Por Malcolm X
Discurso pronunciado el 3 de abril de 1964 en una reunión de la instancia local de Cleveland, Ohio, del Congreso por la Igualdad Racial (Congress for Racial Equality, CORE) realizada en la iglesia Cory Methodist Church.
Tomado de Malcolm X. Vida y voz de un hombre negro. Autobiografía y selección de discursos. Txalaparta Editorial, Navarra, 1991. pp. 164–180.
Señor moderador, hermano Lomax, hermanos y hermanas, amigos y enemigos, porque sencillamente no puedo creer que aquí todos sean amigos y no quiero dejar a nadie fuera. Esta noche la cuestión es, a mi entender, «la revuelta negra» y «¿Qué rumbo seguimos de aquí en adelante?» o «¿Y ahora qué?». A mi humilde manera de entenderlo la cuestión es el voto o la bala.
Antes de que tratemos de explicar lo que quiere decir eso del voto o la bala, quisiera aclarar algo con respecto a mí mismo. Todavía soy musulmán, mi religión es todavía la del Islam. Esa es mi creencia personal. Igual que Adam Claytom Powell es ministro cristiano y encabeza la Iglesia Bautista Abisinia en Nueva York, pero al mismo tiempo participa en las luchas políticas para tratar de establecer los derechos de los negros en este país; y que el doctor Martin Luther King es ministro cristiano en Atlanta, estado de Georgia, y encabeza otra organización que lucha por los derechos civiles de los negros en este país; y que el reverendo Galamison –supongo que habrán oído hablar de él– es otro ministro cristiano en Nueva York y se ha visto seriamente involucrado en los boicots de las escuelas para eliminar la enseñanza segregada; bueno, pues yo también soy ministro, no ministro cristiano, sino ministro musulmán y creo en la acción en todos los frentes y por todos los medios que sean necesarios.
Pero aunque todavía soy musulmán no estoy aquí esta noche para discutir mi religión. No estoy aquí para tratar de hacerlos cambiar de religión. No estoy aquí para discutir ni polemizar sobre ninguna de las cosas en que diferimos, porque es hora ya de que acallemos nuestras diferencias y nos demos cuenta de que es mejor para nosotros ver primero que confrontamos el mismo problema, un problema común que los hará vivir en un infierno lo mismo si son bautistas que si son metodistas o musulmanes o nacionalistas. Lo mismo si son gente educada que si son analfabetos, si viven en el bulevar que si viven en el callejón, los harán vivir en un infierno igual que a mí. Todos estamos metidos en el mismo barco y a todos no hará vivir en el mismo infierno el mismo hombre blanco. Todos nosotros hemos sufrido aquí, en este país, la opresión política de manos del blanco, la explotación económica de manos del blanco y la degradación social de manos del blanco.
Ahora bien, que hablemos así no quiere decir que seamos antiblancos, pero sí quiere decir que somos antiexplotación, que somos antidegradación, que somos antiopresión. Y si el blanco no quiere que seamos antiblancos, que deje de oprimirnos y de explotarnos y de degradarnos. Lo mismo si somos cristianos que si somos musulmanes o nacionalistas o agnósticos o ateos, tenemos que aprender primero a olvidar nuestras diferencias. Si hay diferencias entre nosotros, vamos a tenerlas metidas en el armario; cuando salgamos a la calle que no haya nada que discutir entre nosotros hasta que no hayamos terminado de discutir con ese hombre blanco. Si el difunto presidente Kennedy podía reunirse con Jruschov para intercambiarle un poco de trigo, no cabe duda de que tenemos más en común entre nosotros que Kennedy y Jruschov entre sí.
Si no hacemos algo muy pronto me parece que estarán ustedes de acuerdo en que nos vamos a ver obligados a escoger entre la bala y el voto. En 1964 hay que escoger entre una cosa y la otra. No es que el tiempo se vaya volando: ¡el tiempo ya se voló! 1964 amenaza con ser el año más explosivo que Estados Unidos haya presenciado jamás. El año más explosivo. ¿Por qué? También es un año político. Es el año en que todos los políticos blancos volverán a meterse en la llamada comunidad de la gente de color para engañarnos y sacarnos unos cuantos votos. El año en que todos los bribones políticos blancos volverán a meterse en la comunidad de ustedes y en la mía con sus falsas promesas, alimentando nuestras esperanzas para luego defraudarles con sus trucos y sus traiciones, con promesas falsas que no tienen intención de cumplir. Mientras ellos alimentan el descontento, todo esto no puede conducir más que a una cosa: a una explosión y ahora tenemos ya en la vida norteamericana de nuestros días al tipo de hombre negro –lo siento, hermano Lomax– que no tiene ninguna intención de seguir poniendo la otra mejilla.
