El concepto de Revolución en Fidel Castro: apuntes para su estudio

Aurelio Alonso: “Este ejercicio de lectura …es apenas un llamado para que no nos conformemos con aprender y repetir citas, lo cual no siempre se corresponde con la comprensión profunda de un pensamiento.”

El concepto de Revolución — originado en la geometría, aunque aplicado sobre todo al devenir de la historia — se vincula al momento de cambio radical, donde los ritmos del movimiento social se aceleran, se desfasan, se subvierten, se deconstruyen y construyen. Es una verdad trillada, pero no debiéramos dejar que la costumbre de lo que parece obvio nos lo haga pasar por alto. Las revoluciones son siempre procesos complejos, a veces marcados por obstáculos exógenos, a veces generadores de segundos momentos revolucionarios.

Los cubanos hemos vivido, a través de muchas generaciones, una historia en la cual la Revolución ha aflorado, de modo repetido, como expresión de dignidad y de orgullo, de audacia, como desafío, como aspiración, como sacrificio y como utopía, como frustración y como esperanza. A menudo, sin necesidad de que alguien la defina con demasiada precisión. De tal modo que en el imaginario nacional cubano su presencia es una constante que recorre una larga secuencia de episodios heroicos previos y posteriores a 1959.

Como no tenemos tiempo para adentrarnos en antecedentes, me limito a recordar que en Cuba, a principios del siglo XIX, desde el entonces colegio seminario de San Carlos y San Ambrosio, comenzó por revolucionarse el pensamiento mucho antes de que pudiera revolucionarse la sociedad cubana. Y que el imaginario nacional siguió manco de independencia al comienzo del siglo XX — y de justicia y libertad — y la Revolución volvió a hacerse una urgencia después de tanta sangre derramada por la soberanía usurpada

La dura experiencia de forjar una república auténticamente soberana, sobre principios de justicia social y equidad, demostró que tal propósito solo podía ser socialista. Acercamiento natural que Cintio Vitier calificó como «un milagro histórico, sin duda el mayor suceso espiritual, la mayor originalidad de la Revolución cubana, sin cuyo conocimiento cabal no es posible entenderla de veras, y cuyas consecuencias distan mucho de haberse agotado».

Desde 1959, ser revolucionario podía identificarse con la entrega total, la incondicionalidad, y hasta el reto de hacer posible metas en apariencia irrealizables, aunque también con reconocerse simplemente en los ideales proclamados. «Estar con esto» devino una expresión de identidad en el imaginario popular. Abrirse a la posibilidad de una sociedad mejor con la convicción suficiente para no confundirse con quién «no está con esto» — o interesado solo en un mundo mejor para sí — .

Incluso desde antes del descubrimiento de Marx, y con él más aun, la definición del concepto de Revolución nos exige distinguir entre el clímax revolucionario y el tiempo de revolución; la coyuntura de cambio y el cambio estructural; el primado de la demolición y el momento constructivo. No enfocarlo como separación sino como dos tiempos íntimamente articulados, que las circunstancias pueden complicar, es parte esencial de la mirada marxista.

En esta articulación, la radicalidad de la experiencia revolucionaria no puede limitarse a la demolición del Ancien Régime, sino que se proyecta definitivamente sobre la construcción del nuevo. Considero que las experiencias de los procesos enrumbados en la práctica según un paradigma socialista han demostrado el continuum de la radicalidad como un sine qua non, originando adjetivos como «Revolución ininterrumpida», «Revolución permanente», «Revolución en la Revolución» y otros alusivos a tal efecto.

Es obvio que en Cuba, donde las coyunturas han complicado en exceso el montaje coherente del proyecto de transición socialista, Fidel Castro ha hecho prevalecer, desde temprano, en el discurso político, la prolongación indefinida en el uso del concepto, haciéndolo prácticamente coextensivo con el concepto de República como aparece en Martí. La República «con todos y para el bien de todos» tendremos por fuerza que hallar la fórmula para levantarla «con todos», y con el proyecto del «bien de todos»; y de ningún otro paradigma que no parta del «bien de todos».

Como sucede en el estudio de Martí, en el de Marx y el de todas las figuras cuyo pensamiento revoluciona la historia, tenemos que habituarnos a estudiar, el de Fidel en su evolución y no descontextualizando citas, como si fuera siempre idéntico, por mucho que haya de solidez temprana en la formación de sus ideas. El concepto de Revolución aparece con probabilidad como el más utilizado por él desde antes de la victoria, en una connotación que trasciende lo cotidiano. En lo personal, yo lo considero más significativo que cualquier otro para seguir el curso de su pensamiento.

Sería una presunción plantearme aquí siquiera un esquema para este análisis, de modo que solo intento detenerme en dos momentos que todos podemos reconocer como claves en esta evolución conceptual. El primero en 1961, en sus conclusiones a aquellas tres jornadas de debate celebradas en la Biblioteca Nacional con lo más representativo de nuestra intelectualidad. La radicalidad del cambio revolucionario, confirmada en la aceptación popular de la orientación socialista del proyecto, motivaba reservas, en las cuales el lastre anticomunista se mezclaba con una realidad represiva en las experiencias del este de Europa. Considero que la urgencia de respuesta era, en sí misma, una urgencia revolucionaria. La intelectualidad que vivía la sacudida cubana lo requería.

