Por David García Colín Carrillo (CMI)
“Cuando se trate de principios, pase lo que pase haz lo que debas”
León Trotsky
México ha vivido un sexenio de pesadilla pero también de lucha. En el momento de escribir estas líneas, en enero del 2017, el país se conmociona por del aumento en los precios de la gasolina. En muchos lugares del país el movimiento adquiere tintes de insurrección: tomas de edificios de gobierno, de instalaciones de la empresa Petróleos Mejicanos (PEMEX), de puestos fronterizos, carreteras. En lugares como Ixmiquilpan -en el estado de Hidalgo- los policías disparan a matar. El “gasolinazo” ha sido la chispa que ha incendiado la pradera. La crisis mundial del capitalismo significa la agudización de la lucha de clases. Es bastante claro en México. Lo que hace falta no es voluntad de transformación, el pueblo de México ha luchado, se ha volcado a las calles; lo que falta es unidad en la acción y una dirección política revolucionaria que pueda canalizar la rebelión.
El gobierno priísta de Enrique Peña Nieto se puede describir como una sucesión ininterrumpida de eventos desastrosos para las masas trabajadoras, pero también para la imagen de aparador de Peña, cuidadosamente construida por las televisoras y que está en ruinas. Masacres como las de Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingan, Tanhuato -entre otras muchas-; el repudio generalizado a la Reforma Educativa; escándalos de corrupción como los de la “Casa Blanca” y el plagio de la tesis de licenciatura del presidente, el respaldo a la campaña de Trump con la inaudita invitación a México, los gasolinazos, la violencia imparable, la precarización del empleo, la desesperación social, privatizaciones masivas, naufragio electoral del Partido Revolucionario Institucional (PRI) lo demuestran. El gobierno de Peña Nieto puede presumir el récord de ser el más impopular del que se tenga memoria, según la revista Proceso sólo 1 de cada 10 mexicanos lo apoya, y apenas el 5% está satisfecho con su gobierno.
Acumulación de dinamita, luchas emblemáticas
En realidad el gasolinazo es el “accidente” que ha sacado a la superficie las tensiones que habían estado bajo la superficie. Durante largo tiempo -por lo menos desde el movimiento #Yo soy 132 (incluso, se puede rastrear este movimiento en la lucha contra el fraude de 2006, la lucha de la APPO y Atenco)- México pareciera estar al borde de la insurrección de manera permanente. A su vez toda esta inconformidad se ha larvado durante más de 35 años de privatizaciones y ataques a los niveles de vida de la población. El salario ha colapsado más de 60%, más del 50% de la población sobrevive en niveles de pobreza -el porcentaje aumenta a 70% entre las comunidades indígenas- mientras las privatizaciones crearon a uno de los ocho hombres que concentran la mitad de la riqueza mundial, el magnate Carlos Slim, y 10% de de los millonarios mexicanos acumulan el 67% de la riqueza del país, esta disparidad obscena nunca había sido tan grande.
Esta desigualdad explosiva fue creada por la venta de la industria nacional que, de una u otra forma, había sido herencia de la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas. Más de mil empresas estatales han sido vendidas como chatarra en los últimos 35 años. Solo Miguel de la Madrid presumió haber privatizado 118 en su último informe de gobierno. Se han privatizado carreteras, puertos, aeropuertos, minas, ferrocarriles, bancos, ejidos, ingenios, televisoras, astilleros, etc. La privatización de PEMEX ha sido la cereza del pastel.
