Por Partido Socialista Popular (Cuba)
La Tizza continúa su serie «La unidad no es hija única». Hoy compartimos un documento elaborado y distribuido por diferentes instancias del Partido Socialista Popular (PSP) en el año 1957, pocos días después del asalto al Palacio Presidencial. Para ubicarlo en contexto, sugerimos la lectura del trabajo «Proyectos y accionar del Partido Socialista Popular de 1952 a 1958» de la investigadora Caridad Massón Sena.
La Tizza expresa su agradecimiento a Katia del Llano Cuesta, Julio César Guanche y Frank Josué Solar por enviarnos este material y ponerlo así a disposición de nuestr@s lector@s.
¡Abajo la tiranía!
¡Libertad para los presos políticos y sociales (incluyendo los militares condenados por actividades políticas contra el gobierno)!
¡Castigo para los culpables de los asesinatos cometidos por el gobierno! ¡Por la vigencia efectiva de las garantías constitucionales!
¡Defendamos el derecho de los obreros a elegir sus dirigentes y a conmemorar con desfiles y manifestaciones su día internacional, el Primero de Mayo!
¡Aumento general en los salarios, sueldos y pensiones!
¡Atrás la carestía!
¡Detengamos los desalojos campesinos!
¡Unidos todos en el noble esfuerzo de sacar a nuestra patria del pantano en que la arrojara el 10 de marzo!
¡Fuera las maniobras tortuosas que se encubren bajo la túnica del «arreglo»…! ¡Estamos por las soluciones pacíficas, pero no por las fórmulas de componenda y entretenimiento!
¡Unidos todos para restablecer el imperio de la democracia en Cuba y el derecho del pueblo a designar sus gobernantes, derecho secuestrado por los golpistas del 10 de marzo y sus amos imperialistas!
¡Viva el gobierno de la salvación nacional, el gobierno del Frente Democrático de Liberación Nacional!
¡Unión y lucha de masas para hacer frente a la crisis y para salvar a Cuba de la tiranía, de la dominación imperialista y del atraso feudal que la aniquilan!
HABANA-CUBA PRECIO 2 Cts.
A todos los que resisten a la tiranía batistiana;
A los obreros y campesinos;
A los empleados, intelectuales y profesionales;
A los estudiantes y a los jóvenes en general;
A todo el pueblo.
¡Compatriotas!
Es cada vez más intolerable el yugo que pesa sobre nuestro pueblo.
El gobierno de Batista –criatura del imperialismo yanqui y traidor nacional que entrega, día tras día, los recursos nacionales en manos de los monopolios norteamericanos — se sostiene en el poder sólo a base de sangre, de innumerables víctimas, de persecuciones y de terror, ¡Cuenta ya en su haber con más muertos que la trágica tiranía machadista!
La ansiedad y el temor se han hecho, bajo el régimen del 10 de marzo, los huéspedes habituales del hogar cubano. Ninguna madre sabe ahora si el hijo que tarda en regresar por la noche ha de venir por fin horas más tarde o ha de aparecer acribillado a balazos al otro día en cualquier rincón de la ciudad o vuelta de camino. Se vive, por regla general, pendiente del toque de puerta a media noche, que puede significar un registro por los genízaros del gobierno o quién sabe qué detenciones y hasta el secuestro y asesinato de un ser querido. Hordas de espías y provocadores — ¡hasta mujeres! — pululan por calles y centros de trabajo o de recreo en busca de la palabra antigubernamental que les permita detener, vejar y atropellar a los ciudadanos. La censura oficial, u oficiosa, de la prensa, la radio, la correspondencia y todos los medios de comunicación, sofoca la libre expresión del pensamiento. El derecho a viajar ha sido puesto a merced del SIM y del BRAC y, desde luego, suprimido para los más resueltos oponentes del gobierno. La atmósfera política del país se hace cada día más irrespirable.
LA PERSPECTIVA ECONÓMICA
Desde el punto de vista económico es bien ominosa la perspectiva. Aunque merced a factores casuales o en todo caso no dependientes de la voluntad del gobierno (malas cosechas remolacheras en Europa, cierre del Canal de Suez, agresión anglofrancesa a Egipto, etc.) el precio y la demanda del azúcar han subido, mejorando por el momento algunos índices económicos nacionales, la política económica del gobierno conduce a la catástrofe. Se han beneficiado de la situación los magnates azucareros, las empresas norteamericanas que controlan la economía cubana, en tanto, salvo excepciones, los núcleos obreros que operan en esas industrias no han derivado mejoría de las cuantiosas ganancias por cuanto las insuficientes restituciones de salarios han sido barridas por los grandes aumentos en el costo de la vida, mientras que, por otra parte, la gran mayoría de los obreros, de los campesinos y de las masas populares en general ha tenido que hacer frente a esa carestía con salarios o ingresos rebajados. Ya termina la zafra de 1957, y cientos de miles de obreros azucareros y de colonos pobres y medianos apenas han obtenido lo necesario para, mal comer en estos días, en tanto el tiempo muerto se cierne sobre ellos con todo su espanto de hambre y miseria. Cientos de miles de desocupados, a pesar de la «bonanza» de que alardean los voceros del régimen, constituyen la trágica expresión de un atraso y de una honda crisis de estructura, que ninguna mentira de la embajada yanqui o de los plumíferos del gobierno puede ocultar.
Por su parte, la política de «gasto alegre» del gobierno sólo ha servido para mantener artificialmente una transitoria movilización económica en algunos centros urbanos del país, notoriamente en la capital. ¡Ya se están agotando las fuentes de ese «gasto alegre» y la deuda pública asciende a mil millones de pesos! El gobierno despilfarra los recursos de la nación, mientras el robo y el saqueo administrativos son más escandalosos que nunca.
