La clase media: instrumento de cobre de una jazz-band…

Por Josué Veloz Serrade

Foto: Tina Modotti

Encontramos hoy en América Latina y el Caribe una disputa discursiva entre los progresismos y las derechas reaccionarias. Esta confrontación tiene un protagonista: la clase media. Las derechas dicen que los populistas atacan a la clase media porque generalizan la pobreza, los progresistas afirman que las derechas dominantes defienden a los poderes concentrados y destruyen a la clase media. En cada país de la región esto tiene su acento pero hay un interés general: cómo hacer que la clase media forme parte integrante del proyecto político del que se trate.

Julio Antonio Mella en los meses de noviembre y diciembre de 1928 trata esta problemática de una manera que conserva sorprendente vigencia. Fue un verdadero intelectual marxista que, en medio de la lucha social y de la militancia, buscaba los resortes teóricos de esa lucha, las vías y métodos para hacer posible y factible nuestro sueño de justicia.

Mella, parte de nombrar una confusión. La dificultad de saber qué es la clase media. Y sin embargo esa confusión no le impide definir que es algo de lo que hay que hablar porque sin dudas no se puede negar su existencia. Le reconoce a la clase media una conciencia de clase: esto es, conoce sus intereses y lucha por ellos en todos los escenarios posibles. El obstáculo para nombrar a una clase no borra su existencia en la práctica de los hechos sociales. Y de paso nos ofrece sin esa intención rasgos para un concepto de conciencia de clase: conciencia de los intereses, y lucha por esos intereses.

Su intención con estos textos es resolver la confusión en la que también se encuentran los sectores revolucionarios sobre este particular. Antes, deja en claro que a los partidos burgueses les interesa hacer uso del ropaje de representantes de la clase media. Ello configura una disputa de innegable valor político.

En el «pabellón incoloro» de la clase media se encuentran aquellos que no pueden tener el gran comercio, la gran fábrica, pero tampoco se sienten o no lo son de veras, obreros de la industria moderna. Esto traduce que alrededor de la clase media hay un sentimiento aspiracionista, mezclado con el rechazo a ser parte de los sectores inferiores. De inmediato pone esto en relación al proceso de producción. En el estudio y análisis de los comportamientos y sentimientos de clase más allá de cualquier otro fundamento han de tomarse en consideración las relaciones de producción. Para dividir a la sociedad en clases, tomar en cuenta algo que no sea el régimen de la producción es «pura literatura pero no sociología materialista». Esta última declaración de Mella nos exime de especulaciones innecesarias.

Dejemos sentado además que estas ideas de Mella son acerca del régimen de producción mexicano de la época en la que se encuentra delimitada su práctica política. No es propósito de este trabajo comparar los planteamientos de Mella acerca de la clase media mexicana con las ideas del contexto político mexicano de ese periodo. Tampoco comparar los datos que utiliza para describir el régimen de producción con otras fuentes que aborden esa misma época en México. Nuestro interés se enmarca en registrar algunas tensiones en el establecimiento de lo que se puede llamar la clase media. Y, por otro lado, extraer –si fuera posible– herramientas para la incorporación de los sectores medios al horizonte estratégico del campo de las fuerzas revolucionarias.

Lo que describe como la clase media mexicana se nutre de dos corrientes, una de ellas proviene del pasado feudal precapitalista, y la otra de los nuevos sectores de la economía que emergían en el contexto mexicano. Estos nuevos sectores tienen una peculiaridad: son la mezcla de grupos emergentes de la revolución de 1910 con contenidos nacionalistas y de los factores propios de la penetración imperialista. En su conformación la clase media es la ligazón de sectores nacionalistas independentistas con elementos de la penetración de la economía imperialista, en su doble aspecto: de sujeción económica y política. A la primera pertenecen un grupo amplio de artesanos. Dentro de este grupo incorpora a los productores independientes que abastecen a las grandes ciudades, como zapateros, sastres… pero que comienzan a obtener el carácter de pequeño burgueses por la introducción de métodos de la economía moderna. A estos productores independientes, aunque declara que conservan elementos propios del pasado y por tal motivo los mantiene dentro del grupo de los artesanos, son una clase de transición. Esta cualidad de que un grupo social está en transición, es algo clave para entender que las posiciones de los grupos a lo interno del campo de clases sociales no son fijas, más bien expresan procesos.