Estos ataques se han acelerado durante el gobierno de Peña Nieto. El gobierno de Calderón, al final de su mandato, le obsequió a Peña la desaparición de Luz y Fuerza del Centro que arrojó a la calle a unos 44 mil trabajadores y dio un duro golpe al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), uno de los sindicatos más longevos de México. Luego, el régimen de Peña Nieto impuso la reforma laboral que legalizaba la precarización del empleo, que facilita los despidos y hace casi imposible la formación de nuevos sindicatos. La implementación de esta reforma al terreno educativo — la reforma educativa- generó uno de los movimientos que han marcado este sexenio: el movimiento de la CNTE que durante meses fue la oposición más seria al gobierno. Guerrero, Michoacán, Chiapas fueron sacudidos con un movimiento radical que en lugares como Guerrero tendía a unificarse con grupos armados de policías comunitarias. Con sus flujos y reflujos, a finales del 2016, el movimiento llegó a contagiar a padres de familia que fueron los protagonistas de paros y tomas de carreteras. Sin embargo, la falta de dirección y el gremialismo sindical orientaron al movimiento rumbo a acuerdos locales que aunque prácticamente han frenado la implementación de la Reforma Educativa en varios estados no lograron el objetivo de echar abajo la reforma ni derribar a un gobierno que se encontraba contra las cuerdas.
En México menos del 10% de la Población Económicamente Activa (PEA) está sindicalizada y sólo el 1% de los sindicatos son democráticos (la CNTE entre los más destacados), el resto pertenece a rancias federaciones priístas como la CTM o el Congreso del Trabajo. Debido a esto fue muy significativa la huelga de los jornaleros en San Quintín durante el 2015. Estos trabajadores demandaban el reconocimiento de su organización democrática, desprenderse del control de los sindicatos charros y un aumento de salarial. La huelga fue emblemática porque a pesar de la represión, el movimiento contó con un amplio apoyo popular y demostró que en los centros de trabajo las condiciones se vuelven explosivas precisamente por la falta total de derechos y de representación sindical.
Producto de la descomposición social y de la falta de alternativas, los cárteles de la droga controlan amplias regiones del país, el dinero del narcotráfico es uno de los pilares principales de la economía (junto con las remesas y el petróleo que el gobierno está entregando a empresarios privados) y el dinero de los cárteles fluye e influye hacia las campañas políticas. Son cientos de miles de desaparecidos (unos 180 mil desde el gobierno de Calderón hasta la fecha) y alrededor de medio millón de desplazados de guerra. En México ser mujer humilde incrementa el riesgo de morir: cada día mueren 7 mujeres de forma violenta. Entre 2007 y 2015 fueron asesinadas, en promedio, 600 mujeres por año.
La desaparición en 2014 de 43 normalistas de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa detonó otra de las coyunturas más trascendentes de este periodo, un acontecimiento que ha devenido tan simbólico como el 2 de Octubre. “Fue el Estado” se convirtió en una de las consignas más coreadas durante esas jornadas multitudinarias. La consigna da en el grano. La periodista Anabel Hernández ha revelado la participación del ejército y su complicidad con los carteles de la droga en estos acontecimientos. Según esta investigación, el objetivo de los militares al detener los camiones donde se trasladaban los normalistas fue recuperar la heroína que los traficantes habían ocultado en esos camiones sin que los estudiantes pudieran saberlo. Cuando los normalistas presenciaron la recuperación de la droga por parte de los militares éstos decidieron no dejar testigos. Luego, el gobierno de Peña Nieto -cuya campaña fue financiada en buena medida con dinero de procedencia ilícita- intentó encubrir los hechos con la versión oficial del basurero de Cocula y la participación única de funcionarios y traficantes locales. Esta versión está en ruinas como el propio gobierno.
La lucha contra la inseguridad y los grupos del narcotráficos han generado expresiones de organización armada del pueblo: grupos de autodefensa y policías comunitarias, expresiones que no se veían desde la Guerra Cristera (en este caso un movimiento de ultraderecha) y el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). En 2014 las autodefensas prácticamente tenían tomado el estado de Michoacán y sólo las limitaciones políticas de este movimiento -limitado al tema de la seguridad- impidieron que tomaran Morelia. El régimen pudo contener este movimiento con una combinación de cooptación -legalizaron muchos grupos en la forma de policías ejidales poniéndolos bajo control del gobierno-, soborno abierto y represión.