LO QUE EL PUEBLO RECIBE DEL GOBIERNO
Así, la situación del pueblo de Cuba se hace cada vez más intolerable. Sólo recibe aquél de la tiranía batistiana y del dominio imperialista un baño de sangre y la promesa de más crímenes, de más explotación para los obreros, campesinos y masas populares en general, de más saqueo de las riquezas nacionales, de más juego de azar y corrupción, de más desgracia para el país. Batista y sus gentes no representan, por tanto, más que mal para nuestra patria. Medio siglo de dominación yanqui, sólo ha servido pese a las interesadas y bochornosas loas de los anexionistas, para frenar el progreso del país, arrancarnos miles de millones de pesos, apuntalar tiranías y hacer más triste y doloroso el presente de nuestra patria.
¡Con razón cunden la ira y la impaciencia dentro del pueblo! Sobre todo, cuando afronta el empecinamiento de un gobierno que se niega a soltar las riendas del poder que prostituye con su política de sangre, robo y saqueo y que, por eso mismo, bloquea la marcha del país hacia su liberación, su progreso, la democracia y la paz.
Sí, el pueblo quiere quitarse de encima cuanto hoy le sofoca, aturde, golpea y arruina. Pero hay que puntualizar en seguida que ese anhelo no se manifiesta sólo en la juventud, entre los que sufren miseria y dolor entre los obreros y campesinos, entre los empleados y profesionales. Se manifiesta también — y de modo cada vez más vigoroso — entre sectores de las llamadas clases pudientes como la burguesía nacional, es decir, los industriales, comerciantes y negociantes cubanos cuyos intereses y suerte se ligan todavía al desarrollo de nuestra nación. Aún más, entre los propios sectores económico-sociales que se ligan al extranjero opresor y que son los que, desde el punto de vista interno, estimularon y sostuvieron el golpe del 10 de marzo –ganaderos azucareros, terratenientes, semifeudales, grandes comerciantes importadores, etc. — ha comenzado a crecer la preocupación por el destino de este gobierno y el temor a que todo conduzca a complicaciones contrarias a sus privilegios y propósitos.
De modo que el desasosiego se hace general.
MANIOBRAS IMPERIALISTAS
Hay que decir aquí que, precisamente, porque la situación se hace tan tensa, porque maduran los elementos de una crisis revolucionaria — cuyas consecuencias no quisieran tener que afrontar — , los imperialistas yanquis y su gobierno han comenzado a maniobrar en derredor del gobierno de Batista. Lo primero que han hecho — y ello es prueba de que se sienten preocupados por lo que pueda ocurrirle a su títere, la camarilla batistiana — , es tirar cabos en diversas direcciones, hacia la oposición, con vista a «trabajar» sobre los elementos a los que consideran con cierta perspectiva de convertirse en factores influyentes en caso de que la situación del gobierno se haga intolerable y sea echado del poder. Como es sabido, Washington y sus agentes «trabajan» siempre con varias cartas en las manos. Sumner Welles — como revelan los documentos oficiales del Departamento de Estado recientemente publicados — vino a Cuba a apuntalar a Machado; cuando vio que la situación de la tiranía se deterioraba, pasó a maniobrar con la parte más conservadora de la oposición antimachadista para sustituir al tirano por otro gobierno de la propia estampa; posteriormente — cuando fracasó la mediación y las masas expulsaron del poder al gobierno de Céspedes — inició la corte de «un sargento llamado Batista», hasta que ganó a este oportunista para su mala causa e hizo desembocar la situación cubana en el régimen despótico y reaccionario de Mendieta, Batista, el ABC y Cía.
No hay que olvidar esa lección del pasado, porque — aunque la historia no se repite en los detalles — hoy se observan en la situación elementos semejantes a los que componían el en parte fracasado plan de Welles en 1933. Esos elementos son, de una parte, la súbita afloración de críticas a Batista en cierta parte de la prensa yanqui, especialmente en ese The New York Times que es el periódico más consecuentemente imperialista de los EE.UU., un periódico que habla mucho de democracia, pero que jamás se equivoca en cuanto a los permanentes intereses del imperio norteamericano; y de otra parte, la anunciada sustitución de Guggenheim-Gadner por un nuevo embajador, de quien se dice que viene, primero, a tratar de apuntalar la tambaleante estructura de la tiranía (gastado como está Gardner para realizar esa tarea) y luego a conservar la dominación yanqui a costa del lacayo Batista si necesario fuese. En este, ingenuos son esos señores que ya comienzan a hablar acerca de que «los americanos» están disgustados con Batista y a sembrar peligrosas ilusiones respecto de la actitud oficial de los EE.UU. Debe quedar claro para todos que los «americanos» no se guían — como nos enseñara el Apóstol Martí — por los intereses del pueblo cubano sino por sus propios intereses — que son los de los monopolios imperialistas y su política de guerra por el dominio mundial — y que si se inclinasen a desligarse de una tiranía que ellos impusieron y que han sostenido y siguen sosteniendo todavía con dinero, armas y apoyo político, ello sería sólo cuando la hostilidad del pueblo y el crecimiento de la lucha oposicionista hiciesen imposible la permanencia de Batista en el poder. ¡Ah! entonces tratarían de aparecer como «demócratas» y como amigos de la «oposición», a fin de influenciar a ésta, de dividirla y fortalecer al ala conservadora como futuro lacayo, de buscar aliados contra la «oposición comunista», es decir, aquella que postula que la trágica situación actual no depende sólo de Batista sino, además, — y principalmente — de la dominación imperialista, amo del títere en el poder y fuente de los males permanentes que hoy sufre nuestra patria. De ahí que haya que combatir, desde ahora, esas ilusiones, tan peligrosas, tan desmovilizadoras de la lucha oposicionista verdadera y, sobre todo, tan falsas.
Este es el marco en que se mueve hoy la situación cubana.
HACEN FALTA MEDIDAS DE FONDO
El Partido Socialista Popular comparte plenamente, con el resto de los ciudadanos, la idea de que «hace falta salir de esto», es decir, que hay que terminar con esta situación sofocante y que, por tanto, es necesario hacer cesar este gobierno que asesina, veja, oprime y pone en práctica la política económica antinacional y las medidas que favorecen al imperialismo. La derrota del gobierno actual y su eliminación son pasos imprescindibles para que Cuba pueda avanzar hacia el progreso, la libertad y la independencia.
Pero de cuanto hemos dicho, se deduce claramente que la crisis nacional no puede resolverse sólo mediante el arreglo de la llamada «cuestión institucional», es decir, retrotrayendo la República a la situación y grado que existía en 1952. Hay que quitar del poder — como decimos — a la camarilla batistiana, pero a la vez hay que ir más a fondo, hay que eliminar las causas de la crisis de estructura que genera los males que sufre Cuba.
Esas causas, las causas del atraso nacional, de la inmensa desocupación, del saqueo de las riquezas nacionales, de su mal uso en beneficio de los explotadores y no del pueblo, de la miseria, de la antidemocracia y de los gobiernos tiránicos, hay que buscarlas en los restos de feudalismo que aún imperan en Cuba y en la dominación imperialista que esquilma y ahoga a nuestra patria.
Sin desarraigar esas causas (causas, incluso del 10 de marzo y de cuanto le sigue), no puede haber cambio a fondo en Cuba y la expulsión de Batista del poder sólo produciría, eventualmente, la substitución de un gobierno tiránico servidor del imperialismo, por otro, con otros nombres, también servidor del imperialismo, incluso aunque empleara distintos métodos y se revistiera, momentáneamente, de formas «democráticas» transitorias.
Sí, la crisis nacional exige medidas de fondo; nada de simples revulsivos, sino cirugía mayor.
Hace falta, además de barrer la tiranía y dar vigencia a la Constitución del 40, eliminar los latifundios y repartir gratuitamente la tierra a los campesinos, aumentando así decisivamente la capacidad de consumo de las masas campesinas y echando las bases del más amplio mercado interno que asegure el desarrollo industrial cubano; hay que defender a la industria nacional frente a la competencia extranjera y hay que facilitar su desarrollo con toda clase de protección; hay que nacionalizar las empresas de servicios públicos y bancos en manos extranjeras y colocarlos así al servicio del país; hay que rescatar para Cuba las riquezas mineras hoy en manos de los monopolios extranjeros; hay que abrir paso al desarrollo industrial y agrícola de Cuba; hay que garantizar y proteger las conquistas obreras y mejorarlas; hay que establecer un subsidio que garantice a los desocupados su subsistencia; hay que asegurar democracia a las masas y en particular, democracia sindical, el derecho de los obreros a organizarse conforme a su voluntad y a elegir libremente sus dirigentes; hay que dictar y aplicar con toda energía medidas para suprimir de raíz la discriminación racial; hay que establecer una política exterior de paz y relaciones comerciales con todos los países, sobre la base del interés nacional; hay, en fin, que afirmar la independencia nacional, la libertad, el progreso y la paz sobre el suelo patrio. Todo eso es lo que exige el interés nacional.
Pero tal programa sólo puede cumplirlo un gobierno de Frente Democrático de Liberación Nacional, un gobierno revolucionario y democrático constituido por la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía urbana y la burguesía nacional, bajo la dirección indesviable de la clase obrera, la clase revolucionaria por excelencia.
Eso es lo que ha propuesto nuestro Partido a todo el pueblo, a todos los cubanos. Sin tal programa y sin tal gobierno — que son hacederos, que corresponden a las vitales y actuales necesidades del país — no puede haber cambios a fondo en lo que hoy perturba a la nación, arreglo serio y eficaz del problema nacional, salvación de la patria.
LA VERDAD QUE TODOS DEBEMOS COMPRENDER
Hay, sin embargo, factores e importantes núcleos de la población que no ven la situación de este modo. Muchos de los que abominan de la situación actual no comprenden lo hondo de la realidad cubana, reducen todo el problema nacional a la tiranía batistiana y como solución sólo propugnan un propósito: cambiar de hombres en el gobierno.
Esto es quedarse en las ramas, no ir a la raíz del mal. Al otro día de eliminado el gobierno de Batista, la situación de las masas, la estructura económica nacional, el desajuste que hambrea al pueblo, y propicia riquezas enormes a unos pocos señores semifeudales, grandes magnates azucareros y barones del comercio exterior y, desde luego, principalmente a las empresas extranjeras que se llevan de Cuba enormes beneficios, serían iguales y nada habría cambiado en ese orden de cosas. Pero como eso mismo, ese régimen de explotación, ese sistema de economía, los restos feudales y el dominio imperialistas son las fuentes de la tiranía, de la supresión de los derechos democráticos del pueblo, más tarde o más temprano, si todo se limitara a quitar a Batista para poner a otro hombre semejante, representante de los mismos intereses económico-sociales, en la presidencia, surgiría, — como en Enero de 1934 — una nueva tiranía o por lo menos un despotismo enmascarado como el que — ¡bien lo recordamos — existía en nuestro país antes del 10 de marzo, a partir de 1947, bajo la presión de Washington.
Es necesario, pues, echar del poder a Batista y Cía., pero hace falta algo más; colocar en el poder un gobierno de Frente Democrático de Liberación Nacional, continuar la obra de nuestros libertadores, barrer el régimen del semi feudalismo y la opresión imperialista y asegurar la independencia nacional, y con ella, amplia y firme democracia para los de abajo, para todo el pueblo.
