La naturaleza y reproducción de las relaciones de producción de vanguardia

Por Michael Lebowitz*

Rufino Tamayo, «Ghost», 1964

Los comienzos son críticos, en especial cuando uno está tratando de entender una combinación compleja de elementos. Cuando se inicia un examen del socialismo real concentrándose en los derechos jurídicos de propiedad — la propiedad estatal sobre los medios de producción — y un mecanismo de coordinación — la planificación central — , inevitablemente se ve desplazada la centralidad de las relaciones de producción características del socialismo real. ¿Cuáles son las relaciones sociales en las que tienen lugar la producción, la distribución y el consumo? ¿Cuáles son los objetivos que dominan la producción? ¿Quién manda en el centro de trabajo? ¿Cuáles son las relaciones entre los productores? Debemos tener siempre presente que toda producción tiene lugar dentro y a través de un conjunto particular de relaciones sociales.

Así pues, ¿dónde comenzar? La selección de un punto de partida en una construcción lógica no puede ser arbitraria; antes bien, debe fluir de un análisis de lo concreto específico. Por consiguiente, tras concluir nuestra consideración del socialismo real y haber resaltado la importancia del particular contrato social entre planificadores y trabajadores, comenzaremos con lo que hemos designado en el capítulo anterior como relación de producción de vanguardia. Pero si empezamos aquí, ¿no implica esto que la propiedad estatal y la planificación central que observamos en el socialismo real deberían ser entendidas como la forma de vanguardia de la propiedad estatal y la forma de vanguardia de la planificación central? Por supuesto. En una construcción dialéctica, todos los momentos posteriores están implícitos en el punto de partida.

Sin embargo, necesitamos tener cuidado con tal inferencia, pues ella presupone que las relaciones de producción de vanguardia coinciden con el socialismo real. Empero, al excluir a los directores de empresas del contrato social, ya hemos indicado que el socialismo real no está compuesto sólo de relaciones de producción de vanguardia. Existía más de una relación. Como veremos, había un proceso de reproducción en disputa y los fenómenos desde los años cincuenta hasta los años ochenta, descritos en los capítulos anteriores, fueron, en muchos aspectos, resultado de esa disputa. Además, tenemos que analizar si el contrato social descrito allí representa relaciones de vanguardia como tales o si era un modo particular de regulación para su reproducción en un determinado período.

El partido de vanguardia

Tras años de experimentar y estudiar el socialismo real, Kornai escogió empezar su obra fundamental sobre aquél por el Partido Comunista. De hecho, al inicio de The Socialist System expresó que «el único criterio» que utilizó para designar a un país como socialista fue el poder indiviso de un Partido Comunista [1]. Para Kornai, por definición, el socialismo «comienza a existir sólo cuando y donde el Partido Comunista está en el poder» [2]. Por ende, la dirección del Partido Comunista es «necesaria y suficiente para que el sistema surja y se consolide» [3].

El Partido Comunista tiene que tomar posesión íntegra del poder político para que el proceso pueda ponerse en marcha. Esta configuración histórica contiene el «programa genético» que transmite las principales características del sistema a cada célula del mismo. Esta es la semilla de la nueva sociedad a partir de la cual crece todo el organismo [4].

En pocas palabras, para Kornai el sistema orgánico, el socialismo real, está latente en el Partido Comunista. «Este ‘programa genético’ moldea la sociedad a su propia imagen, creando un sistema coherente cuyos diversos elementos se conectan, se asumen y se refuerzan recíprocamente» [5]. La propiedad estatal, la relación Estado-Partido y la planificación central son sólo algunos de los elementos que según Kornai dimanan de esta premisa, a través de una sucesión de pensamientos deductivos. «El factor principal que provoca los otros fenómenos específicos del sistema», argumentó, «es el poder indiviso del Partido Comunista, imbuido de su ideología específica» [6].

Según se indicó con anterioridad, nos apartamos bastante del análisis y las conclusiones de Kornai. Sin embargo, tanto su punto de partida como su intento de deducir «fenómenos específicos del sistema» de esta premisa lógica conducen a la dirección correcta. De modo que comenzamos con una de las partes de la relación de vanguardia, el partido de vanguardia. Al hacerlo, sin embargo, nuestro enfoque inicial se centra en la lógica de la vanguardia, es decir, el partido de vanguardia en su «pureza» más que en cómo puede haber sido infectado en el transcurso de su interacción con otros elementos — tanto contingentes como inherentes — .

Empecemos, pues, por proponer tres principios o doctrinas del partido de vanguardia:

1. La meta del cambio de sistema: un compromiso absoluto de remplazar el capitalismo por el socialismo y construir una sociedad comunista — la cual tiene como premisa el desarrollo adecuado de las fuerzas productivas — .

2. La necesidad de un instrumento político: lograr esta meta requiere un partido político con la misión y responsabilidad de organizar, guiar y orientar a la clase trabajadora, a todo el pueblo trabajador, y a las organizaciones sociales.

3. El carácter necesario del partido de vanguardia: la lucha por derrotar a los enemigos de la clase trabajadora requiere de un partido revolucionario disciplinado, centralizado y unido — nuestro partido — .

Analicemos estos tres puntos. La meta del cambio del sistema distingue la idea del partido de vanguardia de un cuerpo de burócratas interesados en sí mismos o de capitalistas en potencia. Comienza con un claro rechazo del capitalismo como sistema y la creencia en la necesidad del socialismo. Dado ese objetivo esencial, la pregunta es: ¿qué hay que hacer? Algo característico de los partidarios del partido de vanguardia es la convicción de que el logro de esta meta no tendrá lugar de manera espontánea y, por consiguiente, requiere liderazgo. Esta orquesta, en pocas palabras, necesita un director: «La cohesión y unidad del proceso se representan necesariamente en una voluntad dirigente» [7]. Y esa voluntad de mando tiene que ser el partido. Como lo expresara Stalin: «el partido tiene que estar a la cabeza de la clase obrera» [8].

Esta autoconcepción del partido como el dirigente necesario en el camino hacia el socialismo y el comunismo trae consigo responsabilidades y deberes; la meta es «lo único que cuenta y nadie está más convencido de esto que el propio director» [9]. Dejar de dirigir sería traicionar a la clase trabajadora. Al describir la autoconcepción del papel del Partido Comunista en el socialismo real, Kornai escribió: «La clase obrera no ejerce el poder directamente, sino que está representada por el partido, que es la vanguardia de la clase obrera y en última instancia de toda la sociedad. Como tal, está destinado a dirigir la sociedad» [10].

En resumen, el partido asume el papel de educador hacia el alumno, de líder hacia el dirigido y de conductor hacia el conducido. Impartiendo su «conocimiento acumulado» en forma de marxismo-leninismo, el partido es el maestro, el mentor ideológico del pueblo y su brújula.

Desde luego, para evitar confusión en la clase trabajadora y en la sociedad en su conjunto, cualesquiera divergencias internas del partido deben ser escondidas; sólo puede haber una comprensión aceptada del marxismo-leninismo, un maestro, un director para guiar el proceso. En esta perspectiva, el socialismo es un regalo para quienes están debajo, de parte de los únicos que están arriba, que son los que saben cómo crear el socialismo [11].

Pero, ¿quién acepta esta responsabilidad de dirigir la sociedad? Aquellos que combinan el compromiso de construir el socialismo, el reconocimiento de la necesidad del liderazgo partidario y la aceptación de la importancia de la unidad son los miembros lógicos del partido. «Muchos miembros del aparato», reconoció Kornai, «son personas guiadas por propósitos nobles que trabajan largas, duras horas con la firme convicción de que al hacerlo sirven a la causa de su partido y del pueblo, al bien común y a los intereses de la humanidad» [12]. Volvió a este punto cuando describió las motivaciones de miembros de la burocracia estatal en el socialismo real. Encabezando su lista de la compleja combinación de motivos — incluyendo el interés por el poder, el prestigio y el beneficio material — está la «convicción política y moral», basada en la «creencia en las ideas del partido, la aceptación de la ideología oficial y el entusiasmo por los objetivos del plan» [13].

Esta convicción política y moral que hace a los miembros del partido trabajar «largas, duras horas» para construir el socialismo, no cae del cielo. El primer principio del reclutamiento del partido de vanguardia es atraer a aquellas personas que han demostrado, a través de su conducta — honesta o simulada — en sus centros de trabajo y comunidades, que son buenos candidatos y que aceptarán las responsabilidades del partido y sus normas.

Una vez en el partido, estos reclutas deben ser modelos positivos y ejemplares para el resto de la sociedad. Así, se espera de ellos que estén dispuestos a sacrificarse, que sean ejemplo de la actitud comunista hacia el trabajo, que respeten, protejan y cuiden la propiedad socialista y que luchen por implementar las posiciones del partido incluso después de haber discutido y votado en contra de ellas [14]. Otros deberes subrayan la importancia de colocar los intereses sociales por encima de los intereses personales, ser ejemplo de sensibilidad y solidaridad humana, y fortalecer y ampliar las relaciones entre el partido y las masas, al intentar de atraer a los mejores trabajadores y otros ciudadanos para el activismo revolucionario y mantener en alto los principios de la unidad y la cooperación internacionalistas.

Pero, ¿cómo es posible que esto no atraiga a los mejores y más idealistas jóvenes de la sociedad?

Es oportuno aclarar que no todo el que está comprometido con el objetivo de construir la sociedad socialista y dispuesto a sacrificarse calificaría como un buen miembro del partido. Se esperaba del militante que estudiara en profundidad la ideología partidaria, que trabajara para implementar las decisiones del partido, que aceptara el proceso de crítica y autocrítica, y que estuviese dispuesto a someterse a la disciplina partidaria. No todo el mundo está preparado para eso. Además, incluso si se está, la decisión no es solo de uno mismo. Para ser aceptado como miembro del partido, un candidato tiene que ser aceptado no sólo por una unidad local sino también por el siguiente órgano superior del partido. En pocas palabras, el principio de que aquellos que están arriba son los que deciden está incorporado dentro de la propia estructura del partido de vanguardia. Y es la presencia continua de ese principio jerárquico lo que caracteriza al partido y da forma al comportamiento individual desde el momento del ingreso.

Hay una lógica particular en esto. Dado que la lucha por construir el socialismo requiere unidad y disciplina dentro del partido, las estructuras internas deben reflejar esas obligaciones. Con ese fin, el partido se basa en el «centralismo democrático», el que puede ser definido como la mayor democracia posible al tomar las decisiones, y el mayor centralismo y disciplina posibles al ejecutar tales decisiones. Descrito de esta forma, el centralismo democrático no es más que sentido común. Esa democracia, sin embargo, es episódica, limitada en general a congresos del partido y otras ocasiones de toma colectiva de decisiones. La disciplina y el centralismo, en cambio, son parte de la vida diaria y de las responsabilidades de los militantes del partido. Para ilustrar la primacía de lo segundo, consideremos el primerísimo punto en «el principio básico de centralismo democrático» del Partido Comunista de China:

(1) El militante del partido está subordinado a una organización partidaria; la minoría está subordinada a la mayoría; el nivel más bajo de organización está subordinado al nivel más alto; cada organización y todos los miembros del partido están subordinados al Congreso Nacional del Partido y al Comité Central [15].

De esta forma, un proceso de arriba-abajo, comenta Kornai, en la práctica invierte el concepto subyacente de centralismo democrático. Más que un proceso de organización desde abajo, en la práctica lo que existe es una «jerarquía burocrática que abarca a todo el partido, ya que las instrucciones provenientes de arriba deben ser ejecutadas por los subordinados» [16]. Estructura e ideología se interpenetran porque «el código de imperativos morales» para los miembros del partido en la ideología oficial enfatiza la disciplina: «La línea política prevaleciente debe ser seguida, las decisiones respaldadas y las órdenes de los superiores obedecidas sin vacilación» [17].

Hay, sin embargo, otro aspecto muy importante de esta inversión de un proceso de abajo-arriba. Y es la tendencia de los de arriba a elegir selectivamente, es decir, la tendencia de aquellos que están en la cima de la jerarquía a nombrar como subordinados a personas que consideran confiables para la ejecución de sus propias políticas. Tenemos aquí el concepto de la nomenclatura, la lista de aquellos en quienes se puede confiar. El circuito invertido se cierra cuando quienes han sido nombrados desde arriba — y por lo tanto deben su lealtad hacia arriba y no a aquellos que están por debajo de ellos — proceden a escoger a los líderes del partido y votan por sus políticas.

Si bien tal estructura puede ser eficiente en lograr objetivos partidarios específicos, ¿cómo no habría de afectar la naturaleza de los militantes del partido producidos como resultado conjunto de esos procesos? Recordemos el principio del eslabón clave entre el desarrollo humano y la práctica — ese cambio simultáneo de circunstancias y actividad humana o auto-cambio que Marx llamó «práctica revolucionaria» — . ¿Qué clase de personas son producidas dentro de estas relaciones jerárquicas? Son personas que no querrían que se les considerase críticas respecto a las normas y decisiones del partido, o con una conducta individualista que los colocara así «por encima del partido»; son personas que se autodisciplinan consecuentemente.

Describiendo el efecto a largo plazo de tales modelos en miembros de la estructura burocrática, Kornai escribió:

Es poco aconsejable criticar hacia arriba, aparecer con ideas inusuales o tomar iniciativas. No da resultado pensar por sí mismo o arriesgarse por su cuenta […] El efecto formador-de-carácter y de entrenamiento, y los criterios de selección del control burocrático se refuerzan uno al otro, prevale el servilismo y una mentalidad de inclinar las cabezas [18].

De forma similar, los economistas polacos Brus y Laski describieron la parálisis de la iniciativa, la audacia y la innovación dentro de la burocracia: «Un factor principal que fortalece estas actitudes es el sistema de selección para cargos de responsabilidad de la nomenclatura, que promueve a los seguidores obedientes de la línea del partido por sobre los independientes, audaces e imaginativos» [19]. Si bien ambas referencias apuntan al tipo de comportamiento dentro de la burocracia estatal, es esencial comprender que el «programa genético» ya está presente en el partido de vanguardia.

Efectivamente, la reproducción del partido de vanguardia está asegurada por el hecho de que quienes resultan reclutados son los mejores y más idealistas dentro de la sociedad, y que su formación los conduce a aceptar el principio de que el partido debe dirigir desde arriba y siempre tiene la razón. Existe un paralelo interesante descrito por Marx en el tomo III de El Capital, donde señaló que la capacidad de una persona sin dinero para subir y convertirse en capitalista «en realidad refuerza el dominio del capital mismo». Continuaba:

Exactamente como la circunstancia de que, en la Edad Media, la Iglesia Católica formara su jerarquía sin tener en cuenta estamento, cuna o fortuna, recurriendo a las mentes mejor dotadas del pueblo, constituyó uno de los medios principales para consolidar la dominación clerical y el sojuzgamiento del Estado laico. Cuanto más capaz sea una clase dominante de incorporar a los hombres más eminentes de las clases dominadas, tanto más sólida y peligrosa será su dominación [20].

Desde luego, describir la lógica de la vanguardia no significa en absoluto que estemos ignorando la existencia de privilegios o de intereses personales de parte de miembros individuales de ésta, tal como Marx no ignoró «el deseo de disfrute» de parte de los capitalistas. Ciertamente uno podría fijarse en capitalistas individuales y enfatizar su consumo de lujos y hacer de eso el centro de la reflexión. Sin embargo, ese no era el meollo del análisis de Marx. Él puso el énfasis en el capitalista como el portador de la lógica del capital, más que en el capitalista como consumidor privado: «En la medida en que es capital personificado, su fuerza impulsora no es la adquisición y disfrute del valor de uso» sino el crecimiento del capital. Aunque «dos almas» conviven dentro del pecho del capitalista, es «sólo como personificación del capital» que él conduce a «la raza humana a producir en aras de la producción» e incita al «desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad» [21]. Del mismo modo, miembros individuales de la vanguardia son enfatizados aquí sólo como una personificación de la vanguardia, es decir, como portadores de la lógica de la vanguardia. En pocas palabras, nuestra discusión se centra en la lógica de la vanguardia cuando intenta incitar al «desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad» [22].

La clase obrera bajo las reglas de la vanguardia

Desde luego, hemos estado analizando sólo un lado de la relación de vanguardia. Es claro que una premisa de la relación descrita aquí es que la clase trabajadora acepta el liderazgo del partido de vanguardia así como su propio papel subordinado dentro del contrato social. La falta de poder para tomar decisiones en el centro de trabajo, la atomización e incapacidad de organizarse colectivamente dentro de éste y en la sociedad en general, todo esto refleja la creencia de la vanguardia en que la marcha hacia el socialismo requiere de una autoridad dirigente que es el propio partido de vanguardia. Así pues, una parte esencial de ese contrato social es que los trabajadores están agrupados en sindicatos oficiales, sociedades deportivas oficiales, organizaciones femeninas y movimientos por la paz de carácter oficial, etc., y que cualesquiera esfuerzos por crear formas independientes de organización son vistas como herejías y amenazas a la relación en su conjunto.

Según se analizó en el capítulo anterior, la clase trabajadora acepta todo esto siempre y cuando pueda lograr sus propios objetivos en el contrato social. Parte esencial de ese contrato es la protección y seguridad contra el desempleo y la mantención de sus derechos laborales — incluidas la baja duración e intensidad del día laboral — . Además de los derechos laborales, estaba la expectativa de aumento del ingreso a largo plazo, necesidades subsidiadas y un relativo igualitarismo. Así, como hemos visto, la clase trabajadora cede el control sobre su fuerza de trabajo a cambio de un paquete que es mucho mejor que lo que podría recibir en el capitalismo.

Sin embargo, esa aceptación es condicional, pues depende de que la vanguardia cumpla su parte del contrato. Los decisores centrales, vimos antes, se preocupaban por esto; por ejemplo, les consternaba no cumplir las normas para el crecimiento del consumo, se angustiaban por las «serias consecuencias políticas y sociales», por el surgimiento de insatisfacción y por el punto en que la insatisfacción «comenzaría a poner en peligro la estabilidad del sistema» [23]. Parafraseando a Lenin en sus comentarios sobre los campesinos y la necesidad de la NEP en la URSS de los años veinte, se preocupaban por que dentro del contrato social la clase trabajadora otorgara «crédito» al partido de vanguardia, pero era posible que llegara un momento en que la clase trabajadora «exigiera efectivo».

Por supuesto, cuando surge el descontento, el partido puede utilizar «todo el arsenal de educación y propaganda política moderna» para tratar de obtener apoyo para sus políticas. «Pero para aumentar el arsenal y dar énfasis especial a las palabras de esclarecimiento, hay represión» [24]. Sin embargo, si la represión y no el entendimiento es la respuesta general ante la reacción al fracaso en cumplir su parte del contrato, se puede inferir un abandono unilateral del contrato social por parte de la vanguardia. Ésta es, de hecho, una posibilidad. Pero exploremos lo que lógicamente fluye del intento de cumplir los términos de este contrato.

El Estado y la propiedad estatal

El razonamiento dialéctico requiere que siempre nos preguntemos ¿qué está implícito en las categorías que hemos considerado? ¿Qué fluye del concepto de partido de vanguardia?

¿Qué debe hacer el partido de vanguardia para construir el socialismo?

En primer lugar, dado que el partido tiene la responsabilidad de dirigir la sociedad, debe tener el poder para hacerlo. Debe controlar el Estado, y no existe base lógica para compartir este poder con otros partidos o para renunciar al mismo de manera voluntaria. Además, dada su oposición a la explotación capitalista, el partido debe utilizar ese poder «tan pronto como sea políticamente factible, para organizar la sociedad sobre una base de propiedad pública en vez de privada» [25]. De esta manera, argumentaba Kornai que la propiedad estatal sobre los medios de producción en el sistema socialista fluye de esta estructura política:

El atributo básico del sistema socialista es que un partido marxista-leninista ejerce el poder íntegramente. Ahora bien, puede añadirse otra característica: el partido está comprometido a eliminar la propiedad privada, y con su poder indiviso y su interpenetración con el Estado, logra, más tarde o más temprano, poner en práctica ese programa, o al menos acercarse a ello [26].

Pero esto involucra más que una transferencia de propiedad legal al Estado. La característica del partido como modelo jerárquico es también transmitida al Estado por este programa genético particular. En este caso, la propiedad estatal tiene lugar dentro de un tipo particular de Estado, uno que refleja la «jerarquía que abarca la totalidad del partido: las instrucciones que son impartidas desde arriba deben ser ejecutadas por los subordinados». Así, para ser efectivos, aquellos que están en la cima de este Estado deben asegurarse de que las personas correctas estén allí para recibir instrucciones; en consecuencia, «individuos superiores […] son designados por sobre las cabezas de los subordinados en vez de ser elegidos por éstos» [27]. Vemos aquí la necesidad lógica de la nomenclatura, esa lista de individuos que han demostrado su competencia y lealtad.

Lógicamente, también el partido de vanguardia debe monitorear el proceso mediante el cual se ejecutan sus decisiones. Al percatarse de hasta qué punto decisiones importantes en cuanto al personal y sobre asuntos críticos eran tomadas por órganos del partido, Kornai comentó que «el Partido Comunista se considera responsable de todo y no permite absolutamente ninguna autonomía a las organizaciones del Estado y a los que trabajan en el aparato del Estado. Es más, la existencia del ‘Estado-Partido’ y la mezcla de las funciones políticas y administrativas es una de las principales características del sistema» [28].

Al seleccionar al partido de vanguardia como su punto de inicio, Kornai realizó una consciente y significativa ruptura con los argumentos que ven la propiedad estatal sobre los medios de producción como el núcleo del socialismo real. Insistió en que «no es la forma de propiedad –propiedad estatal– la que erige la estructura política del socialismo clásico sobre sí. Todo lo contrario: la estructura política dada genera la forma de propiedad que considera deseable» [29]. De esta manera, el patrón de derechos de propiedad es más un resultado que una premisa. Si bien es posible deducir la propiedad estatal a partir del poder y la ideología del partido de vanguardia, no podríamos hacer lo inverso.

La propiedad estatal en sí misma, dicho en pocas palabras, no es condición suficiente para el socialismo real, ya que no implica la particular ideología, la estructura interna y el dominio del partido de vanguardia.

Comprendemos de inmediato entonces que el socialismo real está permeado por el carácter del partido de vanguardia. En las relaciones de vanguardia, la propiedad estatal sobre los medios de producción existe dentro de una estructura jerárquica. Así pues, no se trata de propiedad estatal en general; ante todo hay una propiedad estatal en su forma de vanguardia. Entonces, ¿esto mismo no será aplicable a toda característica que podamos observar en el socialismo real? Según Kornai, sí: «Las principales regularidades del sistema pueden ser deducidas» de la estructura de poder dominada por el partido, la cual «constituye la capa más profunda en la cadena causal que explica el sistema» [30].

Crecimiento y coordinación burocrática

¿Qué sigue a continuación en esa cadena causal? Examinemos los objetivos de la vanguardia dentro del contrato social. En la restricción de los derechos laborales, no sólo deben producirse suficientes bienes de consumo para cubrir las demandas actuales de los trabajadores, sino que la capacidad productiva debe expandirse lo suficiente para construir la base del futuro desarrollo del socialismo, así como satisfacer la norma para el crecimiento del consumo futuro. El partido debe, pues, utilizar su poder estatal y la propiedad estatal sobre los medios de producción para expandir las fuerzas productivas. «Los líderes superiores», argumenta Kornai, «desean imponer con mano de hierro una política del más rápido crecimiento posible», y «los miembros del nivel medio e inferior de la burocracia están imbuidos de la misma convicción política que los líderes» [31].

¿Cómo ha de hacerse esto? Mediante «una escala de inversión tan grande como sea posible». Aunque el nivel de consumo actual es importante, constituye, cuando más, «un freno al impulso interno del liderazgo superior de maximizar la proporción de la inversión» [32]. Dada su visión de que el desarrollo de las fuerzas productivas sirve al interés de satisfacer necesidades futuras de la clase trabajadora, la vanguardia estima un excedente de valores de uso por encima de las necesidades actuales de consumo como algo puramente técnico, como una división entre las necesidades presentes y futuras de los trabajadores. En consecuencia, extrae tanto excedente como le es posible en el interés de la clase trabajadora; la razón de ser de la vanguardia, después de todo, es conducir a la clase trabajadora. De este modo, argumenta Kornai, «La decisión del liderazgo central a favor de una elevada proporción de inversiones expresa el deseo y propósito de toda la élite del poder» [33].

Naturalmente, los medios por los cuales se lucha tras este «impulso interior» no son seleccionados al azar por la vanguardia: «Una estructura política e ideología específicas han ganado influencia, como resultado de lo cual se han desarrollado formas específicas de propiedad, lo que ha conducido al predominio de la coordinación burocrática y a los patrones de conducta típicos de los participantes» [34].