El gasolinazo, México en ebullición
El gobierno ha vendido “la gallina de los huevos de oro” que proporcionaba el 30% del presupuesto público. Peña Nieto dice que ya no hay petróleo y que la caída de los precios ha vuelto insostenible mantener el peso del petróleo en la economía, sin embargo, esto se contradice con la rentabilidad de PEMEX que tanto ambicionan los tiburones trasnacionales: El margen de ganancias de la empresa es de 49 mil millones de dólares, mayor al de la petrolera más grande el mundo, la norteamericana Exxon Mobil (16 mil mdd), la anglo-holandesa Royal-Dutch Shell (15 mil mdd), la norteamericana Chevron (18 mil millones de dólares), y la brasileña Petrobras (31 mil millones de dólares). El agujero en las finanzas públicas que el frenesí privatizador ha ocasionado está tratado de ser tapado con los cadáveres de los trabajadores, es decir, con mayores impuestos y precarización inaudita en los niveles de vida. El aumento en las gasolinas tiene el objetivo de subsanar el déficit presupuestario y, al mismo tiempo, situar el precio en un punto que permita la máxima rentabilidad en el combustible, además de proporcionar exorbitantes ganancias a los empresarios y políticos corruptos inmiscuidos en la importación de gasolinas (que ya es del 60% de lo que se consume en México).
La dependencia de México respecto al imperialismo es abrumadora. El dictador Porfirio Díaz decía: “pobre de México, tan lejos de dios y tan cerca de Estados Unidos”. El 70% del comercio exterior depende del coloso del norte, México importa el 60% de sus alimentos y energéticos; la economía se sostiene –además del dinero del narco- con la remesas de los migrantes ilegales y con la inversión extranjera. El muro fronterizo y la política migratoria afectarán el flujo de remesas con el que se sostienen pueblos y regiones enteras en México. La privatización del petróleo significa que el país no cuenta con ninguna herramienta para amortiguar el impacto de la crisis, ni para respaldar el valor de la moneda. Por ello, cada exabrupto de Trump contra México ha provocado que el peso mexicano caiga 40 centavos de su valor frente al dólar. Así, el anuncio Ford, que canceló una inversión de mil 600 millones de dólares en San Luis Potosí, depreció el peso en poco más del 3% en menos de una semana. Nuevos aranceles a la industria automotriz trasnacional, anunciados por Trump, amenazan con desbaratar el modelo de acumulación capitalista que se ha impuesto en México durante las últimas décadas. Bajo la lógica capitalista es imposible detener el colapso, sobre todo en una economía sin defensa que depende de los ánimos de los capitalistas. Comenzando el año el peso se cotizó en 22.5 por dólar, su peor nivel desde 2008. Pero cuando los “records” se rompen cotidianamente es sólo porque estamos ante una nueva normalidad porque la nueva normalidad es la crisis. Al inicio de la administración de Peña el peso valía 12.8 por dólar, lo que significa una depreciación de más del 40%. “Según Bloomberg, el peso mexicano ocupó el segundo lugar como la moneda con el peor comportamiento del mundo, de una muestra de 31 de las más importantes. Sólo la lira turca perdió más”. La economía mexicana se encuentra al borde del abismo.
El gasolinazo es un nuevo punto de ruptura, que de cierta forma recupera las experiencias de las luchas anteriores y arrastra a nuevos sectores, sacudiendo, al mismo tiempo, regiones del país que se habían mantenido apáticas. Recientemente Baja California vivió la marcha más grande de su historia, cerca de 50 mil manifestantes colapsaron el Centro Cívico de Mexicali, Guadalajara, Monterrey, Puebla han vivido movilizaciones sin precedentes. En todos los estados del país ha habido manifestaciones de repudio. El costo de la gasolina, obviamente, influye en el precio de todas las demás mercancías, especialmente de aquéllas de consumo básico, además del transporte de la propia fuerza de trabajo -cuyo poder de compra no aumenta en la misma proporción-. Una avalancha de aumento de precios está ya en el orden del día y será cada vez más abrumadora, alimentando la furia social.