Nos damos cuenta, no obstante, de que no es posible que, de la noche a la mañana, por lo menos en estas circunstancias, todos esos factores que conciben sólo en los atributos formales de la situación los cambios que Cuba necesita, varíen de criterio y abran sus ojos a la verdad. Nos damos cuenta de que lo que para nosotros — e históricamente para el desarrollo del país — es sólo una tarea de transición, una eliminación de obstáculos, para no pocos es tarea final o, por lo menos, la tarea cumbre en toda la situación. Por eso, como coincidimos en esto que para nosotros es «punto y seguido» y para otros «punto final», nuestro Partido ha declarado que, sin dejar de levantar como tareas imprescindibles las del Frente Democrático de Liberación Nacional, está presto a unirse en frente único, o en cualquier tipo de coincidencia o unidad de acción, con todos aquellos opositores del gobierno que sólo vean los aspectos formales o políticos de la situación que hoy existe en Cuba o parte del programa que el país necesita para progresar y salvarse, para unir así las más amplias fuerzas contra la tiranía, por las libertades democráticas, por la vigencia cabal da la Constitución, por la eliminación de las leyes, las medidas y el aparato de represión política organizado por los Batista y Cía., con el fin de amordazar al pueblo, como demandas de transición hacia un futuro luminoso, como elementos para asegurar condiciones democráticas que le permitan al pueblo plantearse la solución a fondo de la crisis nacional.
LA TAREA HISTÓRICA DE HOY
Esto es lo que propugnamos. Lo decimos con toda claridad y pon la responsabilidad que se deriva de nuestra condición de Partido Obrero Revolucionario.
No ocultamos nuestra ideología ni los fines posteriores de nuestra actividad: construir en nuestra patria la sociedad socialista que liquide para siempre la explotación del hombre por el hombre, la desocupación y el temor al mañana y abra paso a la supresión no sólo de los antagonismos de clase sino de las mismas.
Pero nos plateamos, como programa de hoy, como tarea histórica del presente, lo que corresponde a la etapa actual de nuestro desarrollo económico-político, la etapa, no del socialismo, sino de la Liberación Nacional y de la eliminación de todo resto feudal.
En relación con esa tarea histórica del presente, y de ninguna manera desligada de ella, nos plateamos las demandas de transición de la derrota de la tiranía batistiana y la creación de elementales condiciones democráticas que abran paso a la solución a fondo de los males cubanos.
Nos planteamos, en fin, la necesidad del frente único de los factores coincidentes, de unir a la inmensa mayoría del pueblo y de llevarlo a la lucha por sus demandas inmediatas, por los objetivos que procura, porque sólo el pueblo movilizado es el que podrá decidir sobre su destino.
SOBRE LA TÁCTICA
Ahora bien, ¿qué camino emprender, qué formas de lucha emplear para conseguir los nobles propósitos apuntados o aún aquéllos más inmediatos?
La desesperación, la inmadurez política o el impaciente deseo de «andar pronto» — o la confusión del interés general con el particular — lleva a algunos al putschismo, a las expediciones sin base en el pueblo, a los asaltos de comandos sin el menor contacto con las masas, al terrorismo y el atentado. Todo eso es falso y, en definitiva, contraproducente.
Ahí tenemos, por ejemplo, el reciente asalto al Palacio, ¿qué ha dado sino la muerte lamentable de varias decenas de cubanos, hecho que dramatiza el actual momento cubano, pero sin efectiva y duradera consecuencia favorable para la causa de la Liberación, el progreso y la democracia del país?
Algunos consideran que estas inmolaciones sucesivas, que la sangre derramada de ese modo madura las condiciones de la caída del gobierno; pero se engañan los que así calculan. Es cierto que, dadas las circunstancias actuales, después del asalto del día 13 de marzo hay mayor efervescencia en las masas, pero esa efervescencia no se produce cómo consecuencia directa del putsch sino a pesar del putsch en sí mismo y como resultado de la creciente indignación popular contra el gobierno, del impacto producido por la brutal masacre de los heridos y prisioneros resultante del ataque al Palacio y el asesinato del líder ortodoxo Pelayo Cuervo, del deterioro constante, por la presión del pueblo y otras razones, de la situación del gobierno. Si toda la energía utilizada en acciones como las del 13 de Marzo se hubiera empleado en unir al pueblo y en ayudarlo a marchar contra la tiranía, seguramente la situación del gobierno sería otra o ya habría desaparecido. En todo caso, ahora mismo, si en vez de preparar febrilmente nuevas acciones de ese tipo, con el declarado fin de «madurar» la situación, todas las fuerzas se unieran en torno al propósito común y se dispusieran tras la lucha de masas contra la tiranía, se apresuraría la derrota de ésta. Más bien lo que produce el putsch es paralización en las masas, porque casi todo el mundo se pone a esperar que un nuevo putsch o alguna casualidad saque al país de la tiranía; y ya se sabe que la detención de la lucha de las masas no puede menos que traducirse en beneficio para la tiranía.
No, ni el putsch, ni el terrorismo, ni nada que no cuente con las masas podrá servir para acelerar la destrucción de un orden de cosas opresivo. En todo caso no podrá beneficiar a las masas, al pueblo, porque los paraliza, les impide ejecutar el papel que deben jugar — como factor decisivo de la lucha — y que, como la historia ha probado mil veces, es lo único que puede y debe conducir a algo más que a dejar en el país un régimen batistiano sin Batista.
Otros se confían al decursar del tiempo, esperando que con los años pase la tiranía y se les abra una posibilidad tranquila y sin riesgos de llegar al poder. Son los quietistas, los partidarios de que la fruta caiga por sí sola, incapaces de sentir los sufrimientos del pueblo y de lanzarse a la lucha por su libertad.