No dejen que nadie les venga con el cuento de que tienen pocos chances de ganar. Si los reclutan, los mandan a Corea y los hacen enfrentarse a ochocientos millones de chinos. Si ustedes pueden ser tan valientes allá, también pueden serlo aquí mismo. Estas cosas no son tan grandes como aquellas cosas. Y si luchan aquí, por lo menos sabrán para qué están luchando.
No soy político, ni siquiera soy estudioso de la política; la verdad es que apenas si soy un estudioso de nada. No soy demócrata, no soy republicano y ni siquiera me considero norteamericano. Si ustedes y yo fuéramos norteamericanos no habría problemas. Esos Hunkies[1] que acaban de bajarse del barco ya son norteamericanos; los polacos ya son norteamericanos; los refugiados italianos ya son norteamericanos. Todo lo que vino de Europa, todo lo que tuviera ojos azules, ya es norteamericano. Y con todo el tiempo que llevamos aquí ustedes y yo todavía no somos norteamericanos.
Bueno, yo no creo en eso de engañarse uno a sí mismo. No me voy a sentar a tu mesa con el plato vacío para verte comer y decir que soy un comensal. Si yo no pruebo lo que hay en ese plato, sentarme a la mesa no hará de mí un comensal. Estar en Estados Unidos no nos hace norteamericanos. Haber nacido aquí no nos hace norteamericanos. Porque si el nacimiento nos hiciera norteamericanos, no se necesitaría ninguna legislación, no se necesitaría ninguna enmienda a la Constitución, no habría que hacerle frente al entorpecimiento de los derechos civiles, ahora mismo, en Washington, D. C. No hay que promulgar leyes de derechos civiles para hacer norteamericano a un polaco.
No, yo no soy norteamericano. Soy uno entre los veintidós millones de negros víctimas del norteamericanismo. Uno entre los veintidós millones de negros víctimas de la democracia, que no es más que hipocresía enmascarada. Así es que no estoy aquí hablándoles como norteamericano ni como patriota ni como el que saluda la bandera ni como el que hace ondear la bandera; no, yo no. Yo estoy hablando como víctima de este sistema norteamericano. Y veo a Estados Unidos de Norteamérica con los ojos de la víctima. No veo ningún sueño norteamericano; veo una pesadilla norteamericana.
Estos veintidós millones de víctimas están despertando. Se les están abriendo los ojos. Están empezando a ver lo que antes sólo miraban. Se están haciendo políticamente maduros. Se están dando cuenta de que hay nuevas tendencias políticas de una costa a la otra. Como ven estas nuevas tendencias políticas, les es posible ver que cada vez que hay elecciones, la carrera resulta tan apretada que hay que hacer un recuento. Tuvieron que hacerlo en Massachusetts, por lo apretada que estuvo la votación, para ver quién iba a ser gobernador. Lo mismo pasó en Rhode Island, en Minnesota y en muchas otras partes del país. Y lo mismo pasó con Kennedy y Nixon cuando compitieron por la presidencia. Fue tan apretada la cosa que tuvieron que hacer un recuento de todos los votos. Bueno, ¿y eso qué quiere decir? Quiere decir que cuando los blancos estén divididos equilibradamente y los negros tienen un bloque de votos propios, les toca a éstos determinar quién irá a parar a la Casa Blanca y quién irá a parar a la perrera.