El ambiente de unidad, los intentos espontáneos por coordinar al movimiento, son más fuertes que nunca. Amplios sectores han extraído la conclusión correcta de que sin un Frente Único, sin coordinación, la coyuntura se difuminará como ha sucedido en el pasado. El deber de los marxistas es desarrollar estas tendencias revolucionarias.
La nueva realidad que ha abierto la coyuntura del gasolinazo consiste precisamente en que esta exacerbación tendrá carácter permanente y las explosiones sociales serán la nueva normalidad, sacudiendo al país por oleadas cada vez más fuertes y de mayor frecuencia. Lenin decía que las condiciones revolucionarias se pueden medir por la incapacidad del régimen de gobernar como antes y la incapacidad del pueblo para soportar como antes, a estas dos condiciones Lenin añadía una tercera fundamental para que el movimiento pudiera triunfar: el factor subjetivo o la existencia de una organización revolucionaria con influencia de masas dispuesta e llegar hasta el final. De estas tres condiciones, las dos primeras están más que presentes, falta la última.
Los límites de la izquierda reformista
La organización de izquierda con mayor influencia de masas es, sin duda, MORENA. Se trata de un partido político nacido de los convulsivos acontecimientos del 2006 que fracturaron al PRD -sumido en el descrédito al haber firmado el Pacto por México con Peña Nieto- y decantaron en la fundación de esta nueva organización en 2012. No obstante que entre sus bases se encuentran militantes que han participado en todas y cada una de las coyunturas que hemos referido, la dirección burocrática ha centrado toda su atención exclusivamente en el terreno electoral y ha supeditado todo a este objetivo. Con tal fin, ha mutilado la democracia interna, ha limitado los comités de base a la tarea de volantear y ganar elecciones. Ha impuesto candidatos de forma verticalista, minando en muchos sitios su autoridad frente a los activistas e incluso sectores populares. Andres Manuel López Obrador (AMLO) ha orientado su estrategia a tratar de convencer a los empresarios y al propio régimen de que no es una amenaza para el sistema y que, por el contrario, se puede contar con él para traer estabilidad y prosperidad. Su oposición al régimen se ha limitado al terreno parlamentario y de terciopelo. Mientras el movimiento pide la caída de Peña Nieto, AMLO propone actos simbólicos como juntar firmas a favor de elecciones limpias, o mítines dilatados en el tiempo (evidentemente, está a la espera que el movimiento se diluya para que no entorpezca sus limitados horizontes electorales).
AMLO cree que puede jugar un papel similar al de Lula en Brasil, que pudo llevar adelante el programa de la burguesía financiando y, al mismo tiempo, programas sociales para los pobres. Pero el empuje económico de China, que posibilitó a algunos gobiernos de izquierda de la región –incluida Venezuela- cierto margen de maniobra, se ha ido para no volver. Los gobiernos reformistas en América Latina van en retroceso o están en aguda crisis. Lula –después de ser el “niño mimado” de los medios burgueses internacionales- está en desgracia, demostrando los límites y el fracaso del reformismo. De hecho, la desaceleración china explica uno de los factores del colapso de los precios del petróleo -el precio del barril cayó de los 120 usd, durante el gobierno de Fox, a los 20 dólares- que ha golpeado fuertemente la economía mexicana. La idea de que se puede transformar significativamente la vida de las masas con ahorros, mandamientos morales y menos corrupción, como sostiene AMLO, es tan realista como pretender curar el cáncer con aspirinas o fomentos calientes. Los cierto es que la crisis del capitalismo significa que no son posibles las reformas. La realidad impone contrarreformas, o se rompe con el capitalismo o éste impone su lógica de forma implacable. Así, los reformistas se convierten en la peor especie de utópicos.
Esto no quiere decir que no haya que luchar por reformas progresistas –las masas no aprenden de otra forma que luchando por ellas-, el punto es que los reformistas suelen no ser consecuentes con la lucha por las reformas que proponen –recordemos el caso de Syriza en Grecia-, precisamente porque se niegan a luchar contra el capitalismo. El problema es que si se acepta el capitalismo como inevitable, se debe aceptar sus métodos y sus objetivos (el lucro privado, el individualismo y demás lacras sociales). Pero esto es algo que las masas aprenderán por su propia experiencia, no debemos extraer conclusiones sectarias del fracaso del reformismo. No cabe duda que MORENA cuenta aún con amplias reservas de apoyo entre el pueblo de México. Evidentemente, existen dos MORENAs: la de burocracia, y la de base. Ambas presionan en sentidos distintos. Los marxistas nos posicionamos con las bases, al mismo tiempo que explicamos nuestro programa.
MORENA burocrática plantea que hay que esperar a las elecciones del 2018 pero la MORENA de base no puede esperar. De hecho, las masas no van a esperar y ahora mismo están en las calles tratando de derribar al gobierno de Peña Nieto. La consigna más recurrida en las movilizaciones ha sido “Fuera Peña”. El gasolinazo ha terminado por colapsar el respaldo popular del régimen que ya de por sí era minoritario. Lamentablemente, AMLO se encuentra entre los pocos empecinados en sostenerlo. El reformismo vuelve a funcionar como “la enfermera” del sistema.
El EZLN, por su parte, ha abierto ciertas expectativas con el anuncio de que apoyará la candidatura anticapitalista indígena del Consejo Nacional Indígena (CNI) para disputar la presidencia de la república. Habrá que esperar el desarrollo de esta candidatura y si se abre la oportunidad para discutir el programa anticapitalista que necesita el movimiento. Para nosotros los marxistas, el anticapitalismo, para tener verdadero contenido, debe implicar la expropiación de la banca, la tierra y la gran industria y su puesta en funcionamiento bajo control obrero. La candidatura del EZLN puede ser la oportunidad para debatir de forma fraterna estos temas. No obstante, parece ser que la mujer que postulará el CNI tendrá un carácter simbólico, es decir, no contará con registro oficial. Si esta orientación se concreta, la candidatura indígena perderá en gran medida la posibilidad de atraer a sectores más amplios, aspirando solamente a capitalizar el voto nulo, sólo el de aquéllos que de todas formas no ven alternativa alguna en MORENA.
Unidad en la acción, ganar a las masas para ganar la batalla
En cualquier caso, la transformación socialista de la sociedad requiere ganar a las masas que siguen tanto a MORENA, al EZLN y a los sindicatos. Antes de tomar el poder, decía Lenin, hay que “tomar” a las masas. Por ello, es necesario luchar hombro con hombro con nuestro pueblo, explicando pacientemente, tratando de elevar el nivel de conciencia de las masas; mostrándoles en base a su propia experiencia que el problema de fondo es el capitalismo mismo. La unidad en la acción entre las bases de MORENA, el EZLN, los sindicatos, los estudiantes y el conjunto del pueblo es más urgente que nunca. Al mismo tiempo se debe procurar la coordinación de los movimientos que han surgido de manera espontánea e independiente. La tarea es unificar las luchas, promover las asambleas de barrios, de escuelas, de fábricas; vincularlas de manera regional y nacional. De éstas surgirá el “doble poder” que puede y debe sustituir al podrido estado burgués. Sobre la base del frente amplio las masas aprenderán, pero la condición para capitalizar esto es construir una corriente revolucionario de masas.
Los marxistas de la Corriente Marxista Internacional (CMI) y de su sección mexicana agrupada en La Izquierda Socialista nos hemos involucrado de lleno en las iniciativas de unidad planteando la necesidad de un frente común en base a consignas que tiendan a agrupar a todo el movimiento de izquierda, el programa de lucha que proponemos -recogido del propio movimiento y por tanto abierto a la construcción popular- es:
1.- El gobierno de Peña Nieto debe caer
2.- Derogación del gasolinazo
3.- Control de los precios de las mercancías de canasta básica, los precios deben ser subsidiados para estar al alcance de la gente más necesitada
4.- Aumento de emergencia del Salario mínimo a 8 mil pesos mensuales. Escala móvil precios-salarios.