La segunda corriente de la que se nutre la clase media mexicana, es lo que llama la «pequeña burguesía industrializante» compuesta por el numeroso pequeño comercio presente en México. Después se detiene en un nuevo sector de la clase media que identifica en Veracruz integrado por obreros que tienen características en común con dos clases. Son obreros durante 8 horas al día como empleados de la industria textil –verdaderos proletarios dirá Mella– y explotan además pequeños predios rústicos que le fueron entregados por la misma compañía con «el sabio criterio previsor de abolir la lucha de clases en su ruda naturaleza, con el opio de un capitalismo racional».

Veamos que este grupo social queda neutralizado en su potencial de resistencia, en tanto poseen el carácter de propietarios y explotadores de la fuerza de trabajo de otros. Este carácter doble o dual de determinados sectores de la clase media es otro rasgo que debemos retomar en los análisis.

Lo que Mella llama «capitalismo racional» es una de las ilusiones capturadas por la ideología del capitalismo, y puede explicar la naturalización de la relación dominantes-dominados, en tanto el expropiado es propietario, y explota mientras es explotado. Refiere que aunque este sector no es numeroso, justifica el carácter híbrido de algunos grupos dentro del sindicalismo mexicano: medio obrero, medio capitalista. Y nombra este carácter como un factor que puede explicar la dificultad a lo interno del movimiento obrero por defender y lanzar propuestas verdaderamente revolucionarias. Siendo obstáculos de la búsqueda de un genuino socialismo revolucionario.

El elemento más numeroso de la clase media mexicana es el de los campesinos. Estos, son el intento de salir del feudalismo creando un capitalismo nacional con «base agraria». Unos, tienen un patrimonio en forma de tierras que han logrado reunir y otros basan su emergencia en créditos del banco nacional de crédito agrícola. Se observa las distintas y complejas formas de alianzas que se van dando en las economías latinoamericanas, véase aquí por ejemplo la alianza entre sectores del campo y el capital bancario con administración del estado y al servicio de la modernización capitalista.

Brevemente se va a referir al trabajo intelectual, un sector que le gusta denominarse a sí mismo «trabajadores». Y que conforman también el amplio espectro de la clase media, trata de distinguirlos de los sectores realmente parasitarios en la economía no generadores de valor, en tanto en sus distintas formas no se genera valor. Entendiendo que el trabajo manual es el verdaderamente creador de valores.

No nos vamos a detener en esta discusión –lo que no rehúye su importancia– en tanto lo que nos interesa destacar es que Mella les ve como un sector dentro de la clase media y que se ven a sí mismos de esa manera. Para Mella, sin embargo, en un régimen socialista es donde único se podría eliminar esta división entre trabajo intelectual y trabajo manual con la disminución de la jornada laboral y con el desarrollo de la técnica.

Unos, no tendrán que trabajar exclusivamente con la cabeza y hacer deportes para ejercitar el cuerpo y otros, no trabajarán exclusivamente con el cuerpo mientras tienen dificultades para adquirir una cultura intelectual. Nos interesa rescatar la aspiración revolucionaria de Mella de que la cultura no sea el privilegio de unos pocos y el trabajo físico rudo y sin descanso, el castigo de muchos.

Cuando le toca definir qué es la clase media mexicana nombra como problema nacional la necesidad de describir el conjunto de las fuerzas sociales y sus intereses. Y este, a mi juicio, es un problema ineludible en todos nuestros países: conocer el conjunto de sectores y fuerzas sociales y sus intereses específicos.

En un resumen de rasgos generales caracteriza a la clase media como:

1- Un conjunto de agregados sociales con la característica general de vivir del producto de su propio trabajo.

2- Emplean su propia fuerza de trabajo o la de familiares y colaboradores allegados en números pequeños.

3- El resultado que obtienen en términos de plusvalía no permite la acumulación suficiente para constituir un gran capital.

4- El complemento de sus entradas después del trabajo propio es el de la tenencia de algunos medios de producción, por la renta de algún capital inmueble o dado en préstamo.