Fue el voto del negro el que instaló a la nueva administración en Washington, D. C. El voto de ustedes, el voto estúpido, el voto ignorante, el voto malgastado de ustedes fue el que instaló en Washington, D. C., a una administración que ha tenido a bien promulgar toda clase de leyes imaginables, dejarlos a ustedes hasta el último momento, para terminar entorpeciendo la acción de esas mismas leyes. Y los líderes de ustedes y míos tienen osadía de andar correteando y aplaudiendo por ahí y decir que cuántos progresos estamos realizando. Y que qué buen presidente tenemos. Si no fue bueno en Texas, seguro que no podrá serlo en Washington, D. C. Porque Texas es un estado de linchamientos. Allí soplan los mismos vientos que en Misisipí, no hay diferencia; sólo que en Texas linchan con acento texano y en Misisipí con acento de Misisipí. Y estos líderes negros tienen la osadía de ir y tomar café en la Casa Blanca con un texano, con un blanco racista del sur –eso es todo lo que él es–, para luego venirnos a decir a ustedes y a mí que éste, como es del Sur, va a ser mejor con nosotros porque sabe cómo tratar a los sureños. ¿Qué clase de lógica es ésa? Que Eastland sea presidente: él también es del Sur. El sabría todavía mejor que Johnson cómo tratarnos.
[ … ]
De manera que ya es hora de despertar, en 1964. Y cuando los vean venir con esa clase de conspiraciones, háganles saber que ustedes tienen los ojos abiertos. Y háganles saber que hay otra cosa que también está bien abierta. Tienen que ser la bala o el voto. La bala o el voto. Si les da miedo usar una expresión como ésa, deberían irse del país, deberían volver a la plantación algodonera, deberían volver a meterse en el callejón. Ellos reciben todos los votos negros y, después que los reciben, el negro no recibe nada a cambio. Todo lo que hicieron cuando lograron llegar a Washington fue darles grandes empleos a unos cuantos grandes negros. Esos grandes negros no necesitaban grandes empleos, ya tenían trabajo. Eso es un camuflaje, eso es un truco, eso es una traición, un teatro. No estoy tratando de derribar a los demócratas en favor de los republicanos; a éstos ya llegaremos dentro de un minuto. Pero es verdad: ustedes ponen a los demócratas en primer lugar y ellos los ponen en el último a ustedes. […]
Conque, ¿qué rumbo seguimos de aquí en adelante? Primero, necesitamos unos cuantos amigos. Necesitamos unos cuantos aliados nuevos. Toda la lucha por los derechos civiles necesita una nueva interpretación, una interpretación más amplia. Necesitamos contemplar este asunto de los derechos civiles desde otro ángulo, tanto desde adentro como desde afuera. Para aquellos de nosotros cuya filosofía sea la del nacionalismo negro, la única manera de meterse en la lucha por los derechos civiles será darle una nueva interpretación. La vieja interpretación nos excluía a nosotros. Nos dejaba fuera. Por eso le estamos dando una nueva interpretación que nos permita entrar en ella, tomar parte en ella. Y a estos tíos Tom que han estado actuando con evasivas, claudicaciones y componendas, no los vamos a dejar que sigan con sus evasivas, con sus claudicaciones ni con sus componendas.
¿Cómo pueden agradecerle a un hombre que les dé lo que ya es de ustedes? ¿Cómo pueden, entonces, agradecerle que les dé sólo una parte de lo que ya es de ustedes? Ni siquiera han realizado progresos y lo que les están dando ya deberían haberlo tenido desde antes. Eso no es progreso. Y yo adoro a mi hermano Lomax y la manera en que señaló que nos hallamos otra vez donde estábamos en 1954.[2] Estamos más atrás de donde estábamos en 1954. Hay más segregación ahora que en 1954. Hay más animosidad racial, más odio racial, más violencia racial hoy en 1964, que en 1954. ¿Dónde está el progreso?
Y ahora se enfrentan ustedes a una situación en que el joven negro está apareciendo. Y éste no quiere oír hablar de ese asunto de «dar la otra mejilla»; no. En Jacksonville –y eran adolescentes– estaban arrojando cócteles Molotov. Los negros nunca lo habían hecho antes. Pero eso demuestra que hay algo nuevo entrando en escena. Hay una nueva manera de pensar que está entrando en escena. Serán los cócteles Molotov este mes, las granadas de mano el mes que viene y otra cosa el mes siguiente. Será la bala o será el voto. Será libertad o será la muerte. La única diferencia es que esta clase de muerte será recíproca. ¿Saben lo que quiere decir «recíproca»? Esa es una de las palabras del hermano Lomax: se la robé a él. Por lo general no manejo esas grandes palabras porque por lo general no me codeo con gente grande. Me codeo con la gente humilde. Sé que uno puede buscar a un montón de gente humilde y poner a correr a un montón de gente grande. Aquellos no tienen nada que perder y pueden ganarlo todo. Y en seguida se lo hacen saber: «Hacen falta dos para bailar; y si yo voy, tú vas».
