Quiero creer en lo que dice nuestra Constitución

Por: Dayron Roque / Entrevista con Ernesto Betancourt

En esta ocasión hablamos con Ernesto Betancourt, joven estudiante de 6º año de medicina y quien aspira a ser psiquiatra tras su graduación este año, aunque, con seguridad, primero tendrá la experiencia como médico de una institución primaria de salud. Ernesto estuvo en la caminata del 11 de mayo pasado, y ha accedido a compartir con el público lector de La Tizza sus impresiones acerca del movimiento LGBTIQ+ cubano y sus desafíos, a propósito de toda la polvareda desatada esta primavera en Cuba.


Dayron Roque (DR): Cómo conectas, en general, con las acciones — o con el activismo, aunque es una palabra que no me gusta utilizar, menos a la ligera — alrededor los derechos de las personas de la comunidad LGBTIQ+

Ernesto Betancourt (EB): Hace ocho años me vinculé, en Bayamo — mi ciudad natal — a las actividades que tienen que ver con la prevención del sida en HSH — hombres que tienen sexo con otros hombres — ; con ellos trabajé alrededor de tres o cuatro años y me formé, en aquel momento, como promotor de salud. Al venir a La Habana, me vinculé a la red HxD — comenzó siendo «Hombres por la diversidad», y luego «Humanidad por la diversidad», con la presencia de mujeres, personas tras, entre otros, ya no eran solo hombres — , del entorno del Cenesex, luego de participar en un congreso de salud sexual y por mis relaciones con algunos de los activistas que allí estuvieron. Mi ponencia en aquel congreso fue sobre los derechos de las personas LGBTIQ+ en Cuba y causó buena impresión, por lo que me invitaron a formar parte de la red HxD; en ella estuve cerca de dos años; los estudios de medicina ya no me han permitido participar más en el último año y medio.

DR: Es decir, que hay una historia anterior que hace que llegues al «activismo» LGBTIQ+, tú no caes como un «meteorito» en los terrenos de la lucha por los derechos de las personas de la comunidad sexodiversa

EB: Hay una historia anterior, ha sido paulatina. Mi cercanía con la causa de las personas LGBTIQ+, y en general con las personas que sufren cualquier discriminación o vulneración en sus derechos ha sido gradual: me ido acercando a medida que he ido creciendo, del proyecto HSH a la red HxD. Como centro de ello, el deseo de ayudar a las personas; de hecho, eso fue lo que me hizo estudiar medicina. En algún punto descubrí que la defensa de los derechos LGBTIQ+ supera el enfoque salubrista, enfocado en la prevención de enfermedades como el VIH/sida y trasciende hacia un paradigma de ciudadanía, de derechos humanos, en general y ese fue el enfoque que fui, de manera gradual, comprendiendo y con el cual me identifico. Por eso valoro mucho todo lo que hace el Cenesex en ese sentido, porque se acerca a ese paradigma. Así lo he defendido en múltiples espacios, cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo. Como persona, ya en lo individual, me siento muy identificado, porque soy gay; eso quiere decir que me afecta todo lo que suceda: cómo manejan estos temas el gobierno y las instituciones que nos representan.

DR: Ya tenemos los antecedentes y nos permiten ver de dónde vienes, al menos en materia de «activismo» con la comunidad LGBTIQ+. ¿Cómo conecta con las actividades que desembocaron en la caminata del 11 de mayo pasado?

EB: Yo llevo casi dos años distanciado de HxD, aunque pertenezco a ella en espíritu, y he estado informado de todo lo que hacen y dicen. Estuve y seguí de cerca todo el trabajo que antecedió a las discusiones de la reforma constitucional, lo que vendrá del Código de Familia; he estado al tanto de todo lo que han sido estas doce jornadas para luchar y salir adelante en con las ideas en las que creemos. Como colofón de todo ello, vimos que logró salir adelante y ser aprobada — con el apoyo popular — una nueva Constitución que, de alguna manera, recoge una protección explícita a las personas LGBTIQ+; en tanto en su articulado aparece el principio de no discriminación asociada a la orientación sexual e identidad de género, el capítulo de «las familias» que ya contiene la referencia a los «cónyuges», base para la aprobación en el nuevo Código de Familia de una visión del matrimonio más plural. Yo creo que esos fueron logros indudables, y así lo vimos muchas personas vinculadas al activismo, no solo del Cenesex, sino también organizaciones e instituciones como el centro Óscar Arnulfo Romero, el proyecto Palomas, el Centro Nacional de Prevención de las ITS/VIH/sida, muchos otros grupos, yo creo que una parte del pueblo en general, familia, amigos, en fin… Nos parece un logro que, luego de sesenta años de Revolución, donde se han producido hechos discriminatorios concretos hubiésemos podido llegar hasta aquí. Celebrar lo alcanzado en la Constitución, y las posibilidades que ella abre, era un motivo legítimo de celebración… ¡Queríamos celebrarlo!