EL CAMINO DE LA LUCHA DE LAS MASAS
Nosotros en cambio, planteamos ante el pueblo otro camino, aparentemente largo y difícil, pero en realidad el más corto, porque es el que conduce con seguridad a la victoria: el de la unión y la lucha de las masas. Hay que unir y movilizar a las grandes mayorías nacionales — sobre la base de las diversas formas de la lucha de masas, extraparlamentarias y parlamentarias, según las circunstancias determinen — por las demandas inmediatas económicas y políticas, contra la carestía, y por aumentos en los salarios, sueldos y pensiones, contra el terror, por la libertad de los presos políticos y sociales, por la vigencia efectiva de las garantías democráticas establecidas en la Constitución del 40 para todos los partidos y zonas de opinión, por la disolución de los órganos especiales de represión, (SIM, BRAC, BIP, etc.), por el castigo de los responsables de asesinatos, torturas, atropellos y abusos cometidos contra el pueblo, por la democracia sindical y el derecho de los obreros a elegir sus dirigentes, por el derecho y la posibilidad de que el pueblo decida libremente sobre el gobierno, movilización que debe culminar, bien en una consulta pública, concretamente en unas elecciones generales democráticas impuestas por la acción popular, o bien, si el gobierno continúa empecinándose en bloquear la vía del voto libre y en mantenerse a toda costa, con sangre y terror, en el poder, en un alzamiento general del pueblo a base de una huelga general política como en agosto de 1933 o inclusive, en una insurrección armada popular. Esa es la táctica adecuada para la lucha del pueblo, la que reclama el interés nacional y la que es capaz de poner en juego el máximo de las energías y reservas democráticas del país.
No se trata de aventuras o de elucubraciones al margen de las masas. Se trata de formas de lucha probadas por la historia de los pueblos, inclusive por la historia de nuestro propio pueblo, que cuenta con buena demostración de que por la vía de Río Verde o de Gibara, del petardo o del atentado individual no se llegó a la derrota de la tiranía machadista o de la dictadura militar de finales de los años treinta, sino por la vía de la lucha de las masas, de la huelga general política y el alzamiento popular de agosto de 1933 y por la vía de las campañas de 1938 1939 pro amnistía política y social y pro Asamblea Constituyente libre y soberana.
Así es como se madurará la situación y se conquistarán las demandas del pueblo.
DE LA «MANO DURA» A LA FALSA CONCILIACIÓN
Las últimas acciones y maniobras del gobierno exigen, más que nunca, de la unión y la movilización del pueblo para la lucha por su libertad y su progreso.
Antes, y todavía más, inmediatamente después del día 13 de marzo, el gobierno — que siempre utilizó cuando le convino la maniobra política para entretener a la opinión pública y ganar tiempo — decidió confiar su suerte a la mano dura, es decir, a la persecución y el terror más salvajes. Lleno de ira y de soberbia por el asalto al Palacio, en la misma tarde del día 13 Batista ordenaba a sus perros de presa, como respuesta brutal al reto putschista, la captura y asesinato de los dirigentes políticos oposicionistas. Esa noche trágica, los cuerpos represivos detuvieron y asesinaron a Pelayo Cuervo, Presidente del Consejo Director del Partido Ortodoxo, y a otros cubanos menos destacados, aunque no pudieron hacer lo mismo con otros dirigentes políticos pese a que los buscaron encarnizadamente. Centenares de ciudadanos fueron lanzados a las mazmorras del régimen. El país se estremeció bajo los golpes del terror. Los voceros áulicos más desmandados proclamaron, como política oficial, la ley de Chicago: muerte y exterminio, violencia y barbarie.
Pero los tiempos están cambiando. El pueblo no se amilanó ante la bárbara represión. Y en lugar de plegarse, levantó la cabeza, mantuvo el espíritu de resistencia y de su seno comenzó, poco a poco, pero con paso firme, a surgir la acción de las masas.
CRECE LA ACCIÓN DE LAS MASAS
En estos días lo estamos viendo: son los valientes orientales los que hacen firmes demostraciones de masas como las que derrotaron en Manzanillo la concentración anticomunista policíaca de Masferrer y Cía., y nuevas manifestaciones de mujeres contra el terror, en Guantánamo y otra vez en Santiago de Cuba; son los obreros de diversas fábricas de la Habana los que detienen su trabajo por varios minutos en protesta contra las bárbaras persecuciones; son los trabajadores de numerosos centros laborales del país los que se mueven y exigen, en firme lucha contra la carestía, que se les aumenten los salarios en un 20 %; son los abogados los que, combinando su irritación de ciudadanos con los métodos proletarios, deciden hacer y hacen un paro de 5 minutos en protesta por el asesinato de Pelayo Cuervo; son los campesinos del legendario Realengo 18 los que, otra vez, se ponen en pie contra la geofagia y el abuso; son las sociedades cívicas de la Habana, Camagüey, Santa Clara y otras ciudades, las que, siguiendo el buen ejemplo oriental se suman a la corriente de voces cada vez más fuertes, que exigen democracia y paz.
Crecen la indignación y la lucha de las masas en todo el país, en tanto en la Sierra Maestra la invasión de diciembre comandada por Fidel Castro, fracasada en sus objetivos iniciales, se transforma luego en un foco de rebeldía merced a las debilidades intrínsecas del aparato militar de la tiranía a la creciente convicción de los soldados de que exponen sus vidas del lado de la mala causa y al calor de una población campesina profundamente hostil al régimen.
EL NUEVO «DIÁLOGO CÍVICO»
Los factores menos delirantes del régimen, no pocos de sus mandantes de la parte de los ricos magnates azucareros y señores feudales, comienzan a preocuparse de la temperatura política en alza y de las consecuencias que pudieran derivarse para sus intereses y por eso presionan en favor del cuidado y la maniobra respecto de cómo afrontar la situación. Bajo el doble impacto de la resistencia del pueblo y de las preocupaciones de estos elementos, quiebra la política de mano dura desnuda y retroceden — por lo menos en cuanto a la forma de expresión pública — los arrebatos de los heraldos del componte, para exhibir en su lugar el gobierno un cambio de tono, y sólo un cambio de tono, y aprovechar una moción de los congresistas del PRC inscripto para iniciar una maniobra más con el mismo propósito que le condujo a aceptar el llamado «diálogo cívico», esto es, ganar tiempo, prolongar la situación vigente, acercarse al final del «período constitucional» fijado arbitrariamente por los golpista del 10 de marzo y, a la vez, con palabras sobre la «conciliación nacional» y otras expresiones, susceptibles de crear ilusiones en ciertos sectores y de alentar en otros las tendencias a la componenda, hacer disminuir la gran tensión popular que ahora crece y que los Batista y Cía. y sus sostenedores temen que en cualquier momento se traduzca en un estallido que haga volar no sólo la tiranía sino también los cimientos del andamiaje semifeudal y semicolonial.