Los nacionalistas negros, aquéllos cuya filosofía es la del nacionalismo negro, al introducir esta nueva interpretación de todo lo que significan los derechos civiles, lo entienden en el sentido –como señaló el hermano Lomax– de la igualdad de oportunidades. Bueno, está justificado que busquemos los derechos civiles si eso significa igualdad de oportunidades, porque en ese caso todo lo que estamos haciendo es tratar de cobrar nuestras inversiones. Nuestros padres invierten sudor y sangre. Trabajamos trescientos diez años en este país sin recibir ni un centavo a cambio. Ustedes dejan que el blanco se pasee por aquí hablando de lo rico que es este país, pero nunca se paran a pensar cómo se hizo rico, pero es que ustedes lo hicieron rico.
Tomen por ejemplo a la gente que está reunida ahora mismo en este auditorio. Son pobres, todos nosotros somos pobres como individuos. Nuestro salario semanal individual no suma casi nada. Pero si toman colectivamente el salario de todos los que hay aquí podrán llenar un montón de sacos. Es un montón de dinero. Si pueden recoger nada más que los salarios de un año de la gente que está aquí ahora, se harán ricos: más que ricos. Cuando se miran así las cosas, piensen lo rico que tuvo que hacerse el tío Sam, no con este manojo de gente sino con millones de negros. Con los padres de ustedes y los míos, que no trabajaban en turnos de ocho horas, sino desde que, «no se veía» por la mañana hasta que «no se veía» por la noche, y que trabajaban por nada haciendo rico al blanco, haciendo rico al tío Sam.
Esa es nuestra inversión. Esa es nuestra contribución: nuestra sangre. No sólo dimos gratis nuestro trabajo: dimos nuestra sangre. Cada vez que había un llamado a las armas, éramos los negros los primeros en vestir el uniforme. Moríamos en todos los campos de batalla del blanco. Hemos hecho un sacrificio mayor que el de cualquier otro que viva actualmente en Estados Unidos. Hemos hecho una contribución mayor y hemos cobrado menos. Para aquellos de nosotros cuya filosofía es el nacionalismo negro, los derechos civiles quieren decir: «Dénnoslo ahora. No esperen el año que viene. Dénnoslo ayer y todavía no será bastante rápido.»
Podría hacer un alto aquí mismo para señalarles una cosa. Siempre que uno ande detrás de algo que le pertenezca, el que lo prive a uno del derecho a tenerlo es un criminal. Entiendan eso. Siempre que anden detrás de algo que sea de ustedes, están en su derecho legal de reclamarlo. Y el que por cualquier medio intente privarlos de lo que es de ustedes, está violando la ley, es un criminal. Y eso lo señaló la decisión de la Corte Suprema. Puso fuera de la ley la segregación. Y eso significa que la segregación va contra la ley. Y eso quiere decir que un segregacionista está violando la ley. Un segregacionista es un criminal. No se le puede aplicar ningún otro calificativo sino ése. Y cuando hacen una manifestación contra la segregación, la ley está de parte de ustedes. La Corte Suprema está de parte de ustedes.
Ahora bien, ¿quién es el que se opone a la aplicación de la ley? El propio departamento de policía. Con perros policías y con garrotes. Siempre que ustedes estén manifestando contra la segregación, ya se trate de la enseñanza segregada, de la vivienda segregada o de cualquier otra cosa, la ley estará de parte suya, y el que se les ponga en el camino deja de ser la ley. Está violando la ley, no es representativo de la ley. Siempre que ustedes estén manifestando contra la segregación y un hombre tenga la osadía de echarles encima a un perro policía, maten a ese perro, mátenlo, les digo que maten a ese perro. Se lo digo aunque mañana me cueste la cárcel: maten a ese perro. Entonces le pondrán punto final a este asunto. Ahora, si estos blancos que están aquí no quieren ver esa clase de acción, que vayan y le digan al alcalde que le diga al departamento de policía que encierre a los perros. Eso es todo lo que tienen que hacer. Si no lo hacen ellos, lo hará otro.