DR: ¡Ah!, pero aguarda un momento; que esto es interesante. Contrario a otras lecturas que hemos visto hasta ahora: lo alcanzado en la Constitución y todos los debates a su alrededor, ¿era un motivo de celebración en estas «Jornadas…»?, es decir ¿no era, como se ha dicho, un motivo de protesta? ¿No fue que las «Jornadas…» iban a ser un espacio de reproche porque «nos quedamos cortos» en lo alcanzado?

EB: No nos quedamos «cortos», yo creo que no; la Constitución abre las puertas para cambios legislativos en el Código de Familia, en el Código Penal, en otras leyes… Yo creo que no nos quedamos «cortos», te reitero; creo que, incluso para el momento histórico que estamos viviendo, alcanzamos mucho en materia de derechos, que toca hacerlos realidad y llevarlos a la práctica. Falta la tarea cultural de que se conviertan en parte de las subjetividades de las personas; pero sí, sin dudas, había motivos para celebrar… ¡Yo quería celebrar! Pienso que celebración hubiese sido la Conga por la diversidad, que incluso permitía reunirse a todos, a los que consideran que sí se alcanzó mucho, a los que no lo consideran así, a los que piensan de modo distinto sobre la Constitución, a todos.

DR: Sin embargo, y permíteme la digresión, hay sectores que sí se han opuesto con fuerza a esos logros. ¿Cómo valoras el papel de las iglesias y denominaciones religiosas que se han opuesto a los derechos de la comunidad LGBTIQ+

EB: No se puede juzgar a todas las iglesias o religiones por igual; aquí no hay unanimidad en esas posiciones. Estamos hablando de grupos o líderes, camuflados de pastores que han arrastrado a personas que van a sus templos y los confunden. Por ejemplo, se oponen a la «ideología de género», y al control de las mujeres sobre su cuerpo, al derecho al aborto; con posturas y simpatías con personajes como Bolsonaro, el presidente brasileño. Se han destapado, no hay dudas, y es peligroso. ¿Hasta dónde van a llegar? No sé, creo que va a tener que ver con los límites que le ponga el Estado cubano, con los límites que le ponga la educación de la gente y la movilización de las personas.

Conozco de experiencias positivas, una iglesia naciente: la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Cuba, con la pastora Elaine; que es un espacio inclusivo y que hace un llamado de amor y unidad a caminar juntos como hermanos y hermanas y hace un contraste con esas posturas conservadoras y reaccionarias. ¡Con gente como esta queríamos celebrar!

DR: Pero… se suspendió la Conga…

EB: ¡Exacto! En vísperas de la celebración de la Conga… se suspende con argumentos que no entendí, que no entiendo. Cualquiera de los argumentos dados para su suspensión se puede aplicar a otras actividades masivas que van desde la Marcha de las Antorchas hasta las Romerías de Mayo. Está claro que cualquier evento de esa magnitud puede ser aprovechado por quienes intenten sabotearlo o llevarlo por otras vías. Los argumentos no eran justificación para cancelar la Conga. Si tú entregas los espacios que ya has alcanzado, pierdes. El riesgo de que otros intenten desvirtuar el mensaje o el hecho mismo estará presente siempre. Al Cenesex le toca defender la capacidad de convocatoria que ya ha creado; que no es solo del Cenesex, es de un espacio grande de la ciudadanía, de las instituciones nacionales, del partido y el gobierno que ha comprendido que el socialismo cubano — y el PCC y el Estado cubano, como su expresión más visible — no está en confrontación con las personas o los derechos de las personas LGBTIQ+.

Cancelar la Conga…, en vísperas de la aprobación de esos derechos resultaba ilógico, absurdo.

Yo, en lo personal, lo sentí como un mensaje de que «ya tienes los derechos que querían, ya están en la Constitución… ya no hay más por lo que luchar. Vamos a hacer algo de contención y no herir sensibilidades, en un contexto muy agresivo, por parte de alguna iglesias evangélicas, no solo hacia las personas LGBTIQ+, sino hacia otras religiones». Yo creo que, a lo mejor, la suspensión buscaba evitar enfrentamientos… pero es que la confrontación está, y ahora se hace más aguda en relación con los derechos de las mujeres, de otras religiones; ahora lo que hay es que asumir la idea de las contradicciones y la confrontación.

En ese contexto, yo me sentí frustrado, yo me preguntaba «¿qué ha pasado?»; para mí quedaba claro que los derechos contenidos en la Constitución, defendidos por el Estado cubano y sus instituciones, no se correspondían con tal decisión. Más que un hecho discriminatorio hacia la comunidad LGBTIQ en específico, quiero creer que fue un error de un grupo decisorio, que no es representativo de la voluntad del Estado cubano. Al tiempo que esto pasó en La Habana, en Bayamo y en Placetas se dieron las habituales actividades públicas, con apoyo de la policía y de las autoridades locales. De hecho, la prensa casi no le dio visibilidad a esas actividades por los hechos de La Habana. Y los gobiernos locales de esos territorios las apoyaron.

Yo fui ese sábado porque quería expresar mi descontento y quería «conguear»… así de simple, por eso fui… me parecía el espacio para, de forma legítima, manifestar mi enojo con la suspensión de la conga. Así llegué esa tarde al Parque Central. Sobre la caminata del 11 de mayo solo quiero significar algunas cosas:

Yo estuve allí y grité «¡Sí se pudo!», yo cargué las banderas, fui en short corto; le dije a una periodista — no sé de qué medio y que nos preguntó «Hola chicos, ¿por qué están aquí?, ¿protesta o celebración? — «estoy aquí porque quiero creer en los derechos que dice defender mi Constitución y mi socialismo»; le cambió la cara a la periodista. Eso da la idea de qué estaban buscando algunos con la marcha de ese día.

Sobre el número de participantes — que varían en dependencia de quienes hagan el cuento, de 150 a 200 y tantos — , yo que estuve allí quiero decir que puedes dividir en tres partes iguales y un tercio éramos personas LGBTIQ+ que fuimos, más o menos a lo mismo que fui yo; otro tercio eran periodistas y el otro tercio eran espectadores, turistas o gente que ya estaba allí y se sumó a curiosear o participar. Se tiende a magnificar o describir hechos que no sucedieron. Había mucha prensa, mucha prensa y por desgracia ninguno de los medios oficiales cubanos. Entre los periodistas estaban buscando la dicotomía entre «celebración» y «protesta», querían una declaración en ese sentido.

No es correcto satanizar a los que fueron allí diciendo que no tenían nada que ver con el movimiento sexodiverso, porque no pocos han ido a otras congas antes de ese día, y después fueron a la fiesta del Echeverría… Yo, y los que iban conmigo no conocíamos a los que iban en primera fila, ni los que fueron detenidos, ni su historial anterior, ni su distanciamiento con las luchas LGBTIQ+ y que parece que estaban allí para buscar un enfrentamiento; eso es otra cosa, de la que hemos ido sabiendo después. Por eso reclamo no juzgar a todos por igual.

DR: Los hechos del 11 de mayo no son el espectáculo de un rayo en el medio de un día soleado, tienen una incubación y, con probabilidad, tienen también secuelas… ¿Cuáles pudieran ser los cursos de acción? ¿Cómo valoras esos cursos de acción, algunos muy «espectaculares» como el de hablar del 11M como el Día del Movimiento LGBTIQ+ cubano, otros como «Movimiento 11M»?

EB: A mí me ha dado mucha gracia esos intentos de simbolizar algo en el 11 de mayo; ese día no comenzó nada en Cuba, hay mucha gente trabajando desde hace mucho tiempo en Cuba alrededor de estos temas.

Yo respeto a quienes quieren defender los derechos de las personas LGBTIQ+ desde fuera de la institucionalidad del Cenesex, pero decir que ese día nació un movimiento LGBTIQ+ cubano me parece que es un error, que es desgajar de esa marcha que veníamos haciendo un sector que no nace para defender nuestros derechos, sino para ser punta de lanza contra el socialismo y la Revolución misma. Las amenazas posteriores contra algunas personas del Cenesex ponen en evidencia que quienes hablan de ese día como el día del Movimiento LGBTIQ+ cubano lo hacen desde un interés bien político que es luchar contra el socialismo cubano y menos por los derechos la comunidad LGBTIQ+. Es un derecho legítimo que se quieran adherir a esas posiciones, pero creo que no se puede ser ingenuo.

