuba y su capacidad para ejecutar con soltura y eficiencia importantes tareas solidarias de la Revolución, lo que incluye conocer antes que nadie los detalles del acontecer diario en el campo de sus responsabilidades. […]
Tenía cientos de afectos en muchos lugares del orbe, que incluían gente de disímiles colores políticos, creencias religiosas y posturas ideológicas. Pero distinguía los signos entre tan variados nexos y no admitía flaquezas éticas o políticas, en quienes teníamos la responsabilidad de mantener la atención directa a esos vínculos. […]
Dentro de Cuba se opuso con inteligencia y coraje a la copia de ciertos esquemas ideológicos y políticos tóxicos, importados allende el Atlántico.
Sobre cómo resolver el problema teórico y práctico en este momento planteado por las fuerzas populares latinoamericanas, Germán nos recuerda el siguiente proceder de Piñeiro:
Siempre fue alérgico a los planes sin sentido práctico. Recuerdo su burla y rechazo cuando a principios de los 1980 se nos orientó elaborar un plan de trabajo directriz para el año 2000, que debía anticiparse y descifrar qué estaría sucediendo en cada país de la región — ¡y del mundo! — 20 años después.
No desdeñaba el plan por objetivos concretos, en periodos máximos de un año y desglosados cada mes, aunque se inclinaba más por entender la coyuntura para tratar de influir en el curso de los acontecimientos. Y era increíblemente minucioso en cualquier análisis situacional de un país o circunstancia continental.
A tono con el criterio de Fidel de que al órgano de solidaridad de una revolución en el poder se le puede achicar, cambiar de lugar y/o readecuar sus funciones, pero nunca disolver, desde su fundación en 1961 hasta su disolución en 2010 el órgano de solidaridad dirigido por Fidel y conducido por Piñeiro pasó por tres formatos mientras perteneció al Ministerio del Interior (1961–1974) y por dos formatos mientras lo hizo al aparato auxiliar del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (1974–2010), cada uno de ellos en correspondencia con el contenido, los objetivos y las tareas de cada período.
En las décadas de 1970 y 1980, esos formatos le posibilitaron hacerle propuestas a la dirección del país sobre los problemas teórico prácticos de países y de escala regional y hemisférica. El formato de la etapa correspondiente a la crisis terminal del llamado bloque socialista europeo le permitió responder las interrogantes del «horno de los 90», ingeniosa frase acuñada en el título de un libro de Fernando Martínez Heredia publicado cuando Cuba sufría lo que Fidel llamó el doble bloqueo, cuando unos sectores de la izquierda latinoamericana se socialdemocratizaban, mientras la socialdemocracia europea se neoliberalizaba, cuando otros sectores de la izquierda latinoamericana no encontraban una definición más específica de sus programas de lucha que la «búsqueda de alternativas al neoliberalismo», cuando en la plenaria de un encuentro del Foro de Sao Paulo no se le concedió la palabra a Chávez, cuando en otro encuentro no se aprobó un proyecto de resolución a favor de su candidatura presidencial de 1998 y cuando en un sucesivo tercer encuentro apenas se tomó nota de su elección a la presidencia de Venezuela: ¡Qué tiempos aquellos!
Con la dirección de Fidel, la conducción de Piñeiro y las «tormentas de ideas» de sus «grupos de crisis» salimos exitosos y orgullosos del «horno de los 90», donde fueron muy importantes los aportes del Centro de Estudios sobre América, el Minrex, las organizaciones de masas y sociales, otros centros de estudio e investigaciones, y compañeras y compañeros de la prensa y otros sectores de la sociedad. El formato flexible de aquel órgano de solidaridad también le permitió estar a la altura de las batallas políticas de la década de 2000, cuando el cambio en la correlación regional de fuerzas a favor de los movimientos sociales populares, la izquierda y el progresismo no solo forzó a la OEA a eliminar la última sanción vigente de las adoptadas contra Cuba en los años sesenta, sino que compulsó a la administración de Barack Obama a emprender un segundo, luego frustrado, proceso de normalización de relaciones con Cuba, una de cuyas razones fundamentales la plasmó en sus memorias el entonces Vice Asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y principal operador político de ese proceso, Ben Rhodes: «cada vez que viajamos a América Latina nuestras reuniones estuvieron dominadas por las quejas sobre nuestra política hacia Cuba».
De las consecuencias de la disolución del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana y de la revista Pensamiento Crítico, habla Germán en «El proceso chileno durante la Unidad Popular. Importancia para experiencias revolucionarias posteriores»:
Llegué a Chile con [José] Bell [Lara] unos días antes del 26 de julio [de 1971]. Éramos jóvenes intelectuales con deseos de aprender […].
En tal original coyuntura llegaron a Santiago decenas de pensadores de primerísimo nivel. El Chile de aquellos años, tuvo por consiguiente el privilegio de contar con decenas de pensadores quienes generaron fructíferos debates e hicieron aportes a la teoría revolucionaria. Gente con extraordinaria preparación que además tenía militancia revolucionaria. […]
Ironía de la historia. Mientras que en Cuba se cerraba un exitoso ciclo de pensamiento crítico, desarrollado por jóvenes forjados en el fogón revolucionario durante la epopeya de los años sesenta, en Chile, entre 1971 y 1973, se vivía una etapa de florecimiento de los debates y las ideas. […]
En Cuba, al comenzar los setenta se iniciaba el quinquenio gris y se cerraba un ciclo de pensamiento crítico — incluida la revista homónima — . Sin embargo, nuestro principal dirigente optó por una posición no dogmática frente a los nuevos procesos latinoamericanos, a los que la Revolución Cubana le brindó toda la solidaridad posible, a partir de una comprensión cabal de su significado.