Fidel aborda el problema desde la perspectiva de una nueva moral para conectarla al concepto de Revolución: «Ser revolucionario es también una actitud ante la vida […] es también una actitud ante la realidad existente» y aclara que «puede haber hombres que no se adapten a esa realidad y ser hombres honestos». No obstante, precisa más adelante, «si no se piensa por el pueblo y para el pueblo […] no se tiene una actitud revolucionaria». A partir de aquí se refiere a la Revolución en sustantivo: «La Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo, a contar, no solo con los ciudadanos honestos que, aunque no se sientan revolucionarios… estén con ella».

Siguiendo esa lógica encuentra la frase que perpetuaría el alcance de aquel discurso: «Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada», porque hay que partir del «derecho de la Revolución a existir». Y reitera, líneas después, la frase, precisando mejor su final: «Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, ningún derecho». Precisión para prevenirnos del recurso equívoco a la antinomia que llevaría a «dentro/fuera» o «con/contra» — usada a veces así aunque nos parezca increíble — . En las líneas que preceden a esta frase tan recordada aclara que «la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser».

Casi cuarenta y cinco años después — y habría que seguirle la pista al concepto a través de su obra — al filo de sus ochenta años, Fidel se preocupa en dejarnos, dentro su formidable legado teórico, una definición explicita del concepto de Revolución que mantiene la esencia de aquella reflexión de 1961 pero que, como es lógico, la rebasa en profundidad y complejidad. Como entonces, su connotación, cargada de alusiones a las actitudes humanas, se centra en la conducta del revolucionario. Subrayo — no lo creo ocioso — que para él el concepto de Revolución se manifiesta a través de una conducta determinada, más que de fidelidades doctrinales. Y es esencial, sin dudas, la presencia de la identidad martiana en ese cordón umbilical entre la política y la ética.

Su definición del año 2000 se expresa en una docena de tesis, estrechamente vinculadas, tan reconocidas que ha sido este concepto el escogido para recordarle por siempre en su mausoleo de Santiago de Cuba.

Les propongo examinarlo, aunque solo pueda ser de manera muy breve, punto por punto. Su afirmación de partida es que Revolución es sentido del momento histórico: es decir, no propone una fórmula general para la radicalidad revolucionaria, sino que nos tocaría a las generaciones actuantes en el concreto real descubrir las ecuaciones revolucionarias viables; y es esa premisa, que sintoniza con el criterio de la praxis, la que hace anteceder a todas las precisiones que desarrolla a continuación. A continuación nos dirá, es cambiar todo lo que tiene que ser cambiado: no subraya mantener lo que debe mantenerse, de ningún modo porque no aprecie la continuidad, sino que no es posible conformarse a ella, que es como la conformidad con un pasado recibido — un amigo filósofo solía decir que «la historia hace que el presente se nos oculte tras la máscara del pasado» — algo que, por deformación, puede conducir al inmovilismo. Pero tampoco nos dice qué es lo que tiene que ser cambiado, y eso significa que nos toca a cada generación descubrirlo, en la medida que cobramos sentido del momento histórico.

En tercer lugar afirma Fidel, es igualdad y libertad plenas: no olvidemos que son principios básicos desde el programa del Moncada, que animan también su discurso de 1961, y aquí podemos interpretarlo como denominador común a todo lo que va a continuación de su definición del concepto.

Al seguir sus postulados, Revolución es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; se vuelve a colocar en la vertiente de la conducta, lo que toca como responsabilidad a cada ser humano para que el principio de igualdad se realice, sin permanecer a la espera que un poder superior nos lo aporte. Y ¿qué significa libertad plena sino que sepamos asumir el desafío de emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos?; de estar dispuestos, para lograrlo, a desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; y defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; la claridad del manejo directo de estos postulados hace innecesario que me detenga aquí en torno a la implicación de rebeldía que contienen.

Siempre centrado en la dimensión conductual de la definición subraya valores éticos sustantivos: Revolución es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; y de la voluntad y el intelecto, pues, a la vez, es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.

Como conclusión para esta reflexión, que latirá por siempre en la ideología cubana, Fidel recuerda que Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo.

Este ejercicio de lectura razonada no es un intento de ortodoxizar interpretaciones, aunque creo con firmeza en lo que acabo de exponer. Es apenas un llamado para que no nos conformemos con aprender y repetir citas, lo cual no siempre se corresponde con la comprensión profunda de un pensamiento. Sobre todo cuando se trata de algo tan importante para la nación.

Los dispositivos de recuperación de la diversidad nacional se harán tributarios de la nación de futuro, que no podrá ser idéntica a la de hoy, y menos aun a la de cualquier momento del pasado, antes ni después de 1959. De hecho el diapasón de la diversidad integrada hoy es un resultado ya de cambios, aunque distante de ser definitivo. Si miro al futuro hablaría de la necesidad de apropiarse siempre, a través de la sucesión generacional, de un legado incuestionable y aclaro que heredar es una tarea difícil, aunque siempre parezca lo más sencillo, como si solo fuera aprovechar lo ya hecho. Heredar es nutrirse para superar obstáculos, identificados hoy unos, y otros que aparecerán en el curso mismo de las transformaciones. Apropiarse y crear no pueden ser disyuntivas sino partes interconectadas de un mismo proceso.


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *