A dos años de la muerte de Bladimir Zamora Céspedes, el próximo 5 de mayo
Por Fernando Luis Rojas López
Lázaro, el chofer de la FEU, era un tipo que sabía acariciar. Acariciaba las palabras, con una mezcla del lenguaje “de cuadro” que aprehendió en tantos años de compañía de dirigentes estudiantiles y juveniles –muchas veces viciados por las palabras de “los mayores”– y su sabiduría popular de origen, de allí de Guanabacoa. Acariciaba su barriga, criada a golpe de “luchador” pero transfigurada en todo un ejemplar atributo de presidente de gobierno territorial o dirigente de la agricultura. Siempre acariciaba los gestos, excepto ese día. Movió la cabeza de un lado a otro y emitió un gutural “¿En qué andan ustedes?” antes de dejarnos sembrados, como le pedimos, a las once de la noche detrás del Instituto José Martí de la Habana Vieja.
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Debió ser día de estipendio, porque cargábamos un añejo blanco y dos pomos de refresco de cola. Comenzamos a caminar buscando el número del edificio, desde lejitos a la acera, porque incluso a esas horas hay que cuidarse de los derrames incalificables de los balcones. Allí estaba la puerta, abierta como iglesia de domingo, y una oscuridad tremenda. La voz ronca del Blado nos señaló el lugar, y de uno en fondo, como en tiempos del servicio militar, entramos a la mítica Gaveta.
Éramos un terrible desconcierto. Eso de que la mayoría somete es un cuento. El Migue, Carlitos y yo, portadores de una uniformidad a destiempo, nos sentimos aplastados por el hombre que llevaba sus sandalias eternas, un short “cuatro puertas” carmelita y un pulóver ancho, que en su cuerpo parecía más ancho. Nos alcanzó tres vasos y como buen anfitrión ofreció hielo. Empezó a sonar la música y el Blado comenzó a acariciar las palabras. Recordando a Lázaro, pensé que eso de las caricias podía ser un atributo de los gordos.
Nos habló de Sindo, Matamoros, de la inolvidable Elena, del Grupo de Experimentación Sonora, de Postrova y de Ray Fernández; y como si estuviera sincronizado, cuando pasaba de uno a otro se estiraba en la butaca y ponía a sonar en el equipo la música del protagonista. Nos llamó la atención en fragmentos específicos, prestaba igual interés a la sonoridad y a la lírica de las letras. Después llegó el turno a la improvisación y la controversia entre Joseíto Fernández y el Benny al compás de La Guantanamera. A nosotros, ante ese aluvión inicial, nos quedaba beber, en todos los sentidos.
Vinimos a desentumecernos a la media noche. Hablamos sobre todo de Ray, al que casual y sorprendentemente nos habíamos encontrado unos días antes en una Residencia Estudiantil para profesores en Alamar. Allí, como un original taíno, Ray Fernández luchaba su yuca… como para lanzarnos a la cara la verdad del sacrificio que implica la creación. “Ese muchacho es una máquina. Es un luchador. Llegará lejos, ya verán”, nos dijo el Blado.
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Botella y media después tocó hablar de “la cosa”. Espacialmente, no he conocido un lugar mejor que La Gaveta para dialogar de política entre tragos. Era un lugar tan estrecho, tan pequeño, que te mantenía lúcido; no podías marearte porque te ahogaban las paredes. La Gaveta tenía también un halo que impulsaba a la mesura –que no al conservadurismo–: te sobrecogía el fidelismo del Blado en ese escenario físico, y como el dicho, “no íbamos a bailar en casa del trompo”. Sin embargo, la matemática no cuadraba. Parece que en Cuba el acceso a propiedad es “por méritos” o “por origen”… ¿y dónde quedaba el Blado?
Esa madrugada, entre la lectura de sus poemas y las canciones de Noel, “el gordo” nos aupó. Amaba y respetaba a la FEU, y admiraba a “otro gordo” que la dirigió en los cincuenta.
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Hasta hoy, no recuerdo la fecha exacta de ese encuentro. Quizás porque él tenía la capacidad de relativizar el tiempo. No puedo ordenar, en cronología precisa, los viernes de cierre en La Jiribilla de la época de Nirma, o los tragos en un banco del parque de Cristo junto al Fide, o aquel viaje al San Juan y Martínez de los hermanos Saíz un 13 de agosto… Definitivamente, el Blado relativiza el tiempo, parece nos falta hace un siglo.
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