Si ustedes no adoptan ese tipo de actitud, sus hijos crecerán y los mirarán y pensarán: «iQué vergüenza!» Si no adoptan una actitud tajante… No quiero decir con eso que vayan a salir y ponerse violentos; pero, al mismo tiempo, nunca deberían ser gente sin violencia, a menos que se hallaran ante una situación sin violencia. Yo no soy nada violento con los que no son nada violentos conmigo. Pero si alguien me echa encima esa violencia, entonces me hace perder la cabeza y ya no respondo de lo que haga. Y así es como deberían ponerse todos los negros. Siempre que sepan que están dentro de la ley, dentro de sus derechos morales, en conformidad con la justicia, entonces mueran por aquello en lo que ustedes creen. Pero no mueran solos. Que su muerte sea recíproca. Eso es lo que quiere decir igualdad. Lo que es bueno para ti, es bueno para mí.
Cuando empezamos a adentrarnos en este terreno necesitamos nuevos amigos, necesitamos nuevos aliados. Necesitamos ampliar la lucha por los derechos civiles llevándola a niveles más altos: al nivel de los derechos humanos. Mientras estén enfrascados en una lucha por derechos civiles, sépanlo, se estarán limitando a la jurisdicción del tío Sam. Nadie del mundo exterior puede manifestarse en favor de ustedes mientras su lucha sea una lucha por derechos civiles. Los derechos civiles son parte de los asuntos internos de este país. Ninguno de nuestros hermanos africanos ni de nuestros hermanos asiáticos ni de nuestros hermanos latinoamericanos puede abrir la boca para interferir en los asuntos internos de Estados Unidos. Mientras se trate de derechos civiles, éstos caerán bajo jurisdicción del tío Sam.
Que el mundo sepa lo ensangrentadas que tiene las manos. Que el mundo sepa la hipocresía que se practica aquí. Que sea la bala o el voto. Que él sepa que tiene que ser la bala o el voto.
Cuando llevan su caso ante Washington, D. C., lo están llevando ante el criminal responsable; es como huir del lobo hacia la zorra. Todos ellos están encompadrados. Todos hacen trapacerías políticas y los hacen quedar a ustedes como unos zoquetes ante los ojos del mundo. Aquí están ustedes paseándose por Estados Unidos, preparándose para que los recluten y los manden fuera, como soldaditos de plomo, y cuando lleguen allá la gente les va a preguntar por qué luchan y ustedes tendrán que quedarse con la boca cerrada. No, lleven al tío Sam ante los tribunales, lIévenlo ante el mundo.
Para mí el voto significa simplemente la libertad, ¿No saben ustedes –y en este punto no estoy de acuerdo con Lomax– que el voto es más importante que el dólar? ¿Qué si puedo probarlo? Sí. Miren la ONU. Hay naciones pobres en la ONU; sin embargo, esas naciones pobres unen la potencia de sus votos y les impiden dar un paso a las naciones ricas. Tienen un voto por nación, todo el mundo tiene un voto igual. Y cuando esos hermanos de Asia y África y de las naciones más oscuras de esta tierra se unen, la potencia de sus votos basta para mantener a raya al tío Sam. O para mantener a raya a Rusia. O para mantener a raya a cualquier otra parte de esta tierra. De modo que el voto es de la mayor importancia.
Ahora mismo, en este país, si ustedes y yo, los veintidós millones de afronorteamericanos… Sí, eso es lo que somos: africanos que están en Norteamérica… Ustedes no son ni más ni menos que africanos. Ni más ni menos que africanos. Es más, que saldrían ganando con llamarse a sí mismos africanos en vez de negros. Los africanos no viven en un infierno. Ustedes son los únicos que viven en un infierno. Ellos no tienen que promulgar leyes de derechos civiles para los africanos. Un africano puede ir adonde le plazca en este mismo momento. Todo lo que tienen que hacer ustedes es ponerse un trapo en la cabeza. Así mismo, y vayan adonde se les ocurra. Simplemente dejen de ser negros. Cámbiense el nombre par el de Hugagaguba. Eso les demostrará lo imbécil que es el blanco. Se las están viendo con un imbécil. Un amigo mío, que es bien oscuro, se puso un turbante en la cabeza y entró en un restaurante de Atlanta antes de que allí se dijeran desegregados. Entró en un restaurante para blancos, se sentó, lo atendieron y él preguntó: «¿Qué pasaría si aquí entrara un negro?». Y así estaba él sentado, más negro que la noche; pero como tenía la cabeza envuelta en aquel turbante, la camarera se volvió hacia él y le dijo: «Qué va, ningún nigger se atrevería a entrar aquí».
De manera que se las están viendo con un hombre cuyos prejuicios y predisposiciones le están haciendo perder el juicio, la inteligencia, cada día más. Está asustado. Mira a su alrededor y ve lo que está pasando en esta tierra, y ve que el péndulo del tiempo se inclina en dirección de ustedes. La gente de piel oscura está despertando. Le están perdiendo el miedo al blanco. No está ganando en ninguno de los lugares donde está peleando ahora. Dondequiera que está peleando lo hace contra hombres de nuestro color, de nuestra complexión. Y esos hombres lo están derrotando. Ya no puede seguir ganando. Ya ganó su última batalla. No pudo ganar la guerra de Corea. No la pudo ganar. Tuvo que firmar una tregua. Eso es una derrota. Siempre que al tío Sam, con toda su maquinaria bélica, lo obligan unos comedores de arroz a hacer una tregua, es que ha perdido la batalla. Tuvo que firmar la tregua. Se supone que Estados Unidos no firme tregua alguna. Se supone que Estados Unidos sea bravo. Pero ya no es bravo. Es bravo mientras puede usar su bomba de hidrógeno, pero no puede usar las suyas por temor de que Rusia use también las suyas. Rusia no puede usar las suyas, pues teme que el tío Sam también use las suyas. De manera que están los dos desarmados. No pueden usar el arma, pues el arma que cada uno de ellos tiene anula la del otro. Así que donde únicamente puede desarrollarse la acción es en tierra y el blanco ya no puede ganar otra guerra en la tierra. Aquellos días ya pasaron. El negro lo sabe, el moreno lo sabe, el cobrizo lo sabe, el amarillo lo sabe. Por eso le hacen frente en guerra de guerrillas. Ese no es el estilo de él. Hay que tener coraje para ser guerrillero y él no tiene coraje. Se lo digo en este momento a ustedes.
Quiero decirles nada más algunas cosas sobre la guerra de guerrillas porque un día de éstos, un día de estos… Hay que tener coraje para ser guerrillero porque uno está solo. En la guerra convencional se tienen tanques y un montón más de gente con uno para respaldarlo, aviones que le vuelan a uno sobre lo cabeza y toda clase de cosas de ese tipo. Pero una guerrilla está sola. Todo lo que uno tiene es un fusil, unas zapatillas y un plato de arroz; y eso es todo lo que se necesita, y mucho coraje. En algunas de esas islas del Pacífico donde estaban los japoneses, cuando desembarcaban los soldados norteamericanos, a veces un solo japonés podía impedir el avance de todo un ejército. Sencillamente, esperaba que el sol se pusiera y cuando el sol se ponía todos ellos resultaban iguales. Entonces empuñaba su cuchillo y se deslizaba de un arbusto a otro y de un norteamericano a otro. Y los soldados blancos no podían bregar con eso. Siempre que se topen con un soldado blanco que haya combatido en el Pacífico, lo verán en temblores, con los nervios alterados, porque allá lo asustaron mortalmente.