Esta «coordinación burocrática», «una colección de relaciones sociales específicas» característica de la esfera productiva en el socialismo real, refleja el patrón de jerarquía partidaria [35]. Dentro de la economía, señaló Kornai, prevalecen «las relaciones de superioridad y subordinación entre el individuo u organización que coordina y el individuo u organizaciones que son coordinados»; y el flujo más típico de información es el «comando, la orden del superior que el subordinado está obligado a obedecer» [36].

Pero, ¿qué hay que coordinar? Todo. Recordemos al director de orquesta, cuyo éxito depende de su habilidad para ver el cuadro completo, para saber lo que cada uno debe estar haciendo e intervenir a fin de corregir fallos individuales. De la misma forma, la burocracia siempre está preparada para intervenir en la economía a fin de alcanzar sus metas. Frente a «acciones espontáneas que la burocracia no considera deseables», la respuesta natural de la vanguardia es tratar de mejorar la coordinación burocrática, aumentar las regulaciones, etc. «La tendencia a ser total, abarcadora e inmodificable reaparece constantemente en las condiciones sociales de la coordinación burocrática» [37]. De hecho, esta es una tendencia espontánea de la burocracia, una que no requiere mando central; cuando las cosas salen mal, todo miembro de la burocracia entiende lo que hay que hacer. Si aparece algo fuera de control, tiene que ser controlado:

Si algo anda mal en estas áreas, cada uno piensa: debe haber una mayor intervención para restaurar el orden. Cada uno en su propio terreno constantemente refuerza la tendencia descrita antes como el completamiento del control burocrático, es decir, previene que fenómenos no deseados por la burocracia se salgan de la red de reglas, recetas y prohibiciones [38].

Así, la tendencia natural de la vanguardia es a perfeccionar los métodos de coordinación burocrática. «La consecuencia inevitable», apunta Kornai, «es la proliferación de la burocracia. La reproducción ampliada de la burocracia continúa» [39]. En realidad, plantea, siempre fue así. Al citar las quejas del propio Lenin en 1921, Kornai llama la atención hacia «la autogeneración espontánea, la autopropagación y la excesiva expansión de mecanismos burocráticos que iban más allá de las expectativas incluso de aquellos que iniciaron y dirigieron los cambios que hicieron época» [40].

El modo de producción específicamente de vanguardia

Dado que «la lógica interna del sistema impulsa al poder burocrático hacia el perfeccionismo», la forma final de organización latente en la vanguardia es el «control burocrático directo, basado en instrucciones, cuya naturaleza es una economía de comando». En el corazón del plan directivo central –«una pieza monumental de coordinación burocrática dirigida a la conciliación previa de los procesos de la economía (de comando)»– está el intento de coordinar y controlar toda la economía como «una ‘fábrica’ única que abarca toda la nación», dirigida desde un único centro. Desde luego, para implementar el plan, «el método principal utilizado por la autoridad superior para controlar la inferior en todas las esferas de toma de decisiones y gestión […] es la orden» [41].

Más que una planificación central como tal, también en este caso es la planificación central en su forma de vanguardia. Su característica dependencia de la organización, el control y la intervención centralizados fluyen directamente de la relación de vanguardia, esa relación en la que la cima (centro) define desde arriba lo que es correcto e impone la conformidad. Aquí otra vez la construcción lógica de Kornai proporciona una inferencia significativa, al rechazar la visión simplista de que los problemas del socialismo real manan de la planificación como tal: «Las características del sistema no pueden derivarse del hecho de que no sea una economía de mercado y menos aún del hecho de que los precios sean irracionales, etc., etc.» [42].

Por el contrario, la planificación mediante órdenes de la economía como una sola fábrica se deriva del programa genético de control jerárquico que hemos visto en el partido de vanguardia:

El control burocrático directo de la economía […] abarca la elaboración de planes con fuerza de órdenes y la compulsión administrativa de implementarlos, la gestión administrativa basada en órdenes y la práctica de la organización superior interviniendo regularmente en cada detalle de los procesos de producción y distribución, así como el manejo diario de la organización subordinada [43].

El mecanismo de planificación por órdenes (the command planning) representa el desarrollo de un modo de producción específicamente de vanguardia. Sin embargo, al inicio su naturaleza es por necesidad inadecuada. Como en el caso del desarrollo de la manufactura y el desarrollo inicial de la fábrica en el capitalismo, este nuevo modo de producción es, al principio, dependiente de las características que hereda. Así como el capital necesitó liberarse del artesano experto y construir máquinas con máquinas, la vanguardia tiene que liberarse de intermediarios expertos para que este modo de producción crezca a brincos y saltos.

Para que la vanguardia esté en condiciones de dirigir la economía como una sola «fábrica» de toda la nación, debe estar segura de que toda la información que requiere para planificar sea transmitida con precisión desde abajo y sea consolidada, y que todas sus decisiones sobre la producción — distribución sectorial y crecimiento — sean transmitidas con precisión hacia abajo, a cada unidad de producción. Y todo esto tiene que ser efectuado a tiempo, sin que los participantes individuales puedan desviarse de la partitura. Pero esto requiere la perfección del modo de producción específicamente de vanguardia: una economía computarizada, cibernética, ¡computopía!

En pocas palabras, el desarrollo de un sistema único automatizado de control es la condición para el perfeccionamiento de la dirección desde arriba de la fábrica nacional. En el modo de producción de vanguardia totalmente desarrollado, salvo los consumidores individuales cuyas decisiones atomísticas son reflejadas en movimientos de inventario, sólo la vanguardia tiene el poder de usar su discreción y tomar decisiones con respecto al plan — y eso incluye una decisión política de no seguir el efecto de las preferencias de los consumidores, es decir, la política tiene el mando — .

En resumen, las decisiones finales se toman en la cima. Y una vez tomadas, la orquesta mecánica las ejecutará y así el director tendrá la orquesta perfecta.

El sistema orgánico de relaciones de vanguardia

Con el perfeccionamiento de este modo de producción de vanguardia, ¿qué podría impedir la reproducción ampliada del sistema? Las computadoras no sólo pueden producir otras computadoras, sino que, en vez de que el obrero se aparte del proceso de producción para vigilar la máquina, las computadoras pueden vigilar a las computadoras. El resultado sería una productividad siempre creciente y la vanguardia suministraría no sólo los valores de uso necesarios para satisfacer las obligaciones presentes y futuras según el contrato social, sino también las condiciones necesarias para acercarse a la sociedad prometida por la vanguardia.