Para crear una impresión favorable a esta maniobra, el gobierno pasó al inocuo cargo de Primer Ministro al Dr. Rivero Agüero, que ha hecho alardes de civilismo, y sus voceros congresionales han anunciado que oirán «a todos los sectores de la opinión nacional».
Pese a esas apariencias secundarias, la actitud del régimen no puede ser más clara en cuanto a sus verdaderos fines.
En efecto, los voceros gubernamentales han declarado paladinamente que no se otorgará una amnistía político-social; han ratificado, de manera categórica y con carácter definitivo, que la fecha de las elecciones de que hablan será la del 1ro. de noviembre de 1958 y que la fecha de la toma de posesión será el 24 de febrero de 1959. Y como si ello fuera poco, — y en franca demostración de que hay un divorcio absoluto entre sus palabras y sus hechos — han continuado la bárbara represión, los asesinatos, de opositores al régimen, las detenciones, los registros a media noche, los despidos de profesores y maestros por causas políticas, los «decretos anticomunistas» como el reciente destinado a poner los empleos en los servicios públicos en las manos de los paniaguados del gobierno y otras medidas del mismo corte, en tanto se ampara y estimula a los asesinos de Pelayo Cuervo, de las veintitrés víctimas del chacal Cowley en la costa norte de Oriente y de los otros ciudadanos que han aparecido muertos en Santa Clara, la Habana y otros lugares.
Ante la actividad de la Comisión Interparlamentaria designada por el Congreso dominado por la tiranía, no se puede pasar por alto, pues, la inequívoca postura gubernamental, que a todas luces demuestra la voluntad de reproducir ahora la maniobra dilatoria del «diálogo cívico».
De esas premisas parte el Partido Socialista Popular al fijar su posición.
NO NOS OPONEMOS A UN VERDADERO ARREGLO
No es que nos opongamos a todo «arreglo decoroso» de la situación cubana. Mucho menos que rechacemos sistemáticamente una solución negociada que implique la vía electoral. Por el contrario, como hemos dicho y repetido más de una vez a lo largo de todos estos años de tiranía y crimen, — y a pesar de cuánto hay de repudiable en los círculos gubernamentales y no obstante nuestra justa indignación por los asesinatos y persecuciones de que, con todo el pueblo, hemos sido víctima — , nosotros aceptaríamos una solución negociada, es decir, una solución parlamentada, siempre que se basara en los intereses del pueblo, pusiera por delante el respeto más absoluto a la soberanía popular y a los derechos y libertades de los ciudadanos y abriera vías hacia un porvenir independiente y democrático. Preferimos siempre, como las mayorías populares, la vía pacífica para solventar los problemas del país. Consideramos a la violencia, en su forma adecuada y eficaz de lucha de las masas, sólo como una alternativa imprescindible cuando se cierran todos los caminos a la libre expresión del pueblo y al desarrollo democrático, como hasta ahora lo han venido haciendo los protagonistas del 10 de marzo, que se adueñaron del poder a la fuerza con el visto bueno y el apoyo del imperialismo yanqui, que ofrecieron al mundo el repulsivo espectáculo de la farsa-brava del 1ro. de noviembre de 1954 y que luego, para mantenerse en el poder a contrapelo de la inmensa mayoría de los cubanos, no se han detenido ni ante la sangre, ni ante las más odiosas persecuciones.
Lo que está a la vista ahora, lo que se deduce de la posición del gobierno no es un arreglo digno ni una verdadera solución negociada sino un mero trámite para entretener a la opinión pública mientras reajusta sus fuerzas, procura atenuar la presión popular y se dispone a llevar adelante sus planes.
¿Cómo pretender un «arreglo decoroso» si se quiere pasar por alto las dos fuerzas más activas de la oposición: el Movimiento 26 de Julio y el Partido Socialista Popular?
¿Cómo hablar de «soluciones» si se ignora el hecho dramático de la Sierra Maestra y, al mismo tiempo que se habla de «paz» en la capital, se desaloja a los campesinos de esa región montañosa de Oriente para preparar nuevos y más salvajes bombardeos de exterminio de los hombres que comanda Fidel Castro? ¿Cómo pueden pretender los responsables de los sufrimientos del pueblo y los provocadores de la rebeldía popular que se inicien conversaciones constructivas cuando se insiste en los crímenes, se rechaza la amnistía y se persiste en que los cuerpos represivos continúen su zafra trágica, mientras se mantiene en los mandos, con desafío a la nación, a asesinos confesos como Cowley, Ríos Chaviano, Casillas, Laurent, Carrátala, Ventura, Lima, el sargento Morales, el cabo Más y los otros militares que deshonran su uniforme y a quienes, ¡vejación suprema! se convierte en voceros de la tropa como se hiciera el 10 de marzo con el propio Chaviano ?
¿Cómo pensar que el pueblo cubano, atropellado, maltratado, sin libertades, pueda tomar en serio, como oferta de paz civil una fórmula que no es sino un Plan de Vento reformado y en la que, lejos de devolvérsele al pueblo el derecho a decidir sobre los destinos nacionales ahora mismo, con la urgencia con la cual la exige el drama nacional, se le conmina en cambio, con el tono humillante de «tomarlo o dejarlo», a aceptar los plazos y los términos fijados a su capricho por los gobernantes despóticos?