Lo mismo les pasó a los franceses en la Indochina inglesa. Gentes que sólo unos años antes habían sido campesinos dedicados al cultivo del arroz, se unieron y sacaron de Indochina al altamente mecanizado ejército francés. No se necesitan los armamentos modernos: hoy no sirven esos armamentos. Son los días de la guerrilla. Lo mismo hicieron en Argelia. Los argelinos, que no eran más que beduinos, cogieron un fusil y se alzaron en las lomas y De Gaulle y todo su estupendo equipo bélico no pudieron derrotar a esas guerrillas. En ningún lugar de esta tierra logra ganar el hombre blanco cuando se enfrenta a una guerra de guerrillas. No es su vaina. Por lo mismo que la guerra de guerrillas está prevaleciendo en Asia y en algunas partes de África y en algunas partes de América Latina, tienen ustedes que ser muy ingenuos o desempeñar muy pobremente el papel de negros, si no piensan que un día habrá que despertar y darse cuenta de que habrá que escoger entre el voto y la bala.
Me gustaría decir, para terminar, unas cuantas palabras respecto a la Mezquita Musulmana, Inc., que establecimos recientemente en la ciudad de Nueva York. Es verdad que somos musulmanes y que nuestra religión es la del lslam; pero no mezclamos nuestra religión con nuestra política ni con nuestra economía, como no la mezclamos con nuestras actividades sociales y civiles; ya no. Observamos nuestra religión en nuestra mezquita. Cuando terminan nuestros servicios religiosos, entonces nos metemos como musulmanes en la acción política, en la acción económica y en la acción social y civil. Nos unimos a cualquiera, en cualquier lugar, en cualquier momento y de cualquier manera, siempre que sea para eliminar los males políticos, económicos y sociales que afligen al pueblo de nuestra comunidad.
La filosofía política del nacionalismo negro consiste en que el negro controle la política y a los políticos de su propia comunidad; nada más. El negro de la comunidad negra tiene que ser reeducado en la ciencia de la política, para que sepa lo que la política deberá darle a cambio. No malgasten los votos. Un voto es como una bala. No tiren sus votos hasta que no vean un objetivo y si ese objetivo no está a su alcance, guárdense la boleta en el bolsillo. La filosofía política del nacionalismo negro se enseña en la iglesia cristiana. La están enseñando en la NAACP. La están enseñando en los mítines del CORE. La están enseñando en los mítines del SNCC [Comité Coordinador Estudiantil para la No Violencia]. La están enseñando en los mítines musulmanes. La están enseñando en lugares donde no se reúnen más que ateos y agnósticos. La están enseñando en todas partes. Los negros están hartos de la actitud evasiva, claudicante y de componendas que hemos estado empleando para obtener nuestra libertad. Queremos la libertad ahora, pero no la vamos a obtener diciendo «Nosotros lo vamos a superar». Tenemos que luchar hasta superar.
La filosofía económica del nacionalismo negro es pura y simple. Consiste sencillamente en que controlemos la economía de nuestra comunidad. ¿Por qué han de ser blancos los dueños de todas las tiendas existentes en nuestra comunidad? ¿Por qué han de ser blancos los dueños de los bancos existentes en nuestra comunidad? ¿Por qué ha de estar en manos del blanco la economía de nuestra comunidad? ¿Por qué? Si un negro no puede trasladar su tienda a una comunidad blanca, ustedes me dirán por qué un blanco ha de trasladar su tienda a una comunidad negra. La filosofía del nacionalismo negro comprende un programa de reeducación de la comunidad negra en lo relativo a la economía. Hay que hacerle entender a nuestra gente que cada vez que alguien saca un dólar de su comunidad y lo gasta en una comunidad donde no vive, la comunidad donde vive se va empobreciendo más y más, mientras que la comunidad donde gasta su dinero se va haciendo más y más rica. Y después se preguntan por qué la comunidad donde ellos viven es siempre un ghetto y un barrio de mala muerte. Y otra cosa que nos afecta es que no sólo lo perdemos cuando lo gastamos fuera de la comunidad, sino que el blanco tiene en su poder todas las tiendas de la comunidad; de manera que, aunque lo gastemos dentro de la comunidad, a la caída del sol el dueño de la tienda se lo lleva a otra parte de la ciudad. Nos tiene atenazados.
