Ideología y marxismo

Por Josué Veloz Serrade

El punto de partida del texto Marxismo y Literatura, de Raymond Williams, es la profundización en torno a distintas categorías del pensamiento marxista. Se sirve de ellas para analizar los resortes que participan del armado de una obra literaria. Lo que hace el autor marxista es trasladable con ciertas precisiones al análisis de otros hechos de la vida social. El propósito de este texto es tomar algunos de sus asertos acerca de la categoría «ideología» que pueden ser útiles en el campo de la lucha social.

Según Williams, tres versiones acerca de la ideología circulan en el marxismo, en una de ellas la ideología es el conjunto de creencias e ideas de un grupo determinado o de una clase social en particular. Una segunda lectura le otorga el carácter de un conjunto de creencias ilusorias o falsa conciencia. Una tercera consiste aborda la ideología como el proceso de producción de significados.

En el campo marxista las dos primeras visiones pueden combinarse en tanto la ideología de las clases además de reflejar el conjunto de creencias de un determinado grupo social pueden ser catalogadas de «falsas» pues encubren las verdaderas condiciones de explotación y expropiación del trabajo ajeno. Un elemento importante es el rasgo específico que el marxismo extrae de toda ideología: esta siempre responde a una posición de clase, sea o no consciente el sujeto que enuncia las creencias de las que se trate.

El término ideología aparece a finales del siglo xviii con Destut de Tracy, y se introduce con el propósito conceptual de ser una ciencia de las ideas. Es un concepto, entonces, que nace con pretensiones de cientificidad. Esta instauración del concepto de ideología viene como el rechazo a toda comprensión metafísica, y coloca al empirismo en la posición fundamental en la investigación de los procesos subjetivos. Se muestra la posición reaccionaria de clase que separa al sujeto del mundo de sus relaciones sociales y también de las relaciones sociales que le instituyeron como sujeto en particular. Con Napoleón Bonaparte se introduce la comprensión de la ideología como teoría errónea o falsa, es la misma que tomará Marx pero desde otro lugar.

Napoleón culpa a la ideología del estado de cosas en Francia, y le rechaza como metafísica interesada en hallar causas originarias. Expresa que las leyes deben adaptarse al corazón humano y aprender las lecciones de la historia. La oposición a la ideología se ubica en el lugar de las pasiones humanas y en los aprendizajes históricos acumulados. No es del todo desechable esa posición si se observa que pone en el centro la pasión del sujeto y la historicidad de sus aprendizajes.

Marx, en un momento, introduce la parábola del muchacho honesto que suponía que alguien se hunde en el agua porque cree en la idea de la gravedad. Si el sujeto controlara su idea acerca de la certeza de la fuerza de gravedad y la catalogara como ilusión no se hundiría. La honestidad viene acompañada muchas veces de estas elucubraciones. Una lectura posible es que hay procesos históricos que aun cuando sean negados por una idea o sistema de ideas, no detendrán su ocurrencia. Otra lectura es que la ideología, o el sistema de ideas del que se trate, puede hacer que el sujeto no perciba al proceso histórico o lo contradiga en su esencia.

Una tercera lectura es que hay una zona de la ideología que tiene justo esa función de negar al proceso histórico que ocurre, subordinando al sujeto y sus actos a aquello que le ocurre por la determinación del conjunto de sus relaciones sociales. Por tanto, la ideología tiene la función del engaño y del encubrimiento no como un error, sino como una función que le es propia: la de no mostrar el proceso histórico real.

El verdadero lugar y terreno de la historia para Marx está en el proceso de producción y autoproducción del sujeto. La ideología, como proceso invertido que esconde lo social que le determina, es un producto y efecto del proceso histórico, así como ocurre en el proceso físico de la visión donde los objetos son percibidos de manera invertida. Ver de manera invertida los hechos sociales no es el resultado de un falseamiento de la realidad por medio de las ideas; es una función instituyente de lo histórico en sus efectos sobre la vida humana.

Para Marx las ideas directrices o dominantes son expresión de las relaciones materiales dominantes. Marx y Engels parten de la premisa de que no se basan en lo imaginado o pensado por los hombres, ni lo que se imagina o piensa acerca de los hombres, sino que intentan mostrar los efectos de la ideología, o lo que denominan los reflejos ideológicos y sus ecos en la sociedad humana. De ahí que la moral, la metafísica, la religión y las creencias dejen de ser instancias aparentemente independientes y pasen a ser un reflejo velado e indirecto del proceso histórico social.

Esta distinción permite afirmar que no hay nada en el conjunto de las ideas dominantes de la sociedad que pueda ser desligado del proceso social real. Un elemento central para ubicar en este bosquejo el carácter histórico de la constitución de pensamientos dominantes. La ideología forma parte de la conciencia de los pensadores, pero de una falsa conciencia. Constatar que en el plano ideológico pervive una conciencia que es conciencia falsa y que está determinada por las relaciones sociales de producción, implica que hay procesos sociales, como la ciencia, que en su intento de saber total, esconden o subsumen al proceso social real.

El cambio de la sociedad a partir del cambio de la mente es una ilusión si al mismo tiempo no se produce una transformación social profunda.