Con el perfeccionamiento del modo de producción de vanguardia, el socialismo real sería capaz de producir sus propias premisas. Los trabajadores podrían consumir más y trabajar menos, porque en esta relación de vanguardia está implícita la promesa de consumo ilimitado y el concepto del trabajo como carga. Sería un mundo de abundancia, «el reino de la libertad», todo proporcionado por la vanguardia. Los trabajadores aceptarían el mando del partido de vanguardia porque este aportaría lo que ellos desean de esta relación.

En este sistema orgánico, cada relación económica presupone a otra en su forma de vanguardia y todo lo que se propone como principio es también una presuposición. Así, vemos aquí un sistema cuyos elementos están orgánicamente conectados y se refuerzan uno al otro: un partido de tipo vanguardia, propiedad estatal en su forma de vanguardia, coordinación estatal en su forma de vanguardia, planificación central de tipo vanguardia, organizaciones sociales y civiles de tipo vanguardia y, desde luego, una población subyacente que acepta todo esto.

Aunque el partido de vanguardia es el punto de partida para esta construcción lógica, entendemos que un sistema orgánico no es una secuencia lineal; antes bien, cada parte del sistema actúa sobre cada una de las otras — «es el caso con todo sistema orgánico» — [44]. Así, el partido de vanguardia en este todo no es independiente de las otras partes. Es influido por los demás; es afectado por el desarrollo de su dominio indiviso dentro del Estado, por la naturaleza de la propiedad estatal y por las responsabilidades que asume para la coordinación y la planificación central. Con el completamiento del sistema orgánico de relaciones de producción de vanguardia, todas las tendencias jerárquicas del partido de vanguardia se ven reforzadas [45].

Sin embargo, la naturaleza de este sistema orgánico, bajo una perspectiva socialista, evidencia insuficiencias. Desde su partida, este es un sistema de explotación. Desde el punto de vista de la vanguardia, la existencia y extensión de la plusvalía extraída es una división técnica entre consumo presente y consumo futuro que se toma en nombre de la clase obrera, pero respecto de la cual los trabajadores mismos no tienen poder para decidir. Más bien, es decidido para ellos por «aquellos que saben más». De esta forma, la plusvalía es el resultado de lo que Mészáros llamó «la extracción política del trabajo excedente» [46]. Y el destino final de ese excedente no puede modificar lo que es. Incluso si los trabajadores fuesen los únicos receptores de este plus del producto — es decir, consumir todo lo que antes fue extraído — , el excedente aún sería el resultado de la particular explotación inherente a esta relación de vanguardia.

En la medida que los trabajadores son los beneficiarios finales de las extracciones, la explotación es reducida a una carga. En efecto, podemos sugerir que, dentro del sistema orgánico de relaciones de vanguardia — el sistema terminado — , esta carga sería secundaria respecto a la deformación inherente de las personas dentro de tal sociedad. La ejecución del modo de producción de vanguardia «desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y hábito, reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes naturales, evidentes por sí mismas» [47].

La sociedad de dirigentes y dirigidos posee una profunda diferencia entre pensar y hacer, en ella los trabajadores no desarrollan su potencial porque no participan en una actividad protagónica. Es una sociedad alienada en la que los trabajadores no ven el trabajo como algo que les realice; están alienados de los medios de producción, desean consumir y consumir, y consideran el trabajo como algo no útil, una carga que debe ser reducida. Es una sociedad que no puede producir seres humanos socialistas.

¿Es sustentable un sistema que produce tales personas, incluso con el pleno desarrollo del modo de producción específicamente de vanguardia? Esta pregunta es abstracta y especulativa. Más importante aquí es la pregunta de cómo las relaciones de producción de vanguardia se reproducen en ausencia de la computopía, es decir, donde el sistema aún depende de premisas heredadas.

Tendencias dentro del modo de regulación de vanguardia

En el ínterin cronológico previo a la perfección del modo de producción específicamente de vanguardia, aquellos que están en la cima se basan en una cadena humana de mando más que en señales electrónicas. A través de una «coordinación burocrática», aquellas relaciones de superioridad-subordinación entre individuos e instituciones, funcionarios tanto de empresas como de agencias coordinadoras estatales llevan a cabo decisiones de quienes están jerárquicamente por encima de ellos. Para la ejecución exitosa de dichas decisiones, el director de orquesta tiene que estar dentro de la cabeza de cada músico, y la disposición de los miembros de esta estructura «a obedecerle, hace posible que el director los transforme en una unidad, la cual él entonces personifica».

En la práctica, desde luego, el director no puede saber lo que cada intérprete está haciendo en todo momento y no puede responder a cada una de las situaciones que enfrentan sus subordinados, de manera que la respuesta consiste en establecer reglas para todos los subordinados. Es necesario establecer reglas, normas y procedimientos específicos para cubrir todas las contingencias, para que los músicos sepan qué hacer. Mientras sigan esas reglas, los miembros de esta estructura pueden estar seguros de que están haciendo lo correcto. Cualquier circunstancia que caiga fuera de esas reglas, en cambio, provoca un dilema potencial. La primera respuesta es la negación: «No, no es posible». Si eso no liquida el problema, el próximo recurso es la evasión: pasar el problema hacia arriba, a la siguiente persona en la jerarquía. Como describiera Kornai la conducta de aquellos que funcionan dentro de la estructura: «no vale la pena pensar por sí mismo o arriesgarse por su cuenta».

A pesar de una tendencia a la parálisis frente a circunstancias que caigan fuera de las reglas — y la frustración predecible que esto origina — , el contrato social garantiza la aceptación continuada del poder del partido de vanguardia siempre que los trabajadores reciban ingresos crecientes, estabilidad, y tengan asegurados sus derechos al puesto de trabajo — es decir, su casi absoluta garantía de seguridad del puesto de trabajo — . En este sentido, el contrato social es una forma exitosa de regulación de las relaciones de vanguardia. Sin embargo, obliga a la vanguardia a aumentar el consumo y la inversión, tanto presentes como futuros, a fin de cumplir el contrato social y desarrollar las fuerzas productivas que son la condición para construir la nueva sociedad.