5- A pesar de las distintas subdivisiones, todos ocupan una posición común frente a la clase capitalista que les hace competencia o los explota, y frente a la clase proletaria que es la que compra sus productos o la que crea la parte de capital necesaria para pagar los sueldos o entradas de los que no producen objetos con valor de cambio.

En verdad, si uno analiza este último rasgo se da cuenta que la clase media también padece además de aquel carácter dual del que hablábamos, una doble dependencia: de la clase capitalista, y de la gran masa de proletarios. Eliminado hipotéticamente uno de los polos no podría existir, y es también el resultado de esa tensión. Si bien hay un conjunto de relaciones que están en la base de su conformación, a la hora de comprender sus actitudes políticas más generales, se puede entender su relativa indefinición en torno a las dos posiciones tradicionalmente en pugna.

La clase media muchas veces es el mayor aliado y la base de sustentación de esa ilusión, tan socorrida cada cierto tiempo, de un capitalismo donde caben todos y donde es posible el pacto y la conciliación de clases de manera permanente. Para las fuerzas del campo revolucionario, si este supuesto ilusorio llegase a tener valor en algún momento es solo a nivel táctico.

Para Mella la clase media es económica y políticamente inestable. En lo económico fluctúa en función del desarrollo de la economía determinado por el capital extranjero. El carácter dependiente de la economía mexicana genera este estado oscilante. En términos políticos sus actitudes van desde la alianza con la clase capitalista y el imperialismo, hasta la alianza con el proletariado y la lucha contra los dos anteriores. Señala un elemento ideológico de gran valor. Muchas veces la clase media considera al proletariado su competidor y el responsable de los problemas que le aquejan debido a las luchas que realiza.

Para Mella el carácter «ecléctico y liberal» de la clase media hace que se comporte como «un instrumento de cobre de una jazz-band». Suelta una idea muy valiosa con respecto a la actitud de la clase media frente al socialismo, según Mella la clase media acepta del socialismo solo ciertas reformas mínimas y su «fraseología de propaganda» pero «no la lucha de clases ni la socialización revolucionaria de los medios de producción». Su potencial revolucionario está acotado por esta limitación. Cómo utilizar la clase media en un programa mínimo de transformaciones y lograr incorporar sus sectores más numerosos o una parte de ellos a un programa revolucionario de transformaciones profundas y radicales, ese sigue siendo un reto ineludible hoy.

Después de este primer acercamiento intenta una descripción de los que considera los problemas de la clase media. En primer lugar indica esta doble dependencia, doble jalonamiento que padece la clase media, por un lado la clase dominante capitalista y por otro el proletariado. Esta posición está marcada por la angustia de no saber dónde situarse. El problema conduce a otra situación de consecuencias ideológicas, la clase media sabe que necesita a los sectores populares consumidores de los productos que crea. Al mismo tiempo no ambiciona la pobreza, su fantasía es formar parte de la clase dominante. Su ilusión está condenada a la frustración, en los períodos genéticos de las sociedades capitalistas era posible observar ejemplos de pequeños y medianos empresarios que se convirtieran en grandes capitalistas, esa tendencia fue desapareciendo y está determinada en el análisis de Mella por la aparición del imperialismo.

Las leyes del sistema imperialista determinan que los sectores de clase media de los países periféricos estén condenados a padecer los efectos de una economía dependiente, deformada y regida por las leyes del intercambio desigual. No significa que no pueda existir un ejemplo que muestre el salto de alguien de la clase media hacia los sectores dominantes concentrados, pero esto tiene cada vez más un carácter excepcional y está muy ligado al grado en que ese caso en particular esté coligado con los sectores dominantes del imperialismo en la región. Un capitalismo desarrollado con soberanía nacional es imposible en América Latina y el Caribe. El carácter concentrado de los medios de producción y su abroquelamiento con mecanismos de dominación económica y política cada vez más sofisticados impiden el desarrollo de industrias nacionales fuertes e independientes.