Al plantear Marx en El Capital que el hombre realiza en el trabajo su proyecto imaginado, quiere decir que otorga la potencia a la imaginación y las ideas del sujeto de producir cambios en el proceso social por la vía del trabajo y no de la fantasía. No es, al mismo tiempo, un trabajo que se desarrolla sin inscripción, sino que está registrado e inscrito en el conjunto de las relaciones de producción.

Una ideología puede producir cambios en el proceso social, solo si pone su potencia imaginativa anudada al trabajo como proceso de transformación social complejo y plurideterminado. La ideología dominante esconde su función: que el sujeto produce a través del trabajo objetos planeados por imaginaciones dominantes y estos productos, que no se originan en la imaginación del que trabaja, son puestos a circular pero le aparecen al trabajador como no constituyentes de sí mismo.

El plusvalor que le es arrancado al trabajador se le aparece como algo que recibe en forma de salario, y no que se le quita.

Cuando el «asalariado» trabaja, utiliza su imaginación para poner en práctica el producto determinado por la imaginación dominante que se constituye en relaciones de dominación. Como el proceso social de expropiación está velado, la fantasía del que trabaja es que obtiene algo a partir del trabajo que realiza. Esto es más o menos cercano a lo que supone o imagina que necesita para vivir, pero, en la realidad, el proceso de producción determina la discordancia entre la imaginación del sujeto, excluida de manera estructural, y la imaginación de los sectores dominantes, materializada en las relaciones de expropiación.

En la clase dirigente se observa la división entre trabajo mental y material. Por un lado, aquel sector que funciona como ideólogo de la clase haciendo la representación ilusoria de sí misma; y por el otro, el sector más pasivo respecto a la producción de estas ideas, pero más activo y material en relación con los comportamientos típicos de la clase. Para Marx y Engels toda clase, en su emergencia, arma una ideología con carácter de totalidad y se muestra como incluyente de todos. Este elemento de totalidad ilusoria es típico de varias formas ideológicas.

La ideología no solo está dividida en quienes le constituyen de manera conceptual y quienes le practican, también se juega en la determinación que se expande entre la parte que representa y la totalidad que dice representar. Williams hace énfasis en el hecho de que la ideología de una determinada clase en el plano abstracto no puede ser desmontada o desarticulada; por el contrario, esto puede ocurrir con su práctica consciente.

Un movimiento político puede dar vuelta a las prácticas conscientes que responden a una determinada clase, pero no ocurre lo mismo con las abstracciones típicas de esa clase. La clase que fue derrotada en su práctica económica y política puede sobrevivir en las formas ideológicas que la constituyen, en tanto estas tienen una relación muy compleja con la conciencia política.

Otro elemento de importancia fundamental es el papel encubridor de la ideología en cuanto al proceso histórico social que produce el conjunto de ideas de que se trate.

Hasta aquí hemos tratado varios aspectos en la práctica de una ideología, desde su examen crítico hasta la producción de nuevas prácticas en la lucha social:

1. Una dimensión de la ideología tiene la función de declarar lo contrario a la práctica social que le constituye, y no es una operación de falseamiento, sino una de sus funciones. Un intento de transformación social debe tomar en cuenta que en la ideología que declara está negando, por función, aspectos de la práctica social que deberían corresponderle. Si declaro altruismo y justicia social debo revisar qué aspectos de la práctica contrarios a esta declaración la sostienen.

2. En el proceso del trabajo, la imaginación que planifica el producto a realizar y el propio producto, están, subordinados a la imaginación social de la clase dominante que proyecta las formas del plusvalor que obtendrá. El trabajador, en la venta de su fuerza de trabajo y en el propio proceso de trabajo, no solo es expropiado sino que recibe el resultado del producto que imagina para la imaginación de otro. Por vía de la fantasía y de las ilusiones escapa a este hecho donde su imaginación es sometida a la imaginación de la ideología dominante. La lucha social debe desatar la imaginación del proceso de trabajo y de la fantasía como tendencia ilusoria, generar procesos culturales-políticos donde la imaginación del sujeto deje su huella en la imaginación dominante.

3. En la articulación de una ideología dominante hay relaciones materiales dominantes y una práctica social cotidiana, ambos componentes tienen relaciones muy complejas. De ellos hay elementos más o menos visibles en las declaraciones o discursos ideológicos, que no son la ideología, pero que también le constituyen. Los aspectos menos visibles de las relaciones materiales dominantes y de la práctica social cotidiana deben mostrarse a través de la crítica profunda de la ideología como totalidad y en sus expresiones específicas. Si, en los procesos de transformación social, el sujeto no se apropia de las relaciones materiales dominantes y de los componentes que regulan su vida cotidiana, va a sostener, por otras vías, la ideología que quiere derrotar o que cree haber derrotado.

4. Las formas ideológicas dominantes pueden sobrevivir aunque los elementos de su práctica consciente hayan sido transformados, la transformación de su práctica consciente puede constituir un rodeo necesario para su conservación en lo esencial. Es fundamental en los procesos de cambio social identificar los procesos inconscientes de la práctica social y cotidiana, que están conectados como función de los aspectos no visibles o inconscientes de la ideología que se aborda.


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