5.- Contra la reforma educativa que intenta privatizar la educación.
6.- Derogación de la reforma energética
7.- Contra la privatización del sector salud y el agua
8.- Desmilitarización del país, que el ejército regrese a los cuarteles y que la seguridad sea retomada por comités de autodefensa barrial.
El ambiente de unidad es más fuerte que nunca, diversos intentos de coordinación e iniciativas de movilización surgen como zetas. Referentes importantes de los trabajadores se han sumado a estas iniciativas: la Nueva Central de Trabajadores, la CNTE, la Unión Nacional de Trabajadores, sindicatos universitarios, organizaciones estudiantiles, etc. En todas las reuniones se habla de la necesidad de movilizarnos juntos, de acordar una fecha para la realización de una asamblea nacional unitaria. Si esta asamblea se concreta, el movimiento dará un paso de gigante. Las consignas de unidad son importantes porque tienden a elevar el nivel de conciencia de las masas con base en la lucha. A este programa -que varía según el contexto- Trotsky le llamaba “Programa de transición”: intenta establecer un puente entre las consignas inmediatas y las tareas socialistas.
Por el momento la perspectiva electoral se ve lejana e incierta -dada la convulsiva situación actual, ni siquiera es seguro que esas elecciones se realicen- y toda la atención del movimiento debe centrarse en organizarnos rumbo a la caída del régimen. Pero “la naturaleza aborrece el vacío”, si a pesar de los acontecimientos, el movimiento no es capaz de dotarse de una dirección que le permita trascender, se impondrá la coyuntura electoral como otro escenario de lucha. Negar el terreno electoral como posible espacio de canalización de la lucha de clases, es negar los acontecimientos revolucionarios que en el 2006 sacudieron a México, es negar el hecho de que la Revolución Mexicana de 1910 surgió de la posibilidad del cambio electoral, a través de Madero (un accidente histórico que fue superado y barrido por los acontecimientos). Los marxistas no hacemos un fetiche de las elecciones -para nosotros sólo son el accidente que puede abrir las compuertas de la revolución- pero tampoco omitimos este espacio de lucha como hacen los anarquistas.
En el caso de una coyuntura electoral, será necesario presentar un frente común movilizado en las calles -de la misma forma en que ese frente es necesario hoy-. De concretarse la candidatura indígena, la candidatura de izquierda con menos posibilidad podría declinar a favor de la mejor posicionada, sin que esto signifique dejar de defender un programa propio y seguir discutiendo nuestras diferencias. En cualquier caso, la lucha electoral no puede ser vista como un fin en sí mismo, sino como un producto de la organización y movilización en las calles. La izquierda no podrá derrotar el fraude sin apoyarse en la movilización masiva del pueblo. La visión miope y electorera de la dirección de MORENA juega en contra de sus posibilidades de triunfo, pero la situación calamitosa y la necesidad de las masas por encontrar una salida apunta en sentido opuesto. De la correlación de este choque de fuerzas dependerá el resultado final. Si la caída revolucionaria del régimen se vuelve inminente, no es descartable que la clase dominante acepte la llegada de AMLO como único medio de contener el proceso revolucionario.
Si la izquierda reformista, ya sea en su versión Morena o EZLN, logra llegar a ser gobierno, un nuevo escenario de la lucha de clases se abrirá de tajo: la lucha por obligar a este gobierno –que sectores de las masas verán como suyo- a cumplir con el programa de demandas populares. El crecimiento de las fuerzas del marxismo, sobre todo ante la incapacidad del reformismo por resolver la “cuadratura del círculo”, será inminente, siempre y cuando sepamos intervenir de forma correcta. En cualquier caso, la lucha por la caída de Peña Nieto y el socialismo es ahora.
Ciudad de México, 17 de enero de 2017.
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