Desde su lectura el imperialismo no crea en nuestra región capitalismos nacionales independientes sino la «industria colonial extractiva moderna». Incluso allí donde ciertas industrias se han creado no lo son al margen de un igual grado de sometimiento a las decisiones del capitalismo central. Lo genial de Mella es que deja claro para nuestros pueblos que no porque parezcan modernas nuestras sociedades dejan de padecer su carácter colonial. Es además una modernidad condicionada, es como en esos mercados a los que vamos a comprar los sectores populares donde recibimos copias y no originales. Nuestro capitalismo es copia, no original, y aunque lo repliquemos sin pagar copyright no deja de ser menos miserable y subyugante.

El hecho de que las clases medias se encuentren inconformes con su situación les convierte en una clase de transición, no quieren ser parte de las masas empobrecidas ni quieren ser destruidas por la competencia capitalista. En su criterio no se puede construir un régimen social basado únicamente en las clases medias, «como no se levanta un edificio sobre arenas movedizas».

¿Cómo enfrentar estas problemáticas y las cualidades antes enunciadas?

El destino de la clase media tiene varios derroteros en el pensamiento de Mella, por un lado pueden formar parte de las fuerzas de la reacción. Los dominantes poseen estrategias específicas para que una parte de ella, sobre todo la más oportunista, forme parte de sus ejércitos. El fascismo en algún momento intentó ser la solución para la clase media. Esta lectura es interesante para poder comprender procesos de conservatización y golpes de estado (militares) que han sucedido en nuestra región. Hay un componente reaccionario-nacionalista incorporado en la ideología y en el discurso de la clase media o de los sectores dominantes en su intento de ponerla bajo sus órdenes.

Debe tomarse en cuenta, en el caso mexicano, la aparición de lo que denomina «nacionalismo patriotero» mezclado con un discurso de fraseología radical, pero en el fondo esto no conduce a transformaciones revolucionarias. También dice que esta fraseología radical tiene la función de esconder las intenciones reaccionarias. Por ello es importante desmontar este entramado discursivo-ideológico subordinado en último término a las fuerzas de la reacción y al imperialismo.

Para él, hay siempre en nuestros pueblos una situación revolucionaria y lo único que tenernos para perder son nuestras cadenas. La verdadera solución para las clases medias en América Latina y el Caribe es la revolución social en su propio país y extendida a toda la región. Es importante cómo Mella define que el destino de nuestros pueblos es desatar una lucha de carácter continental. El socialismo es la solución para los problemas de nuestros pueblos, y en su visión el socialismo es la socialización de los medios de producción. Y esto solo es posible de realizar si el obrero y el campesino toman el poder, es decir, si aquella esfera donde se crean los valores reales asciende al poder.

Cuando analiza la situación mexicana, pensará en dos fases de lucha. Una primera insurreccional donde se toma el control sobre los recursos fundamentales y otra donde su busca el apoyo de una parte importante de los sectores de la clase media. Un momento posterior requerirá del enfrentamiento directo a los Estados Unidos y su sistema de dominación continental, pero esto solo será posible con la acción concertada y organizada de nuestros pueblos. Aunque este análisis es sobre el contexto mexicano, nos parece importante retomar la necesidad en todo proceso de cambios de tomar el control de los principales recursos desde el estado, desplegar posteriormente una estrategia para la ampliación y consolidación de fuerzas y, por último, la necesidad de enfrentar de manera continental al poder económico y político de los Estados Unidos.

Nada de esto es posible si no se realiza una revolución socialista que ponga los bancos, la industria y las tierras bajo el control del estado. Sin ello, creer que obtendremos lo que queremos es «como el niño que cree que puede ir a las nubes sin el avión que las lleve a ellas».

Nos dice además que los obreros y los campesinos no van a esperar a que una parte de la clase media se convenza de la revolución para hacerla. La harán sin esperar ese convencimiento, le entregarán los beneficios por los que no lucharon y la obligará muy a pesar de ella a trabajar por el comunismo.

Nos regala, como de paso, una concepción del poder: se lucha por obtenerlo con aquellos que están dispuestos a entregarlo todo, después se reparten los beneficios al conjunto de la sociedad, y se establece una dominación sobre aquellos sectores que no son parte del campo revolucionario subordinándolos al horizonte estratégico de máxima justicia social.


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