Por Manuel López Oliva: “El oportunismo es una plaga epidémica laboral, social, erótica, estatal y hasta cultural, que corroe conciencias; y que en nuestro campo puede llegar a minar el más hermoso proceso y panorama de creación artística”.
- Ser oportuno y practicar el oportunismo no constituyen comportamientos
similares. El individuo oportuno tiene el don de saber sacarle sano partido
a un momento y posibilidad determinada, llegar en el tiempo justo y percibir las condiciones que pueden favorecer sus acciones. El oportunista –por el contrario– analiza malévolamente y mediante el prisma del egoísmo a las realidades, los proyectos, el contexto de vida y trabajo, las relaciones con los demás, y hasta las debilidades y carencias que le rodean, pero sólo para aprovecharse y ascender en términos materiales o simbólicos. Así, como perviven en otros campos de la actividad y el proceder humano, también hay gente oportuna en el arte (generalmente esos que consideramos con suerte y bien colocados para fines de valor legítimo); e igualmente se cuentan especímenes falsos e hipócritas, sin ética ni adecuada brújula profesional, calificados como “arribistas”, “guatacas”, “huele-nalgas”, “serviles” o sencillamente oportunistas. - El oportunismo es una plaga epidémica laboral, social, erótica, estatal y
hasta cultural, que corroe conciencias; y que en nuestro campo puede llegar a minar el más hermoso proceso y panorama de creación artística. La mayoría de las veces los que pertenecen a ese tipo de personas pueden designarse mediante lo que José Ingenieros consideró “el hombre mediocre”, desprovisto de fuerzas morales e intelecto capaz de ser suficientes para alcanzar altos niveles en el oficio imaginativo que despliega. Aunque hay artífices y especialistas de arte que prefieren escalar posiciones y obtener ganancias por conducto de los canales extraviados, del facilismo implícito en la lisonja, de los ardides de la politiquería y la falsa rebeldía o la corrupción, en lugar de luchar de manera perseverante por ganarse el sitial adecuado o por lograr ganancias limpias. - Entre las tipologías oportunistas localizadas en los predios universales y criollos de lo artístico, podemos enumerar a:
a). El clásico personaje que se acerca a quienes detentan el poder político, empresarial o institucional, para reírles las gracias, adularlos, invitarlos a comidas especiales, serles útiles en “trabajos sucios”, recibir dádivas o alcanzar posiciones de primer nivel oficial, participar en las propuestas comerciales y oportunidades de viajes o en proyectos trascendentes de la circulación de bienes estéticos. De idéntica manera, figuran los funcionarios, empresarios y curadores que se aprovechan de los oportunistas del arte –siéndolo ellos también– para armar colecciones privadas que actúan como equivalentes de capital.
b). Aquel que no tiene coherencia expresiva interna, y se amolda al tipo de tendencia o modalidad productiva que alcanza mayor aceptación en el mercado local e internacional. O que opta por una concepción neutral,
desideologizada, estándar, de éxito, que le permite vender con cierta facilidad lo que hace, a partir de los patrones de recepción convencionales, “modernos”, “religiosos”, “folclóricos”, “decorativos”, o que caben dentro del
inmenso comodín apodado “arte contemporáneo”
c). Los artistas y publicistas o curadores sin formación sólida, o ya desgastados en su hacer, que se valen de la especulación seudo-sociológica, del espectáculo extra-artístico atractivo o iracundo, del disfraz de “luchador por la libertad”, de esconder una personalidad interesada tras la cáscara de “enfant terrible”, de usar realidades humanas dramáticas como motivos para sus provechosos “golpes publicitarios”, así como de cierta ingenuidad o desconocimiento de jóvenes y público que pueden ser arrastrados por sus estratagemas. Es propósito de esta tipología oportunista ganar nombradía o mantenerla, recibir apoyo financiero de fundaciones foráneas y entidades subversivas o coleccionistas de lo snob; y con frecuencia, sustituir así las capacidades creativas perdidas o que nunca tuvieron.
d). Pícaros y negociantes sin escrúpulos que venden obras de arte robadas o falsificadas. Adquieren por poco dinero realizaciones de firmas emergentes para venderlas luego en paquetes sacralizados con precios muy superiores. De la noche a la mañana se convierten en “artistas” con alternativas facilistas de fabricación seudo-estética. Se asocian a galeristas y críticos de arte en pos de operar hábilmente en la “cultura visual transnacionalizada”, o convierten el “arte-mercancía” (de estilemas reiterados) en un fetiche altamente valorado y sustentado por concursos y ferias. Se trata de sujetos del simulacro, capaces de alterar la verdad histórica, manipular para sí la supuesta finitud generacional de períodos artísticos, o convertir lo vacío y banal en imagen y objeto recargable por el comprador, con tal de ganar plata o alcanzar relieve en las variantes del mercado artístico e intelectual.
Continuará…
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