Así pues, la filosofía económica del nacionalismo negro significa para todas las iglesias, para toda organización cívica, para toda orden fraternal, que ya es hora de que nuestra gente adquiera conciencia de lo importante que es controlar la economía de nuestra propia comunidad. Si nos hacemos dueños de las tiendas, si dirigimos los negocios, si tratamos de establecer algunas industrias en nuestra comunidad, estaremos progresando hacia una posición en que crearemos empleos para los nuestros. Una vez que uno logra el control de la economía en su propia comunidad, no hay necesidad de hacer piquetes y boicots ni de suplicarle un empleo en su negocio al blanco racista del sur del centro comercial de la ciudad.
La filosofía social del nacionalismo negro consiste simplemente en que tenemos que unirnos y suprimir los males, los vicios, el alcoholismo, la narcomanía y otros males que están destruyendo la fibra moral de nuestra comunidad. Tenemos que elevar nosotros mismos el nivel de nuestra comunidad, tenemos que hacer más alto el nivel de vida de nuestra comunidad, tenemos que hacer bella nuestra propia sociedad para sentirnos satisfechos en nuestros propios círculos sociales y no andar por ahí tratando de abrirnos paso hacia un círculo social donde no nos quieren.
Entonces digo que al predicar algo como el nacionalismo negro no nos proponemos hacer que el negro revalorice al blanco –ya ustedes lo conocen– sino que el negro se revalorice a sí mismo. No hagan cambiar de ideas al blanco; no se le puede hacer cambiar de ideas, y todo ese asunto de apelar a la conciencia moral de Estados Unidos… La conciencia de Estados Unidos está en quiebra. Hace mucho tiempo que perdió toda conciencia. El tío Sam no tiene conciencia. Ellos no saben lo que es la moral. No tratan de eliminar el mal porque sea un mal ni porque sea ilegal ni tampoco porque sea inmoral; lo eliminan solamente cuando amenaza su existencia. De manera que están ustedes perdiendo el tiempo si apelan a la conciencia moral de un hombre en quiebra como el tío Sam. Si tuviera conciencia, arreglaría este asunto sin que se ejerciera sobre él mayor presión. Entonces no es necesario hacer cambiar de ideas al blanco. Tenemos que cambiar nosotros de ideas. No se le puede hacer cambiar sus ideas acerca de nosotros. Somos nosotros quienes hemos de cambiar las ideas que tenemos unos sobre otros. Tenemos que vernos unos a otros con nuevos ojos. Tenemos que vernos unos a otros como hermanos. Tenemos que juntarnos con calor a fin de que podamos desarrollar la unidad y la armonía necesarias para resolver nosotros mismos este problema. ¿Cómo podremos lograrlo? ¿Cómo podremos evitar los celos? ¿Cómo podremos evitar la desconfianza y las divisiones existentes en la comunidad? Ahora les voy decir cómo. […]
Nuestro evangelio es el nacionalismo negro. No intentamos amenazar la existencia de ninguna organización, pero divulgamos el evangelio del nacionalismo negro. Donde sea que haya una iglesia que también predique y practique el evangelio del nacionalismo negro, únete a esa iglesia. Si la NAACP predica y practica el evangelio del nacionalismo negro, únete a la NAACP. Si el CORE divulga y practica el evangelio del nacionalismo negro, únete al CORE. Únete a cualquier organización que tenga un evangelio que favorezca el avance del hombre negro. Y cuando entres y los veas vacilando o acomodándose, retírate porque eso no es nacionalismo negro. Encontraremos otra.
Y de esta forma, las organizaciones aumentarán en número y en cantidad y calidad y para agosto pensamos tener una convención nacionalista negra que se integrará de delegados de todo el país quienes se interesen en la filosofía del nacionalismo negro. Después que se reúnan estos delegados, celebraremos un seminario, realizaremos discusiones, escucharemos a todos. Queremos escuchar nuevas ideas y nuevas soluciones y nuevas respuestas. Y en ese momento, si nos parece conveniente organizar un partido nacionalista negro, organizaremos un partido nacionalista negro. Si es necesario organizar un ejército nacionalista negro, organizaremos un ejército nacionalista negro. Será el voto o la bala. Será la libertad o será la muerte. […]
[1] Hunkies: término despectivo de blancos. (N.T.)
[2] En 1954 la Corte Suprema decretó que la segregación racial en las escuelas era ilegal. Esta decisión sentó las bases para el comienzo del movimiento por los derechos civiles. (N.T.)
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