DR: Cerrada la novela de los hechos alrededor de lo que pasó o no pasó en la caminata del 11 de mayo, y mientras tomo referencia parte de tu respuesta anterior — sobre el «interés bien político» de algunos grupos y personas — quisiera indagar sobre otros aspectos. El componente político de cualquier movimiento organizado es indudable, cómo lo valoras para el caso del movimiento LGBTIQ+ cubano. Para ti, ¿cuán clara estaba esa comprensión antes del 11 de mayo? ¿Cuán clara puede estar ahora?

EB: Para mí era una conciencia antes del 11 de mayo, no tan clara, la verdad. Lo experimenté con fuerza ese día, en que vivencié que hay muchas y diversas visiones sobre el tema, antagónicas incluso. Muchas veces uno no vivencia los antagonismos, porque no hay espacio donde vivenciarlos: muchas veces te «cocinas en tu propia salsa», en eventos, actividades, congas incluso, porque sabes que no va haber confrontación, sobre todo política.

Eso se evidenció en lo que pasó el 11 de mayo. La narrativa y la percepción de lo que sucedió pone en evidencia que los derechos de las personas LGBTIQ+ está atravesado por fuertes antagonismos y confrontaciones, relacionados con las imaginaciones de las personas sobre el sistema político, el tipo de sociedad que uno aspira a construir.

DR: Pero ¿hay conciencia en el movimiento LGBTIQ+ cubano de su carácter político? ¿En qué medida?

EB: Yo creo que hay conciencia de modo parcial, de manera espontánea quizás; hay quienes buscan información o buscan protección legal, pero eso, por sí solo, no significa que las personas sean claras del carácter político del asunto o de esas acciones. Sin embargo, creo que defender los derechos de la comunidad LGBTIQ+ en Cuba hoy, significa defender también, los derechos consagrados en la Constitución, los derechos que defiende el Estado cubano, los que defiende la Revolución cubana como los de igualdad y justicia social. Yo mismo he ido madurando en ese sentido. Este asunto desborda lo que en rigor puede ser solo sectorial o grupal y trasciende a los derechos de igualdad y no discriminación dentro de un país y un proyecto de país socialista. Defender los derechos de las personas LGBTIQ+ en Cuba tiene que ver con la defensa de otras condiciones y logros como la gratuidad de la salud y educación públicas, el acceso a la protección de la asistencia y seguridad social, que no va a distinguir, como no lo hace, en relación con la orientación sexual, la identidad de género, entre otras.

DR: ¿Podemos decir que tú «militas» en algo que, en rigor, se pueda identificar con un movimiento LGBTIQ+ cubano?

EB: Voces aisladas no hacen un movimiento, mucho menos una organización, que es la manera en que me veo «militando». Yo me siento parte de una causa, la causa de la igualdad y no discriminación. Me gustaría que existiera una organización que defendiera estos derechos, con el apoyo del Estado, pero que fuera autónoma, y pudiera llegar a consensos con otras organizaciones y personas. Aun no estamos en ese punto.

DR: Una confusión de este y otros movimientos más o menos organizados, es de apuntar a la centralidad de una lucha; sustituir «la» lucha contra un orden general injusto, con «sus» luchas por derechos y reivindicaciones puntuales, sectoriales, cuasigremiales… ¿cómo valoras ese desafío para el movimiento LGBTIQ+ cubano?

EB: Dentro del movimiento LGBTIQ+ hay también divisiones y discriminaciones, y espacios de luchas muy particulares. Las lesbianas y mujeres trans defienden lo suyo; pasa lo mismo con los gay y travestis y así pudiera seguir… además está atravesado por tu color de la piel, origen territorial, edad, poder adquisitivo. La anterior diversidad puede llevar y lleva a la existencia de muchos grupos que están luchando por lo mismo y no se ponen de acuerdo en consensos mínimos. No se pueden ver las luchas del movimiento LGBTIQ+ separados de los derechos y las luchas de las feministas, los ambientalistas, las que luchan por los derechos de la madre tierra — todos vivimos bajo el mismo techo — . Ello lleva también superar las ambiciones y egoísmos grupales y personales que existen y que conspiran contra los objetivos de la lucha.

Creo que hay una conciencia de la necesidad de superar las luchas grupales para enfocarse en una lucha global, pero es un camino muy difícil, y en el que falta por transitar mucho.

Pasa por comprender, por ejemplo, que las personas LGBTIQ+ no han sido los que peor la han pasado, que ha habido grupos que también han sufrido y que, por tanto, los derechos de unos no son más importantes que otros. En el medio de esto están las particularidades individuales — los que quieren destacar, los que usan el tema para ganar dinero o posiciones, los mercenarios de otros intereses ajenos a la causa — que pasa por las características personales de quienes están en el movimiento y que conspiran contra la existencia del mismo.


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