Un segundo ciclo de pensamiento crítico, en lo que respecta al planteamiento y solución de los problemas teórico prácticos de las relaciones de Cuba con los Estados Unidos y con América Latina, se cerró en 1996,[1] y un tercer ciclo en ese mismo ámbito se cerró en 2010‑2011.[2]
https://ruthtienda.com/inicio/1142-nuestra-america-insurgente-23-textos-para-debatir.html
Las preguntas son: ¿quién responde hoy las interrogantes formuladas por Germán en febrero de 2020? ¿A quién le correspondería hacerlo? ¿Quién estaría en condiciones de hacerlo? Es cierto que nos agreden el bloqueo imperialista y la guerra cultural, pero el problema teórico práctico contenido en las interrogantes de Germán no podemos «barrerlas bajo esa alfombra», porque sin encontrarle soluciones a ese problema no derrotaremos ni al bloqueo ni a la guerra cultural.
En las luchas sociales y políticas de signo popular, tal como en la Física, hay un efecto de acción y reacción:
– la acción de las seudodemocracias neoliberales establecidas en América Latina en las décadas de 1980 y 1990 provocó la reacción de los pueblos que en la década de 2000 eligieron a gobiernos progresistas y de izquierda en varios países de la región;
– la acción de los gobiernos progresistas y de izquierda provocó la reacción del imperialismo y la derecha criolla que desató contra ellos la guerra mediática, la guerra jurídica y la guerra parlamentaria para derrotarlos o derrocarlos;
– la acción antipopular y revanchista de la derecha donde logró desplazar al progresismo y la izquierda del gobierno provocó como reacción el inicio de una nueva, pero más modesta, tendencia a la ocupación o recuperación de gobiernos iniciada en 2018;
– la acción de los gobiernos ocupados o recuperados por el progresismo y la izquierda provoca como reacción una nueva escalada reaccionaria, no solo evidente en los países hoy gobernados por la izquierda y el progresismo, y también contra Cuba;
– esa acción requiere una nueva reacción del progresismo y la izquierda, y también de Cuba, que no pueden comportarse como si el tiempo no pasara, como si fuera posible hacer retroceder las manecillas del reloj de la Historia, como si lo que fue bueno y oportuno en la década de 2000 lo sigue siendo en la de 2020. Lo que está ocurriendo en Argentina así lo demuestra.
Con respecto al futuro, en «Barbarroja, sin enigmas», Germán dice:
Algún día será útil que puedan sistematizarse sus aportes a las técnicas y procedimientos de la Inteligencia y a los métodos conspirativos. Por ahora rememoro esta máxima suya, que le escuché más de una vez en su sabio lenguaje criollo: «Vista larga, paso corto, mucho olfato y no quemar la fuente». ¿Está claro? Con Piñeiro aprendí el significado del apotegma martiano: «En la política, lo real es lo que no se ve». […].
Y también aprendimos de Piñeiro que las siembras en política se parecen a las plantaciones: hay que renovarlas y darles atención integral mediante las fórmulas que ya han dado resultados. Y si se adecuan algunos instrumentos y métodos a las nuevas realidades, o incluso se crean otros, es menester también en ello mantener la continuidad y las rupturas solo indispensables, pues las condiciones y prácticas de la dominación imperial son esencialmente iguales, e incluso exigen mucho más — y mejor — , de lo mismo que movió a los revolucionarios y los pueblos de esos tiempos».
Ojalá sea posible sistematizar las técnicas, los procedimientos y los métodos de Piñeiro. Ojalá sea posible actualizarlos, desarrollarlos y adecuarlos para resolver los problemas prácticos de las luchas del presente y el futuro. Ojalá haya profesionales capaces y dispuestos a hacerlo.
Termino con otro fragmento de «Barbarroja, sin enigmas»:
Murió sin cargo, pero con los mismos amigos y amigas de siempre, y muchos nuevos afectos que se sumaron de varias partes del mundo. Siguió siendo nuestro principal consejero e inspirador, apoyándonos a todos en el trabajo con la humildad del sabio y la delectación de un artista.
Fue quizás en ese periodo final de su vida en el que mejor mostró su entereza y lealtad a la Revolución y a Fidel, y su formidable necesidad de ser útil.
Este libro, Germán ha querido dedicarlo al comandante Piñeiro, cuyo legado es un tesoro del pueblo cubano y de nuestra América insurgente.
Notas:
[1] Se refiere a la destitución del Consejo de Dirección del Centro de Estudios sobre América (CEA). Sobre este tema, ver Luis Suárez Salazar. «El Centro de Estudios sobre América (CEA): Apuntes para su historia», en La Tizza, La Habana, 30‑5‑2022.
[2] En 2010‑2011 se produjo: «la sustancial reducción de los recursos humanos y materiales sufrida […] por las contrapartes cubanas de las fuerzas políticas y social‑políticas de izquierda y progresistas, y de los movimientos populares y en general, y de las de América Latina y el Caribe en particular, incluida la disolución de los cuatro centros de estudios adjuntos al CC del PCC entonces existentes: Centro de Estudios sobre América (CEA), Centro de Estudios Europeos (CEE), Centro de Estudios sobre Asia y Oceanía (CEAO), y Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente (CEAMO). […] También se suspendió la celebración de los eventos internacionales de los que La Habana había sido sede desde inicios de la década de 1980, entre los que resaltan los dedicados a la deuda externa, la lucha contra el ALCA y la globalización y los problemas del desarrollo. Ver Roberto Regalado: «El socialismo cubano necesita un debate y un nuevo consenso programático», en La Tizza, La Habana, 26‑7‑2021.
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