No, no es «arreglo» lo que ofrece el gobierno en estos momentos sino una reiteración de la burla y el agravio, sobre los cadáveres de centenares de víctimas. Ese no es el camino de la paz sino, por el contrario, un nuevo modo de aumentar la irritación del pueblo.
Por eso, al mismo tiempo que ratifica su preferencia por una vía que permita de manera pacífica y democrática, sin nueva sangre, pero también sin nuevas burlas a la soberanía del pueblo, encaminar los problemas cubanos hacia su solución, el Partido Socialista Popular denuncia los verdaderos objetivos de lo que sólo es una mañosa maniobra bajo el título de «conciliación» y sobre esa base la rechaza.
ESFUERZOS DEL GOBIERNO POR DAR APARIENCIA DE RESPALDO NACIONAL
Que cuanto decimos en torno a los propósitos gubernamentales es cierto, nos lo confirma, a más de la falta de hechos reales en ese torrente de palabras almibaradas que parten de los Rivero Agüero, Alliegro, Godoy y Cía., el esfuerzo de última hora que está haciendo la tiranía por aparecer ante el país y ante el extranjero con un respaldo de masas que no tiene, en lugar de dictar medidas que aflojen la tensión y abran paso a la libre expresión de la voluntad democrática .de la nación. Con ese propósito ha convocado a Palacio a los magnates azucareros, cuya dirigencia — claro está — aunque presa de preocupaciones por el destino de la camarilla gobernante, ha entonado adhesiones al déspota. Con ese propósito, también, ha ordenado a los Mujal y Cía. que se presenten ante el poder que los sostiene contra la voluntad obrera para dar así al gesto de los corrompidos y traidores ocupantes de la dirección de la CTC la apariencia de una imposible adhesión de nuestra clase obrera, que tanto ha sufrido bajo este régimen (plan Truslow, despidos, rebaja de salarios reales, etc.) que cuenta por crecido número sus muertos y sus perseguidos bajo el terror batistiano, que ha visto reducirse a la nada sus derechos democráticos y que repudia de todo corazón a la tiranía. Con ese propósito, asimismo conduce puertas adentro de la mansión presidencial a otros elementos que sin pudor alguno se atreven a negar lo que es una realidad que todos los ojos pueden ver, que éste es el gobierno más traidor, más descocadamente anticubano, más sangriento y más repugnante que recuerda la República.
Con ese propósito, en fin, se pretende organizar en La Habana, con todos los recursos del poder, a la fuerza, con órdenes perentorias a los empleados y sus familiares de asistir y bajo la amenaza de cesantía, una supuesta «manifestación popular» de confianza en la tiranía que apuñalea el corazón de la patria.
¡En vano serán todas sus maniobras, si el gobierno persiste en permanecer en el poder a contrapelo de la inmensa mayoría de los cubanos, y en negarse a transformar en hechos reales las insinceras palabras que hoy, después que la mano dura probó su incapacidad para arrodillar al pueblo, fluyen de los labios de los voceros del régimen!
En realidad, el gobierno tiene frente a sí a la inmensa mayoría de los cubanos. Ni siquiera las fuerzas armadas del país — uno de los tres factores en que hasta aquí se ha asentado el gobierno, siendo los otros dos el imperialismo yanqui y el bloque de los magnates azucareros, los terratenientes semifeudales y los grandes comerciantes importadores — , ni siquiera las fuerzas armadas, repetimos, constituyen hoy ese conjunto monolítico de que alardeara recientemente el general Tabernilla, porque es cada vez más público y notorio que entre los soldados, clases y oficiales se extienden el descontento y la justa idea de que no tienen necesidad de ligar su suerte y cargar con las responsabilidades de un régimen que no es sólo tiránico, sino, además, rapaz, inmoral e inepto y, por tanto, terriblemente perjudicial al país.
QUÉ HACER ANTE ESTA SITUACIÓN
¿Qué hacer entonces ante la actual situación del país? ¿Cruzarse de brazos en espera de que la situación evolucione por sí misma? ¿Permitir que arribe a más pérdidas de vidas, que desemboque en la catástrofe? No.
Hace falta el acuerdo de los que se enfrentan a este gobierno.
Hace falta, en un orden más profundo, el concierto de todos los patriotas que quieran salvar a Cuba de la catástrofe a donde la lleva el gobierno, de la opresión imperialista y el atraso semifeudal.
Hace falta que concentremos nuestros esfuerzos en organizar y movilizar a las masas por sus demandas.
En este sentido, es útil todo esfuerzo que conduzca a juntar la acción popular y sobre esa base hay que decir que resulta particularmente positivo el llamado Movimiento Cívico. Se trata de una actividad limitada de ciertos sectores de la población que hasta aquí permanecían, desde el punto de vista colectivo, un poco al margen de los acontecimientos. Se trata, además, de un movimiento para unir fuerzas con vista a superar el actual estado de cosas.
Pese a sus limitaciones, la incorporación de esas fuerzas a la acción ciudadana, en postura, en defensa de las libertades democráticas, constituye, para la lucha del pueblo, un aporte cuya fuerza crecerá en la medida en que ese movimiento sea fortalecido y ahondado, no sólo con la contribución de los organismos locales de los colegios profesionales y demás entidades participantes en el Movimiento sino también, y principalmente, de los sindicatos obreros, comités de fábrica y núcleos de trabajadores en general, así como de las asociaciones campesinas, estudiantiles, negras, femeninas y toda entidad que esté interesada en sacar al país del pantano.
LLAMAMIENTO DEL PARTIDO
El Partido Socialista Popular llama a todos los partidos y grupos políticos oposicionistas a unir fuerzas, por encima de las divergencias programáticas y tácticas, para el noble empeño de terminar con la situación despótica y abrir paso a una situación democrática en la que el pueblo pueda decidir sobre sus gobernantes y sobre la trayectoria nacional y marchar hacia adelante, hacia la liberación nacional y el desarrollo progresista de Cuba.
El Partido Socialista Popular llama a los obreros y campesinos, a los estudiantes, a las mujeres, a los ciudadanos negros, a todo el pueblo, a las instituciones de progreso, a juntar fuerzas y manifestar su disposición de exigir y lograr los cambios que requiere el país.
En cada centro de trabajo, en cada centro docente, en cada lugar, a unirnos todos por las demandas inmediatas y contra la tiranía y el terror, contra la opresión y la miseria!
En cuanto a la nueva maniobra que el gobierno ensaya para adormecer a la opinión pública y desviar la creciente ola de la resistencia nacional, no la respondamos con palabras altisonantes sino con firmes planteamientos, diciéndole a la tiranía que nadie puede creer en promesas de un gobierno que hace cinco años viene burlándose del pueblo, de un gobierno que hasta aquí no ha hecho más que atropellar, encarcelar, ahogar toda libertad y derramar sangre cubana. Opongamos al gobierno un frente de todos los oposicionistas, que le diga: ¡no nos engañarás con tus maniobras!, estamos prestos a soluciones de paz, pero comienza por libertar a los presos políticos y sociales, paralizar la ola de terror, ¡disolver tus bárbaros órganos de represión y mostrar tu disposición a someterte inmediatamente a lo que disponga la voluntad popular! ¡Y unamos nuestras fuerzas para impulsar la lucha de masas hasta donde fuere necesario en la acción por las demandas y propósitos que sustentamos! Tengamos presente que si cuajase la maniobra diversionista gubernamental, la herida cerraría en falso y ello supondría el mantenimiento y el aumento de los males que sufre el país; en cambio, si se tomase la buena vía señalada por el Partido Socialista Popular, no sólo se superaría la actual situación tiránica sino que se avanzaría hacia la solución a fondo de todo lo demás que daña al pueblo.
EL ÚNICO CAMINO PARA SALVAR A CUBA
Este, y no otro, es el camino de la salvación de Cuba. No el putsch, no el terrorismo que no conduce a nada positivo para el pueblo, no el quietismo, no la traidora componenda que no haría más que abrir paso a las maniobras del gobierno, no el rejuego con los imperialistas, sino la lucha de masas abierta con los métodos de la clase obrera, hasta hacer prevalecer por una u otra vía la consulta popular amplia y libre o, si el gobierno siguiera bloqueando ese camino, y no hubiera otra salida, — por vía de la huelga general política y el alzamiento del pueblo — la voluntad de la abrumadora mayoría de los cubanos: ¡abajo la tiranía! ¡vivan las libertades democráticas! ¡viva un gobierno de Frente Democrático de Liberación Nacional, el único capaz de salvar a Cuba de la catástrofe y de satisfacer las necesidades del desarrollo nacional y las demandas esenciales del pueblo en esta hora decisiva de su historia!
¡Meditad, amigos del «26 de Julio», del Partido Ortodoxo, del Partido Auténtico no inscripto, del Partido Auténtico inscripto, del Partido Demócrata no inscripto, de otras agrupaciones políticas, en cuánto os decimos y proponemos y marchad por la vía de la lucha de masas, la probada vía de la victoria!
¡Pensad, obreros y campesinos, hombres de profesión e intelectuales, estudiantes y empleados, mujeres y ciudadanos negros, pequeños industriales y pequeños comerciantes y burgueses nacionales, en nuestras ideas y planteamientos y actuad sin prejuicios ni tardanza! ¡Uníos y luchad por Cuba, por su libertad y su progreso!
En cada fábrica o taller, en cada lugar del país, ¡hagamos el frente único, organicemos la acción común y levantemos la lucha colectiva por las reivindicaciones económicas y políticasque la situación exige!
En toda Cuba, ¡unión y lucha de masas! ¡Abajo la tiranía!
¡Libertad para los presos políticos y sociales (inclusive los militares condenados por actividades políticas contra el gobierno)!
¡Castigo para los culpables de los asesinatos cometidos por el gobierno!
¡Vivan las libertades democráticas del pueblo!
¡Por la vigencia efectiva de las garantías constitucionales!
Defendamos el derecho de los obreros a elegir sus dirigentes a conmemorar con desfiles y manifestaciones el Día Internacional del Primero de Mayo.
¡Aumento general en los salarios, sueldos y pensiones!
¡Atrás la carestía!
¡Detengamos los desalojos campesinos!
¡Unidos todos en el noble esfuerzo de sacar a nuestra patria del pantano en que la arrojara el 10 de marzo! ¡Fuera las maniobras tortuosas que se encubren bajo la túnica del arreglo, pero que en el fondo son una nueva forma de sostener la guerra civil que el gobierno desató contra el pueblo! ¡Estamos por las soluciones pacíficas, pero no por las fórmulas de componenda y entretenimiento!
¡Unidos todos para establecer el imperio de la democracia en Cuba y el derecho del pueblo a designar sus gobernantes, derecho secuestrado por los golpistas del 10 de marzo y sus amos imperialistas!
¡Viva el gobierno de la salvación nacional, el gobierno del Frente Democrático de Liberación Nacional!
¡Abajo la opresión imperialista! ¡Viva Cuba libre e independiente! ¡Abajo la política de agresión y de guerra, fuente de miseria y de represión antidemocrática y tiranías para los pueblos! ¡Viva la coexistencia pacífica! ¡Viva la paz mundial!
¡Unión y lucha de masas para hacer frente a la crisis y para salvar a Cuba de la tiranía, de la dominación imperialista y del atraso semifeudal que la aniquilan!
¡Todos a actuar bajo estas consignas!
Comité Nacional del Partido Socialista Popular
Habana, 30 de marzo de 1957
Puede ver todos los textos de la serie aquí:
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