Por Iramís Rosique Cárdenas
Palabras leídas por su autor en la tángana del Parque Trillo, el pasado 29 de noviembre de 2020
Buenas tardes a todos y todas:
Los compañeros y compañeras me han designado para las palabras introductorias del evento: un empeño difícil.
Primero quisiera agradecer a todos los colectivos, personas e instituciones que nos han ido apoyando y asesorando en la construcción de este evento. Realmente ha sobrepasado nuestras expectativas iniciales.
Quisiera empezar por quiénes somos — o mejor, por quiénes no somos — .
Ninguno de nosotros — los organizadores — es un funcionario del Estado o un cuadro profesional cuyo trabajo era responder de este modo a los acontecimientos de los últimos días.
El colectivo virtual en el que se imaginó y se gestó todo esto está conformado por un variado espectro ciudadano: hay estudiantes, trabajadores de empresas, de instituciones, trabajadores por cuenta propia e incluso desempleados. Convivimos distintas profesiones, provincias, edades… No obstante, esa diversidad posee un principio unificador: más que una sensibilidad política, una militancia política de izquierdas. De un colectivo así surgió esta iniciativa, y surgió del modo más natural. Nosotros comprendemos que para un grupo de personas esto sea difícil de entender o de creer: una parte dudará comprensiblemente por la falta de costumbre. Otros no: otros se resisten a creer porque la idea les parece insoportable. Entonces reaccionan violentamente como no han reaccionado jamás ante otras farsas evidentes, abyectas e inmundas.
Y es lógico que nieguen la posibilidad de toda espontaneidad revolucionaria: esa violencia no es más que miedo e impotencia disfrazados: el miedo a que se les dispute el espacio de lo legítimo y espontáneo.
Temen que la espontaneidad exista precisamente porque su discurso está construido sobre la idea de que el gobierno lo controla todo y lo que no, lo prohíbe. Y sí: existimos, porque la Revolución desborda las instituciones formales que la administran. Y sí: esas instituciones se articularon con nosotros, porque la Revolución tiene derecho a defenderse.
Decidimos emprender esta acción porque los discursos articulados sobre Cuba en los últimos años por varias alternativas mediáticas e intelectuales de sensibilidad antigubernamental, pretenden expulsar — viejo tópico anticomunista — la lucha por la democracia y por la libertad del horizonte socialista abierto por la Revolución Cubana: esto se ha evidenciado dramáticamente en los sucesos de los últimos días. Nosotros reivindicamos que las luchas por la democracia y por la libertad son inherentes al proyecto socialista revolucionario y estamos comprometidos con ellas. Lo que consideramos inaceptable es que esas luchas se empleen para lavar la indignidad de personas o colectivos que practiquen el anexionismo o el mercenarismo, los cuales atentan contra las condiciones de posibilidad de toda democracia real en Cuba.
Entendemos, además, que la democracia o la libertad de expresión son abstracciones, entelequias, si no se llenan de contenido.
Se habla mucho de democracia, pero nunca se habla de poder popular. Se quieren miles de partidos políticos que se turnen el monopolio del poder, pero nunca se habla de la socialización efectiva de ese poder a las comunidades.
Preocupa la libertad política, pero no interesa criticar la no-libertad a la que somete el mercado al cuerpo social: una economía democrática e inclusiva, fundada en la cooperación, es imprescindible para el libre desenvolvimiento de todos, y no de unos pocos.
Creemos también que a los revolucionarios y a las revolucionarias de Cuba nos toca mirarnos por dentro: autocriticarnos. Ya no nos puede quedar duda que nuestros enemigos se sentarán en todas las sillas vacías que les dejemos.
Todas las causas justas caben en el campo de la Revolución. Ese precisamente es el fundamento del pacto social revolucionario, del consenso socialista: toda la justicia social.
Y es que, para nosotros, sostener la Revolución y defender la Revolución solo se pueden llevar a cabo de una manera: haciéndola.
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