Por: Georgina Alfonso González*: “Hemos resistido y luchado por una nueva civilidad anticapitalista…”
“La era está pariendo un corazón, no puede más se muere de dolor y hay que acudir corriendo, pues se cae el porvenir…” Así cantaron, vivieron y soñaron los jóvenes que impulsaron la Revolución cubana de 1959. Luego, cuando el “derrumbe” del socialismo en Europa hizo que el nihilismo, pesimismo e individualismo entrara en los espacios de la convivencia humana y reforzara la imagen del sujeto aplastado, los cubanos seguimos resistiendo y luchando por el porvenir en medio de tantas desilusiones.
Para el pueblo cubano, la Revolución ha sido la alternativa única e inevitable para superar la condición de pobreza material y mental. La Revolución fue proyectada en diferentes momentos históricos (1868, 1878, 1895, 1933, 1953) y siempre desde una ética y política desafiante de la praxis y el pensamiento conservadores. Luchas, pasiones y ternuras que se han fundado en un mismo devenir para formar conciencia crítica y movilizar el espíritu creador de cubanos y cubanas.
Bajo la innegable diversidad y las reales diferencias y contradicciones, la Revolución cubana perfila un sentido de vida que proyecta la unidad y la diversidad popular con perspectivas humanas universales. Para ello ha tenido que desprenderse de imitaciones inauténticas, abrirse desprejuiciadamente incorporando los múltiples impulsos que de la vida de cada hombre y mujer recibe, y apoyarse en el empeño colectivo de hacer “otro mundo posible”.
La comprensión de la Revolución cubana como un hecho histórico-cultural que transforma la vida presente y porvenir del pueblo, cambia el enfoque teleológico del proceso revolucionario para asumirlo como creación dinámica e integrador de la heterogeneidad de género, color de la piel, religiones, generaciones, tradiciones y grupos sociales que se agitan, entremezclan y disgregan en un mismo devenir social.
Para cubanas y cubanos, la Revolución significa el continuo transformar de la realidad junto a la conciencia y la conducta de los hombres y las mujeres que la llevan a cabo. Estas transformaciones de la realidad avivan las ideas revolucionarias y se acompaña de un pensamiento social crítico, que no es un acto de resentimiento sino de reflexión propositiva, análisis, descripción y penetración en las contradicciones de la vida social las cuales impulsan el cambio revolucionario.
Las cubanas y los cubanos al tomar la responsabilidad histórica de modificar los destinos propios asumimos un sentido de vida que reafirma la capacidad crítica y creadora de cada mujer y hombre: lo valioso no está en lo que se debe hacer, sino en lo que podemos hacer como seres humanos. Sentido de la vida que reafirma el respeto a la dignidad humana individual y colectiva.
La Revolución en 1959 trastoca los significados tradicionales del actuar cotidiano y subleva los sentidos de vida del pueblo, no solo por la dimensión emancipatoria del proceso, sino porque puso en manos de los sujetos sociales la posibilidad real del cambio y de otorgarle valores propios. La esencia del proceso está en pensar y hacer en la cotidianidad los actos revolucionarios más heroicos, convertir al pueblo en protagonista del proceso de transformación y a la persona en verdadera finalidad de la sociedad.
¿Qué significa pensar la Constitución para hacer Revolución?
A 60 años de vida en revolución, el pueblo cubano afronta el desafío, impuesto por las circunstancias históricas, de proyectarse y construirse sobre referentes de sentidos que expresan la necesidad, por una parte, de fortalecer el proyecto socialista de emancipación social, dignificación humana e independencia nacional y por otra, insertarse en el sistema de economía mundial capitalista sin perder la soberanía y la autonomía del pueblo para decidir su destino histórico.
“Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a construir el socialismo. Es uno de los grandes errores históricos. (…) uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo. Hoy tenemos ideas, a mi juicio, bastante claras, de cómo se debe construir el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien claras y muchas preguntas (…) acerca de cómo se puede preservar o se preservará en el futuro, el socialismo”[1].
El debate que se da hoy en Cuba, a propósito del Proyecto de Constitución, es la reflexión crítica sobre la realidad inmediata, sobre los objetivos históricos a plantearse y los ideales que acompañan los nuevos intentos de integración y transformación de la sociedad. Es un debate de todo el pueblo cubano, defendiendo su derecho, ganado en la lucha y la resistencia cotidiana, a la emancipación humana. Este debate marca una nueva etapa de profundización teórica, de praxis colectiva para pensar y hacer las transformaciones que la sociedad necesita y re-significar el socialismo como utopía revolucionaria, como posibilidad humana real de vivir en comunidad solidaria, equitativa y digna.
