Manuel Piñeiro Losada: El arte de la conspiración revolucionaria (I)

Por Colectivo de autores

Para sobrevivir, desarrollarse y cumplir con las obligaciones internacionalistas que les señalan su horizonte moral y sus necesidades prácticas, las revoluciones deben conspirar ¡y hacerlo bien!

Las tareas, formas, vehículos y procedimientos que se dan los Estados surgidos de ellas, no pueden reproducirse en cuanto tareas, formas, vehículos y procedimientos de Estados revolucionarios si no se hacen acompañar de estrategias subterráneas tendientes a la universalización de acciones subversivas organizadas, en cuya unificación se cifren las posibilidades de desatar crisis políticas irreversibles del sistema de dominación capitalista.

Toda la vida de Manuel Piñeiro Losada, el legendario Comandante Barbarroja, puede entenderse asociada a ese propósito.

La discreción en la que hubo de moverse y trabajar no le impidió nunca vivir de cara al sol. Muchas de las raíces que echó la revolución cubana en movimientos sociales, combatientes por la liberación de sus pueblos y en el imaginario rebelde nuestroamericano abrevan en su ejecutoria.

Nada justifica, entonces, el disimulo que su posteridad ha tenido entre nosotros. Hacerlo concurrir a las luchas del presente por que el socialismo no se enclaustre en estrechos márgenes nacionales ni sustituya con acuerdos económicos la hereje vocación de mundializarse, es el objetivo de esta serie de testimonios que compañeros de afanes y esperanzas de Barbarroja han pedido a La Tizza publicar, a propósito del aniversario 88 de su natalicio, el pasado 14 de marzo.


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El Comandante Barbarroja: un hombre a la altura de una tarea sensible y monumental

Estos textos se publican como homenaje a uno de los héroes de nuestra Revolución, el Comandante de la Sierra Maestra y del II Frente Oriental «Frank País», Manuel Piñeiro Losada, o Barbarroja como muchos le llaman, que este 14 de marzo habría cumplido 88 años de edad.

Fue justo tres días antes de cumplir años, el 11 marzo de 1998, que este destacado dirigente falleció producto de un accidente, un día en que estaba jubiloso luego de haber asistido y reencontrarse con sus compañeros del II Frente Oriental Frank País en los actos conmemorativos de un nuevo aniversario de su creación. Piñeiro había sido fundador de esa importante articulación guerrillera en 1958 bajo las órdenes del compañero Raúl Castro Ruz.

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Martí dijo que «honrar honra», y a todos los que nos expresamos en estas páginas nos honra haberlo conocido o haber trabajado bajo su dirección.

Esta no es una recopilación de anécdotas, aunque las incluye. Recoge vivencias, muchas de ellas bien conceptuales, que reflejan la valía del Barbarroja leyenda.

Su estatura política y ética, su humanismo y lealtad sin límites al Comandante en Jefe, se han convertido en referentes políticos y humanos que irán creciendo en lo adelante, de modo cada vez mayor e indetenible. Piñeiro caló en el pueblo más de lo que suponíamos. Los testimonios recibidos, junto a otras expresiones de reconocimiento a su persona, así lo confirman.

De conjunto, estas páginas traslucen su amplitud de miras y el carácter amplio, inclusivo y estratégico de su visión y de la acción internacionalista que desarrolló, siempre bajo la dirección estratégica del Comandante en Jefe Fidel Castro.

Se incluyen los testimonios de decenas de compañeros, tanto de quienes trabajamos bajo sus órdenes, así como de otras personalidades cubanas y latinoamericanas. Encabezan la recopilación los textos de quienes conocieron o colaboraron con Piñeiro en una etapa temprana de su vida y su acción revolucionaria; algunos de los cuales fueron tomados de publicaciones anteriores.

Se muestra al hombre sencillo, asequible y afable que era, así como creativo, flexible dentro de los principios y completamente antidogmático, con gran olfato político y capacidades de dirección, además de culto, carismático y fidelista ciento por ciento.

Las muy delicadas tareas de apoyo al movimiento revolucionario internacional, e incluso a aquellos que libraban la lucha armada contra sangrientas dictaduras –más allá de falsos estereotipos– las desarrolló a la par de una amplia labor de influencia política y de relaciones con los más variados sectores y figuras políticas, incluso de la socialdemocracia, entidades cristianas y militares patriotas. En esa labor primaba el propósito de contribuir a quebrar el dominio imperialista sobre nuestros países, concepto fidelista en línea con el pensamiento martiano.

