Por: René Fidel González García
Palabras de introducción a la conferencia del Dr. Walter Mondelo García sobre la Revolución de Octubre, pronunciadas en la sede provincial de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), en Santiago de Cuba.
Compañeros:
Pocas, muy pocas veces, han tenido hasta hoy los revolucionarios de cualquier parte del mundo, y de Cuba, en todas las épocas, la oportunidad de recordar a una Revolución viviendo en una. Es ésta, sin dudas, aún, una extraordinaria singularidad que tenemos que apreciar en nuestro caso. En 1989, cuando se cumplieron dos siglos del inicio de la Revolución Francesa, lo que quedaba de la Revolución de Octubre era, cuando más, el amasijo del aparato estatal y político, paquidérmico y atroz, que le había usurpado. Para esa misma fecha, su hermana gemela, la primogénita de las grandes revoluciones del siglo pasado, la siempre olvidada Revolución mexicana, era apenas una tenue marca en el calendario oficial de la maquinaria corrupta y venal del partido que le asfixió y traicionó.
Decir esto es, en realidad, decir solo parte de la verdad.
Las revoluciones son siempre un misterio, y como los torrentes que las originan, sus propias trascendencias, todas sus sobrevidas posibles, andan siempre, se mueven, entre la rabia ante la injusticia que distingue la condición humana y el futuro. Es esto, precisamente esto, lo que las hace invencibles. Las revoluciones, como los revolucionarios, pueden ser derrotadas, o peor, traicionadas, e incluso oscurecidas por un tiempo, pero nunca vencidas.
Allan Woods nos cuenta, que en la década del 70 del siglo pasado, pudo entrevistar a una anciana que en su juventud había sido militante comunista en una región del Volga, y preguntarle sobre el significado personal que había tenido la Revolución de Octubre, y ella –y lo que diré a continuación es un dato abrumador que forma parte de ese misterio del que antes les hablaba– que había estado internada durante 15 años de su vida, que había sobrevivido entre pocos, muy pocos, a uno de los terribles campos de concentración creados durante el mandato de Stalin y a los que fueron a parar millones de soviéticos, le respondió después de unos minutos de silencio, después de cerrar aquellos ojos marchitos y sonreír dulcemente desde un rostro sajado por todas las tristezas, con una frase idiomática y por eso prácticamente intraducible, por lo menos literalmente, kakoi pod yom, que significaba: ¡qué inspiración! En otra cuerda, Fernando Martínez Heredia, nos recordaba siempre lo que había escrito una niña en la década de los 60 sobre el significado que para ella tenía el término Revolución:
“¡La revolución es una triunfación!”
Parece increíble, pero todavía en muchas escuelas y universidades del mundo, también de nuestro insular universo, se enseña a las nuevas generaciones que la Revolución francesa fue una revolución burguesa, para escarnio de los jacobinos asesinados y perseguidos con saña por el golpe de Estado contrarrevolucionario realizado en el año 93 por la burguesía. Todavía se soslaya que la contrarrevolución soviética, la que le había nacido dentro de sus propias filas a la Revolución, andaba ya a la muerte de Lenin, en 1924, copando silenciosamente las estructuras del poder soviético, y que desde ese año hasta 1940, bastaron en lo fundamental 16 años, aniquiló, diezmó y quebró, dentro y fuera, al grueso de los militantes bolcheviques que habían hecho la Revolución. Todavía se conoce poco que durante los cincuenta años posteriores a su triunfo, la Revolución haitiana fue bloqueada económicamente, y luego finalmente ocupada militarmente por los Estados Unidos, porque ese fue el castigo que la Francia napoleónica derrotada rogó al naciente imperio ayudase imponer a la isla, a los negros, a los esclavos que se atrevieron a ser revolucionarios y libres. Todavía hoy se diluye la terrible evidencia, de que muerto Maceo en 1896, se quebraron con él los últimos diques que impedían que la insurrección independentista que había convocado Martí con la promesa de la Revolución que después harían, cayera ya, definitivamente, en las manos de los contrarrevolucionarios, los oportunistas y los traidores.
Cuando empezábamos a organizar esta reunión de hoy, cuando hablábamos de encontrarnos a propósito de los Cien años de la Revolución de Octubre, alguien nos dijo, sin mala fe, que a muy pocos le interesaría. Ayer alguien, en nuestros medios, por decirlo de alguna forma, desdeñaba la realización de un análisis de los significados de la Revolución de Octubre que fuese más allá de la mera y pedestre conmemoración. El lema que ha convocado a esta jornada lluviosa dice sin embargo:
“Las revoluciones no ocurren por gusto”
Es éste un lema profundo y lúcido y vale la pena subrayarlo, pues sugiere la importancia de las causas que originan a las revoluciones, pero también de las lecciones que ellas dejan.
Bajo ese lema también la dirección de la UNEAC Provincial ha auspiciado, con madurez y claridad, la celebración de este encuentro alrededor de los significados de la Revolución de Octubre.
Tengo la satisfacción de compañero –porque eso somos todos los que partimos el pan para compartirlo– de presentar a Walter Mondelo García. Le sobra la sensibilidad y la audacia, la decencia y el rigor de la verdad, para proponerles, una vez más, hacer entre todos la guardarraya de inteligencia y virtud, de coraje y civismo, de pensamiento, que necesitamos hoy cada vez más en Cuba para que la Revolución siga siendo.
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