La preocupación por los significados de la vida del pueblo cubano es el principal fundamento para seguir pensando y haciendo la Revolución. La capacidad propositiva del pueblo cubano no se limita exclusivamente a la resistencia nacional-cultural a partir de convicciones, vivencias y afectos relacionados a un pasado de luchas y valores ya consolidados. El pueblo cubano siente la necesidad de seguir la realización histórica del proyecto nacional que los convocó hace 60 años y se esfuerza por dar cuenta de aquello que permanece, de las nuevas posibilidades, aun con tantas limitaciones, para dar sentidos de vida a las alternativas que aparecen y se consolidan en espacios familiares, comunitarios y laborales.
Ninguna teoría o norma jurídica sustituye el accionar concreto ni tampoco soluciona definitivamente los problemas de la práctica, pero el debate de ideas es consustancial a la práctica socialista. No para hacer teorías o normas que justifiquen prácticas erróneas o impuestas, sino para pensar colectivamente en propuestas coherentes con el accionar popular cubano.
La unidad real del pueblo comenzó cuando la vida de todas y todos los cubanos se convirtió en criterio de respeto y justicia social, compartiendo espacios, tiempos y utopías. La unidad en torno a la Patria, la Revolución y el Socialismo no significa homogeneización de la diversidad, igualación impositiva de toda la riqueza colectiva ni ajuste de las perspectivas identitarias entre los individuos, colectivos, grupos, sectores sociales y la sociedad en su conjunto. La unidad se construye desde lo cotidiano, incluyendo los deseos de realización individual y colectiva.
La revolución socialista cubana potenció la unidad desde la participación y el ejercicio de poder popular. Unidad que significa: sentido de pertenencia a una comunidad, satisfacción personal por el trabajo compartido, reconocimiento social por lo creado para sí y los demás, producir y reproducir la vida de cada cubana y cubano sobre relaciones humana capaces de permitirles a las personas experimentar la noción de felicidad. La Revolución cubana se hizo fuerte por los valores humanos que construyó para el pueblo y el mundo.
En el socialismo cubano, la fuente original del poder es el pueblo. Es una democracia de la creación colectiva, que supone nuevas relaciones de producción, propiedad, distribución y consumo, superando la idea de que se trata solo de la producción de valores de cambio. Es la democracia de un sujeto colectivo que crea solidariamente.
Construir el socialismo es construir poder popular, que es simultáneamente también un proceso de construcción de saberes, valores, culturas, deseos, utopías. Estos procesos diversos son formas graduales de empoderamiento, bases de la creación y creciente acumulación de un nuevo tipo de poder participativo y protagónico consciente. No fue el nombre lo que definió la cualidad socialista del proceso cubano, sino el proceso diferente de pensarlo y hacerlo, la manera colectiva de dirigir, organizar y controlar el propio socialismo.
El poder es una facultad del pueblo que delega en las instituciones para la gestión de sus vidas. Si una institución o persona asume que tiene ella sola el poder real, porque le han delegado el poder, y comienza a mandar sin consultar u obedecer los proyectos de vida del pueblo, el poder se vuelve autorreferente y comienza a destruir el poder del pueblo.
La participación y el control popular desde el nivel de gestiones, decisiones, resultados, estructuras, organización y proyección de una base económica, ideológica, política y socio-cultural son partes indispensables del proceso integral de construcción de la nueva sociedad socialista. El poder popular socialista tiene que ser real para que sea real la cohesión social y la unidad por el socialismo. Las condiciones para lograrlo no se decretan ni se imponen, la condición está es modificar las formas enajenantes de producción y reproducción de la vida de los hombres y las mujeres.
A pesar de todos los pronósticos, la Revolución cubana se ha esparcido por todo el continente latinoamericano y el mundo, se han multiplicado sus principios, valores e ideales, al mismo tiempo se ha enriquecido de saberes, tradiciones y experiencias de vida que rompen el aislamiento a que somos sometidos por el bloqueo del imperialismo norteamericano.
El debate actual sobre el Proyecto de Constitución de la República de Cuba, no es un debate conceptual sobre la norma jurídica, es un debate sobre los significados reales de la Revolución desde el derecho de quienes la viven y la hacen. Desde hace 60 años vivimos luchas, pasiones, tensiones y ternuras que siguen siendo utopías posibles.
La vida con dignidad, en igualdad de oportunidades de trabajo, alojamiento, alimentación, salud, educación, y cultura, pasando por encima de cualquier forma de exclusión o discriminación y asumiendo responsabilidades sociales y compromisos históricos es más que “estrategias de sobrevivencia”. Hemos resistido y luchado por una nueva civilidad anticapitalista que renuncia a la idea de que la vida no es posible cambiarla y desata las capacidades humanas para poner a prueba “lo imposible”. La Revolución cubana es una revolución por la vida del pueblo cubano y de la humanidad toda. Nos corresponde el derecho a soñarla, pensarla y hacerla, pero como alertó Martí: “nadie podrá hacer, si no lo hacemos todos juntos”.
Notas
[1] Castro Fidel. Discurso pronunciado en el acto por el aniversario 60 de su ingreso a la Universidad de la Habana, Aula Magna de la Universidad de La Habana, 17 de noviembre de 2005.
*Directora e investigadora del Instituto de Filosofía de Cuba
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