Piñeiro Losada fue fundador y durante más de tres décadas jefe de todas las dependencias especializadas ejecutoras de la política internacionalista de la Revolución, tanto en el Ministerio del Interior (MININT) o del aparato auxiliar del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Tuvo un papel central en la implementación especializada de políticas hacia América Latina y el Caribe, e incluso hacia África, elaboradas, en diferentes momentos, por la máxima dirección de esa organización política y del Estado.

Con el optimismo natural que ordenó toda su existencia, vivía consagrado a sus tareas y delicadas misiones, así como al propósito de contribuir a quebrar el dominio de Estados Unidos sobre los países de Nuestra América. Para ello tuvo el desafío pero también el privilegio de encabezar algunas de las principales entidades cubanas que servían como brazo ejecutor de esa política.

Para quienes trabajamos junto a él en la Dirección de Liberación Nacional y en el Departamento América, y para los demás amigos que se nos han unido, con este modesto homenaje estamos reivindicando no solo al hombre, sino a nuestras tradiciones gloriosas, a nuestro patriotismo y a nuestro internacionalismo.

La Habana, 14 de marzo de 2021.


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1. Un esclarecimiento honesto

Fidel Castro Ruz

1º de junio de 2012

Hace unos días, el 28 de mayo se conmemoró, con merecidas referencias, al violento combate del Uvero. Un deber elemental me obliga a esclarecer los hechos.

Por aquellas semanas, Manuel Piñeiro, Barbarroja, genio y figura hasta la sepultura, como dice la frase, hizo llegar a Santiago de Cuba un camión con armas asociadas al ataque a Palacio por el Directorio Revolucionario, que de alguna forma habían ido a parar a sus manos. Frank País, responsable nacional de acción de nuestro Movimiento 26 de Julio remitió una parte importante de ese cargamento a la difícil zona de la Sierra Maestra, donde nuestro naciente Ejército Rebelde brotaba de entre las cenizas.

Aquel aprendizaje había sido sumamente duro. Paso a paso íbamos librando las primeras acciones victoriosas en las que incrementábamos nuestras fuerzas en armas y hombres, sin baja alguna. […]. A pesar de los obstáculos, y con el apoyo de hombres y medios que nos enviaba Frank, fuimos creando el primer destacamento guerrillero: con vanguardia, bajo el mando de Camilo; retaguardia con Efigenio Ameijeiras; centro con pequeños pelotones; y la comandancia general. Había ya un curtido grupo de combatientes con valiosa adaptación al territorio, cuando, en bidones de espesa grasa, llegó un buen lote de las armas rescatadas por Barbaroja […].


2. Me encanta poder contribuir a la creación de algo nuevo[1]

Lorna Burdsall*

*Primera esposa de Piñeiro y madre de su primer hijo, quien colaboró con él y compartió grandes riesgos en la lucha contra Batista. Bailarina destacada; fundadora de la Compañía de Danza Moderna y profesora de la Escuela Nacional de Arte, y merecedora de la Distinción por la Cultura Nacional.

Una noche, sentados y dispuestos para una conversación muy seria, Manuel me habló de mi rival. No se trataba de otra mujer, sino del Movimiento 26 de Julio, nombrado así porque ese día, en 1953, Fidel Castro y 150 compañeros –ahí también estaba su hermano Raúl– asaltaron el Cuartel Moncada de Santiago de Cuba, en un intento por derrocar al dictador Fulgencio Batista… Mientras más conocía los objetivos del M-26–7… más quise ayudar […]. En abril de 1956 fue a Key West a recuperar su auto Chrysler y llevarlo hasta Miami en el barco junto a mis queridas pertenencias […].

Nuestra independencia era ahora completa. Deambular en un convertible azul marino con chapas de Connecticut nos transformó a Manuel y a mí en los turistas perfectos que desandaban cañadas y cerros de la provincia de Matanzas para visitar campesinos y obreros en sus casas. Yo una rubia hispanoparlante con marcado acento gringo, confundía a quienes de pronto pensaban que hacíamos algo más serio que una visita formal. Para contactar a personas, formar células políticas y alentar a la insurrección, este fue el medio ideal de transporte para las reuniones políticas de Manuel en Bolondrón, Pedro Betancourt, Colón y otras pequeñas poblaciones.

[…] A medida que el M-26–7 ganaba más fuerza, nos vimos más comprometidos. Ayudé a la causa con la distribución de literatura en las bibliotecas y centros de trabajo para animar al pueblo a incorporarse al Movimiento.

[Señala Lorna que durante un viaje a Estados Unidos para visitar su familia, Lorna señala que Piñeiro fue detenido en Matanzas]. Lo condujeron a la estación de policía, donde fue fotografiado y archivado como terrorista. De modo que por orientación del Movimiento se reubicaron en La Habana].

[…] Desde nuestro apartamento, Manuel y yo pudimos escuchar el combate [del asalto a Palacio en marzo de 1957]. Más tarde supimos que entre la confusión y el pánico un camión distribuidor de flores que en realidad transportaba un cargamento de armas para utilizar en el asalto, fue abandonado en la calle y más tarde recuperado por miembros del Movimiento 26 de julio.

Unos días después, el M-26–7 propuso que Manolo y yo guardáramos el armamento. Nos llevaron a una casa vacía en un barrio llamado La Víbora donde las armas fueron escondidas. Una vez más mi instinto me señaló que este no era el lugar adecuado. No me gustaba el vecindario, lleno de mujeres chismosas colgadas de los balcones atisbando a todo el mundo que pasara por allí. Yo imaginaba que en esa precisa tarde estarían preguntándose quien era esta americana que llegaba a su barrio […].

El trasiego de armas era una tarea riesgosa, y finalmente concluí que debíamos fundirnos más en el adecuado panorama social de Miramar, donde muchas personas de Estados Unidos y de otros países residían y no les prestaban mayor atención a sus vecinos. Salí y alquilé una pequeña casa que vi anunciada en el periódico y resultó ser una buena elección porque tenía un garaje adjunto al costado izquierdo y con una puerta que daba a la cocina.

[…] Yo era muy feliz en mi pequeña casa. Quedaba más cerca de la academia Ruston.

Mi vientre crecía y también la Revolución cubana. Manuel y sus amigos pasaban todo el tiempo preparando las armas, municiones y granadas de mano que habíamos almacenado en la casa a fin de enviarlas a la Sierra Maestra.

Fidel y un grupo creciente de rebeldes continuaban la lucha contra el ejército de Batista. Habían vencido en La Plata en febrero y en el Uvero en mayo, pero las armas y municiones eran requeridas con urgencia. Nuestro garaje era el lugar perfecto para acondicionar el vehículo en que las armas y las balas podían ocultarse antes de enviarlas a Santiago y de ahí a la Sierra Maestra para Fidel y sus compañeros.

[…] En junio de 1957 los días se hicieron cada vez más calurosos en términos reales y metafóricos. Ya era mucho más difícil «trabajar» porque gran cantidad de los contactos de Manuel fueron arrestados, muertos o encarcelados. Cualquier cosa que necesitara hacerse implicaba riesgos. Algunos de los choferes que llevaban las armas a Santiago habían sido capturados y torturados. El propio arresta de Manuel parecía inminente. Mi vientre se emparejaba con la ansiedad… Era inminente la partida (de Piñeiro) a la Sierra para unirse a Fidel […].

La última semana de febrero (de 1958) Manolo fue elegido con un grupo de rebeldes para acompañar a Raúl, el hermano de Fidel, a la apertura del llamado Segundo Frente en la montaña de la Sierra Cristal en el norte de la provincia de Oriente.

[Tiempo después ella recibe una carta de Piñeiro:] Ahora estoy calmado y trataré de organizar mis pensamientos y escribirte extensamente. Estamos construyendo un nuevo estado dentro de otro… Controlamos todo el territorio del norte oriental aplicando las leyes de una nueva sociedad.

Envíame libros de economía, psicología, el Origen de la Familia, la Propiedad privada y el Estado de Engels, algo acerca del capitalismo y sociología. Hemos librado alrededor de tres combates y tres victorias en las cuales el ejército de Batista tuvo alrededor de cien bajas. Nos sentimos invencibles y nuestra moral es altísima.

Como te dije, estoy encantado con el tipo de trabajo que se me asignó. Me encanta poder contribuir a la creación de algo nuevo, preparar al campesinado para un nuevo propósito. Siento y eso me preocupa la responsabilidad histórica que nosotros tenemos con la nueva generación de cubanos cuyas esperanzas descansan en nosotros.

Necesito libros, ahora más que nunca.

Di a nuestros amigos que somos ahora más fuertes que nunca. El momento de la victoria llegará tarde o temprano: una revolución no es cuestión de días sino de años. ¡Realmente elegiste al hombre equivocado para vivir una vida tranquila!… Esto es una broma.

[Más adelante Lorna narra las peripecias que pasó para visitar a su esposo en la Sierra y dice:] Al poco rato divisé un hombre de extraña apariencia, cargando un largo, desordenado farolito, con un parecido asombroso a Rabindranath Tagore. Su cabello y una barba que cubría una generosa porción del pecho, lograron que sus tristes y hundidos ojos lucieran aún más prominentes ¿Era aquel hombre el Manuel precioso con quien me casara dos años atrás? Lo creyera o no, ahí estaba, pero carece de importancia. Lo que importaba era que al fin nos encontrábamos cara a cara después de tantas cartas y situaciones muy difíciles.

[Como cuestión aparte, referida a los comienzos del proceso revolucionario en 1959, Lorna señala en su libro:]

Tan pronto regresamos a Santiago recibimos la agradable sorpresa de una breve visita de Ernesto Che Guevara y su esposa Aleida. Ellos se enamoraron cuando ambos luchaban en la última gran batalla de la guerra en Santa Clara. Su viaje desde La Habana fue en una avioneta de dos plazas piloteada por el propio Che. Era tan arriesgado como Camilo y todos los demás rebeldes.

El Che pasó la mayor parte del tiempo hablando con Manolo sobre temas importantes. […] Era una persona impresionante, un hombre muy modesto […].

El 2 de mayo de 1959 le escribí a mis padres: Che Guevara, uno de los máximos héroes del movimiento 26 de julio, acaba de pasar dos días con nosotros. Quedé muy impresionada con él, una persona maravillosa. Es doctor, práctico, realista, muy inteligente y analítico. Deberían existir cien más como él.


3. Su optimismo natural ordenó toda su existencia[2]

Augusto Martínez Sánchez

*Comandante del II Frente Oriental Frank País. Fue Ministro de Trabajo y miembro del Comité Central del PCC.

La función de inspector territorial y miembro de la comandancia central mantuvo siempre al incansable Piñeiro de un lugar a otro del vasto territorio del frente. El Gallego era la exploración necesaria para detectar todo lo que podía ser un elemento de importancia política y militar en el desarrollo de la guerra. Su presencia se hacía notar en los lugares de mayor peligro y aportaba seguridad, firmeza y confianza.

Su optimismo natural ordenó toda su existencia de forma espontánea. Su conducta eran sus convicciones. Estoy seguro que nunca se aburrió y cuando se escriba la historia de su vida pienso que adquirirá una dimensión novelesca, tranquila y persuasiva en sus actos y visiones, donde no será necesario desbordar la fantasía. Su vida así lo quiso, fue entretejida de una riqueza espiritual innata, solo no reconocida en su partida de nacimiento y por sus enemigos.

[…]

Piñeiro supo hacernos llegar su aliento sincero y emotivo de la misma forma que hizo de su vida el acontecimiento más sencillo, aunque importantes y grandes fueron las tareas que le toco cumplir. Rompió las barreras que separan el buen humor de la gravedad y las líneas divisorias y dogmáticas entre hombres revolucionarios y hombres solidarios y humanos, lo que prodigó como el más virtuoso de los hombres sinceros de los que habló Martí.

Los que no lo conocieron deben saber que dejó de existir un hombre de leyenda, con armadura secreta para enemigos y enconados adversarios, uno de los míticos organizadores del Ministerio del Interior […]. Piñeiro fue protagonista y testigo excepcional de su época, aliados de entrañables anécdotas y lo más importante de su vida es lo que no puede decirse.


4. En el II Frente todo el mundo lo respetaba y lo quería mucho

Evaristo García, Maristani

*Integrante del Tercer Frente Oriental Mario Muñoz Monroy, fungió como correo y chofer en el Departamento América.

Conocí a Piñeiro en la Sierra Maestra. Iba con un mulo atrás y dos compañeros que lo escoltaban. Muchos pensamos que era comida, pero lo que transportaba era un nutrido cargamento de armas para la Comandancia.

No volví a ver a Piñeiro más hasta que nos encontrábamos en el II Frente, pero ya era cuando yo bajé con Almeida para el Tercer Frente. Allá en el II Frente, y bajo las órdenes de Raúl, Piñeiro tenía importantes responsabilidades militares y organizativas. Allí era evidente que todo el mundo lo quería mucho y lo respetaban. Era amable con todos, muy tratable; hacía cuentos y dialogaba con sencillez y con mucho compañerismo.

Luego coincidimos cuando vine a trabajar para el Departamento América, así como en ocasión de que yo fui a cumplir misión a África y allí coincidió que se produjo la visita de una delegación encabezada por el Comandante en Jefe en la que estuvo Piñeiro. Él cumplía determinadas tareas específicas. Recuerdo que se interesó por encontrarse con el líder negro estadounidense Stockeley Carmichael que por allá residía, pero ese encuentro no pudo concretarse. Allá yo le serví de chofer y lo llevé al aeropuerto con el Comandante cuando partían de regreso.

Después trabajé con él en el Departamento América durante 20 años. Siempre recibí de él un trato exquisito. Era impresionante su ritmo de trabajo incluso de noche y en la atención a visitantes extranjeros.


5. Estoy en Misa y en Procesión[3]

Fernando Ravelo Renedo, Fermín

*Integró los Grupos de Acción y Sabotaje del M26–7; Capitán de la Sierra, dirigente nacional de la A.J.R.; oficial del MININT y Vicejefe del Dpto. América del C.C.; Embajador en Colombia y Nicaragua.

[…] Después de 1959 la lucha de clases se agudizó…y la política agresiva del gobierno norteamericano creció a niveles astronómicos y la Revolución tuvo que responder. Fueron años de trabajo hasta las cuatro y cinco de la madrugada. Contactos, relaciones con dirigentes, partidos y fuerza patrióticas de todo signo, los grupos que venían a entrenarse, las salidas con pasaporte falso e itinerarios ficticios. Era una época en la cual visitar a nuestro país constituía un grave delito…

Jamás vi desfallecer a Piñeiro. En momentos difíciles, de descenso de la lucha popular y revolucionaria dirigía el trabajo con el mismo entusiasmo y perseverancia que en los momentos de auge.

Los perseguidos por la dictadura de Catello Branco o por el pinochetismo, somocismo o trujillismo, entre otros regímenes siempre encontraron el aliento y de nuestra Revolución a través de Barbarroja.

Las fuerzas democráticas, el movimiento de los militares patriotas, la socialdemocracia en América Latina y el Caribe, tuvieron en él un interlocutor inteligente que eliminó confusiones y aunó voluntades.

La necesidad del trabajo secreto exigió de Piñeiro un esfuerzo extraordinario, las consultas oportunas sin despachos formales, y evitar un paso precipitado que pudiera transformarse en una respuesta desproporcionada. El artífice de toda la estrategia era «Doce» con un pequeño equipo aparentemente inorgánico, en determinados momentos sin un lugar preciso de trabajo. Incluso se comenzó a llamar a ese grupo de trabajo «la gente de Piñeiro».

La compartimentación, lo inatrapable de la organización, el aura de misterio, y su estilo personal de tratar cada asunto directamente y hasta altas horas de la madrugada, hicieron la leyenda, el mito Barbarroja, y alimentaron los comentarios sobre «las cosas de Piñeiro». El enemigo puso el resto.

Los que despachábamos con él al amanecer en ocasiones escuchábamos un leve ronquido en medio de la conversación. Sabíamos que necesitaba cinco o diez minutos de sueño para recuperarse sentada en su gastado sillón reclinable. Abría los ojos y seguía conversando como si no hubiera ocurrido interrupción alguna. Era incansable y a veces en broma decía: «estoy en misa y en procesión».

Era de una gran agilidad mental y de una increíble capacidad de comunicación. Despertó una gran admiración en todos los que lo conocieron, y también tuvo adversarios y críticos. Siempre mantuvo a confianza gigantesca en el destino de nuestra América y una lealtad a toda prueba al pensamiento y la acción de Fidel Castro […].


6. Estaba como loco para conseguir armas y enviárselas a Fidel[4]

José Llanusa

*Destacado colaborador de Fidel en los preparativos de la lucha contra la tiranía. Desempeñó diversos cargos al triunfo de la Revolución. Primer presidente del Instituto Nacional del Deporte.

Señala que Piñeiro nunca se daba por vencido. Volvía loco a todo el mundo para conseguir armas y enviárselas a Fidel. Tenía obsesión con irse a la Sierra.

Recuerda que estando en el exterior, desde Nicaragua sostenía largas conversaciones con Piñeiro «y en un idioma que los yanquis debían volverse locos para copiar. Me preguntaba por el “inglés”, que como andaba “gorrita” y que “espejuelos” sabía lo que estaba haciendo. A veces metía una palabra rara que ni yo mismo entendía».

En esporádicos viajes a La Habana se reunían sin falta y Piñeiro le recomendaba: «Eso no es blanco ni negro, es gris; matiza, caballo, hay que dar tratamiento, hay que reforzar la unidad y que no haya el más mínimo roce».


[Continuará]


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Notas:

[1] Tomado de Lorna Burdsall: Más que un Nota al Pie, Ediciones Unión, La Habana, 2012.

[2] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 52–53.

[3] Tomado de Jorge Timossi: Los Cuentos de Barbarroja. Comandante Manuel Piñeiro Losada, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 1999, pp. 171–173.

[4] Idem, pp. 104–106.


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