¿Cuáles son las posibilidades de éxito? Si estas relaciones con su tendencia inherente a la reproducción ampliada existen en paralelo a formas de producción caracterizadas por relaciones productivas anteriores — por ejemplo, pequeña agricultura campesina — , entonces existe un enorme potencial para la expansión, al extraer recursos laborales y materiales de esas formas anteriores e incorporarlos a la producción bajo relaciones de vanguardia. La reproducción extendida de las relaciones de vanguardia aquí tiene por contrapartida la reproducción contraída de esas otras relaciones. Aunque ignora este último aspecto, Kornai está en lo correcto al comentar que «al movilizar el trabajo como el recurso más importante de la sociedad, al introducir el trabajo de manera sistemática en el proceso de producción, la economía socialista demuestra ser altamente eficiente». Esto, admitió, es «uno de sus logros históricos más importantes» [48].

Recordemos, no obstante, el argumento inicial de Kornai sobre la economía de escasez — que la reproducción de las escaseces «en última instancia está relacionada con la persecución impaciente del crecimiento económico, con forzar la aceleración de la tasa de crecimiento» — [49]. Argumentó que, con las elevadas metas de producción y la alta demanda de fuerza de trabajo y recursos del sistema, existía una tendencia inherente a generar escasez. Sin embargo, la fuente de esta tendencia dentro del contrato social no sólo es resultado de la demanda. Al tratar de desarrollar con rapidez las fuerzas productivas, la vanguardia tropieza con límites en la oferta, inherentes a la naturaleza de ese contrato.

Por una parte, «la virtual seguridad total de empleo» de los trabajadores –el paquete de derechos laborales que les daban seguridad de su empleo particular y un ritmo de trabajo relativamente cómodo– afecta por necesidad el lado de la oferta [50]. Además, en la medida en que los trabajadores no podían ser despedidos ni obligados «a trabajar en oficios distintos a aquellos en los que fueron empleados cuando fueron contratados», se afectó el patrón de las inversiones. Los planificadores, según Granick, eran «reacios a involucrarse en inversiones que implicaran una economía sustancial de trabajo en las plantas existentes, porque nunca se sabe con anticipación si tales inversiones podrían en efecto ser utilizadas» [51].

Pero esos planificadores pueden tomar la decisión de construir nuevas fábricas e infraestructuras y pueden estar seguros de que sus subordinados movilizarán recursos para poner en práctica esas decisiones. Precisamente porque los trabajadores defienden con ahínco sus derechos al puesto de trabajo, la expansión de la producción tiende a darse combinando nuevos medios de producción con trabajadores en nuevos centros de trabajo, más que mediante la introducción de tecnología ahorradora de trabajo en los centros laborales existentes [52]. En pocas palabras, la característica de la ley de movimiento en este contrato social es la tendencia al crecimiento extensivo más que al crecimiento intensivo.

Naturalmente, la reproducción ampliada se beneficia en gran medida de la capacidad de desviar recursos y fuerza de trabajo bajo relaciones de producción preexistentes. Sin embargo, aunque una vía de desarrollo extensivo se beneficia de tales reservas laborales, no depende del todo de ellas, ya que los nuevos y mejores lugares de trabajo pueden atraer a los trabajadores al brindarles mejores condiciones de trabajo, mejores salarios y beneficios. Después de todo, este contrato social incluye el derecho de los trabajadores individuales a perseguir su interés material y cambiar de trabajo. Los derechos al puesto de trabajo sólo garantizan que no están obligados a cambiar ni su trabajo ni su lugar de trabajo. En resumen, existe un mercado laboral, pero es un mercado de vendedores que, como comentara Lewin, permite a los trabajadores «defender sus intereses al cambiar de trabajo» [53].

Consideremos la «ley de movimiento» característica de este proceso. Dada su producción de trabajadores-consumidores atomizados, alienados, que desean minimizar el trabajo y maximizar el consumo, este sistema requiere una expansión cuantitativa permanente. Sin embargo, seguir un modelo de crecimiento extensivo implica que más tarde o más temprano el sistema se aproximará a límites en recursos y oferta de fuerza de trabajo. El punto en que esto pudiera tender a ocurrir difiere, desde luego, en dependencia, por ejemplo, de la medida en que el desarrollo previo en un país particular haya asimilado esas reservas de fuerza de trabajo y de recursos.

Bajo las condiciones señaladas, con todo lo demás igual, es probable que se obtenga una tasa de crecimiento menor. Como concluyó Kornai a partir de su modelo macroeconómico de la economía de escasez, «el agotamiento de las reservas laborales por sí mismo es suficiente para obligar al sistema económico a abandonar su antigua vía de crecimiento por una más nueva y mucho más lenta» [54]. Todas las normas asociadas con el contrato social se ven amenazadas ahora: «Todas las normas tienen que ajustarse para adaptarse a la nueva situación, pero esto no sucederá sin resistencia» [55]. Después de todo, como se cita en el capítulo 2, «retener aumentos de ingresos en el nivel de vida o su reducción absoluta […] tarde o temprano trae consigo serias consecuencias políticas y sociales» [56]. ¿En qué momento comienza la insatisfacción? «Y si hay insatisfacción, ¿en qué momento comienza a poner en peligro la estabilidad del sistema? Es un hecho histórico que el malestar puede ser tan grande que induzca a los líderes a cambiar la política económica» [57].

Variaciones no explicadas

No debemos concluir demasiado rápido que el contrato social fue la fuente de todos los fenómenos asociados con la economía de escasez del socialismo real o que por sí mismo produjo escaseces crecientes y amenazas a la continuación de ese contrato social.

Después de todo, ¿qué hay en esta descripción del contrato social — y en realidad, de las relaciones de producción de vanguardia — que explique la producción de pesados candelabros y «chaquetones bañados en oro»? ¿Qué tiene que ver la tendencia de «la dirección de las empresas a los planes flexibles, a esconder potenciales productivos y retener logros sobresalientes de producción» con las relaciones de vanguardia como tales? Como indicara Kornai en los años cincuenta, «esto es altamente peligroso y dañino». Entonces, ¿por qué la vanguardia querría esto y permitiría que continuara? y dada la dependencia de información precisa que tiene el modo de producción de vanguardia, ¿cómo no resulta disfuncional la tendencia a enviar información falsa?

Tan pronto formulamos tales preguntas, volvemos a recordar con sobresalto la existencia y el comportamiento de los directores de empresa que están fuera de este contrato social particular entre la vanguardia y la clase trabajadora. En ausencia del modo de producción de vanguardia totalmente desarrollado, la información completa requerida para la planificación central de la economía, considerada como una sola fábrica, no está disponible. Así pues, ¿qué mecanismo se escogió en el socialismo real para alentar a los directores de empresa a cumplir las metas de la vanguardia? Incentivos materiales (primas). Ya hemos visto una consecuencia indeseada de este mecanismo: la promoción de una relación diferente y de una lógica diferente que interactúa con la lógica de las relaciones de vanguardia.


* Capítulo 3 del libro Las contradicciones del socialismo real. El dirigente y los dirigidos, de Michael Lebowitz. Se ha tomado la traducción de Pedro Landsberger y Rafael Agacino para LOM ediciones (Primera edición), diciembre 2017. Existe edición cubana: Las contradicciones del «socialismo real». El dirigente y los dirigidos, a cargo de Ruth Casa Editorial y el ICIC «Juan Marinello», año 2015, con traducción de Olimpia Sigarroa Santamarina y revisión de Carlos Menéndez Lara.


¡Muchas gracias por tu lectura! Puedes encontrar nuestros contenidos en nuestro sitio en Medium: https://medium.com/@latizzadecuba. También, en nuestras cuentas de Twitter (@latizzadecuba), Facebook (@latizzadecuba) y nuestro canal de Telegram (@latizadecuba).

Siéntete libre de compartir nuestras publicaciones. ¡Reenvíalas a tus conocid@s!

Para suscribirte al boletín electrónico, envía un correo a latizadecuba@gmail.com con el asunto: “Suscripción”.

Para dejar de recibir el boletín, envía un correo con el asunto: “Abandonar Suscripción”.

Si te interesa colaborar, contáctanos por cualquiera de estas vías.


Notas:

  1. Janos Kornai, The Socialist System, 4 y 11.

2. Ibíd., 87.

3. Ibíd., 375.

4. Ibíd., 368.

5. Ibíd., 375.

6. Ibíd., 361.

7. Karl Marx, El Capital, Tomo III, vol. 7, 490.

8. Janos Kornai, The Socialist System, 56.

9. Elías Canetti, Masa y Poder, 497.

10. Janos Kornai, The Socialist System, 55.

11. Ver en La alternativa socialista de Michael Lebowitz (52–53) el análisis de las teorías de Paulo Freire y su relación con el rechazo por Marx del concepto utópico de cambiar las circunstancias para la gente en vez de la práctica revolucionaria, en la cual la gente se transforma a sí misma en el proceso de transformar las circunstancias.

12. Janos Kornai, The Socialist System, 41.

13. Ibíd., 118–19.

14. Ver, por ejemplo, los cuatro primeros deberes de los miembros del Partido Comunista de Cuba en Estatutos del Partido Comunista de Cuba.

15. Ver: <http://english.people.com.cn/data/organs/cpc.html>.

16. Janos Kornai, The Socialist System, 36.

17. Ibíd., 57.

18. Ibíd., 121.

19. Wlodzimierz Brus y Kazimierz Laski, From Marx to the Market: Socialism in Search of an Economic System (Oxford: Clarendon Press, 1992), 47.

20. Karl Marx, El Capital, Tomo III, vol. 7, 774.

21. Ibíd., 1: 739–41.

22. Las condiciones bajo las cuales una segunda alma se expande a expensas de la lógica de la vanguardia son exploradas más adelante.

23. Janos Kornai, The Economics of Shortage, 383 y 212.

24. Janos Kornai, The Socialist System, 45.

25. Ibíd., 87 y 50–51.

26. Ibíd., 89.

27. Ibíd., 93.

28. Ibíd., 37 y 39.

29. Ibíd., 362.

30. Ibíd., 33 y 409.

31. Ibíd., 161–62. Kornai señala que la orientación de la vanguardia a «un crecimiento forzado, con apuro y prisa inoportuna» — y la tendencia a no realizar inversiones «expresamente para proteger el entorno» — , más la característica en el socialismo real de que «no hay forma de organizar en la sociedad movimientos ambientalistas independientes, fuertes, capaces de enfrentar a los decisores económicos si fuera necesario», tienen implicaciones obvias en la destrucción del entorno (178). Para descripciones de la extensión del daño ambiental en el socialismo real, ver Marshall I. Goldman, «The Convergence of Environmental Disruption», en Comparative Economic Systems: Models and Cases, ed. Morris Bornstein (Homewood, IL: Richard D. Irwin, 1974); y Ann-Mari Sätre Åhlander, «The Environmental Situation in the Former Soviet Union», en Environmental Problems in the Shortage Economy: The Legacy of Soviet Environmental Policy (Cheltenham: Edward Elgar, 1994), 5–23.

32. Janos Kornai, The Socialist System, 167 y 169.

33. Ibíd., 169.

34. Ibíd., 364.

35. Ibíd., 91, 95 y 362–63.

36. Ibíd., 91–92.

37. Ibíd., 129.

38. Ibíd., 498–99.

39. Ibíd., 129.

40. Ibíd., 109 y 109n.

41. Ibíd., 367, 114, 542 y 116

42. Ibíd., 363.

43. Ibíd., 117.

44. Karl Marx, Grundrisse, Tomo I, 220.

45. Efectivamente, en cada paso de esta construcción lógica, el concepto de partido de vanguardia cambia, al igual que los conceptos de mercancía, dinero y capital son enriquecidos por Marx en el curso del desarrollo del concepto de capital. Por supuesto, dentro de un todo diferente, las características del partido de vanguardia pueden diferir debido a la interacción con otros elementos en ese todo diferente.

46. István Mészáros, Más allá del Capital (Caracas: Vadell Hermanos Editores S.A., 2006), 762.

47. Karl Marx, El Capital, Tomo I, vol. 3, 922.

48. Janos Kornai, Growth, Shortage and Efficiency, 108.

49. Janos Kornai, Anti-Equilibrium, 321.

50. David Granick, Enterprise Guidance in Eastern Europe (Princeton: Princeton University Press, 1975), 245–46.

51. David Granick, Central Physical Planning: Incentives and Job Rights (Boston: Kluwer/ Nijhoff, 1983), 149–50.

52. Hillel Ticktin enfatiza este punto en su Origins of the Crisis in the USSR: Essays on the Political Economy of a Disintegrating System.

53. Moshe Lewin, The Soviet Century, 176.

54. Janos Kornai, Growth, Shortage and Efficiency (Berkeley: University of California Press, 1982), 114–17.

55. Ibíd., 120.

56. Janos Kornai, The Economics of Shortage, 383.

57. Ibíd., 212.


Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *